Saltar al contenido principal

Estados Unidos: la verdad detrás de las deudas estudiantiles

Redacción: News Week Español

Solicitar préstamos para continuar los estudios es absolutamente innecesario. Aquí te explicamos por qué.

La realidad es evidente: unos 45 millones de estadounidenses tienen una impresionante deuda estudiantil que asciende a 1.6 billones de dólares. Hablamos de uno de cada cuatro adultos, casi el doble de quienes recibieron préstamos universitarios hace 15 años. La cifra de millennials es de uno de cada tres, y muchos adultos jóvenes argumentan que la deuda les impide comprar casa, casarse, procrear una familia o mudarse del sótano de sus padres.

En esos 15 años, la cantidad promedio de un préstamo para pregrado [licenciatura] se ha disparado 60 por ciento, y lo mismo ha sucedido con el impago. Más de la cuarta parte de los estudiantes no puede seguir solventando la deuda 12 meses después de recibir el préstamo mientras que, hace unos pocos años, esa proporción era de apenas 18 por ciento. Es más, se espera que el porcentaje alcance 40 por ciento en 2023. El incumplimiento de deuda se acompaña de muchos problemas: arruina la calificación crediticia; aniquila toda posibilidad de obtener otros préstamos, y rentar o comprar apartamento; y algunos lugares incluso revocan las licencias profesionales.

 

Los préstamos nuevos, sobre todo para estudiantes de licenciatura, han registrado una caída anual en los últimos siete años. Foto: Eduardo Muñoz Álvarez/Getty

 

Por ello, no sorprende que mucha gente hable de “crisis” al describir la deuda estudiantil de estos tiempos. Y tampoco que los préstamos universitarios y el sufrimiento que causan se hayan convertido en temas candentes de la campaña presidencial estadounidense de 2020. Casi todos los candidatos recurren a hipérboles y hacen propuestas para aliviar la deuda, desde mesuradas (Kamala Harris, Beto O’Rourke) hasta drásticas (Bernie Sanders, Elizabeth Warren).

Muchos expertos señalan que, si bien es innegable que algunos deudores estudiantiles enfrentan graves dificultades, es un error afirmar que todo el sistema se ha averiado. Además, esa narrativa catastrófica ensombrece aspectos clave de los empréstitos. Por ejemplo, que son contadas las deudas que exceden 100,000 dólares, y que los estudiantes con las deudas más pequeñas tienden a ser los que más padecen.

“Hablar de crisis falsea la situación”, asegura Sandy Baum, del Centro para Datos y Políticas Educativas en Urban Institute. “No todos los deudores han arruinado sus vidas. La verdad es que el acceso a empréstitos escolares aumenta las oportunidades educativas de muchas personas. Para muchos, es una inversión bien redituada. Y también es cierto que algunos enfrentan problemas graves debido a los préstamos”.

“No es una situación monolítica”, agrega Baum.

Ceremonia de graduación de Stanford, en junio pasado. Foto: Liu Guanguan/China News Service/VCG/Getty

New America, grupo de expertos de Washington, D. C., está por publicar una encuesta que demuestra cuánto se ha generalizado este error de percepción. La abrumadora mayoría de los participantes opinó que los préstamos estudiantiles eran la principal fuente de deuda de los consumidores estadounidenses (de hecho, son las hipotecas, y por mucho) y exageró drásticamente las sumas que reciben los estudiantes, así como el porcentaje de individuos que han incumplido sus empréstitos.

“Temo que los estudiantes estén recibiendo el mensaje de que los préstamos son malos y de que jamás deben pedir un centavo de ayuda para la educación superior”, señala Rachel Fishman, subdirectora de investigaciones en el programa de políticas educativas de New America. “Y dados los costos de la universidad, semejante postura es absurda para buena parte de las familias”.

Hay seis aspectos clave de la deuda estudiantil estadounidense que suelen pasar inadvertidos y que, no obstante, son críticos para informar el debate nacional sobre la reforma del sistema.

AUNQUE NO LO CREA: LOS EMPRÉSTITOS SE HAN REDUCIDO DURANTE SIETE AÑOS CONSECUTIVOS.

La cifra que se cita más comúnmente es 1.6 billones de dólares, y contempla el total de la deuda pendiente para educación superior, la cual ha crecido de manera exponencial desde 2006, cuando sumaba escasos 480,000 millones de dólares. Esto indica que los empréstitos estudiantiles exceden con mucho la deuda crediticia de Estados Unidos y los préstamos para autos, mientras que ocupan el segundo sitio respecto de las hipotecas y las segundas hipotecas sobre la vivienda, que, en conjunto, representan 9.7 billones de dólares: la mayor fuente de deuda del consumidor estadounidense.

Cierto, 1.6 billones de dólares es una cantidad preocupante. Pero esconde una tendencia opuesta igual de importante y que muchas personas desconocen: en los últimos años, los universitarios han pedido menos y no más préstamos. De hecho, los empréstitos nuevos (y lo importante aquí es el adjetivo “nuevos”) han caído anualmente a lo largo de los últimos siete años.

Las cifras cuentan una historia: según la organización College Board, el año pasado los préstamos federales para pregrado cayeron a 4,510 dólares por estudiante, respecto de los 5,830 dólares del ciclo escolar 2010-2011. Y los empréstitos anuales para familias y alumnos de todas las instituciones de educación superior también se desplomaron: de un máximo de 127.7 mil millones de dólares en 2010-2011 a 105.5 mil millones el año pasado.

¿A qué se debe esta caída? Para empezar, menos personas están ingresando en universidades y escuelas de posgrado, por lo que no solicitan préstamos. La educación superior suele aumentar en épocas de recesión —cuando la gente no encuentra empleo— y disminuye cuando la economía se recupera. Baum afirma que este patrón se observó después de la crisis financiera de 2008. Asimismo, cuando mejora el clima económico, los progenitores tienen más capacidad para costear una universidad, y esto contribuye a que los estudiantes dependientes se abstengan de solicitar préstamos. En opinión de Baum, otro factor ha sido que, en los últimos años, se ha registrado una caída en la cantidad de escuelas privadas, las cuales requieren de más empréstitos.

Insignia que porta un estudiante durante una protesta en la Universidad del Sur de Maine. Foto: Shawn Patrick Ouellette/Portland Press Herald/Getty

Por su parte, la recuperación económica ha propiciado que estados y escuelas hagan más esfuerzos para refrenar costos y préstamos. A decir de The Institute for College Access & Success (TICAS), después de la última gran recesión, los gastos estatales en educación superior reflejaron un incremento promedio de 23 por ciento durante el periodo de cuatro años concluido en 2016. Además, TICAS halló que los estudiantes de pregrado de universidades públicas y privadas que cursan carreras de cuatro años tienen mayor probabilidad de obtener becas directamente en las escuelas, cuyos préstamos suelen ofrecer alrededor de 1,000 dólares adicionales.

Lo que no explican estos datos es si la caída de los empréstitos es parte de la respuesta a la creciente negatividad de la narrativa. Fishman ha observado un cambio de actitud en sus grupos de enfoque. “Hace unos años la gente decía: ‘El préstamo es un medio para alcanzar un fin, y lo necesito para ir a la universidad’”, explica. “Ahora la actitud es: ‘Haré todo lo posible para evitar un préstamo’”.

La caída de los préstamos estudiantiles parece contradecir todo lo que pueden haberle contado últimamente, pero no es así, porque se trata de dos medidas diferentes: deuda total vs. empréstitos nuevos. Lo que ha impulsado el crecimiento de la deuda estudiantil total es la acumulación de intereses en los préstamos más añejos, sobre todo porque más deudores están inscribiéndose en programas de repago basados en el ingreso. Esos esquemas, que se han expandido varias veces durante la última década, permiten que el deudor reduzca los montos mensuales prolongando el pago de su deuda a 20 o 25 años, en vez de los 10 años convencionales. No obstante, los intereses se acumulan e incrementan la cantidad adeudada. Casi la mitad de los empréstitos pagados en la actualidad están inscritos en algún programa basado en el ingreso, respecto del 27 por ciento registrado hace apenas cuatro años.

Otro elemento que ha contribuido al aumento de la deuda total es que familias y estudiantes de posgrado están pidiendo montos muy altos. Y aun cuando son muy pocas las personas que hacen esto, el impacto en el saldo de la deuda total es enorme.

MUY POCOS DEBEN 100,000 DÓLARES O MÁS

Si hablamos de cantidades absolutas, son raras las personas que tienen deudas de seis dígitos, a quienes Fishman describe como “unicornios en la tierra de los préstamos”. Si bien solo 6 por ciento de la deuda estudiantil consiste en saldos de 100,000 dólares o más, College Board enfatiza que, en términos de dólares, esas cuentas son enormes y equivalen a un tercio de la deuda total.

El club de los 100,000 dólares está integrado, sobre todo, por estudiantes de posgrado; y la membresía aumenta rápidamente. De los deudores que terminaron sus estudios universitarios y empezaron a pagar sus préstamos en 2014, 20 por ciento tenía deudas de más de 100,000 dólares, más del doble del 8 por ciento registrado en el año 2000, señala Adam Looney, economista del Instituto Brookings. Y según informa College Board, la mitad de los prestatarios con licenciatura (digamos, médicos, abogados, dentistas) deben 100,000 dólares o más, y 20 por ciento adeuda 200,000 dólares o más. Además, esas cantidades no incluyen los préstamos de pregrado.

La orgía de empréstitos inició hace una década, con el programa PLUS para préstamos de posgrado, el cual proporcionaba el costo total de los estudios —sin otra ayuda adicional— mediante una investigación crediticia muy superficial. Por su parte, el gobierno aumentó su préstamo de 18,500 dólares anuales a 20,500 dólares al año para los alumnos de pregrado de Stanford, y facilitó el proceso de préstamo para estudiantes de programas privados y en línea.

Muchos estudiantes que ya habían ingresado en el mercado laboral (el cual recompensa los títulos con salarios más altos) aprovecharon los nuevos programas de financiación para hacer un posgrado. Y esa inversión redituó en muchos casos. En 2014, los deudores con préstamos estudiantiles de 50,000 dólares o más (el empréstito de posgrado promedio) empezaron a ganar casi el doble que quienes habían recibido préstamos más bajos, y sus tasas de impago fueron más bajas.

Pero pronto comenzaron a aparecer las grietas. Cada vez más deudores de posgrado asistían a escuelas privadas, pese a que rara vez conducen a buenos empleos (en 2014, 17 por ciento estudió en instituciones privadas contra apenas 1 por ciento en 1990). Y con miras a reducir los pagos iniciales, una población estudiantil cada vez más numerosa empezó a optar por programas de repago basados en el ingreso (y los intereses siguieron acumulándose). El resultado: por primera vez en años, quienes recibieron grandes montos debían más que cuando se graduaron, a pesar de haber pagado sus préstamos durante varios años.

“Muchos de estos prestatarios están teniendo dificultades”, dice Looney. “No me inquietan tanto los médicos, los abogados ni los administradores de empresas, quienes podrán salir adelante. Lo que me preocupa son las personas que pidieron grandes préstamos para asistir a programas que no tenían valor para el mercado laboral”.

Otra tendencia preocupante: el reciente auge del empréstito familiar. Aun cuando hay menos de un millón de progenitores entre los 45 millones de deudores estudiantiles, las cantidades que solicitan tienden a ser muy elevadas. El año pasado, el empréstito familiar típico era de 16,452 dólares (incremento de 42 por ciento a lo largo de una década) y, encima, muchos padres piden préstamos durante cada año que un hijo o una hija pasa en la universidad; y a veces, para varios hijos. Así, según datos de Urban Institute, los préstamos familiares representan hoy 23 por ciento de los 1.6 billones de dólares en deuda estudiantil, incremento de 14 por ciento respecto de hace cinco años.

Pese a que las familias pudientes y de clase media son las más propensas a solicitar préstamos, una cantidad importante de hogares de bajos ingresos obtienen préstamos PLUS, incluidas 16 por ciento de las familias con ingresos inferiores a 20,000 dólares anuales. Las tasas de impago suelen ser bajas, pero este riesgo es mucho mayor para algunos grupos; en particular, las familias con hijos en escuelas privadas, como la Universidad Strayer, la Escuela Intercontinental Estadounidense o la Universidad Walden.

Y aunque no incumplan, estos préstamos son problemáticos para los progenitores que están por jubilarse, época en que el ingreso mengua y no pueden tener deudas. Urban Institute precisa que la cuarta parte de los padres con préstamos PLUS tienen 60 años o más, y casi la mitad percibe menos de 50,000 dólares anuales.

“Temo por los padres que quieren dar una oportunidad a sus hijos y no encuentran otra manera de hacerlo”, lamenta Baum, coautora del informe.

LA MAYORÍA DE LOS UNIVERSITARIOS DEBE MENOS DE LO QUE SE DICE

Hay una estadística que tiende a citarse casi tanto como la cifra de deuda total: después de cuatro años de universidad, los graduados salen de la escuela con una deuda de 30,000 dólares (exactamente 29,650 dólares, según TICAS). Y aun cuando esa cantidad ha permanecido casi sin cambios durante cinco años, equivale a más del doble del préstamo para licenciatura otorgado en 1996.

Pero hay un detalle: ese “promedio” está muy sesgado debido a los fuertes préstamos de una minoría estudiantil (casi siempre, individuos independientes y de más edad, quienes pueden solicitar préstamos más jugosos), y no refleja las circunstancias del universitario típico. De hecho, tres cuartas partes de los estudiantes de licenciaturas de cuatro años en universidades públicas, y dos tercios de sus homólogos en escuelas privadas, terminan con deudas de menos de 30,000 dólares. Por otra parte, la mitad de los prestatarios han pedido menos de 20,000 dólares y cuatro de cada diez recibieron menos de 10,000 dólares. Por último, tres de cada diez licenciados no tienen deuda alguna.

Es evidente que una deuda universitaria de cualquier tamaño es un lastre para un joven que apenas comienza. Sin embargo, hay otros factores que influyen tanto o más en la decisión de los millennials de abstenerse de cosas como comprar casa o iniciar una familia. Por ejemplo, la vivienda se ha vuelto muy costosa: el salario anual promedio no alcanza para que los residentes de 70 por ciento de los condados estadounidenses compren una vivienda de nivel medio. También consideremos el costo de la atención infantil: una encuesta reciente de Care.com halló que 70 por ciento de las familias paga más de 10 por ciento del ingreso en este rubro, y casi la mitad paga 15 por ciento o más de su ingreso.

Ahora bien, dado que un título universitario mejora las oportunidades de empleo y los salarios más altos, los préstamos para licenciatura son una inversión redituable para muchos, y les permite costear tanto la vivienda como la atención infantil. La licenciatura típica de cuatro años redunda en salarios 70 por ciento más elevados que un simple diploma de bachiller, mientras que los títulos avanzados se traducen en sueldos hasta 120 por ciento o más altos.

LOS DEUDORES PEQUEÑOS TIENEN MÁS PROBLEMAS

¿Qué sucede con los estudiantes que no terminan la universidad, los que piden préstamos y abandonan sus estudios antes de titularse? Esas personas terminan con empréstitos relativamente pequeños, pero sin los beneficios de una licenciatura. Y resulta que, más que el préstamo, esos beneficios son un factor crítico para los resultados.

Veamos esto: casi la mitad de los deudores que incumplen no obtuvieron un título universitario y, de ellos, dos terceras partes adeudan menos de 10,000 dólares, revela un análisis reciente de Ben Miller, vicepresidente de educación postsecundaria en el Centro para el Progreso Estadounidense, y agrega que casi 35 por ciento debe menos de 5,000 dólares. Asimismo, el Banco de la Reserva Federal de Nueva York afirma que quienes han incurrido en una deuda estudiantil superior a 100,000 dólares tienen 50 por ciento más probabilidades de incumplir que quienes obtuvieron un empréstito menor a 5,000 dólares.

“Desconocemos la causa precisa de las dificultades que enfrentan estos prestatarios [de pequeños montos] —escribió Miller—, pero una explicación podría ser que sus ingresos no son suficientes para permitir el pago de la deuda, lo que significa que cargamos con todos los gastos y ninguna de las recompensas de la educación universitaria”.

Evento de contratación para ciberseguridad en Long Beach, California. Foto: Brittany Murray/Medianews Group/Long Beach Press-Telegram/Getty

Hace tiempo que este problema ha pasado inadvertido, previene Judith Scott-Clayton, profesora asociada de economía y educación en Teachers College, Universidad de Columbia. “Se habla mucho de los estudiantes con deudas de más de 100,000 dólares y de la presión que [esos empréstitos] ejercen en su calidad de vida, y en su capacidad para adquirir una casa, tener hijos o hacer todo lo supone la adultez”, agrega. “No pretendo minimizar la dimensión del problema, pero si analizas la situación fríamente, verás que los prestatarios con menos deuda son los que sufren más, los que encaran las consecuencias y las implicaciones financieras más graves, y los que más ayuda necesitan”.

Reconocer esto supone repercusiones políticas muy serias, prosigue Scott-Clayton, quien ha comparecido ante el Senado en tres ocasiones como experta en investigaciones y políticas de ayuda financiera. La profesora añade: “Nuestra respuesta sería distinta si, en vez de pensar que el problema más urgente es la cantidad de estudiantes endeudados, abordamos este asunto desde la perspectiva de que más deudores puedan sobrellevar los pagos”.

Por otro lado, la tasa de impago de los estudiantes que asisten a escuelas privadas es mucho mayor que el promedio: TICA informa que 30 por ciento de los licenciados en instituciones con fines de lucro incumplieron sus préstamos 12 años después de iniciar sus estudios, contra 5 por ciento de los egresados de escuelas públicas o privadas no lucrativas. Otros grupos con un riesgo de incumplimiento superior al promedio incluyen a los estudiantes de hogares de bajos ingresos, los alumnos que son los primeros de su familia en asistir a la universidad, y los afroestadounidenses.

ESTUDIANTES Y FAMILIAS AFROESTADOUNIDENSES TIENEN MÁS DIFICULTADES

Si hay un grupo para el que la palabra “crisis” describe la experiencia de la deuda estudiantil, ese es el segmento de alumnos y familias afroestadounidenses. Los estudiantes negros tienen muchas más probabilidades de pedir préstamos (17 puntos más), obtienen préstamos más grandes (hasta el doble, en promedio), y su tasa de incumplimiento es más alta (38 por ciento incumple a los 12 años de haber iniciado los estudios, vs. 12 por ciento de los universitarios blancos).

Scott-Clayton —cuyas investigaciones recientes se han centrado en los alarmantes patrones de incumplimiento de deuda estudiantil—, comenta: “Lo más perturbador no es que existan estas disparidades, sino su magnitud”.

A diferencia de otros grupos, una licenciatura no evita que los deudores afroestadounidenses tengan dificultades. De hecho, un egresado negro tiene más probabilidades de incumplir su deuda que un blanco que abandonó los estudios.

Y el título tampoco les ayuda a saldar sus préstamos universitarios: a 12 años de iniciar sus estudios, el promedio de los graduados negros debe 114 por ciento de lo que había recibido originalmente —es decir, más que el préstamo original—, comparado con 47 por ciento en el caso de los estudiantes blancos y 79 por ciento para los latinos.

Al buscar una explicación para estas disparidades enormes —no solo entre blancos y negros, sino entre deudores negros y estudiantes de otro color—, Scott-Clayton identificó algunos factores bastante previsibles. No obstante, aun considerando aspectos como ingreso familiar, educación parental, cantidades recibidas, calificaciones, títulos, empleo y salario posuniversitario, encontró que persistía una disparidad de 11 puntos entre las tasas de impago de los deudores negros y blancos.

En una carta dirigida a las senadoras Elizabeth Warren y Kamala Harris (entre otros que pidieron información sobre la mejor manera de atacar las disparidades raciales en la deuda estudiantil), Scott-Clayton compartió sus hallazgos, resaltando la diferencia inexplicable de 11 puntos y señalando que los resultados tal vez no “captaban plenamente las diferencias en las circunstancias económicas posuniversitarias de los estudiantes, el respaldo familiar, ni la información o desigualdad de los servicios que reciben de sus instituciones y otros prestadores para hacer frente al repago”.

Agregó que otro factor es “un legado de sesgo y discriminación persistente y pernicioso, el cual podría explicar por qué los patrones observados en los negros no hispanos son distintivos de las personas de color o los estudiantes de bajos ingresos”.

Fishman concuerda: “Los estadounidenses creemos que la educación resuelve todos los problemas, y la triste verdad es que no es así”, asegura. “Las investigaciones demuestran que la educación superior tiene un impacto muy pequeño en la brecha racial de la riqueza porque intervienen otros factores, como la discriminación del mercado laboral y el racismo institucionalizado en nuestra economía”.

Aun cuando es difícil corregir siglos de racismo sistémico en unos pocos años, Scott-Clayton sugiere medidas prácticas que resultarían útiles mientras tanto. Entre ellas: simplificar y automatizar el programa de repago basado en el ingreso, a fin de que los deudores con más limitaciones financieras puedan aprovecharlo junto con el programa de condonación de deuda, actualmente en estudio y dirigido a quienes deben hasta 6,125 dólares en préstamos para licenciatura. Casi 40 por ciento de los deudores de este grupo, y hasta 70 por ciento de los prestatarios negros, incurren en incumplimientos a los 12 meses. Y Scott-Clayton agrega que esta alternativa es muy buena para esos deudores, ya que los costos serían relativamente reducidos.

LÁSTIMA, PORQUE NO ES FÁCIL CONDONAR PRÉSTAMOS

Casi todos los candidatos presidenciales demócratas han hecho alguna propuesta para reducir la deuda estudiantil, y hasta Donald Trump está a favor de modificar los esquemas de repago para que resulten menos complicados.

No obstante, nada ha despertado más interés público que las drásticas propuestas de los senadores Elizabeth Warren y Bernie Sanders, quienes pretenden borrar todos los montos de todos los deudores universitarios (Sanders) o bien, una porción muy grande de la deuda de todos, excepto los contribuyentes más acaudalados (Warren). Fishman comenta que la condonación de deuda es “una idea nueva y extremadamente atractiva”.

Pero si necesita pruebas de que eliminar la deuda estudiantil estadounidense es mucho más difícil de lo que reconocen los candidatos, basta recordar lo que ocurrió cuando Estados Unidos hizo un esfuerzo más limitado en ese sentido: el programa federal llamado Condonación de Préstamos por Servicio Público. Suscrito por el presidente George W. Bush en 2007, el programa prometía perdonar la deuda estudiantil de quienes prestaran una década de servicio en el gobierno o alguna organización no lucrativa.

El problema es que los primeros deudores fueron elegibles hace apenas 18 meses, y el programa ha rechazado a casi 99 por ciento de los 74,000 aspirantes registrados: una tasa de fracaso espectacular que desató burlas, manifestaciones de ira y una avalancha de demandas legales, incluida la de Federación Estadounidense de Maestros contra la secretaria de Educación, Betsy DeVos, acusándola de una mala gestión pasmosa.

Muchos expertos en educación superior celebran que los candidatos traten de ayudar a los deudores en dificultades, pero también plantean interrogantes sobre los costos, la eficacia y la equidad de sus propuestas.

“Para alguien como yo, que ha trabajado en este campo desde hace mucho, es emocionante y alentador saber que el problema está recibiendo atención”, dice Scott-Clayton. “Pero ahora que hemos sorteado el primer obstáculo importante, me pregunto si estarán dirigiendo toda esa atención de la manera más productiva”.

En vez de acciones amplias y costosas para aliviar a los deudores que pueden costar sus pagos cómodamente, y hacer poco o nada para evitar problemas futuros de deuda estudiantil, muchos observadores abogan por iniciativas más dirigidas. Hacen falta soluciones para los desafíos más graves, como las altas tasas de incumplimiento en las escuelas privadas y los programas de titulación; el hipercomplicado sistema para repago de préstamos; las insignificantes revisiones crediticias; y los altísimos empréstitos otorgados a los estudiantes de posgrado, sus progenitores y cuantos ofrecen cantidades muy superiores a sus medios.

Fuente: https://newsweekespanol.com/2019/08/estados-unidos-la-verdad-detras-deudas-estudiantiles/

Comparte este contenido:

Chile Presidenta FECH responde al subsecretario: “Fue el Estado quien abandonó la educación y la entregó al mercado”

En entrevista con El Desconcierto, la presidenta de la Fech respondió a las declaraciones del subsecretario de educación que cierran la puerta a la demanda del movimiento estudiantil por la condonación de la deuda del CAE y criticó el proyecto de ley del gobierno que busca reemplazar este crédito ya que «elimina a los bancos, pero mantiene la deuda ahora con el fisco y con las universidades» afirmó.

En la Comisión de Educación del Senado se está analizando el proyecto del gobierno que crea el Sistema de Financiamiento Solidario (SIFS) en reemplazo del Credito con Aval del Estado (CAE). Desde organizaciones ligadas a la educación han criticado este nuevo proyecto ya que si bien elimina a la banca de la educación, mantiene el crédito y el endeudamiento de los más pobres.

En esos términos, el subsecretario de Educación, Raúl Figueroa, salió al paso para defender el proyecto señalando que es falso que los estudiantes más pobres van a quedar más endeudados y que no existe de parte del gobierno intención alguna de cumplir con la demanda social y estudiantil de condonar la deuda del CAE. “No creemos justo que todos los chilenos tengan que hacerse cargo de la totalidad de una deuda de los morosos” señaló Figueroa.

Sin embargo, la presidenta de la FECH, Karla Toro, afirma que las palabras del subsecretario son del todo injustas porque ha sido el mismo Estado quien ha involucrado a los bancos y holdings en la educación enriqueciéndose a costa de todas las familias de Chile que sueñan con estudiar una carrera profesional. Y que el mismo subsecretario ha trabajado en estos holdigns que se han visto beneficiados con el endeudamiento de cientos de miles de jóvenes.

– Se ha señalado que este nuevo CAE viene a endeudar aún más a los estudiantes más pobres. ¿Consideras que este proyecto es un nuevo problema para la educación?

El problema que tiene este CAE 2.0 es que no cuestiona la fisonomía del mismo sistema de educación. Hoy día el CAE mantiene lógicas crediticias que generan un déficit importante para el Estado en materia monetaria, lo que lo hace poco sustentable. Por otra parte quienes sufren constantemente las deudas del crédito son los estudiantes de los primeros deciles, lo más pobres, entonces eso no es tan errado que este sea un nuevo problema para miles de estudiantes. Es cosa de revisar quienes principalmente están estudiando con el CAE o con el Fondo Solidario. Además las becas, como la beca de gratuidad tampoco responden al algo que el mismo movimiento estudiantil ha estado exigiendo, que es entender la educación como un derecho social.

– ¿Por que el estado debería hacerse cargo de la condonación del CAE?

El Estado debe hacerse cargo de la condonación de la deuda porque fue el mismo quien decidió abandonar la educacion y entregarla al mercado. Llegaron los bancos, golpearon la puerta a quienes estaban en el gobierno y dijeron “queremos hacer negocio con la educacion” y eso se hizo así sin más. Que hoy existan holdings en educacion como Laureate reflejan que el Estado y los distintos gobiernos abrieron la educacion como un negocio, lo que trajo costos que son gigantescos. Existen familias endeudadas que incluso con este CAE 2.0 pueden seguir endeudadas con la banca, y en el caso de que se cambien a este nuevo crédito, van a estar endeudados también con el fisco y además con la universidad, entonces pueden llegar a tener una triple deuda. Eso es lo que el ministerio no ha querido escuchar de parte del movimiento estudiantil.

– ¿Se puede lograr la condonación de la deuda?

Desde el movimiento estudiantil hemos dado esta discusión hace ya varios años, y creemos que si se condona la deuda de los bancos, ¿por qué no se podría condonar la deuda del cientos de miles de estudiantes que si han estado  endeudados por responsabilidad del Estado? La condonación de la deuda debe ir acompañada con una política de repartición efectiva de los recursos que tiene el Estado. Es decir, que los dineros de los créditos como lo son el CAE y el Fondo Solidario, pasen a las instituciones públicas y que se puedan fortalecer como un aporte fiscal directo. De esa manera, el Estado estaría fortaleciendo la misma educacion pública que el abandonó mientras acaba con la deuda. Así por ejemplo la condonación se puede realizar de manera simultanea con un proceso de expansión y fortalecimiento de la educación publica.

¿Qué opinas que centros de pensamiento de la derecha como Libertad y Desarrollo estén en contra de este nuevo CAE pero a favor de la eliminación de la banca en la educación?

La verdad es algo paradójico, si bien el CAE 2.0 quiere sacar a la banca de la educación, que es algo positivo que tiene este proyecto, sigue manteniendo la lógica del crédito. Que Libertad y Desarrollo y otros centros de pensamiento estén incluso a favor de sacar a la banca, quiere decir que han escuchado lo que hemos estado diciendo como movimiento social, pero es lamentable que se mantengan de acuerdo con tener un sistema crediticio que mantiene la deuda e incluso la fomenta. Ahí es donde se equivocan porque claramente  no quieren entender la educacion como un derecho social sino que mas bien, pretenden crear otro nicho de acumulación rentista como el que han tenido los bancos durante mucho tiempo a costa de la deuda millones de jóvenes en este país.

 

Fuente: http://www.eldesconcierto.cl/2018/08/09/presidenta-fech-responde-al-subsecretario-fue-el-estado-quien-abandono-la-educacion-y-la-entrego-al-mercado/

Comparte este contenido:

Japón: Las becas a devolver, un lastre para los estudiantes

Japón / 18 de febrero de 2018 / Autor: Iwashige Yoshiharu / Fuente: Nippon

Aunque uno de cada dos universitarios japoneses (1,77 millones) estudiaban con beca en 2013, lo cierto es que el sistema de becas nipón, basado en la premisa del aumento exponencial de los salarios, no es coherente con la presente situación de inestabilidad laboral del país. Resulta evidente que Japón debe revisar dicho sistema para adaptarlo a las circunstancias de la era actual.

Jóvenes aplastados por el yugo de deudas despiadadas

Las ganas de aprender son lo más importante para los jóvenes. Sin embargo, las becas en las que los universitarios japoneses confían para desarrollar sus estudios, que son en realidad créditos a devolver, a menudo se convierten en un pesado lastre para la vida posterior de los jóvenes. La carga del endeudamiento no solo les erosiona el vigor físico y mental, sino que también les arrebata opciones de vida cruciales, como casarse o tener hijos, despojándolos incluso del orgullo propio y la dignidad como personas. Esta suerte de círculo vicioso afecta, de hecho, a los beneficiarios de las becas oficiales de JASSO (Japan Student Services Organization).

El encarecimiento de las tarifas educativas y las dificultades financieras de los hogares están haciendo que se dispare el número de jóvenes que piden becas a devolver. No son pocos los jóvenes que, tras graduarse, se ven obligados a empezar su vida adulta con una deuda de varios millones de yenes. Con unos salarios cada vez más bajos y una precariedad laboral creciente, derivados de la proliferación de prácticas como el empleo irregular, son muchos los que se ven en el atolladero de no poder devolver la beca que pidieron para estudiar. JASSO reacciona ante este panorama intensificando la presión para reclamar los pagos: registrando a los deudores en listas de morosos, utilizando empresas de cobro de deudas e incluso interponiendo demandas con juicio. Resulta lógico, pues, que cada vez haya más personas que se ven acorraladas a pesar de que hacen todo lo que pueden por pagar.

Medidas de rescate que no salvan a nadie

La diferencia entre las becas a devolver y los demás créditos es que las primeras se otorgan sin conocer el empleo ni los ingresos futuros de los beneficiarios, y por lo tanto entrañan un riesgo intrínseco de impago. Lo lógico sería que el sistema previera el rescate para los deudores que dejen de poder pagar, pero, por desgracia, las medidas vigentes son absolutamente insuficientes.

Las becas de JASSO cuentan, por ejemplo, con un sistema de extensión del período de devolución, al que pueden acogerse aquellos que tienen dificultades para pagar y perciben unos ingresos anuales de menos de 3 millones de yenes, pero el período máximo de disfrute es de diez años; pasado ese tiempo, dejan de poder beneficiarse del sistema aunque sigan teniendo pocos ingresos. Y existen más problemas en la aplicación de este tipo de limitaciones. Por ejemplo, si una persona que tiene una morosidad no logra devolver tanto el dinero del préstamo oficial como el de los pagos atrasados, pierde el derecho a acogerse a las medidas de rescate. Caer en la morosidad porque no se puede pagar y, al no poder pagar esa morosidad, no poder recibir rescate es una incoherencia flagrante.

Ante las numerosas críticas que vienen recibiendo estas condiciones draconianas, desde abril de 2014 se empezó a reconocer el derecho a la extensión de pagos a pesar de tener una morosidad, pero solo en casos excepcionales, como si el deudor ingresa menos de 2 millones de yenes al año. Aun así, en diciembre del mismo año JASSO decidió imponer limitaciones también en este nuevo sistema, declarando lo siguiente: “Las personas que hayan ido a juicio o hayan declarado la prescripción de parte de la deuda no podrán acogerse al sistema de extensión del período de devolución”. Resulta injusto que personas con dificultades queden excluidas del sistema por ir a juicio o que se les nieguen las medidas de rescate por reclamar su legítimo derecho a declarar la prescripción de la deuda. JASSO alega que “la evaluación sobre la necesidad de aplicar medidas de rescate como la extensión del período de devolución queda a discreción de nuestra entidad y no es un derecho del deudor”, pero de nada sirve contar con un sistema de rescate si el prestamista se reserva el derecho a cambiar las condiciones siempre que le convenga.

Más becas sin devolución o sin intereses

La situación que hemos expuesto hasta aquí demuestra que las becas de JASSO no son, en realidad, más que préstamos estudiantiles. Y la mayoría de los que sufren para devolver esas becas se convirtieron en víctimas del sistema por motivos que escapan a su control. Evitar caer en la trampa de las becas no está en manos de los beneficiarios. La única medida básica que puede aplicarse al respecto es cambiar el sistema desde la raíz. Propongo las siguientes reformas para mejorar el sistema.

  • Reducir el precio de las tasas educativas, que en Japón son extremadamente elevadas en comparación con el resto del mundo.
  • Aumentar el número de becas sin devolución.
  • Eliminar los intereses de las becas con devolución.
  • Aplicar un sistema de devolución flexible que se adapte a la capacidad económica del becario.

Discretos avances

La opinión pública ha logrado que el sistema de las becas, plagado de defectos, inicie un paulatino progreso de mejora.

En primer lugar, se han creado, al fin, becas sin devolución. En 2017 el Gobierno de Japón ofreció las primeras becas públicas sin devolución, dirigidas a jóvenes criados en orfanatos, procedentes de hogares exentos de impuestos o con dificultades para continuar los estudios. Con todo, las becas ofrecidas son muy escasas tanto en número —20.000 becas por curso escolar— como en cuantía —entre 20.000 y 40.000 yenes al mes—, por lo que es imprescindible complementarlas con créditos. Además, los criterios de asignación por méritos académicos del nuevo sistema resultan inviables si se tiene en cuenta que la mayoría de los jóvenes que han crecido en un entorno con problemas tampoco han disfrutado de las condiciones adecuadas para estudiar. También se prevé la posibilidad de que los becarios que no mantengan un expediente brillante tengan que devolver el dinero de la beca y, como los criterios son ambiguos, es posible que muchos jóvenes renuncien a pedir beca por miedo a tener que devolverla después. La introducción de las becas sin devolución supone un avance, pero su sistema todavía está repleto de errores de diseño.

En segundo lugar, se tiende a eliminar el interés de las becas. Aunque JASSO ofrece becas con y sin intereses, hasta la fecha la cuota de becas sin intereses era muy reducida, por lo que muchos estudiantes se quedaban sin ellas a pesar de cumplir con los criterios para recibirlas. A partir del año fiscal 2017, el Ministerio de Educación se propone otorgar becas sin intereses a todos los solicitantes que satisfagan los criterios establecidos. Los que se mueven en el sector educativo advierten que la cifra de estudiantes fuera de cupo de las becas sin intereses que estima el Ministerio de Educación —24.000 personas— se queda muy corta. Hay que tener presente que el endurecimiento de las condiciones —ingresos y cualificaciones— para recibir estas becas es lo que ha ido diezmando el número de solicitantes, y que 24.000 son solo los que quedan tras la criba de esos estrictos criterios.

En tercer lugar, tenemos la introducción de un sistema de devolución adaptado a los ingresos. En el año fiscal 2017, se ha introducido el Sistema de Devolución de Becas por Ingresos que permite determinar el monto de cada cuota en función de los ingresos del deudor. Esta iniciativa, no obstante, también presenta imperfecciones que la alejan de su objetivo original, como la obligación de pagar al menos 2.000 yenes mensuales aunque no se cuente con ningún ingreso o se provenga de un hogar exento de impuestos. La opción de ampliar el plazo de devolución para personas con bajos ingresos existe, pero no se ofrece ninguna solución a los problemas del sistema de rescate que planteaba más arriba. Tampoco se ataja el problema del alargamiento del período de devolución como consecuencia de fijar cuotas de devolución bajas. Otro inconveniente es que los ingresos a partir de los que se calculan las cuotas de devolución no solo incluyen los ingresos del beneficiario de la beca, sino también los de la persona que lo mantiene (en el caso de que el beneficiario sea económicamente dependiente).

Toda la sociedad ha de apoyar la educación

Los responsables de elaborar las políticas educativas señalan la falta de presupuesto, pero es precisamente ese presupuesto educativo, al que Japón dedica una cantidad de fondos irrisoria, lo que debemos cuestionar. Frente a la media del 5,4 % del PIB que los países de la OCDE asignan a la educación, Japón solo invierte el 3,6 %; y, considerando solo el presupuesto destinado a la educación superior, Japón es el último de la lista, con tan solo un 0,5 % del PIB. Tras estos datos se halla la concepción errónea de que el beneficiario de la educación es quien debe pagar por ella. La educación no solo beneficia al individuo, sino que es un pilar que sustenta a la sociedad, por lo que beneficia a toda la sociedad en su conjunto. La situación actual, en que muchos jóvenes han de solicitar cuantiosos créditos porque los padres no pueden financiarles los estudios, representa, además de una injusticia, una violación del artículo de la Constitución que reza “Todos los ciudadanos tendrán el derecho de recibir igual educación”.

Urge abrir un debate nacional en Japón para crear un sistema en que la sociedad apoye el desarrollo y el aprendizaje de los niños y los jóvenes, dedicando a la educación un presupuesto acorde a los niveles de la OCDE.

Fuente de la Noticia:

https://www.nippon.com/es/currents/d00355/

Comparte este contenido:

Estados Unidos: La pesada sombra de las deudas de educación

Estados Unidos/29  septiembre 2016/ Fuente: La Opinión

La educación superior siempre ha sido considerada como un camino confiable hacia un futuro con más seguridad – una inversión sólida que crea oportunidad, levanta a las comunidades y paga dividendos por generaciones venideras. Hoy en día, sin embargo, el espectro de las deudas crea una sombra sobre la sabiduría tradicional, poniendo en riesgo la promesa de educación para las familias estadounidenses y en peligro a nuestros prospectos económicos a largo plazo.

Los deudores del grupo de graduados de 2016 acaban de salir de la universidad con el peso de una deuda récord que promedia alrededor de $37,000 por estudiante; y cerca de 42 millones de estadounidenses ahora acarrean $1.3 billones en deudas educativas colectivamente.

Es una carga que trae un grave efecto de dominó: Consumer Reports ha encontrado que aquellos que se encuentran abrumados por esta deuda a menudo atrasan la compra de una casa, aplazan ahorrar para la jubilación y se ven frenados de otras formas en la planeación de su futuro. Puede que lo peor de todo sea que el 45% de los estadounidenses con deuda por préstamos estudiantiles que encuestamos reportaron que la educación superior que cursaron no valió la pena los costos que implicó—una estadística devastadora tanto a nivel personal como en el ámbito social.

Este mes estamos arrojando luz sobre la forma en la que llegamos aquí haciendo las preguntas difíciles sobre lo que se necesita hacer en el mercado para restaurar la promesa de una educación más allá de la escuela secundaria  para todas las familias.

En nuestra guía para la crisis de la deuda estudiantil, podrás encontrar consejos de expertos sobre cómo evitar la culpabilidad de comprar, incluyendo una guía sobre ayuda financiera federal y privada, una explicación detallada sobre cómo administrar y disminuir el impacto de las deudas estudiantiles y respuestas a tus dudas más apremiantes sobre cómo los miembros de tu familia y tú pueden obtener una educación sin sacrificar su seguridad financiera más adelante.

Conforme las matrículas y los términos de la ayuda financiera siguen saliéndose de control, también estaremos buscando la forma de traer la cordura y responsabilidad de regreso a los mercados de préstamos en lo que depende que la educación pueda seguir siendo el camino hacia las oportunidad que siempre ha pretendido ser.

Fuente: http://www.laopinion.com/2016/09/27/la-pesada-sombra-de-las-deudas-de-educacion/

Comparte este contenido:
OtrasVocesenEducacion.org