Tres comunas rurales del noreste de Francia, ubicadas en la región de Lorena, han ideado una solución ingeniosa para evitar el cierre de un grado escolar debido a la escasez de alumnos. Según la normativa del Ministerio de Educación francés, se requiere un mínimo de 98 estudiantes para mantener en funcionamiento las cinco clases en una escuela compartida por estas comunidades.
Ante el desafío de no alcanzar el número mínimo exigido, las comunidades rurales decidieron pensar fuera de lo común y tomaron la audaz decisión de inscribir a cuatro ovejas como “alumnos” en la escuela local. Los nombres de las ovejas registradas son: John Deere, Valériane Deschamps, Phil Tondus y Marguerite Duprès, pertenecientes a un granjero local cuyos hijos asisten a la misma institución educativa.
¡Los padres cumplieron con el registro de las ovejas en la escuela!
Los padres de los niños se encargaron de completar los formularios de registro de las ovejas, proporcionando detalles como nombres, direcciones y fechas de nacimiento, en un acto que ha generado tanto sorpresa como admiración dentro y fuera de la comunidad.
La insólita medida fue aceptada por el Ministerio de Educación, y las ovejas fueron recibidas en la escuela con carteles de bienvenida y un espacio especial dentro del establecimiento. Esta acción refleja la creatividad y el ingenio de las comunidades rurales para mantener sus servicios educativos en funcionamiento frente a los desafíos de la despoblación y el cierre de escuelas.
Aunque la medida ha generado cierto debate, con algunos cuestionando su validez y otros elogiando la iniciativa de las comunidades rurales, lo cierto es que ha logrado su propósito al mantener activo el grado escolar amenazado y preservar un importante recurso educativo para la región.
Cuatro mujeres se convierten en expertas en energía solar y alumbran la vida de su pueblo en el sudoeste de Madagascar gracias a un programa de formación internacional.
Parece inverosímil que una persona analfabeta pueda dominar los intríngulis de la energía solar. Sin embargo, son muchas las ingenieras iletradas que iluminan y mejoran la vida de sus comunidades. Marie Tsimadiro tiene 47 años, nueve hijos y 12 nietos. No sabe leer ni escribir y ha dedicado toda su vida a cultivar el campo para el sustento de su familia. Pero, ahora, esta abuela malgache compagina la azada con la reparación e instalación de paneles y lámparas solares en Ranomay, una comunidad rural remota de 670 habitantes en la región de Atsimo-Andrefana, en el sudoeste de Madagascar.
Marie junto a Marinasy, Tsiampoizy y Modestine, abuelas las dos primeras y madres las dos segundas, fueron elegidas por sus vecinos para emprender una aventura intercontinental que cambiaría la vida cotidiana de su comunidad. En septiembre de 2018, las cuatro mujeres que apenas se habían alejado 10 kilómetros de Ranomay, viajaron 6.000 hasta Tilonia, en India. Allí asistieron durante seis meses a la formación sobre energía solar fotovoltaica que imparte la Universidad Pies Descalzos (Barefoot College), fundada por el activista social Bunker Roy. “Mi familia al principio se opuso, decían que los aldeanos nunca habíamos estado fuera, que yo no sabía hablar ni inglés ni francés. Fue mi madre la que les convenció diciéndoles que se mirasen a ellos mismos, que por no salir no habían progresado y que yo debía ir para traer el desarrollo”, dice muy seria Tsiampoizy, la más joven de todas.
El programa Mamás Solares, iniciado en 2008, tiene como objetivo formar en el diseño, instalación y mantenimiento de sistemas solares a madres y abuelas iletradas para iluminar de forma sostenible las áreas remotas e inaccesibles de las que provienen. Deben tener entre 35 y 50 años, no estar embarazadas o en periodo de lactancia y contar con la aprobación familiar. Puesto que la gran mayoría nunca fue a la escuela, el método de enseñanza se basa en el lenguaje cromático: “No conocíamos su idioma, pero aprendimos las palabras importantes, nos enseñaron los colores para distinguir los materiales y así nos comunicábamos”, relata Marie.
Según un estudio realizado en 2015 por la Agencia de Desarrollo y Electrificación del Medio Rural (ADER), el 84% de la población de Madagascar, uno de los países más pobres del mundo, no tiene acceso a electricidad. La tasa de accesibilidad en el medio rural no supera el 6%. Para hacer frente a esta pobreza energética y promover las energías renovables, Barefoot College Madagascar se asoció con el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) en 2012 y, juntos, implementaron el proyecto Mamas Solares en la cuarta isla más grande del mundo. Hoy, con ayuda del Ministerio de Agua, Energía e Hidrocarburos del país, el binomio ha formado a casi 40 mujeres, dado luz a más de 2.000 hogares y puesto en marcha doce centros de formación. La presidenta de Barefoot College Madagascar, Voahirana Randriambola, afirma que su objetivo, de aquí a 2030, es formar a 744 mamás solares que acabarán de manera sostenible con la penumbra de 630.000 hogares.
Y se hizo la luz en Ranomay
Son las siete de la tarde y la oscuridad se cierne sobre Ranomay. Tovondray (18 años) y Lahininiko (16) estudian para su examen de matemáticas, mientras una gallina revolotea a sus anchas por la estancia. Una lámpara solar portátil ayuda a los jóvenes a realizar sus ejercicios sin tener que descifrar los números en la lobreguez. Antes de tener acceso a esa bombilla, ambos estudiaban a la luz de una linterna de pilas, siempre y cuando hubiesen conseguido encontrar las baterías (un bien común en Occidente, pero de difícil acceso en las zonas rurales malgaches). A 20 metros, Noëlson (55), su padre, regenta la típica tienda africana: un tenderete con “un poco de todo”. “Mi tienda es la única que hay en las cuatro aldeas que forman Ranomay. Antes cerraba a las seis de la tarde, pero gracias a los kits de energía solar puedo abrir hasta las diez”, afirma con una sonrisa que deja entrever su orgullo de ser empresario.
La electrificación de Ranomay ha sido un sueño hecho realidad. Hay menos robos de patos y ha mejorado la vida de todos
En la aldea de Ranomay de Arriba, a pocos metros de los ultramarinos de Noëlson, se erige la Casa Solar, un edificio modesto que funciona como centro de operaciones. Es allí donde Marie, Marinasy, Tsiampoizy y Modestine reparan, montan y manipulan los diferentes componentes fotovoltaicos que instalan para sus paisanos. Trabajan en semanas alternas en equipos de dos, así pueden seguir dedicándose a sus quehaceres agrícolas. Las mamás solares han iluminado 155 hogares en solo seis meses. Nantoany Sitra (50), secretario general de la Asociación comunal TSIFA Ranomay, es el encargado de distribuir, gestionar y coordinar los pagos e instalación de los sistemas: “La electrificación de Ranomay ha sido un sueño hecho realidad. Hay muchos menos robos de patos y ha mejorado la vida de todos. Por ejemplo, ya no tenemos que comprar petróleo para las lámparas de queroseno, que son un gran gasto para la economía familiar y los niños pueden hacer los deberes por la noche”.
La población de esta comunidad rural se dedica, principalmente, al sector primario. Los medios de subsistencia son muy limitados o casi nulos. Por eso, para adaptarse a todo tipo de bolsillos, el proyecto ofrece varios equipos de energía solar fotovoltaica a diferentes precios: desde una linterna solar portable con panel solar incluido por 0,70 euros (3.000 MGA), hasta un kit muy completo que incluye un panel solar, baterías de 40W, cuatro linternas portátiles y un regulador de carga solar por el precio de 2,41 euros (10.000 MGA). Cada vecino tiene un contrato que incluye las reparaciones en caso de rotura y debe pagar la cuota mensual de forma presencial.
Realison acude a la Casa Solar con su lámpara. Aunque deja el panel en la puerta de su choza para que atrape todos los rayos del sol, no consigue cargar la batería y su lámpara no se ilumina por las noches. Marie y Marinasy se ponen manos a la obra para devolverle la luz a su vecino. El pescador de 23 años cuenta que los niños enfermaban por el humo de las lámparas de queroseno y la quema de madera, y que la luz solar ha ayudado al desarrollo de su pueblo. Así lo ve también Marinasy: “Ahora nuestro pueblo brilla por las noches. Estoy muy orgullosa porque gracias a nosotras, las técnicas solares, nuestra vida ha cambiado, la luz nos ha cambiado”, cuenta con el rostro iluminado de felicidad. Un cambio que no se manifiesta solo en forma de luz, sino que también ha permitido a las mujeres empoderarse y adquirir otro papel en la sociedad rural. Se han convertido en embajadoras del progreso de sus comunidades: “Creo que ahora los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos”, afirma Marie.
Alumbrar el futuro de manera eficiente
Uno de los infinitos usos que tiene la luz, y quizás el más obvio, es el de alumbrarnos. En los países con más recursos, el hecho de encender y apagar un interruptor es un acto que pasa desapercibido en nuestra cotidianidad. Sin embargo, tal y como apunta el Banco Mundial en un informe publicado en 2019, 840 millones de personas en todo el mundo no tiene acceso a electricidad, y más de la mitad se concentra en las zonas rurales del África subsahariana (573 millones). Para iluminarse por las noches utilizan velas, madera y lámparas de queroseno que provocan la muerte de más de un millón de personas cada año. Por eso, la transformación de luz solar en energía es una manera eficiente y saludable de alumbrar el futuro de estas poblaciones.
La directora general de la Organización de la ONU para la Educación, la Ciencia y la Cultura, Audrey Azoulay, afirma que los beneficios naturales y las aplicaciones científicas y tecnológicas de la luz son muy importantes para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030. La implementación de la energía solar fotovoltaica no solo contribuye a lograr el objetivo 7 de los ODS, que pretende garantizar el acceso a una energía asequible, fiable, sostenible y moderna para todos, sino que incluye beneficios colaterales. Reduce la pobreza, evita la exposición de las personas a humos insalubres, al mismo tiempo que reduce la contaminación del aire, juega un papel esencial en el mundo de la educación y empodera a las mujeres en el medio rural.
La luz es una fuente incansable de energía, ventajas y beneficios que hay que celebrar. Por eso, cada viernes por la noche, en Ranomay le rinden un homenaje muy especial. Gracias a un generador solar instalado por las cuatro expertas, grandes y pequeños se aglutinan en torno al único televisor que hay en la comunidad. Nunca antes habían visto una película, nunca se habían expuesto a las luces, colores y formas que emergen de la pantalla. Los niños, embobados, celebran cada sonido que emite la televisión. Y así, con este particular ritual, se hace tangible el poder de la luz, que no solo genera desarrollo, sino que también dibuja sonrisas e irradia felicidad.
En India, además de retretes dignos y suficientes, es preciso extender el conocimiento y las prácticas higiénicas entre la población, especialmente en las escuelas y entre las mujeres en edad menstrual. Es un objetivo que obliga a avances socioculturales y educativos notables, y que asume la Fundación We Are Water en sus proyectos en India. En el Día Mundial del Retrete estos esfuerzos adquieren un especial protagonismo.
Las mujeres de Haiderpur, en el estado indio de Haryana, tienen una oportunidad de empoderamiento respecto a uno de los grandes tabúes que todavía lastran a la comunidad rural india: la menstruación. Que sean capaces de fabricar sus propias compresas higiénicas con materiales a su alcance y poderlas comercializar es uno de los objetivos del proyecto que la Fundación We Are Water está desarrollando con Habitat for Humanity India.
Empoderamiento para la higiene íntima
No es un objetivo menor, ya que millones de mujeres en India no conocen el agua limpia, los inodoros o la higiene personal. Por otra parte, la exclusión a la que se ven sometidas muchas mujeres cuando tienen el período está muy arraigada en muchas zonas del país, lo que causa que las mujeres no hablen del tema y no sean convenientemente informadas a nivel fisiológico e higiénico.
La situación se agrava para las niñas ya que tan sólo la mitad de las escuelas de India tienen baños separados por sexos, por lo que a la vergüenza de la menstruación se suma la falta de privacidad para asearse. Ésta es una de las causas por las que 113 millones de chicas dejen la escuela en la pubertad, lo que mayoritariamente se da en las zonas más pobres y en las castas más bajas, en las que la adolescencia suele coincidir con las necesidades de cuidar a la familia, ir a buscar agua y encargarse de las labores domésticas.
El problema de la higiene menstrual se agrava por el hecho de que las compresas son un lujo inasequible para estas mujeres: sólo un 12% de las indias utiliza compresas dado su elevado precio y su uso es prácticamente inexistente entre las castas inferiores. En estos casos suelen recurrir a medidas antihigiénicas e insalubres para contener sus pérdidas: virutas de madera, heno, papeles de periódicos, etc. En algunos casos utilizan trapos o telas viejas, paños que no se lavan periódicamente, por vergüenza de hacer pública la menstruación con la colada, o lo son con agua contaminada, por lo que esta prenda se convierte en otro elemento de transmisión de enfermedades.
Los mismos tabúes y la falta de educación hace que la mayoría de mujeres de las zonas rurales no se laven la vagina correctamente o lo hagan con hojas o papeles, o usen agua contaminada. Enfermedades, como las infecciones vaginales, y las de transmisión sexual tienen una alta incidencia en la India rural.
Este proyecto está diseñado para promover no sólo la higiene menstrual, sino también para proporcionar empoderamiento económico a las mujeres a través de oportunidades empresariales, como la producción de toallas sanitarias y la promoción de la gestión adecuada de la higiene menstrual.
A través de este programa se está formando a un grupo de un mínimo de 10 a 15 mujeres para crear grupos de autoayuda para aprender a fabricar compresas sanitarias de bajo coste hechas de desperdicios de algodón y otras materias primas en diferentes lugares de Delhi.
El alcance del proyecto llega alrededor de 50.000 mujeres en áreas de tugurios de la región de Nueva Delhi, educándolas y creando conciencia entre ellas sobre saneamiento e higiene. De este modo, las mujeres hablan sobre cómo gestionar su higiene menstrual y rompen así los tabúes entres sus familias y el entorno social al superar su vergüenza. También tienen acceso a información para entender la fisiología del ciclo menstrual y a paños higiénicos o a toallas sanitarias desechables en instalaciones para su reciclaje.
En el Día Mundial del Retrete, la Fundación We Are Water culminó en India otro de sus proyectos más significativos al hacer entrega de las llaves de 200 unidades de letrina individual para hogares, conocidas en India por su acrónimo IHHL (Individual House Hold Latrine), a las 200 familias beneficiadas de la localidad de Bhiwadi en el estado de Rajasthan. El proyecto, realizado en colaboración con Habitat for Humanity India se basó en la construcción de 200 retretes para evitar la defecación al aire libre debido a la escasez de recursos financieros y a la capacidad y desconocimiento de prácticas saludables. La Fundación proporcionó asistencia técnica, y creó grupos de trabajo para formar, educar y monitorear las actividades. El proyecto si sitúa de lleno en el programa Swachh Bharat (Limpia la India) y se realizó en estrecha colaboración con el gobierno local.
También en el estado de Rajasthan, la Fundación anunció en el Día Mundial del Retrete otro proyecto en colaboración con la Gramya Foundation. Se trata del lanzamiento de la unidad de saneamiento escolar construida por la fundación en Rewari, también en Rajasthan, que beneficiará a más de 2.000 niños y niñas escolares. La Fundación ha entrado de lleno en el apoyo al saneamiento adecuado en las escuelas, otro de los grandes retos en India cuyo enfoque puede verse en el proyecto de instalaciones de saneamiento escolar para niñas en Alwar, Chennai, Ranipet y Vellore, en colaboración con World Vision Indiaque beneficiará a más de 1.500 escolares.
En este proyecto queda claro que la construcción de inodoros en las escuelas es relativamente fácil, pero hacerlos funcionales y utilizables siempre requiere el cambio de mentalidad y de comportamiento de los escolares, y el compromiso de los maestros de la escuela.
“El saneamiento es más importante que la independencia”, lo dijo Mahatma Gandhi en el albor de la creación de la mayor democracia en la Tierra. Más de 70 años después, el acceso al saneamiento, pese a haber realizado avances ostensibles, sigue siendo el reto más importante de India, el país quizá con el mayor potencial de crecimiento del mundo, pero que tiene que lograr erradicar esta lacra que lastra su progreso económico y social, y afecta a la sostenibilidad de la vida en la Tierra.
Es el objetivo del programa Swachh Bharat: acabar con la defecación al aire libre en 2019 y que cada hogar y comunidad disponga de lavabos y retretes eficientes y dignos. El año coincide con el 150 aniversario del nacimiento de Gandhi y las perspectivas para lograrlo son esperanzadoras. Así lo afirmó el secretario general de la ONU, António Guterres, el pasado octubre en Nueva Delhi, frente a los más de 50 líderes de países en lucha por el logro del saneamiento digno reunidos en la Convención Internacional de Saneamiento Mahatma Gandhi. Guterres se felicitó del avance del Swachh Bharat que impulsa el gobierno de Narendra Modi: “el ejemplo de la India es muy bienvenido pues es de importancia vital para el resto del planeta».
OtrasVocesenEducacion.org existe gracias al esfuerzo voluntario e independiente de un pequeño grupo de docentes que decidimos soñar con un espacio abierto de intercambio y debate.
¡Ayúdanos a mantener abiertas las puertas de esta aula!