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Eugenio Freire de Anthology comparte su visión sobre la Universidad 2030 y la importancia de la innovación en la educación superior

El vicepresidente regional de Ventas de Anthology para América LatinaEugenio Freire Couselo, compartió con Virtual Educa Noticias la importancia de introducir herramientas que contribuyan a la innovación en las instituciones de educación superior.

“En Anthology creemos en la necesidad de proveer al sector de educación superior con las herramientas que apoyen las iniciativas estratégicas que cada universidad tenga. Las instituciones cuentan con su propia visión para ofrecer cursos en diferentes formatos y en diferentes modalidades de aprendizaje, lo que les permite tener un mayor alcance en todos los segmentos de la población estudiantil”, aseguró el directivo de Anthology.

Las herramientas que brinda Anthology permiten y ayudan a mejorar la inclusión educativa, tal es el caso Ally, que contribuye a mejorar la accesibilidad de los cursos no solo a los estudiantes que tienen alguna discapacidad, sino a todos por igual, por lo que la herramienta logra potenciar el estilo de aprendizaje de cada alumno, ya sea visual, verbal, auditivo o kinestésico.

“El diseño de las herramientas de Anthology permite que los estudiantes accedan desde cualquier dispositivo, a cualquier contenido y servicio en todo momento, de manera que se tenga inclusión y accesibilidad a la educación”, indicó Freire Couselo.

Las instituciones educativas tienen un papel muy importante en la innovación educativa, por lo que es cada vez más frecuente encontrarse con universidades que buscan innovar en sus programas, modalidades, formatos, procesos formativos, entre otros; “por ello, Anthology proporciona las herramientas necesarias para implementar el proceso de innovación en conjunto con las instituciones”.

Desafíos educativos

El ejecutivo de la edtech señala que en la actualidad existen diversos desafíos educativos en cada país, en los que intervienen factores como el económico, político y tecnológico, sin embargo, se ha identificado un común denominador en las instituciones educativas que es la demanda por la flexibilidad, por lo que para poder innovar requieren las herramientas tecnológicas que les permitan soportar de forma flexible las demandas y necesidades actuales.

“La innovación educativa permitirá construir sistemas educativos con un mayor alcance para su población estudiantil y potenciar metodologías de enseñanza que incluyan las tecnologías de la información, en beneficio de toda la comunidad universitaria”, afirmó Freire Couselo.

“La implementación de plataformas LMS es una necesidad para la educación tradicional y por supuesto para la virtual, ya que logra reunir elementos de la operación del día a día en un solo sistema”.

Todas las experiencias son importantes

En Anthology creen firmemente en la capacidad que pueden tener las instituciones a través de herramientas flexibles para lograr innovar en diferentes ámbitos del proceso educativo.

“Anthology ayuda a los estudiantes y a las instituciones educativas con el ecosistema de tecnología para la educación más grande de todo el mundo. Es por ello, que nuestro ecosistema completo de soluciones de tecnología para la educación abre un mundo de posibilidades para su institución y sus estudiantes, con el objetivo de que alumnos y educadores alcancen sus metas”, indicó el representante de la empresa.

En este sentido, Anthology ofrece una variedad de herramientas, como el sistema de gestión del aprendizaje (LMS), el sistema de información del estudiante (SIS) y el sistema de gestión de relaciones con el cliente (CRM), mismas que se complementan y enriquecen entre todas.

La educación cambió con la llegada de la pandemia y nos hizo darnos cuenta que la educación virtual era una alternativa válida, de modo que la adoptó como parte del proceso formativo.

Educación del futuro

Por último, el directivo de Anthology, señaló que “en los próximos años, se verán cambios en la educación debido al impacto del análisis de datos, la inteligencia artificial y el metaverso, de modo que es fundamental que las instituciones educativas entiendan que los habilitadores y sistemas tecnológicos van a cobrar un papel relevante en la transformación de la universidad tradicional, lo que Virtual Educa denominó Universidad 2030”.

La Universidad 2030 estará conformada por un amplio componente tecnológico, en razón de lo cual, los líderes de las instituciones de educación superior deben analizar, apropiarse y aplicar en su operación diaria para ser exitosas en el futuro.

Universidad 2030: fortalecimiento digital para la educación

Universidad 2030 es un espacio de cooperación multilateral internacional que promueve una educación superior hacia el año 2030 con visión al 2050. Con el objetivo de crear ecosistemas colaborativos para la conexión educativa con otras universidades, en donde cada una podrá exponer dentro de un repositorio digital sus propias potencialidades, y comprometerse con la innovación para la educación. Anthology es main sponsor de la iniciativa Universidad 2030.

La entrevista con Eugenio Freire Couselo anticipó algunas de las temáticas que Guillermo Maureira, SIS – Strategic Consulting de Anthology, tratará en su próxima conferencia ‘’Experiencias inteligentes: el siguiente paso para la Comunidad Educativa’’ en el Foro Universidad 2030 ‘Fortalecimiento digital para la educación: tendencias, estrategias y soluciones innovadoras’ que se desarrollará en Lima (Perú), el 19 y 20 de abril, con la organización de Virtual Educa y la Universidad Privada Peruano Alemana (UPAL). Los interesados en participar presencial o virtualmente pueden registrarse sin costo en virtualeduca.org/u2030/lima2023

Fuente: https://virtualeduca.org/mediacenter/eugenio-freire-de-anthology-comparte-su-vision-sobre-la-universidad-2030-y-la-importancia-de-la-innovacion-en-la-educacion-superior/
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Graham Lawton: Plan de rescate para la naturaleza, cómo solucionar la crisis de biodiversidad

Traducido por Eva Calleja

Llevamos demasiado tiempo arrasando los ecosistemas del planeta, pero decisiones fundamentales que se tomarán este año podrían ser el punto de inflexión que nos ayude a restaurar nuestra relación con la naturaleza.

Hemos estado retrasando el tema, pero el covid-19 quizá haya sido el toque de atención definitivo. “2021 debe de ser el año en el que la humanidad se reconcilie con la naturaleza”, dijo el secretario general de la ONU, Antonio Guterres,  en una intervención ante la Cumbre One Planet de líderes mundiales en Paris el mes pasado. “Hasta ahora hemos estado destruyendo nuestro planeta. Hemos estado abusando de él como si tuviéramos uno de repuesto”.

Las cifras son claras, cualquiera que elijas. Más del 70 por ciento de la tierra libre de hielo está ahora bajo control humano y cada vez más degradada. La masa de infraestructura hecha por el hombre excede a toda la biomasa. Los humanos y los animales domésticos suponen más del 90 por ciento de todos los mamíferos del planeta. Nuestras acciones amenazan con la extinción a un millón de especies, 1 de cada 8, (Ver “Biodiversity: A status report”).

Todo eso ha sucedido en un abrir y cerrar de ojos, en términos geológicos. “Si comparamos la historia de la Tierra con un calendario anual, hemos usado un tercio de sus recursos naturales en los últimos 0,2 segundos” dijo Guterres en París.

Después de una década perdida, y de un retraso de un año en las negociaciones debido a la pandemia, está previsto firmar un nuevo acuerdo internacional para conservar la biodiversidad del mundo a finales de este año, con muchas otras iniciativas también iniciándose. Las señales son que el covid-19, una pandemia causada por nuestra actitud desdeñosa hacia la naturaleza, podría finalmente haber centrado nuestras mentes. La pregunta es, ¿Qué necesitamos hacer, y podemos hacer lo suficiente a tiempo?

Nuestra relación con la naturaleza comenzó a agriarse más o menos a principios de la revolución industrial, pero realmente no se torció hasta que la Gran Aceleración empezó a coger impulso después de la segunda guerra mundial. En este periodo, el auge dela población y del comercio y unos niveles más altos de prosperidad provocaron un crecimiento exponencial de casi todas las medidas del impacto de la humanidad en el planeta: extracción de recursos, producción agrícola, desarrollo de infraestructuras, contaminación y pérdida de hábitats y biodiversidad.

Este expolio fue una apuesta que hace mucho dejo de ser rentable. La tierra degradada ya afecta de manera negativa el bienestar de 3.200 millones de personas y cuesta más del 10 por ciento del PIB anual en pérdidas de cosechas, deterioro de la salud y otros efectos negativos. Estos solo van a aumentar. En un documento reciente en la revista Frontiers in Conservation Science, un grupo de científicos internacionales avisan de que el planeta se está enfrentando a un “futuro horrible de extinciones masivas, de un empeoramiento de la salud, de agitaciones asociadas a perturbaciones climáticas… este siglo”.

“El mundo se enfrenta a tres crisis importantes en la actualidad: la pérdida de biodiversidad, el cambio climático y la pandemia”, dice el biólogo Cristián Samper en la  Wildlife Conservation Society de Nueva York. “Todas están interrelacionadas, con muchas de las mismas causas y soluciones”.

“La ciencia es tan contundente”, dice Johan Rockström en el  Potsdam Institute for Climate Impact Research de Alemania. En 2009,  él y sus colegas desarrollaron el concepto de “límites planetarios”, que tenía como objetivo delimitar el espacio seguro de operación para la humanidad, y cuantificar como estamos sobrepasándolo. En una actualización por su10º aniversario en 2019, sugirieron que ya hemos sobrepasado cuatro de los nueve límites, incluyendo significativamente nuestro impacto en la biodiversidad. “Por primera vez, tenemos que considerar el riesgo real de desestabilización de todo el planeta”, dice Rockström.

“Si no actuamos ahora, las generaciones futuras preguntarán ¿Por qué no actuasteis para salvar la Tierra considerando todas las pruebas científicas con las que contabais?” dice Bob Watson, antiguo presidente del Panel Intergubernamental para el Cambio Climático y de la Plataforma Intergubernamental Científico-normativa sobre Diversidad Biológica y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), un organismo establecido por la ONU que evalúa las últimas investigaciones sobre la biodiversidad.

No es que nos hayan faltado las buenas intenciones en el pasado. En 2010, la Convención sobre Diversidad Biológica, uno de los tres organismos de la ONU que surgió de la Cumbre de la Tierra de Rio en 1992, junto con la Convención Marco sobre el Cambio Climático y la Convención para Combatir la Desertificación, se reunió en Aichi, Japón. Acordó 20 objetivos de biodiversidad para2020, desde la eliminación gradual de ayudas para actividades que dañan la biodiversidad a asegurar la diversidad genética de plantas y animales salvajes y domésticos.  Llegó el 2020 y el resultado final fue biodiversidad cero, destrucción medioambiental 20.

Por ejemplo el objetivo fundamental sobre la cantidad de tierra entregada a la naturaleza. Ordenaba la protección del 17 por ciento de la tierra y del agua dulce y del 10 por ciento de los océanos para finales de 2020. Se progresó algo, dice Samper, pero ninguno de los objetivos se alcanzó, siendo las cifras actuales aproximadamente 15 por ciento y un poco más del 7,5 por ciento. Aquellas áreas que están protegidas a menudo están mal gestionadas, son demasiado pequeñas y no cubren la riqueza total de los ecosistemas de la Tierra: se cree que solo el 42 por ciento de los 867 tipos distintos de ecosistemas clasificados hasta ahora están bien protegidos.

“La ciencia nos dice que debemos aumentar las áreas protegidas para cubrir al menos el 50 por ciento de la tierra y del mar para 2030”, dijo Samper en la cumbre de Paris. Un grupo nuevo, el High Ambition Coalition for Nature and People, que comprende más de 50 países, copresidido por Francia, Costa Rica y Gran Bretaña, pretenden ahora asegurar un acuerdo internacional para este compromiso “30 para el 30”.

Más allá de la conservación

Al mismo tiempo, el 5 de junio, Día Mundial del Medioambiente, la ONU lanzará su Década sobre la Restauración de Ecosistemas. “El principal objetivo es prevenir, detener y revertir la degradación de los ecosistemas en todo el mundo”, diceTim Christophersen del Programa Medioambiental de la ONU (UNEP), que coordinará la iniciativa. “Nada más y nada menos. Una tarea un poco abrumadora”.

Abrumadora en particular porque en cierto sentido ya es demasiado tarde. “Desde luego, es más barato conservar ecosistemas o asegurarse de que no se degradan”, dice Christophersen. “Pero estamos en un punto en el que la conservación ya no es suficiente. También necesitamos hacer grandes inversiones en restauración”.

La restauración de ecosistemas será crucial para tener éxito o fracasar durante las próximas décadas. Tiene muchas formas, dependiendo del ecosistema y del grado de degradación que sufre. En un extremo del espectro está la resilvestración pasiva, que significa simplemente apartarnos y dejar que la naturaleza haga sus cosas. “La capacidad de la naturaleza para sanarse a sí misma es asombrosa”, dice el ecólogo Paul Leadley de la  Universidad de Paris-Saclay en Francia, que fue uno de los coautores del informe de evaluación global IPBES sobre biodiversidad y ecosistemas de 2019.

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Una zona deforestada cerca de Porto Velho en la Amazonía brasileña. REUTERS

Los proyectos de resilvestración a pequeña escala como el de Oostvaardersplassen en los Países Bajos, en el que un área de pólder recuperado ha sido devuelta a la naturaleza, ha mostrado la manera, pero la ambición debe crecer, y está creciendo. En Europa, el mayor proyecto tiene como objetivo reservar unos 35.000 kilómetros cuadrados en Laponia en el norte de Suecia y Noruega para resilvestrar. En América del Norte, la Wildlands Network tiene como objetivo unir áreas protegidas con “caminos silvestres” en los que los animales puedan moverse libremente abarcando Canadá, EE.UU. y México.

 “Cada dólar gastado en la restauración de ecosistemas acumula entre 3 y 75 dólaresde ganancias”

En el otro extremo del espectro de la restauración está la ingeniería activa de paisajes enteros con plantaciones masivas de árboles, retirada de especies invasoras e infraestructura dañina, como las presas, y la reintroducción de especies. Esto puede hacerse. Corea del Sur adoptó una política de reforestación activa en los años 50 después de la guerra de Corea. El volumen total de madera en los bosques del país aumentó de aproximadamente 64 millones de metros cúbicos en 1967 a 925 millones de metros cúbicos en 2015, y los bosques cubren ahora aproximadamente dos tercios del país.  El Green Belt Movement fundado en Kenia por la premio Nobel Wangari Maathai ha plantado decenas de millones de árboles por todo África y ha inspirado muchos proyectos similares.

Pero aunque es muy posible hacerla, la restauración activa conlleva riesgos si no se hace de una manera científica, dice Bernardo Strassburg del International Institute for Sustainability de Rio de Janeiro, Brasil. “Cualquier gran restauración necesita ser ecológicamente sensata”, dice, “no se trata solo de plantar árboles por todos los lados, particularmente en sitios en los que no pertenecen los árboles, como praderas o humedales. Sería perjudicial para la biodiversidad”.  Se necesitan soluciones diferentes en diferentes lugares.

Christophersen cree que la teoría y la práctica de la restauración ecológica están a la altura de las circunstancias. “Tenemos décadas de experiencia en restauración. Sabemos lo suficiente. No sabemos todo, y aprenderemos más a medida que avancemos. Pero sabemos lo suficiente para empezar. Es una de esas situaciones en las que no puedes permitir que lo perfecto sea el enemigo de lo bueno”.

La meta principal de la iniciativa UNEP es restaurar 3,5 millones de kilómetros cuadrados de terreno en los próximos diez años, un poco más del tamaño de India, o un poco más del 2% de la superficie terrestre del mundo.  Esto es “increíblemente ambicioso”, dice Strassburg. “Si lo conseguimos, sería la remodelación más rápida en la superficie [de la Tierra] causada por nosotros”. No será barato. Según la UNEP, el coste inicial es aproximadamente de un billón de dólares, no es calderilla en una recesión post pandémica, aunque es una inversión con una tasa elevada de rentabilidad.

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Tierra agrícola invade el bosque que rodea  la iglesia Debre Mihret Arbiatu Ensesa en Etiopia. Kieran Dodds/Panos Pictures

Por lo menos en teoría, está garantizada. Annelies Sewell del Netherlands Environmental Assessment Agency en La Haya y sus colegas sumaron compromisos para proyectos de restauración existentes en 115 países, incluyendo planes para aumentar las áreas protegidas, restaurar y mejorar bosques, tierras de cultivo y praderas, y más.  Encontraron que esto suma unos 10 millones de kilómetros cuadrados, más o menos el tamaño de china o justo por debajo del 7 por ciento de la superficie terrestre. “Hay más de lo que esperábamos”, dice Sewel. “Pero esto no quiere decir que haya suficiente”.

La hora de la verdad

La conservación y la restauración pueden ayudar a resolver múltiples retos medioambientales, pero “esto solo no los resolverá”, dice Sewel. Por esto un segundo pilar de 2021: la negociación de una nueva serie de objetivos de biodiversidad, que reemplacen los objetivos de Aichi, y que se ajusten a la Década de Restauración de Ecosistemas. Todo esto significa que la década de los 2020 será un momento crucial. “Esta es una década decisiva para el futuro de la humanidad en la Tierra”, dice Rockström.

Está previsto debatir exhaustivamente estos objetivos en una reunión decisiva de la Convention for Biological Diversity (CBD),retrasada por la pandemia, que ahora se celebrará a finales de este año en Kunming, China. Según Elizabeth Mrema, secretaria ejecutiva de CBD, hay lecciones que aprender de Aichi, y hay ahora una coalición internacional de intereses que está comprometida a hacer que funcionen los nuevos objetivos (ver “Entrevista con Elizabeth Mrema: tenemos que ser optimistas con la biodiversidad”). El coste inicial será de más de 700 mil millones de dólares, dice Mrema, pero al igual que con la restauración de sistemas, viene acompañada de enormes beneficios. “Cada dólar que se gaste acumulará entre 3 y 75 dólares de beneficios  económicos en bienes y servicios del ecosistema”, dice.

A pesar del fracaso general de Aichi, otra lección de la pasada década es que, cuando los gobiernos y otros grupos se comprometen a proteger la biodiversidad, puede darse el cambio (ver “Diez historias de éxito de conversación en las que las especies han vuelto del borde del abismo”). “No quiero endulzar esto porque no fue un gran resultado”, David Cooper, secretario ejecutivo adjunto de CBD, dijo en el World Biodiversity Forum en enero de 2021. “Pero donde se han tomado medidas serias, por ejemplo para reducir el ritmo de deforestación, mejorar el estado de caladeros, prevenir extinciones cuando sabemos la causa, se ha conseguido un progreso significativo”.

En última instancia, el éxito o el fracaso dependerá del progreso en otra área fundamental: el cambio climático. Este año es la hora de la verdad para esto también, y otra gran cumbre retrasada de la ONU para forjar una manera de proceder se celebrará, si lo permite la pandemia, este mes de noviembre en Glasgow, Gran Bretaña- El éxito o el fracaso de Glasgow y Kunming estarán interconectados. “Sin abordar el cambio climático, no es posible doblegar la curva de la pérdida de biodiversidad: todas las apuestas quedarían sin efecto”, dice Cooper.

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Ciudades de rápido crecimiento como Baoji, China, fragmentan la naturaleza Xinhua/Shutterstock

Pero esto funciona en ambos sentidos: conservar la biodiversidad y restaurar ecosistemas tendrá efectos colaterales positivos para el clima. “La restauración es una de las herramientas más rentables para mitigar el cambio climático”,  dice Strassburg: el cambio en el uso de la tierra y un aumento de cobertura vegetal podría proporcionar hasta un tercio de la reducción de gases de efecto invernadero que necesitamos.

Básicamente, dice Mrema, la próxima década necesita tratar sobre la sinergia, con iniciativas para la biodiversidad, medidas para combatir el cambio climático y otros programas internacionales como los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU convergiendo en el objetivo final; la harmonía con la naturaleza para 2050.

Todavía hay obstáculos enormes. “Sabemos que los cambios que necesitamos para avanzar hacia la sostenibilidad son enormes, que no van a ser fáciles”, dice Cooper. Pero al menos se está diciendo lo que queremos escuchar. En Paris, celebridades que incluyen a los líderes de Alemania, Canadá y Gran Bretaña, al vicepresidente chino Han Zheng y a los presidentes del Banco Mundial y del Banco Central Europeo se alinearon para jurar fidelidad a la causa de la conservación de la naturaleza. Emmanuel Macron, presidente de Francia y convocante de la cumbre dijo: “La agenda está ahora madurada y estamos listos para actuar”.

Lo que es más importante es que todavía hay tiempo, justo, para gestionar el cambio desde la Gran Aceleración a la Gran Restauración, una era en la que la humanidad aprenda de nuevo a vivir de manera sostenible y en harmonía con la naturaleza. “Las cosas están ahora difíciles y de verdad se necesita actuar ya, pero no estamos en una situación catastrófica, todavía”, dice Leadley. “Si avanzamos hacia un consumo y una producción sostenible, establecemos suficientes áreas protegidas y gestionamos el cambio climático, no hay ninguna razón por la que la biodiversidad no pueda tener un perspectiva positiva.  No estamos más allá del punto de no retorno”.

CÓMO RESTAURAR UN ECOSISTEMA

Cómo están degradados los ecosistemas por la actividad humana varía, y las maneras de restaurarlos también es diferente.

BOSQUES

Degradadores: el desmonte para infraestructuras, agricultura y pastoreo; la tala para leña; la contaminación, plagas y animales invasores e incendios Restauradores: plantación de árboles nativos; la conservación de plantas y animales; resilvestración.

AGUA DULCE

Degradadores: extracción de agua para riego, industria y hogares; extracción de arena y grava; presas, canalización y drenaje para la agricultura; la contaminación por sustancias químicas, plásticos y aguas residuales Restauradores: Control de la extracción de agua, de la pesca y de la minería; retirada de presas o rediseño, restauración de flujos de agua en humedales;

OCÉANOS Y COSTAS

Degradadores: Sobrepesca y desmonte de costas para la acuacultura; plástico y contaminación por nutrientes; vertido de aguas residuales Restauradores: pesca sostenible, tratamiento de aguas residuales, control de contaminación, gestión y restauración de arrecifes de coral, manglares y praderas marinas;

PRADERAS Y SABANAS

Degradadores: La conversión de tierras de cultivo y pastos; sobrepastoreo y erosión de suelo; extracción de recursos insostenible; especies invasoras Restauradores: desmonte active de vegetación leñosa; resembrado de hierbas nativas y replantación de arbustos y árboles; reintroducción y protección de fauna nativa;

MONTAÑAS

Degradadores: desmonte de bosques para la agricultura, presas y carreteras; erosión de suelo; desastres naturales como avalanchas, deslizamientos e inundaciones Restauradores: plantación de árboles, mejor planificación de infraestructuras, uso de técnicas agrícolas de bajo impacto como la agroforestería;

TURBERAS

Degradadores: Extracción de turba; drenaje para agricultura, infraestructuras, minería y exploración de combustibles fósiles, fuego, sobrepastoreo, contaminación Restauradores:Rehumedecimiento, conservación;

TIERRA AGRICOLA

Degradadores: Sobrepastoreo y erosión del suelo; eliminación de ribazos y árboles; contaminación por fertilizantes y plaguicidas Restauradores: Rotación de cultivos con más diversidad de cultivos, incluyendo árboles y ganado de pasto en tierra de cultivo después de la cosecha; uso de fertilizantes y control de plagas naturales;

CIUDADES

Degradadores: crecimiento urbano descontrolado; residuos y emisiones de la industria, tráfico, hogares Restauradores: leyes de planificación más estrictas; limpieza de cauces de agua y antiguas zonas industriales; plantación de árboles y creación de espacios verdes y humedales urbanos.

¿Qué hacen los ecosistemas por nosotros?

Lejos de ser un lujo que las economías con pocos recursos pueden apenas permitirse, gastar dinero en la restauración y la conservación de ecosistemas es una inversión sensata. De media, cada dólar gastado en la restauración de ecosistemas ofrece una ganancia de casi 10 dólares en bienes y servicios de ecosistemas.

Algunos de estos beneficios monetarios son directos, por ejemplo madera sostenible, cosechas agrícolas mejoradas e ingresos del ecoturismo. Pero la mayor parte de ellos son regalos por los que de otra manera  la sociedad tendría que pagar, como aire y agua limpios, polinización, control de pagas, reciclado de nutrientes, secuestro de carbono, menos enfermedades transmitidas por animales y una mayor resiliencia ante fenómenos atmosféricos extremos y desastres naturales.

Imagínatelo como la construcción de carreteras  y puentes, no generan beneficios por ellos mismos, pero preparan el camino para un aumento de actividad económica. “Tiene un sentido económico sólido con beneficios que superan los costes”, dijo el científico medioambiental y diplomático Bob Watson.

Fuente: https://rebelion.org/plan-de-rescate-para-la-naturaleza-como-solucionar-la-crisis-de-biodiversidad/

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La huella ecológica humana tiene al menos 10.000 años

Por: Tendencias 21

El impacto humano ha crecido exponencialmente desde el final de la última Edad de Hielo

El ser humano ha transformado el planeta desde hace al menos 10.000 años. Alteró los patrones de biodiversidad, el funcionamiento de los ecosistemas y el clima para adaptarlos a sus necesidades, impactando sobre animales y plantas.

Miles de años antes de que los humanos comenzaran a quemar combustibles fósiles, habían alterado intensamente el mundo natural a través de la alimentación, el pastoreo de animales y la agricultura, según un nuevo estudio realizado por un consorcio internacional de arqueólogos.

El estudio, publicado en la revista Science, sintetiza datos de 255 arqueólogos para proporcionar la primera investigación global de la transformación de la Tierra a través del uso de la tierra en los últimos 10.000 años.

Los resultados desafían la opinión común de que el cambio ambiental a gran escala causado por el ser humano es un fenómeno relativamente reciente. También demuestra cómo el impacto general del comportamiento humano ha crecido exponencialmente desde el final de la última Edad de Hielo.

«La revolución industrial y la agricultura a gran escala a menudo vienen a la mente cuando las personas piensan en el impacto humano sobre el medio ambiente, pero estos hallazgos muestran que los humanos han estado transformando el paisaje desde hace al menos 10.000 años», dijo la antropóloga Jessica Thompson, coautora del estudio, en un comunicado.

«La línea que separa el mundo natural ‘prístino’ del mundo transformado por las personas es más borroso y se remonta más atrás de lo que comúnmente se cree», añade Thompson.

Alteración del paisaje

“Las sociedades humanas han transformado y manejado el paisaje a lo largo de miles de años, alterando los patrones de biodiversidad, el funcionamiento de los ecosistemas y el clima”, escriben los autores en su artículo.

El estudio fue realizado por el Proyecto ArcheoGLOBE, un consorcio de arqueólogos de instituciones de todo el mundo. De los 255 arqueólogos que aportaron datos, 120 son coautores del artículo.

Entre ellos figuran los investigadores del CSIC Ferran Borrell y José Antonio López-Sáez, de la Institución Milá y Fontanals (IMF-CSIC) en Barcelona, y del Instituto de Historia del CSIC, en Madrid, según informa el CSIC.

Los investigadores compartieron datos sobre el uso de la tierra en 145 unidades regionales, que cubren todos los continentes, excepto la Antártida, desde un período que comenzó hace 10.000 años hasta 1850.

Los investigadores concluyeron que los recolectores, agricultores y pastores habían transformado el planeta hace 3.000 años, mucho antes del plazo derivado de las reconstrucciones de uso de la tierra más comunes utilizadas por los científicos.

En algunas regiones, la investigación demostró los efectos del uso intensivo de la tierra más de 1.000 años antes de las estimaciones anteriores.

La investigación descubrió que la búsqueda de comida, que incluye la caza, la recolección y la pesca, era común hace 10.000 años en 120 (el 82%) de las 145 regiones.

Sin embargo, los recolectores no eran ocupantes pasivos: también cambiaron drásticamente los paisajes, como a través de la quema extensa, para mejorar las condiciones de caza y recolección, según el estudio.

Impacto significativo

«Ciertamente, los recolectores tuvieron un impacto significativo en las comunidades de plantas y animales donde vivían», dite Thompson.

“Manipularon el paisaje para mejorar sus posibilidades de supervivencia. Quemaron tierras para aumentar su productividad o influir en cómo crece la vegetación para atraer animales a cazar. Necesitamos comenzar a pensar más en serio sobre esa actividad cuando consideramos lo que constituye un entorno o paisaje transformado por las personas. Y eso requiere que los arqueólogos sean parte de la conversación sobre los impactos humanos modernos», añade.

El estudio también destacó lagunas significativas en los datos arqueológicos, con algunas regiones que se han estudiado mucho más intensamente que otras. Las regiones más estudiadas históricamente se concentran en Europa, el suroeste de Asia y partes de América del Norte y del Sur. Las regiones del sudeste asiático y África central y occidental han recibido menos atención de los investigadores, concluyó el estudio.

Thompson señaló que la variabilidad en la calidad de los datos muestra una sorprendente necesidad de centrar la atención en  las regiones menos estudiadas.

«Esencialmente, sabemos mucho más sobre lugares que tienen extensas historias de investigación», explica. “Eso es emocionante porque demuestra lo poco que sabemos acerca de gran parte del mundo en términos de tendencias a largo plazo en el uso de la tierra humana. Muestra que hay mucho trabajo por hacer y muchas oportunidades para producir una investigación impactante”, concluye.

Referencia

Archaeological assessment reveals Earth’s early transformation through land use. Lucas Stephens et al. Science, 30 Aug 2019: Vol. 365, Issue 6456, pp. 897-902. DOI:10.1126/science.aax1192

Fuente: https://www.tendencias21.net/La-huella-ecologica-humana-tiene-al-menos-10-000-anos_a45429.html

 

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Vernos como un ecosistema

Por: Flor María Ramírez. 

No recuerdo cómo pero llegó a mí hace más de 20 años la primera versión del libro de Leonardo Boff ‘Ecología: grito de la tierra, grito de los pobres’. En ella invitaba a una valoración de la ecología desde un cambio de paradigma; decía Boff en este libro que la “singularidad del saber ecológico reside en su transversalidad, es decir, en el relacionar hacia los lados (comunidad ecológica), hacia adelante (futuro), hacia atrás (pasado) y hacia dentro (complejidad) todas las experiencias y todas las formas de comprensión como complementarias y útiles para nuestro conocimiento del universo, nuestra funcionalidad dentro de él, y para la solidaridad cósmica que nos une a todos. De este procedimiento resulta el holismo (halos en griego significa totalidad). Él no significa la suma de los saberes o de las diversas perspectivas de análisis. Eso sería una cantidad. Traduce, más bien, la captación de la totalidad orgánica y abierta de la realidad y del saber acerca de esa totalidad. Eso representa una cualidad nueva”.

Creados para situarnos a lado de la naturaleza no por encima

Boff planteaba que era necesaria una nueva mirada a la ecología de los años 90’s; proponía una nueva alianza con la creación, alianza de veneración y de fraternidad. Las personas según Boff, no hemos sido creadas para situarnos por encima de la naturaleza como quien domina, sino para estar a su lado como quien convive como hermano y hermana. Hoy han surgido movimientos como la ecopedagogía inspirados en aquellas primeras aportaciones para intentar cambiar el paradigma de relación con los otros siendo conscientes que somos parte del ecosistema. Las aportaciones de Boff reflejan la observación de lo que él llamaba la “crisis de la Tierra”.

Recientemente ocurrió en México un derrame de ácido sulfúrico en el mar de Cortés, responsabilidad de una empresa Metalúrgica de Cobre. Todavía se debate si hubieron daños ambientales considerables y de qué magnitud. Algunos medios reportan que varias especies yacían muertas, mientras la empresa implicada aminora y descarta cualquier impacto. Esta situación es cada vez más frecuente y típica cuando suceden este tipo de incidentes, siempre las implicaciones de asumir responsabilidades juegan desfavorablemente en el prestigio o la reputación de los protagonistas.

La dimensión ecológica en todo ser humano es un componente imprescriptible de la responsabilidad de cada persona y de cada país. La activista Polly Higgins miembro de la Fundación Desertec, define el “ecocidio” como: “la destrucción, daño o pérdida de los ecosistemas en un territorio determinado, ya sea por la acción humana o por otras causas, llegando a tal punto que el disfrute pacífico de los habitantes de ese territorio se ha visto seriamente disminuida”. Greenpeace ha señalado para México incidentes recientes como: las 300 tortugas en peligro de extinción atrapadas en una red en costas de Oaxaca (1), la muerte masiva de manatíes en Tabasco (2), la muerte de millones de abejas en territorio nacional (3), la afectación a la zona de desove en la Isla Salmedina, que forma parte del Área Natural Protegida Parque Nacional Sistema Arrecifal Veracruzano por una fiesta de particulares (4) y hasta la pérdida de ejemplares de la casi extinta Vaquita Marina tienen un común denominador: negligencia, falta de vigilancia o displicencia de las autoridades que no hacen cumplir la legislación ambiental en nuestro país.

Tomar conciencia de los “pecados contra el medio ambiente”

Cada vez hay un esfuerzo importante por impulsar marcos regulatorios que permitan  mejorar el cuidado del ecosistema del que somos parte. Un ejemplo claro es la prohibición para usar artículos desechables que reduzcan el consumo de plástico e impulsen el consumo de biodegradables. Aún así es claro que la falta de conciencia personal y colectiva está muy lejos de generar un cambio de paradigma como planteado por Boff en su momento.

El papa Francisco en reiteradas ocasiones ha exhortado a los fieles a tomar conciencia de los “pecados contra el medio ambiente. Todavía no tenemos conciencia de este tipo de pecados” se lamenta, y alude al “grito de la tierra, violada y herida de mil maneras por una egoísta explotación”. La conciencia de ecosistema emerge desde las acciones más sencillas y responsables, revisar nuestros patrones de autoconsumo puede ser un primer paso.

Fuente del artículo: https://www.vidanuevadigital.com/blog/vernos-como-un-ecosistema-flor-maria-ramirez/

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James Dyke: “Hemos creado una civilización totalmente decidida a destruirse a sí misma, estoy aterrado”, escribe un científico de la Tierra.

Redacción: Rebelión

Traducido Por: Eva Calleja

El café sabía mal. Agrio y con un olor dulce y pegajoso. La clase de café que resulta de llenar demasiado el filtro de la máquina y luego dejarlo recociéndose al calor durante varias horas. La clase de café que yo bebía continuamente durante el día para mantener funcionando los engranajes que me quedan en la cabeza.

Los olores están poderosamente asociados a los recuerdos. Y así es que el olor a café malo se ha entrelazado con el recuerdo del momento en el que de repente comprendí que nos estamos enfrentando a la ruina total.

Fue en la primavera de 2011, y había conseguido acorralar a un miembro de alto rango del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) durante el descanso de un taller. El IPCC se creó en 1988 como respuesta a la creciente preocupación sobre como los cambios observados en el clima de la Tierra estaban causados en su mayor parte por los humanos

El IPCC revisa las grandes cantidades de ciencia que se generan sobre el cambio climático y emite informes de evaluación cada cuatro años. Teniendo en cuenta el efecto que las conclusiones del IPCC tienen en la política y en la industria, su presentación y comunicación se hacen con un enorme cuidado. Así que no esperaba mucho cuando le pregunté directamente qué grado de calentamiento creía él que íbamos a alcanzar antes de que fuésemos capaces de hacer los recortes necesarios en las emisiones de gases de efecto invernadero.

“Oh, creo que nos dirigimos hacia un calentamiento de 3ºC por lo menos” dijo.

“Ah, sí, pero nos dirigimos,” contesté: “No llegaremos a los 3ºC, ¿verdad?” (Porque sea lo que sea que pienses del umbral de 2ºC que separa un cambio climático “seguro” de uno “peligroso”, 3ºC es muchísimo más de lo que gran parte del mundo podría soportar)

“No es así,” contestó

Eso no era una evasiva, sino su mejor valoración de dónde terminaremos después de todas las disputas políticas, económicas y sociales.

“Pero, ¿qué pasa con los muchos millones de personas que están amenazadas directamente?,” continué. “¿Aquellas que viven en naciones a nivel del mar, los agricultores afectados por los cambios de tiempo abruptos, los niños expuestos a nuevas enfermedades?”

Suspiró, se quedó en silencio unos segundos, y una sonrisa triste y resignada se dibujó en su cara. Entonces dijo simplemente: “Morirán.”

Ese episodio marcó un antes y un después en mi carrera académica. En ese momento, era un profesor numerario nuevo en el área de sistemas complejos y ciencias del sistema terrestre. Anteriormente había trabajado como investigador en un proyecto internacional de astrobiología con sede en Alemania.

En muchos aspectos, ese había sido el trabajo de mis sueños. Cuando era joven, me tumbaba en la hierba en las noches despejadas de verano y miraba a uno de los puntos del cielo nocturno y me preguntaba si alrededor de esa estrella orbitaba un planeta con seres que podrían mirar desde la superficie de su mundo, y de manera similar preguntarse sobre las posibilidades de encontrar vida dentro de este sistema solar común y corriente al que llamamos casa en el universo. Años más tarde, mi investigación implica pensar en cómo la vida de la superficie puede afectar a la atmosfera, a los océanos e incluso a las rocas del planeta en la que habita.

Ese es ciertamente el caso con la vida en la Tierra. A una escala mundial, el aire que respiramos contiene oxígeno principalmente como resultado de la vida fotosintética, mientras que los acantilados blancos de Dover, para algunos una parte importante de la identidad nacional en Gran Bretaña, están compuestos de incontables organismos marinos minúsculos que vivieron hace más de 70 millones de años.

Así que no había más que un paso entre pensar como la vida ha alterado radicalmente la Tierra durante miles de millones de años y mi nuevo estudio que analiza como una especie en particular ha provocado cambios importantes durante los últimos siglos. Sin tener en cuenta otros atributos que el Homo sapiens pueda tener, nuestros pulgares oponibles, postura erguida y grandes cerebros; nuestra capacidad de afectar el medioambiente en todos los aspectos puede que quizá no tenga precedentes en toda la historia de la vida. Cuando menos, los humanos somos capaces de preparar un lio tremendo.

Cambio a lo largo de una vida

Nací a principios de los años 70. Desde entonces, el número de personas que habita la tierra se ha duplicado mientras que el número de poblaciones de animales salvajes ha caído un 60%. La humanidad ha lanzado una bola de demolición contra la biosfera. Hemos cortado más de la mitad de selvas del mundo y para mitad de siglo no quedará mucho más que un cuarto. Esto ha ido acompañado de una pérdida masiva de biodiversidad, tal es así, que la biosfera puede estar entrando en uno de los grandes eventos de extinción masiva de la historia de la vida en la Tierra.

Lo que hace que esto sea mucho más preocupante es que estos impactos todavía no se han visto muy afectados por el cambio climático. El cambio climático es el fantasma de los impactos futuros. Tiene el potencial de intensificar a niveles incluso mayores lo que hemos hecho los humanos. Existen evaluaciones fiables que concluyen que una de cada seis especies está amenazada de extinción si continúa el cambio climático.

La comunidad científica lleva dando la voz de alarma sobre el cambio climático durante décadas. La respuesta política y económica ha sido, en el mejor de los casos, indolente. Sabemos que para evitar los peores efectos del cambio climático necesitamos reducir las emisiones rápidamente, ahora.

El repentino aumento de cobertura sobre el cambio climático en los medios de comunicación, como resultado de las acciones de Extinction Rebellion y de la pionera de las huelgas escolares por el clima Greta Thunburg, demuestran que hay un amplio segmento de la sociedad que está despertando a la necesidad de acciones urgentes. ¿Por qué se ha tenido que llegar a ocupar la Plaza del Parlamento en Londres o a que niños por todo el mundo salgan de las escuelas para conseguir que se escuche este mensaje?

Hay otra manera de considerar como hemos estado reaccionando al cambio climático y a otros retos medioambientales. Es emocionante y terrorífico a la vez. Es emocionante porque ofrece una nueva perspectiva de cómo podríamos evitar la inacción. Terrorífico porque, si no tenemos cuidado, podría llevarnos a la resignación y al parálisis.

Porqué una explicación a nuestro fracaso colectivo contra el cambio climático es que dicha acción colectiva sea quizá imposible. No es que no queramos cambiar, es que no podemos. Estamos encerrados en un sistema a escala planetaria que aunque esté construido por humanos, esta mayormente fuera de nuestro control. Este sistema se denomina la tecnosfera.

La tecnosfera

Término acuñado por el geocientífico estadounidense Perter Haff en 2014, la tecnosfera es el sistema formado por individuos humanos, sociedades humanas, y cosas. Desde el punto de vista de las cosas, los humanos hemos producido 30 billones de toneladas métricas de cosas. Desde rascacielos a CDs, desde fuentes a juegos de fondue. Gran parte son infraestructuras, como carreteras y ferrocarril, que conectan a los humanos entre ellos.

Junto con el transporte físico de los humanos y los bienes que consumen, esta la transferencia de información entre los humanos y sus máquinas. Primero a través de la palabra, luego en pergamino y en documentos de papel, luego en ondas de radio convertidas en sonido e imágenes y más tarde la información digital enviada por internet. Estas redes facilitan la creación de comunidades humanas. Desde las bandas errantes de cazadores-recolectores y pequeñas tribus agrícolas, hasta los habitantes de una mega ciudad que aglutina a más de 10 millones de habitantes, el Homo sapiens es una especie fundamentalmente social.

Tan importante, pero menos tangible, es la sociedad y la cultura. El reino de las ideas y las creencias, de los hábitos y las normas. Los humanos hacen muchísimas cosas diferentes porque en asuntos importantes ven el mundo de maneras diferentes. A menudo se cree que estas diferencias son la causa de nuestra incapacidad de actuar efectivamente a nivel mundial. Para empezar, no existe un gobierno mundial.

Pero a pesar de lo diferentes que podamos ser, la gran mayoría de la humanidad se comporta ahora de maneras fundamentalmente similares. Sí, todavía hay nómadas que deambulan por las selvas tropicales, y gitanos marineros errantes. Pero más de la mitad de la población mundial vive ahora en ambientes urbanos y casi todos están conectados de alguna manera a actividades industriales. La mayor parte de la humanidad está fuertemente involucrada en el complejo sistema industrial globalizado que es la tecnosfera.

Sobre todo, el tamaño, la escala y el poder de la tecnosfera ha crecido de forma dramática desde la Segunda Guerra Mundial. Este enorme aumento del número de humanos, de su consumo de energía y materiales, de la producción de alimentos y del impacto medioambiental se conoce como la Gran Aceleración.

La tiranía del crecimiento

Parece sensato asumir que la razón por la que se crean los productos y servicios es para que se puedan comprar y vender y para que quienes los fabrican puedan tener un beneficio. Por esto es que el deseo por la innovación, por teléfonos más pequeños y más rápidos por ejemplo, está motivado por el ser capaz de ganar más dinero vendiendo más teléfonos. En línea con esto, el escritor medioambientalista George Monbiot argumento que la causa principal del cambio climático y de otras catástrofes medioambientales es el capitalismo y como consecuencia, cualquier intento de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero fracasará si permitimos que el capitalismo continué.

Pero dejando de lado el esfuerzo de productores individuales, e incluso a la humanidad, permítannos utilizar una perspectiva completamente diferente, una que trasciende a las críticas al capitalismo y a otras formas de gobierno.

Los humanos consumen. Primeramente, debemos comer y beber para mantener nuestro metabolismo y continuar vivos. Más allá de eso, necesitamos cobijo y protección de los elementos físicos.

También están las cosas que necesitamos para funcionar en nuestros diferentes trabajos y actividades y para viajar desde y hasta esos trabajos y actividades. Y después de eso está el consumo más discrecional: Televisores, consolas de videojuegos, joyas, moda.

El objetivo de los humanos en este contexto es consumir productos y servicios. Cuanto más consumimos, más materiales se extraen de la Tierra, más recursos energéticos se consumen, y más fabricas e infraestructuras se construyen. Y finalmente, más crece la tecnosfera.

El surgimiento y el desarrollo del capitalismo, obviamente llevó al crecimiento de la tecnosfera: la aplicación de mercados y de sistemas legales, permite un aumento del consumo y por ende el crecimiento. Pero otros sistemas políticos pueden servir al mismo objetivo, con distintos grados de éxito. Recuerden la producción industrial y la contaminación ambiental de la antigua Unión Soviética. En el mundo moderno, todo lo que importa es el crecimiento.

La idea de que el crecimiento está detrás de nuestra civilización insostenible no es un concepto nuevo. Como es sabido, Thomas Malthus argumentaba que existían límites al crecimiento de población humana, mientras que el libro del Club de Roma de 1972, Limites al Crecimiento (Limits to Growth), presentó resultados simulados que apuntaban al colapso de la civilización mundial.

Hoy en día, las narrativas alternativas a la agenda del crecimiento están ganando tracción política con un Grupo Parlamentario de Todos los Partidos convocando reuniones y actividades que se toman en serio las políticas de decrecimiento. Y frenar el crecimiento dentro de los límites medioambientales es de suma importancia para la idea de un Green New Deal, que ahora se está debatiendo con seriedad en EE.UU, Gran Bretaña y otras naciones.

Si el crecimiento es el problema, entonces solo tenemos que ponernos a trabajar en ello, ¿no? No será fácil, ya que el crecimiento está integrado en cada aspecto de la política y la economía. Pero al menos, podemos imaginarnos como sería una economía de decrecimiento.

Mi miedo, sin embargo, es que no seremos capaces de frenar el crecimiento de la tecnosfera incluso si lo intentamos, porque en realidad no lo controlamos.

Límites a la libertad

Puede parecer un sinsentido que los humanos sean incapaces de realizar cambios importantes en un sistema que ellos mismos han construido. Pero ¿qué libertad tenemos? En lugar de ser los amos de nuestro propio destino, puede que tengamos nuestra capacidad de actuar bastante restringida.

Como las células sanguíneas individuales fluyendo a través de los capilares, los humanos son parte de un sistema a escala mundial que cubre todas sus necesidades y del que han llegado a depender completamente.

Si te montas en el coche para ir a un lugar en particular, no puedes viajar en línea recta directa a tu destino, como haría un pájaro. Usarás carreteras que en algunos casos son más antiguas que tu coche, que tú, o incluso que tu nación. Una parte significativa del trabajo y del esfuerzo humano está dedicado a mantener este tejido de la tecnosfera: arreglando carreteras, líneas de ferrocarril, y edificios, por ejemplo.

En ese sentido, cualquier cambio debe ser incremental porque debe usar lo que las generaciones actuales y pasadas han construido. Encauzar a la gente a través de redes de carreteras parece una forma trivial de demostrar que lo que pasó en el pasado puede constreñir el presente, pero el camino de la humanidad hacía la descarbonización no va a ser directo. Debe comenzar desde aquí y, al menos al principio, usar las rutas de desarrollo existentes.

Esto no tiene la intención de excusar a los políticos por su falta de ambición, y su cobardía. Pero indica que hay razones más profundas por las que las emisiones de carbono no están disminuyendo incluso cuando parece que hay noticias cada vez más halagüeñas sobre alternativas a los combustibles fósiles.

Piénsalo: a escala mundial, hemos sido testigos de un rápido desarrollo en la generación de energía solar, eólica y otras fuentes de energía renovable. Pero las emisiones de gases de efecto invernadero continúan subiendo. Esto es porque las renovables promueven crecimiento, simplemente representan otra manera de extraer energía, en lugar de reemplazar una existente.

La relación entre el tamaño de la economía mundial y las emisiones de carbono es tan fuerte que el físico estadounidense Tim Garret ha propuesto una formula muy simple que une ambos conceptos con una exactitud asombrosa. Utilizando este método, un científico atmosférico puede predecir el tamaño de la economía mundial durante los últimos 60 años con una precisión enorme.

Pero correlación no implica necesariamente causalidad. Que haya habido una relación estrecha entre el crecimiento económico y las emisiones de carbono no significa que ha de continuar indefinidamente. La explicación tentadoramente simple de esta relación es que la tecnosfera puede verse como un motor: uno que funciona para hacer coches, carreteras, ropa, y cosas, incluso personas, usando la energía disponible.

La tecnosfera todavía tiene acceso a suministros abundantes de combustibles fósiles de alta densidad energética. Y por tanto, la separación absoluta entre las emisiones mundiales de carbono y el crecimiento económico no tendrá lugar hasta que estos no se acaben, o hasta que la tecnosfera haga finalmente la transición a una generación de energía alternativa. Eso bien puede quedar pasada la zona de peligro para los humanos.

Una conclusión repugnante

Acabamos de empezar a apreciar que nuestra influencia en el sistema terrestre es tan grande que posiblemente hayamos dado lugar a una época geológica nueva: el Antropoceno. Las rocas de la tierra serán testigos del impacto de los humanos mucho después de que desaparezcamos. La tecnosfera puede considerarse el motor del Antropoceno. Pero eso no significa que lo estemos impulsando. Puede que hayamos creado este sistema, pero no está construido para nuestro beneficio común. Esto va totalmente en contra de como vemos nuestra relación con el sistema terrestre.

Consideremos el concepto de límites planetarios, que ha generado mucho interés científico, económico y político. Esta idea describe al desarrollo humano impactando en nueve límites planetarios, que incluyen el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la acidificación de los mares. Si traspasamos estos límites, el sistema terrestre cambiara en maneras que harán que sea muy difícil, sino imposible, que se mantenga la civilización humana. El valor de la biosfera aquí, por ejemplo, es que nos suministra bienes y servicios. Esto es, lo que literalmente podemos obtener del sistema.

Este mismo enfoque centrado en el individuo debería llevar a un desarrollo más sostenible. Debería restringir el crecimiento. Pero el sistema tecnológico mundial que hemos construido es hábil esquivando esas restricciones. Usa la ingenuidad humana para construir nuevas tecnologías, como la geoingeniería, para reducir la temperatura de la superficie. Eso no detendrá la acidificación de los mares y podría causar el colapso potencial de los ecosistemas marinos. No importa. La limitación climática se habrá evitado y la tecnosfera podrá ponerse a trabajar para superar cualquier efecto secundario de la pérdida de biodiversidad. ¿Se agotan las reservas de pescado? Cambiamos a la piscicultura o al cultivo intensivo de algas.

Como hemos explicado hasta ahora, no hay nada que evite que la tecnosfera liquide la mayor parte de la biosfera de la tierra para satisfacer su crecimiento. Mientras haya bienes y servicios que consumir, la tecnosfera podrá seguir creciendo.

Y así que puede que tanto aquellos que temen el colapso de la civilización como aquellos que tienen una fe permanente en que la innovación humana será capaz de solucionar todos los problemas de sostenibilidad, estén equivocados.

Después de todo, una población mucho más pequeña y mucho más rica, del orden de cientos de millones, podría consumir más que la actual población de 7,6 miles de millones o la población estimada de nueve mil millones para mitad de siglo. Aunque habrá disturbios generalizados, la tecnosfera puede que sea capaz de capear un cambio climático más allá de los 3ºC. No le importa, no le puede importar, que miles de millones de personas hayan muerto.

Y en algún momento del futuro, la tecnosfera podría incluso funcionar sin humanos. Nos preocupa que los robots nos quiten el trabajo. Quizá debería preocuparnos más que nos quiten el papel de consumidores alfa.

Plan de escape

La situación puede parecer bastante desesperada. Sea mi argumento una representación acertada o no de nuestra civilización, existe el riesgo de que se produzca una profecía autocumplida. Porque si creemos que no podemos ralentizar el crecimiento de la tecnosfera, ¿para qué vamos a preocuparnos?

Esto lleva la cuestión de “¿qué puedo hacer yo?” a la de “¿qué puede hacer nadie?” Mientras que volar menos, comer menos carne y productos lácteos e ir en bici a trabajar son iniciativas loables, no suponen vivir fuera de la tecnosfera.

No es que demos un consentimiento tácito a la tecnosfera al usar sus carreteras, ordenadores o alimentos cultivados de manera intensiva. Es que al ser miembros productivos de la sociedad, al ganar y gastar, y sobre todo al consumir, estamos ayudando a su crecimiento.

Quizá la mejor manera de evitar el fatalismo y el desastre sea la aceptación de que los humanos no controlamos realmente nuestro planeta. Este sería un paso vital que podría darnos una perspectiva más amplia que no solo incluya a los humanos.

Por ejemplo, la actitud económica generalizada hacia los árboles, las ranas, las montañas y los lagos es que solamente tienen valor si nos proporcionan algo. Esta visión los clasifica como meras materias primas para explotar y depósitos para desechos.

¿Y si pensásemos en ellos como componentes o incluso como nuestros compañeros en el complejo sistema terrestre? Las cuestiones sobre desarrollo sostenible se transforman en cuestiones sobre como el crecimiento de la tecnosfera puede acomodar sus problemas, intereses y bienestar además de los nuestros.

Esto puede generar cuestiones que parecen absurdas. ¿Cuáles son los problemas o intereses de una montaña? ¿Los de una pulga? Pero si continuamos enmarcando la situación en términos de “nosotros contra ellos”, del bienestar humano por encima de todo en el sistema terrestre, entonces puede que estemos amputando la mejor manera de protección contra una tecnosfera peligrosamente incontrolada.

Así que la protección más efectiva contra el colapso del clima puede que no sean las soluciones tecnológicas, sino volver a imaginar de una manera más fundamental lo que supone vivir bien en este planeta en particular. Puede que estemos gravemente restringidos en nuestra capacidad de cambiar y refundir la tecnosfera, pero deberíamos ser libres para concebir futuros alternativos. Hasta ahora nuestra respuesta al reto del cambio climático muestra un fallo fundamental en nuestra imaginación colectiva.

Para entender que estas en una cárcel, antes debes de ser capaz de ver los barrotes. Que esta cárcel fue creada por humanos durante muchas generaciones no cambia el resultado de que actualmente estamos estrechamente ligados a un sistema que podría, si no actuamos, llevarnos a la pobreza e incluso a la muerte de miles de millones de personas.

Hace ocho años, desperté a la posibilidad real de que la humanidad se esté enfrentando al desastre. Todavía puedo oler el café malo, todavía puedo recordar mi intento desesperado de encontrar sentido a las palabras que estaba escuchando. Aceptar la realidad de la tecnosfera no significa rendirse, o volver a nuestras celdas con resignación. Significa conseguir una nueva pieza vital del mapa y planear nuestro escape.

James Dyke, profesor asociado en Sistemas Globales, Universidad de Exeter, para The Conversation

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=256877

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Colombia:Piden que la Unesco salve los corales de Cartagena

Colombia / www.elespectador.com / 13 de Diciembre de 2017

Aunque no es su objetivo, hoy la misión de expertos estará a sólo 15 minutos de uno de los ecosistemas más inusuales del mundo. La construcción de un canal alternativo para que más barcos puedan entrar a la bahía podría poner en riesgo al arrecife de coral de Varadero.

Durante la mañana de hoy, una misión de la Unesco viajará hasta la isla de Tierra Bomba, Cartagena, para conocer las implicaciones que puede tener el proyecto de expansión del Canal de Bocachica. En la tarde llegarán hasta el Caño del Oro, donde certificarán si lugares emblemáticos como la Batería Ángel, los Hornos Gemelos o el Fuerte de San Fernando podrían sufrir alguna afectación. Pero cuando lleguen a este último punto (ver mapa), tal vez sin saberlo, los expertos estarán parados a sólo 15 minutos del arrecife de coral de Varadero, uno de los ecosistemas más singulares del mundo y que podría estar en peligro por la construcción de un canal alternativo.

La primera vez que se supo que en la bahía de Cartagena había un arrecife de 1,8 kilómetros de largo por 300 metros de ancho, los científicos quedaron con la boca abierta. La bahía tiene todas las características que hacen su ambiente lo suficientemente hostil como para que crezcan los corales: sus aguas son turbias y constantemente reciben toda la sedimentación que viene del río Magdalena, una de las cuencas más pobladas del país.

Pero este arrecife, descubierto por la bióloga Valeria Pizarro y otros colombianos apenas en el 2014, demostró ser único y resiliente. Ha permanecido allí a pesar de todas las adversidades, razón por la que con el tiempo los fueron apodando como los corales “gamines”.

El problema, según explicó a El Espectador el ambientalista cartagenero Rafael Vergara Navarro, es que este arrecife podría enfrentarse a algo a lo que no resistiría: la construcción de un canal alternativo al de Bocachica. El proyecto, que fue anunciado en enero de 2016 por el entonces vicepresidente Germán Vargas Lleras, está a cargo de Invías, la Sociedad Portuaria de Cartagena y Contecar, quienes, a su vez, contrataron a la Financiera de Desarrollo Nacional (FDN) para su construcción. (Lea también: La obra que amenaza a los corales “gamines”)

“Para llevar a cabo este canal se tendría que dragar a una profundidad de 18 metros donde hay corales y estimamos que hasta 34.000 colonias pueden terminar afectadas”, comenta Vergara.

Por esto, junto a una iniciativa ciudadana bautizada como#SalvemosVaradero, buscan aprovechar la visita de la Unesco para lograr que los arrecifes tengan alguna figura de protección. “Han pasado ya 33 años desde que Cartagena fue promulgada como Patrimonio Mundial y Cultural, pero no se puede olvidar que esta convención también habla de lo natural. Hay que velar también por los manglares, el bosque seco y los corales, que son los únicos en toda la bahía y son una belleza”, agrega Bladimir Basabe, docente universitario y director de la iniciativa.

Igualmente, los expertos señalan que es muy poco lo que la ciencia sabe sobre este tipo de corales, que podrían ser únicos en el mundo. Hasta el momento, sólo dos artículos científicos sobre los corales de Varadero han sido publicados, por lo que no “hay suficiente certeza que diga que estos corales pueden reponerse a un nuevo canal, debe respetarse el principio de precaución”.

La cuestión, sin embargo, es que estos corales parecen estar en una encrucijada. Según explica la FDN, el canal de Bocachica ya se está quedando corto para recibir a todos los barcos que entran a la bahía de Cartagena. Estiman que mientras que en el 2009 ingresaron a la bahía de Cartagena 4.553 embarcaciones, en el 2018 el tránsito será de 8.000 barcos anuales, por lo que si se tiene una única vía de ingreso las actividades portuarias podrían colapsar.

Para encontrar una solución han barajado varias opciones. Primero se pensó hacerlo en la zona de Varadero, idea que fue descartada por la presencia de varias colonias de corales, así como el riesgo que el dragado podría representar para la salud de las comunidades cercanas. Luego, se estudió construirlo en la Escollera de Bocagrande, pero esto podría aumentar hasta tres veces el oleaje, afectando las orillas de Castillo Grande, Manzanillo y Tierrabomba.

La última alternativa que se puso sobre la mesa, y sobre la cual se está haciendo el estudio de impacto ambiental, a cargo de la firma Aqua y Terra, es la de trazarlo entre la isla Abanico y la isla Draga. Con esta nueva línea, según SalvemosVaradero, se seguiría fragmentando gran parte del ecosistema, mientras que el FDN advierte que el impacto que tendrá sobre el arrecife sólo se sabrá al terminar el estudio. Por esto la empresa advierte que “el proyecto se hará únicamente si es viable ambientalmente y si cuenta con todas las autorizaciones, entre las cuales se encuentra la licencia ambiental”.

Sin embargo, mientras estas respuestas llegan, algunos ciudadanos esperan que los funcionarios de la Unesco miren un poco más lejos y consideren hacer el arrecife de coral parte de su agenda.

Fuente: https://www.elespectador.com/noticias/medio-ambiente/piden-que-la-unesco-salve-los-corales-de-cartagena-articulo-728061
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Costa Rica: Educación ambiental sería una materia obligatoria en escuelas y colegios

Costa Rica/17 julio 2017/Fuente: El Mundo

Los estudiantes de escuelas y colegios recibirían educación ambiental de forma obligatoria, de aprobarse un proyecto de ley presentado por el diputado del Frente Amplio (FA), Gerardo Vargas Varela, que busca una reforma a la ley sobre protección ambiental como tema en educación primaria y media.

De acuerdo con declaraciones del legislador frenteamplista, el Ministerio de Educación Pública (MEP) tendrá seis meses después de aprobada la ley para elaborar el plan de estudios y un año para capacitar a los educadores que puedan brindar el curso.

“El hecho de que se dé la educación ambiental como una materia obligatoria, viene a darle un aporte fundamental al país (…) comentó Vargas Varela.

Esta materia la recibirían desde preescolar hasta estudiantes de colegio, y según Varela busca generar una parte integral en la educación costarricense principalmente en un país que se ha caracterizado por la defensa del ambiente.

Fuente: http://www.elmundo.cr/educacion-ambiental-seria-una-materia-obligatoria-escuelas-colegios/

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