Marchar… para que todo siga igual

Por: Revista Semana. 

El movimiento estudiantil en pro del financiamiento de las universidades públicas ha demostrado un fuerte poder de convocatoria e influencia. Sin embargo, ciertas contradicciones en lo que reclama pone en entredicho su alcance.

Pocas imágenes son más poderosas que la de miles de alumnos marchando en las calles. Cuano los jóvenes se toman las ciudades se respira cambio, esperanza y futuro. La potencia de los movimientos estudiantiles ha retado el statu quo, ha tumbado dictaduras, ha reformado constituciones y ha reivindicado a los pobres y excluidos.

Sin embargo, las marchas estudiantiles de las últimas semanas han estado plagadas de contradicciones, discursos ideológicos y radicalización. Dos paradojas llaman la atención y derrumban la esperanza.

La primera es la de la educación pública. Resulta incomprensible que, en una misma frase, los líderes de las marchas acusen al Estado –con razón– de ser corrupto, ineficiente, malgastador e indolente, y luego pidan que sea este el que administre la totalidad de los recursos de la educación. Esta reivindicación es casi esquizofrénica: denunciar la incapacidad del Estado y al mismo tiempo confiarle en exclusiva la guarda del recurso más sagrado. Los políticos corruptos que se han tomado los consejos superiores de muchas universidades públicas se deben estar relamiendo al ver a los estudiantes “triunfar” en su lucha por mantener intactos sus feudos de captura de rentas, engordados ahora con los recursos de Ser Pilo Paga y los fondos adicionales prometidos por el gobierno nacional.

La segunda paradoja es la de la reivindicación por recursos. La premisa de las protestas es que la educación superior está desfinanciada (lo cual es cierto) y que el presupuesto es incompatible con las crecientes demandas demográficas y económicas de la educación terciaria (también cierto). Resulta entonces increíble que en la batalla por los recursos, el trofeo de guerra haya sido uno de los pocos programas que ha logrado aumentar aquellos destinados a la educación pública. Que no quepa duda: Ser Pilo Paga fue una conquista. Cientos de miles de millones de pesos que habrían sido invertidos en defensa, burocracia o mermelada se redirigieron a la educación de los estudiantes más pobres del país. Lo que debería haber sido un símbolo inédito de victoria para la educación, de ruptura del statu quo, resultó convertido en el villano.

No es la primera vez en la historia que los alumnos han sido utilizados y manipulados para defender intereses oscuros (en China, fueron el músculo de la cruenta Revolución Cultural). Quienes batallan por capturar rentas y mantener privilegios se han aprovechado de la legítima aspiración de los estudiantes por un país justo y equitativo en el que la educación sea la máxima plataforma de movilización social.

La educación pública requiere más recursos. Desesperadamente. Pero necesita, en igual medida, retar al Estado, pensar por fuera de la caja, superar ideologías, transformar estructuras y derrotar el anquilosamiento. El abismo de la inequidad que divide a Colombia no se va a resolver con más de lo mismo. La educación pública necesita, en últimas, tanta innovación como financiación.

Fuente del artículo: https://www.semana.com/educacion/articulo/el-movimiento-estudiantil-2018-su-poder-de-convocatoria-y-sus-contradicciones/592954

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