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Víctor Báez Mosqueira: Desidia global con los pueblos indígenas

Solo 22 países han ratificado el Convenio 169 de la OIT El Convenio 169 de la OIT, instrumento internacional que garantiza los derechos indígenas y hace hincapié en los derechos de trabajo de los pueblos indígenas y tribales y su derecho a la tierra y al territorio, a la salud y a la educación.

El 13 de setiembre de 2021 se cumplieron 14 años de la aprobación de la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas por parte de las Asamblea General de las Naciones Unidas (ONU). Este, sin embargo, no es el primer documento internacional aprobado sobre el tema. En 1989, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) adoptó el Convenio 169 sobre Pueblos Indígenas y Tribales, el cual sustituyó al Convenio 107 de la misma organización, adoptado en 1957, “sobre poblaciones indígenas y tribales”.

La diferencia entre estos dos convenios mostró un avance conceptual importante. El Convenio 107 tenía como meta integrar a los pueblos originarios a la idea tradicional que los colonizadores tenían de la “civilización”, a expensas de que su legado ancestral indígena y su cosmovisión fueran invisibilizados y paulatinamente olvidados. Y es que, en la historia, quienes colonizaban siempre sostuvieron que hacían un favor a quienes dominaban, porque los estaban “civilizando”. El carácter asimilacionista y paternalista del Convenio 107 fue crecientemente criticado, hasta que se aprobó el Convenio 169, el cual ya reconocía como criterio fundamental la conciencia de la identidad indígena o tribal y el derecho de esos pueblos al goce de los derechos humanos y libertades, sin obstáculos ni discriminación.

Ese progreso en los conceptos y en las legislaciones no fue acompañado, sin embargo, por la práctica, generando múltiples acciones que van en sentido contrario.

Pongamos datos históricos sobre la mesa. Un escrito del profesor Carlos Enrique Ruiz, de la Universidad de Paraíba, trae una cita que el actual presidente del Brasil, Jair Bolsonaro, hizo en 1998, cuando era diputado: “La caballería brasileña fue muy incompetente. Competente, sí, fue la caballería norteamericana que diezmó a sus indios y hoy no tiene ese problema en su país”.

Brasil y Estados Unidos no fueron los únicos. Las campañas de exterminio de indígenas tomaron otros nombres en varios países y hoy raramente se llevan a cabo por la acción militar. Son comunes y cada vez más numerosos los casos de trabajo esclavo de nativos, intercambio de niños o niñas indígenas por algunas cabezas de ganado, asesinatos de líderes o activistas, expulsiones sumarias de sus tierras por gangsters armados al servicio de empresas multinacionales, compras y ventas simuladas de tierras indígenas con títulos falsos y exigencias incomprensibles de parte de gobiernos para que demuestren que son pobladores antiguos de las regiones donde viven. Nutridos grupos de nativos pasean su miseria por las calles de las ciudades, sin lograr llamar la atención del establishment.

Cabe aclarar que el problema histórico no se ha producido solamente en las Américas. Cuando a fines del siglo XIX, las potencias ya habían perdido casi todas sus colonias en el “nuevo mundo”, se reunieron en Berlín, entre 1884 y 1885, para repartirse el continente africano. La reunión quería evitar problemas entre esos países poderosos. Así, discutieron el libre comercio y las formas de adentrarse en el continente para explotar mejor sus recursos naturales. Al rey belga Leopoldo II le regalaron el territorio del Congo. Su empresa explotó el caucho y el castigo frecuente a los nativos era cortarles una mano. Los indígenas peruanos que extraían el mismo producto sufrían punición similar.

La colonización de Asia y Oceanía no fue menos cruenta.

Según datos de la OIT, si bien hay más de 54 millones de personas en América Latina y el Caribe que pertenecen a pueblos indígenas y tribales, en el mundo existen más de 476 millones de las mismas. Un tercio de ese número total vive en Asia y el Pacífico.

Sin embargo, solamente 22 países han ratificado el Convenio 169 de la OIT. De Asia y el Pacífico solamente Nepal y Fiji, en África solo la República Centroafricana, en América Latina y Caribe nada más que 14 Estados y en Europa, cinco. Esos números indican la escasísima importancia que se otorga a un grupo humano que representa más del cinco por ciento de la población mundial.

Es más, cuando algunos gobiernos de países desarrollados hablan de poner trabas al comercio con países o regiones que no respetan el medio ambiente, ni siquiera mencionan las persecuciones, asesinatos y expulsiones de personas indígenas de sus reservas o territorios. Artificialmente separan la supervivencia de los bosques de la suerte que corren sus guardianes naturales quienes viven en ellos.

Por tanto, es urgente que todos los países del mundo ratifiquen el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales, así como otros documentos internacionales similares e incorporen sus contenidos a sus políticas nacionales e internacionales.

Debe haber mucha claridad sobre los contenidos del Convenio 169, que promueve la participación y consulta a los pueblos indígenas y tribales. No puede haber consulta si no hay participación y no puede haber participación efectiva si no hay información. Consecuentemente, como bien lo requiere el artículo 6 del citado Convenio, hay que facilitar los medios apropiados para que los pueblos indígenas puedan participar.

La consulta debe ser previa a la medida sobre la cual se quiere consultar y debe buscarse siempre el consenso. Es inaceptable la tesis promovida por sectores empresariales de que si los pueblos indígenas ya fueron consultados y no están de acuerdo, el gobierno ya queda libre para hacer o dejar que el sector privado haga lo que fue rechazado por las comunidades originarias.

Debe ser bien claro para todo el mundo que las motivaciones de las consultas obligatorias y previas son, entre otras, poner freno a la discrecionalidad y la arbitrariedad y comenzar a reparar las desigualdades que se fueron acentuando durante siglos como producto de las políticas de exclusión y/o exterminio.

Todos los Estados de América Latina y el Caribe aprobaron la Declaración de la ONU que mencionamos al principio. A su vez, el Sistema Interamericano es, sin duda, el Sistema Regional que ha desarrollado mayores y más estándares para la protección del derecho a la consulta y el consentimiento, previo, libre e informado de los pueblos indígenas. Estas situaciones deben ser aprovechadas, claro. Pero a la vez hay que involucrar a las sociedades de países desarrollados que son mayoritariamente el origen de muchas multinacionales extractivas cuya codicia se manifiesta en el destierro, la esclavitud y el exterminio de los pueblos indígenas y evidencia que la discriminación y exclusión de estos pueblos es universal.

*Secretario General Adjunto de la Confederación Sindical Internacional (CSI)

Fuente: https://www.pressenza.com/es/2021/09/desidia-global-con-los-pueblos-indigenas/

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Autoridades de Nigeria trabajan contrarreloj para liberar a 136 niños secuestrados

El plagio sucedió el pasado domingo, cuando hombres armados llegaron a la localidad de Tegina para llevarse a los menores.

Autoridades de Nigeria confirmaron que 136 niños fueron secuestrados en una escuela musulmana del estado Níger, en el centro de Nigeria, el domingo por un grupo de hombres armados.

“El gobierno del estado Níger confirma que el número de estudiantes secuestrados por los bandidos es de 136”, dijo el gobierno local en un mensaje en Twitter el miércoles por la noche.

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África y Asia: Aumento del trabajo infantil por la pandemia de Covid-19

Niños y niñas en Ghana, Nepal y Uganda describen jornadas extenuantes y una remuneración insignificante

  • El impacto económico sin precedentes de la pandemia de Covid-19 ha puesto a niños y niñas en una situación de trabajo infantil bajo condiciones peligrosas y de explotación.
  • Muchos niños y niñas creen no tener otra opción más que trabajar para ayudar a sus familias a subsistir, pero el aumento del trabajo infantil no es consecuencia inevitable de la pandemia.
  • Los gobiernos y los donantes deben priorizar las ayudas en efectivo destinadas a las familias para que estas puedan mantener un nivel de vida adecuado sin recurrir al trabajo infantil.

(Nueva York) – El impacto económico sin precedentes que ha tenido la pandemia de Covid-19, combinado con el cierre de escuelas y la asistencia insuficiente por parte de los gobiernos, está empujando a niños y niñas a una situación de trabajo infantil en condiciones peligrosas y de explotación, señaló Human Rights Watch en un informe que se presentó hoy previo al Día Mundial contra el Trabajo Infantil, que se conmemora el 12 de junio de 2021. Los gobiernos y los donantes deben priorizar las asignaciones de efectivo destinadas a las familias para proteger los derechos de los niños y niñas a fin de que las familias puedan mantener un nivel de vida adecuado sin recurrir al trabajo infantil.

El informe de 69 páginas, ‘I Must Work to Eat’: Covid-19, Poverty, and Child labor in Ghana, Nepal, and Uganda” (“Tengo que trabajar para comer: Covid-19, pobreza y trabajo infantil en Ghana, Nepal y Uganda”), fue publicado en forma conjunta con la organización Initiative for Social and Economic Rights (ISER) en Uganda y con Friends of the Nation en Ghana. Los investigadores analizaron el aumento del trabajo infantil y la pobreza durante la pandemia de Covid-19 y el impacto que esta tiene en los derechos de los niños y las niñas. Numerosos menores describieron jornadas extenuantes y prolongadas de trabajo a cambio de una remuneración exigua, después de que sus padres perdieran sus empleos o fuentes de ingresos debido a la pandemia y a los confinamientos que se impusieron para contenerla. Muchos describieron condiciones de trabajo riesgosas y algunos señalaron sufrir violencia, acoso y el robo de sus salarios.

Los investigadores entrevistaron a 81 niños y niñas que trabajan, algunos de apenas 8 años, en GhanaNepal y Uganda. Estos niños trabajaban en hornos de ladrillos, fábricas de alfombras, minas de oro,  canteras y en los sectores de pesca y agricultura. Algunos se desempeñaban como mecánicos, conductores de bicitaxis o en la construcción, mientras que otros vendían artículos en las calles.

La gran mayoría de los niños y niñas entrevistados manifestaron que la pandemia y los confinamientos habían repercutido de manera negativa en los ingresos de sus familias. Sus padres perdieron el empleo por el cierre de actividades, no pudieron acceder a mercados por las restricciones al transporte o perdieron clientes por la contracción de la economía. Muchos niños y niñas ingresaron a la fuerza laboral por primera vez para ayudar a mantener a sus familias. Algunos dijeron haber tomado la decisión de trabajar porque sus familias no tenían comida suficiente. Hubo niños que siguieron trabajando incluso después de que la situación mejoró relativamente.

“Empecé a trabajar porque estábamos realmente mal”, dijo una niña de 13 años en Uganda a ISER. “El hambre era demasiada como para quedarnos sentados esperando”.

Algunos niños y niñas contaron haber realizado trabajos que, a todas luces, eran peligrosos. En Uganda y Ghana, los niños que trabajaban en minas refirieron que cargaban bolsas pesadas con minerales, trituraban las piedras con martillos, aspiraban el polvo y los gases de las máquinas procesadoras y manipulaban mercurio tóxico para separar el oro del mineral. En los canteros, algunos niños señalaron haber sufrido lesiones causadas por las piedras que salían disparadas y que incluso se les incrustaban partículas filosas en los ojos. Varios niños mostraron a los investigadores los cortes provocados por herramientas similares a machetes que usaban para despejar los terrenos o por los bordes filosos de las cañas de azúcar. Otros contaron que llevaban cargas pesadas.

En cada uno de estos tres países, más de un tercio de los niños y niñas entrevistados trabajaban al menos diez horas al día, y algunos de ellos todos los días de la semana. Varios niños en Nepal afirmaron que trabajaban 14 horas por día o más en fábricas de alfombras.

En su mayoría, recibían un salario ínfimo. Más de la cuarta parte manifestó que a veces los empleadores retenían los salarios o pagaban menos de lo prometido. En Ghana, un niño de 12 años contó que trabajaba 11 horas al día llevando pescado al mercado, pero le pagaban apenas 2 a 3 cedis por día (USD 0,34 a 0,52). “Hay muchos días que realmente paso hambre”, dijo a Friends of the Nation.

Los cierres de escuelas han contribuido a que aumente el trabajo infantil en todo el mundo. La mayoría de los niños y las niñas entrevistados tenían acceso limitado o nulo al aprendizaje a distancia. Algunos habían perdido la posibilidad de comidas gratuitas en la escuela. Había niños que abandonaron la escuela en forma permanente, mientras que otros siguieron trabajando incluso después de que reabrieran las escuelas.

Otros factores significativos que propician el trabajo infantil son la enfermedad, discapacidad o fallecimiento de algún padre. La tasa de muertes por Covid-19 a nivel mundial ha llegado a 3,3 millones, cientos de miles de niños y niñas perdieron a sus padres y muchos podrían verse obligados a trabajar para convertirse en el principal sostén económico de sus familias.

Antes de la pandemia, los países habían conseguido avances notables en la reducción del trabajo infantil. Según la Organización Mundial del Trabajo, la cantidad de niños y niñas que realizan trabajo infantil se redujo en aproximadamente 94 millones entre 2000 y 2016, lo cual supuso una disminución del 38 %. En muchos países que lograron reducir el trabajo infantil, los gobiernos otorgaron asignaciones de efectivo para ayudar a las familias y aligerar la presión que lleva a los niños a trabajar. Sin embargo, 1300 millones de niños y niñas —sobre todo en África y Asia— no están alcanzados por programas de ayudas de efectivo.

Los investigadores se centraron en Ghana, Nepal y Uganda porque han tenido avances considerables en la reducción de la pobreza y el trabajo infantil y, como países “pioneros”, se han comprometido a acelerar los esfuerzos orientados a erradicar el trabajo infantil para 2025, en consonancia con los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Sin embargo, están relegados respecto de otros pares en la región en el uso de ayudas en efectivo como respuesta ante la crisis del Covid-19.

En respuesta a la pandemia de Covid-19, la gran mayoría de los países brindan asistencia de emergencia, incluida ayuda en efectivo para familias. No obstante, en muchos casos la asistencia no ha alcanzado a cubrir las necesidades. La mayoría de los programas de ayudas en efectivo son a corto plazo o consistieron en un único pago.

“Para muchas familias con hijos, las asistencia gubernamental en respuesta a la pandemia no ha sido suficiente para protegerlas del trabajo en condiciones peligrosas y de explotación”, afirmó Becker. “En un contexto en el que millones de familias afrontan serias dificultades económicas por la pandemia, las ayudas en efectivo son más importantes que nunca para proteger los derechos de niños y niñas”.

Fuente: https://www.hrw.org/es/news/2021/05/26/aumento-del-trabajo-infantil-por-la-pandemia-de-covid-19

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Tsotsiles en Puebla: infancias indígenas migrantes y trabajadoras

Tsotsiles en Puebla: infancias indígenas migrantes y trabajadoras

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Miguel Ángel Rodríguez

El 26 de febrero pasado, hace casi un mes, Juan Villoro escribió un artículo memorable sobre la migración europea, pues dio cuenta de nuestra condición de seres ficticios bajo el signo de la pandemia. El modo virtual de nuestras relaciones, de las que “carecemos de suficiente evidencia pública para demostrar que somos reales”, nos sitúa en una pausa ontológica en la que dejamos temporalmente de ser.

El pensador mexicano juega con la ontología y nos descubre, a propósito de la negación del ser, una palabra que revela el angustiante estado de excepción que abandona y reduce a muchos migrantes varados temporalmente en Alemania, por causa de la pandemia (no hay vuelos) y por algunos problemas burocráticos con sus pasaportes (las oficinas están cerradas), digo, los coloca en una situación que no es legal ni ilegal, por lo que el Estado alemán les otorga un documento que pasará a la historia de la migración mundial como el primer reconocimiento oficial a seres de ficción.

Con un extravagante e impronunciable vocablo Fiktionsbescheinigung, que literalmente significa Certificado de ficción, los burócratas germanos despacharon la cuestión. Un papel del gobierno que  “acredita la condición ficiticia de quien lo porta”. Es la expresión más cristalina de las degradantes maneras en que funciona el estado de excepción en el primer mundo, incluyen legalmente a los migrantes para desincluirlos, para recordarles su otredad.

Me pregunto aquí, siguiendo a Juan Villoro, por el eufemismo castellano que nombre la circunstancia ominosa que viven las infancias indígenas migrantes y trabajadoras de nuestro país, y, en particular, por las familias migrantes tsotsiles que, desde hace más de tres lustros, viajan como sombras, en un trajín sin descanso, en un vaivén constante, de Mitontic, Chiapas, a la Ciudad de Puebla.

San Miguel Mitontic es un pueblo prehispánico fundado por los tsotsiles, una comunidad indígena de origen maya en la que el 98.7 por ciento de la población habla la lengua originaria. En la actualidad es un municipio de la Región V de los Altos de Chiapas, misma que está conformada por 18 ayuntamientos: San Cristóbal de las Casas, Mitontic, Teopisca, Altamirano, Chalchihuitán, Chanal, Chamula, Pantelhó, Chenalhó Oxchuc, Las Rosas, Tenejapa, Amatenango, Zinacantán, Aldama, Huxtán, Larráinzar y Santiago. Mitontic es una ciudad con una población de 13 mil 755 habitantes según el último censo de población y vivienda (2020) y suele aparecer entre los diez municipios más pobres del país.

La mayoría de los seres de maíz que migran cíclicamente a las ciudades de México, Yucatán, Oaxaca, Qunitana Roo, Veracruz, Tabasco, Campeche y Puebla no tienen  siquiera un certificado de ficción, un Fiktionsbescheinigung que los acredite como sujetos de derecho en proceso de probar su existencia real, porque existen sin ser valorizados jurídicamente. Vamos, ni siquiera están registrados en alguna dependecia local de Chiapas, y, desde luego, menos aún existe constancia legal de su presencia en la Angelópolis.

Los migrantes viven en un eterno estado de excepción que, con frecuencia, los enfrenta a graves sufrimientos familiares, porque las autoridades del sistema DIF (Desarrollo Integral de la Familia) de los estados y ciudades a las que migran suelen hacer generalizaciones descriptivas y normativas que estereotipan, estigmatizan y criminalizan las estrategias de supervivencia de las familias tsotsiles.

Sin comprender, sin escuchar siquiera los múltiples sentidos que el trabajo infantil migrante adquiere como constructo comunitario sociohistórico entre los pueblos indígenas, porque, como en el caso de Puebla, no cuentan con un traductor tsotsil autorizado que interprete los sentimientos y deseos de los niños y las niñas, con ese juicio universalista y paternal que infantiliza a las poblaciones indígenas y afrodescendientes, las familias tsotsiles son cruelmente separadas hasta por más de medio año. Y ahora pende como espada de Damocles sobre sus vidas un proyecto de ley para erradicar el trabajo infantil en el estado de Puebla, una normatividad de buenas intenciones que, sin embargo, debe dialogar con las otras formas de existencia para conocer el sentido de su verdad, escuchar las voces y significados de los propios niños y niñas tsotsiles y, por supuesto, los argumentos y narrativas de sus padres.

Las acusaciones siempre son las mismas, que no son sino ordinarios lugares comunes: explotación del trabajo infantil y violencia familiar. Vamos a ver, entiendo que se han registrado, lamentablemente, algunos casos que pueden calificar para los delitos arriba señalados, lo que quiero enfatizar es que a partir de esos acontecimientos, más bien extraños entre la población tsotsil que migra a la ciudad de Puebla, el acendrado racismo poblano los ha generalizado y, en consecuencia, los ha validado como “estereotipos contingentes y despectivos” contra ellos. Un lugar común que, entre otras cosas, despoja a los niños y a las niñas de su propia iniciativa, porque los convierte en seres sin voluntad y sin voz y, por si fuera poco, condena a los padres y las madres tsotsiles, que ya cargan en sus vidas con todos los acoplamientos imaginables de desventajas sociales que, a mi parecer, ninguna interseccionalidad ha sido capaz de pensar siquiera, a representar todavía, para acabarla de chingar, el trágico papel de crueles verdugos de su propia progenie.

Como la imagen siniestra y torva de los mexicanos que Donald Trump dibujó al principio de su gobierno para justificar la necesidad del famoso muro fronterizo, un estereotipo que es común escuchar y leer entre los conservadores supremacistas de los Estados Unidos, el mismo molde grotesco que se usó contra los afrodescendientes para criminalizarlos, para negarles los derechos humanos más elementales, una deshumanización tan brutal que encendió, hasta la rabia, la indignación del movimiento de liberación afrodescendiente. Una digna rabia que Martin Luther King inmortalizó el 28 de agosto de 1963 con la maravillosa pieza retórica pronunciada bajo la sombra simbólica de George Washington: “I have a dream”.

Y así podemos hablar pestes de los judíos, los musulmanes, los chinos, los gallegos, los indígenas y afrodescendientes, sin saber, sin comprender un ápice la construcción del sentido y esencia de su verdad, vamos por ahí repitiendo lugares comunes, generalizaciones descriptivas que devienen estereotipos humillantes contra los diferentes, son clichés derivados de la proverbial soberbia occidental y de la pretensión logocéntrica, estandarizada, meritocrática y universalista del proyecto ilustrado y capitalista de desarrollo.

Los alemanes estrenan la palabra Fiktionsbescheinigung para acreditar el ser de ficción de los migrantes varados en Alemania, hasta nuevo aviso existen en un estado de excepción ontológica, se trata a todas luces de un proceso provisional que se resolverá pasada la pandemia. No hace falta decirlo, los indígenas chiapanecos de Mitontic viven en un estado de excepción permanente, no tienen derecho a la salud, ni a la educación, ni a un trabajo digno y bien remunerado, baste decir que el censo de población y vivienda del 2020 registra un elocuente 0.1 por ciento entre la población de 12 años y más no económicamente activa que está pensionada o jubilada. En otras palabras, llegan a la vejez sin tener garantizado los derechos sociales fundamentales, pues nunca fueron registrados formalmente como sujetos de derecho por sus empleadores.

Otros datos que vale la pena consignar son que apenas el 25 por ciento de las viviendas de Mitontic cuentan con agua entubada y, de ellas, menos del 2 por ciento tiene cisterna. No es momento de detenerse a pensar, por la escasez del agua, en el carácter sacro que la Coca-Cola adquirió desde hace años en las tierras tsotstiles, en las que el tóxico líquido aparece como vino de consagrar en todas las ceremonias civiles y religiosas de relevancia social.

Por otra parte, apenas el 6.6 por ciento de ellos tiene servicio de telefonía celular y una tercera parte cuenta con el servicio del seguro popular (censo de población y vivienda 2020). Hablamos de un espacio que suele figurar entre los diez municipios más pobres del país.

Como si fuera posible imaginar más desgracias, la situación económica de la comunidad ha sufrido un deterioro considerable durante los últimos cinco años, especialmente si la evaluamos a la luz de las variaciones en el porcentaje de la población de 12 a 14 años y de 15 a 24 años que asiste y abandona la escuela.

Veamos, mientras durante el 2015 el 72.6 por ciento de estudiantes de ese rango de edad asistía a la escuela, tenemos que para el censo del 2020 ese porcentaje se redujo a un 54.6 por ciento. Un incremento del abandono escolar de 18 puntos porcentuales en cinco ciclos escolares que no puede ocurrir como si nada estuviese pasando, pues si lo comparamos con el promedio nacional de asistencia a la escuela en esa edad de 12 a 14, que asciende a un 90.5 por ciento (2020), hablamos de un incremento radical de la brecha de la desigualdad educativa entre los estudiantes tsotsiles y el resto de los estudiantes mexicanos, son 36 puntos porcentuales de desventaja educativa.

¿Dónde están los miles de niños, niñas y adolescentes tsotsiles que ya no están en las aulas?

Sin embargo, aunque usted no lo crea, no es el escenario peor para la vida de los estudiantes de Mitontic, Chiapas, ni para las altas aspiraciones, siempre nobles y lúcidas, del sistema educativo mexicano, pues, cuando los estudiantes tsotsiles alcanzan los 15 años de edad, el porcentaje de ausencia es una dolorosa tragedia humana y el abandono escolar reduce la matricula de manera crucial. Así encontramos que para el año 2015 solo el 15.2 por ciento de la población entre 15 y 24 años asiste a la escuela, una tendencia a la baja en la asistencia escolar que alcanzó a gatas el 13 por ciento en el 2020. Esto es, 30 puntos porcentuales de desventaja con respecto a la asistencia escolar promedio de los alumnos del país que alcanzó un 45.3 por ciento según el censo del 2020.

De esa manera, durante el 2015, al transitar de la secundaria (72.6) a la preparatoria (15.2)  se observa una reducción brutal del 54.7 por ciento de los estudiantes inscritos en el ciclo educativo anterior. Y lo mismo pasa para el 2020, pues del 54.6 por ciento de la población que asiste a la escuela entre 12 y 14 años desciende drásticamente al 13 por ciento de quienes asisten a la escuela entre los 15 y los 24 años de edad. Se observa aquí, igualmente, un abandono escolar de 41. 6 por ciento. Esa es la dimensión de la deuda que el sistema educativo nacional mantiene con las comunidades indígenas tsotsiles.

¿Dónde están los miles de jóvenes tsotsiles que ya no están en las escuelas?

Como les decía, después de un recorrido de más de 700 kilómetros en un viejo autobús pirata, sin seguro de vida y buena parte del camino viajando de pie, con las criaturas a las espaldas, arriban las endeudadas y fantasmales familias tsotsiles a La Loma, una colonia de alta marginación situada a un lado del Mercado Hidalgo, en la Ciudad de Puebla.  Migran desde hace más de tres lustros, son hombres y mujeres jóvenes, en edad laboral, vienen en busca de mejores horizontes de futuro inmediato. Los primeros migrantes tsotsiles encontraron ahí las mejores condiciones para morar sin sufrir severamente la discriminación, quizá porque mucha de la gente que habita en el vecindario también proviene de otras diferentes culturas indígenas de Puebla, Oaxaca, Chiapas y Guatemala.

El Atlas de los pueblos indígenas de México del 2015 registra la presencia de 554 tsotsiles en el estado de Puebla, la inmensa mayoría en la ciudad capital. Vale la pena tener siempre presente que la mediana de edad de los habitantes de Mitontic, Chiapas, es de 16 años –según el censo de población y vivienda 2020– por lo que hablamos de familias muy jóvenes con hijos e hijas en edad escolar que usualmente migran con ellos, por lo que es muy complejo pensar, como veremos, en una educación formal a la manera tradicional.

Cuando uno pasea por las calles de La Loma es posible encontrar una gran variedad de pequeñas tiendas de abarrotes y una oferta muy plural de alimentos regionales, son negocios atendidos, en su mayoría, por migrantes indígenas del interior del estado que encontraron ahí, cerca del mercado, un buen lugar para construir su casa. Se trata de un fenómeno sociodemográfico creciente que no ha recibido, lamentablemente, la atención estatal que un enfoque de derechos sociales fundamentales y un sentido estricto de justicia social demandan con urgencia.

En ese contexto sombrío emerge un proyecto salvífico que, contra viento y marea, pretende construir un proyecto cooperativo y educativo, un espacio termotópico, una esfera para el cuidado del ser de los niños, niñas y jóvenes tsotsiles migrantes, en donde la pluralidad epistemológica y ontológica de los tsotsiles adquiera carta de naturalización: Yo´on Ixim ( corazón de maíz A.C.).

Samantha, la fundadora de la organización civil, nos platicó a Sandra Aguilera Arriaga y a mí, que fue en el 2014 cuando vio por primera vez a un grupo de indígenas, adultos, niñas y niños, con una indumentaria hermosa, pues eran blusas preciosamente bordadas sobre tela de color morado que usaban las niñas y las mujeres que vendían chicles en las esquinas y grandes cruceros de la ciudad: “¿qué hacen ahí?, ¿cómo es su vida?, ¿cómo es que llegaron a estar así…?” -se interrogaba.

El proyecto cooperativo es el paraguas que cubre y protege al proyecto educativo. Consiste fundamentalmente en la posibilidad de crear un espacio productivo consolidado por mujeres tsotsiles que “participan en un proceso de auto-definición y producción cultural” (Ferreiro, 2016, p.53). Las prendas bordadas se venden en un mercado justo para los saberes y habilidades textiles que, por tradición, practican las indígenas tsotsiles, son tejedoras maravillosas de una selva cósmica. Ahora las mujeres también bordan capas, vestidos, blusas, cachuchas, fundas para celulares, etc., y producen mermeladas de frutas para vender en el Sagrado Mercadito, un dominical centro alternativo de comercio ubicado en San Andrés Cholula. Con ese ingreso pueden dedicarse también a estudiar y, sobre todo, sus hijos conocen y aprenden en la escuelita.

Las artesanas del Corazón de Maíz proponen y crean nuevos diseños textiles que bordan con sus saberes tradicionales, se sienten revaloradas porque pueden alcanzar, con la apropiación del proceso de trabajo, que está vinculado a la recreación de su cultura y cosmovisión, cierta autonomía que les permite, en principio, tomar la decisión de abandonar las calles para vivir, provisoriamente, como son sus propias existencias, la experiencia de la escuela.

En la denominada “escuelita” los profesores comprenden y aprovechan muy bien las ventajas de que los estudiantes tsotsiles hayan sido vendedores en la calle, porque el proyecto educativo reconoce y valora las experiencias y los aprendizajes que los niños, niñas y jóvenes adquieren en el trato diario, en los estados de ánimo que es necesario adivinar en los transeúntes para no despertar la ira del racismo, discriminación clasista y patriarcal. Y no se diga en las habilidades matemáticas, un área en la que, según la opinión de los profesores, suelen desarrollar capacidades y habilidades singulares.

De la misma manera, mientras en otros estudios nacionales e internacionales similares, con los que pretendemos hacer un análisis comparativo, los juicios de algunos profesores insisten en que la lengua originaria es un obstáculo para el mejor aprovechamiento escolar, en la escuelita Yo´on Ixim encontramos que la mayoría de los docentes valoran alto la lengua tsotsil y se encuentran inmersos en su aprendizaje, el cual, podría decirse, es la lengua que prevalece en las actividades escolares. Van más allá, pues una de las profesoras explora con paciencia el intrincado mundo de los sentimientos y las emociones de los y las migrantes tsotsiles, un trabajo de investigación hermenéutica que nació como un problema del aula, de la docencia con niños y niñas tsotsiles.

Podría continuar hablando de la educación prometeica, termotópica y hospitalaria del Corazón de Maíz, pero sería adelantarme un poco al diálogo comunitario que deseamos proponer en el conversatorio de mañana 26 de marzo del 2021 a partir de las nueve de la mañana, es un encuentro para pensar, junto a ellos, con la presencia de los protagonistas, en un mundo donde las infancias indígenas migrantes y trabajadoras, como los tsotsiles de Puebla, puedan alcanzar, lejos de tanta miseria, el ser que son y que les hemos negado secularmente.

Fuente: https://www.educacionfutura.org/tsotsiles-en-puebla-infancias-indigenas-migrantes-y-trabajadoras/

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Plan Internacional demanda acciones para garantizar la protección de las niñas y mujeres

Plan Internacional Guatemala hizo un llamado al Estado de Guatemala para que garantice la vida e integridad de la niñez, particularmente de las niñas, adolescentes y mujeres luego de los casos de violencia que se conocieron recientemente.

La organización destacó que los delitos en contra de la niñez y las mujeres son los más denunciados. Según datos de la Fiscalía de la Mujer solo en 2021, el 26 por ciento de las denuncias están relacionadas a dichos sectores vulnerables y persiste una impunidad en el 98 por ciento de los casos.

El grupo solicitó al Congreso que apruebe una legislación para la creación de un sistema de protección integral de la niñez y adolescencia que determine responsabilidades institucionales y mecanismos y sanciones en caso de negligencia o irresponsabilidad.

También pidieron al Ejecutivo erradicar los altos índices de violencia contra la niñez y las mujeres, por medio de la prevención y la atención integral. Mientras a que la Policía Nacional Civil, al Ministerio Público y al Organismo Judicial solicitan que  agilice la

investigación, persecución y sanción de los delitos cometidos en contra de las niñas y mujeres para disminuir los índices de impunidad.

Además, hicieron un llamado a los ministerios de Salud Pública y Asistencia Social, Educación y Gobernación para que refuercen los sistemas para prevención de la violencia sexual y de género y garantizar la oferta de servicios en temas de educación integral en sexualidad y espacios amigables que contribuyen a la reducción de embarazos, uniones y matrimonios tempranos y forzados.

Fuente: https://elperiodico.com.gt/nacionales/2021/02/17/plan-internacional-demanda-acciones-para-garantizar-la-proteccion-de-las-ninas-y-mujeres/

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Estudio Mundial. Save the Children: ¿Cuánto valdría escolarizar a los niños más pobres del mundo?

La ONG Save the Children publicó un estudio en el que calcula cuánto le costaría a los gobiernos lograr que los estudiantes vuelvan a las aulas y se nivelen después del cierre de colegios por la pandemia.

La organización no gubernamental Save the Children publicó una investigación que abarca los 59 países más pobres del mundo y calculó el costo medio de la reapertura de las escuelas estableciendo medidas de seguridad contra el coronavirus y ayudando a los niños a ponerse al día con las lecciones que han perdido.

La organización con sede en Londres ha pedido repetidamente que se tomen medidas para ayudar a los niños a permanecer en la escuela a pesar del coronavirus, en lo que su directora general, Inger Ashing, calificó como “la mayor emergencia educativa que jamás hayamos visto”.
De acuerdo con el informe, solo costaría 370 dólares por alumno por lo que hizo un llamado a los donantes internacionales que se movilicen para enviar a los niños de los países más pobres de vuelta a las escuelas cerradas por la pandemia.

El costo total para los 136 millones de niños afectados sería de 50.000 millones de dólares, es decir 370 dólares por estudiante (unos 300 euros), señaló la oenegé, instando a los donantes internacionales a ayudar a los gobiernos a recaudar esa cantidad.

La suma cubriría el apoyo financiero para que las familias envíen a sus hijos a la escuela, las clases de recuperación, la capacitación en materia de higiene y seguridad para los maestros, así como las campañas nacionales para alentar a los niños a volver a las aulas.

“Los más pobres y marginados como las niñas, los refugiados, los niños desplazados y los niños discapacitados deben ser la prioridad”, agregó la directora quien aseguró que si no se invierte lo suficiente estos niños podrían no volver nunca a la escuela.

“Los niños que actualmente no están en la escuela son nuestros futuros médicos, científicos, camioneros y fontaneros (…) Si 2020 fue el año en que se descubrió la vacuna, entonces 2021 debe ser el año para invertir en el futuro de los niños”, afirmó Ashing.

Matrimonio infantil, riesgo adicional para las niñas

Ilustraciones de Gusti Rosemffet.

No es fácil hablar de matrimonio infantil que todavía instalado como una institución en varias culturas del mundo. Su discusión es siempre controversial en algunos países del mundo. No obstante desde las Naciones Unidas se ha trabajado desde hace varios años para combatir esta situación, dado que el matrimonio infantil y las uniones tempranas tienen relación con otras vulneraciones de derechos humanos de niñas y adolescentes como los embarazos a temprana edad, que significan riesgos para la salud y la vida, y la deserción escolar, con todo el impacto que esto conlleva en sus proyectos de vida.

Sin embargo, los avances logrados se podrían ver seriamente amenazados con la llegada de la pandemia, que no solo ha obligado a cerrar las escuelas, sino que también agudizó la crisis económica de millones de familias en el mundo. Un nuevo análisis de Save the Children estima que 500.000 niñas corren el riesgo de ser obligadas a contraer matrimonio infantil y que hasta un millón más queden embarazadas en 2020 como resultado de los impactos económicos de la pandemia.

El aumento se suma a las anteriores tasas estimadas de matrimonio infantil, que anticipaban que 12 millones de niñas serían obligadas a contraer matrimonio este año. Si bien este aumento representa una estimación conservadora, marca un aumento significativo en las tasas de matrimonio infantil, y un aumento esperado en los embarazos adolescentes, seguido de deserción escolar.

“El aumento revertirá 25 años de progreso, en los que las tasas de matrimonio infantil disminuyeron”, dice Inger Ashing, directora ejecutiva de Save the Children.

Fuente: https://www.semana.com/educacion/articulo/cuanto-valdria-escolarizar-a-los-ninos-mas-pobres-del-mundo/202154/
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Unicef pide que se dé prioridad a los maestros en la vacunación del Covid-19

La agencia de la ONU para la Infancia pidió que este colectivo sea vacunado inmediatamente después de los sanitarios de primera línea y las poblaciones de alto riesgo.

Unicef defendió este lunes que los maestros deben recibir prioridad en la administración de las vacunas contra el Covid-19 con el fin de facilitar que enseñen en persona y que las escuelas se puedan mantener abiertas.

En un comunicado, la agencia de la ONU para la Infancia pidió que este colectivo sea vacunado inmediatamente después de los sanitarios de primera línea y las poblaciones de alto riesgo, los grupos que en principio serán los primeros en la mayoría de países.

«La pandemia de la Covid-19 ha causado estragos en la educación de los niños en todo el mundo. Vacunar a los maestros es un paso clave», subrayó en la nota la directora ejecutiva de Unicef, Henrietta Fore.

«Aunque las decisiones sobre el reparto de las vacunas son al final de los Gobiernos, las consecuencias de una educación perdida o limitada durante un periodo extendido son profundas, especialmente para los más marginados», insistió.

«Salvaguardar el futuro»

Fore recordó que cuanto más tiempo pasen los niños fuera de las escuelas, más probable es que nunca regresen y más difícil será para sus padres volver a trabajar.

«Estas son decisiones difíciles que obligan a hacer sacrificios difíciles. Pero lo que no debería ser difícil es la decisión de hacer todo lo posible para salvaguardar el futuro de la próxima generación», señaló.

Unicef recordó que en los peores momentos, la pandemia forzó el cierre de escuelas a las que acuden casi el 90 por ciento de los estudiantes de todo el mundo, una cifra que desde entonces se ha reducido.

Los cierres, sin embargo, continúan en muchos lugares a pesar de que, según Unicef, «hay cada vez más pruebas de que las escuelas no son un gran factor de la transmisión comunitaria».

Según la agencia, a fecha 1 de diciembre las clases permanecían cerradas para cerca de 1 de cada 5 niños en el mundo, unos 320 millones.

Fuente: https://www.abc.es/sociedad/abci-unicef-pide-prioridad-maestros-vacunacion-covid-19-202012150955_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F

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