Sepelio y alternativa a la reforma

Por: Hugo Aboites*

En el contexto de la ya iniciada contienda electoral, la educación ha sido reclutada para servir de instrumento contra el contendiente que se evalúa como más peligroso. Así, con exageración y dramatismo se dice que las ocurrencias de un orate que habla de cancelar la llamada Reforma Educativa ponen en peligro el futuro de millones de niños y jóvenes. Y se refieren a Andrés Manuel López Obrador, como antes hablaban de la CNTE.

Sin embargo, de llegar al poder, el nuevo presidente no haría más que piadosamente cerrar los ojos a una reforma ya desde tiempo atrás en estado terminal. Que muera en paz para que deje espacio, que libere el valioso tiempo, emociones y energía que los maestros han tenido que usar para resistir una imposición y, esa sí, una ocurrencia que ya dura un lustro. Mal concebida –hacerla laboral– e impuesta sin consulta; amenazante, punitiva y ariete para la descalificación de los docentes, se enfermó gravemente. Más tarde, además, se le hirió de muerte al convertirla en motivo para que fuerzas federales enfrentaran a golpes y a balazos a profesores y comunidades –como en Nochixtlán–, y la Reforma tuvo que cargar su mortal saldo.

De ahí en adelante no paró de desangrarse, poco a poco, pero sin pausa. Críticas de maestros e investigadores de la educación, bloqueos, protestas, denuncias, un peso acumulado por cinco años, llevaron a que al final ya no se pudiera siquiera hacer evaluaciones, se declararan voluntarias y hasta la entonces presidenta del INEE, viendo el escaso número de evaluados, manifestara que a ese paso la reforma simplemente ya no sería. Al final, hasta el propio comandante en jefe espoleó el caballo y dio la vuelta hacia otro valle, el de la campaña presidencial, dejando atrás una tropa desmoralizada y confundida.

Ahora es imperativo sepultar aquel intento para dar paso a la recuperación de toda la profunda y abundante reflexión sobre educación y evaluación que se fue construyendo en este lustro. Identificar las fuerzas dinámicas capaces de alentar grandes transformaciones y construir una propuesta que abra una amplia y precisa discusión con docentes, comunidades y padres de familia. Sobre todo, reconocer que en el enorme vacío que deja un Estado fallido en la educación, la resistencia de los maestros permite construir una exploración sistemática de alternativas. Y por todas partes hay material valiosísimo para esa tarea.

Hace días, en una ciudad mexicana, la delegación de un sindicato nacional de otro país pudo presenciar una asamblea escolar: suena la campana y cientos de niños de seis años en adelante, jalando su silla salen de los salones. En algarabía pueblan el patio de la escuela, escriben luego en un papel el tema que les interesa, y su nombre y apellido. Viene luego una primera votación a mano alzada donde se definen, entre decenas, las tres o cuatro preocupaciones más importantes.

Los maestros no proponen, sólo llaman a votar y escriben en el pizarrón los resultados que los propios niños escrutadores les transmiten. Y son asuntos cruciales para los niños: Por ejemplo, ¿deben todos los grados convivir en el recreo o crearse zonas separadas? Para responder, se abre la lista de oradores, uno por uno toma el micrófono y vierte no sólo su postura sino, como insisten los maestros, también argumentan: al correr los grandes pueden atropellar a los pequeños, mejor separar. Como es tema controvertido, al final tres intervenciones a favor y tres en contra, para precisar las posiciones y razones. Convivir, dice al fin la votación, y éste resultado es recibido con gran regocijo por unos y otros, pero –integrando la preocupación– con un llamado a que se extremen precauciones con los menores. La comida, el trato que se les da en la puerta, al llegar; la inasistencia de un profesor, música o no en el recreo, sirven para enseñar a los niños a apropiarse de su entorno, evaluarlo y evaluarse, concebirlo como algo transformable por ellos mismos como colectivo, con énfasis en argumentos y con respeto a cada intervención. Los pequeños, los más participantes, abiertos y desinhibidos, los grandes, más cautos, al tanto de las reacciones de sus compañeros. Muchas, pero breves intervenciones. Finalmente, la alegre procesión de niños y sillas va de regreso a los salones y pasa frente a las gratamente sorprendidas visitantes, presidenta y vicepresidentas del Sindicato Nacional Británico de 400 mil integrantes, quienes comentan: esto no sucede en el Reino Unido.

Luego, dentro del salón, en pequeños grupos decenas de niños trabajan en distintos proyectos, hablan, se dan consejos y el maestro va de mesa en mesa apoyando o dando una instrucción sobre cómo resolver un problema. A diferencia de otras escuelas donde la primera y más importante tarea es imponer la ley y el orden, aquí hay un ambiente relajado, maestros en resistencia más abiertos al intercambio horizontal y al trato igualitario. Necesitamos una propuesta educativa que recoja y revitalice todo esto. Allí en la práctica los maestros son evaluados por estudiantes y compañeros, las escuelas mejoran sustancialmente y sí pueden ser una fuerza poderosa para el mañana de este país.

*Rector de la UACM

Fuente del artículo: http://www.jornada.unam.mx/2018/01/20/opinion/016a2pol

Comparte este contenido: