Por CARLOSMAGRO
“Hace medio siglo, cuando los soviéticos nos superaron con el lanzamiento del Sputnik no teníamos ni idea de cómo íbamos a superarles en la carrera espacial hacia la Luna. Aún, no teníamos la ciencia y la NASA no existía. Pero la gran inversión que se hizo entonces en investigación y educación no solo nos permitió superar a los soviéticos sino que desató una ola de innovación que creó nuevas industrias y millones de nuevos puestos de trabajo”.
“Ha llegado el momento Sputnik de nuestra generación. Hace dos años afirmé que teníamos que alcanzar un nivel de investigación y desarrollo no visto desde los tiempos de la carrera espacial. En unas semanas enviaré un presupuesto al Congreso que nos ayudará a cumplir con este objetivo. Vamos a invertir en investigación biomédica, en tecnologías de la información y en tecnologías limpias. Una inversión que incrementará nuestra seguridad, protegerá nuestro Planeta y creará un sin número de nuevos puestos de trabajo para nuestro pueblo.”
Con estos vehementes y patrióticos términos se expresaba Barak Obama el 25 de enero de 2011 durante su discurso a la Nación. Obama reclamó entonces un nuevo momento Sputnik para salvar al país y también ¡cómo no! para salvar de paso a todo el Mundo.
El momento Sputnik al que se refería Obama fue más conocido en su época como la crisis del Sputnik. El Sputnik fue lanzado al espacio el 4 de Octubre de 1957 convirtiéndose en el primer satélite artificial en la órbita terrestre. El problema, para Estados Unidos, es fue la Unión Soviética quien lo puso en órbita. A éste primer lanzamiento, le siguió el 3 de noviembre del mismo año, el Sputnik II, conocido por llevar por primera vez un pasajero, la perra Laika. Los lanzamientos de satélites soviéticos continuaron durante los siguientes años. La reacción por parte de Estados Unidos no se hizo esperar. La crisis del Sputnik provocó que Eisenhower incrementara notablemente la inversión en el programa espacial, creara la NASA y una agencia de proyectos de investigación y desarrollo (A.R.P.A) que en 1972 pasaría a llamarse D.A.R.P.A (Defense Advanced Research Projects Agency).
A.R.P.A. sería desde entonces la responsable de gran parte de la investigación en computadores. En 1969 se constituye la primera red científica y académica conocida como ARPANET, antecedente directo de Internet.
En ese mismo discurso a la nación Obama también habló de “ganar el futuro” y de ganar la carrera por la educación proponiendo la creación de una agencia especial para la educación llamada ARPA-ED, un guiño a la historia que dejó intranquilos a más de uno y que en el borrador de los presupuestos para 2015 ha supuesto una partida de 50 millones de dólares de los 2.900 millones previstos para STEM.
La crisis del Sputnik puso en evidencia un retraso científico frente a la Unión Soviética y las carencias, por tanto, de la formación científica y cuestionó la enseñanza de las ciencias, abriendo un debate para cambiar tanto los curriculums como las metodologías o quiénes debían recibir formación científica.
Han pasado casi 60 años del lanzamiento del Sputnik pero desde hace al menos una década vivimos de nuevo muy preocupados por la escasez de personas formadas en ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas (STEM usando el acrónimo en inglés). El argumento de la brecha en competencias STEM (STEM Skills Gap) recorre los despachos de los gobiernos. Los principales países occidentales abogan de nuevo hoy, como hace 60 años, por una modernización de la enseñanza de las ciencias en los centros escolares, que sirva para motivar a un mayor número de estudiantes a seguir carreras de ciencias.
En la Unión Europea, la Estrategia Horizon 2020 dedica un capítulo especial a la ciencia bajo la rúbrica de Ciencia por y para la sociedad con el que se pretende involucrar a la sociedad en la ciencia y en las actividades de investigación e innovación; incrementar el acceso a los resultados de la investigación; asegurar igualdad de género; tener en cuenta la dimensión ética en la ciencia y promover la educación formal e informal en ciencia. Este último punto busca hacer las carreras de ciencia atractivas a los jóvenes y de paso aumentar sensiblemente el nivel de alfabetización científica de la sociedad en general.
El debate, como no podía ser de otra manera, es intenso, abierto y lleno de matices. No falta quien considera que no existe tal brecha y que la carencia de personas formada en ciencia y tecnología no deja de ser un mito.
En la misma década de los años 50, en concreto el 7 de mayo de 1959 en Cambridge, C.P Snow impartió una conferencia titulada Las dos culturas, en la que sostenía que la “ruptura de comunicación entre las ciencias y las humanidades y la falta de interdisciplinariedad es uno de los principales inconvenientes para la resolución de los problemas mundiales.” Desde entonces, son miles las páginas que se han escrito sobre el tema de la incomprensión entre ciencias y letras. El texto tuvo y sigue teniendo muchos críticos pero no dejaba de plantear una cuestión real que lejos de solucionarse para que ha ido a más. No parece que hayamos avanzado mucho. La escuela de hoy con una estructuración del conocimiento muy fragmentario y curricular y una organización departamental parece sigue respondiendo en muchos casos a una visión del mundo escindida al menos en dos culturas. Muy lejos en todo caso de las necesidades multidisciplinares que exigen los problemas actuales.
En los últimos años, uno de las derivadas de las políticas STEM ha sido la incorporación de la A de Arts (STEAM) como medio para fomenta la creatividad y desde ahí favorecer la innovación que esperamos traigan las políticas STEM. Un intento quizá de superar la división entre las dos culturas que señalaba Snow y de ir más allá de la cerrada división de materias para de adecuarnos a lo que entendemos hoy por aprender y educar.
Hoy cada vez es más claro que aprender es adquirir competencias que nos sirvan para interpretar y dar sentido al mundo que nos rodea. Interpretar el mundo es una tarea compleja que nos pide poner sobre la mesa muchos y diversos conocimientos (no solo de un tipo); nos demanda mezclar espíritu crítico y constructivo; y nos exige mucha capacidad de trabajo en equipo. Como dice Daniel Innerarity, debemos ser conscientes de nuestros no-saberes. Debemos asumir que progresamos, más que aumentando nuestros conocimientos, aprendiendo a gestionar el desconocimiento en sus diversas manifestaciones: inseguridad, verosimilitud, riesgo e incertidumbre. Aprender hoy es aprender a gestionar incertidumbres.
Educar, por su parte, dice José Manuel Pérez Tornero, “es informar, formar, conformar, transformar, trasladar, difundir, divulgar, aprender, enseñar a aprender, aprender a enseñar, aprender a aprender. No importan tanto los objetos de conocimiento, como los procesos. No importan tanto los procesos como los métodos. No importan tanto los métodos como los sistemas. No importan tanto los sistemas como los contextos. Y lo importante es crear y proporcionar oportunidades para el aprendizaje, para el diálogo creativo y educativo. Critico y constructivo.”
Ayer, en el marco de los #direcTIC mensuales de Educalab (Ministerio de Educación), tuve la suerte de poder conversar durante una hora con Neus Sanmarti. Neus lleva toda una vida vinculada a la educación y a la ciencia. Hace años que decidió aprender ciencias y enseñar ciencias.
Es Doctora en Ciencias Químicas, Profesora emérita de la Universidad Autónoma de Barcelona y Catedrática de Didáctica de Ciencias Experimentales. Durante años fue también directora del Instituto de Ciencias de la Educación (ICE) de la Universidad Autónoma de Barcelona. Entiende la didáctica de las ciencias como una manera de provocar un aprendizaje significativo que responda a los cambios que se están produciendo en la ciencia, en la sociedad y en las maneras de aprender y enseñar. De aprender y educar.
En 2007 publicó un excelente libro, cuya lectura recomiendo, titulado 10 ideas claves. Evaluar para aprender en el que, entre otras cosas, sostenía que aprender es revisar las maneras en las que hacemos las cosas y que en ese sentido la reflexión y la evaluación son el motor del aprendizaje; que la finalidad de la evaluación es la regulación tanto de la enseñanza como del aprendizaje; que lo más importante es aprender a autoevaluarse y que evaluar es una condición necesaria para mejorar la enseñanza (puedes ver aquí y aquí un resumen).
Ayer con Neus, hablamos del Sputnik y me hubiera gustado también hablar con ella de coches voladores y tecnologías poéticas, pero no encajó. Hablamos, claro, de didáctica de la ciencia y de las políticas STEM vistas desde la escuela y desde los especialistas precisamente en didáctica de la ciencia. Nos habló de la importancia de promover el interés por las ciencias pero también de los recelos existentes antes unas iniciativas que surgen en su mayoría fuera de la Escuela, desde la industria, fundaciones privadas y gobiernos y que tienen, para algunos, un enfoque excesivamente utilitarista y economicista. Hablamos también del impulso actual hacia un aprendizaje de la ciencia mucho más centrado en hacer, construir e inventar y no solo en adquirir conocimientos.
Hablamos de competencias, de transversalidad y multidisciplinariedad y, por tanto, de aprendizaje basado en proyectos. Le preguntamos si estábamos preparando a los alumnos a abordar problemas complejos. Y hablamos de cambio educativo y de las dificultades para cambiar las prácticas del aula. De la importancia de los primeros años de práctica docente. Hablamos también de competencia científica y de la importancia de aprender a hacerse preguntas y desarrollar el pensamiento crítico. De la capacidad de evaluación y de reflexión. Y la necesidad de contextualizar los aprendizajes para vincularlos a la vida. También de lectura y de la importancia de leer para aprender ciencias.
Y terminamos hablando de la situación actual de la educación que ella considera positiva (se ha producido un giro importante en los dos últimos años, sostiene) y de la escuela del futuro que debe ser ante todo una escuela muy relacionada con la comunidad. Una escuela que atienda a sus contextos y que esté integrada con su entorno. Una escuela que sea crítica pero no esté aislada. Que responda a las necesidades de la comunidad. Que sirva para resolver los problemas de la vida. Una Escuela, en definitiva, vinculada a la vida. Una escuela, si me permiten, muy deweyana: “¿Aprender? sí, pero antes que todo vivir. Aprender a través y en relación con la vida.”
Os dejo el vídeo de la conversación. Aprovecho para agradecer a Neus Sanmarti que aceptara conversar con educacontic.
Fuente: https://carlosmagro.wordpress.com/2015/12/24/una-escuela-vinculada-a-la-vida/