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Entrevista a Stella Calloni, autora de «Mujeres de fuego» “La mujer es el sostén fuerte de cualquier sociedad”

Entrevista a Stella Calloni, autora de «Mujeres de fuego»
“La mujer es el sostén fuerte de cualquier sociedad”
Silvina Friera
Stella Calloni habla de su libro «Mujeres de fuego». Entre las entrevistadas para su flamante libro, la escritora y periodista eligió a “mujeres que fueron fundamentales pero estuvieron en las sombras” como Gloria Gaitán, Fanny Edelman, Danielle Mitterrand, Nélida Piñon, Nidia Díaz, Rigoberta Menchú y Olga Orozco, entre otras.

“Necesito un día de 48 horas. Si no logro escribir todo lo que tengo, voy a andar por ahí diciendo: ‘no me dieron tiempo’”. A los 81 años, Stella Calloni dice que vive como “una vieja adolescente, una vieja dama indigna” que alza su voz como escritora, periodista, investigadora y especialista en política internacional. Apenas volvió de La Habana, Cuba –-donde participó como jurado del 58° premio literario Casa de las Américas–, retomó la escritura de una novela sobre Francisco “Pancho” Ramírez que empezó en 1993. Y tiene tanto material pendiente, entrevistas a muchas mujeres olvidadas, que se queja que le falta tiempo con una dulzura acentuada por una tonada entrerriana aquerenciada en su lengua. En la primera parte de Mujeres de fuego. Historias de amor, arte y militancia (Peña Lillo, Ediciones Continente), reedición corregida que incluye ilustraciones de Nora Patrich, Calloni dialoga con la colombiana Gloria Gaitán –hija del revolucionario Jorge Eliécer Gaitán–, la militante comunista argentina Fanny Edelman (1911-2011), la militante comunista chilena Gladys Marín (1938-2005), la dirigente francesa Danielle Mitterrand (1924-2011), la escritora brasileña Nélida Piñon, la salvadoreña Nidia Díaz, fundadora del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN); con la líder guatemalteca Rigoberta Menchú, con la ex detenida desaparecida uruguaya Sara Méndez y con la poeta Olga Orozco (1920-1999). En la segunda parte del libro, traza el perfil de tres mujeres que dejaron llamas a su paso: la ecuatoriana Manuela Sáenz (1795-1856), las mexicanas Frida Kahlo (1907-1954) y Rosario Castellanos (1925-1974).

“A Fanny Edelman le tenía un enorme respeto porque fue una de las figuras más importantes y más desconocidas; tuvo una vida inquietante y maravillosa con todo lo que le tocó vivir, como la Guerra Civil Española. Fui eligiendo mujeres que fueron fundamentales, aunque estuvieron en las sombras”, cuenta Calloni en la entrevista con PáginaI12. “Creo que Gladys Marín fue unas de las mejores dirigentes comunistas que conocí; era muy valiente, se jugaba mucho, tenía una simpatía arrolladora, y ella sí entendía el marxismo latinoamericano, que debemos entender de una vez por todas. Fui a la ‘Fiesta de los abrazos’ y me parecía fascinante que mucha gente la paraba a Gladys y le decía: ‘Señora, yo no pienso como usted, pero la respeto mucho’”.

–Una de las coincidencias entre estas mujeres es que varias fueron militantes del partido comunista, como Frida Kahlo.

–Han banalizado tanto a Frida Kahlo que quería mostrar esta otra cara, porque yo nunca me olvido que cuando fue la invasión a Guatemala, Frida, que estaba en sillas de rueda, pidió que la llevaran a la manifestación contra la invasión en julio del ‘54, poco antes de morir. De ella quería contar también la mexicanidad de su vida, porque como digo en el libro eran mexicanos sus peines, sus flores, su estilo, sus polleras, todo. Frida rescató el proceso revolucionario mexicano, que tan dormido está en el continente porque no se habla nunca de la Revolución Mexicana. Rosario Castellanos vio a Chiapas antes de que nadie la descubriera. Las historias ocultas de este continente están un poco en estas mujeres, como cuando Fanny Edelman me contó que el Partido Comunista tenía escondido el sudario de Evita, algo que yo no sabía.

–¿Encuentra algún hilo que conecte la vida o la militancia de estas mujeres?

–Lo que me encanta de la historia de estas mujeres es que siempre encontré un anti dogmatismo que es muy importante. Así como digo que viví tantas vidas, las mujeres en sí vivimos tantas vidas: la vida de los hijos, la vida de los compañeros; la mujer es el sostén fuerte de cualquier sociedad. En este período histórico estamos viendo lamentablemente el trabajo brutal de los entretenimientos televisivos. Después de que la mujer había ganado sus lugares, la violencia contra la mujer volvió a partir del momento en que filman en una playa a las mujeres y lo único que muestran es la cola. No muestran los rostros; son objetos. Entonces salimos a las calles miles de mujeres a decir “ni una menos” y volvemos a casa a mirar la televisión, y sabemos que habrá una más cada día, si no nos damos cuenta de cómo se vehiculiza este proceso de volverla a convertir en objetos. Las mujeres tuvieron un papel fundamental en las rebeliones anti neoliberales en América latina.

–¿Cómo aprendió a entrevistar?

–La entrevista es un género maravilloso, que aprendí a manejar haciéndolo a golpes, como aprendíamos los de nuestra generación. Para mí fue fundamental elegir a estas mujeres, pero también tengo muchas entrevistas a mujeres que lucharon en las guerrillas centroamericanas. Tengo muchísimo material, lo que pasa es que me falta tiempo para conjugar una vida de periodista hoy en día con una vida de escritora. Estuve en zonas de conflicto y guerra, y pude ver el papel impresionante de las madres de las víctimas en toda América latina. Acá hay mujeres muy valiosas como Marta Dillon y tantas otras, que están luchando para que nuestra Latinoamérica vuelva a ser lo que debimos ser, lo que nunca nos dejaron ser. Estamos en el siglo XXI, y tenemos que una mujer por ser mujer y tener el valor de hacer algunas cosas, como Milagro Sala, está en una cárcel. La forma en que la presentan a Milagro Sala es la misma en que presentaban a las brujas que iban a quemar en la Edad Media. Hemos vuelto a la Edad Media o, mejor dicho, algunos se han quedado en la Edad Media.

Después de leer Mujeres de fuego queda claro que en los años ‘70 tanto los hombres como las mujeres querían cambiar el mundo, pero la impresión hoy es que sólo las mujeres quieren cambiar el mundo. ¿Coincide?

–Sí, me parece que esa percepción es correcta, porque estamos viendo el regreso de un machismo talibán que debilita a los hombres. Los hombres se debilitan cuando los ponen a jugar ese papel, cuando son los que siempre deciden las guerras. Y estamos un poco cansadas de que no existamos las que vamos a perder muchísimo en las guerras, porque mujeres y niños son las víctimas más desoladas de toda esta situación. Las mujeres nos animamos a decir que no es cierto que estas son guerras humanitarias y democráticas; son guerras coloniales, son invasiones. Si la OTAN inventó un ejército secreto allá en los tiempos de su nacimiento y puso andar operaciones como la Operación Gladio, imaginate hoy en día ser invadido por estos mercenarios contratados. Tengo el cable en que Arabia Saudita llama a mercenarios de todo el mundo y les ofrece tanta paga por su trabajo. La mayoría de las organizaciones anti guerra que han surgido en Europa están dirigidas por mujeres. Y es evidente que se ha profundizado un odio contra las mujeres en el poder, que es un odio de género. Y yo lo viví con Evita.

–¿En qué sentido vivió ese odio?

–Una de mis tías, María Inés, que fue una maestra rural, era peronista. Y con mi tía fui a ver a Evita cuando estuvo en Paraná. Evita era bellísima, como una figura de cera, pero además la amé porque iba todos los domingos a misa con mis tías a las seis de la mañana, porque para sufrir teníamos que sufrir temprano (risas). Y llevaban a las niñas de los asilos y yo me sentía tan mal con mi guantecito, un sombrerito y un tapadito, porque entraban las niñas del asilo con sus cabezas rapadas y unos delantales grises. Todos los domingos, después de misa, tenía fiebre porque siempre fui muy sensible y muy rebelde, y había visto la desolación de los peones rurales que iban de un lugar a otro. Evita puso un hogar de niños y terminó con los asilos. Las señoras de la beneficencia tenían estos asilos con chicas del campo, ya sean huérfanas o no huérfanas, y las preparaban para llevarlas a servir a su casa. Todas terminaban sirviendo como criadas. El término criada significa que no les daban un salario ni nada. Les daban una piecita, la comida, y en general tenían que soportar ser las mujeres con las que se podían iniciar los hijos de las señoras. Antes que ninguna otra cosa, diría que fui evitista. La alegría que me dio cuando a esas niñas les hicieron vestidos bonitos, les dejaron crecer el pelo… Y sabía por mi tía que Evita se presentaba a cualquier hora en la noche para ver cómo las estaban cuidando. Qué percepción tenía Evita del dolor de los otros y cómo devolvió la bronca que arrastraba de su niñez haciendo justicia. Cuando vine a Buenos Aires en el ‘56, tenía a Evita en mi cabeza.

El azul intenso de los ojos de Calloni parece un océano de emociones que emergen a la superficie. “Después viví en la casa de Ana María Pedroni, la hija del poeta José Pedroni, que era comunista, y en ese momento tuve mucha relación con la gente del Partido Comunista. Nunca hay que olvidar que el Partido Comunista tuvo un papel fundamental en la cultura, porque casi todos los pintores y escritores de esos tiempos salieron de ahí -recuerda la escritora y periodista-. Al peronismo todavía no se lo ha mirado desprejuiciadamente, verdaderamente. Se lo mira desde un lugar de prejuicio ‘pro’ y de prejuicio ‘contra’. Pero al peronismo hay que estudiarlo por el efecto que produjo a nivel de masas. Me acuerdo de que mi mamá le escribió una carta a Evita. En la escuela tenía un solo libro que se llamaba Paso a paso, porque nunca le mandaban libros. Mi mamá buscaba ese papel gris donde se envolvían el arroz o los fideos en los almacenes del campo, y le pedía que le dieran una cantidad. Los cortaba como en hojas y a la noche los cosía. Esos eran los cuadernos que tenían los chicos del campo”. La mamá de Calloni era “más bien radical”, pero le escribió a Evita y al poco tiempo llegó a La Paz un camión con zapatos, ropa, libros, cuadernos, lápices. “Mi mamá me educó viendo la injusticia y no dejándola pasar de largo. Yo admiraba a Evita y, como me decía Fanny Edelman, es una figura que tenemos que reconstruir de otra manera, porque fue inolvidable a nivel de masas –plantea–. Siempre respeté mucho al Partido Comunista, porque capacitó a mucha gente, lo que pasa es que faltaba que surgiéramos a partir en nuestro mundo latinoamericano. Nada puede surgir si no conocés tu realidad. Ese tejido rumoroso que hay debajo de la sociedad es un mundo de mujeres. Las mujeres tejen y destejen constantemente. Y, de alguna manera, con Mujeres de fuego quise hacer un pequeño homenaje a algunas mujeres que para mí son símbolos”.

–¿Por qué está escribiendo una novela sobre “Pancho” Ramírez hace varios años?

–Mi familia era ramirista y artiguista; aunque Ramírez se peleó con Artigas, eso era posible. Ramírez fue la principal retaguardia que tuvo Artigas. No me gusta cómo los historiadores encierran en una cajita la historia de los caudillos. Busqué un personaje muy especial que se llama Vinicio Terza, hijo de un italiano que estaba en el ejército portugués –esto es ficción–, que en una parte dice: “yo no quiero ser el juez, sino el amante de aquellos días”. Yo no los estoy juzgando, los muestro como eran, con sus altibajos, sus momentos heroicos y sus momentos de debilidad, porque no hay nadie perfecto, por suerte. El narrador es un niño que pierde a sus padres en Uruguay, lo adoptan unos franciscanos y lo educan. Cuando Aimé Bonpland estuvo en la Argentina, Ramírez lo invitó a Entre Ríos; pero la ficción en mi novela está en que hay un botánico que conoce al niño, que quiere salir del convento y se escapa a Entre Ríos con el botánico. Y como el chico escribe, queda como escribiente de Ramírez. La novela descontractura la historia y la cuenta desde otra mirada. Ramírez y Artigas se enfrentaron al final, pero Artigas no quiso volver a Uruguay no por Ramírez, sino porque muchos lo habían traicionado. Si nosotros seguimos ocultando la verdadera historia, que tiene tantos recovecos, tantos laberintos, nunca vamos a poder asumirnos como lo que somos.

–¿Cuándo terminará la novela?

–En unos meses prometo que la termino (risas). Lo que me divierte mucho es que soy víctima de percepciones equivocadas. A mí me han puesto como “una militante desorbitada de la izquierda”, sin saber que a los 16 años había leído a (Franz) Kafka. Que eso es lo que servía para el periodismo que se hacía antes: el periodista tenía que ser un tipo culto. En los años ‘60 o ‘70, para conquistar a alguien necesitabas tener un libro en la mano. Soy una mujer con todas sus imperfecciones, pero muy divertida, porque si hay algo que me ha mantenido en este mundo horroroso es un humor que no me puedo sacar de encima nunca. Tengo 81 años y ahora que estuve de jurado en Cuba en el premio Casa de las Américas con varios jóvenes, me decían: “Estela, estamos hablando todos como si fuéramos de la misma edad”. Como vivo como una vieja adolescente, como una vieja dama indigna, nunca voy a dejar de tener buen humor. Nunca me lo van a sacar porque también creo, como (Arturo) Jauretche, que la revolución no la hacen los pueblos tristes.

La ficha
Stella Calloni nació en Pueblo Leguizamón (La Paz, Entre Ríos) en 1935. Cuando llegó a Buenos Aires, se relacionó con poetas como Olga Orozco, Héctor Negro y Alfredo Carlino, y entabló relación con varios miembros del Partido Comunista Argentino, y con peronistas de la resistencia y trabajadores. En los años ‘60 participó en el proyecto del Movimiento de Unidad Latinoamericana junto con Gregorio Selser, uno de sus grandes maestros. Trabajó en diversos medios de prensa de América latina y colaboró en revistas de Estados Unidos, Francia e Italia. Fue corresponsal en zonas de conflicto y de guerra; es corresponsal de La Jornada de México en América del Sur. Durante la dictadura cívico-militar se exilió en México y Panamá, donde trabajó como editora de la revista Formato 16 y como guionista del Grupo Experimental de Cine Universitario de la Universidad de Panamá. Como corresponsal del periódico mexicano Unomásuno, cubrió la Revolución Sandinista desde Nicaragua. Publicó los libros de poesía Los Subverdes (1975), Carta a Leroi Jones y otros poemas (1983) y Poemas de Trashumante (1998). El libro de relatos El hombre que fue yacaré, finalista en Casa de las Américas en 1992, fue publicado en la Argentina en 1998 y en Cuba en 2014. Es autora de Nicaragua: el tercer día (1992), Operación Cóndor (1999), que reeditará de manera ampliada y con nuevo título: Operación Cóndor: pacto criminal (2001); La invasión a Irak: guerra imperial y resistencia (2003), Recolonización o independencia: América latina en el siglo XXI (2005), junto con Víctor Ego Ducrot; y Evo en la mira. CIA y DEA en Bolivia (2009), entre otros. Ha recibido numerosos premios y distinciones como el Premio Latinoamericano de Periodismo José Martí, (Cuba, 1986), el Premio Rubén Darío (Nicaragua, 2008), el Premio de la Escuela de Periodismo TEA (2003) y el Premio Rodolfo Walsh de la Universidad de La Plata (2012), entre otros.

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=222665
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Feminismo y política

Por: Lidia Falcón

Desde 1789 el Movimiento Feminista se constituye como tal en las luchas y reivindicaciones de las mujeres francesas que se suman a la Revolución con sus propias reivindicaciones. Desde entonces, con sus periodos de desánimo, las mujeres del mundo occidental han estado en las calles de todos los países reclamando sus derechos, su existencia, su visibilidad. Otras batallas han dado, y ganado y perdido, las mujeres del mundo entero, aunque nuestra ignorancia haya invisibilizado a las de otros continentes.

En la última época en España, la que se sigue a partir de 1975, el MF se ha batido bravamente por lograr salir de las catacumbas en que lo enterró la dictadura, por aprobar la no discriminación en la Constitución de 1978, por implantar las leyes de igualdad y de avance social. Y ha cosechado grandes triunfos.

Con motivo del II Congreso del Partido Feminista de España, hemos aprobado el programa electoral que ha asumido Izquierda Unida y que se ha implantado en Unidad Popular. Al redactarlo, comparándolo con el que aprobamos en el I Congreso de 1983, la sorpresa y hasta el asombro nos invadió, porque habíamos olvidado las reivindicaciones que llevábamos en él. Porque excepto la abolición de la prostitución, esta línea roja que es más una sima que separa el verdadero avance de las mujeres prostituidas de quienes quieren que permanezcan en la ignominia, todas las reivindicaciones que expusimos en aquel año las hemos alcanzado. Y supongo que esta afirmación sorprenderá a su vez a las mujeres que están sufriendo hoy tantas discriminaciones, pero no hay más que comprobar en el papel lo que digo.

Resulta emocionante leer que el primer artículo del programa de  aquel año, tan cercano, exigía que no hubiese discriminación a las mujeres por su opción sexual y estar  viviendo la legalización del matrimonio homosexual. Como es igualmente conmovedor comprobar que en 1983 todavía solicitábamos la coeducación. En la mayoría de apartados de nuestra vida y de nuestra lucha tenemos que celebrar victorias: la ley de aborto, la ley de violencia, la creación de juzgados especiales para encausar la violencia machista, gabinetes psicosociales para los casos de divorcio, la reforma de la ley de divorcio, los estudios feministas, la ley de igualdad, la ley de paridad. Todas estas reformas han sido aprobadas en estas tres décadas que nos separan de aquel exitoso I Congreso del Partido Feminista.

¿Qué pasa entonces, me preguntarán mis lectoras sorprendidas ante esta declaración, para que los crímenes machistas se produzcan cotidianamente, para que los denostados gabinetes psicosociales estén decidiendo la separación de los hijos a las madres, para que los salarios sigan siendo un 30% menores que los de los hombres, y tantas otras discriminaciones e injusticias que siguen padeciendo las mujeres?.

Es preciso no olvidar que el enemigo nunca descansa. La ofensiva machista de los últimos años ha pervertido los avances alcanzados. O ni siquiera eran tan avances sino más bien maquillajes legales. Así la Ley de Violencia de Género contiene en su redactado, que refleja el espíritu patriarcal con que se aprobó, la ausencia de verdadera protección de la víctima; los juzgados especialistas no son tan especialistas y no disponen de medios, los gabinetes psicosociales están formados por quienes no son ni profesionales ni feministas, la ley de igualdad no es coercitiva por lo que resulta totalmente inoperante, la ley de paridad puede no cumplirse en la práctica. Y seguimos con las diferencias salariales que desde 1789 están denunciando las mujeres.

Las luchas del MF han sido continuadas, valientes y exigentes, y han alcanzado los éxitos señalados y otros más, pero ya vemos que muchos de ellos han sido desvirtuados o nos los han falsificado. Al final quienes legislan y deciden se sientan en el Congreso de los Diputados y en el Senado. Es preciso que se comprenda en el seno de MF que hemos llegado al final de una era. Ya no es rentable seguir reclamando nuestras vindicaciones en la misma forma que lo hemos hecho durante cuatro décadas porque nuestras acciones se repiten y se repiten y la gente se acostumbra a ellas, con el efecto de que se esclerotizan, porque el poder puede perfectamente asumir y digerir una gran marcha que dura cuatro horas, y las manifestaciones, asambleas, encuentros, debates y charlas que organizamos diariamente sin descanso. Hoy ya no erosionamos ni el poder capitalista ni el patriarcal con esas estrategias de lucha.

Por eso ha llegado el momento de que las organizaciones feministas se propongan alcanzar las cotas de poder político que las representen. Porque las leyes y el gobierno no se deciden únicamente en la calle. Nuestro sistema político está basado en los partidos, ellos dirigen la vida de las mujeres y de los hombres. Es imprescindible disponer de esa clase de organización para participar de las decisiones fundamentales que nos atañen a nosotras y al futuro del país.

La opción del Partido Feminista no es un capricho ni una curiosidad ni una experimentación. Nuestro programa es el más avanzado de los que se presentan, porque además de las cuestiones de Estado incluimos todas aquellas que pertenecen a nuestra situación específica. Si las mujeres y los hombres feministas no comprenden que únicamente batiéndonos en la arena electoral llegaremos a situarnos en las instituciones que deciden sobre nuestra vida, seguiremos medio siglo más manifestándonos en la calle por los mismos temas que lo hicimos en el XX y en el XVIII.

Es imprescindible entender que el feminismo es política, que esa artificial división entre feminismo y política únicamente beneficia a los que dirigen los partidos tradicionales, cuyas cúpulas masculinas –con la complicidad tantas veces de mujeres- deciden las que llaman “agendas” en las que los temas de la explotación de la mujer no tienen apenas cabida. Y a la vez hemos de comprender que el feminismo ha de decidir también sobre los grandes temas de toda la sociedad: la República, la defensa, la Iglesia, los tratados internacionales, porque a ninguno de ellos somos ajenas las mujeres.

Si, como recordamos continuamente, constituimos la mitad más dos de la población del mundo y somos las madres de todos,  no hay asunto en el que no estemos implicadas. Si limitamos el feminismo a la lucha por los específicos problemas que nos afectan pero nos inhibimos de la política, la economía, la cultura, hemos limitado nuestra lucha. Esta visión segregadora y reduccionista del feminismo nos hace más débiles, más ignorantes, más marginadas de la gobernación del país.

El Partido Feminista se propone llevar su proyecto político, su programa electoral, a las más amplias capas de nuestra población; organizar cursos de formación feminista y política, difundir los principios de igualdad y fraternidad, tan queridos por los pueblos desde hace doscientos años, para que la mayoría de las mujeres y los hombres de España comprendan que el feminismo es el movimiento social más avanzado, más comprometido con la libertad y por acabar con la explotación  de todos los seres humanos.

Para ello, ya hemos organizado varios cursos en distintas ciudades de España. Después de Sevilla, donde comenzamos la semana pasada, en Madrid, en el Club de Amigos de la Unesco, en la calle Atocha 20, nos reuniremos el jueves 18 de febrero en la primera sesión del curso, para recordar, aprender y homenajear a nuestras antepasadas y pioneras en esta larga lucha. Después seguirán el 22, 25 y 29 de febrero, con el estudio del feminismo, del marxismo y de la lucha política en que estamos inmersas. Os espero a todas y a todos.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/02/17/feminismo-y-politica/

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Atropelladores de mujeres

Por: Gloria Hurtado

¿Quién le dijo a Yefferson Ospina, periodista de El País, que quienes agreden mujeres son los niños? ¿De dónde sacó la teoría de que lo que hay que cuidar es que los niños se acuesten temprano y no vean programas como “Colombia`s Next Top Model” cuando los que agreden mujeres son sus “papacitos” o adultos que presencian en la forma mas descarada, cómo se atropella a una mujer en la televisión “para educarla” y lograr los objetivos propuestos? La solución no está en callarse porque nos hayamos acostumbrado a “los métodos de la tv comercial para ganar rating” y disfrutemos pasivamente de lo “terriblemente entretenido” como el descarado programa de Caracol. Cuando estudié Psicología mi profesor de Psicoanálisis explicó que disfrutar lo “terriblemente entretenido” es una conducta perversa puesto que las emociones se confunden (“gozar con el dolor ajeno”). Lo mas grave es aceptar que vivimos en un mundo perverso. Usted escoge “si se acostumbra” a ello, o si todavía al menos da muestras de indignación. De pronto de indignación en indignación logramos “caer en la cuenta” de la forma “terrible” en que vivimos. Y podamos construir, entre todos, una sociedad donde no se disfrute con el sufrimiento de los otros.

Porque no puede entenderse todo el asombro e indignación de los Medios frente al caso de Yuliana (¿cuántos programas le ha dedicado Caracol?) pero a renglón seguido,  hace la apología de la agresión, burla y atropello a la mujer. 5 minutos antes se desagarra las vestiduras por el crimen, pero 5 minutos después se ríe y patrocina que se burlen y ridiculicen a las mujeres. ¿Quién lo explica? ¿Cómo se “forma” un atropellador? ¿Cómo se construye un maltratador de mujeres o niños o ancianos? Para mentes muy elementales “es un permiso” si la televisión lo patrocina. Así como cualquier latino que viaje hoy a USA debe estar preparado para que en cualquier esquina un “blanco ojiazul” le haga mala cara, le grite improperios o lo trate mal (“nuestro president lo hace”), de igual manera aun cuando “sorprenda”, los Medios “comerciales” educan y generan mentalidad. En Colombia, la realidad y las cifras de feminicidios golpean. ¿Cómo se “estimulan”? Tratar de “equilibrar” agresión con una exagerada preocupación por un solo caso de feminicidio, no esconde la contradicción. La violencia, la burla, el maltrato, no pueden ser avalados por Medios en programas de televisión del Estado porque generan conductas. La forma esquizofrénica de concebir la vida (pero eso no tiene NADA QUE VER con los crímenes y violencia contra la mujer) es una excusa para no enfrentar responsabilidades. O para ganar rating. O para no perder dinero. O para vivir en un mundo perverso.

La doble moral está en “escoger” frente a cuales atropellos hay escándalo y frente a cuáles silencio. El programa de las modelos patrocina la agresión.  “La letra con sangre entra”. ¿A las patadas, a las malas, es como se forman “personas políticamente correctas”? Vivir significa enfrentar dificultades, es parte de la existencia. Pero una cosa es enfrentarlas porque llegan y otra fomentarlas o patrocinarlas. Frustración y maltrato no son lo mismo. Y el que se deba vivir en medio de dificultades no avala que otros tengan permiso para maltratar, denigrar y abusar. Sí, definitivamente es un mundo perverso.

Fuente: http://www.revolturas.com/en/articulos/391-atropelladores-de-mujeres

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Las maleducadas

Por: Lidia Falcón

Durante los más de setenta años que duró la lucha sufragista en Estados Unidos y Gran Bretaña –en España comenzó más tarde y se prolongó diez más- los periodistas llamaron “las locas” a Emmelyn y Christabel Pankhurst, Susan B. Anthony, Lydia Becker, Lucrecia Mott, Elisabeth Cady Stanton, Lucy Stone, Harriet Beecher Stowe,  que lideraron el Movimiento, y a todas sus seguidoras, que invirtieron su vida y su hacienda en reclamar su derecho a ser consideradas sujetos políticos en su país. Ninguno de los comentaristas de los periódicos de la época las trataron en forma diferente durante el largo periplo que tuvieron que recorrer las anglosajonas hasta conquistar el derecho al voto.

Transcurridos cien años, ante las vehementes protestas de las militantes del Partido Feminista en la asamblea de Izquierda Unida, por el olvido de los planteamientos feministas que mostraban los dirigentes de esa formación, en la valoración de los resultados electorales del 26 de junio, nos llamaron maleducadas. En cien años hemos pasado del manicomio a la escuela. Es un avance sin duda pero de recorrido demasiado lento.

Seguramente el pomposo Adolfo Barrena y el didáctico Alberto Garzón se creen que pueden darnos lecciones de educación cuando nos dirijamos a ellos. Para eso, con la benevolencia que les caracteriza, nos permiten intervenir cuatro minutos cuando pedimos la palabra, y argüirán, convencidos de su equidad, que es el mismo tiempo que se le concede a los demás participantes. Pero los allí presentes, ni dirigentes ni representantes, van a reflexionar, ni reconocer, que de los 60 o 70 intervinientes solamente las mujeres del Área de la Mujer y del Partido Feminista tratamos los temas que afectan al 52% de la población española.

Ninguno de los bien educados y elegantes componentes de la mesa se refiere, ni aun tangencialmente, cuando denuncia los problemas que el gobierno de la derecha ha ocasionado a las clases trabajadoras, las 62 mujeres asesinadas en este medio año, ni aun siquiera las últimas violaciones de San Fermín, que constituían sangre fresca en la información reciente. La infame esclavitud de la prostitución no merece una palabra para esos señores.  Para qué hablar de las abismales diferencias salariales, cuyas máximas explotaciones femeninas se han denunciado por las limpiadoras de hoteles.  Ni estas ni  las más de veinte causas de discriminación machista que padecemos las féminas españolas, son temas que perturben los previstos discursos de los señores dirigentes de Izquierda Unida. En todo caso, como también está previsto, nos permiten recordarlos a las feministas.

Un tema que me tortura desde hace 50 años es cómo se podría convencer a los hombres de izquierda –sea ya lo que sea hoy eso- de que no pueden esquivar ser feministas  y comportarse como tales.

A pesar de los años de luchas, que han consumido la vida y la salud de miles de mujeres españolas que, desde los diferentes frentes de esta guerra inacabada, se han mostrado decididas a no permitir que los hombres de sus mismas formaciones políticas siguieran portándose como los de derechas, el comportamiento feminista no ha calado profundamente ni siquiera en los dirigentes de los partidos que se reclaman del cambio. Para demostrar lo cual no es preciso más que observar los planteamientos y disputas políticas que se están desarrollando, interminablemente, con motivo del drama de la investidura de gobierno.

Ninguno de los señores –todos señores- que acaparan las cámaras de televisión, los artículos, editoriales y entrevistas de prensa y los programas de radio, con sus propuestas y programas del futuro gobierno, hace mención alguna a las reformas y cambios que son precisos para proteger a las mujeres de la masacre que se comete sistemáticamente contra ellas, sin escándalo social alguno. Ninguno de los nuevos líderes que han venido a revolucionar el esclerotizado panorama político español nos explica cómo piensa avanzar hacia un sistema más justo de reparto de derechos y deberes entre las mujeres y los hombres.

La sociedad española está anestesiada ante la violencia machista, resignada a las múltiples agresiones, represiones y explotaciones que padecen las mujeres, y contenta con mantener el mismo estado de cosas “in eternum”. Y en ella incluyo a los hombres y a las mujeres que dirigen formaciones de izquierda, con las conocidas –por escasas- excepciones.

Y lo que es más triste, tampoco veo a las mujeres que han liderado alguno que otro movimiento feminista, que han sido, o son, responsables de varias áreas de gobierno o administración, y que se pretenden élite de la política, la cultura, las ciencias o las artes, reprocharles a esos señores tan flagrantes olvidos. Seguramente para no ser tachadas de maleducadas por los siempre dignos, bien educados y elegantes rectores de su conciencia política.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/08/11/las-maleducadas/

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Entrevista a Juana Gallego: «Los hombres siguen siendo noticia por lo que hacen y las mujeres por lo que son»

Feminismo & Medios de Comunicación
«Los hombres siguen siendo noticia por lo que hacen y las mujeres por lo que son»
Anna Flotats
Público.es
Entrevista a Juana Gallego directora del Observatorio para la Igualdad de la UAB.
Dice Juana Gallego: «Más mujeres dirigiendo medios no garantizan el abandono de discursos machistas»
Juana Gallego lleva más de 30 años estudiando cómo los medios hablan y escriben de las mujeres, analizando qué destacan de ellas y cómo abordan los temas que verdaderamente las influyen. Directora del Observatorio para la Igualdad de la UAB y codirectora del Máster de Género y Comunicación de esta misma universidad catalana, Gallego insiste en que las mujeres siguen siendo tratadas como objetos en vez de sujetos y que los medios de comunicación —incluidos los digitales— «frenan el avance hacia la igualdad» porque reproducen estereotipos machistas ya superados en muchos ámbitos de la sociedad.

La autora de De reinas a ciudadanas. Medios de comunicación, ¿motor o rémora para la igualdad? (Aresta, 2013) advierte además de que la presencia femenina tanto en las redacciones como en los puestos directivos de los medios no es garantía de que las noticias que publiquen tengan una perspectiva de género.

¿Cuál es la responsabilidad de los medios de comunicación en la prevalencia del machismo en España?

Los medios contribuyen al mantenimiento del esquema patriarcal que aún nos rige porque ponen de relieve aspectos machistas con demasiada facilidad. Por un lado, siguen dando pábulo a las visiones de los supuestos agresores en casos de violencia machista, restando credibilidad a las víctimas y dando voz a meras opiniones. Por otro, los medios no se centran en los problemas reales de las mujeres. Dan mucha relevancia a temas superficiales en los que están implicadas muchas mujeres —la moda, la belleza y el cotilleo— y eso ayuda a reforzar la idea de que sólo (o sobre todo) nos preocupan ese tipo de asuntos. Los artículos triviales sobre mujeres son una constante en los medios. En cambio, los temas verdaderamente importantes para las mujeres —la conciliación, la brecha salarial o la violencia de género— no tienen la relevancia suficiente.

¿Los medios de comunicación son, por tanto, un freno para la igualdad?

Sí. Porque parece que tengan reparos en abordar los temas realmente importantes. Serían motor de cambio para la evolución de la sociedad si pusieran de relieve aspectos de fondo. Sin embargo, frenan el avance porque, al centrarse en superficialidades, reproducen viejos estereotipos sobre las mujeres. El cambio fundamental en el rol de las mujeres es uno de los más importantes del siglo XX y lo seguirá siendo en el siglo XXI, pero los medios no están a la altura. Aún no se ha hecho un balance de lo que ha significado el cambio de las mujeres en los últimos 30 años. Se sigue reproduciendo el mismo esquema del pasado y como los medios no visibilizan este cambio están dando a entender que no hemos cambiado.

Echando la vista atrás… ¿no ha habido ningún avance?

Ha habido un avance y un retroceso simultáneo. Por ejemplo, en lo referente a la violencia machista, hay temas que son tratados con mayor sensibilidad, pero algunos medios siguen reproduciendo estas noticias como un mero suceso, sin entrar en la profundidad de lo que está ocurriendo. Por ejemplo, en el reciente caso de Alfons Quintás, muchos medios están dando relieve a la trayectoria profesional de una persona que no es noticia por otra cosa que por asesinar a su exmujer. No se debería realzar su figura porque ha cometido un crimen y, por tanto, hay que tratar el tema como un asesinato más en el contexto de un problema más amplio que es la violencia contra las mujeres. Falta un relato que explique no sólo qué pasa sino por qué pasa. Según el último informe anual de la profesión periodística de la Asociación de la Prensa de Madrid, sólo el 10,9% de los puestos directivos en los medios de comunicación están ocupados por mujeres, mientras que ellas son mayoría en las redacciones (51,8%).

¿Explica eso la falta de perspectiva de género en las informaciones?

Que haya más mujeres en los cargos directivos de los medios de comunicación no garantiza que se acaben los discursos machistas. No por culpa de las mujeres, ellas no son las responsables. Lo que hay que cambiar no es tanto la proporcionalidad en las redacciones o el género en los cargos directivos (aunque estaría muy bien que hubiera más mujeres en los mandos), sino el propio discurso. Es decir, lo que consideramos importante y lo que no, la mirada y el enfoque sobre los temas que nos interesan, las rutinas profesionales. Ahí está el problema. Por eso no es imprescindible que sean mujeres las que ocupen los cargos directivos. No hay que mezclar el aumento del porcentaje de mujeres en todos los niveles profesionales de los medios de comunicación con la reproducción de estereotipos convencionales y anacrónicos. Las mujeres asumen la cultura profesional del sector, hacen suya esa cosmovisión de género dominante que aún es androcentrista, pero no las culpo por ello. A menudo son deslegitimadas en su entorno laboral cuando intentan plasmar otra visión («este tema ya lo hemos dado, ya está la feminista dando la tabarra») y por eso muchas prefieren no significarse.


¿Cuál es la manera, entonces, de que los medios publiquen noticias donde las mujeres tengan discurso, donde sean protagonistas o expertas y no meros objetos?

El camino es que las mujeres que lleguen a los puestos directivos sean feministas, que sean conscientes de esta desigualdad y que la entiendan como un problema colectivo. Muchas mujeres afirman que nunca se han sentido discriminadas en el trabajo, pero luego cuentan como si tal cosa que sus compañeros hombres han ascendido más rápido que ellas. Eso ya es discriminación. En un orden patriarcal y androcéntrico como el nuestro, las mujeres tenemos que trabajar el doble para demostrar nuestra valía y ascender.

¿Es acertado pensar que hay una manera femenina de mandar? ¿Que hombres y mujeres ejercen el poder de modo diferente?

Habría mucho que analizar sobre este tema, pero lo primordial es que las mujeres no tenemos referentes. No ha existido ninguna sociedad donde las mujeres hayan ejercido el poder, así que cuando llegan a puestos de responsabilidad tienen que inventarse la manera de mandar. Algunas reproducen esquemas masculinos y mandan con autoridad, otras son más dúctiles y ejercen el poder de manera más horizontal y democrática… Cada una hace lo que puede, pero siempre son juzgadas. A Margaret Thatcher —que optó por el primer modelo— la llamaron «mujer de hierro», de Condolezza Rice se decía que mandaba «con puño de hierro en guante de seda» y Angela Merkel es aceptada porque gobierna como los hombres creen que las mujeres tienen que gobernar. Se adapta a ese papel y no destaca su feminidad porque si lo hiciera, la censurarían. La sociedad quiere que las mujeres seamos niñas monas y buenas. Si te ajustas a este modelo, te apoyan. En cambio, si te muestras como una mujer capaz de pensar por sí misma y no te sometes al cliché de la niña mona y buena, te cuestionan.

Y los medios también se apuntan al cliché de la niña mona y buena.

Exacto. Es muy difícil encontrar noticias en las que los hombres no hagan nada. Nunca están posando, siempre están haciendo algo y, por tanto, las noticias destacan esa acción. En cambio, lo que los medios ponen de relieve sobre las mujeres no es lo que hacen sino lo que son. Vivimos un tránsito en el que las mujeres están dejando de ser objetos para pasar a ser sujetos. Hasta que las mujeres no sean representadas siempre y exclusivamente como sujetos, el discurso sobre ellas no cambiará.

¿Cree que algún día las mujeres serán consideradas como sujetos en la publicidad?

No lo creo, lo veo muy difícil. En publicidad, las mujeres actúan como objetos y son despedazables. El cuerpo femenino se hace piezas y todas ellas tienen significado porque forman parte de un objeto que se puede desmontar: el pelo, los ojos, un hombro, los pies, una rodilla… En cambio, los hombres, al ser sujetos, no son despedazables. Siempre están completos. Por eso es tan difícil utilizar el cuerpo masculino en publicidad, salvo en los anuncios de maquinillas de afeitar en los que se muestra su mentón. Los hombres anuncian calzoncillos, pero muy pocas veces los spots muestran únicamente sus partes genitales o sus glúteos. Aunque esté anunciando calzoncillos, el cuerpo del hombre se ve completo. El de la mujer se ve a trozos.

¿Qué papel juegan en esa visión de las mujeres las llamadas revistas femeninas?

Desgraciadamente, se han convertido en un catálogo publicitario y están centradas absolutamente en la belleza y la moda. Han dejado de lado cualquier otro tema de interés para las mujeres, no hablan de feminismo, ni la situación de las mujeres en el mundo… Todas están cortadas por el mismo patrón y no hay ninguna que realce nada que no sea la belleza o la moda.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=221288&titular=%22los-hombres-siguen-siendo-noticia-por-lo-que-hacen-y-las-mujeres-por-lo-que-
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¿Cómo erradicaremos la violencia machista?

Por: Lidia Falcón

El 13 de diciembre pasado un hombre asesinó a su madre y a su hermana en un pueblo de la provincia de Sevilla. Con estas víctimas la fúnebre lista de la violencia machista alcanzó las 94 sólo para este siniestro 2016. Mientras el recuento oficial no alcanza más que a 44. Pero es que las últimas asesinadas no adquieren el rango de víctimas que exige la Ley de Violencia vigente porque no tenían relaciones sexuales, estables, con el asesino. Esta caprichosa condición que ha implantado la referida legislación para que se considere a las mujeres dignas de ser protegidas de un asesino. Y así, decenas de ellas cada año: el tío que mata a su sobrina, el hijo que ultima a su madre, el inquilino que acosa sexualmente a su vecina, el empresario que viola a su empleada, los desconocidos que drogan, violan y asesinan a una ingenua asistente a una fiesta.

Las personas no familiarizadas con los extraños vericuetos por los que discurre el articulado de esa ley, no comprenderán estas enormes diferencias en el recuento de las víctimas. Y tenderán a creer antes las cifras oficiales, por su buena fe. Pero les insto a que consulten la web feminicidio.net y encontrarán con todo detalle la macabra lista de las que han perdido la vida a manos de un criminal machista.

Por ellas, y por tantas otras, y por sus hijos e hijas, abusados, maltratados, asesinados, las compañeras y compañeros que representábamos el Frente Feminista nos personamos en el Congreso de los Diputados para pedirles a sus señorías que procedan a aprobar las modificaciones que deberían introducir en la dichosa Ley, según el estudio que habíamos elaborado. Nos entrevistamos con Alberto Garzón, de Izquierda Unida, y pudimos entregarle el documento a diputados del PP, de Podemos, de Ciudadanos y de Coalición Canaria.  En la calle, apoyándonos, se concentraron los activos compañeros de los Yayo-Flautas y otras camaradas, con las pancartas del Frente Feminista.

Sabemos que esta acción, que es la enésima que realizamos en petición de la modificación de la Ley, puede no ser atendida como tantas otras veces, que de serlo quede en una respuesta educada, que si algún partido la toma en serio y procede a estudiar las modificaciones de la Ley que proponemos, incluso a elaborar el proyecto según las estrictas normas que rigen en el Congreso, no hay seguridad ninguna de que otras fuerzas políticas las apoyen. Por tanto, esta iniciativa del Frente Feminista puede acabar en la ineficacia. Pero las mujeres y los niños siguen siendo asesinados y violados, y los políticos no parecen realmente preocupados por parar esta masacre.

Estamos seguras de que únicamente eliminando las discriminaciones entre las víctimas, estableciendo un control riguroso sobre los maltratadores, imponiendo la carga de la prueba al acusado,  dictando órdenes de protección que realmente protejan y formando en feminismo a todos responsables de la policía y la judicatura, podremos tener resultados más satisfactorios en la prevención y la punición de los delitos.

Pero para avanzar hacia este propósito sería imprescindible que el Movimiento Feminista presionara con toda su fuerza en ese sentido, en vez de que cada grupo dirija sus esfuerzos a cobrar protagonismo a costa de los demás.

Desde que el Pacto Feminista se quedó en la inoperancia cuando las que propugnaron que perdiera su nombre y su personalidad lo abandonaron, para más tarde presentar un manifiesto en el que no se contemplaban las modificaciones necesarias de la Ley  ni la abolición de la prostitución ni la prohibición de los vientres de alquiler, las alternativas no tienen la misma fuerza.

El éxito de la Marcha contra todas las Violencias del 7 de noviembre de 2015 pareció impulsar una estrategia en la que la fuerza del MF empujara en el mismo sentido, pero a un año vista los resultados ya los hemos comprobado. En la Comisión de ese 7N, que quiere seguir viviendo de la gloria que le dio la Marcha, convertida hoy en respiración artificial, ni están representados todos los grupos feministas –las valencianas que fueron las que la idearon y la impulsaron se retiraron enseguida-, y muchas otras consideramos que esa bandera está periclitada, ni nos pondremos de acuerdo en los objetivos a alcanzar cuando las dirigentes de esa comisión (que son las de siempre del MF) se comportan como lo han hecho durante toda la historia de nuestro Movimiento: no asisten a las convocatorias de otros grupos, rechazan sistemáticamente las iniciativas de estos, nos escriben agresivamente negándonos representatividad, y cuando el Frente Feminista convoca una concentración, desde mucho tiempo atrás, se presentan el mismo día a la misma hora en el mismo sitio con otras consignas y plantan su pancarta delante de la del FF.

Lo que me causa más tristeza es que las feministas estén actuando como lo hacen los políticos cuando descubrieron que unos minutos de televisión –ahora Facebook les proporciona también imágenes que se difunden- les convertía en famosos.

La exigencia que plantea esa comisión del 7N de que se incorporen las asociaciones de mujeres a la subcomisión que se creará en el Congreso para llegar a un supuesto Pacto de Estado de todos los partidos, sobre la violencia machista, sigue siendo el brindis al Sol que fueron tantas otras iniciativas. Acomodarse a acudir a reuniones interminables, con participantes claramente enfrentados, en las que no se ha clarificado el objetivo, es meridianamente no solo perder el tiempo sino, lo que es peor, convertirnos en cómplices de la falacia de ese Pacto de Estado.

Porque lo fundamental es que sepamos qué vamos a solicitar a ese Congreso que tiene el poder de legislar, y hasta ahora he comprobado que la mayoría de los grupos y plataformas feministas no lo sabe. Ni tampoco quiere debatirlo con las que lo llevamos estudiando diez años. Por no contar con aquellas que están tan satisfechas de una ley que cuenta en su haber con 1.400 asesinadas, 2.500.000 de maltratadas, 15.000 violadas y un número indeterminado de  niños igualmente víctimas, desde que se aprobó.

Pero mientras el MF esté dividido y subdividido, y sus dirigentes –las de siempre, nos conocemos todas- sigan dando codazos a las que pretendemos impulsar una causa absolutamente justa, las mujeres y los niños seguirán cayendo en esta guerra silenciosa y no declarada. Y sigo preguntándome con impotencia, ¿cómo erradicaremos la violencia machista?

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/12/19/como-erradicaremos-la-violencia-machista/

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La violencia machista 364 días

Por: Lidia Falcón

Ante las declaraciones formales de la Ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, que los partidos políticos crearán un subcomisión para elaborar un Pacto de Estado sobre la violencia machista, creo imprescindible que se tengan en cuenta las deficiencias que padece la actual Ley de Violencia de Género y plantearse seriamente de qué forma se va a modificar ésta.

Después de la celebración del día Internacional de No Más Violencia contra la Mujer, que se ha convertido, por fin, en referencia de la sociedad civil, de los medios de comunicación y de las instituciones políticas para repudiar los feminicidios y el maltrato a las mujeres, hemos de plantearnos que política habrá que poner en práctica para que no se repitan anualmente las horribles cifras de feminicidios y maltrato a la mujeres. Para lograr la concienciación social, todavía muy débil, de esta terrible lacra, hemos trabajado incesantemente las asociaciones de mujeres y el Partido Feminista, durante décadas, para denunciar el machismo de una cultura insensible al sufrimiento de los más débiles. Pero, desdichadamente, lo que ha conseguido que se celebren manifestaciones, concentraciones, asambleas y denuncias de esta infame situación, ha sido la montaña de asesinadas que acumulamos en los últimos decenios.

Como no existen estadísticas anteriores no podemos comparar con las cifras del siglo pasado, pero sí tenemos constancia, tristemente, de que desde la aprobación de la Ley de Violencia de Género, el 28 de diciembre de 2004, en estos doce años, se ha asesinado a 1.400 mujeres, aparte de los malos tratos físicos continuados que más de 2.500.000 padecen, y las humillaciones, las violaciones y los abusos sexuales. Con una tolerancia social y una enorme indiferencia, cuando no hostilidad contra las víctimas, por parte de la policía y de la Administración de Justicia.

Por ello, es inadmisible que tanto por los dirigentes políticos del PSOE como del PP se utilicen argumentos que pretenden eludir la responsabilidad de quienes han gobernado largos periodos de tiempo, y han sido los artífices de la aprobación de la Ley. Las declaraciones que últimamente han realizado diversas representantes de ambos partidos suscitan la desconfianza de cual será el contenido final de ese que llaman pomposamente Pacto de Estado.

La primera argumentación que utilizaba una parlamentaria del PSOE es que las mujeres no denuncian el maltrato, y sin que conste la denuncia es imposible que las instituciones se pongan en marcha para protegerlas. Pero eludió explicar por qué el 28% de las asesinadas habían denunciado y en algunos casos hasta tenían orden de alejamiento o de protección, y cómo tanto las fuerzas del orden como los juzgados las abandonaron a su suerte.

Y tampoco se investiga la causa de que ese 72%  de víctimas no hubiera acudido a la policía o a la judicatura para pedir protección. Si realmente, tal como nos cuentan algunas diputadas feministas, en la denuncia estriba la solución, cómo es posible que la mayoría de mujeres que están sufriendo el infierno de los malos tratos habituales no corran a cobijarse bajo el poder omnímodo de policías, fiscales y jueces. Excepto que se remitan al masoquismo femenino que sirve a psicoanalistas y psicólogos para despreciar a las mujeres.

Estas se encuentran en un estado de angustia y depresión extremo bajo la tortura de los malos tratos, pero no dejan de saber que esa supuesta protección institucional, que tanto proclaman políticos y medios de comunicación no es tal. Todas conocen el calvario de la amiga, la pariente o la vecina que acudieron a la Guardia Civil a explicar que su marido la amenazaba de muerte, para que les respondieran que fueran al juzgado civil a presentar una demanda de divorcio, y ser asesinada horas más tarde por su verdugo, como sucedió en Pollensa (Mallorca) el pasado 15 de agosto. Todas han vivido en su propia experiencia las horribles dilaciones de los procesos judiciales, y todas saben que después de una leve condena su maltratador estará en la calle persiguiéndola, acosándola y amenazándola nuevamente. Todas temen, con razón, que a raíz de la denuncia y del proceso consiguiente, el acusado sea más agresivo y peligroso porque seguirá en libertad con total autonomía para perseguirlas. Y todas saben que más del 60% por ciento de las órdenes de alejamiento que se reclaman no se conceden. Hay ciudades, que están catalogadas ya, en donde ningún juez concede ninguna orden de protección.

Pero esta situación no se produce casualmente por la falta de conciencia feminista de los jueces y policías, a los que hay que añadir los psicólogos, psiquiatras y asistentes y trabajadores sociales. La propia legislación está pensada, y así se aprobó, para hacer recaer en la víctima la carga de la prueba, para mantener la presunción de inocencia del maltratador más allá de toda duda razonable, para dar absoluta autonomía a los jueces en eludir su responsabilidad en la protección de las víctimas, para no pedir responsabilidades a los funcionarios de la administración que han abandonado a la mujer a su destino.

Entender por parte de los legisladores, ahora que se habla de un supuesto Pacto de Estado contra la violencia machista, que la primera medida que se ha de adoptar es modificar la Ley vigente para que obligue a jueces, fiscales y policías a detener a los denunciados, a obligarles a probar su inocencia,  a dictar órdenes de alejamiento y protección en la mayoría de los casos, a prohibir el contacto de los menores con el padre maltratador o abusador, es imprescindible para avanzar mínimamente en la prevención y la punición del delito.

Es imprescindible también subvencionar a las víctimas y a sus hijos cuando no puedan mantenerse por sí mismos. Hay que dotar de medios económicos y humanos a los cuerpos y fuerzas de la seguridad del Estado, a la judicatura, a la fiscalía, a las unidades forenses, proporcionándoles no solamente espacios para trabajar y locales para celebrar juicios, con secretarias y ordenadores, sino fundamentalmente una educación basada en el respeto de los derechos humanos. Suponiendo que crean que las mujeres son seres humanos.

Y por supuesto, considerar que la víctima lo es solo por serlo, no por haberse casado o ajuntado con el maltratador como hace ahora la ley, discriminando a las que son género de las que sólo son mujeres.

De otro modo  ese tan publicitado Pacto de Estado no tendrá ninguna eficacia y cada 25 de noviembre conmemoraremos las asesinadas con manifestaciones y pomposas declaraciones de los responsables institucionales, y los otros 364 días del año las enterraremos.

Fuente: http://blogs.publico.es/lidia-falcon/2016/11/29/la-violencia-machista-364-dias/

Foto de archivo

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