Mendigar para sobrevivir

Por: Juan Manuel Parrado 

A poco que ustedes se fijen en cualquier ciudad, región o autonomía de España, se darán cuenta de que están rezando y deseando que ocurra un hecho que les salve del desastre. Ese hecho es que todo vuelva a la normalidad, que el desconfinamiento acabe, que los negocios abran y que se recupere la actividad económica habitual que les garantice empleo y, por tanto, su supervivencia. El Gobierno de Ceuta no comparte ese rezo. Y no es porque no sepa rezar, de hecho se alardea de diversas religiones en perfecta armonía. No lo comparte porque aunque abran los negocios, esa actividad no va a garantizar su supervivencia.

Imaginen que ninguno de ustedes, que ahora están leyendo estas palabras, conociera Ceuta. Es política ficción, lo sé, pero hagan el esfuerzo. Si, como yo he hecho, invirtieran (que no es lo mismo que gastar, algo que les explicaré más adelante) diez minutos de su inestimable tiempo en escuchar y, sobre todo, ver la intervención del señor Vivas en la Cámara del Senado de nuestro país, se apresurarían sin dudarlo ni un instante a levantar sus confinados traseros del sofá y, con lágrimas en los ojos aplaudirían al son de Manolo Escobar hasta que sus manos parecieran haber saltado la valla, pero con concertinas y todo. Ese discurso, apelando a la solidaridad interterritorial, a la Constitución y a la lealtad hacia la patria les movería las conciencias y desearían darle todo lo que está pidiendo, incluso un plan económico. Acto seguido crearían una ONG y promoverían un crowdfunding para ayudar a tan simpático señor y que su sufrimiento sobrevenido fuese aliviado junto con todos los males que le aquejan, tanto a él como a todos los compatriotas que vivimos allá por la tierra mora, allá por tierra africana.

Ahora imaginen una cifra, una cifra alta, tal vez indecente. Una cifra que pudiera transformar cualquier sufrimiento de una ciudad de poco más de ochenta mil habitantes, digamos…  ¡cinco mil millones de euros! Pero no nos quedemos ahí, junto con esa cifra, démosle también tiempo, un período de tiempo no sólo razonable, sino más que de sobra, para gestionar esa cifra y convertir a esa ciudad en la envidia del mundo. Por ejemplo… ¿diez? No, mejor, ¡veinte años! Que tuviera tiempo de sobra para gestionar e invertir todos esos fondos y que esa marinera ciudad tuviera un futuro económico.

Parece perfecto. La señora ministra, que se sintió tan conmovida y empática hacia el sufrimiento de los ceutíes, firmaría esa propuesta con los ojos cerrados si fuera posible y estuviera en su mano, incluso si ignorara que ese bonachón que le habla desde su tribuna mientras frota sus manos está entre los cuatro alcaldes mejor pagados de España y que cobra más que el presidente del Gobierno de España. Bien, ¿ya lo tienen? ¿Se ponen en situación?

Pues bien, eso ya ha ocurrido. Ese entrañable señor tan cariacontecido, patriota y pedigüeño que habló en el Senado ante la ministra y sus Señorías, ha tenido a su disposición veinte años y más de cinco mil millones de euros de presupuesto (con ajustes de inflación) a su disposición durante ese tiempo. ¿Eso lo sabe la ministra? Y, lo que es más importante, ¿eso lo ven los votantes?

Sé lo que están pensando. Hay algo que se les escapa. ¿No estaré equivocado? ¿Dónde está todo ese dinero? ¿Qué se ha hecho en veinte años? De acuerdo, es difícil de entender si siguen imaginando que no conocen Ceuta, intentaré exponerlo con sencillez. Pero para eso dejemos la ensoñación y volvamos a la realidad.

Cuando alguien recibe fondos, en este caso del Estado, suficientes para sobrevivir, existen dos vías de actuación. La primera, es gastarlos y vivir lo mejor que se pueda mientras duren. La segunda es invertirlos de manera productiva para procurar una estructura que genere más fondos por sí misma para no sólo sobrevivir, sino crecer. En Ceuta se ha optado por la primera vía, gastar, no invertir.

Efectivamente, esta ciudad no tiene una estructura productiva, sino que tiene una estructura de gasto incomprensible. Hace unas semanas algún sindicato incluso ya enmendaba la plana a la ciudad cuando pretendía endeudarse más y le replicaba que primero hay que reducir la estructura de gasto innecesario, y luego, si es necesario, endeudarse.

El verdadero problema es que ese gasto se ha convertido en una estructura en sí mismo y que este Gobierno se ha preocupado de hacer imprescindible. La cantidad de entes municipales innecesarios es vergonzosa, la cantidad de subvenciones, la cantidad de asesores, cargos políticos, de directores generales, de gerentes municipales, de… ¡Señores, que hablamos de una ciudad autónoma sin competencias, que hablamos de un municipio de menos de cien mil habitantes que tiene una cantidad de fieles cargos políticos totalmente innecesarios cobrando cifras mareantes!

Por otra parte, cuando los que conocemos Ceuta escuchamos a Vivas decir que estamos asediados y recibiendo inmigrantes a los que mantener y que el Gobierno no atiende a nuestras peticiones  “desde hace unos meses”, no podemos por menos que quedarnos boquiabiertos, porque recibimos inmigrantes a los que mantener desde hace años, muchos años, y porque al Gobierno no se le han planteado las peticiones adecuadas nunca. Ni siquiera cuando se ha contado con la ventaja de tener el mismo color político. Porque de repente nos quieren hacer creer que el Gobierno de la Nación siempre ha sido de otro partido.

¿Es acaso normal que cualquier territorio de España pueda comprar y recibir con total normalidad productos a través de empresas como Amazon, sobre todo ahora en el confinamiento, y que nosotros no seamos capaces ni ahora ni nunca de recibir un mísero paquete de una compra online con unas mínimas garantías? ¿Es admisible que no se haya aprobado un nuevo PGOU en casi quince años? ¿Todo eso también es culpa de Marruecos o del Gobierno de España? Ese, ese es el verdadero baremo de nuestra tragedia, no un ataque al oponente político o a gobiernos extranjeros.

Nuestro drama como ceutíes no es Marruecos, no es la extrapeninsularidad, no es el Gobierno de España, ni es nuestra “singularidad”. Nuestro verdadero drama es nuestra gestión, no haber sabido cuáles eran nuestras prioridades, haber dilapidado todo lo que hemos tenido a nuestra disposición a favor del exclusivo beneficio político de perpetuarse en el poder. Nuestra catástrofe es haber tenido veinte años para haber diseñado y aplicado un plan económico integral, haber votado a unos políticos que decían tener la clave de lo que necesitábamos y luego verles cómo piden desesperadamente que alguien les haga ese plan con veinte años de retraso, (ya sean empresas externas pagándoles lo que les pidan, ya sea al Gobierno de la Nación) porque ellos no tienen ni idea.  Eso sí, antes ellos mismos se han asegurado de tener la vida resuelta antes de ponerse a mendigar para que la ciudad pueda sobrevivir.

Y mientras tanto los ceutíes no alzamos la voz y nos quedamos anestesiados entre dulces y patrióticas palabras. La verdadera vergüenza que nos lastra es nuestra indiferencia hacia la gestión de quienes nos han gobernado. A los que nos duele Ceuta, nos duele que se nos mienta sobre el futuro de esta ciudad, sobre todo porque la demagogia la vemos nosotros, pero no la ven en el Senado. ¿No tenemos la decencia suficiente como para haber dicho “basta”? ¿O es que nuestra decencia ha sido comprada desde hace muchos años?

Les mentiría si dijera que soy pesimista sobre mi ciudad. No lo soy, confío ciegamente en sus posibilidades y discrepo de quien dice que no tenemos futuro, que estamos vendidos. En quiénes no confío, desgraciadamente, es en sus dirigentes. Será que mi tolerancia hacia quiénes nos mienten a la cara se ha reducido drásticamente.

Fuente:  https://www.ceutaactualidad.com/opinion/juan-manuel-parrado/mendigar-para-sobrevivir/20200501130712103915.html

Imagen: https://pixabay.com/illustrations/pension-poverty-man-silhouette-1338231/

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Entrevista: “Vivimos un momento de involución política, de un totalitarismo que se impone bajo el control de la voluntad y la pérdida de la conciencia”

Entrevista a Marcos Roitman Rosenmann sobre Por la razón o la fuerza (y II)
“Vivimos un momento de involución política, de un totalitarismo que se impone bajo el control de la voluntad y la pérdida de la conciencia”
Salvador López Arnal
El Viejo Topo
Marcos Roitman Rosenmann es profesor titular de Sociología en la Universidad Complutense de Madrid y profesor e investigador invitado en la Universidad Nacional Autónoma de México. También es docente en diferentes centros de América Latina.Columnista habitual del periódico mexicano La Jornada y del Clarín digital de Chile, es también autor de numerosos artículos en revistas especializadas y de libros imprescindibles. Entre estos últimos cabe citar: Los orígenes del socialconformismo (2003), La razones de la democracia en América Latina (2005), Pensar América Latina: el desarrollo de la sociología latinoamericana (2008), Democracia sin demócratas y otras invenciones (2008), Indignados: el rescate de la política (2011), Tiempos de oscuridad (2013), La criminalización del pensamiento (2017) y de Por la razón o la fuerza (Madrid, Akal, 2019). En este último centramos nuestra conversación.

Nos habíamos quedado aquí. ¿Por qué hemos olvidado tanto la figura de Camilo Torres?  

Como suele suceder, la historia es ingrata. Muchos nombres de grandes teóricos que han sido a la vez guerrilleros y cuya vida mártir entronca con una realidad social como la colombiana, acaban siendo invisibilizados. Es parte de la lucha por apropiarse de la realidad y por ende de la lucha de clases que se da en el espacio de la praxis teórica.

¿El zapatismo es una vía, sigue siendo una vía, de emancipación social que sigue viva?  

El zapatismo no ha perdido un ápice de su vitalidad. Es un ejemplo en las formas de pensar la democracia, la participación, los mecanismos de organización y lucha anticapitalista. No se podría entender ningún movimiento en defensa de la humanidad y lucha contra el neoliberalismo en el siglo XXI sin recurrir a la experiencia zapatista, sus análisis teóricos, que los tiene y que han marcado la agenda en países como Bolivia y Ecuador en lo referente a los derechos de los pueblos originarios. Aconsejo leer los cuentos del viejo Antonio o los escritos del Subcomandante Marcos, ahora Galeano. Sus aportes a la teoría política son de primer orden. Baste señalar que su máxima: “la democracia es mandar obedeciendo” es ya patrimonio de los movimientos político-sociales. En su contra juegan el colonialismo interno, el desprecio y el racismo político. Son un ejemplo y marcan agenda igualmente en los movimientos de género, la lucha campesina, siendo un puntal en la defensa de la dignidad y los valores que efectivamente comprometan abajo a la izquierda.

Vistas desde ahora, ¿qué le parecen las tesis de John Holloway sobre cambiar el mundo sin tomar el poder?  

No me quiero alejar mucho de lo central de la entrevista, me refiero al libro que la motiva, Por la Razón o la Fuerza. Historia y memoria de los golpes de estado, dictaduras y resistencias en América latina. No es que tire balones fuera, pero es un tema que requeriría mucho espacio. Aun así, te avanzo titular.

Gracias… y gracias también por la observación.

Creo que fue una expresión de época, más que una concepción elaborada, independientemente de sus referencias al fetichismo de la mercancía y los usos de Marx, muy cuestionables, sobre todo del libro I de El Capital. El poder forma parte de las relaciones sociales y las acciones sociales recíprocas. La asimetría de las mismas conlleva una relación de dominación. El poder no se puede democratizar, pero sí podemos crear un poder democrático, cuestión muy diferente. Pero sin poder es imposible construir una sociedad democrática.

El capítulo IV de su libro lleva por título “El nuevo golpismo”¿Qué de nuevo hay en este nuevo golpismo? ¿El “a sangre y fuego” de los golpes militares tradicionales? ¿Se está refiriendo a las estrategias que toman pie en los planes y reflexiones de Gene Sharp?

Se trata de comprender los cambios existentes en las estrategias seguidas después de la caída del muro de Berlín. Tras la debacle de la URSS y los países del Este, pareciera ser que no era necesario recurrir a los golpes de estado para cambiar el rumbo de los acontecimientos. Incluso se pensó en la derrota de cualquier alternativa al capitalismo. En dichas circunstancias, pocos podían prever el triunfo de opciones como Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Lugo en Paraguay, Manuel Zelaya en Honduras o Rafael Correa en Ecuador. Las alarmas se encendieron nuevamente. Sin embargo, las fuerzas armadas estaban marcadas y su papel en los tiempos de guerra fría las inhabilitaba para ser sus principales protagonistas. Mejor que en la alianza cívico-militar las fuerzas civiles ganaran espacios y el golpe se trasladase de los cuarteles a las instituciones representativas como el poder judicial, legislativo o los institutos electorales capaces de organizar un fraude. Desde luego las visiones de Sharp, largamente desarrolladas en el libro, son parte de la estrategia desestabilizadora de los gobiernos populares. Pero para eso mejor leer el libro.

De acuerdo. El último apartado del libro lleva por título “Breve cronología de golpes de Estado en América Latina”, una cronología escrita por usted en colaboración con Eduardo Fort. ¡Será una breve cronología pero son muchos los golpes referenciados! ¿Cuántos en total? ¿Qué concepto usan aquí de “golpe de Estado”?  

Son los golpes de estado que marcaron puntos de inflexión en la historia de los países. Fue una selección donde se dejó de lado las asonadas, golpes parciales, ruidos de sables, conspiraciones, sabotajes o intentos fallidos. En este sentido la cronología alcanza el centenar. Se podría ampliar, pero resultaba un ejercicio academicista más que explicativo.

Permítame algunas preguntas de actualidad: ¿qué ha pasado en Ecuador entre los gobiernos de Rafael Correa y los de Lenín Moreno? ¿Julian Assange es una “pieza” entregada al poder de los poderes?  

Algo se trata en el libro, ya que se entregó para imprenta inmediatamente del golpe de estado fallido orquestado por el seudo presidente autoproclamado Guaidó en Cúcuta en 23 de marzo. Los procesos políticos en especial en Ecuador, viene precedido de una involución política y decisiones que han ido destruyendo el proyecto PAIS y de ciudadanía plena. Más que entrega a los poderes, es una traición a la revolución ciudadana. No es la primera ni será la última ocasión que se produzca. América latina está llena de cipayos que prefieren la sumisión a los Estados Unidos que defender la dignidad y la soberanía.

¿Qué está pasando en Venezuela? ¿Podemos hablar, también, de un golpe institucional o de un golpe institucional junto a estrategias complementarias con los mismos fines?  

La dualidad de poderes que se pretende crear enfrentando al ejecutivo con el legislativo, la Asamblea Nacional, es un ardid que no ha tenido sus frutos. La oposición campa por sus fueros, llama directamente al golpe de Estado. Ha perdido elecciones una y otra vez, tanto como referéndum revocatorios. A fracaso y frustrada, ha pasado directamente al sabotaje, el llamamiento a la intervención extranjera, el boicot, el mercado negro, la desestabilización. Un asedio que pretende destruir el país por hambre y falta de recursos. Estados Unidos se ha convertido en el actor más destacado en Venezuela, su objetivo recuperar el petróleo y las riquezas básicas. Nuevamente cito el texto, en el hay un extenso apartado subtitulado: “Venezuela de Chávez a Maduro, 20 años de sedición golpista”.

Más allá de lo sabido, ¿cree usted que fue asesinado Hugo Chávez o una afirmación así es una fantasía irresponsable?

Creo que entra más en el campo de la política ficción o los relatos fundados en la teoría de la conspiración. Aunque por las múltiples ocasiones que la CIA y los Estados Unidos se intentó acabar con la vida de otros dirigentes como Fidel Castro, todas documentadas, alienta esta línea de análisis.

¿Bolivia está en peligro o sigue una senda muy moderada que, por el momento, no perjudica a los intereses de los grandes poderes?

Todo proyecto político antiimperialista, nacional y anticapitalista como representa Bolivia perjudica a los intereses de las grandes corporaciones trasnacionales y, si se me permite, el llamado complejo industrial-militar-financiero. Solo cabe mencionar las presiones que se reciben cuando se trata del control del gas natural, tanto como de los recursos del agua, estaño o petróleo. Bolivia ha sido un país que se ha visto esquilmado de más de la mitad de su territorio en diferentes guerras con Chile, Brasil y Paraguay. Desde luego que está en peligro. La plutocracia boliviana es de las más racistas y reaccionaras del continente, nunca cejará en el empeño de recuperar su poder.

¿Qué ha pasado, qué está pasando en Nicaragua? Algunos analistas afirman que Daniel Ortega se ha convertido en un gobierno dictatorial. Nada que ver con el Ortega del primer sandinismo.

Nicaragua duele. Sobre todo porque significa tener claro principios antes que defender desde lo ideológico, lo indefendible. Los planes neoliberales fueron aplicados por Ortega. No se puede aducir a un antiimperialismo en abstracto, para defender a un gobierno que encarcela y reprime a un sector importante de quienes lucharon contra la tiranía somocista. Me refiero a Ernesto Cardenal, Mónica Baltodano, y muchos dirigentes que hoy están demandando el fin de la autocracia del matrimonio. Es cierto que la derecha tendrá sus expectativas, pero la dupla Ortega-Murillo no es representación digna del sandinismo. Lamentablemente la respuesta ha sido el insulto, la descalificación y el sectarismo de quienes dicen defender el proyecto sandinista. Un contrasentido propio de tiempos donde cualquier crítica se consideró un acto de traición. Y se pasaba a la condición de agente del imperialismo. Baste recordar Roque Dalton, gran poeta, premio Casa de las Américas en 1970, militante comunista salvadoreño, asesinado a manos de Joaquín Villalobos, comandante del FMLN hoy en Estados Unidos. Se le pegó un tiro bajo la acusación de agente de la CIA y traidor….

Lo recuerdo muy bien, muy bien. Estudié con la hermana de Roque Dalton en Barcelona. Tras lo sucedido, por ejemplo, en Brasil y en Argentina, ¿ha girado América Latina a la derecha?

Creo que existen muchos tópicos. Es cierto en un momento, existió un balance favorable a las políticas antiimperialistas y nacionalistas tal y como se entiende en América latina, es decir anti-oligárquicos y de integración regional sin Estados Unidos en las organizaciones regionales como lo son el TIAR y la OEA. La creación de CELAC, Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribe en 2010, hizo albergar esperanzas, tanto como UNASUR, el Banco del Sur, sin olvidar Telesur.

Efectivamente, el golpe de Estado en Brasil y el triunfo de Macri en Argentina ha sido un revés al que se une Ecuador. Se vive un proceso de involución política. Sin embargo, no es posible olvidar que la mayoría de los países de la región están gobernados por las plutocracia,s en sus viejas fórmulas o en sus nuevas mutaciones. Si exceptuamos Venezuela asediada, Cuba y Bolivia, costaría referirse a gobiernos de izquierda o progresistas. México es una incógnita con AMLO.  

¿Qué causas defiende España en América Latina? ¿Piensa en los pueblos hermanos o en los intereses de las corporaciones españolas?  

Breve pero claro. Sólo piensa en sus empresas y obtener el máximo de ganancias. La demagogia es otro cantar. En el último viaje de Felipe VI a tierras latinoamericanas, específicamente Argentina, apoyó las reformas de Macri y señaló que los intereses económicos de las empresas como Repsol, Banco de Santander, BBV, Iberdrola, Endesa, Aguas de Cataluña, ACS, constituyen la mayor preocupación del gobierno de España en su relación con los gobiernos latinoamericanos. Es decir, proteger sus inversiones.

Casi lo mismo respecto a la Unión Europa. ¿La UE apoya las causas democrático-populares latinoamericanas?

NO.

¿No exagera un poco cuando escribe, le cito, “Uno de los pilares del Chile actual, orgullo de la élite política de la Derecha y la Concertación, lo constituye los 1.556 centros de tortura, detención y muerte diseminados por todo el territorio…”?

Es una manera de expresar la complicidad de los partidos políticos y los gobiernos que han dirigido Chile desde 1989 cuando se trata de poner en solfa las violaciones de los derechos humanos, encubrir a torturadores, tanto como justificar las desapariciones y los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la tiranía. Así, bajo el supuesto éxito del modelo económico se busca pasar página. Por ello se subraya que la violación de los derechos humanos constituye un problema de carácter estético que no debe de afectar la reconciliación ni los pactos de transición. Recordemos que hoy, en Chile, sigue vigente la Constitución de 1980, es decir la pinochetista. No olvidemos que Alejandro Foxley, vicepresidente de Chile durante el gobierno de Michelle Bachelet, señalo que Pinochet había pasado el test de la historia, ya que había cambiado la vida de todos los chilenos para bien y no para mal. Además de haber puesto a Chile en un proceso irreversible de progreso y bienestar.

Una pregunta que acaso no debería hacerle: usted estuvo represaliado por la dictadura fascista de Pinochet, ¿qué recuerdo tiene de todo aquello? ¿Pasó lo que pasó y no pudo hacerse otra cosa que la que se hizo? ¿La derrota fue inevitable?

Creo que una parte de esta reflexión está contenida en la introducción del libro. Los recuerdos personales tienen el valor de indicarme que no se debe renunciar a los principios, a la dignidad y las luchas democráticas por una versión edulcorada del capitalismo neoliberal. Igualmente, hay que perseverar, y tener claro que la mentira, la farsa y la traición constituyen la manera de ser de las derechas y el fascismo criollo. La derrota nunca es inevitable. El golpe de Estado se produce no por el fracaso del proyecto de la Unidad Popular sino por la intervención del imperialismo norteamericano y los intereses bastardos de las plutocracias. No es un reclamo nostálgico o una reminiscencia de las luchas anticapitalistas. La vía chilena al socialismo está vigente y sus postulados no han perdido validez. Por desgracia, las alamedas por donde pase el hombre libre, no se abren tan fácilmente, parafraseando a Salvador Allende. Chile tiene una deuda con quienes dieron su vida por la libertad, la democracia y el socialismo

Voy acabando. En su “A modo de epílogo” recuerda las palabras finales imborrables de Salvador Allende y finaliza con esta advertencia: “Si la finalidad de los golpes es torcer la voluntad de un pueblo, suprimir derechos y libertades, recibir órdenes del exterior y asumir los postulados de organismos internacionales, bancos, troikas, transnacionales y del complejo industrial-militar financiero, sin rechistar, el golpe constitucional triunfa sin disparar una sola bala. Ese es el peligro al que nos enfrentamos. Desenmascararlos es labor de todos aquellos que se sientan comprometidos con la libertad, la justicia social, la democracia y el socialismo”. ¿Es este entonces el programa de nuestra hora?

Vivimos un momento de involución política, de un totalitarismo que se impone bajo el control de la voluntad y la perdida de la conciencia. Es el triunfo de un cuarto Reich que se impone no solo militarmente, sino culturalmente. No creo que los ideólogos de la Alemania nazi pensaran nunca que se podría dominar el mundo de forma tan eficiente controlando las mentes hasta el extremo de criminalizar el pensamiento. Hoy nadie se opone a las acciones de Estados Unidos, no hay gobiernos en Occidente que cuestionen y contradigan sus políticas hasta el extremo de plantarle cara. Hoy la explotación y la destrucción del planeta es el peligro que enfrentamos de allí que el programa sea anticapitalista y en defensa de la humanidad. Nos jugamos mucho en el envite.

¿Quiere añadir algo más?

Creo que después de lo dicho, el cansancio aflora. Lo mejor es animar a la lectura del libro y agradecer la entrevista.

Soy yo quien debo agradecer sus respuestas, su tiempo… y su magnífico libro.

Fuente: El Viejo Topo, n. 380, septiembre de 2019.

Primera parte de esta entrevista: Entrevista a Marcos Roitman Rosenmann sobre Por la razón o la fuerza. Historia y memoria de los golpes de Estado, dictaduras y resistencias en América Latina (I). “El dólar sigue mandando y por ello el cuarto Reich habla inglés y se mide en dólares” http://www.rebelion.org/noticia.php?id=261432

Fuente de la Información: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=261420

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Unamuno, demagogia, «demagogía» y pedagogía

España / 28 de octubre de 2018 / Autor: Pedro de Tena / Fuente: Libertad Digital

Don Miguel diferencia el término ‘demagogía’, o educación del pueblo, de ‘demagogia’, su deformación consistente en manipulación interesada del pueblo

No se le escapó a Miguel de Unamuno el significado original y etimológico de «agogía», conducción y dirección de algo, que hacía a los pedagogos artesanos, alguna vez artistas, de la educación de los niños, del ejercicio de hacerlos crecer como personas. Educar tiene también la común relación de parentesco con ducere: ‘conducir’; y educere: ‘sacar afuera’, ‘criar’. Lamentablemente, cuando la demagogia une demos, pueblo, y agogia, aunque se supone que su primer sentido apunta a la conducción o jefatura del pueblo, en realidad, se refiere históricamente a la perversión de pueblo y conductor, a la degradación de ambos.Unamuno, en su ensayo sobre la educación que prologa la obra sobre el tema de Carlos Octavio Bunge, distingue entre demagogia y demagogíapara diferenciar el sentido de lo que era propiamente educación del pueblo de su deformación consistente en manipulación interesada del pueblo. De este modo, demagogía sería pedagogía del pueblo, un arte mayor. Él mismo se sintió atraído por esa nueva idea de demagogía hasta el punto de confesar —siempre fue más sincero que otros pensadores—, :

«Tengo mi cátedra, procuro en ella, no sólo enseñar la materia que me está encomendada, sino disciplinar y avivar la mente de mis alumnos, obrar sobre cada uno de ellos, hacer obra pedagógica; pero no desperdicio ocasión de hacerla demagógica, de dirigirme, ya por la pluma, ya de palabra, a muchedumbres, de predicar, que es para lo que acaso siento más vocación y más honda.»

De todos modos, Unamuno parece aseverar que en la educación de los individuos y los pueblos, tan importante puede ser el pedagogo como el demagogo, Los políticos, hombres demosténicos, movedores de muchedumbres mediante la demagogia, acusan a los pedagogos de perder el tiempo y los pedagogos de lo mismo a los políticos. En mi opinión, su obsesión «etimológica» no contribuyó a esclarecer del todo su posición ante la demagogia como degeneración democrática.

Tómese nota de este texto, que se encuentra en su conferencia sobre ser Rector en España de 1914, como ejemplo de esta ambigüedad: «La política ha de ser, ante y sobre todo, pedagogía, demagogia más bien, aunque esta voz haya sido injustamente mancillada. Mas las desgraciadas banderías electoreras que nos desgobiernan carecen de política pedagógica o de pedagogía política, es decir, carecen de política por carecer de ideales a falta de ideas.»

Sin embargo, a continuación define que «la más profunda inmoralidad de un político estriba en carecer de ideas, en no tener un concepto normativo y claro de lo que ha de ser el Estado, y de su finalidad y destino. Para un político llega a ser mucho más inmoral que robar del tesoro público supeditarlo todo a allegar votos, a lograr el poder o la jefatura —¡ y a las veces, por qué medios !—… Eso es vender el alma a un poder más tenebroso que el mismísimo demonio. Mejor que eso…, ¡robar! ¡Antes robar que caer en esa pordiosería». Parece estar contemplando la España actual desde su tumba. ¿O no?

La relación directa entre democracia y demagogia es puesta de manifiesto una y otra vez por Unamuno. En su trabajo Mitología y demagogia, incluido en sus nuevos Arabescos en el tomo titulado Meditaciones y otros escritos de sus Obras Completas ( editado por Vergara sobre la edición de Afrodísio Aguado), Unamuno expresa que la democracia conlleva el culto a la incompetencia porque «es el gobierno de los oradores. O, si usted quiere, de los demagogos. Es decir, que la democracia suele ser demagogia, en el sentido primitivo y más etimológico de este vocablo. Y el demagogo, el conductor de muchedumbres —¿a dónde?—, suele ser un político que se asigna su propio lugar adecuado, su «right place».

Por ejemplo, al considerar el esfuerzo de llevar el teatro al pueblo que hacía La Barraca de García Lorca y otros, dice haber asistido «a las representaciones que los jóvenes estudiantes de la Barraca, dirigidos por el de veras joven García Lorca, van dando por lugares chicos y grandes, como había asistido a las de las Misiones pedagógicas. Hondo movimiento, no sólo pedagógico, sino en el derecho sentido de la palabra —no en el pervertido— demagógico, esto es: político».

En este contexto, Unamuno parece considerar que el pueblo, de algún modo, ama la demagogia, la espera, la desea. Como en el teatro y los cuentos, el público quiere que se repitan las historias ya conocidas, «tanto pedagogos como demagogos, guiadores de niños y de pueblos, aprendiendo de aquellos a quienes tratan de enseñar, aprendan el cuento que hay que contar a diario y dejen el hastío de la vida, que pasa al quedarse —se queda al pasar—, que se renueva al repetirse —se repite al renovarse—; » De hecho, los demagogos son pedagogos del pueblo, ‘otros niños'», sentencia.

Él mismo, a veces, parece desesperar de la democracia y alude a una imposición «liberal» de la cultura, un despotismo liberal, para que el pueblo pueda sacudirse de «los traductores de rebuznos » que pretenden gobernar desde las opiniones de un pueblo analfabeto y del sistema «desmembrativo» ligado al federalismo.

Unamuno se pregunta cómo se fragua la opinión pública y se responde que lo hace desde las opiniones de la minoría, la única parte capacitada de la nación para marcar el rumbo político, y que es opinión publicada en los diarios. Otra opinión que no se fragüe así es demagogia y no democracia.

No es tan definitivo como Ortega a la hora de la condena de la demagogia en sí misma como degeneración intelectual y divide a ésta en roja y blanca, pareciendo considerar —no lo explica—, que la roja es la demagogia de los progresistas y liberales y la blanca, la de los tradicionalistas. Tan demagogia es la una como la otra, cierto, pero ataca fieramente a la blanca «que se apoya en los votos de los que no leen ni periódicos ni otra cosa alguna».

El público al que se dirige esta demagogia blanca es la «beocia», la masa de tontos y estúpidos que en una nación existen y que recuerdan el retraso de aquella región griega respecto a la floreciente Atenas. «La beocia no opina, ni lee periódicos, ni aun vota —se firman las actas con supuestos votos—; mas cuando la caldean alguna vez se tira al monte. La beocia aborrece por instinto todo lo que se sale de su nivel, y todo lo que se aparta del cauce en que viene corriendo su pensamiento muerto, las apariencias de ideas que le han alojado en el cerebro, y es ese instinto de demagógica nivelación espiritual lo que atizan en ella los servidores de la tradición estancada.

Uno de los hallazgos de Unamuno, que vivimos de manera particularmente intensa en la España de hoy, es la demagogia que llamaremos «judicial», la desconsideración de toda presunción de inocencia por la obsesiva inclinación a ser jurado. Tomando la comedia de Aristófanes Las Abejas como referencia, destaca la manía de juzgar «y más que de juzgar, de condenar», que había hecho presa en los atenienses. De hecho, Unamuno consideraba que el ostracismo, exilio provocado por los tribunales populares, era un invento diabólico, tanto como la Inquisición, donde el fiscal es el diablo.

Otras veces, sin embargo, parece señalar la demagogia como degeneración moral y política tanto del demagogo como del pueblo. Los grandes mandones y déspotas se vengan así de los que por envidia piden opresión. ¿Y quién pide opresión? «Todas las masas rebañegas que reniegan de la libertad en rendición a la disciplina. Atacadas de manía persecutoria colectiva, de envidia demagógica pasiva, la de creerse y quererse enviados, reniegan de la libertad para poder perseguir —con achaque de defensa—, pues la envidia pasiva se hace activa. ‘Y muera el que no piense igual que pienso yo'».

Por debajo de la demagogia, late la envidia, la «pasión demagógica por excelencia», enfermedad común a pueblos democráticos y demagógicos como el griego y el español. Contaba Unamuno que una vez paseando por la plaza Mayor de Salamanca con Francisco Cambó, este le confesó que «la envidia nació en Cataluña». Pero la envidia que da vida a la demagogia no es la envidia que se defiende y es casi angelical, sino «otra envidia hipócrita, solapada, abyecta, que está devorando a lo más indefenso del alma de nuestro pueblo».

También es el analfabetismo, bien ya sea absoluto, bien sea funcional en cada área de la vida, el que favorece la mentira de la democracia y la demagogia. «Pocas mentiras hay en España, de las innumerables que nos envuelven y paralizan, más mentirosas que la mentira de nuestra democracia, entendida como una «oclocracia», una soberanía de las muchedumbres y de las muchedumbres analfabetas», resuelve.

Cuando se refiere a Joaquín Costa, como ejemplo de personaje soberbio y endiosado con escasa paciencia para soportar a contradictores, defiende su comportamiento valeroso y honesto, no hipócrita ni demagógico. Es más, se proponía a sí mismo continuar la batalla del aragonés de Monzón contra las miserias, la mayor de ellas «la del embuste y la insinceridad sistematizados. Siendo lo peor que todos estamos en el secreto. Hay miedo de decir la verdad, un miedo cerval, y más que miedo a perder ventajas de posición y de fortuna, miedo a que se le atribuyan a uno móviles bastardos».

Sobre estos mimbres, sitúan su acción los verdaderos demagogos siendo los presuntos maestros del pueblo, lo engañan mediante la gran mentira, a saber que «cuando se instruya y eduque, y sea más culto y más inteligente, vivirá con más facilidad, más comodidad y más abundancia.» Pero la verdad es que «para que un pueblo se haga más culto necesita trabajar más y gozar menos; aumentar su trabajo y aumentar los tributos. Hay que repetir la vieja sentencia: Quien añade ciencia, añade dolor… lo que Santa Teresa llamaba dolor sabroso».

Sin embargo, contra la demagogia no hay más arma que la cultura. «Libertad y democracia significan, pues, en cierto respecto, cultura y aristocracia. Aristocracia, sí, no rehúso el dictado por pervertido que esté. Y si alguien nos preguntara quién define esa cultura cuya imposición a nuestro pueblo juzgo el único camino de verdadera libertad, nuestra rotunda y categórica respuesta debe ser : ¡nosotros!¿Y quiénes sois vosotros? Los que tenemos fe en nosotros mismos y fe en la cultura…, el ideal de la cultura europea moderna… sólo la imposición de la cultura puede borrar el caciquismo y la demagogia».

Y apunta lo que debe ser un comportamiento anti demagógico, en sentido tradicional: «Discrepamos en nuestros juicios y convicciones unos de otros, pero, al menos, se nos debe exigir a todos honradez mental, lealtad y un santo odio a todo falseamiento, a toda insinceridad y a toda insidia, por definidoras que sean». (Sobre la tumba de Costa, febrero, 1911).

Fuente del Artículo:

https://www.libertaddigital.com/cultura/2018-07-15/pedro-de-tena-unamuno-demagogia-demagogia-y-pedagogia-85534/

ove/mahv

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