América del Sur/Argentina/10.07.18/Por Daniel Marzal/Fuente: www.rionegro.com.ar.
Arduos y extensos debates precedieron a la incorporación de los derechos del pueblo mapuche y los demás pueblos originarios en la Carta Orgánica Municipal de Bariloche, aprobada hace 11 años. Fue un primer logro.
En junio de 2015 llegó otro paso con la aprobación de la ordenanza por la cual Bariloche se reconoció como “municipio intercultural” y estableció las bases para desarrollar políticas públicas basadas en “el respeto, filosofía y cosmovisión ancestral mapuche”.
Esa última normativa acaba de cumplir tres años, pero en la evaluación del Espacio de Articulación Mapuche, cuyos miembros integraron la mesa de diálogo que gestó el texto, los resultados son desalentadores.
“La ordenanza se construyó en conjunto, pero fue difícil, cuesta que el poder político entienda”, aseguró Sanmartiniano Painefil, uno de los miembros del Espacio de Articulación.
Nicolás Rodríguez, de la misma agrupación, dijo que se trató de “un proceso histórico”, cuyo valor reside en el “reconocimiento del despojo territorial llevado a cabo por el Estado argentino” y la voluntad expresada por ambas partes de constituir mecanismos de integración sin acentuar los antagonismos.
Pero hasta ahora casi nada funcionó de acuerdo con lo esperado. Painefil señaló que la intención era buscar una “construcción en conjunto” de las políticas de interculturalidad, “pero costó introducir los temas, porque hay mucho desconocimiento”.
Primero debieron convencer a los gobernantes de que no buscaban la creación de una dirección específica o un espacio burocrático con cargos rentados. Apenas pretendían lograr la inclusión de proyectos educativos, de comunicación y de turismo en los planes de gobierno y en el presupuesto anual del municipio, pero la respuesta fue casi nula.
A fines de 2015 presentaron propuestas concretas que contemplaban una inversión de 3,6 millones de pesos en distintas iniciativas y la única asignación aprobada por el poder político municipal para el ejercicio 2016 fue de 150.000 pesos. Con el actual intendente Gustavo Gennuso tuvieron un par de contactos al comienzo de la gestión, pero después el vínculo se enfrió y la “interculturalidad” sigue consagrada en el papel, pero sin mayores avances.
Pocos recursos
Otra integrante del espacio, Vanesa Gallardo Llancaqueo, dijo que “el planteo de la ordenanza es sobresaliente” y destacó especialmente el artículo 2, que fue incluido como reaseguro para que no quede todo en una mera declaración.
Dice allí puntualmente que el municipio “arbitrará los medios y recursos económicos necesarios (…) para fomentar políticas públicas interculturales”.
Pero en los hechos esos recursos nunca aparecieron. Pasaron tres años y los presupuestos sólo incluyeron partidas simbólicas. “Además, nunca tuvimos incidencia en administración de ese recurso”, dijo Gallardo.
En el presupuesto 2018 la partida para “municipio intercultural” es de 633.000 pesos. Mucho menos de lo que sería indispensable, de acuerdo con el Espacio de Articulación. Uno de los proyectos que quedó trunco, dijo Painefil, es un relevamiento de las 11 comunidades asentadas en el ejido.
Pese a todo, el Espacio de Articulación no baja los brazos. Con algunas escuelas y otras organizaciones de la comunidad lograron desarrollar actividades de interculturalidad muy valoradas y también realizaron en el Centro Cívico en enero pasado un Trawutuaiñ (Encuentro para reencontrarnos) para oponer a la “escalada de violencia que sufren las comunidades y para contarle a la gente que el pueblo mapuche no es terrorista”.
En esa ocasión muchos turistas se acercaron a participar e incluso desde la secretaría de Turismo municipal debió pedirles volantes para repartir, porque el municipio no los tiene y nunca los previó.
“Nosotros presentamos los mismos seis proyectos a los dos gobiernos (el anterior y el actual), para generar actividades interculturales en la escuela de Arte La Llave, los gimnasios, los jardines municipales, que contemplaran la cosmovisión del pueblo mapuche y la enseñanza del mapuzungun, pero nada se pudo concretar”, dijo Painefil.
Sólo hubo hace dos años un espacio de capacitación para empleados municipales de Acción Social y de Turismo, que logró gran respuesta. “Fue algo que quedó trunco, este gobierno no lo siguió”, sostuvo el dirigente.
La recuperación territorial
El Espacio de Articulación Mapuche integra a miembros de algunas comunidades y muchos “peñi” urbanos que no se referencian con ninguna. Sus integrantes creen que falta mucho todavía para superar el recelo, porque el “Estado continúa en la tarea de construir un enemigo interno” y hace muy poco por garantizarle a los pueblos originarios el acceso a “tierras aptas y suficientes para su desarrollo”, como manda la Constitución.
“La pregunta no es por qué se producen los conflictos, sino qué está haciendo el Estado para cumplir las leyes –subrayó Gallardo Llancaqueo–. El avance de las multinacionales, las megamineras, el petróleo y la especulación inmobiliaria sobre el territorio es muy evidente”.
Sobre la ordenanza de interculturalidad, afirmó que “no se a avanzado en la reglamentación, no hubo apertura para que eso suceda”.
La bandera mapuche o wenufoye fue incorporada al protocolo del Concejo Municipal en marzo de 2017. La concejal Cristina Painefil lo rescató como un ejemplo de las políticas de interculturalidad que –según dijo– “en muchos casos se cumplen, aunque no se publiquen”.
En abril pasado el intendente Gustavo Gennuso firmó un acuerdo con la comunidad Tacul Cheuque, para la protección del patrimonio natural y el impulso del turismo cultural en el parque municipal Llao Llao.
Gennuso dijo que el Estado nacional les reconoció hace años a los Tacul la titularidad de 6,5 hectáreas en ese lugar y faltaba acordar “una instancia de trabajo conjunto con el municipio”, dado que se encuentran asentados dentro de un área protegida.
La concejal Painefil afirmó que el Ejecutivo “ha hecho mucho” para llevar adelante la ordenanza de interculturalidad.
Señaló que el trabajo es arduo porque “hay ataques permanentes” contra los pueblos originarios y una “xenofobia radicalizada”, especialmente después de “algunos hechos violentos de una minoría, que fueron un retroceso”. Vanesa Gallardo Llancaqueo también afirmó que Bariloche “lamentablemente es una ciudad racista”, y en el último tiempo “se ha consolidado una valoración negativa del pueblo mapuche”.
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