Venezuela: El Perfil Científico y los Principios Ideológicos Subyacentes En la Medicina Herbaria

El Perfil Científico y los Principios Ideológicos Subyacentes En la Medicina Herbaria

Edgardo J. Rondón Cedeño

Aragua de Maturín, 2022

 

Resumen

Es necesario reconocer que los aborígenes, que son auténticos experimentadores que lograron descubrir los misterios de la naturaleza, y ofrecerle a todas las generaciones servicios y soluciones, sobre todo en cuestiones de salud y enfermedades, entre otras: como la sobrevivencia en lugares desérticos, es por estas razones que no hay que dejar morir en un simple recuerdo, toda esta sabiduría milenaria que nos representa principalmente a los pueblos del mundo. Como Perú, Colombia, Venezuela, Los chinos, Los Griegos, Romanos, Egipcios e Hindúes, pueblos de la antigüedad, que  sostienen un estudio completo de los principio activos sobre las especies vegétales, de cada área natural exploradas por ellos, sostienen que los  principios activos para tratar enfermedades desde las más comunes como las complejas se encuentra en las plantas. Existe una multitud de razones, que van desde la ciega desaparición hasta la búsqueda activa y positiva de una transformación que explica por que las personas están dispuesta a buscar ayuda de este saber ancestral;  tal vez sobran los motivos, pero hay algunos encaso específicos, donde las personas que reciben el rechazo de los biomédicos por una enfermedad que no pudieron tratar, esta decisión, puede hacer que esas personas busque ayuda en la medicina herbaria, con la fe y la esperanza de encontrar ayuda y solucionar su necesidades. Finalmente y de manera muy individual las personas, toman en cuenta a Dios como principio de su sanación, así lo expresa el siguiente párrafo. “el amor que Dios difunde en todo nuestro ser es un poder vivificante. Da salud a cada una de las partes vitales: el cerebro, el corazón y los nervios. Libra el alma de culpas y tristezas, de la ansiedad y congoja que agotan las fuerzas de vida. Con él viene la serenidad y la calma. Implanta en el alma un gozo que nada en la tierra puede destruir: el gozo que hay en el Espíritu Santo, un gozo que da salud y vida” (Elena G. de Whitee. Mente, carácter y personalidad, tomo I, pag.256. Miami, Florida: Asociación publicadora Interamericana, 1990).

Palabras claves. (Dios, naturaleza, sabiduría, medicina herbaria, amor)

 

Una de las informaciones derivadas del conocimiento adquirido y de la praxis es la referida al estudio de la evolución de la medicina natural (herbaria). Al respecto nos acogemos a los estudios y reflexiones filosóficas e ideológicas mediante las cuales se ha establecido una diacronía teórica dividida en varias etapas:

  • La premodernidad, cuando la medicina se basaba “en la magia, la religión y la conciencia” en manos de sacerdotes y chamanes; era “una relación de ayuda basada en el amor por lo que se consideraba como “sagrada o espiritual”; se utilizaba la conciencia como potencial de sanación; y se invocaba espíritus, así como las fuerzas naturales y divinas, y, hasta el propio enfermo, sentía que sanaba a través de ciertos estados de conciencia inducidos por todo tipo de técnicas.
  • La modernidad en la cual se llega a establecer la importancia de la objetividad, la certidumbre, obtenida a través del diagnóstico correcto que se logra al analizar los componentes estructurales de una determinada cosa y fragmentándolos para su posterior estudio e instrumentalización. En estos principios –les explico- se basa el ejercicio de la biomedicina. El todo, después de ser fragmentado para su estudio, ofrece la manipulación de la materia desde sus pequeñas partes constituyentes lo que promete alcanzar una perspectiva única, realmente verdadera. A esta visión se le critica el hecho de no tomar en cuenta “al observador”; esta posición es totalmente modernista porque se queda en “la subjetividad” a la que hay que perseguir y anularla a través de todo tipo de métodos de control del sesgo. Se trata, pues, del empirismo positivista; empirismo porque se remite a la información obtenida de la experiencia sensorial y positivista porque exige pruebas explícitas.
  • Frente a esta forma de aplicar la medicina surge, no obstante, otra posición que defiende el tener que rescatarla importancia del médico naturista quien, además de dialogar en tiempo presente, profundiza en la vida del paciente, como sería el yo en primera persona, la conciencia individual o el sujeto último, aquél que observa eternamente la importancia del aquí, el ahora, la atención plena y la valiosa capacidad que tiene el ser humano de mirarse, sentirse y realizar una introspección o contemplación de sí mismo, el instrumento de observación es siempre uno mismo, la experiencia nunca está fuera de la conciencia individual, por lo tanto, cualquier verdad afirmada desde aquí debe ser corroborada en la experiencia interior. Se trata, pues, de un empirismo fenomenológico.

La permanencia de tantos años en el colectivo humano del planeta y, posteriormente, como estudioso e investigador, transformó el yo en nosotros. Paulatinamente, el terapeuta se va insertando en un conglomerado donde las necesidades eran comunes y las soluciones compartidas. Mi condición de investigador inmerso en un escenario temporal y natural demarcado por el ambiente familiar y vecinal, desde la infancia hasta la adultez, me hizo un receptor directo de una práctica medicinal que fui internalizando en la medida en que adquiría consciencia de ciertas limitaciones sociales, culturales y económicas detectadas entre los miembros de mi familia, de los vecinos y los pobladores de cualquier parte del mundo.

La actuación terapéutica directa por la necesidad de confrontar las dificultades de salubridad desde adentro, de conocer los factores de riesgos sanitarios, externos, que afectan a los pueblos del mundo, identificar los recursos con los que cuento para culminar exitosamente la tarea propuesta analizando las fortalezas, la habilidades y los recursos existentes en la población para transformar el deterioro de salud detectado en una situación de sustentabilidad que desarrolle en los afectados hábitos naturistas que los hagan autosustentables como pacientes herbarios.

 

De allí la importancia de que los terapeutas y pacientes herbarios se compenetren con la epistemología de este tipo de medicina ya que ello involucra los elementos objetivos, subjetivos, sociales y culturales que conforman el todo humano en un permanente y dinámico diálogo médico-paciente. El perfil del naturista, del herbario, responde, pues, a esta concepción epistemológica integral sin que se piense que su practicante se proponga invadir los terrenos de la biomedicina. Insistimos en esta visión porque debemos actuar como el médico postmoderno, el ser que indaga acerca de un paciente observado holísticamente, como un todo conformado por elementos objetivos, subjetivos, naturales, sociales y culturales.

 

Es necesario que este acto médico se conciba y ejecute como una estrategia médica pluridireccional, donde se establezca un profundo diálogo horizontal entre el terapeuta y el paciente, sin descartar la implicación de otros especialistas (psicólogos, psiquiatras, neurólogos, urólogos, etc.) lo que permite al herbario conocer lo que el enfermo vive y padece desde el punto de vista externo (objetivo), interno (subjetivo), sociocultural (contexto) y natural (ambiental).

 

Pero, no solo se trata de un diálogo horizontal simple sino de una indagación profunda sobre la sintomatología del paciente, de lo que siente (sus afectos), de lo circunstancial al interactuar dentro de un contexto que determina y marca su existencia, holísticamente, sin fragmentaciones arbitrarias ni aislamientos innecesarios de la enfermedad. Se concibe al paciente dentro de un todo susceptible de ser analizado críticamente a fin de diagnosticar en forma eficaz y eficiente su estado de salud quebrantado por la enfermedad y aliviado o curado, entre otros expertos, a través del tratamiento herbario.

 

La observación meticulosa y perceptiva que asume el médico naturista le permite establecer una interrelación estrecha con el paciente gracias a la cual la comunicación fluye y la confianza se consolida. Las áreas de la enfermedad que el doméstico/herbario no domine serán atendidas por los especialistas. De esa forma complementa su diagnóstico y actúa con rigurosidad sobre el valor medicinal verdadero de las plantas que va a recomendar. Es una responsabilidad compartida aun cuando no se establezca nexo entre uno y otro médico. Corresponde al paciente consciente, como intermediario, de comunicar a ambos terapeutas las indicaciones que responsable y respectivamente asume. De este proceder se infiere la responsabilidad compartida al determinar la validez o no del tratamiento herbario o de la asesoría de los otros especialistas.

En esta concepción epistemológica es prudente insistir en la relación interprofesional de modo que se compartan las responsabilidades a la hora de tomar decisiones o de asumir posturas relacionadas con lo verdadero o lo falso de éstas ya que se aplica criterios objetivos y subjetivos que contribuyen a obtener la verdad más valedera o rechazar aquello que implique riesgos irreparables para el paciente.

Las sociedades del conocimiento servirán de marco referencial cuando de avalar o rechazar decisiones trascendentales se trate. Resulta, en consecuencia, evidente que sería fuera de toda lógica que estas sociedades de especialistas, profesionales y empíricos no pudieran darse las manos para el reconocimiento dialéctico de las consultas y tratamientos en los que coincidan, puesto que ello se traducirá en avances para la ciencia y para los practicantes de la medicina alternativa, concretamente, la herbaria, lo que se traduciría en ganancias científicas, sociales, culturales y económicas para todos.

Por esa razón, procedo a sistematizar los principios provenientes de la cosmovisión indígena y la visión fenomenológica de la realidad. Esta simbiosis étnicocultural desveló puntos de pertinencia epistemológica lo que condujo a relacionar la visión de una medicina fundamentada en la cosmogonía, cosmología y cosmovisión indígenas y la concepción integral de la realidad, con la concepción fenomenológica de la medicina a la que se incorpora principios místicos, fisiológicos, psíquicos, espirituales, subjetivos, afectivos, sociales, étnicos y ecológicos.

En este orden de ideas, se recomienda a los terapeutas herbarios que actúan en territorios rurales y urbanizados como personas que dominan el uso práctico de la medicina doméstica/herbaria evitar complicarse con el uso de los ritos y ceremonias que, en su contexto originario, emplea el chamán para incitar al desarrolla estados de fe y consciencia que, también, complementan el acto de sanación, ya que podrían generar situaciones complejas que complicarían el acto de sanación.

En otras palabras, debemos tener información y conciencia de que la relación misticismo/chamanismo/terapeuta en la que se hace originalmente presente lo afectivo y lo neurológico como elementos naturales en los estados de éxtasis en su ¨medio natural¨ (tribal o comunal) no es un elemento trivial añadido, sino como algo consustancial a la condición étnica que complementa la actuación terapéutica que va más allá de la simple ingesta de los sustratos botánicos.  Son actos de fe y conciencia que en la terapia naturista ejecutada en el ambiente original involucra el rigor de las ceremonias y tradiciones para insertarlas en las complejas estructuras medicinales originarias donde el chamanismo desarrolla una fuerza de convicción indiscutible.

La cuestión que se deriva de esta reflexión y que se abre a una discusión de mayor profundidad sería: ¿Cómo manejan –eliminan o sustituyen- los terapeutas herbarios en la actualidad ese elemento místico-neurológico en su práctica medicinal urbana?

Al fondo de la situación terapéutica doméstica/herbaria, ejercida en cualquier territorio del país y el mundo persiste, y afecta nuestra conciencia, una grave crisis socioeconómica que no podemos ignorar. No obstante, insistimos en la posibilidad de lograr que la población asuma la medicina natural indígena, proveniente de los ancestros originarios, con la misma confianza y fe con las que la aceptan cuando se trata de profesionales, consultas y medicamentos biomédicos.

En correspondencia con esta especie de eje transversal de la problemática esbozada, como habitante de la región monaguense, heredero de parte de esa tradición medicinal milenaria, en mi condición de terapeuta doméstico/herbario y de docente integral, conocedor a profundidad de la calamidades descritas, me he formulado las siguientes preguntas, en aras de orientar mis inquietudes y las de las personas que están iniciándose en la terapia herbaria, hacia la búsqueda de una solución a la crisis sanitaria existente en gran parte de las poblaciones rurales:

  • ¿Sería factible planificar una intervención pedagógica a fin de capacitar a la población para que afronten eficientemente esta situación a través de hábitos de salud basados en el uso de la medicina tradicional indígena?
  • ¿Es pertinente y suficiente una formación andragógica como docente integral para diseñar acciones educativas dirigidas a la poblaciones adultas de manera que se le forme dentro del campo de la medicina doméstica/herbaria a fin de que la aplique responsable y disciplinadamente para que asuma lo herbario y manipule los productos provenientes del procesamiento de las plantas medicinales de la región como la farmacopea naturista correspondiente?
  • ¿Convendría realizar una investigación cualitativa ampliada con técnicas, conocimientos y métodos provenientes de otras metodologías como la pedagogía, la andragogía, la psicología, la etnografía, la resiliencia, la sociología… con la intención de desarrollar entre los piarenses hábitos sanitarios permanentes que contribuyan al mejoramiento de sus condiciones de vida?

La respuesta es sí, siempre y cuando se aplique un programa de esta naturaleza dirigido al saneamiento de una comunidad donde se actúe con equidad y justicia y se satisfaga el derecho a la salud y a la vida que tiene todo ciudadano.  Porque una sociedad es justa si, y solo si, cuenta con las condiciones que aseguren la satisfacción de las necesidades básicas de todos sus miembros, de acuerdo con la determinación de esas necesidades que hagan ellos mismos.

Convencidos, entonces, de la necesidad de investigar para actuar, individual y colectivamente, conforme a los resultados de dicha indagación, los miembros de la comunidad afectada, deben decidir formular el problema de manera que, según nuestro análisis, el epicentro del conflicto se focalice en las poblaciones rurales de los municipios, en las serranías de estos sectores y en el patrimonio histórico y ecológico de cada país.

Con esta propuesta de intervención pedagógica se busca transformar la adversidad sanitaria de los pueblos del mundo, en hábitos y competencias médicas diferentes a los de la biomedicina. Trabajamos para reivindicar la medicina indígena herbaria hasta transformarla en una terapia que esté a la par, acorde con los alcances de su propia naturaleza, de los tratamientos profesionales, en un sistema de sanación regido por algunos principios inherentes a su condición ancestral: la rigurosidad, la responsabilidad y el respeto a sus principios originales.

El avance en la lucha para lograr el objetivo arriba referido lo demuestra los datos estadísticos consultados donde el incremento y el espacio ocupado de lo herbario al lado de lo biomédico crece considerablemente.

A la visión integral del acto médico herbario contribuyeron los estudios de autores reconocidos y especializados, nacionales e internacionales, que nos fueron convenciendo de que la perspectiva del acto médico herbario debía abarcar visiones más amplias e incluyentes de factores tan variados como lo social, lo étnico, lo cultural y lo ecológico a fin de facilitar la identificación epistemológica de cuatro enfoques que se interrelacionan y complementan en la práctica: objetividad, subjetividad, intersubjetividad e interobjetividad, de forma tal que se alcance la estructuración de una medicina fundamentada en el amor, la reflexividad y la trascendencia. Insistimos en sembrar la idea de que la acción médica del herbario debe emular a sus ancestros al igual que lo ha hecho la medicina tradicional indígena en todos los tiempos. Solo así adquiere un perfil científico ya que enmarca su práctica dentro del respeto y apego a los conocimientos científicos sobre la fisiología humana receptora de los tratamientos naturistas recomendados a los pacientes.

Para concluir existe una expresión en lengua Kari´ña, para denotar desprecio: ijsheja vañño, por oposición a ijshe vañño, que quiere decir amar, entre ambas significaciones ha transcurrido el tiempo de la larga travesía que los pueblos originarios emprendieron desde cualquier rincón del mundo, una vez que sus ancianos püddai, se percataron de la inclemencia de ciertos hombres poseído de ambición y poderío, y agotado de guerras y destrucción descubren entre la libre inmensidad de vivir apartados en lugares como: verdes paraderas, montanas, sabanas, ríos, lagos y lagunas, porque la vida era y pese a todo los problemas, es hermosa.

Referencia Bibliográfica

-Elena Adam de Guevara, Angel R. Villarini Jusino, Andragogía Una Antología sobre el Pensamiento Socioeducativa de Félix Adam. Fundación para el Fomento del Desarrollo del Pensamiento (OFDP), FundCIÓN PARA UNA Educación de Calidad.

– Jorge C. Mosonyi (2002), Diccionario Básico del Idioma kar´ña. Fondo Editorial del Caribe. Barcelona Venezuela.

-Onlin Keith Sherwood”. U.S.A (2000), “Alternativa para la salud, Curación Espiritual”. Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Pública (Revé Peri Medí Exp Salud Publica).

– Plasencia S., R. (2018). “El proceso de incorporación de la medicina tradicional y… Disponible: http://docs.bvsalud.org › biblioref › 2018/03 › el-… PDF. Consulta: 04/07/2021.

Reinaldo Sosa Gómez, (2000). El poder medicinal de las Plantas. Asociación Publicadora Interamericana

 

Fuente de la Información: CII – OVE

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Sobre educación y otros demonios

Por: Joaquín Maldonado Bolaños.

La educación desde las perspectivas históricas y sociales ha ido modificándose al paso de las generaciones. Sabemos que la dichosa «EDUCACIÓN» tiene algunas acepciones que nos indican su raíz etimológica y, con base en esto, se ha tratado de definir las funciones de ésta en la sociedad.

Antiguamente la educación se valía de diversas maneras para llegar a la población. Desde el contexto histórico, la forma de transmisión de conocimiento variaba. En la Europa primitiva se empezaban a hacer dibujos en donde se cifraba la manera de ver la vida. En el Anáhuac los glifos contaban historias extraordinarias acerca de la cosmovisión indígena y su muy particular génesis. En Asia se daban las primeras muestras de escritura y sus caracteres habrían de evolucionar a lo que hoy llamamos alfabeto. En el Oriente lejano la escritura ideográfica revelaría conceptos abstractos que, hoy en día, marcan uno de las lenguas con más diversidad dialectal del planeta. Los términos Educación y Comunicación van de la mano, aunque en los últimos tiempos no necesariamente tienen que ser sinónimo.

Todo tiene un principio. La idea, en el momento de su concepción tiene una necesidad de flujo. Las vías de comunicación hacen posible que viaje a través de los diversos canales para llegar a su fin último, que es la generación de conocimiento.

La educación y el aprendizaje son inherentes al ser humano. Aprendemos aun sin darnos cuenta. Pareciera que viene un libro de instrucciones en cada célula humana y ello es lo que nos dicta qué formas de supervivencia adoptar y que llamamos instinto. Necesitamos la asistencia de los padres para poder sobrevivir y madurar. Luego nos educamos. Estamos en una carrera infinita. La educación no fenece.

Desde que somos células estamos recibiendo información. Al crecer recibimos instrucción sobre normas, valores, el lenguaje que habremos de utilizar para comunicarnos con nuestros congéneres. Esto nos permite acceder a otras vías de información. Nos educamos para una actividad que nos ha de permitir vivir. Parece un juego paradójico, pero son conceptos complementarios. Procesos educativos y problemática socioeducativa. La experiencia educativa se remueve en una constante búsqueda entre definiciones del deber, vocación, servicio, pasión… He escuchado en ocasiones diversas que antaño, la labor educativa era un «apostolado» en un intento de separarse del concepto social moderno del maestro en México.

En este afán de querer definirlo todo, hemos puesto nuestros ojos en los científicos sociales quienes nos dan cuenta de que la disciplina pedagógica se vale de otras para poder funcionar en un mundo posmoderno. Ha quedado atrás la visión romántica del maestro quien era encargado de la transmisión del conocimiento. De aquel ser cuyas respuestas estaban a flor de piel. Cuya razón de ser era la eterna sabiduría y guía de una generación ávida de herramientas vitales y vocacionales. Era cuestión de status el ser maestro. Consciente de su carácter estaba siempre en disposición para educar, conducir, transmitir normas de conducta y valores, que enseñaba a amar la naturaleza, la familia, la historia nacional y la patria. Con severidad, pero con ternura. Que castigaba los comportamientos inadecuados y consolaba a la infancia desvalida; quien se ganaba el respeto frente al grupo con voz potente y firme, pero que, al paso de los años, se convertían en entrañables, imprescindibles. Aquellos maestros no solo enseñaban. Formaban.

¿A qué se enfrenta hoy un maestro en México? En las últimas décadas ha habido un movimiento social emanado del gremio magisterial. No hay secretos que desvelar en este asunto. Tampoco es de llamar la atención el hecho de que las entidades menos favorecidas en las estadísticas nacionales en la calidad educativa sean las que encabecen dicho movimiento. Lo que sí es de llamar la atención es la poca atención de las autoridades educativas para combatir la brecha viciosa entre la visión política y la acción educativa, no digamos a gran escala, sino emprender en la región programas que vayan atendiendo poco a poco las necesidades educativas, en el entendido que el presupuesto debe cubrir en algo la infraestructura. En palabras de los educadores con formación académica, es una tarea que deben atender directamente los maestros. Si bien, uno de los problemas anclados en el fenómeno educativo es la compra y venta a discreción de las plazas frente a grupo, con gente con poca o nula instrucción pedagógica y cuya participación gremial los conducen a la formación de generaciones alfabetizadas, pero sin conciencia; con aspiraciones a ganar lo más con el menor esfuerzo; a ser empleados, obreros, mano de obra evocando un marxismo marchito, lanzando consignas y anunciando la muerte del capitalista pero idolatrándolo en la clandestinidad. Es tarea de éstos que en estimaciones no oficiales, sino en la realidad del campo de batalla, oscila en un 40% los maestros apócrifos en servicio. No soy matemático, pero ese número me brinca. Este dato lo obtuve en una entrevista con una maestra adscrita a un centro educativo de carácter público. Tiene estudios en bachillerato pedagógico, licenciatura en Educación Especial en el área de Problemas de Aprendizaje, un posgrado en la misma área de especialización y diversos diplomados.

¿Qué sucede con el 60% de los maestros que sí se han formado? De acuerdo con algunos, quienes han invertido cuatro o hasta doce años entre la Escuela Normal Superior, especialidades y posgrados, hay una falta de acción. Los directivos conscientes del problema — que los hay —, unen esfuerzos y realizan en coordinación con las autoridades educativas, maestros, padres de familia, actividades no solo educativas, sino formativas interdisciplinares. Proyectan conferencias, ferias de ciencias, participación en actividades culturales y artísticas intramuros y fuera de los planteles, pues entienden que el mundo es diverso y hay que tener un campo de acción amplio. Esto sucede en este rezagado estado de Oaxaca; dentro de la ciudad capital, en los municipios conurbados, en comunidades alejadas, dispersas y marginadas del renovado Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca. ¿No sería más decente emular estos bríos en lugar de criticarlo todo?

Por otro lado, quienes nos hemos enfrentado al reto del trabajo con niños y jóvenes, debemos sortear ciertas dificultades previas a la acción formativa. La figura del supervisor escolar es mucho más estricto en la llamada educación privada. La estructura debe estar en constante movimiento. La tarea es múltiple, pues se revisa a profundidad los planes y programas que debe entregar en ciertos períodos la dirección del colegio. Los maestros entregamos una planeación por asignatura, cada semestre, cada mes, cada semana y en algunos casos, de cada día. No estoy en contra de la planeación. Es un gran apoyo para darle cauce al programa educativo vigente. Es, incluso, una herramienta para la defensa del maestro en caso de conflicto con la autoridad o con algunos padres de familia exigentes. Es planeación. No es una receta ni un manual de instructivos, cosa que parece que no entienden muchos mentores, directivos o autoridades. Algunos sabemos que puede o no puede darse el resultado deseado en la planeación y esto tiene diversas causas. Trabajamos en grupo que a la vez lo componen individuos que están conociendo y reconociendo el entorno familiar, social, cultural que los rodea en el caso de los niños en edad inicial. En el caso de los adolescentes, están lidiando con su propia existencia y reasignación de sus deseos. Son seres humanos. No es materia prima. Son vulnerables en muchos aspectos y con potenciales diversos. Centrar su atención en un tema puede ser tarea difícil, porque hoy, la información disponible es inconmensurable. Ya no es el maestro el que enseña, sino el que debe tener la sensibilidad de usar a su favor todo el conglomerado de medios en donde se vierte el conocimiento. Me he encontrado con instituciones que, por evitar cualquier conflicto real o imaginario, prefieren la restricción, censura, coerción en sus aulas. He encontrado argumentos como «hay que prevenir una demanda, enfrentamientos, conflictos».Prefieren hacer un decomiso de dispositivos electrónicos para que los muchachos no tomen fotos y los cuelguen en las redes sociales en contra de los maestros. No hay una integración de las tecnologías en el ámbito educativo y formativo. Hay miedo. No hay ideas renovadas. No hay creatividad. Los mismos maestros que restringen el uso de la tecnología tienen como alter ego a«video blogueros» que repiten sus argumentos que, por falta de profundidad, rayan en la moda. Los comentarios en clase se desvían a la tendencia cibernética y no a las ideas. Sé que puede haber justificaciones para cerrarse. Sin caer en la idealización, creo que el grupo de alumnos, la diversidad de individuos que nos toca atender no son el enemigo. Son decenas de oportunidades de crecimiento en conjunto. Nos han enseñado a competir, a crear estrategias para dejar atrás al otro para sobresalir nosotros a costa de lo que sea y de quien sea. Se dice que en la guerra y en el amor todo se vale y nos valemos de artimañas para ganar la batalla. La beligerancia es la constante. No hay discursos de paz. El individualismo que, por paradójico que suene nos conduce a ser masa, a seguir dictados de líderes empoderados por la masa. El modo creativo tiene múltiples rostros. Centremos la atención y no caigamos en tensión. Lanzo otra pregunta: ¿Problema de quién es el que seamos un país mediocre?

En México tenemos la idea de que somos un país democrático. Esto es verdad político, mas no en el fin ni en la práctica. No se puede decir que el nuestro es un gobierno soberano, laico y moderado cuando el partido en el poder es una parecida a la iglesia. Las estadísticas muestran una institución dogmática realidad seccionada de la calidad educativa. Mientras las cifras aumentan cada año en cuanto a los recursos destinados a la educación, el nivel de aprovechamiento de la población va en sentido contrario. Ello parece referir que la cifra tiene que seguir aumentando para que la estadística haga lo propio.

No es mejor la lucha gremial magisterial que se realiza en las calles que en el aula. Si no hubiera afectación en la ciudadanía, la misma sociedad aportaría apoyo para el gremio. La sensación generalizada es que la lucha magisterial ya tiene arraigo, que ya es normal que cada año haya marchas multitudinarias en fechas específicas: 1 de mayo, 15 de mayo, 14 de junio, 26 de septiembre, 2 de octubre, 2 de noviembre, 1 de diciembre y, que en el resto del año haya marchas aisladas, protestas ad hoc, de acuerdo con la situación social y económica del país o de algún acontecimiento mundial de constitución social. Atrás quedó Tlatelolco, Atenco, los Ferrocarrileros, etc., hoy es Muertas de Juárez, ABC, SME, Tlatlaya, Ayotzinapa, imposición, gasolinazos. El calendario se mueve y el gremio se moviliza.

La maestra en lucha es por la supervivencia en el aula, por aportarle lo mejor de sí a los estudiantes, a que cada uno vaya con la consciencia movida por encontrar en su entorno algo que le permita sentir empatía por la realidad social imperante. Aquí en Oaxaca, la simulación se expresa y se define en función de lo que los grupos de poder dictan. El estado de Oaxaca se jacta, por mucho, de ser una entidad cultural. Sabemos de sobra las manifestaciones que se dan en torno a lo endémico, a la tradición, las lenguas y sus variantes, costumbres y un etcétera amplio y definitivo.

En el siglo XX la necesidad es de producir campos de acción al moverse el paradigma de lo real, es decir, hay otras formas de permanecer en lo que conocemos por realidad. ¿Qué es una existencia real? El proyecto de civilización de occidente. El corte de la modernidad a la posmodernidad. La modernidad crea el centro del sistema… el texto…. La posmodernidad rompe con el texto. Mientras que en la modernidad, nuestro anhelo es el de definirlo todo, incluso hasta aquello que es abstracto, en la posmodernidad nos saltamos las barreras de lo establecido. Posmodernidad: desarmar, deconstruir, desorganizar. El arte en el siglo XIX tiene una función particular está trenzado en dos conceptos del imaginario: la evolución y civilización. El arte es el vértice de la evolución. Como punto de partida es Europa, al colocarse en el punto álgido de la civilización evolucionada occidental. Es la época de la conformación, de los cánones en toda materia, desde el ámbito artístico hasta el político. Esto representa la parte más evolucionada y civilizada de la sociedad. En el mundo posmoderno, tanto el canon como el concepto mismo de civilización empiezan a colapsar. Por ejemplo, en la concepción moderna del término Estado Nación, la idea colectiva es que había que restaurarlo, emanciparlo. Razón por la que en el siglo XIX se dieron tantos cambios en los regímenes en los estados totalitarios, de revoluciones violentas y contrarrevoluciones cruentas.

La gran obsesión dentro del arte es la representación. La estética occidental recae en la representación. En los primeros siglos de nuestra era la idea de representación estuvo presente en los ritos cristianos que dio fundamento a la fe que en Latinoamérica se sigue profesando. El ministro católico sostiene su paternidad, jerarquía social en el poder divino de consagrar. En la eucaristía se evoca el pasaje bíblico en donde se hace una representación sempiterna de la última cena de Jesús con sus discípulos. Siempre el sacerdote alude esa parte de la misa como la más importante, como el alma de la celebración pues repite fidelísimamente las palabras escritas en su libro sagrado cuando parte la hostia que, a su vez, representa el pan y el cuerpo de Jesús. Invita a los fieles a compartir de ese trozo así como el vino y a gua que representa la sangre vertida en la cruz de ese cuerpo muerto divino.

En mi formación familiar no estuvo presente la fe. No es por falta de ésta, sino la idea de fe dogmática vertida de la iglesia. Más bien se nos inculcó el respeto por las personas, a nuestra integridad, a seguir con las normas de nuestro micro cosmos y la consigna de que, en cada uno, está la posibilidad de evolución. De hacernos cargo de nuestra propia ideología en concordancia con la convivencia con el otro. Alguna vez trabajé en un colegio católico y con asiduidad hay celebraciones de este tipo dentro y fuera de sus instalaciones. Me llama la atención el cuidado con la que se prepara el previo. El párroco es aguardado por el personal encargado de la organización de cada misa. Una vez llega, es acompañado hasta el espacio llamado sacristía para que, manual en mano, se vaya caracterizando. Llamo manual al libro que se llama Misal Romano. Allí se define día a día qué tipo de celebración es, si acaso es parte de una fecha importante dentro del canon de la iglesia católica, el color de cada día con el que debe vestirse el altar como el sacerdote. El tipo de vestimenta es crucial. Lleva una túnica blanca llamada o alba sotana ceñido con un cordel de fibra de algodón blanco generalmente, sobre el alba se coloca el ornamento que se llama casulla y si fuera una fecha formal, se coloca una estola para darle mayor solemnidad. Los alumnos son conminados a repetir un cántico de entrada y el párroco, una vez terminado saluda y los bendice. Recita un texto y lee de vez en cuando aquel libro. Alguien del público va hacia el ambón, que es un pódium y lee algún pasaje de la biblia. Al término de ésta, los asistentes repiten una frase. En seguida viene la homilía donde platica y hace recomendaciones. Es una intervención libre. El clímax de tal representación es justo cuando consagra las hostias que se reparten a los estudiantes-fieles y hace la mención más sagrada de la eucaristía. Para los fieles aquello no es una representación. Es el cuerpo y la sangre de Jesús. La reciben y la comen, en conmemoración a su pasión y muerte.

¿Bajo qué principios se determinan los valores de una sociedad? No quisiera redundar y mucho menos con preguntas constantes cuando se supone que es desde la óptica de una postura crítica que debe tratarse este tipo de temas. Quizá haya sido demasiada tinta la que ha corrido en relación a la educación en México, desde la implementación de programas hasta la reforma educativa y los manejos de los grupos sociales que se vierten desde los sindicatos, así como el papel de la sociedad en este asunto. Dejamos como actores principales a los mentores, que deben ser quienes atienden esta responsabilidad. Estamos viviendo un período en donde justamente estos valores se exacerban a niveles ridículos. Nos preocupa la inclusión de los grupos históricamente relegados como los negros, mujeres, niños, homosexuales, ancianos, indígenas, etc., y tratamos de que se acomoden en este mundo globalizado y posmoderno. Les llamamos personas de color, los discursos públicos nos cuidamos de decir «las y los» en un ataque a la lengua, que en el peor de los casos, no importa. No hacer tal inclusión puede hacernos caer en el más imperdonable sexismo, machismo del idioma. El atentar contra los grupos vulnerables con violencia lingüística es casi tan grave como la física, como el racismo. Nuestro comportamiento social está cayendo en la forma, en cómo se ve y se escucha a realizar un verdadero proceso de evolución. En las calles, los manifestantes inconformes con el sistema no se cansan de anunciar la revolución del siglo XXI. Líneas arriba ponía el ejemplo del adoctrinamiento por antonomasia. Ese proceso anagógico de la fe y la espiritualidad. Un par de milenios han servido para reivindicar una y otra vez esas formas de dominación social. De control sobre la masa que fluye en dirección de la cada vez más real institución. Un día pregunté a mis estudiantes de bachillerato sobre el papel que juega la escuela y el de los estudiantes en esta época. Su respuesta fue clara y predecible: la escuela está para educar y los estudiantes para estudiar y recibir la educación. Hubo alguno un poco más despierto que dijo que a lo que va un estudiante a la escuela es a jugar, a conocer chicas de la edad y a relacionarse. Comenté que si acaso hubiera algún atisbo de realidad en los primeros planteamientos, el papel de cada individuo estaría sujeto a un papel activo en lugar de esa pasividad que le otorga su rol de educando. Sostuve que, efectivamente, el punto de interés por parte de los estudiantes no es el de estudiar. Sino el de relacionarse con ese entorno cómodo inmerso en uno hostil y demandante. Si estudiar fuera la constante de un estudiante, se aprovecharía al máximo cada recurso, incluso aquel que no tiene que ver con la escuela como lo e s la internet. El papel de la escuela es histórico. Es de adoctrinamiento. El estado se vale de la escuela como un medio para su legitimación y emancipación. En México sufrimos lo que los pueblos levantados por una revolución. Barbarie social. Concuerdo con el poeta chileno recientemente galardonado con el Doctorado Honoris Causa por la universidad de Alicante, Raúl Zurita cuando sentencia: «Un país que emerge de una dictadura es bastante detestable».

Nuestra escuela enarboló la bandera de la revolución, de la evolución social. La sagrada Revolución que nos dio un partido de estado con Instituciones Revolucionarias. Lo pasivo y lo dinámico en una fórmula paradójica. Nunca un oxímoron se ha perpetuado tanto tiempo.

Fuente del artículo: http://www.eloriente.net/home/2019/01/12/sobre-educacion-y-otros-demonios-por-joaquin-maldonado/

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