El aborto sigue como estigma en India, pese a su ampliación legal

Redacción: Rebelión

Arti Zodpe vive en la ciudad de Sangli, en el estado de Maharashtra, en el centro-occidental de India, y es bailarina de tamasha, un arte escénico tradicional de baile y canto propio de la región. Después de las presentaciones nocturnas, algunas cantantes y bailarinas ofrecen sus servicios sexuales a clientes.

«Nosotras (las trabajadoras sexuales de tamasha) vivimos fuera de la ciudad ya que la gente se siente perturbada por el sonido de nuestras “ghunghroo (pulseras tobilleras con campanillas)” y nuestra música”, cuenta Zodpe.

También asegura que “cuando vamos a la ciudad, especialmente a una clínica de salud sexual y reproductiva, el personal dice: ‘ya vienes a esparcir tu suciedad aquí’ y si nos practican un aborto nos hacen limpiar el piso después».

La vida de Zodpe sintetiza algunas de las dificultades que enfrentan las mujeres vulnerables de India para interrumpir voluntariamente su embarazo, y explicita las capas de discriminación social y estigma que las mujeres marginadas enfrentan en la sociedad tradicional de este país de 1300 millones de personas.

El aborto seguro sigue siendo un sueño

La inducción del aborto es una práctica legal y gratuita en el país desde 1971, pero en la realidad son millones de mujeres en este país asiático que no pueden acceder a un aborto en condiciones seguras.

Según un informe sobre la salud mundial,  publicado en 2018 por la revista científica The Lancet, se produjeron 15,6 millones de abortos en India en 2015 y de ellos 78 por ciento se realizaron fuera de los centros de salud.  En estos casos, las mujeres obtuvieron medicamentos químicos para practicárselo por parte de personal sanitario o vendedores informales que se los vendieron sin receta.

La Oficina de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos  estima, por su parte, que los abortos inseguros causan entre nueve y 20 por ciento de todas las muertes maternas en el país.

Un estudio más reciente, realizado por la oenegé india Mahila Sarvangeen Utkarsh Mandal (Masum) y la  y la Alianza de Asia por un Aborto Seguro (ASAP, en inglés) en siete de los 29 estados de India, reveló que  80 por ciento de las mujeres desconocen la ley vigente y, como resultado, temen buscar servicios seguros para la interrupción del embarazo.

El estudio, publicado en marzo,  entrevistó a 200 mujeres y descubrió que todas habían tenido un aborto en algún momento, mientras que algunas tuvieron hasta seis. Sin embargo, ninguna de ellas había contado esto a sus familiares o amigos, principalmente por miedo al estigma social.

Según Hemlata Pisal, coordinadora del proyecto en Masum, se encontraron varios problemas  en cuanto a los servicios de aborto en los centros de salud pública, en especial en tres aspectos:

  • Casi nunca estaban disponibles los medicamentos abortivos y cuando lo estaban había una gran variación de tipos de píldoras y dosis recetadas.
  • El antiguado método de dilatación y legrado se mantiene como el protocolo estándar en muchos de los centros de salud.
  • Y lo peor, el personal trata a las mujeres con un alto nivel de estigma.

«Las mujeres que entrevistamos informaron que cuando se acercaban al centro de salud para practicarse un aborto muy a menudo eran rechazadas o sometidas a humillaciones y abusos extremos», dijo Pisal a IPS.

Reforma ampliatoria de la ley

El 17 de marzo, una semana antes de que el país entrara en cuarentena nacional para contener la propagación de la pandemia de covid-19, el parlamento indio votó a favor de una reforma de la ley del aborto de 1971, la Ley de Interrupción Médica del Embarazo (MTP, en inglés), para hacerla más flexible y adaptada a la realidad actual.

Una de los cambios más destacados de la reforma fue el ampliar el límite para poder interrumpir el embarazo, de 20 a 24 semanas.

Una extensión que, eso sí, se restringe a “categorías especiales”, como mujeres víctimas de violación o de incesto, aquellas con capacidades diferentes y menores de edad.

También permite inducir el aborto dentro de las 24 semanas cuando se detecten anomalías fetales, una demanda que se había incrementado en los últimos años, incluso con recursos ante los tribunales.

El ministro de Salud, Harsh Vardhan, calificó en el parlamento la reforma como muy progresista y garante de la seguridad de las mujeres.

Los médicos y los profesionales de la salud también acogieron con beneplácito el cambio legal.

Noor Fathima, una alta funcionaria de salud pública y ginecóloga en la ciudad suroriental de Bangalore, dijo a IPS que el aborto sería a partir de ahora «menos engorroso para los proveedores de servicios».

«La enmendada Ley MTP es particularmente una bendición para las mujeres que enfrentan condiciones de embarazo que las estresan y agotan emocionalmente», dijo Fathima a IPS.

La falta de responsabilidad alimenta la discriminación

Sin embargo, muchos consideran que el estigma social no va a desaparecer con la modernización de la ley y sigue amenazando su efectividad, aunque en el nuevo texto se otorga a la mujer el derecho a la privacidad total sobre su interrupción del embarazo.

Pero los grupos vulnerables de mujeres rara vez disfrutan de este derecho a la privacidad, dijo Kousalya Periasamy, directora de la Red de Mujeres Positivas (PWN, en inglés), un grupo con sede en la también sureña ciudad de Chennai (antigua Madrás), que aboga por la igualdad de derechos para las mujeres portadoras de VIH en India.

«El personal de cualquier centro de aborto con frecuencia nos preguntan ‘¿por qué duermes con tu pareja si tienes VIH’? También se nos pide que enviemos documentos de identidad y cartas de consentimiento de los miembros masculinos de la familia. Y frecuentemente se nos niega un aborto incluso sin una razón”, dijo Periasamy a IPS.

«Y después del aborto, debemos limpiar la habitación», dijo, en una agresión que repite la de las bailarinas y trabajadoras sexuales de Sangli.

La razón detrás de tal humillación, dice la ginecóloga y coordinadora de ASAP,  Suchitra Dalvie, con sede en la occidental ciudad de Mumbai, es que actualmente no hay responsabilidad por la calidad de la atención del aborto o por los rechazos.

«Las mujeres aún mueren por abortos sépticos y/o por soportar un inmenso dolor, actitudes de vergüenza pública y otros abusos. A menos que eliminemos estos prejuicios, la situación no cambiará dramáticamente porque  80 por ciento de las mujeres, para comenzar, desconocen la ley”, dijo a IPS.

Estigma: un desafío pendiente

Katja Iversen, directora ejecutiva de Women Deliver, un grupo de defensa mundial de los derechos de las mujeres con sede en Nueva York, está de acuerdo en que el estigma es un serio obstáculo para los derechos al servicio de aborto en todo el mundo.

«El aborto es una necesidad básica de atención médica para millones de niñas y mujeres, y la interrupción segura y legal del embarazo salva la vida de las mujeres todos los días”, dijo la especialista a IPS.

Pero, añadió Iversen, “desafortunadamente, el aborto se ha estigmatizado para evitar que las personas hablen al respecto y también para mantener el control sobre los cuerpos de las mujeres, y ese silencio conduce a retrocesos políticos y mitos peligrosos».

El estudio de Masum también encontró algunos de estos mitos y creencias infundadas que existían entre las mujeres de todas las regiones de India.

Algunos de ellos son:

La interrupción médica de un embarazo es ilegal.  El aborto es legal solo hasta 12 semanas. El aborto no está permitido para el primer embarazo.  El aborto causa infertilidad permanente.  La firma del esposo es obligatoria para un aborto.

«Estas creencias en última instancia bloquean las formas en que la sociedad ve y discute el aborto como un problema de salud normal y discute de manera transparente», dijo Pisal.

Según Iversen, el acceso gratuito y regular a la salud sexual y reproductiva, incluida el servicio de la práctica del aborto, puede conducir a mejores condiciones generales de vida de las mujeres y también promueve una mayor igualdad de género en el mundo.

«Cuando las niñas y las mujeres tienen acceso a servicios de salud reproductiva, incluido el aborto, es más probable que permanezcan en la escuela, accedan y permanezcan en la fuerza laboral, se vuelvan económicamente independientes y vivan todo su potencial. Es un ciclo virtuoso y beneficia a las personas, comunidades y países «, afirmó la activista.

El tres de los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), convenidos dentro de las Naciones Unidas y a cumplirse para 2030, el que busca garantizar una vida sana y promover el bienestar para todos apunta en su meta 3.7 la necesidad de dar «acceso universal a los servicios de salud sexual y reproductiva».

En India, sin embargo, lograr este objetivo podría necesitar más que un cambio legal.

Ravi Duggal, un consultor sénior de salud con sede en Mumbai, la capital de Maharashtra, plantea que hay que hay que fortalecer el sistema de salud pública, para que garantice y regule los costos y el acceso a los servicios sanitarios como un derecho.

La ginecóloga Fathima, en Bangalore, está de acuerdo.

«Un sistema de salud pública más fuerte es una necesidad perentoria. Si el personal no juzga, es confidencial, respeta la privacidad y de una pronta respuesta, hará que las mujeres busquen instalaciones probadas (del sistema público) en vez de en lugares inseguros”, afirmó.

Fuente: https://rebelion.org/el-aborto-sigue-como-estigma-en-india-pese-a-su-ampliacion-legal/

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Motivos para educar en la diversidad

Por: Eduardo De la Vega

Las críticas a la escuela ocultan parte de su herencia, sus utopías humanizantes y su vocación por la igualdad.

La  invención es el prodigio de la ilusión radical; la potencia indestructible de la multiplicidad de mundos que no cesan de crear nuevas formas de vidas.

La escuela no escapa a esa lógica del mundo. En su superficie alumbran, entre las sombras, las experiencias del crepúsculo, de los comienzos, del retorno eterno e incesante de la creación radical, vital, indestructible. En dicha superficie nacen también las prácticas de libertad; balbuceantes pero múltiples, localizadas e irradiadas, contaminantes a veces, minúsculas otras; desafiando esa aberración que consiste en el exterminio de la ilusión.

No obstante, hemos sido injustos con la escuela; sólo relevamos sus pesadillas y obsesiones, sus pecados y herejías. Olvidamos casi siempre su mejor sueño, el rostro virtuoso, los anhelos justos.

Olvidamos a Jacotot, el maestro ignorante de Rancière; también a Germain, entrañable para Albert Camus. Otras experiencias anónimas seguirán inciertas e ignoradas, extrañas para la teoría, excluidas de los recintos sagrados, lejos de la historia.

Las razones de educar —en las diferencias— no las encontramos en los actuales contextos neoliberales. La legitimidad de sus razones se remonta, al menos, a las luchas de las comunidades sometidas y condenadas (afroamericanos, indígenas, mujeres, discapacitados, etc.) cuyo epicentro ha sido, sin dudas, la gran batalla por la integración de los negros en la sociedad norteamericana. Aquellos ideales, no obstante, fueron banalizados y adaptados a la lógica del mercado global, cuyas exigencias totalizadoras han propuesto a la escuela como el corazón de un mundo descorazonado.

La gran ficción de Occidente, que se derrumba hoy en Europa como en Estados Unidos, pretendía que la escuela incluya mientras el mundo excluye. El reconocimiento de las identidades y diferencias solo representó, en el interior de una gran fábrica de desechos humanos, un paso de comedia que se disfrazó de inclusión.

Sin duda, las razones de educar en las diferencias es un reclamo justo que surge del corazón de la escuela. No parece serlo las demandas de inclusión, en tanto la escuela nunca excluyó; al menos nunca estuvo en su espíritu, en ninguno de ellos. (1)

La exclusión, en realidad un invento reciente, tampoco estuvo presente en el programa de la modernidad. Sí lo estuvo la invención y consumación del aparato disciplinario: clasificación y distribución diferencial de los sujetos (buenos y malos alumnos, normales y anormales, sano/enfermo); la organización y el control del déficit, las anormalidades, las desviaciones; finalmente, el diseño de una temporalidad indefinida para generalizar las correcciones y los ejercicios.

La homogeneización significaba colocar a todos bajo el mismo modelo, pretender que todos se asemejen con el objetivo, además de someter, de diferenciar, distribuir mejor, organizar según rangos de individuos.

La modernidad no excluyó, normalizó, integró a todos los cuerpos para especializarlos, capacitarlos, aumentar sus fuerzas en términos económicos, a la vez que las disminuye en términos políticos. Formar —de eso se trata la biopolítica descripta por Foucault— sujetos especializados y cuerpos dóciles.

Por lo tanto, la exclusión no estuvo en el horizonte de la escuela pública. La producción de deshechos es un invento reciente, posmoderno, tardío, extraño a la lógica de la modernidad.

Parece necesario realizar un ajuste de cuentas y traer a la escena los otros rostros de la escuela, aquellas experiencias silenciosas de la maestra o el maestro, contracara de los controles, las obsesiones y las malas profecías.

El ajuste de cuentas no satisface a ninguna pulsión autocomplaciente sino a la necesidad de considerar un malentendido que introduce la política, especialmente tras el giro multicultural.

La condena a la escuela oculta parte de su herencia, aquella que insiste con la ilusión; sus utopías humanizantes, su deseo, su voluntad, su vocación por la libertad y la igualdad.

El olvido del legado civilizador no es un gesto sin consecuencias; su intención pretende ubicar el origen de la utopía en la ruptura propuesta, precisamente, por la crítica multicultural. La promesa de inclusión tendría un punto cero de escritura que arranca con la reciente introducción en las aulas de la filosofía de las diferencias.

Comienzo absoluto, ex nihilo, a partir de las ruinas dejadas por el normalismo. A los estigmas, las malas profecías, los circuitos y sus destinos debemos sumarle ahora una sospechosa voluntad expulsiva. La demanda de inclusión formulada al maestro desvía la mirada y detiene los reclamos justos —que deben hacerse a los sistemas económicos antes que a la escuela— mientras decreta la inocencia de la fábrica de espantos y su responsabilidad ante la exclusión.

Recientemente, la palabra «inclusión» ha constituido el núcleo simbólico de las letanías que circulan en la escuela de América Latina. Su eficacia ha permitido recubrir, y luego expulsar de los espacios del pensamiento las ideas de justicia e igualdad, hostiles al ideario neoliberal.

Inclusión, diversidad, integración conforman ahora una constelación simbólica que ya no orienta ni identifica. Solo confunde y culpabiliza al maestro, con efectos devastadores, especialmente, cuando dicha culpabilización se transforma en política educativa.

El docente, luego de «la caída» de la escuela pública, vive en estado de culpa cuya expiación se hará en los recintos sagrados de la formación permanente. La dialéctica del Amo y el ignorante, descripta por Rancière, inspira a los programas «políticamente correctos», en especial las políticas de formación, incluidas aquellas que se disfrazan de participación y promesas de libertad.

Culpar al maestro del no cambio de la escuela permite consumar el crimen perfecto, ya adelantado por Baudrillard; aquél que logra, por un lado, borrar toda pista que lleva al asesino y permite, por el otro, culpar a alguien que no lo ha cometido. De forma tal, que todos creen en la culpabilidad del inocente (el inocente incluido).

La víctima es la escuela, su transformación, las experiencias de lo nuevo. Quedan velados los nuevos posibles que, sin embargo, no dejan de retornar. Las razones de dicha insistencia deben buscarse en el eterno retorno del devenir de la multiplicidad de vidas y existencias, iluminadas por el relámpago virtuoso que extrae de las sombras la silueta renovada de la igualdad.

La comunidad de iguales o aquello que podríamos llamar también justicia educativa.

(1) Hacia 1949 la taza de escolaridad en la educación primaria de Argentina era del 94,9 por ciento. Nueve años después ascendía al 103,3 por ciento mientras otros diez países de la región alcanzaban porcentajes similares. En el mismo periodo, el porcentaje de crecimiento de la educación secundaria superó ampliamente al de primaria duplicarse (UNESCO. 1966. Situación demográfica, económica, social y educativa de América Latina. (Buenos Aires. Solar/Hachette. Pp. 71).

Fuente: http://www.lacapital.com.ar/educacion/motivos-educar-la-diversidad-n1474270.html

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