No se puede hablar de periodismo de calidad si las y los periodistas están mal pagados, maltratados y constantemente amenazados por el despido.
EN 3 CLAVES
- Dependencia total de la publicidad: Los medios de comunicación se financian casi exclusivamente a través de anunciantes y subvenciones, lo que limita su independencia y compromete la calidad de la información que ofrecen.
- Desaparición de medios locales: Los medios locales, fundamentales para la cobertura de temas cercanos a la ciudadanía, están siendo absorbidos o desapareciendo debido a la falta de financiación.
- Precariedad en el sector periodístico: Las y los profesionales de la información, especialmente en medios pequeños, sufren condiciones laborales degradantes, lo que afecta directamente la calidad del periodismo.
Noam Chomsky vuelve a poner el dedo en la llaga: la publicidad es una de las maldiciones del sistema capitalista y una amenaza directa a la prensa libre. Esta crítica no es nueva, pero sí urgente. La prensa, que debería servir para fiscalizar el poder y proporcionar información veraz a la ciudadanía, ha sido secuestrada por los intereses de las grandes empresas que, a través de los anuncios, dictan qué se publica y qué no. Estamos ante la desaparición lenta pero constante de los medios independientes, esos que alguna vez fueron el pilar de la democracia, recoge El País.
La situación no es distinta en España, donde los medios de comunicación locales agonizan. Los periódicos independientes han sido arrastrados por un tsunami de publicidad que los asfixia. Su supervivencia depende de contentar a los anunciantes, que no están interesados en reportajes que cuestionen el status quo, sino en promover el consumismo. El resultado es una prensa dócil y superficial que rara vez incomoda a los grandes poderes económicos y políticos. Este no es solo un problema de contenidos; es un problema de derechos democráticos. La información veraz y contrastada es una herramienta esencial para que las personas tomen decisiones informadas y ejerzan su ciudadanía de manera plena. Sin embargo, esa herramienta se nos está arrebatando poco a poco.
LA PUBLICIDAD, ARMA DE CONTROL DEL GRAN CAPITAL
La reflexión de Chomsky es clara: los medios han dejado de ser independientes, y esto es consecuencia directa de su dependencia de los ingresos por publicidad. Los anunciantes son los nuevos amos de la prensa, y han transformado a las y los periodistas en simples voceros. El problema es que quienes controlan la publicidad son las mismas élites que controlan el poder económico y político. Es un círculo vicioso: las corporaciones pagan para que no se hable de ellas o para que, si se habla, sea en términos favorables. El capitalismo se ha perfeccionado hasta tal punto que incluso la prensa, ese cuarto poder que alguna vez fue un contrapeso a los abusos de los otros tres, ha sido cooptada.
La televisión, los periódicos, la radio y hasta los medios digitales dependen de los anunciantes para subsistir. Esta dependencia erosiona la función crítica de los medios: ¿cómo denunciar a las grandes corporaciones que destruyen el medio ambiente si son las mismas que financian tu periódico? La autocensura está a la orden del día, no por convicción, sino por necesidad. En este contexto, las y los periodistas se ven forzados a elegir entre su integridad profesional o su salario. Y es una elección perversa, porque quienes deberían informar se convierten en cómplices involuntarios de la desinformación.
Esto es particularmente evidente en los llamados “medios de referencia”, aquellos que, por su alcance y prestigio, deberían marcar la agenda informativa del país. Pero lo que debería ser un espacio para la verdad se ha convertido en un escaparate de consumo. La dependencia de la publicidad no solo ha degradado el contenido, sino que ha socavado la confianza en los medios. Cada vez más personas ven en la prensa tradicional un brazo más del poder económico. Y no les falta razón.
LOS MEDIOS LOCALES, PRIMERAS VÍCTIMAS DEL CAPITALISMO INFORMATIVO
Chomsky también señala una tendencia preocupante: la desaparición de los medios locales, esos que alguna vez fueron el alma de la prensa democrática. En Estados Unidos, pero también en Europa, los medios locales han ido cerrando a un ritmo alarmante. Los que sobreviven lo hacen bajo el yugo de las corporaciones, que los han vaciado de contenido relevante y los han transformado en máquinas de clickbait. La prensa local ha dejado de ser un servicio a la comunidad para convertirse en una extensión del aparato propagandístico del capitalismo.
En España, esta situación es igualmente crítica. Periódicos regionales que antes se dedicaban a cubrir noticias relevantes para sus comunidades ahora apenas sobreviven gracias a anuncios de grandes supermercados y bancos. La información local, tan vital para la democracia, ha sido reducida a una sombra de lo que fue. Y lo peor es que no parece haber soluciones a la vista. Los medios locales están atrapados en una espiral descendente, donde la falta de ingresos lleva a una menor calidad informativa, lo que a su vez ahuyenta a los lectores y lectoras, lo que termina por reducir aún más los ingresos.
¿Y qué pasa con las y los profesionales del periodismo? Los salarios en el sector han caído en picado, y la precariedad se ha convertido en la norma. No se puede hablar de periodismo de calidad si las y los periodistas están mal pagados, maltratados y constantemente amenazados por el despido. Esto es especialmente grave en los medios locales, donde el cierre de redacciones ha dejado a muchas regiones sin una cobertura adecuada de los temas que les afectan directamente.
El resultado es una ciudadanía menos informada y, por tanto, menos capacitada para defender sus derechos. El debilitamiento de los medios locales no es solo un problema periodístico, es un problema democrático.
Chomsky tiene razón al señalar que la dependencia de la publicidad es una de las mayores amenazas a la democracia. Nos enfrentamos a una crisis estructural en el periodismo, una crisis que no se resolverá si no se abordan las raíces del problema: el control del capital sobre los medios. Si la información sigue siendo tratada como una mercancía más, el periodismo como lo conocemos desaparecerá, y con él, uno de los pilares fundamentales de la sociedad democrática.