11 de enero de 2017 / Fuente: https://www.isep.es/
Por: Maribí Pereira
El término líder proviene del inglés leader y hace referencia a conducir, guiar, dirigir. Un líder es aquella persona que ejerce una mayor influencia en un grupo, se le considera jefe u orientador y tiene la habilidad de convencer a otros de que trabajen con entusiasmo para lograr los objetivos definidos.
Un líder es aquel individuo que diagnostica las causas subyacentes a un problema y tiene como meta aportar soluciones creativas y aceptadas. Su filosofía de trabajo pretender alinear los objetivos personales con los del equipo y organización o entidad donde lidere. Recaba y escucha las ideas de otros aun teniendo sus ideas muy claras. Promueve la participación y el trabajo en equipo, asumiendo diferentes posiciones en función de la actividad por desarrollar. Tiene buenas relaciones con otros y un excelente nivel de autorregulación emocional, esforzándose y dando perspectiva a la situación (Rodríguez, Sanjoaquín y Rodríguez, 2013).
El líder trabaja desde la interdependencia, ya que considera que todos los esfuerzos individuales permiten cumplimentar las actividades asignadas al equipo. Para que el líder obtenga la participación de todos los implicados en el logro de objetivos debe tener presentes seis supuestos básicos (Rodríguez, Sanjoaquín y Rodríguez, 2013):
– El uso de esfuerzo físico y mental. Para el líder, el ser humano no tiene aversión al trabajo, sino motivaciones propias tanto intrínsecas como extrínsecas, las cuales le movilizan y dan sentido al esfuerzo. En este sentido, se pregunta ¿Cuáles son las motivaciones en cada caso y en cada persona?
– Las personas ejercemos una dirección y dominio propio en pro de los objetivos a los cuales dedicamos nuestro esfuerzo. Ni el control externo ni la amenaza de castigos son los medios para lograr conseguir movilizar esfuerzos hacia un objetivo común
– La dedicación a los objetivos es una función de las recompensas asociadas con el logro, por tanto, hay que evaluar si las recompensas esperadas motivan a las personas a dedicar suficiente esfuerzo a los objetivos planteados.
– Las personas, en el entorno y con las condiciones adecuadas, aceptan y asumen la responsabilidad por sus actuaciones.
– Las personas tienen aptitudes para ejercer un adecuado e incluso extraordinario grado de imaginación, ingenio y creatividad en el afrontamiento y resolución de problemas.
– Las potencialidades intelectuales de las personas se utilizan solo parcialmente.
Para actuar como líderes debemos potenciar una serie de características (Rodríguez, Sanjoaquín y Rodríguez, 2013):
– Objetivos: un auténtico líder planifica estableciendo de forma previa y compartida, los objetivos, escucha el parecer de todos los implicados en su consecución y en base a ello, se establecen las tareas a realizar.
– Creatividad e ingenio: un auténtico líder se mantiene continuamente probando nuevas formas de llevar a cabo las cosas, y esto es fundamental para que otros se sientan invitados a avanzar en terrenos nuevos. De hecho, cuando las personas se implican en la actividad y con la aportación de ideas, se produce como resultado, una mayor aceptación de la misión.
– Comunicación y afrontamiento de conflictos: el líder muestra habilidades de comunicación que le permiten compartir conocimientos e ideas, transmitiendo un sentido de urgencia y entusiasmo al respecto. Sabe que tiene que conseguir un mensaje que sea comprendido fácilmente y facilitar que las personas que lidera alcancen un nivel de implicación y motivación importante.
– Inteligencia emocional: el líder muestra un equilibrio entre la razón y la emoción, la lógica de los pensamientos y las emociones primarias y sociales. Se trata de alguien que “piensa un poco más con el corazón y siente un poco más con la cabeza”.
Para ser un líder tenemos que conocer las cualidades del “ser”, es decir, las características significativas de la persona, haciendo de ella alguien distinta y especial a otros. Para ello, es importante tener (Rodríguez, Sanjoaquín y Rodríguez, 2013):
– Consciencia, ya que difícilmente se cambia algo que desconocemos que existe y que queramos o no, forma parte de la realidad.
– Realidad, lo que implica que sabiendo cuál es el punto de partida, se evalúa esa manera de ser de forma crítica, sabiendo cuáles son los beneficios y cuáles son las limitaciones en el cambio.
– Acción, se establecen las estrategias para hacer realidad los objetivos planteados.
– Escribir un compromiso de cambio con uno mismo.
Teniendo estos aspectos claros, un líder debe ser coherente, entendiéndose por coherencia la conexión, relación o unión de unas cosas con otras. El instrumento a partir del cual sea hace patente dicha coherencia es el ejemplo y la concordancia entre el dicho y el hecho (Rodríguez, Sanjoaquín y Rodríguez, 2013).
Asimismo, el líder debe ser prudente en el sentido de prometer sólo aquello que puede cumplir, ya que pocas cosas hay que afecten más la confianza que la generación de expectativas que no se cumplen. Por otro lado, debe tener sentido la justicia en todas y cada una de sus decisiones. Cualquier decisión que el líder adopte debe estar basada en criterios claros y explícitos para que sea fácil de comprender y aceptar aunque no se comparta en su totalidad (Rodríguez, Sanjoaquín y Rodríguez, 2013).
El líder debe tener competencias que le permitan el buen desempeño y ejercicio de su rol. En este sentido, la formación y la experiencia con la fuente de actualización constante de la competencia. La cualidad del liderazgo y necesaria para todas las personas de la sociedad actual, es la de “permanecer aprendiendo de manera constante” (Rodríguez, Sanjoaquín y Rodríguez, 2013).
Además, el líder debe partir de una valoración positiva de sí mismo (autoconfianza), con una convicción interior sobre su capacidad para llevar a cabo los objetivos marcados. El entusiasmo es una cualidad que supone ilusión y pasión por aquello que se hace, transmitiéndolo y contagiándolo a otros. Este entusiasmo del líder en su justa medida es el catalizador de la auténtica inteligencia, ya que cuando un líder se apasiona por lo que hace, lo transmite de forma automática a las personas que lidera. En relación con el entusiasmo está el valor, el cual requiere dominio de la voluntad sobre los sentimientos de miedo que se producen ante un peligro inminente. El líder, aunque sienta temor, ha de tener la capacidad de sobreponerse a este y continuar avanzando hacia la meta final (Rodríguez, Sanjoaquín y Rodríguez, 2013).
Por último, el líder ha de ser una persona constante, firme y perseverante en las resoluciones y propósitos, con iniciativa y capacidad de llevar a cabo las acciones necesarias y adelantarse a los demás en la acción o palabra, íntegro de carácter y sincero en sus acciones; comprometido con unos valores y sobretodo con la capacidad de asumir responsablemente las consecuencias de sus actos (Rodríguez, Sanjoaquín y Rodríguez, 2013).
Fuente artículo: https://www.isep.es/actualidad-psicologia-clinica/ser-un-lider/#more-8417