Por: Olga Isaza.
Hay tres estudios que se difundieron en las últimas dos semanas y que alertan sobre una de las problemáticas centrales que afecta a los niños, las niñas y adolescentes en Argentina: la malnutrición. El primero, es la medición de la pobreza que el INDEC actualiza cada seis meses. El segundo, la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (ENNyS) que evalúa -entre otras cosas- los hábitos alimentarios de la población argentina, la ingesta de nutrientes y la lactancia materna. El tercero, El Estado Mundial de la Infancia 2019, un documento global que UNICEF publica todos los años y que, en esta edición, alerta específicamente sobre nutrición, malnutrición y hambre en el mundo.
La medición del INDEC confirmó la agudización en los últimos meses de la caída de los ingresos laborales, el desempleo y el aumento del costo de la canasta básica de alimentos. Según estadísticas oficiales, la pobreza afecta a más de la mitad de los 13.1 millones de niños, niñas y adolescentes del país. La pobreza en Argentina es un problema estructural (en 30 años no se ha podido perforar el piso del 30% de pobreza por ingresos en la niñez) y es la mayor deuda que la sociedad argentina tiene con la población de 0 a 18 años. #LaDeudaEsConLaNiñez es el hashtag de la campaña que impulsamos desde UNICEF, en el marco de las elecciones presidenciales, para que los candidatos prioricen en sus plataformas electorales propuestas de políticas públicas para “pagar” esta deuda con más educación, más salud, más protección frente a la violencia, más inclusión social, más derechos humanos. Es importante que los ciudadanos y ciudadanas tengan en cuenta estos criterios a la hora de decidir.
La pobreza es, para UNICEF y el Sistema de Naciones Unidas, mucho más que el nivel de ingresos que se percibe en un hogar. La pobreza es multidimensional: es la falta de oportunidades para que los chicos y las chicas acceden a la educación y aprendan, para que accedan a servicios de salud. Es la exposición que tienen a la violencia, son los entornos en los que viven (casas con pisos de tierra, barrios signados por la contaminación, falta de servicios cloacales). Todo eso es pobreza y también lo es que una niña, niño o adolescente sufra malnutrición, una epidemia silenciosa que se expande y afecta el presente y el futuro de las generaciones más jóvenes.
En Argentina aproximadamente 1,5 millones de niñas, niños y adolescentes residen en hogares cuyos ingresos no cubren una canasta básica alimentaria, lo cual implica serias restricciones en el acceso a alimentos básicos. La evidencia generada por UNICEF y organizaciones sociales indica que en los últimos meses aumentó la demanda en los merenderos y comedores comunitarios que, a su vez, sufren restricciones en materia presupuestaria que afectan tanto la cantidad como la calidad de las comidas suministradas. Es decir, los alimentos que reciben los chicos y chicas en los diferentes contextos donde transcurre su cotidianeidad no constituyen una dieta equilibrada y generan problemas de malnutrición: en un extremo de la balanza, niños y niñas con desnutrición y trastornos del crecimiento; en el otro, niños y niñas con sobrepeso y obesidad.
La segunda Encuesta Nacional de Nutrición y Salud (un estudio que en buena hora se hizo, después de 14 años) y el Estado Mundial de la Infancia 2019 convalidan esta tendencia epidémica en Argentina y en el mundo: el exceso de peso en la infancia y la adolescencia es un factor de riesgo que crece y es determinante de enfermedades crónicas no transmisibles como diabetes, cáncer, enfermedades cardiovasculares y respiratorias. La ENNyS subraya que en Argentina hay más casos de sobrepeso y obesidad que de bajo peso y emaciación, y que la pobreza condiciona la calidad de los alimentos que se consumen. A modo de ejemplo, dice la ENNyS que sólo el 32,5% de la población de 2 años y más refirió haber consumido frutas al menos una vez por día durante los últimos tres meses: los encuestados del quintil más alto reportaron casi el doble de consumo de frutas que el quintil más bajo (45,3% vs. 22,8% respectivamente).
La malnutrición es -sin dudas- uno de los desafíos que enfrentará la próxima gestión presidencial en materia de salud pública. Saldar la deuda con la infancia y la adolescencia también es garantizar la seguridad alimentaria incluyendo la mejora de la cobertura y suficiencia de las prestaciones de protección social, para asegurar que las familias tengan acceso estable a alimentos frescos y de alta calidad. Dada la alta prevalencia de sobrepeso y obesidad, resulta clave -además- implementar medidas preventivas, como un sistema de etiquetado frontal de alimentos y bebidas que advierta con claridad aquellos que tienen exceso de sodio, azúcares libres y grasas. ¿Cuántos candidatos hablan de estos temas en sus plataformas electorales? ¿Cuántos electores se los demandan? ¿Estamos preparados para pagar #LaDeuda?
Fuente del artículo:https://www.clarin.com/opinion/nino–nina-adolescente-padecer-desnutricion_0_XLVhci2U.html