Desafíos de la formación ciudadana

Por: Jorge Camacho Bueno.

 

“Debemos enfocarnos en la educación de los deberes, teniendo claro que los deberes de uno son los derechos del otro”.

Se adquiere la plenitud de derechos y deberes con la mayoría de edad, pero a ser ciudadano se aprende. La formación ciudadana no consiste solamente en colocar en el currículo nacional clases de educación cívica. Necesitamos incorporar en los colegios estrategias que permitan descubrir al otro. Solo así podremos unirnos en la búsqueda del bien común. La familia, los medios de comunicación, los políticos, las empresas, las autoridades y todos los que formamos parte de este maravilloso país tenemos un rol ineludible en la formación ciudadana.

A nivel mundial, el voluntariado se presenta como alternativa eficaz para que los jóvenes descubran al otro. Al respecto, el investigador Joseph Allen menciona: “Nuestros adolescentes modernos viven en un mundo en el que faltan significados o propósitos más amplios, y donde las posibilidades de hacer algo por los demás (o incluso por ellos mismos) son mínimas”.

Por otro lado, el académico Joel Westheimer distingue tres modos de ser ciudadano que no son excluyentes entre sí. El primero es aquel que cumple con sus deberes (no ensucia las calles, se detiene y cede el paso a los peatones que quieren cruzar por las líneas de cebra, paga sus impuestos, trabaja con responsabilidad buscando el bien de los suyos, etc.). El segundo es aquel que se involucra activamente con su comunidad. Y el tercero es el ciudadano que, ante una injusticia, propone alternativas de solución movilizando a otros.

En el campo educativo, si realmente queremos educar en ciudadanía, debemos hacer una ‘revolución copernicana’. Esta debe pasar por dejar de insistir en el enfoque de derechos y pasar al enfoque de deberes. El enfoque de derechos centra la atención en uno mismo, mientras el de deberes la centra en los demás. Si insistimos demasiado en los derechos, corremos el riesgo de formar ciudadanos pasivos e indiferentes, pendientes de que los demás resuelvan sus necesidades. Con ciudadanos así, la convivencia social se torna insoportable y lo único que permite entendernos es la coincidencia de conveniencias. Esta aparente unidad es tan débil que en el momento en que el factor que los unió ya no sea conveniente para alguna de las partes se dejará sin ningún remordimiento. Es el utilitarismo puro, donde las personas no valen por lo que son, sino por lo que aportan.

Debemos enfocarnos en la educación de los deberes, teniendo claro que los deberes de unos son los derechos de otros. De este modo, cada ciudadano tendrá a los demás velando por sus derechos. Así podremos pedir que la justicia exija a los demás que cumplan con sus deberes: como padres, hermanos, vecinos, estudiantes, ciudadanos, gobernantes.

Esto puede parecer muy romántico, pero si analizamos la vida de las corporaciones exitosas desde la perspectiva de poner primero a los demás, y luego a la propia empresa, veremos que las ganancias son consecuencia de la preocupación genuina por resolver (servir) los problemas y necesidades (reales) de los demás. En el momento en que el centro de la empresa son las ganancias y no el servicio, se arruina la compañía. No inmediatamente, pero sí a mediano plazo.

El enfoque de deberes no solamente es conveniente, sino también rentable. Somos seres incompletos que necesitamos de los demás. Nuestro país requiere que seamos capaces de elevar la mirada y dejar de pensar en el corto plazo. El bien común está por encima de la conveniencia personal y no tiene por qué estar en conflicto con el respeto a las demás personas.

“Nadie puede ser feliz sin participar en la felicidad pública, nadie puede ser libre sin la experiencia de la libertad pública, y nadie, finalmente, puede ser feliz o libre sin implicarse”, decía la filósofa y teórica política alemana Hannah Arendt. La felicidad personal se logra solamente buscando la felicidad del otro. El que se afana diariamente por buscar su felicidad nunca la encontrará, porque el hombre se realiza en el ‘tú’ y no en el ‘yo’. El genuino amor a la patria es, justamente, buscar el bien del otro.

Fuente del artículo: https://elcomercio.pe/opinion/colaboradores/educacion-civica-peru-fiestas-patrias-desafios-formacion-ciudadana-jorge-camacho-bueno-noticia-ecpm-660876

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