Por la Internacional de la Educación
Un nuevo estudio elaborado por la Internacional de la Educación pone de manifiesto el inmenso desafío al que se enfrentan las autoridades italianas y el personal de educación para ayudar a los miles de menores no acompañados a integrarse de manera segura en la sociedad una vez que llegan a las costas europeas.
De los 28 223 menores refugiados que desembarcaron en las playas italianas en 2016, 17 373 viajaron sin la compañía de un adulto, lo que representa el 15.5 por ciento de todos los menores que llegan por mar a las costas europeas. Estas sorprendentes cifras, que han registrado un aumento continuado desde 2014, no muestran señales de disminuir.
El acceso a la educación constituye uno de los numerosos obstáculos a los que se enfrentan los niños una vez que consiguen llegar a Italia, y constituye el tema central del último estudio realizado por la Internacional de la Educación (EI), “Viajes de Esperanza: La educación para los niños refugiados y no acompañados en Italia”.
Dicho informe examina cuidadosamente el proceso que se utiliza para proporcionar protección social a los niños y proceder a su escolarización. El trabajo, que fue llevado a cabo en las provincias de Lombardía, Piamonte, Lacio, Campania, Catania, Palermo y Trapani, procede de investigaciones y entrevistas realizadas a docentes y personal de apoyo a la educación, trabajadores sociales, expertos y autoridades, en los meses de agosto y noviembre del pasado año.
Asimismo, el estudio revela que es preciso realizar más esfuerzos para sacar a los menores no acompañados de los llamados «focos» peligrosos y proporcionarles un alojamiento seguro rápidamente, así como asignarles un tutor legal y emitirles la documentación jurídica necesaria para poder escolarizarlos. Además, el informe sostiene que sería aún más conveniente permitir que todos los menores no acompañados pudieran matricularse en la escuela aún sin contar con la documentación requerida.
Si bien los menores inmigrantes tienen derecho a recibir una educación en Italia, los investigadores pusieron de relieve que es preciso realizar más esfuerzos una vez que a los niños se les asigne una plaza en el aula. Cabe destacar aún más la ausencia de una ayuda profesional continua que se centre en la mediación lingüística y cultural, que resulta esencial después de la llegada de un menor.
Parte de los impedimentos para prestar unos servicios adecuados radica en la falta de financiación. Dado que el Ministerio de Educación solo reserva cada año un millón de euros para el apoyo lingüístico, los docentes afirman que las necesidades superan con mucho estos recursos. No obstante, el estudio constata que si se dispusiera de una mayor financiación, las excelentes prácticas desarrolladas por los profesores, los trabajadores de la educación y sus escuelas podrían ser mejor utilizadas por el sistema en su conjunto con el fin de ayudar a los refugiados.
Por otra parte, los investigadores descubrieron que, a pesar de que Italia ofrece un alto nivel de protección a los menores que solicitan asilo y a los menores no acompañados, y los ayuda a acceder al sistema educativo, es preciso prestar una especial atención a la hora de supervisar este proceso. Esto se aplica especialmente al caso de los niños que deciden permanecer en la clandestinidad, muchos de los cuales abandonan Italia para buscar otros destinos.