Por: Iliana Lo Priore.
Es fácilmente constatable que producto de los efectos devastadores del COVID-19, junto a las consecuencias del aceleramiento y estallido de la crisis económica contenida que están provocando el colapso productivo, financiero, recesión internacional, desempleo masivo, incremento abrupto de la pobreza, etcétera, a escala planetaria, la mayoría de los seres que habitamos el mundo nos une el deseo de que el “modelo civilizatorio” industrial-extractivista-especulador-depredador de la naturaleza y de las vidas humanas debe ser sustituido por otro modelo radicalmente diferente que se oriente en función de restablecer los equilibrios en la naturaleza (evitando su explotación indiscriminada, el calentamiento global, …) y en la vida social (estableciendo la justicia, la igualdad, la equidad, el bien común, entre otros). Entendiendo que somos naturaleza socializada y no permitiendo que se conciba a la naturaleza y a nosotros(as) como recursos explotables por quienes solamente piensan y actúan arbitrariamente desde posiciones de poder dominante en su propio beneficio económico en detrimento de todo lo demás.
La pandemia ha revelado el alto grado de deshumanización al que se ha llegado entre nosotros, la mayoría de los que fallecen y padecen las patologías son seres que han carecido de la atención y el apoyo debido, por un lado, al desmantelamiento y la debilidad institucional de los servicios de salud públicos, y, por el otro lado, a una concepción ideológica perversa sobre el derecho a la vida que la niega a los más débiles por indefensos y desvalidos. Se ha llegado a tal extremo que a las personas de mayor edad se les excluye de la atención requerida (respiradores, ventiladores, etcétera), condenándolos así a la muerte porque la ideología depredadora prevaleciente considera que ya no son vidas o recursos útiles productiva o económicamente. Por consiguiente, puede afirmarse que mientras el COVID-19 nos iguala a todos en su ataque porque no discrimina, la inhumanidad prevaleciente lo utiliza para desigualar el derecho vitalista a una atención médico-asistencial digna para todos por igual.
En atención a esa lógica perversa sobre la vida que la depreda sacándole el mayor provecho económico a los cuerpos mientras sean útiles a lo largo de su trayecto vital y luego los desecha, las grandes potencias con consorcios industriales farmacológicos están envueltas en una rivalidad comercial-competitiva para sacar al mercado la vacuna antiviral con el fin de acumular las mayores sumas de ganancias posibles. Ven la pandemia como una oportunidad más para sacar provecho de ella, al margen de cualquier consideración humanitaria.
No obstante todo lo dicho, quienes resienten los efectos deshumanizadores desde su auténtica sensibilidad humana en todos los países, sintiendo y sintiéndose juntos trascendiendo la mera mediática de lo virtual, han iniciado un proceso de reimaginar el mundo total y radicalmente distinto en sus diversos aspectos: económicos, sociales, políticos, ambientales, sanitarios, educativos, éticos, etcétera. Un mundo transformado, no tan solo mejorado, sino un mundo-otro. Imaginarios alternativos que están configurando deseos de cambios reales, estructurales, de raíz, que envuelven otros modos civilizatorios posibles que reivindiquen principalmente el derecho, no tan solo jurídicamente, a tener una vida digna para todos. En donde la muerte no nos acose permanentemente con guerras, invasiones, explotación, depredaciones, crisis económicas permanentes, injusticias, desigualdades, discriminaciones y exclusiones, hambre de millones de niños(as), fallecimientos por enfermedades curables, calentamiento global, pandemias, etcétera. Por esto, esos deseos hay que avivarlos como las llamas de las fraguas forjadoras de las piezas artísticas con diseños y formas transfiguradas de la realidad haciéndolos permanentes en el tiempo para se concreten en variadas y diversas formas de existencia realizadoras como obras ético-estéticas prefiguradas por los imaginarios renacientes indicados.
En ese sentido, hay que incentivar y motivar sin manipular la imaginación infantil y de la juventud para que se transforme también en deseo orientador de su sensibilidad y conciencia autónomas. Ellos poseen mayor flexibilidad senti-pensadora por no tener tan enclavadas mentalmente las limitaciones ideológicas impuestas por los poderes e intereses dominantes que reprimen en los adultos imaginarios más libres. En estos momentos no hay tarea más importante que esa a la hora de pensar en los desafíos educativos que confrontamos debido a las cuarentenas impuestas por la pandemia. Todas las demás tareas educativas debieran articularse alrededor de ésta. La urgencia de otro mundo posible está en juego, y niños(as) y jóvenes pueden ser sus recreadores. La CONSTRUCCIÓN DE IMAGINARIOS y el DESPLIEGUE DE SUS DESEOS, junto al COMPROMISO DE CONCRETARLOS EN EL FUTURO INMEDIATO, pueden contrarrestar el miedo que se está induciendo de manera inconveniente a los cuerpos de los(as) demás y a su implicación disociadora en la vida social comunitaria con ello(as), basándose paradójicamente para lograrlo, en la angustia y desesperación por los encuentros deseados con los(as) otros(as) que produce la cuarentena o el aislamiento. Los imaginarios y sus deseos prefiguraran con toda seguridad la implicación del nosotros comunitario, el co-estar existencial en el mundo, en sus proyecciones de realización social ayudando a superar el egocentrismo, el individualismo y el narcisismo por asociales.
La reflexión no solo coloca la educación en el debate público glocal, sino que pone como imprescindible en la discusión la urgencia de soñar, reinventar y ejercer el derecho a una educación-otra que ayude en la construcción del mundo necesario para los nuevos tiempos deseados.
Si se logra articular en la “educación pandémica” de hoy día la imaginación, en cuanto capacidad de hacer presente lo inexistente, lo no experimentado o ausente por medio de imágenes anticipatorias, con el deseo afirmado pulsionalmente en el eros afectual y con el compromiso ético-estético afianzado en la empatía (por ejemplo, a través de la creación de cuentos o narraciones literarias sobre pandemias anteriores que por medio de tramas hechas, con base en los conflictos de pares ético-estéticos reales opuestos, promovieran identificaciones trascendentes: pudiera ser una guía de referencia, la novela de José Saramago, La Ceguera, entre otras, así como la creación de historias, música, expresiones plásticas, danzas, movimientos, vivencias con el cuerpo y su interacción con otras corporeidades, … experiencias no reproductoras que le den sostenibilidad a la imaginación), así se cimentará la esperanza y la confianza en la transformación del devenir de otro mundo posible configurado por relaciones sociales radicalmente diferentes o verdaderamente humanizadoras de la vida natural y naturalizadoras de la vida social.
¡REIMAGINEMOS EL MUNDO!
Palabras claves: derecho a una educación-otra, imaginación recreadora, deseo del eros afectual, compromiso ético-estético, empatía.
ilianalopriore11@gmail.com
Imagen tomada de http://www.radiomambi.icrt.cu/