Brasil: Esta es Dani, la joven indígena lesbiana que defiende los derechos LGTB en la Amazonia

América del sur/Brasil/27 Junio 2019/Fuente: El país

Dani, una activista para la preservación de la jungla brasileña, es la protagonista del segundo capítulo de la serie ‘Rainforest Defenders’, que presenta el retrato de cinco líderes que defienden su territorio

Dani es una joven activista riberina de 21 años. Pero, para convertirse en lo que hoy es, ha realizado un difícil y valeroso ejercicio de búsqueda de identidad que no se entiende sin comprender el contexto en que tuvo lugar.

Muchas de las comunidades que habitan las riberas del río Tapajós, como en tantos otros asentamientos a lo largo de la inmensa cuenca amazónica brasileña, se definen como riberinas, y engloban la diversidad étnica de sus pobladores, fruto del mestizaje entre indígenas, afro-descendientes y blancos de origen europeo, sobre todo ibérico, en múltiples cruces interétnicos a lo largo del tiempo.

Actualmente, definirse como indígena es una cuestión de autoafirmación, pero en muchas comunidades a lo largo de este caudaloso afluente del río Amazonas, la mezcla es tan antigua y dinámica que puede resultar imposible escoger una etnia a la que afiliarse.

Pero cuando el territorio está amenazado por mineras, madereros, el agronegocio y por la apropiación de tierras no tituladas, muchas comunidades han hecho ese ejercicio de autoafirmación y autodemarcación del territorio, demostrando que ocupan esos lugares desde un tiempo suficiente como para reclamar su propiedad al Estado. Conseguir su titulación es la única garantía para evitar ser expulsados de ellas; normalmente, por propietarios de negocios que explotan los abundantes recursos naturales que alberga la región.

Otra vía efectiva para la protección de poblaciones en estos territorios ha sido la declaración de Reservas de Conservación, sean estas permanentes (como las Reservas Biológicas o Parques), o Reservas de Usos Sostenibles, como las reservas extractivistas (Resex) o las Florestas Nacionales (Flona).

En una Flona se ubica la comunidad de Prainha, hoy dividida entre Prahina I y Prainha II. El haber alejado la amenaza exterior a través de la protección relativa que proporciona el vivir dentro de una Floresta Nacional, le permite a la comunidad centrarse en cuestiones internas como la que les ha llevado a constituirse en dos comunidades diferenciadas.

Vista aérea de las plantaciones de soja en el linde del área reconocido como Floresta Nacional en el bajo Tapajós, donde vive Dani.
Vista aérea de las plantaciones de soja en el linde del área reconocido como Floresta Nacional en el bajo Tapajós, donde vive Dani. PABLO ALBARENGA

Detalle de una de las plantaciones de soja junto a la Flona donde vive Dani.
Detalle de una de las plantaciones de soja junto a la Flona donde vive Dani. PABLO ALBARENGA

En Prainha II es donde vive Dani, una valerosa joven que ha realizado un intenso ejercicio de búsqueda de identidad que la llevó al reconocimiento de que es homosexual, lo que escondió durante largo tiempo, reprimida por su familia, la comunidad y también la iglesia.

Para Dani, realizar este ejercicio de reconocimiento dentro de la comunidad resultó prácticamente imposible durante demasiado tiempo. A la importante presencia de iglesias evangelistas de tinte conservador, expandidas con suma eficacia por todo Brasil (en el caso de Prainha II, se trata de la Iglesia Adventista del Séptimo Día), se suman estructuras culturales tradicionales donde la sexualidad está firmemente controlada y explorar cualquier vía alternativa resulta prácticamente inviable. El reparto de roles entre géneros es asimétrico y el control del vínculo sexual y reproductivo a través del matrimonio, muy férreo. En este entorno, la violencia y el abuso sexual es un fenómeno frecuente entre familias y comunidades, donde queda soterrado por el silencio y la ocultación.

En este marco, el viaje de Dani, víctima ella misma de violencia sexual, ha sido muy difícil. Pero a través de su implicación en un colectivo de jóvenes activistas, coordinado por la asociación de jóvenes ambientalistas Engajamundo, ha encontrado el espacio de libertad para expresar libremente su homosexualidad. Reconocerse públicamente como miembro de la comunidad LGTB+ se convirtió en un factor de empoderamiento y en una vía para su compromiso con esta y otras causas importantes para la comunidad.

“Mis luchas aquí no son pocas”, cuenta Dani. “Primeramente, por la preservación del área de conservación de la que forma parte la Flona en la que vivimos, que está rodeada de sojeiros[cultivadores industriales de soja]. Por todas partes nos llega la polución de los agrotóxicos y el avance del gran sojeiro, que ya amenaza a varias comunidades vecinas. Poder vivir en este área maravillosa y protegerla, esta es la primera lucha”.

“Pero yo estoy implicada en otra lucha”, continua con determinación. «Por la sexualidad, un tema que no es abordado en las comunidades, ni en la escuela, ni en las familias. Aquí era imposible asumir por mis propios medios el hecho de ser lesbiana. Por suerte pude hacerlo través de un ejercicio donde exploramos otras formas de lucha y pude traer esta discusión a la escuela donde yo estudié a los 16 y 17 años. Fue el periodo en el que sufrí más. Sufrí en las comunidades, sufrí en la escuela, sufrí en la familia”.

“Hasta hace poco tiempo, me sentía una persona incapaz, me sentía una basura, la verdad”, dice Dani con la emoción que trae el recuerdo del sufrimiento. “Yo sentía que no era nadie, parecía un saco abandonado. No era nadie, pero nadie, la verdad”.

Dani y algunos amigos posan para un retrato en el margen del río Tapajós tras finalizar una actividad reivindicativa de los derechos LGBT+.
Dani y algunos amigos posan para un retrato en el margen del río Tapajós tras finalizar una actividad reivindicativa de los derechos LGBT+. PABLO ALBARENGA

Poder pasar de la represión, la frustración, la depresión y los intentos de suicidio al orgullo de reconocerse fue un paso determinante en la vida de Dani, hoy convertida en militante de la causa LGBT+. “El hecho de que pueda golpearme en el pecho y decirme que yo soy una inspiración para otros, es un orgullo. El que un joven dijese el otro día: ‘Yo voy hacer lo que hizo Dani’. Eso fue un privilegio muy grande para mí. Una felicidad”.

Para esta joven menuda, pero desafiante, el vínculo entre la lucha por la sexualidad y la causa ambientalista de defensa del territorio está muy claro. Ambas luchas son muy duras en estas comunidades del bajo Tapajós: “Si tengo la fuerza para combatir los prejuicios ante la sexualidad, tendré la fuerza necesaria para combatir la invasión de las grandes explotaciones de soja que devoran la floresta, que retan a las comunidades y que rodean nuestra Flona, amenazando con asfixiarla”.

Para Dani, ambas causas están íntimamente ligadas entre sí. “Porque yo soy ahora una resistente”, dice. “Si resistí la represión de mi sexualidad, resistiré la invasión de mi territorio por parte de los sojeiros. Esto lo tengo claro”.

Este vínculo entre existir y resistir es común entre los jóvenes activistas, ya sean riberinos, indígenas o afrodescendientes, a lo largo del río y en el interior de la selva.

Dani lava su ropa en la comunidad de Prainha II, donde vive, dentro de la reserva Floresta Nacional de Tapajós, Pará, Brasil.
Dani lava su ropa en la comunidad de Prainha II, donde vive, dentro de la reserva Floresta Nacional de Tapajós, Pará, Brasil. PABLO ALBARENGA

Dani se muestra muy lúcida en la descripción del proceso de concienciación de estas comunidades amazónicas, alejadas de los núcleos urbanos y relativamente aisladas, autónomas en su funcionamiento. Tanto frente a las amenazas de invasión del territorio y contra el medio ambiente, como ante sus sistemas sociales cerrados, que están dominados por estructuras tradicionales que vienen de lejos.

Pero entre todas las amenazas descritas y percibidas, Dani es consciente de que la mayor de todas ellas proviene de la coyuntura política derivada de la elección, en noviembre de 2018, del nuevo presidente del país, Jair Bolsonaro: “Hoy en día, lo que da miedo es el momento político que está viviendo Brasil. Ahora mismo, yo tengo miedo de salir de casa por culpa de algunas personas, por culpa del prejuicio dominante. Yo puedo salir de casa un día y puedo no volver. Yo puedo salir de casa andando y regresar en una silla de ruedas. Este es mi mayor miedo”.

Bolsonaro ha manifestado claramente su intención de frenar a los activistas porque son ellos los que levantan la conciencia sobre los enormes daños que la economía depredadora y la deforestación masiva vienen causando en áreas enormes de la Amazonia; y que, ahora que los hacenderos, los ruralistas y las grandes empresas sienten que cuentan con carta blanca al amparo del nuevo gobierno, pueden causar el mayor de los desastres.

Bolsonaro tiene también claro que acabar con los activistas que defienden sus derechos, ya sea como pueblos originarios, cuya arma es su autoafirmación indígena, o a través de la defensa de su afrodescendencia, o de la causa LGTB+, es acabar con el germen de toda resistencia a un proyecto destructor. Sucesos recientes de agresión a personas LGTB+ en las calles de ciudades brasileñas, como ha sido el caso de Luana Trans en Santarém, están generando una atmósfera de violencia contra estos colectivos muy peligrosa, haciendo que el miedo gane espacio a la vez que las libertades se están viendo reducidas aceleradamente.

Antes de participar en acciones con los demás activistas de la región, Dani, en la soledad de su desamparo, había entrado en una dinámica de autodestrucción muy peligrosa. Verse reconocida es lo que ahora le da una fuerza indomable que proyecta, no solo en la lucha contra la homofobia, sino también contra el racismo y contra la violencia sexual, que vienen a sumarse a la causa medioambiental frente a las amenazas del agronegocio.

La obsesión de Bolsonaro por combatir a estos activistas les da precisamente toda la razón para persistir en su lucha, más que nunca: sin su valerosa acción en el territorio, la homofobia, el racismo, la violencia de género, la violencia contra las minorías y la economía depredadora sin escrúpulos no tendrían límite alguno. Dani está aquí para recordárnoslo.

Imagen tomada de: https://ep01.epimg.net/elpais/imagenes/2019/06/06/planeta_futuro/1559827900_555093_1559830626_sumario_normal.jpg

Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/06/06/planeta_futuro/1559827900_555093.html

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Efecto dominó en Amazonia

Por: Margarita Pacheco.

La deforestación abierta y sin control en la Amazonia colombiana, las perspectivas de “progreso” anunciadas por el próximo gobierno brasilero para la región, y la tímida posición de políticas de Estado para la defensa de los derechos de la Amazonia, prende las alarmas frente al probable efecto dominó que se vislumbra a corto plazo, al otro lado Río Amazonas que marca la frontera.

Informa la Gran Alianza contra la Deforestación, que la palma de aceite, tan ilegal como la coca, está haciendo estragos en las selvas del Guaviare. Existen denuncias contra el gobernador pero sigue tan campante.  La Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible FCDS, en alianza con Semana Sostenible y Bomba Estéreo y el apoyo de Noruega, alerta por redes sociales, en tiempo real, la dramático pérdida de biodiversidad y la pasividad del Estado ante estos delitos. Los delincuentes siguen sueltos, olímpicos, haciendo estragos a lado y lado de la frontera.

En la amazonia colombiana se vive una nueva colonización a la brava, que combinada con la anunciada en el Brasil, se convierte en catástrofe planetaria,  pelando el bosque para meter vacas, palma de aceite, coca, oro, petróleo y minerales, entre otros. Hacendados protegidos por el manto de corrupción que invade la selva,  también están exentos de impuestos y de IVA, y avanzan sin compasión, poniendo en alerta roja el cumplimiento de las metas del Acuerdo de Paris, los Objetivos de Desarrollo Sostenible, del Convenio de Diversidad Biológica, y la misión del Tratado de Cooperación Amazónica.

Esta región estratégica para enfrentar la crisis climática del Antropoceno, exige de de cada país de la cuenca, acciones mejor armonizadas para optimizar los apoyos millonarios de la cooperación internacional que están en curso de ejecución en Putumayo, Amazonas, Caquetá, Guainía, Guaviare, Vichada y poblados limítrofes en cuatro fronteras. Sin embargo, ojo con el efecto dominó  de Brasil hacia Perú, Colombia, Ecuador y Venezuela, amenazados por posibles flujos migratorios ante la aterradora política de expansión agroindustrial en los departamentos amazónicos del Brasil.

Para evitar sorpresas y prevenir más desastres socio-ambientales, Colombia debería revisar su agenda internacional amazónica. El canal institucional que ya es cuarentón y tiene su Secretaria Permanente en Brasilia, es el Tratado de Cooperación Amazónica (TCA). Es hora de ponerle pilas y exigirle mayor presencia frente a los problemas en curso y los que se avecinan. La misión del TCA en el papel es loable, pero debe ser evaluado en territorio bajo las condiciones políticas actuales, para una acción concertada entre los ocho países miembros: Brasil, Venezuela, Colombia, Perú, Ecuador, Guyana, Surinam y Bolivia.

En la actual sede en Brasilia, el TCA parece estar lejos de moverse con libertad y enfoques diferentes al del país anfitrión. Desde su creación en 1973, ahora se enfrenta a la disyuntiva de cuál será la ruta de apoyo a la colonización agroindustrial de la selva, bajo el peligroso enfoque de “progreso”, con cientos de Pueblos Indígenas que no quieren vivir de regalías ni de migas envenenadas que va dejando la minería en la selva.

Qué posición tomarán los países que conforman el TCA ante la dinámica actual y la amenaza promovida por Brasil en la cuenca amazónica?

El presidente Bolsonaro cuestionó el Acuerdo de París alegando que ponía en peligro la soberanía nacional, desestimó el trabajo de organizaciones ambientales y afirmó que no habría “ni un milímetro más de tierras para los indígenas». ¿Será esa la ruta dominante en la agenda del TCA, o se irá en contravía con los principios de paz territorial y desarrollo rural sostenible que apoyan el Fondo Europeo para la Paz en asocio con autoridades locales, regionales y  comunidades locales?

La Unión Europea, países miembros, Noruega y recientemente Hungría, aportan a Colombia más de 95 millones de euros (unos 250 mil millones de pesos). Este Fondo tiene entre sus objetivos apoyar el desarrollo rural integral de las zonas más afectadas por el conflicto y la reincorporación social y económica de excombatientes. El director de Corpoamazonia Alexander Mejía, coordinador de uno de los proyectos en el Putumayo, lamenta hoy que el bosque no  haya hecho parte del Desarrollo Rural Integral del Acuerdo del Estado con las FARC.

Si mismo Estado apoyó la “colonización dirigida” dando alicientes para “tumbar monte y hacer mejoras”, hoy muchos de los hijos de colonos escapados de la violencia andina, se asocian para proteger bosques y  hacer pedagogía con otros campesinos. El Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI ha sido líder en convocar a muchos de ellos para la restauración de suelos y adelantar modelos agro-silvo-pastoriles para la sostenibilidad de la Amazonia. Esas buenas prácticas en curso deberían ser de gran utilidad para otros países del TCA, con procesos de deforestación similares al de la Amazonia en Colombia.

Si Brasil pone en marcha propuestas de campaña como reducir el tiempo para la concesión de licencias ambientales, (que Colombia llamó escandalosamente licencias exprés), acabar con las multas a grandes multinacionales que comprometen la salud y conservación de territorios ancestrales, y si se limitan las fronteras de expansión de Pueblos Indígenas y comunidades en aislamiento voluntario, es posible que se genere un nuevo flujo migratorio transfronterizo, provocando desplazamiento de poblaciones. La experiencia de acaparamiento de tierras de los Nukak Maku en  el Guaviare, desplazando familias nómadas de su hábitat es una tragedia que no debe repetirse. Este es un riesgo alto para la región, como una mecha encendida que terminaría en polvorín en los pueblos de las fronteras de Colombia en la cuenca amazónica.

Es entonces el momento de debatir, en el marco del TCA, propuestas de política de cooperación transamazónica, no tanto en diálogo cerrado entre diplomáticos encorbatados sino abriendo el debate y asociando a líderes que viven en la región y conocen la complejidad de intereses que se mueven en la Amazonia. Urgen vientos de cambio en la gobernanza de la cuenca, renovando la misión y representatividad en las comisiones negociadoras en Brasilia. Se necesita un vuelco en la diplomacia amazónica.

Sería oportuno que Colombia se propusiera ser sede de un nuevo Secretariado Permanente de la OTCA y pedir la rotación de la sede a una ciudad amazónica de Colombia. Leticia, Florencia o Mocoa podrían ser sedes para abordar la nueva realidad. Sería un reto para negociadores de la Cancillería, conocedores de la problemática, para llevar esa propuesta al Consejo de Ministros de países amazónicos, antes de que sea tarde y las políticas neo-colonizadoras cojan vuelo y afecten a los demás territorios.

 

¿Qué líderes amazónicos participan en la Comisión Permanente de Colombia ante el TCA y cuál será la agenda, ante las perspectivas de “progreso” de la ultraderecha brasilera?

En plena discusión política de la Ley de Financiación, es oportuna la propuesta del Profesor Germán Poveda (1) de impulsar la penalización económica de la deforestación e imponer un impuesto a la ganadería extensiva y a los cultivos de palma de aceite y otros monocultivos extensivos que la propician. Poner impuestos permanentes a la quema de combustibles fósiles ya es una recomendación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional. Así, el IVA debería aplicarse también a la coca, la leche, carne y tierras notariadas en baldíos de la Nación.

Si se pudiera negociar un nuevo capítulo de vida del Tratado de Cooperación Amazónica, Colombia tendría la oportunidad de proponerse como sede para defender sus propios compromisos en las agendas internacionales. El Instituto Amazónico de Investigaciones Científicas SINCHI y su sede principal en Leticia  podrían aportar valiosos insumos para una estrategia de cooperación, más robusta.

En la Amazonia colombiana hay personal altamente calificado para asumir retos y apoyar la cooperación bilateral y la eventual nueva sede de la OTCA en Colombia. La joven Gobernadora del Putumayo Sorrel Arroca, el Alcalde de Orito, Manuel Eduardo Ociró Carabalí, hijo de la migración del Pacífico al Putumayo, mujeres indígenas líderes como Luz Marina Agreda Chindoy del Pueblo Camentsa, expresan con entusiasmo la defensa de la paz y el potencial que tienen los productos del bosque en los mercados nacionales e internacionales. Ellos y ellas, organizaciones de Autoridades Indígenas, científicos, conocimiento ancestral sobre la biodiversidad, fundaciones y ONGs establecidas en la Amazonia, deberían reclamar una mejor representación de sus intereses en la Comisión Nacional Permanente ante la OTCA y dar mayor visibilidad a conocimientos acumulados.

Las universidades con sedes en ciudades amazónicas, Corpoamazonia y el SINCHI, Fundación Tropenbos Colombia, Fundación Gaia, Puerto Rastrojo,  Omacha, Natura, Akayu y otras tantas ONGs locales, nacionales e internacionales comprometidas, mantienen diálogos abiertos con una multiplicidad de actores sociales en poblados selváticos, en ríos y valles en la alta montaña andino-amazónica, en un todo conectado. Muchos de los proyectos de cooperación internacional y de ONGs están hoy dispersos en el vasto territorio, requieren mejorar la comunicación entre ellos, la  comunicación e interlocución entre las comunidades y la institucionalidad. Este reto es parte de la agenda estratégica del desarrollo rural integral en la selva.

Urge el reconocimiento de una Amazonia con derechos, capacitar y educar con propuestas que permitan otros enfoques del desarrollo endógeno de la Amazonia y mitiguen impactos destructivos.  La región Amazónica se encuentra intervenida por instituciones privadas y gubernamentales del ámbito regional nacional e internacional con diferentes programas, proyectos de cooperación, procesos organizativos, desplazamientos y actividades ilegales. El Estado podría tener mayor presencia para evitar atentados contra la integridad y conectividad del ecosistema, proteger la cosmovisión de sus pobladores ancestrales, su armonía física, espiritual y ambiental.

La gente reclama la necesidad de dar cumplimiento a las normas especiales como contar con el consentimiento libre, previo e informado, realizando el debido proceso de concertación y consulta involucrando a los diferentes pueblos indígenas, convocando a las autoridades tradicionales de las comunidades, cabildos y / u organizaciones indígenas, de manera que las acciones proyectadas contribuyan realmente al fortalecimiento político, social, económico, cultural de las etnias. Es un derecho inalienable.

En la región existe una diversidad de organizaciones con orientaciones interculturales, en ocasiones se agrupan y representan a comunidades indígenas ante las diversas instituciones públicas y privadas. Según el portal de Corpoamazonia, en Amazonas existen 14 organizaciones, en el Putumayo 16 y 4 en el Caquetá. Los pueblos indígenas del Sur de la Amazonía Colombiana se caracterizan por tener sus propios sistemas tradicionales de autoridad, enseñanza y aprendizaje, de salud – medicina tradicional, manejo ambiental, entre otros. Estas particularidades están reconocidas por las leyes colombianas y los acuerdos internacionales y están siendo respetadas y valoradas por los programas de cooperación que se ejecutan con recursos del Fondo Fiduciario para la Paz de la Unión Europea en Colombia y países miembros.

Este fondo y la cooperación húngara dieron nacimiento esta semana a un nuevo proyecto de cooperación llamado “Implementación de alternativas sostenibles y Eco-amigables en Putumayo”. Este y otros proyectos en curso en diferentes municipios en la región apoyan el desarrollo social y económico entre comunidades locales, víctimas y excombatientes. En el Putumayo, los municipios de Puerto Guzmán, Puerto Leguízamo, Orito, San Miguel, Puerto Asís y Mocoa se verán beneficiados por estos proyectos, bajo la coordinación de Corpoamazonia.

Ojala el Tratado de Cooperación Amazónica, en una sede renovada fuera de Brasil, apoye la coherencia de acciones en curso entre países que comparten culturas, ríos y selvas con fronteras invisibles, ante el peligro de una situación política que puede tener rápido efecto dominó.

  1. El Tratado de Cooperación Amazónica (TCA) se creó el 3 de julio de 1978 con ocho países amazónicos, buscando promover la investigación científica y tecnológica y el intercambio de información; la utilización racional de los recursos naturales; la libertad de navegación de los ríos amazónicos; la protección de la navegación y del comercio; la preservación del patrimonio cultural; los cuidados de la salud; la creación y operación de centros de investigación; el establecimiento de una adecuada infraestructura de transportes y comunicaciones; el incremento del turismo y el comercio fronterizo.
  2. Poveda, Germán. Para cumplir con Acuerdo de Paris, Colombia debe penalizar la deforestación. UN Periódico digital. Universidad Nacional de Colombia. 7 nov de 2018

Fuente del artículo: https://www.semana.com/opinion/articulo/efecto-domino-en-amazonia-columna-de-margarita-pacheco/590054

 

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