Enfermera, Mg en Enfermería Dra. en Educación Académica Universidad de La Serena (Chile)
Vocal Docencia ALADEFE
El concepto de calidad en la educación, y particularmente en la educación superior, asociado a los procesos de acreditación, tanto en el ámbito institucional como de los programas de formación, ha sido objeto de innumerables análisis, propuestas y definiciones.
¿Desde cuándo adquiere mayor relevancia la calidad en las instituciones de educación superior y de los programas que ofrecen? En particular las universidades siempre han tenido que formar profesionales con calidad y que den respuesta a las demandas laborales de las distintas profesiones y disciplinas según el contexto y época en el cual se desarrollan.
La noción de calidad llegó al terreno de la educación como “imperativo” señalan Rodríguez (1) y González (2), como respuesta ante una diversidad de fenómenos ya bien conocidos: nuevas políticas de financiación para las instituciones de educación superior; el crecimiento acelerado de oferta de programas; el incremento de instituciones no siempre con regulación y normatividad; la superespecialización del conocimiento con la consecuente diversificación de títulos a otorgar y niveles educativos en los que se imparten; la creación de planes de estudio de pregrado y postgrado sin la suficiente solidez y fundamentación para su creación; la adopción de modelos educativos “innovadores”, sin su correspondiente aplicación en la realidad cotidiana de los programas educativos; la habilitación de los docentes; la carencia y falta de sistematización de la información sobre las características de las instituciones, de los estudiantes, del personal académico, de los planes de estudio, de los procesos, actividades y proyectos que se desarrollan al interior de las instituciones y que permitan tomar decisiones para el mejoramiento continuo.
El proceso de acreditación en el sistema de educación superior como mecanismo de control de calidad, o como una forma de demostrar que lo que se hace, cumple con ciertos criterios, estándares e indicadores, lo que ha llevado a que las instituciones paulatinamente instauren dispositivos, estrategias e instrumentos para optimizar y evidenciar sus procesos de gestión; demostrar que exista coherencia y consistencia entre lo que se declara en la normativa institucional y lo que se realiza para lograr un mejoramiento continuo en pos de la calidad de los insumos, procesos y los resultados derivados de los actos académicos. Estos aprendizajes, en muchas ocasiones, han sido individuales en el interior de las instituciones, por lo que falta una reflexión más sistémica de los procesos de mejoramiento continuo en el interior de las mismas.
Un aspecto sustancial en la formación es el proceso de aprendizaje, en particular hoy cuando las reformas educacionales han puesto el acento en el estudiante, por lo tanto en el aprendizaje. Variadas investigaciones revelan la necesidad constante del estudio del proceso de aprendizaje, evidenciado en indagaciones, artículos y propuestas teóricas (3-6). Sin embargo, se reconoce que el aspecto menos explorado en educación es precisamente sobre los aprendizajes efectivamente logrados por los educandos, pareciera ser como lo llaman algunos la “caja negra” del sistema. De igual forma, es el docente el que tiene el control en el aula. Este es un excelente espacio para indagar, reflexionar y profundizar respecto de las interacciones y los fenómenos que se producen en el interior del aula. Es interesante identificar los estilos de aprendizajes y las estrategias de estudio que poseen los estudiantes, las funciones cognitivas más desarrolladas y las que hay que fortalecer para optimizar los aprendizajes. Ventura (7) plantea la importancia de conocer los estilos de aprendizaje que presentan los docentes, cómo estos impactan en los métodos de enseñanza que utilizan y cómo indicen en el rendimiento estudiantil.
Así analizado, el docente sigue teniendo un rol fundamental en el proceso de aprendizaje de los estudiante, por tanto, es un desafío para las instituciones la formación del talento humano, no solo en el ámbito disciplinar, sino también en el proceso enseñanza-aprendizaje, y cómo impacta en el tipo de aprendizaje que evidencien los estudiantes.
Desafío para la enfermería
En lo que compete a la enfermería, esta siempre ha sido una profesión que ha sido muy consciente de su compromiso con el cuidado y la salud de la población, por lo que las organizaciones enfermeras de los diferentes países han establecido sus propios criterios y estándares de acreditación para dar cuenta de la calidad en la formación. De igual forma, la enfermería está presente en las variadas redes de agencias que se han establecido en el ámbito internacional.
Las oportunidades de la mejora continua permanente, la de seguir creciendo y avanzando presupone, sin duda, un mayor trabajo en un mundo complejo, incierto, cambiante, desafiante. Por lo que hay que estar remirando, permanentemente, los signos de los tiempos para replantear el currículo, los planes de estudio y preguntarnos: ¿qué estamos formando?, ¿cómo lo estamos realizando?, ¿estamos logrando aprendizajes eficientes, profundos?, ¿los estudiantes logran movilizar sus saberes en la praxis?, ¿cómo aprenden nuestros estudiantes?, ¿aprenden igual los estudiantes de los primeros años que los de cursos más avanzados?, ¿las estrategias didácticas que utilizamos responden a que los estudiantes logren aprendizajes de calidad?, ¿los sistemas e instrumentos de evaluación que se utilizan son pertinentes a las estrategias didácticas utilizadas?, ¿los resultados de aprendizajes definidos son pertinentes al perfil de egreso?, ¿hay una coherencia y pertinencia en todo el plan de estudio? Estos y muchos otros interrogantes nos abren un mundo de oportunidades para reflexionar e indagar, en particular en la enfermería, profesión que trabaja con el cuidado de las personas.
La mejora continua en la formación de los profesionales de enfermería no es algo que se da mágicamente o de inmediato por el solo hecho de haber vivido un proceso de autoevaluación, requiere por parte de los docentes una reflexión continua, alrededor de la manera en la que se desarrolla el proceso y la proyección de los educandos en particular durante su práctica; en este proceso resulta pertinente la retroalimentación oportuna, que se puede lograr en los campos de práctica clínica durante el proceso formativo así como durante el ejercicio profesional de los recién egresados.
A la luz de la calidad parece necesario una reflexión y una sistematización de todo el proceso formativo, desde marcos epistémicos, teóricos y prácticos, en lo que respecta a educación y formación de profesionales, lo que es complejo, puesto que tiene variadas dimensiones que interactúan entre sí. Es un proceso sistémico, dinámico, en el que las diferentes partes y dimensiones de una ruta formativa constituyen una totalidad, no se puede fragmentar, el modificar un aspecto de una u otra manera va a incidir en otro, es un todo interconectado. En tanto que el currículum se defina como “construcción social que forma parte de la estructura vital de una sociedad”, Grundy (8), de sus dinámicas, sus valores, sus significaciones, los sentidos y concepciones sobre el mundo y los sujetos, el currículum implica acción, dinamismo e interacción.
Asumir el currículum como praxis lleva implícito una disposición permanente de la universidad, por parte de los docentes y sus colectivos, a la autocrítica y a la autorreflexión para dar luz a nuevas posibilidades de interpretación de la realidad que den cabida a múltiples oportunidades de resignificación de las prescripciones, los planteamientos pedagógicos y didácticos, las prácticas, la cultura, las metodologías, los procesos, las evaluaciones y que paralelamente favorezcan espacios de reflexión e innovación.
Si asumimos que el cuidado es complejo porque el trabajar con personas es complejo, la formación de profesionales de enfermería debería ir en esa misma línea desde el paradigma de la complejidad, puesto que trabajamos con la integralidad de la persona en todas sus dimensiones y manifestaciones.
Si queremos calidad en la formación de los profesionales de enfermería no podemos contentarnos solo con la obtención de la acreditación de un programa determinado, sino que es necesario establecer mecanismos internos de mejoramiento continuo. Seguir reflexionando sobre los procesos formativos, investigar qué ocurre en el aula, cómo aprenden los estudiantes, qué estrategias y enfoques de estudio y aprendizaje utilizan. Investigar sobre la propia práctica docente, abrir los espacios del aula de clases y analizar qué fenómenos ocurren allí, de igual manera reflexionar sobre lo que acontece durante las experiencias de práctica. Profundizar en estos aspectos es clave para el mejoramiento en la calidad de la formación de profesionales de enfermería.