Page 1 of 27
1 2 3 27

Chile – Por el derecho a la educación de las y los niños: No al proyecto de ley Sala Cuna Universal

Por el derecho a la educación de las y los niños: No al proyecto de ley Sala Cuna Universal

La educación a manos de privados favorece el lucro, reproduce la segregación socioeconómica y precariza la educación pública.

El Movimiento de Mujeres de Clase emitió un comunicado público respecto de uno de los proyectos de ley que afecta negativamente al conjunto de la sociedad del país: El proyecto de Ley de Sala Cuna Universal:

«Bajo el pretexto de favorecer la inserción laboral femenina, en los últimos días se aprobó en el senado el Proyecto de Ley Sala Cuna Universal. Este proyecto presentado, en primera instancia, bajo la administración de Piñera busca ampliar la lógica del voucher en la educación parvularia, promoviendo la entrega de subsidios a las mujeres trabajadoras formales y trabajadoras informales que cotizan en AFP. Este proyecto incentiva el mercado, la privatización y el lucro en la educación inicial, entregando fondos a las familias y debiendo las instituciones públicas y privadas competir por estos recursos.

Este proyecto de ley no incentiva el fortalecimiento de una educación inicial pública y de calidad, que permita el acceso universal de los niños y niñas. Excluye a los hijos e hijas de mujeres trabajadoras informales no cotizantes, estudiantes y dueñas de casa. Desconoce la necesidad educativa de los hijos e hijas de nuestra clase, promoviendo además, la aparición de guarderías privadas sin que exista regulación, y asumiendo como equivalentes la educación inicial con el cuidado domiciliario.

Este proyecto permite la remuneración de las labores de cuidado sin garantizar la preparación teórica y técnica necesaria, sin entregar condiciones de trabajo dignas, buscando perpetuar el confinamiento de las mujeres, impidiendo avanzar hacia una real socialización del trabajo doméstico, donde sea la sociedad y comunidades quienes se responsabilicen de las tareas cuidado y educación.

Desde el Movimiento de Mujeres Clasicas luchamos por salas cunas y jardines infantiles para todos nuestros niños y niñas. Luchamos por el derecho a la educación pública y de calidad desde la primera infancia. Luchamos también por contar con condiciones sociales que permitan a las mujeres y hombres de nuestra clase insertarse laboralmente, mientras los niños son cuidados y educados de forma digna e integral.

Por esta razón denunciamos lo nefasto de este proyecto de ley, que una vez más protege solo los intereses de quienes buscan generar riquezas. La educación a manos de privados favorece el lucro, reproduce la segregación socioeconómica y precariza la educación pública.

Salas cunas y jardines infantiles públicos, gratuitos y de calidad para los hijos e hijas de nuestra clase.

Fin a la privatización y a la educación de mercado.

Protección a la maternidad y paternidad en todos los centros labores y de estudios.

Avanzar a la socialización del trabajo doméstico y de cuidado»

Por su parte, la presidenta nacional de Aprojunji, Katherine Valle, explicó que “Aprojunji protesta ante un proyecto nefasto que se ha estado discutiendo por más de seis años. Estamos desde el inicio de esta discusión apoyando la idea de que los parlamentarios comprendan la importancia de cuidar la educación de los niños en su etapa inicial”.

Y añadió que “el corazón de este proyecto es la privatización. Se va a crear un sistema de voucher, con una plata que se le va a entregar a la mujer trabajadora que tendrá que buscar una persona que cuide a su hijo. Harán un sistema nacional de mujeres cuidadoras, donde una mujer en su casa podrá cuidar de tres a cuatro niños y a ellas le van a pagar. No se pensó en la educación de los niños, ya que será como una guardería, donde no tendrán supervisión de sus aprendizajes, ni menos habrá exigencia en su formación del día a día”.

En tanto, la directora nacional de Aprojunji, Silvia Céspedes, subrayó que “no vamos a dejar que este proyecto continúe y pondremos toda nuestra capacidad de organización para movilizarnos todos quienes defendemos los derechos de las trabajadoras/ trabajadores, pero especialmente de la educación de los niños y niñas de Chile”.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/por-el-derecho-a-la-educacion-de-las-y-los-ninos-no-al-proyecto-de-ley-sala-cuna-universal/

 

Comparte este contenido:

Chile – Movimiento Social: sin amor y sin odio

Movimiento Social: sin amor y sin odio

A modo de ejemplo, digamos que la última movilización popular fue en contra de la dictadura. La penúltima, fue el proceso que llevó a Salvador Allende al gobierno popular. Que ambos procesos fueron traicionados, es harina de otro saco.

Durante años se ha dicho y escrito acerca de los movimientos sociales para referirse a una indeterminada cantidad de organizaciones con diversos rasgos y propósitos, que reúnen a personas de buena voluntad, más o menos enojados con el sistema y con el desconcierto a flor de piel, que intentan reunir a cuanta gente tenga algo en común para de vez en cuando salir a las calles a protestar y exigir derechos.

Es gente buena, muchas con historias, casi todos maltratados por el paso del tiempo, los bajos sueldos, los políticos malditos o las policías.

Pero, en rigor, en Chile no existe un Movimiento Social.

Esta afirmación de tono radical podría contradecir lo que durante decenios se ha visto en las calles: centenares de miles de mujeres y hombres, millones en otras veces, exigiendo justicia, democracia y derechos sociales conculcados puntualmente por los gobiernos que sucedieron a la dictadura.

Pero al otro día el mundo ha seguido girando sin inmutarse.

Sucede que desde hace mucho se confunden los desfiles callejeros, las marchas y protestas con un concepto mucho más complejo e interesante que es de la movilización. Como se ha visto y vuelto a ver, esos desfiles con batucadas y permisos de la gobernación, lo único que han logrado cambiar ha sido el sentido del tránsito. Y por algunas horas. Al otro día el neoliberalismo sigue anclado en lo más profundo de la cultura chilensis.

La movilización popular, es decir, el pueblo movilizado, hace referencia a una acción continua, masiva, que utiliza diversos e imaginativos mecanismos y formas de lucha, que despliega una política clara, goza de dirigentes prestigiados y se ordena por una estrategia sólida y construida por muchos, por todos o casi.

Pero, por sobre todo, el pueblo movilizado debe ser el portador/creador de una mística de tal envergadura humana, de tal profundidad legitimadora y de tal calado emocional, que seduzca en lo de muy adentro a la gente víctima del sistema, al extremo de decidirse por hacer los mayores esfuerzos y sacrificios por el triunfo.

La movilización popular es un proceso, un movimiento incesante que va, viene y vuelve a venir, que se articula con otros, que se propone metas y desafíos, que es capaz de generar una mística y que pone en el centro la lucha por los derechos de las personas, impulsado por un Movimiento Social asentado en una legitimidad capaz de vencer hasta el más incrédulo. Y al más sectario.

A modo de ejemplo, digamos que la última movilización popular fue en contra de la dictadura. La penúltima, fue el proceso que llevó a Salvador Allende al gobierno popular. Que ambos procesos fueron traicionados, es harina de otro saco.

Digámoslo: un Movimiento Social es ante todo un movimiento político que se propone una resistencia transformadora, contrario a la hegemonía; que se articula a partir de sus propias experiencias, aprendizajes y errores; su estrategia es superar el orden dominante con el protagonismo inevitable del pueblo, el que, desde abajo y horizontalmente, debe ser capaz de gestar un pensamiento y una acción, una acción y un pensamiento, que proponga una nueva manera de vivir. Otro país. Otro mundo.

En pocas palabras, se trata de incursionar en la política, el dominio en donde las cosas concretan el cambio, con una estrategia que ordene, proponga el paso y ritmo, pensando con propia cabeza y caminando por propio pie, superando las formas tradicionales de hacer política.

Un Movimiento Social es ante todo una expresión política transformadora a partir de asumirse como sujetos de la transformación y no como simples herramientas de otros, para abrir camino hacia una sociedad que descarte al capitalismo y sus lacras inhumanas. Ya vemos que el fracaso de este orden es el que tiene a la humanidad al borde de la locura y de la muerte porque para intentar sobrevivir aumenta la rapiña, el genocidio y la depredación.

En nuestro país esta mecánica necesaria de los pueblos, no se ha visto ni por asomo. Quizás en algunos colectivos, marginales aun cuando valiosos y empeñosos, que hacen esfuerzos por mostrar caminos novedosos, pero, en general, ha dominado el egoísmo y el interés de grupos que no quieren perder sus prerrogativas.

Prácticamente todas las organizaciones gremiales, sindicales, estudiantiles, campesinas, obreras y de cualquier otra índole u origen, han sido puntual y metódicamente arrasadas por la políticas neoliberales sin que sus dirigentes hubiesen tomado debida cuenta del suceso.

Y, en muchos casos, se puede sospechar que esta debacle generalizada ha sido con su anuencia.

Desde que el tiempo es tiempo, se ha entendido que los llamados a hacer política son los partidos y que los sindicatos, gremios u otras agrupaciones de trabajadores y del pueblo llano, solo deben confiar en el cometido de sus representantes en el gobierno, Congreso y todo lo demás.

Pero un genuino movimiento social, empoderado con la fuerza del pueblo organizado, con todas las razones de la moral y la historia, con una propuesta que seduzca, tiene el derecho y la obligación de asumirse como sujeto del cambio y no como un grupo de personas sometidas a la buena voluntad de los partidos, por muy populares que sean o que hayan sido.

El movimiento social debe poner en juego la cuestión del poder, es decir, debe llevar su gestión mucho más allá de lo meramente reivindicativo, y trazar sus propia estrategia y formas de lucha, armados con la fuerza de una articulación tejida horizontalmente, de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo y de un lado hacia el otro.

A esta mecánica democrática y democratizadora, se han opuesto sistemáticamente los partidos de izquierda al mismo tiempo que sus orgánicas han tendido a desparecer. Su influencia en el mundo popular ha ido menguando en proporción directa al grado de institucionalización que han aceptado en un orden que ha perfeccionado y profundizado el neoliberalismo.

A las organizaciones de trabajadores, pobladores, campesinos, Centrales, Confederaciones, federaciones, sindicatos nacionales y gremios, el sistema les quitó el oxígeno asfixiándolas, sin prisa, pero sin pausa, mediante leyes con ocultos incisos contrainsurgentes.

Un día despertamos y esas otrora grandes organizaciones de trabajadores ya no tienen ninguna importancia. Para qué decir la CUT. Se quedaron en alguna parte inofensiva de la historia, al amparo del poder.

Lo que ha faltado para resolver la contradicción entre neoliberalismo y democracia ha sido, precisamente, la irrupción de un vasto Movimiento Social que se proponga disputar el poder en cada uno de los espacios en que este se expresa, poniendo sobre la mesa su propio proyecto de economía, educación, cultura, municipio, región y lo que sea.

Resulta alarmante y vergonzoso que la gente víctima de la economía, de la represión, que ha puesto el pecho a las balas y el lomo al apaleo, que ha sido perseguida, maltratada, ninguneada, despreciada, no tenga nada qué decir, ni sepa cómo hacerlo si tuviera, cuando arrecia en su expresión más descarnada e infame un orden corrupto, ladrón y homicida.

Los sucesos del octubre de 2019 dejaron muy claro que lo que faltó fue, precisamente, esa construcción hecha por la gente, esa cercanía que desordene ordenadamente, una inteligencia colectiva que se proponga metas de rango estratégico, una decisión que tercie en la política y dispute el poder allí donde les duele a los dueños de todo.

Por sobre todo, que sea capaz de seducir al pueblo y le dé una razón profunda para desplegar su amor y su odio.

Fuente de la Información: https://rebelion.org/movimiento-social-sin-amor-y-sin-odio/

Comparte este contenido:

Qué Día de la Tierra Palestina, qué día antineocolonialista

Qué Día de la Tierra Palestina, qué día antineocolonialista

 Ramón Pedregal Casanova

“Después de los dramáticos sucesos del Día de la Tierra se produjo una breve reconciliación y se interrumpió la campaña de confiscación de tierra a gran escala -aunque por poco tiempo- . La región de Galilea no estaba totalmente judaizada, y se mantenía la tensión en las relaciones entre judíos y palestinos. En noviembre de 1978, los jefes de los consejos locales judíos de Galilea se reunieron con algunos funcionarios y ministros del gobierno en la ciudad de Carmiel, que se acababa de ampliar ocupando territorios árabes. A pesar de las protestas y los sacrificios de la comunidad local, Carmiel se extendía ahora sobre tierras expropiadas.”

Párrafo del capítulo titulado “Desde el Día de la Tierra a la Primera Intifada, 1976-1987, pertenece al libro “Los palestinos olvidados”. Es autor el historiador Ilan Pappé.

El Día de la Tierra Palestina es de recuerdo y de lucha, desde aquel 30 de marzo de 1976 en que una huelga general del pueblo de Palestina contra el robo de tierras por los sionazis, la colonización no se ha detenido. Si aquel día el ejército ocupante asesinaron a 7 palestinos, ¿qué diríamos de cuántos han sumado hasta el día 30 de marzo de 2024? Los invasores, ejército creado sobre bandas terroristas y alimentado por los regímenes europeos y EEUU – Inglaterra, está encargado de llevar adelante el genocidio en el que todos sus padrinos basan sus esperanzas de ganancia y hacer así más y más profundas las diferencias con los pueblos a los que han tenido colonizados y esperan volver a tenerlos. La conquista de Palestina es la puerta desde la que hacen cuentas de una guerra general que desarrolle su entidad ocupante.

Revisando trabajos sobre éste día tan significativo he encontrado el que les invito a leer a continuación, https://info.nodo50.org/Dia-de-la-Tierra-Palestina-patria.html, ahí podrán ver de cómo el sionazismo se había dedicado, además de ejercer de genocida, a tratar de despoblar de vegetación autóctona a Palestina, una de las formas de imposibilitar a los habitantes que puedan sobrevivir. Y si esa deforestación se contaba hasta 2016, ¿qué sabemos de lo que hacen hoy en Gaza y en Cisjordania? Además de los muchos más de los 32.000 palestinos asesinados y los 75.000 heridos, de las 6.000 bombas que diariamente tiran sobre Gaza, además de provocar la muerte por hambre y sed e infecciones de la población, la franja que la misma ONU ya declaraba en 2020 como territorio en que no se podría vivir, ¿qué hacemos hoy mirando los teléfonos, las televisiones, … todos esos medios y cadenas sionazis? Pues, si desde 1948 ningún órgano internacional ha puesto remedio, ¿creemos, podemos esperar, que la resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que ha conminado a la entidad colonial a detener su genocidio, ustedes creen que se va a hacer cumplir el mandato? Por lo pronto los representantes del establecimiento que se sitúa fuera de toda ley han declarado que eso no les va a parar y han intensificado su matanza. ¿Seguimos mirando, seguimos dándonos golpes de pecho? ¿Seguimos dejando que los gobernantes prohíban defender a Palestina, perseguir a los que protestan por el genocidio, aguantamos a los regímenes y gobiernos que dicen que lamentan lo que “ocurre”, pero siguen poniendo armas en manos de los asesinos? ¿Seguimos viendo con indiferencia el que los traten con familiaridad, de asesinos porque tienen responsabilidad, familiaridad entre criminales, y nos hagamos los asombrados por la barbarie, eso si es que nos interesamos por saber y no creer sus mentiras?

No, la guerra ha dado un giro que apunta a enterrar la empatía, la solidaridad, la denuncia y la lucha que busca un mundo más justo, ¿no es hora de sumarse y hacer que caigan esos que quieren integrarnos en la mente su desprecio de los Derechos de los Pueblos? ¿No vemos cómo todos ellos desprecian las resoluciones de la ONU, hasta la última del Consejo de Seguridad? ¿Gentes de EEUU, de Inglaterra, de Europa -España, Francia, Alemania, Italia, Países Bajos, … creéis que es bueno que os dejéis conducir en medio del genocidio palestino? Pues preparaos, os quieren deshumanizados para emplearos en la guerra que buscan extender. Ni ellos, ni sus hijos van a caer bajo las bombas, vosotros sí. Apresuraros a defender a Palestina Gaza. El Día de la Tierra Palestina es un día ejemplar como punto de arranque para la Responsabilidad y Lucha por los Derechos de los Pueblos frente al neocolonialismo y el imperialismo.

Ramón Pedregal Casanova es autor de los libros: Gaza 51 días; Palestina. Crónicas de vida y Resistencia; Dietario de Crisis; Belver Yin en la perspectiva de género y Jesús Ferrero; y, Siete Novelas de la Memoria Histórica. Posfacios. Presidente de AMANE. Miembro de la Asociación Europea de Apoyo a los Detenidos Palestinos. Miembro de la Red de Artistas, Intelectuales y Comunicadores Solidarios con Nicaragua y el FSLN. Colaborador del canal Antiimperialistas.com, de la Red en Defensa de la Humanidad.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/que-dia-de-la-tierra-palestina-que-dia-anti-neocolonialista/

Comparte este contenido:

Enseñanzas y perspectivas

Antonio Antón

La izquierda alternativa, diferenciada del PSOE y de la izquierda nacionalista, está en un proceso transitorio de rearticulación política y organizativa.

 

La coalición Sumar y Podemos, además del Partido Socialista, se han llevado un batacazo en las elecciones gallegas. Junto con la experiencia de sus tensas relaciones en los últimos meses y los retos inmediatos de las elecciones europeas exigen una reflexión colectiva. Se trata de valorar su papel y su futuro, en el marco del objetivo compartido de reforzar el bloque progresista, democrático y plurinacional frente a la ofensiva de las derechas.

 

En un libro reciente, Izquierda transformadora, he analizado el proceso de formación de ese espacio sociopolítico y electoral y sus características, así como sus límites y sus retos estratégicos; en un artículo anterior, Sumar y Podemos en la encrucijada, he expuesto y comparado, con datos del CIS, su representatividad electoral para establecer una base objetiva sobre su doble relación de cooperación y competencia. Se trata ahora de sacar las enseñanzas de estas dificultades y tentativas articuladoras últimas para desbrozar el camino de su refundación, en el que están inmersos, definir las perspectivas sociopolíticas y promover el necesario empuje reformador para garantizar el avance social y democrático.

 

Declive y refuerzo de las fuerzas del cambio de progreso

 

En el declive de Unidas Podemos, y de las fuerzas del cambio de progreso en general, intervienen tres tipos de factores: la estrategia de los poderes fácticos -política, institucional y judicial- de acoso y aislamiento a Podemos; la renovación y el giro hacia la izquierda por parte del Partido Socialista, en el llamado ‘sanchismo’ (2018/2019), tras casi una década de crisis interna y de su orientación estratégica socioliberal, y la fragmentación de la izquierda transformadora.

 

Ese debilitamiento se quiso afrontar con la renovación del liderazgo de Yolanda Díaz, en el ámbito institucional de UP, acompañado por Jone Belarra como Secretaria General de Podemos, como motor del conglomerado. Pero ese diseño colaborativo y de cierta renovación dentro de la lógica de continuidad de Unidas Podemos y su ampliación, se frustró.

 

La estrategia de división y aislamiento de Podemos ha tenido un relativo éxito, sobre todo por la descalificación mediática y el acoso de los poderes fácticos, pero también por la promoción comparativa de Yolanda Díaz y Sumar. Constituían una alternativa más moderada, dialogadora o transversal, pero con mayor respaldo público, a tenor de los estudios demoscópicos, así como con el trasvase de una parte del anterior electorado y los grupos políticos vinculados con Unidas Podemos, más exigente, crítico y de izquierdas.

 

Por otra parte, hay un interés socialista por rebajar la presión por su izquierda y garantizar una mayor normalización política, especialmente dirigido hacia Podemos, que constituía un desafío por su política confrontativa con los poderosos. Así, han conseguido dejarlo en una posición subalterna, aunque todavía con influencia sociopolítica y, en algún caso, determinante, aunque pendiente de comprobar su legitimidad pública en las elecciones europeas, el alcance de su estrategia de reafirmación y su capacidad de supervivencia como actor relevante.

 

Ante el no reconocimiento de su representatividad en el seno del grupo parlamentario de Sumar, tal como reclamaban, y la consecuencia de su inoperatividad política, era bastante inevitable su salida del grupo para intentar tener mayor iniciativa política y pública. La división ha sido dura y su futuro es difícil. Falta saber, tal como vaticinan algunos augurios, si se produce una derrota global en las elecciones europeas y, a más largo plazo, si logra una supervivencia suficiente para encarar su remontada.

 

Aquí habría que distinguir entre pronóstico y plan. El diagnóstico y la profecía del hundimiento político y electoral de Podemos está en el debate público. Es una hipótesis que, en muchos casos, se basa en ciertos hechos pero, sobre todo, en el deseo normativo de distintos actores. Y ello se convierte en plan para conseguir su irrelevancia global. Aparte de denotar poco respeto por el pluralismo político, la cuestión a valorar de ese plan es en qué medida es factible y realista y si perjudica (o no) al conjunto de las izquierdas, aunque revierta en una ventaja relativa para Sumar (con sus aliados), que ocuparía todo ese espacio, probablemente minorizado.

 

Por otra parte, hay que dejar abierta la posibilidad de ver si se modifican las condiciones unitarias para las próximas elecciones generales (y municipales y autonómicas) o, en caso contrario, si es capaz Podemos de persistir con un mínimo de representatividad electoral.

 

Por tanto, dentro del posible debilitamiento de ambos o, bien, en el mejor de los casos, de su respectivo fortalecimiento orgánico, más o menos asimétrico, en el que están empeñadas ambas dirigencias, las dificultades mayores son para Podemos, para mantenerse como un actor para tener en cuenta en el escenario público e institucional y condicionar el proceso social y político. Es el emplazamiento inmediato que tienen ambos para las elecciones europeas, especialmente la formación morada, más aislada mediáticamente. Veamos estas perspectivas.

 

La división y el difícil camino unitario

 

Desde la lejana oposición a un Ejecutivo continuista entre PSOE y Ciudadanos, que supuso el inicio de la gran fractura interna entre los llamados errejonismo y pablismo, Podemos, partidario de un cambio sustantivo de progreso, es percibido como una amenaza para la consolidación de la normalización política y el continuismo de la gestión gubernamental socialista. Tiene una actitud reformadora más valiente y exigente, especialmente en el ámbito socioeconómico y democrático, así como en el internacional. Supone un freno a las medidas gubernamentales derivadas de una reorientación centrista o el retroceso de derechos, cuestión que genera fricción, como en los últimos casos sobre la reforma punitivista de la Ley de ‘solo sí es sí’, los recortes en el subsidio de desempleo o el estancamiento de la ley de vivienda, así como en la exigencia de una solidaridad más contundente con el pueblo palestino y el rechazo al genocidio del Gobierno israelí…

 

No obstante, las propuestas reformadoras de la mayoría dirigente de Podemos, nada radicales o utópicas, podrían encajar en una negociación plural y consensuada de la mayoría parlamentaria progresista y, en particular, con Sumar. Además, puede ser un puente en la alianza plurinacional y la reforma territorial y del Estado. O sea, Podemos tiene un proyecto transformador diferenciado en algunos aspectos y es más ambicioso; pero comparte objetivos comunes con el conjunto de las fuerzas del bloque progresista o democrático y plurinacional. Por tanto, es compatible con una estrategia global de garantizar la estabilidad del Gobierno, sin ser seguidista o estar subordinado a todas y cada una de las medidas gubernamentales aprobadas, cuestión que cabe en un acuerdo desde la pluralidad.

 

En todo caso, el problema principal del conjunto de esa izquierda alternativa es el de la capacidad transformadora real, no solo discursiva o de habilidad negociadora, basada en una relación de fuerzas sociopolíticas que condicione al poder establecido y las instituciones parlamentarias y ejecutivas para el avance sustantivo en condiciones y derechos para las mayorías sociales. Es el auténtico sentido de la política ‘útil’ que reclaman ambos, Sumar y Podemos. Luego viene la pugna por el relato de cuánto se ha avanzado y para quién y, sobre todo, quién y cómo se ha conseguido, y se ve beneficiado por el incremento de su legitimidad pública y su acceso a mayor poder institucional.

 

Existe una disputa sobre el alcance y sentido de las reformas impulsadas y los objetivos de la estrategia reformadora, así como sobre la recomposición del espacio progresista y el peso socio-electoral e institucional de sus distintas corrientes para condicionar la dinámica política: socialista, Sumar, nacionalismo de izquierda y Podemos. Y si nos atenemos a la izquierda transformadora confederal, entre sus dos alas: la moderada, amable o transversal, y la más resistente, exigente o de izquierdas. Y este reequilibrio y la convivencia a través de un pacto mínimo, al menos para las próximas elecciones generales, y dadas las constricciones de la normativa y los componentes competitivos y de legitimación democrática en los procesos electorales, debiera atenerse a los procedimientos democráticos básicos de respeto a la pluralidad y basarse en los objetivos compartidos y la negociación y regulación de los disensos.

 

Partimos hoy desde la realidad de la primacía socialista, la distinta representatividad e influencia del resto de actores, así como las diferentes ventajas y desventajas derivadas del contexto. Pero, hay que arbitrar un mecanismo objetivo y democrático de articulación orgánica del conjunto del espacio alternativo, dentro de una cultura integradora y de respeto a la pluralidad.

 

Un espacio alternativo diferenciado de la socialdemocracia

 

La consolidación del bipartidismo es difícil, al menos en la izquierda, con la completa hegemonía del Partido Socialista, a través de la mayor absorción, minoración y subordinación de Sumar y la (casi) marginación de Podemos, que haría innecesario incluso un gobierno de coalición y se abriría su acariciado objetivo por gobernar en solitario o con mayor autonomía respecto de su izquierda; igualmente, respecto del nacionalismo de izquierda (ERC, EH-Bildu y BNG), aunque es más difícil su neutralización por el peso de la plurinacionalidad de la sociedad española.

 

No obstante, el conflicto social y democrático (incluido el ecológico, el feminista y el territorial) persiste y hay espacio sociopolítico para una izquierda social y política transformadora o, si se quiere, una fuerza democratizadora del Estado y reformadora de lo socioeconómico y laboral -un nuevo y renovado laborismo-. En ese sentido, la existencia y relevancia de Podemos, frena tres dinámicas problemáticas: La moderación de Sumar con su subordinación a la estrategia socialista; la propia tendencia centrista o socioliberal del PSOE, y la desarticulación de un frente plurinacional relevante, incorporado a la llamada dirección de Estado, vista con recelo en la izquierda moderada y sin convicciones federalistas. Pero ese digno y valiente papel, con el desafío al poder establecido y las inercias adaptativas, es el fundamento que explica su freno por los poderes fácticos.

 

Por tanto, el debilitamiento de Podemos sería perjudicial para mantener un espacio sociopolítico y electoral relevante autónomo del Partido Socialista, con un empuje transformador; además, su refuerzo también debiera representar una dinámica unitaria con los distintos grupos de Sumar, con los que comparten muchos objetivos de progreso frente a las dinámicas reaccionarias. Todavía hay vasos comunicantes entre las bases sociales de las dos sensibilidades y con la socialista. Así, se debería tender, especialmente por abajo, al establecimiento de puentes unitarios y consensuar una competencia ordenada y democrática que defina los equilibrios representativos en cada coyuntura, y se puedan sumar realmente todos los esfuerzos transformadores con su representatividad real.

 

En definitiva, al igual que en los grandes movimientos populares progresistas o amplios frentes sociales y políticos, es posible combinar diversidad y colaboración, frente al bloque de los poderosos. En consecuencia, es conveniente resaltar los intereses y objetivos comunes, así como consensuar los procedimientos democráticos para articular las estructuras orgánicas y de representación y la regulación de los desacuerdos y la pluralidad existentes. Ello permitirá reforzar la credibilidad de una representación política alternativa con una rearticulación político-organizativa positiva, en beneficio de las fuerzas progresistas y el avance social y democrático de la sociedad.

 

Arraigo social y reactivación cívica, claves para la remontada alternativa

 

Hay un problema estructural en la conformación de la izquierda transformadora: su vinculación con el tejido asociativo y popular, con los movimientos sociales y sus activistas, incluido el sindicalismo, el feminismo y el ecologismo, muchos con doble militancia en organizaciones sociales y políticas, así como con las demandas surgida de abajo, de la propia sociedad civil.

 

En esta década, se ha construido una representación política al calor de un amplio y heterogéneo movimiento popular, por la activación cívica y la protesta social progresista simbolizadas por el movimiento 15-M. Pero, aparte del descenso relativo de la movilización social -salvo la cuarta ola feminista y ciertas movilizaciones parciales, como la de la sanidad pública o los pensionistas-, se ha producido un giro estratégico, discursivo y organizativo por la preferencia de la acción comunicativa, como constructora de campo electoral, y la acción institucional como gestión reformadora que legitima y reproduce a esa representación partidaria.

 

No obstante, esos dos ejes, discursivo e institucional, son insuficientes para evitar su declive representativo. Y, junto con otras causas, como el acoso político y mediático y la capacidad renovadora del propio Partido Socialista, se ha ido viendo el factor decisivo de otro rasgo fundamental de su articulación: el déficit de su arraigo social, denominado mediáticamente como inserción en el territorio. Se trata de esa vinculación real y directa con la gente, especialmente la más activa y sensibilizada, con su problemática y sus aspiraciones para articular las políticas públicas. El impacto ha sido evidente en los últimos comicios autonómicos gallegos, al igual que en los anteriores del 28 de mayo, sin que en unas elecciones generales como las del 23-J tenga el mismo peso al complementarse con la credibilidad gestora y transformadora del conjunto del país.

 

En ese sentido, la prioridad reformadora de la izquierda alternativa, dentro del bloque progresista, democrático y plurinacional, no es solo sobre las cosas cotidianas de las condiciones de vida, trabajo, protección pública o sostenibilidad medioambiental de las mayorías sociales, sino también la necesidad para abordar y ser creíble respecto de las políticas globales, las estrategias y los relatos que están vinculadas con ellas. Y, normalmente, están en pugna con los de las derechas reaccionarias, incluso con el socioliberalismo continuista.

 

Forman parte de la legitimación y articulación de las representaciones políticas, su papel mediador con las demandas populares y, por tanto, por la pugna -legítima- por el poder institucional. Se trata de ligar esas aspiraciones ciudadanas inmediatas con la problemática de fondo sociolaboral, económica y democrática, con un objetivo más profundo de la justicia social y la democracia, con la defensa del Estado de bienestar y de derecho y los servicios públicos, con la redistribución pública, la justicia fiscal y la protección social, por una dinámica igualitaria y emancipadora, característica de la izquierda democrática.

 

Por tanto, la solución viene por el refuerzo de ese arraigo social y la voluntad y la credibilidad transformadora de la representación política de la izquierda alternativa, acompañada de la activación cívica y la pugna ideológica y cultural desde los valores progresistas y los derechos humanos, sociales y democráticos.

 

Algunos rasgos de la actual movilización social progresista

 

El movimiento de solidaridad con el pueblo palestino, ante el colonialismo y el genocidio del Gobierno israelí tiene una gran importancia política, simbólica y ética, y hay que reforzarlo. Ha habido masivas muestras de apoyo en las ciudades más importantes de Europa, incluido en España. No obstante, el grueso del poder establecido europeo y los principales gobiernos, junto con sus aparatos mediáticos, están muy dependientes de la estrategia estadounidense que ampara al Gobierno israelí y es una dificultad añadida para parar su agresión, aun con la oposición de muchos países del Sur global. La cultura pacifista y de solidaridad internacional es una característica fundamental ante la agudización de los conflictos geopolíticos y las dinámicas neocoloniales.

 

Dejando aparte las dinámicas nacionalistas periféricas, el movimiento específico progresista más masivo e impactante en España, en los últimos años, ha sido el movimiento feminista, con significativos cambios normativos y de mentalidades, en particular frente a la violencia machista y por la prioridad del consentimiento y la voluntariedad en las relaciones sexuales. Y ha sido evidente la reacción derechista y conservadora en su contra. Aun así, y a pesar de su relativa división interna, el grueso de esa movilización y concienciación feminista representa una buena orientación igualitaria-emancipadora y un modelo de participación feminista, incluido varones solidarios, en defensa de la igualdad de género y la emancipación de las mujeres y colectivos LGTBI. Además, ha tenido un gran impacto positivo en la sociedad, por ejemplo en el reciente caso del beso no consentido a Jenni Hermoso, campeona mundial, por parte del presidente de la Federación de futbol, Luis Rubiales, forzado a dimitir por la repulsa cívica.

 

Sin embargo, aquí habría que diferenciar, al menos dos niveles distintos sobre la dimensión, capacidad expresiva, profundidad y duración de procesos movilizadores o de una activación cívica prolongada que conforman cambios cualitativos en la experiencia popular y la actitud sociopolítica, cultural y representativa en el campo político-electoral. Y, además del movimiento antifranquista -base social de la izquierda- y, en parte, el movimiento pacifista y el sindical en los años ochenta -base electoral de Izquierda Unida-, y referido a la configuración de la izquierda transformadora en esta etapa histórica, su formación se inició con un amplio y heterogéneo movimiento popular progresista, simbolizado por el llamado movimiento 15-M que se mantuvo durante un lustro (2010/2014).

 

Su particularidad, aparte de su masividad y legitimidad social, fue que contribuyó a la oposición y la crítica de las políticas regresivas y prepotentes de austeridad, aplicadas por el bipartidismo gobernante y amparadas por las instituciones europeas, con lo que se conformó un campo sociopolítico diferenciado de la socialdemocracia y más exigente respecto de la justicia social y la democratización política.

 

La articulación partidaria con arraigo social

 

Como segundo paso y de forma complementaria es cuando surgió Podemos y el relanzamiento del conjunto de las fuerzas del cambio de progreso. Es decir, la representación política como izquierda alternativa es deudora de un amplio proceso participativo democrático y popular que sentó las bases de un espacio sociopolítico y electoral a la izquierda de la socialdemocracia y que luego se tradujo en fuerza institucional, con la consolidación de su potencial transformador.

 

Como se ha dicho, se ha ido produciendo un cierto declive gradual de ese espacio, aunque una parte votante desplazada hacia el PSOE (o la izquierda nacionalista) se puede considerar todavía una base social transformadora y reversible o dual en su expresión electoral. La opinión realista es que, por una parte, todavía permanece algo de ese impulso transformador desde abajo, con esa experiencia sociopolítica y una cultura política más social y democrática, que explica la permanencia -debilitada- de un espacio sociopolítico y electoral más crítico y exigente que el Partido Socialista y diferenciado del nacionalismo. Por otra parte, además de evitar las insuficiencias y limitaciones de la dirigencia de los grupos alternativos, en particular de Sumar y Podemos, es necesaria la revitalización y la cooperación de ese espacio.

 

No obstante, esa aproximación unitaria va a venir (si viene a corto o medio plazo), fundamentalmente, en la medida que haya una reactivación cívica de distintos movimientos sociales y su mayor o menor convergencia e impacto sociopolítico y cultural; por otro lado, según la capacidad socialdemócrata para neutralizarlo o reorientarlo. Ello permitiría condicionar a las estructuras partidarias alternativas con un proceso democrático de cambio de progreso, más unitario, constructivo, plural y reformador, en el marco de su actual recomposición.

 

O sea, la solución, de venir, vendrá de abajo y, en parte, de fuera de las élites partidistas actuales, y su liderazgo se renovará y fortalecerá en la medida que se impulse, regule y coordine esta combinación de la activación cívica, el arraigo social y la acción democrática y plural de todo el conglomerado alternativo con su gestión institucional. Y ello supondría, en tensión con la dinámica de debilitamiento y división de esta izquierda transformadora, con sus pugnas corporativas y sus implicaciones para la gobernabilidad de progreso, una renovación y recomposición de las estructuras partidarias, en un nuevo proceso de refundación, camino de un amplio frente cívico, unitario, democrático y popular.

 

Antonio Antón. Sociólogo y politólogo.

 

Fuente: https://rebelion.org/ensenanzas-y-perspectivas/

Comparte este contenido:

Desplazados y olvidados: el drama de millones de congoleños que lo han perdido todo

Desplazados y olvidados: el drama de millones de congoleños que lo han perdido todo

Julián Gómez-Cambronero Alcolea

Entre las clasificaciones indeseables que lidera la República Democrática del Congo (RDC) está la de los desplazados internos, refugiados en su propio país que han tenido que salir literalmente corriendo y que, en muchos casos, no tienen a donde volver o no saben si podrán hacerlo. Como en todo hay categorías, podría parecer que dentro de los refugiados, los desplazados internos al menos no han tenido que salir de su país… Pero en la RDC esto se convierte muchas veces en una pena mayor, porque el propio gobierno y las autoridades que deberían protegerlos y atenderlos, los ignoran y viven olvidados.

Para ir más allá de las imágenes y noticias que nos llegan de este drama, hemos hablado con quienes viven y actúan a diario en los campos de desplazados que ha creado el último gran conflicto armado –sumado a otros existentes en la RDC–: la ofensiva que, apoyada por Ruanda, mantiene el grupo armado del M-23 en la provincia de Kivu Norte y que ha puesto en fuga a cientos de miles de mujeres, niños, niñas, ancianos y hombres.

Jean Luc Maroy, activista de Goma Actif que trabaja a diario en los campos cercanos a la ciudad de Goma, la organización JAMAA Grands Lacs, que trabaja con sus voluntarios en el territorio de Nyiragongo, y el corresponsal en África, Alfonso Masoliver, que a finales de año visitó varios campos cercanos a las ciudades de Sake y Goma, sustentan este reportaje que no quisiera quedar en mera anécdota.

Huir para salvar la vida y vivir cada día arriesgándola  

Las personas de las que hablamos han huido para salvar su vida, para no perderla a manos de los rebeldes del M-23, en el fuego cruzado de los combates que libran –como es costumbre en el Congo– varios ejércitos regulares y muchos otros grupos armados, o represaliados por unos u otros. Ser refugiado implica tener refugio, un lugar seguro donde resistir una vida tan dura… pero en la RDC no es así.

«En los campos de desplazados no hay ningún puesto de policía o del ejército para garantizar la seguridad de los desplazados. Son las personas desplazadas las que entre ellas crean sus propios sistemas de seguridad», nos dice Jean Luc Maroy. Palabras que coinciden con la realidad diaria que nos cuentan desde JAMAA Grands Lacs.

Afortunadamente, de momento ninguno de estos campos ha sufrido un ataque directo, a diferencia de los campos de la provincia de Ituri, que ocupan refugiados de la etnia hema, y que en los dos últimos años han sufrido ataques de rebeldes de la etnia lendu que han masacrado a decenas de personas –sin que el Ejército o los cascos azules haya hecho nada–, pero todo ello hace que estos nuevos desplazados enfrenten cada día sin saber si será el último.

Pero hay otras violencias que sufren a diario en los campamentos muchas de las personas desplazadas, sin que nadie las proteja. No podemos dejar de repetir que en cualquier crisis humanitaria o conflicto bélico, las mujeres se llevan la peor parte. En los campos de desplazados internos también es así.

Jean Luc Maroy nos cuenta que en el último informe que realizó, el número de mujeres violadas superaba el millar. «Les da vergüenza buscar tratamiento o decirlo delante de un médico», añade.

Las mujeres que viven en los campos de personas desplazadas pueden sufrir violencia sexual dentro de ellos pero, sobre todo, cuando la necesidad las empuja a buscar leña o alimento para su familias en los alrededores de los campos, donde son presa fácil para los depredadores humanos.

«Los casos de violencia sexual contra las mujeres en los alrededores de los campos están aumentando rápidamente. Muchas de ellas, ante la falta de posibilidades de supervivencia, van a buscar leña a los alrededores del parque de Virunga, allí son violadas, y para muchas de ellas no hay apoyo ni médico, ni psicológico, ni jurídico, y mucho menos socioeconómico», nos dicen desde JAMAA Grands Lacs. Pero, una vez más, son muchas las que nunca contarán nada: otras simplemente prefieren permanecer en silencio mientras mueren por dentro antes que perder sus hogares, dado que algunos maridos no soportan vivir con sus esposas violadas.

Si a todo ello se unen los daños físicos tras las agresiones, más aún en un contexto de escasa asistencia médica, la vida de muchas mujeres desplazadas se convierte en lo más parecido a un infierno: «Nos encontramos ante casos de mujeres con fístulas vaginales, con parálisis ya en fase avanzada tras las violaciones sufridas y que no saben qué hacer en esta miserable vida en el campamento».

Dejamos para otro artículo alguno de los relatos que las propias víctimas han hecho.

¿Cómo se vive en un campo de desplazados?

Cuando se huye del hogar no sólo se pierde éste, la vivienda, sino el medio de vida, la manera de sustentar a la familia, los lazos familiares o con la comunidad. En el mejor de los casos se dispone de un techo y algo de alimento pero se enfrenta a diario una vida, literalmente encerrados aunque sea en un espacio abierto, sin nada que hacer en todo el día.

«Los días son aburridos para la mayoría de ellos», dicen en JAMAA, y tendríamos que ponernos, en la medida de los posible, en la situación de mujeres, niños, niñas que empiezan cada día sin tener nada que hacer, con un sinfín de horas por delante para esperar la noche en un ocio embrutecedor, abocados a una alimentación deficiente pero sin posibilidad de ganarse el sustento. Según el campamento en el que se encuentren, los niños y niñas no pueden asistir a la escuela y van perdiendo curso tras curso. En los que sí, no todos pueden acceder si no tienen los medios para pagar las tasas.

Jean Luc Maroy y sus compañeros, como otras organizaciones de voluntarios, han sabido tratar este problema casi tan importante como la alimentación o la atención médica y han buscado mil maneras de entretener o divertir a adultos y, sobre todo, a niños y niñas, con juegos, bailes, pequeñas diversiones que los sacan de la rutina aplastante y de una triste realidad que consume su existencia. Les han llevado alegría, algo que no parece tener sitio en la desolación de estos campamentos.

Con motivo de los actos que organizaron por Navidad, Jean Luc escribía en su cuenta de X: «Con demasiada frecuencia subestimamos el poder de un toque, una sonrisa, una palabra amable, un oído atento, un cumplido honesto o el más mínimo acto de atención, todos los cuales tienen el potencial de cambiar una vida».

Hay diferentes maneras de alojar a los desplazados y de organizar los campos. Según el periodista Alfonso Masoliver, los que ha visto en la RDC es el peor modelo de todos y hace muy complicado el control necesario para mejorar su vida. Según el campo, las necesidades y los medios, los desplazados viven en tiendas hechas con base de caña y techos de hojas de palmeras, base de caña y lonas o, en el mejor de los casos, las conocidas tiendas blancas, nos cuenta. El suelo volcánico, aunque preferible a otros, no evita que la temporada de lluvias, como veíamos en recientes vídeos, haga que los desplazados convivan encerrados en sus tiendas con la humedad y el frío.

En cuanto a la atención médica, como dice Jean Luc Maroy, existe, pero no siempre es la adecuada, Según JAMAA, los pocos hospitales disponibles se ven saturados y las derivaciones a otros dependen del dinero del que se disponga, por lo que muchas personas optan por la automedicación con plantas.

Si bien en los campos donde actúa JAMAA se ha podido vacunar contra el cólera, éste, junto a la malaria y la gripe, se reparten por los distintos campos e, incluso, como se sorprendía Alfonso Masoliver tras su visita, se pueden encontrar las tres enfermedades a la vez en alguno de ellos. La desnutrición, si bien se ensaña con los más pequeños, afecta también a la población adulta y el hacinamiento y la falta de medidas higiénicas hace que los desplazados convivan de manera habitual con la diarrea y otros problemas estomacales.

Desplazados… pero también olvidados y abandonados

«Un campo de desplazados, un campo de refugiados es el lugar donde la escoba de la guerra empuja a los inocentes», cuenta el periodista Alfonso Masoliver mientras recuerda cómo en su visita a los campos la gente lo buscaba para relatarle sus realidades pidiéndole que las contara, pensando que así su situación podría cambiar. Sientes rabia contra el gobierno, porque es el padre y ellos son los hijos y los ha abandonado.

Como decía al principio, la ventaja que se puede suponer a un desplazado interno frente a quien tiene que huir a otro país desaparece en la RDC cuando los diferentes gobiernos no se ocupan de ellos y a la desesperación de su situación tienen que unir el sentimiento de que están desamparados y que, a efectos reales, no existen.

«Los desplazados no reciben regularmente ayuda del gobierno central. El gobierno no les está ayudando adecuadamente. El gobierno provincial no se acuerda de los desplazados ya que se concentra en los frentes (de batalla)», opina Jean Luc Maroy.

Recuerdo cuando al principio de formarse estos campamentos –improvisados sobre la marcha– se recibía la noticia de que la atención médica de las personas que iban llegando –en la mayoría de los casos, tras largos días de marcha, independientemente de la edad o las condiciones físicas– corría a cargo de estudiantes de medicina de la Universidad de Goma que acudían voluntariamente para ayudar.

Organizaciones civiles, voluntarios y la ayuda internacional salvan a todas estas personas de un desastre absoluto, pese a tener que convivir con la desnutrición, el frío o las enfermedades. La ayuda internacional a través de organizaciones como ACNUR o Cáritas, está limitada por presupuestos que tienen muchos lugares a los que atender y que nunca disponen de todo lo necesario ni siempre en el momento adecuado. Las organizaciones congoleñas también realizan su trabajo muy limitadas:

«Al no contar con financiación tradicional del gobierno u otras organizaciones internacionales para apoyar nuestras acciones de atención a las personas desplazadas, dependemos de contribuciones de personas en el país y en la diáspora. Son estas contribuciones las que nos permiten estar operativos sobre el terreno tanto como sea posible», explican desde JAMAA Grands Lacs.

Foto: La organización JAMAA Grands Lacs repartiendo ayuda en un campamento de Nyiragongo. JAMAA

Sobre el terreno están los voluntarios que viven en las ciudades cercanas y emplean mucho de su tiempo en ayudar con comida, ropa, kits de higiene, apoyo psicosocial… En JAMAA están trabajando en formar a mujeres y niñas víctimas de violación para que puedan mantenerse por sus propios medios.

Y, aunque como dice Jean Luc Maroy, la solidaridad entre los desplazados existe –si bien también surgen conflictos–, es urgente una intervención internacional en una situación que se perpetua y que sólo cambia para empeorar con la llegada de nuevas personas refugiadas.

¿Una vida sin esperanza?

Las personas que sobreviven en los campamentos de los que estamos hablando tuvieron que salir huyendo un buen día, de pronto, como pudieron y llevándose lo que pudieron, sin mirar lo que dejaban atrás. Llegaron hasta donde llegaron y allí se quedaron, sin saber si sería para una semana, un mes, un año, sin saber si podrían volver a su hogar, si tendrían que continuar camino a otro campamento, salir corriendo de nuevo…

De esta manera, ¿qué esperanza albergan viviendo en los campamentos de Goma, Sake, Nyiragongo…? ¿Que amanezca un nuevo día y los encuentre vivos? ¿Volver a lo que no saben si existe y retomar una vida que quedó truncada para siempre?

«La vida en los campos de desplazados es muy difícil, tienen la esperanza de regresar a sus hogares, nos dice Jean Luc. Conozco a varias personas que intentaron regresar a sus pueblos, lamentablemente algunos perdieron la vida y otros volvieron con la esperanza de regresar a casa al final de la guerra. Algunos buscan casa en la ciudad porque han perdido la esperanza de regresar a su tierra al haber perdido a sus padres, hijos y familias». Coincide en buena parte con lo que nos cuentan en JAMAA Grands Lacs:

«Muchos todavía esperan regresar a sus entornos originales, a pesar de la incertidumbre que aún acecha tras la persistencia de la crisis de seguridad en sus territorios de origen, en particular en los territorios de Rutshuru y Masisi. Para algunos pesa más la desesperación que los invade ante la destrucción de sus hogares,  otros esperan que sea mejor quedarse en la zona donde se encuentran actualmente, ya que no está lejos de la ciudad, lo que les da un poco más de garantía de supervivencia y seguridad que regresar a casa. Algunas personas con pocos recursos han empezado a alquilar casas a menor coste en la ciudad».

El conflicto armado que provocó esta última gran crisis de desplazados internos está lejos de acabar y no sería raro que demudara en otros paralelos, más aún teniendo en cuenta que todo ello ocurre en una zona, el Este congoleño, sacudida desde hace años por infinidad de conflictos bélicos que mantienen sólo en esa región a millones de personas huidas de sus hogares. La clase política congoleña está más preocupada por las recientes elecciones o subirse sus desorbitados sueldos. El mundo, con contadas excepciones, no mira hacia un problema enquistado y complejo ni los medios de comunicación enfocan una crisis descomunal que nunca ha resultado «mediática».

Los que lo han perdido todo están condenados a vivir olvidados y abandonados en la miseria por mucho tiempo aunque eso no desanima a quienes se esfuerzan por su cuenta y riesgo en ayudarles. Esperemos que esta modesta contribución sirva para algo a quien la lea y conozca lo que ocurre.

Este artículo fue publicado originalmente en Congo actual, un medio de difusión de la actualidad de la República Democrática del Congo en españolPuedes seguirlo en su perfil de X: @CongoActual.

Fuente: https://www.lamarea.com/2024/01/19/desplazados-y-olvidados-el-drama-de-millones-de-congolenos-que-lo-han-perdido-todo/

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/desplazados-y-olvidados-el-drama-de-millones-de-congolenos-que-lo-han-perdido-todo/

Comparte este contenido:

Conocimiento Libre: Los derechos de Assange y la libertad de prensa penden de un hilo

Los derechos de Assange y la libertad de prensa penden de un hilo

Eve Ottenberg

 

Fuentes: Fuente: Counterpunch / Imagen: Thierry Ehrmann – CC BY 2.0

Traducido para Rebelión por Paco Muñoz de Bustillo

Se acerca la fecha límite en la lucha de Julian Assange contra su extradición a Estados Unidos, ya que los jueces británicos decidirán sobre su caso el 21 de febrero.

Mientras tanto, la exigencia de EE.UU. de que Assange, editor de Wikileaks, sea juzgado en Virginia por cargos falsos es lo que ha mantenido a este periodista encerrado en la cárcel británica de máxima seguridad de Belmarsh durante cuatro años, y secuestrado en la embajada de Ecuador en Londres, donde buscó asilo, durante siete años antes de eso. Por aquel entonces, Assange predijo que Washington intentaría extraditarlo, pero sus supuestos amigos de la prensa desestimaron esta preocupación. ¿Adivinan quién evaluó correctamente la agresión judicial estadounidense? Esconderse del Imperio fue la decisión correcta. Pero tuvo un coste enorme. Básicamente, Assange ha estado encarcelado en condiciones miserables durante más de una década, todo por el delito de informar con una honestidad que avergonzó a las élites políticas estadounidenses.

¿A quién ofendió Assange en el patético panteón de célebres mediocres estadounidenses? Pues bien, molestó especialmente a dos peces gordos tremendamente narcisistas y con derecho a todo, Hillary «Me toca ser presidenta» Clinton y Mike «Bombardear China» Pompeo. Nadie querría revelar secretos que te enemisten con ninguno de estos dos, a juzgar por sus planes para Assange. Cuando Assange quedó fuera del alcance de Washington en la embajada ecuatoriana Clinton se lamentó: «¿No podemos utilizar un dron contra él?», mientras que Pompeo consideró la posibilidad de que la CIA lo secuestrara o envenenara, es decir, lo asesinara. ¿Qué secretos reveló Assange que enfurecieron tanto a esta pareja? Muchos. Y eran gordos.

Assange mostró que la candidata presidencial Clinton es una criatura antidemocrática horriblemente prepotente. ¿Cómo? Al publicar correos electrónicos filtrados que revelaban que la campaña de Clinton y el Comité Nacional Demócrata amañaron las primarias presidenciales de 2016 para dejar fuera de juego al populista de izquierdas Bernie Sanders. En cualquier verdadera democracia, esta noticia habría avergonzado a la clase dominante y la habría obligado a repetir las elecciones. Pero no en los Estados Unidos del siglo XXI. Aquí nuestros gobernantes centraron toda su ira en el mensajero, Assange, y dejaron que la reina elegida ilegítimamente conservara su corona de la campaña de las primarias. Este asunto demostró axiomáticamente que la democracia había muerto en Estados Unidos, pero eso no escandalizó a nadie. La gente de Washington tenía al candidato que querían y que habían ungido mediante subterfugios, y ninguna organización de noticias de pacotilla iba a alterar ese hecho inmutable.

Pero no piensen que actuar como si nada hubiera pasado significaba que la señora Clinton y sus muchos parásitos tuvieran la intención de aceptar que Assange dijera la verdad. Me sorprendería mucho que la campaña mediática y especialmente la histeria de los titulares sobre las falsas acusaciones suecas de violación contra Assange no se remontaran muy tortuosamente a los clintonistas ofendidos. No es que nuestra pusilánime prensa necesitara mucha insistencia para dar una patada a un gran periodista una vez caído. Probablemente también hubo muchos aduladores de Hillary que se relamieron subrepticiamente.

De qué modo Assange ofendió a Pompeo tiene que ver con la seguridad nacional -por supuesto, porque Pompeo era el director de la CIA del presidente Trump en 2017, cuando Assange transgredió al permitir que la luz iluminara los secretos de la agencia. Según publicó The Guardian el 27 de septiembre de 2021 sobre lo ocurrido cuatro años antes, «Pompeo y sus altos funcionarios estaban furiosos por la publicación de Wikileaks de «Vault 7″, un conjunto de herramientas de hacking de la CIA, una filtración que la agencia consideró la mayor pérdida de datos de su historia.» Un exfuncionario de Trump dijo que «correría la sangre» allá por 2017. Altos cargos de la CIA y algunos de la Casa Blanca pidieron que se estudiaran opciones para liquidar a Assange. En palabras de un ex alto funcionario de contraterrorismo, “parecía que no había límites».

Así que Pompeo parece haberse tomado las revelaciones de Assange como algo personal. Le CIA, c’est moi. Al igual que la Sra. Clinton, ambos mostraron un impresionante sentido del orgullo. Estos dos políticos dejaron que sus cabezas se hincharan hasta un punto en el que ya no distinguían con precisión dónde terminaban sus propios límites personales y dónde comenzaba el Imperio. Actuaban como si se considerasen personificaciones, incluso avatares del Imperio. Y en verdad, quizás su narcisismo era correcto. Tal vez los individuos Hilary Clinton y Mike Pompeo son en realidad meras ficciones -su verdadera naturaleza, forma, sustancia y destino se resumen mejor como hombres del saco imperial oficiales, dispuestos a atormentar a cualquiera que pudieran condenar por decencia, honestidad o rebelión en nombre de la justicia contra su propio poder personal.

A pesar de tan lúgubres especulaciones, aquí y allá se vislumbra la esperanza. En diciembre, el juez del distrito sur de Nueva York John Koeltl falló a favor de cuatro periodistas y abogados estadounidenses, que habían demandado a la CIA en el asunto Assange. Según informó RT el 20 de diciembre, estos ciudadanos «afirman que sus dispositivos electrónicos fueron registrados ilegalmente en nombre de la agencia cuando visitaron al fundador de Wikileaks, Julian Assange, en la embajada de Ecuador en Londres». La denuncia contra la ya desaparecida agencia de seguridad de la embajada, Mike Pompeo y la CIA no prosperó del todo. Koeltl dictaminó «que los demandantes no podían responsabilizar personalmente a Pompeo de las supuestas violaciones de su protección constitucional frente a registros e incautaciones irracionales.» Uno se pregunta por qué no, dado que Pompeo parece haber abordado todo lo relacionado con Assange con la furia de un gánster ansioso de venganza.

Pero el hecho aparentemente inocuo y minúsculo de que un caso contra la CIA y su ex director por derogar los derechos de la Cuarta Enmienda pueda avanzar en estos tiempos oscuros es de por sí algo importante. «Estamos encantados de que el tribunal haya rechazado los esfuerzos de la CIA por silenciar a los demandantes, que lo único que pretenden es denunciar el intento de la CIA de llevar a cabo la vendetta de Pompeo contra Wikileaks», ha declarado Richard Roth, abogado de los cuatro estadounidenses. Los demandantes están encantados y nosotros también deberíamos estarlo. Este es uno de los raros momentos, desde tiempos inmemoriales, en que la CIA ha sido llamada a rendir cuentas por sus monstruosas acciones. Por cierto, aparte de Político, ningún medio de comunicación corporativo consideró oportuno informar sobre este acontecimiento y sus implicaciones para la tan abusada y a menudo desechada Declaración de Derechos.

Estos cuatro demandantes alegaron, según Kevin Gosztola en Dissenter del 19 de diciembre, que tuvieron que entregar sus dispositivos electrónicos a la empresa de seguridad de la embajada, UC Global. Los cuatro acusan a esta empresa de estar confabulada con la CIA. Koeltl dictaminó que si la empresa actuó como agente «de Pompeo y la CIA es una cuestión de hecho que no puede decidirse en una moción de sobreseimiento». Anteriormente, informa Gosztola, «en una vista celebrada en noviembre, Koeltl se interesó por el hecho aparente de que el gobierno no había obtenido una orden judicial para acceder al contenido de los aparatos electrónicos de los abogados o periodistas.» ¡Vaya! Con su fisgoneo sin orden judicial, la CIA ha arrasado durante años el cuidadosamente arreglado corral constitucional de los padres fundadores de la nación. Pero por fin alguien se ha dado cuenta desde las salas de justicia. ¿Podría ser que los abusos de la CIA estén por fin volviéndose contra la agencia?

Por lo tanto, existe una pequeña posibilidad de que la CIA y Pompeo no se salgan con la suya violando los derechos de quien les apetezca. Dados los poderes grotescamente exagerados de la agencia, por cortesía de abominaciones como la Ley Patriota, y el frecuente pisoteo de la Declaración de Derechos por parte de la agencia, esto es un pequeño consuelo. Pero es mejor que nada. Y puede que sea un comienzo. Cuando un juez muestra coraje y desafía ligeramente a los tiranos del estado de seguridad, envalentona a otros. De repente, empiezan a tomarse más en serio su papel jurídico como garantes de las protecciones constitucionales y se acobardan menos a la sombra de la CIA. Quién sabe si la decisión cuidadosa y mesurada de Koeltl puede incluso inspirar a los juristas del otro lado del Atlántico que tienen el destino de Assange en sus manos. Podrían fallar a su favor. La justicia engendra justicia. Sería un resultado excelente para Assange, para la prensa libre y para todos nosotros.

Fuente: https://www.counterpunch.org/2024/01/05/assanges-rights-and-press-freedom-hang-in-the-balance/

El presente artículo puede reproducirse libremente siempre que se respete su integridad y se nombre a su autora, a su traductor y a Rebelión como fuente de la traducción

Fuente de la Información: https://rebelion.org/los-derechos-de-assange-y-la-libertad-de-prensa-penden-de-un-hilo/

 

 

Comparte este contenido:

Ecología Social:Por una ecología de la clase obrera

Por una ecología de la clase obrera

Suzanne Icarie

Para aclarar los malentendidos teóricos y los obstáculos a la necesaria alianza entre el movimiento ambientalista y la clase obrera, Paul Guillibert ensaya una ecología política del trabajo. Y hace un llamado a reactivar el ecologismo obrero.

Sobre Paul Guillibert, Exploiter les vivants. Une écologie politique du travail, París, Amsterdam, 2023.

Inicialmente estructurado en torno a la “huelga escolar” y la estrategia estudiantil inaugurada por Greta Thunberg en 2018, el movimiento ambiental internacional aún no ha convergido masivamente con el movimiento obrero, a pesar del continuo empeoramiento de la crisis ecológica y una notable intensificación de la lucha de clases, como se vio en Francia con la revuelta de los Gilets Jaunes y los movimientos contra las pensiones en 2019 y 2023. Mientras que algunos “huelguistas ambientales” se plantean ahora modos de acción más radicales, como la recuperación de tierras o el “desarme” de infraestructuras destructoras del medioambiente, siguen siendo pocos los interesados en llevar a cabo acciones localizadas en los lugares centrales de la producción capitalista y en colaboración con los trabajadores empleados en sectores estratégicos, como la energía o el transporte. Convencido de que los malentendidos teóricos son uno de los obstáculos que se oponen a esta necesaria alianza entre los activistas medioambientales y la clase obrera, el filósofo Paul Guillibert propone en su último libro, Exploiter les vivants. Une écologie politique du travail (Explotar a los vivos: una ecología política del trabajo), una aclaración conceptual centrada en dos cuestiones.

En primer lugar, sintetiza los trabajos de las ciencias humanas y sociales para convencer a quienes se preocupan por la crisis ecológica de que la catástrofe actual es en gran medida el resultado de las diversas formas capitalistas de explotación del trabajo. En segundo lugar, en el capítulo central de su libro, Guillibert propone reexaminar el concepto de “poner a trabajar la naturaleza” desarrollado por el geógrafo marxista Jason W. Moore. ¿Afirmar que el capitalismo contemporáneo “pone a trabajar a la naturaleza” a escala planetaria significa que los capitalistas someten a los agentes “no humanos” a una forma de explotación idéntica o comparable a la de los trabajadores humanos?

Para Guillibert, esta cuestión no es un simple juego de lenguaje. Tiene fuertes implicaciones políticas, que desarrolla en el tercer capítulo de su libro, de orientación más estratégica que los dos precedentes. En su opinión, solo una disminución radical de la producción, acompañada de la emergencia de un nuevo imaginario político, permitirá luchar contra el ecocidio planetario en curso. A diferencia de los defensores no marxistas del decrecimiento, que tienden a pensar en términos individuales, el planteamiento de Guillibert pretende vincular esta consigna con el cuestionamiento del capitalismo y la defensa del comunismo como única alternativa viable a este modo de producción ecocida.

Aunque afirma que asignar un papel estructurador a los trabajadores de la industria y la energía en las futuras luchas políticas “tiene mucho sentido en vista de la centralidad de la energía en la producción capitalista” [1], Guillibert no examina con precisión las formas en que esta clase obrera cuestionará la producción capitalista y destructiva y la sustituirá por una forma más democrática de organización económica que sea, sobre todo, compatible con la continuación de la vida en la Tierra. Pero el objetivo de Exploiter les vivants no es señalarle a los trabajadores qué forma adoptará el control obrero de la producción ecológica. Su meta principal es convencer a los simpatizantes del movimiento medioambiental y a los intelectuales ligados a él de que dejen de dar la espalda a la categoría de “trabajo” en sus teorías y prácticas.

Una perspectiva marxista del ecocidio en curso

En términos teóricos, los primeros interlocutores de Guillibert fueron los pensadores críticos de la ecología política que estudiaron el ecocidio situando el género, la colonialidad y el estudio de la tecnología en el centro de su pensamiento. Sin dejar de reconocer el gran valor de sus trabajos, Guillibert sostiene que convendría combinarlos con un enfoque marxista de la crisis ecológica actual.

Este enfoque marxista, que se afirma en la introducción, evita los dos principales escollos de la ecología tal y como la promueven las clases dominantes. Volviendo a la definición de Marx del capitalismo como modo de producción que combina tecnología, producción y consumo, muestra que la transición ecológica no se producirá como resultado de la innovación tecnológica o de cambios en el comportamiento individual. De la misma manera, pensar en la transición como un cambio necesario y drástico del modo de producción previene contra la tendencia al desprecio ecológico de clase, por el cual quienes no tienen los medios para afrontar la transformación de sus modos de consumo son acusados inmediatamente de “negacionismo climático” por aquellos entre las clases medias y altas que poseen “consciencia climática”. Sin embargo, la lección que saca Guillibert de la revuelta de los Chalecos Amarillos es que, lejos de estar reñidas con la ecología, las clases trabajadoras de los países imperialistas pueden producir una visión de futuro alternativa a la transición ecológica que las clases dominantes intentan imponerles.

Para persuadir a los partidarios de la ecología política radical del papel esencial que tienen los trabajadores en la lucha contra el desastre ecológico, Guillibert comienza destacando el hecho de que las relaciones de clase han sido fundamentales en la historia de la crisis ecológica desde la era moderna. Se remonta a varios siglos antes de la Revolución Industrial inglesa del siglo XVIII, que condujo a la generalización de la relación salarial y a la consiguiente utilización de combustibles fósiles. Basándose en particular en los trabajos de los historiadores del medio ambiente Jean-Baptiste Fressoz y Fabien Locher [2], Guillibert sostiene que fue el desarrollo de las primeras economías coloniales y esclavistas a partir del siglo XV lo que inauguró la catástrofe ecológica que sigue desarrollándose hoy en día.

Si bien el trabajo asalariado se convirtió en la principal forma de explotación laboral con la progresiva extensión del capitalismo industrial y de los combustibles fósiles por todo el mundo, el autor señala que dicha explotación del trabajo asalariado fue posible gracias a la apropiación de otras formas de trabajo, en particular el trabajo en régimen de servidumbre en las colonias y el trabajo reproductivo, realizado principalmente por las mujeres en el hogar. La explotación asalariada también se basa en la apropiación de la “naturaleza”, que Guillibert propone definir aquí como todas las realidades que los capitalistas consideran que no tienen valor de cambio y que, por tanto, pueden apropiarse gratuitamente.

Demostrar que el capital acuerda valor solo a una parte del trabajo explotado y de las fuerzas naturales apropiadas no tiene únicamente importancia teórica. Si ciertas feministas marxistas de los años 60 y 70 promovieron una definición del trabajo más inclusiva que la que figura en El Capital de Karl Marx, fue para dar armas a los movimientos de liberación de la mujer más radicales de su época. Del mismo modo, al denunciar la concepción reduccionista e inerte que tiene el capital respecto a la naturaleza, Guillibert pretende dotar a los pensadores ecologistas radicales con herramientas de lucha suplementarias.

El enfoque adoptado en Exploiter les vivants también se inspira en el Libro I de El Capital en la medida en que Guillibert opta por centrarse en las características específicas del modo de producción capitalista. En su opinión, el extractivismo puede definirse como el modo típicamente capitalista de apropiación de la naturaleza. A diferencia de la socialización de la naturaleza en las sociedades donde no domina el capitalismo, el extractivismo se practica sin ninguna contrapartida religiosa o simbólica. Por lo tanto, no tiene límites. El modo de producción capitalista es también el único que separa radicalmente las actividades de subsistencia de las demás actividades sociales. Así, para Guillibert, como para muchas feministas marxistas antes que él, el “trabajo doméstico” como actividad de producción y reproducción de la vida, separada de la esfera productiva, solo existe bajo el capitalismo. Del mismo modo, el filósofo coincide con la socióloga Jocelyne Porcher en que el trabajo animal alienado solo existe en el contexto de la producción capitalista y, en particular, en las granjas industriales. Para Guillibert, las formas de resistencia que los animales son capaces de desplegar en esas granjas son la prueba de que los humanos no son los únicos desposeídos de su “ser genérico” por el modo de producción capitalista.

Los trabajadores en el centro de la transición ecológica

Según Guillibert, los ecologistas tienen todas las de ganar si desarrollan nuevas estrategias a partir de los lugares donde desarrollan su actividad los trabajadores, a condición de que asuman la constatación de que el capital domina conjuntamente la naturaleza, el trabajo humano y el trabajo “no humano”. Mientras que las “huelgas ambientales” a menudo se han contentado con retomar métodos de movilización inventados por la clase obrera, el movimiento ambiental debe ahora ir más lejos y apoyar más sistemáticamente las movilizaciones obreras en favor de una auténtica reconversión ecológica, en la línea de las luchas llevadas a cabo por los trabajadores de la refinería Total de Grandpuits o por los antiguos trabajadores de la planta subcontratista de automóviles GNK de Florencia.

En función de alentar a que ese tipo de acciones se multipliquen, Guillibert recuerda a lo largo de su libro una serie de episodios emblemáticos del “ecologismo obrero”. Desde las primeras décadas de la industrialización, los miembros de esta clase se han movilizado políticamente con frecuencia contra los efectos nocivos del modo de producción capitalista sobre sus cuerpos y sobre los lugares donde viven. Desde principios del siglo XX, algunos sindicatos estadounidenses de trabajadores de la madera fueron aún más lejos al reivindicar una gestión racional de los bosques: consideraban que esas prácticas conservacionistas eran inseparables de la mejora de sus propias condiciones de vida y de trabajo. A la cabeza del Sindicato de Trabajadores del Petróleo, la Química y la Energía Atómica (OCAW) y en contacto con los trabajadores de Shell, el activista estadounidense Tony Mazzochi proclamó a principios de los años 70 la necesidad de preparar la reconversión de los trabajadores del sector petrolero hacia actividades menos destructoras de los cuerpos y de la naturaleza. Guillibert señala que el plan de reconversión ecológica propuesto por Mazzochi hace cincuenta años era mucho más radical en su contenido que la “transición justa” preconizada desde 2010 por las burocracias sindicales representadas a escala mundial por la CSI (Confederación Sindical Internacional).

Convencido de que la alianza entre el movimiento ambientalista y los trabajadores a favor de la transición ecológica vendrá desde abajo, Guillibert no subestima las dificultades que también existen en este plano. Si bien considera que la condena en 2012 contra el grupo siderúrgico ILVA, que empeoró la vida de todos los habitantes y trabajadores de la ciudad italiana de Taranto, es una victoria conjunta de los movimientos ecologistas y del mundo del trabajo, muestra que el vínculo entre el sindicalismo de base en la fábrica y el sindicalismo más comunitario dirigido por los movimientos de mujeres y de residentes locales no es algo que se haya dado de forma evidente ni automática.

Hacia una teoría ecológica del capitalismo

Al tiempo que defiende las aportaciones teóricas y prácticas del enfoque marxista a la crisis ecológica, Guillibert afirma que esta catástrofe es también una oportunidad para que la tradición filosófica de la que él proviene se actualice desarrollando “una teoría ecológica del capitalismo”. En particular, insta a sus colegas marxistas a no reducir el ecocidio a la crisis climática, porque tal reducción les lleva a propugnar soluciones que él considera que confían demasiado en el progreso tecnológico y que están demasiado centradas en los países del Norte global.

En este sentido, Guillibert critica el plan de batalla propuesto por Matt Huber en 2022 en su ensayo Climate Change as Class War: Building Socialism on a Warming Planet. A pesar del título de su libro, que hace referencia a una escala planetaria, Matt Huber plantea que la transición energética puede comenzar con la socialización del sector de producción de electricidad en Estados Unidos, en la medida en que se trata de un área especialmente estratégica y sindicalizada en el corazón de uno de los principales países emisores de gases de efecto invernadero. Sin negar la importancia del trabajo de Huber, Guillibert considera que uno de los límites de este “socialismo en un solo sector” y en un solo país es que no se enfrenta a la catástrofe ecológica a la escala a la que se está desarrollando: la del sistema-mundo capitalista.

Siguiendo el ejemplo del peruano José Carlos Mariátegui y del trinitense Eric Williams, los pensadores marxistas del Sur han demostrado desde hace más de un siglo que los hombres blancos asalariados y sindicalizados están lejos de ser los más explotados en el contexto de un capitalismo cada vez más globalizado. Desde la época de las primeras plantaciones, la división capitalista del trabajo también ha producido y reproducido relaciones de dominación racial, que los pensadores marxistas tienen el deber de considerar y combatir.

Para ello, es particularmente importante estudiar en detalle las diferentes formas que adopta el imperialismo en nuestro mundo poscolonial, que está sumido en formas particularmente agudas de crisis ecológica. Como demuestran los trabajos de los ecosocialistas estadounidenses John Bellamy Foster y Brett Clark, el imperialismo ecológico no es nada nuevo en el siglo XX [3]: es una de las realidades constitutivas del modo de producción capitalista. Sin embargo, con la descolonización del mundo a partir de 1945 y la multiplicación de las migraciones intercontinentales de mano de obra, ya no es posible proponer una geografía de la dominación mundial similar a la presentada por Rosa Luxemburg en La acumulación del capital. En el siglo XXI, la explotación asalariada existe mucho más allá de las fronteras de los países del centro, y los trabajadores que migran hacia allí pueden verse sometidos a formas de explotación desenfrenada que prolongan las prácticas que prevalecían en los Estados periféricos en la época de la colonización. Por lo tanto, incluso dentro de los Estados imperialistas, no toda la mano de obra está sujeta a la forma “regulada” de explotación que distinguía a los trabajadores asalariados en contraposición a los pueblos colonizados en la primera mitad del siglo XX.

Es en este sentido en el que Guillibert considera que quienes forman parte del ecologismo radical y de los movimientos de izquierda radical con base dentro de las fronteras de la Francia continental deberían apoyar más las luchas en curso en los territorios dominados por el imperialismo, ya sean países semicoloniales o de persistencia colonial, como los llamados territorios de ultramar de Francia, y, por ejemplo, no permanecer en silencio ante la operación Wuambushu en Mayotte. Con ello se hace eco de la exhortación [4] dirigida a los simpatizantes de Soulèvements de la Terre [5] por el filósofo Malcolm Ferdinand en la antología On ne dissout pas un soulèvement publicada la primavera pasada. Aunque la violencia en Sainte-Soline [6], Martinica y Mayotte no es idéntica, Ferdinand afirma no obstante que “sigue siendo algo común, dando testimonio de la misma política de destrucción de la tierra y de deshumanización de una parte de sus habitantes: una política capitalista y neoliberal impuesta por la fuerza” [7].

Guillibert comparte la observación de Ferdinand sobre la multiplicidad de relaciones de dominación que estructuran el mundo actual, y cree que no surgirá una clase ecológica en el sentido del término que le da Marx. Para luchar contra la crisis ecológica y desarrollar una “ecología de clase” en los viejos países industrializados como Francia, Guillibert sostiene que hay que apoyarse en la multiplicación de las alianzas entre grupos sociales explotados de diversas formas por el capitalismo contemporáneo. Para el filósofo, las alianzas que se forjen también deben contribuir a la emergencia de una forma de subjetividad política que vincule a los humanos y a los “no humanos”, de ahí el lugar importante que concede en su libro y en su pensamiento al trabajo animal y a la resistencia que probablemente muestren frente al modo de producción capitalista.

Contrariamente a las propuestas teóricas de Bruno Latour [8] y Andreas Malm, la amplia definición que hace Guillibert del sujeto político de la transición ecológica tiene la ventaja de demostrar que no puede tener lugar una transición “justa y eficaz” sin los trabajadores. No obstante, es una lástima que en la parte final y programática de su libro no aborde de forma más concreta las transformaciones sociales y económicas que hay que llevar a cabo en el interior de los centros de producción capitalistas para frenar la crisis ecológica.

Ecología de clases y comunismo de lo vivo

Para Guillibert, el principal reto de la “ecología de clase”, que también denomina “ecología obrera”, es luchar contra la mercantilización de todos los aspectos de la vida. En su opinión, así es como los trabajadores explotados se liberarán de su doble dependencia del trabajo asalariado y del mercado de bienes de consumo, por lo que los anima a participar de experimentos ecológicos que intenten desarrollar nuevas formas de subsistencia al margen del sistema capitalista, a escala de determinados territorios.

En el marco de los debates marxistas contemporáneos, Guillibert se sitúa así resueltamente del lado de Kohei Saito frente a la propuesta “ecomodernista” de Huber esbozada más arriba. Llegado al final de su razonamiento, considera que solo una versión mejorada del “comunismo del decrecimiento” teorizado por el filósofo japonés es capaz de alcanzar el principal objetivo de la ecología obrera: “arrancar la reproducción social a la producción capitalista”. Al igual que Saito, Guillibert vuelve a poner en el orden del día las consignas históricas del movimiento obrero marxista, como la abolición del trabajo asalariado, el fin de la división capitalista del trabajo que opone el trabajo manual al intelectual y la reducción de la jornada laboral. Saito y Guillibert añaden las del decrecimiento y el aumento de las tareas vinculadas a la reproducción ecosocial, encarnadas en particular por los trabajadores de las tareas de cuidado y del tratamiento de residuos que Guillibert destaca constantemente en su libro.

Para hacer deseable el programa de Saito, Guillibert considera que su tarea como filósofo consiste en contribuir a la emergencia del imaginario de un “comunismo de lo vivo”, atento a las causas sociales de la destrucción ecológica en curso y que tenga en cuenta las relaciones y simbiosis entre el mayor número posible de seres vivos explotados. Deja a otros la tarea de determinar la forma y la naturaleza exactas del poder que sería capaz de planificar el ambicioso programa político expuesto al final de Exploiter les vivants. Sin embargo, en la medida en que este programa prevé la reorientación de la producción hacia el trabajo de reproducción ecosocial, el racionamiento de los más ricos, la abolición de la propiedad privada y la lucha contra todas las formas de apartheid climático, es en realidad indisociable del desarrollo de una estrategia revolucionaria cuyo sujeto principal sigue siendo la clase obrera.

Notas:

[1] Paul Guillibert, Exploiter les vivants, París, Amsterdam, 2023, p. 171

[2] Jean-Baptiste Fressoz y Fabien Locher, Les Révoltes du ciel. Une histoire du changement climatique XVe-XXe siècle, París, Seuil, 2020.

[3] Brett Clark, et John Bellamy Foster. 2009. ‘Ecological Imperialism and the Global Metabolic Rift : Unequal Exchange and the Guano/Nitrates Trade’. International Journal of Comparative Sociology, 50(3-4), 311-334.

[4] Malcom Ferdinand, « Outre-mer, Pour des soulèvements décoloniaux de la Terre » en On ne dissout pas un soulèvement, París, Seuil, p. 109-112

[5] Colectivo ecologista francés radical y contestatario. Fundado en enero de 2021, se opone al acaparamiento de tierras y lucha contra determinados proyectos de desarrollo de infraestructura. (Nota del traductor)

[6] Comuna rural francesa del oeste del país donde en 2022 hubo represión contra el movimiento que se oponía a la construcción de una “mega-cuenca”. (N. del T.)

[7] Malcom Ferdinand, op. cit., p. 111

[8] Ver por ejemplo: Bruno Latour y Nikolaj Schulz, Mémo sur la nouvelle classe écologique. Comment faire émerger une classe écologique consciente et fière d’elle-même, París, La Découverte, 2022

Traducción: Guillermo Iturbide

Fuente: https://www.laizquierdadiario.com/Por-una-ecologia-de-la-clase-obrera

 

Fuente de la Información: https://rebelion.org/por-una-ecologia-de-la-clase-obrera/

Comparte este contenido:
Page 1 of 27
1 2 3 27