Por: Maribí Pereira
Si bien es cierto que hoy día nadie duda que la escuela del siglo XXI deba contemplar dentro de sus objetivos principales el educar para vivir en sociedades plurales, diversas y multiculturales, también es cierto que no hay un acuerdo claro sobre la consideración que merece tal diversidad cultural.
Son muchos quienes, abiertamente o de modo encubierto, manejan la idea de que la diversidad cultural es perjudicial, motivo de conflicto, amenaza para la cohesión social, obstáculo para el progreso… Entonces, no es únicamente que no haya consenso respecto a la interculturalidad (en cuanto a proyecto social y político) sino que tampoco hay acuerdo respecto a la deseabilidad de la multiculturalidad (en tanto a que sea una característica de nuestras sociedades).
Nuestras sociedades son multiculturales, sin embargo, nunca hubo tal cantidad de productos que, atravesando todas las fronteras del planeta, establecen modos similares de divertirse, de vestir, de comprar y de relacionarse. La globalización, además de su manifiesta dimensión económica, pone en evidencia cómo nuestras sociedades reciben influencias de otras culturas y cómo, a menudo, interacciones desembocan en procesos de uniformización.
En este sentido, se plantea el debate de la multiculturalidad: por un lado, la constatación de la diversidad cultural como característica de nuestra sociedad, y por el otro, los fenómenos de globalización económica y social que, entre otras consecuencias, aceleran los procesos de homogeneización cultural en todo el planeta.
El sistema educativo se limita en muchas ocasiones a legitimar una determinada cultura, la dominante, lo que implica dejar al resto de culturas en posición de inferioridad. Esta tendencia etnocentrista suele darse en todas las culturas y supone una visión unilateral del mundo, que no asume la diversidad del hecho cultural. Se habla de tolerancia, cooperación y aceptación, pero en la realidad poco se hace para modificar las prácticas habituales de las aulas ordinarias de manera que atienda al total de la población discente.
En España, por ejemplo, han crecido las situaciones de contacto y unión de diferentes culturas. Por ello, surgen las principales causas de la preocupación por los principios de la Educación Intercultural en los centros educativos. Los niños cuando se escolarizan, ya se incorporan a la escuela con ciertas experiencias de socialización y una determinada identidad cultural, y a los cinco años pueden presentar actitudes de rechazo hacia miembros de otros grupos (Aguado, 1995 y Jordán, 1997). Esto hace que los profesores se planteen nuevas actitudes y estrategias metodológicas ante sus alumnos para evitar que haya posibles situaciones de discriminación o desventajas educativas.
En muchos casos, una formación no adecuada del profesorado limita la atención a la diversidad que requiere su aula. Contar dentro del equipo docente con un profesional especializado en Intervención Psicopedagógica en contextos educativos puede ayudar a iniciar el cambio hacia una verdadera educación intercultural.
Los centros educativos deben hacer énfasis en involucrar a todos los miembros de la comunidad para que realicen actividades encaminadas a concienciar a los estudiantes respecto a la multiculturalidad. Asimismo, resulta imprescindible que los padres y madres de los alumnos participen en las mismas para, así, hacerles reflexionar de la necesidad de establecer una adecuada coordinación padres–escuela para fomentar la educación en valores.
Con masters para educadores como el Máster en Intervención Psicopedagógica en Contextos Educativos de ISEP el profesor conocerá distintas actividades para realizar en el aula centradas en:
1) Organizar experiencias de socialización basadas en valores de igualdad, reciprocidad, cooperación, integración.
2) Utilizar la diversidad cultural como instrumento de aprendizaje social y no de diferenciación entre unas y otras culturas.
3) Dotar a los alumnos de destrezas de análisis, valoración y crítica de la cultura.
A continuación, se plantean algunas actividades de utilidad para la Educación Infantil, centradas en promover valores positivos sobre la interculturalidad:
– Cuentos: a través de ellos se fomentan los valores (respeto, igualdad, compañerismo, tolerancia, etc.) desde diferentes perspectivas.
– Carnaval: trabajando las diferencias personales entre los miembros del grupo, en cuanto a gustos, vestuario, preferencias, etc.
– Canciones musicales: a través de canciones procedentes de diferentes culturas, por ejemplo “Ea mi niño” (España), “Thulu-thu” (Sudáfrica), “Ani Kuni” (indú), etc.
– Fiestas Navideñas: consiste en celebrar la Navidad a través de las distintas fiestas culturales procedentes de los niños de la clase. Por ejemplo, en el caso de alumnos de origen marroquí celebran la “Fiesta del Borrego” y podremos ver sus costumbres, su vestimenta, sus platos típicos, etc.
– Día de la Paz: se puede celebrar a través de varias actividades como escribiendo “paz” en diferentes idiomas o pintando con las manos de los niños llenas de pintura blanca la tradicional paloma blanca
– Gastronomía y vestimenta: cada niño trae un plato típico de su cultura o asiste vestido con su traje típico. Luego, de forma individual, explican lo que sus padres y madres les ha contado, las tradiciones que se hacen en casa, etc.
– ¿Me miro al espejo y qué veo? Esta actividad se puede realizar en parejas del mismo sexo o del sexo contrario. Consiste en que los niños se miren al espejo y aprendan a ver las diferencias físicas que existen entre ellos, pero que a la vez observen y comprendan las similitudes entre ellos (todos tienen dos ojos, una nariz, una boca, dos brazos, dos piernas, etc.) para disminuir las actitudes de discriminación, superioridad o rechazo.
– Juegos y bailes tradicionales: se realizan juegos tradicionales de los países de procedencia de los estudiantes, así como los bailes típicos de cada país.
Fuente artículo: https://www.isep.es/actualidad-educacion/educacion-intercultural-una-realidad-no-atendida/