La Sociedad Uruguaya de Historia de la Educación ante el cambio curricular en formación en educación

Por la Diaria

“Hacer pues, perspectiva histórica, no es hundirse en un proceso ya muerto sino buscar en muchos aspectos, las raíces de la realidad presente. […] Menospreciar el pasado por resultar ahora una etapa superada, no sólo implica desconocimiento de valores reales, sino además un injusto olvido de lo que constituye la fundamentación de las posiciones actuales, que nada tienen por cierto de definitiva”.

Julio Castro, El banco fijo y la mesa colectiva

Actualmente la formación de los educadores se encuentra en discusión. Para la Sociedad Uruguaya de Historia de la Educación (SUHE) constituye una buena noticia. Como profesores e investigadores somos conscientes de la historicidad de los procesos educativos. Esto significa que una república requiere reflexionar acerca del ajuste entre el proyecto de sociedad y los medios que se propone para realizarlo, en cada momento histórico. Cada generación, como dice Hannah Arendt, debe volver siempre a pensar cómo lograr el punto justo que hace posible que el proceso de transmisión de la cultura no se interrumpa. Esto es lo que garantiza la posibilidad de que una sociedad perdure en el tiempo, enfrentando las fuerzas de disolución que en el presente se han vuelto mucho más fuertes.

Sin embargo, algunas alertas han hecho que la SUHE se manifieste. En el marco del proceso de modificación de los planes de estudio de Formación en Educación, la desaparición de Historia de la Educación como unidad curricular es motivo de preocupación. Historia de la Educación ha formado parte del currículum de la formación docente en nuestro país por más de 100 años. La posibilidad actual de que sea sustituida como asignatura de la carrera de magisterio nos mueve a la reflexión sobre la razón de ser de esta asignatura.

Pertinencia de la Historia de la Educación para la formación en educación

¿Por qué incluir Historia de la Educación en la formación de profesionales de la educación? Esta asignatura tiene un rol eminentemente formativo, porque proporciona al futuro profesor, maestro o educador social los elementos para construir una identidad profesional por medio del conocimiento de los procesos históricos que han dado origen al oficio de educar. La importancia de esta disciplina en la formación de los educadores fue señalada con acierto por Adriana Puiggrós, quien plantea la responsabilidad particular de los profesores de Historia de la Educación en un contexto en que los vínculos intergeneracionales están fragilizados: “El caso de los profesores de Historia de la Educación es probablemente límite, ya que de ellos depende que los futuros educadores sean capaces de recoger ese hilo del tiempo/acontecimiento que teje su identidad”. (Volver a educar, 1995: 64-65).

Para Puiggrós, la Historia de la Educación es un campo que permite al educador encontrar los fundamentos que sostienen su identidad en el tiempo. La posibilidad de hacer que el proceso de transmisión de la cultura tenga lugar requiere de educadores que encuentren en el pasado las huellas de un oficio que otros antes se propusieron. Esto permite recuperar el sentido de una forma de hacer que, aunque cambia, mantiene un elemento central a lo largo del tiempo que le da sentido. Sin esta forma de anclar históricamente la formación de un educador, este queda librado a las influencia de las mismas fuerzas que se han desencadenado en el mundo que amenazan con disgregar la singularidad de cada sociedad.

Por otro lado, Historia de la Educación tiene la importante función de formar conciencia histórica sobre la realidad educativa. La educación del pasado se manifiesta en las “novedades” que vamos construyendo de continuo. Las viejas formas se revelan en el acontecer presente. Es Historia de la Educación la única disciplina que permite aprehender el desarrollo de las políticas educativas en su relación con la articulación entre Estado y sociedad en el devenir histórico. No es una mera curiosidad arqueológica, sino una herramienta esclarecedora de las cuestiones educacionales del presente que permite pensar cómo los recursos del pasado pueden utilizarse en el presente para provocar los cambios en la educación que se esperan.

Para Henri Marrou, amplía nuestra perspectiva y nos despoja del sentimiento de ingenua suficiencia; para John Dewey, es la clave para entender los fenómenos presentes. Estudiar la educación del pasado habilita a comprender la realidad educativa presente como construcción y como sedimentación de la acción de muchas generaciones de docentes. Para los educadores significa la posibilidad de comprender mejor la escuela en la que trabajan, la organización de la educación a la que están sujetos. Contribuye entonces a la formación del pensamiento crítico del educador sobre su práctica y sobre el contexto dentro del cual ejerce su acción como docente. Supone esto una potente herramienta para el cambio, para pensarnos colectivamente y discutir qué queremos ser a partir de la comprensión de por qué somos como somos. No se trata tanto de encontrar recetas replicables, sino de comprender las relaciones entre los problemas que enfrentamos en la educación con los problemas que han vivido otros en otros tiempos y lugares.

Un campo en crecimiento en riesgo de ser excluido

El cambio curricular se plantea además en un momento en que la Historia de la Educación viene ganado espacios en nuestro país. En el 2016 la SUHE organizó el primer Congreso de Historia de la Educación Uruguaya, en el que se presentaron más de 100 ponencias, muchas de ellas producto de investigaciones realizadas por docentes. A principios de este año fuimos sede del Congreso Iberoamericano de Historia de la Educación, al que asistieron más de 800 colegas de todo el continente, de España y de Portugal. Las publicaciones se multiplican. Nuevos temas son abordados, viejos temas se revisitan desde nuevas perspectivas. A nivel internacional, la Historia de la Educación es un campo en desarrollo en los grandes centros de investigación. Esa expansión ha sido concomitante con la renovación de la disciplina, que ha pasado de un paradigma tradicional que la identificaba con la historia de los grandes pensadores sobre la educación a un nuevo paradigma caracterizado por el análisis sociohistórico y la perspectiva de la historia total. En América Latina, el desarrollo de los estudios de Historia de la Educación se manifiesta en la multiplicación de investigaciones sobre un variado conjunto de problemas que incluyen desde la política educativa al análisis de símbolos y discursos educativos, en la integración de nuevas perspectivas teóricas y metodológicas, en la formación de sociedades y en una actividad creciente de congresos y publicaciones. En los programas universitarios de formación de docentes en América, Europa y Estados Unidos, la Historia de la Educación constituye una disciplina institucionalizada, tanto en el nivel de grado como en el de posgrado.

No parece razonable privar a los educadores en formación de nuestro país del contacto con este campo que produce conocimiento sobre la educación y sobre los propios docentes. Su exclusión del currículum de Formación en Educación podría tener además un efecto desfavorable en el desarrollo del campo a nivel nacional, dejando a la Historia de la Educación con cada vez menos espacios donde pueda ser pensada y debatida. En una futura Universidad de la Educación, la Historia de la Educación podría ser un fértil campo de investigación.

La Historia de la Educación que queremos para nuestros docentes y educadores

El cambio curricular es una oportunidad para discutir qué Historia de la Educación queremos para la formación en educación. Esta no puede consistir en una mera presentación de las doctrinas pedagógicas de pensadores –nacionales o extranjeros–. Es preciso considerar también las prácticas educativas, que pueden o no corresponderse con las doctrinas antedichas: las instituciones, la cultura escolar, los programas, los métodos pedagógicos, la formación de los educadores, los recursos económicos, etcétera. Deberían estudiarse no sólo las propuestas hegemónicas, sino también los proyectos y experiencias alternativas o truncas que se consideren relevantes y potentes para la reflexión. Sería deseable que se otorgara un mayor espacio al estudio de la educación uruguaya y latinoamericana. Tanto el pensamiento educacional como las realizaciones que lo expresen deben estar adecuadamente contextualizados en el panorama político, económico y social de cada período estudiado, tanto de nuestro país como de la región. Otra posibilidad de cambio es diseñar historias de la educación diversificadas, adaptadas al perfil de cada carrera, como ya se ha propuesto en Educación Social. Sería positivo resignificarla para ponerla a dialogar en forma más fluida con la formación específica, rever periodizaciones y enfoques historiográficos.

Para terminar, queremos insistir en que no será posible una mejora de nuestra educación si se ignora el rico patrimonio de experiencias e ideas del pasado educacional y su potencialidad para pensar el futuro.

Fuente del artículo: https://educacion.ladiaria.com.uy/articulo/2018/9/la-sociedad-uruguaya-de-historia-de-la-educacion-ante-el-cambio-curricular-en-formacion-en-educacion/

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Métodos de reeducación en la adolescencia

Crear consciencia sobre los hechos y las consecuencias

Andrés López

No se puede decir que exista un único método para la reeducación de personas que han cometido infracciones penales o administrativas, o ni tan siquiera cuando el hecho no llega al alcance de contemplarse por las normas establecidas, pero representa una conducta incívica o desviada social por parte de sujetos en su menoría de edad. Ante estos casos, habría que tratar la situación con mucha cautela y establecer cauces de conexión entre el educador/a, e inclusive su madre, padre o tutores, en cualquiera que fuera el caso de ostentar la guarda y custodia del menor.

En primer lugar, hay que tener claro que no siempre un método genérico es el más eficaz, si tan siquiera es el que funciona por el hecho de que con otros menores ha funcionado anteriormente. Pues se parte de la base de que cada persona es un mundo, de hecho, su forma de ver el mundo, la realidad social, el papel que desencadena en el contexto participativo social, es muy idiosincrático. A veces, incluso sería necesario echarle un vistazo al contexto familiar, cultural y social donde se desenvuelve el adolescente y a partir de ahí, comprender porque se comporta una persona como lo hace; y es que nadie elige donde, con quien, cuando,… nacer.

De hecho, muchos profesionales buscan las raíces a través de historias de vidas y van más allá de lo que ven en el acto. Digamos que sería como ver un álbum de fotos que comprendería del presente al pasado, y deteniéndose en aquellos aspectos que pueden llegar a intuir que el adolescentes ha ido padeciendo cambios en su desarrollo evolutivo y que se puede observar a través de imágenes, vídeos, etc., Y que se determina en su forma de vestir, de expresarse a través de su imagen, e incluso de quienes se rodean en sus fotos y cómo se distinguen los distintos escenarios sociales. Aspectos que son muy importantes a la hora de considerar que método se debería aplicar con un menor en proceso de reeducación.

Incluso cada método debe responder al acto “desviado” que se comete o se participa en cualquiera de sus modalidades como actor. No es lo mismo el adolescente que decide no asistir a clase para estar con los colegas en un callejón, que el que consume bebidas alcohólicas con su grupo de amigos a escondidas de su padre o madre, o el que le quita las llaves del automóvil a su madre o padre y conduce. Digamos que son circunstancias distintas y por lo tanto, habría que utilizar métodos distintos. Aunque si bien es verdad, que la base de la educación social, tal y como lo estableció el educador Paulo Freire, es aprender a aprender, y para cuyo objetivo en la reeducación debe consistir en crear consciencia entre el hecho presumiblemente erróneo cometido, las consecuencias que pudieran determinar en un fatídico final, y sobre todo, la huella indeleble que podría marcarse en la vida del débil y hábil adolescente que por diferentes motivos le ha llevado a cometer una torpeza, bien imprudente, bien intencionada o bien inconsciente.

Así que el trabajo terapéutico del educador/a social o de otros profesionales de la educación, debe consistir en enseñar y tomar conciencia de que todo eso que un adolescente ignora debido a su falta de conocimiento racional, o bien ante su falta de personalidad para saber adoptar posturas más responsables, debe ser tratado con el más sensible respeto y dedicación. Pues esta fase del diagnostico requiere mucho más esfuerzo que en la aplicación del método en sí. Es decir, si somos capaces de reconocer el problema, sabremos llegar a tiempo y con mejor herramientas para evitar cualquier otra conducta desviada que pudiera llevar a cabo un adolescente.

Para ello, es muy importante reconocer el hecho, verlo desde una perspectiva comprensiva para que sea mejor llegar al adolescente, y utilizar el método adecuado para evitar en la medida de lo posible, que se repitan nuevos episodios. Por lo tanto, el educador/a social debe acercarse a la realidad del problema con don enseñar y aprender, porque incluso un caso incívico conlleva detrás una serie de características que definen a una persona, es decir: “se nos conoce por nuestros actos”.

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