Ecuador: Mujeres con discapacidad y campesinas son las principales víctimas del analfabetismo

Redacción: Primicias

Apenas cinco años es el promedio de tiempo que estas mujeres acuden al sistema educativo formal, según el MIES.

En Ecuador existen 302.620 personas con discapacidad que tienen entre 18 y 64 años. De este número, el 33,6% son mujeres que no saben leer ni escribir.

La cifra es aún más alarmante cuando el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) revela que la tasa de analfabetismo para personas con discapacidad en el sector rural asciende hasta el 40,8%.

En estas poblaciones marginales, las mujeres también son las principales víctimas de la falta de acceso a la educación, según el último informe de Gestión del Servicio de Personas con Discapacidad, publicado por el MIES en noviembre de 2019.

El documento dice que “las personas con discapacidad padecen múltiples desigualdades y disponen de menos oportunidades para acceder a una educación de calidad”.

https://www.datawrapper.de/_/OOwdk/ (pulse para ver gráfico)

Diego Sánchez, vocero de los colectivos de personas con discapacidad, dice que el país no cuenta con políticas públicas que impulsen su inclusión.

En el caso de las mujeres es aún mas preocupante. “Las personas todavía ocultan a sus familiares que tienen algún tipo de discapacidad, sobre todo a las mujeres, por miedo a que sean víctimas de violencia sexual“, dice Sánchez.

Sybel Martinez, vicepresidenta del Consejo de Protección de Derechos de Quito, tiene una explicación sobre las cifras del MIES:

“Ser mujer es difícil y peligroso en Ecuador. Si a eso le sumamos discapacidad y ruralidad, podemos decir que el analfabetismo puede tener cifras mayores a las oficiales“.

Martínez y Sánchez coinciden en que el Estado no ha avanzado en una verdadera inclusión de estas personas, lo que significa que han sido condenadas a vivir dependiendo de sus familias.

Eso es lo que le ocurre a David, un niño de cinco años que vive con Síndrome de Down y que no acude al sistema educativo. Su padres no cuentan con dinero suficiente para pagar una escuela especializada y tampoco confían en las escuelas del Estado.

“Nos han dicho que el gobierno garantiza la educación de todos los niños, pero en las escuelas a las que hemos asistido en búsqueda de un cupo no hemos visto que cuenten con profesores capacitados ni con infraestructura adecuada”, dice la madre de David.

Nivel de instrucción

El 37,1% de las personas con discapacidad solo ha terminado la educación primaria, mientras que apenas el 9,8% ha tenido acceso a la universidad.

Para Diego Sánchez, el vocero de los colectivos de personas con discapacidad, la cifra es “un reflejo de que los familiares que tienen a su cargo personas con alguna discapacidad no ven en el sistema educativo una oportunidad para su desarrollo”.

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Soledad Campaña, de la Fundación Vivir para la Sordera, dice que es necesario que los niños con discapacidad estudien en instituciones que tengan infraestructura y mallas curriculares específicas para cada discapacidad: visual, psicosocial, auditiva, intelectual o física.

“Si acuden a escuelas ordinarias, están condenados al fracaso”, agrega Campaña.

El Ministerio de Educación contabiliza 10.703 estudiantes con discapacidad severa o con múltiples discapacidades que asisten a las 145 escuelas especializadas entre públicas y privadas que hay que en Ecuador.

Allí reciben educación inclusiva que busca desarrollar sus aptitudes.
Fuente: https://www.primicias.ec/noticias/sociedad/mujeres-discapacidad-educacion-violencia/

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El abandono escolar y otras microexclusiones: “Me colocaban en la última fila”

Europa/España/CARINA FARRERAS/lavanguardia.com

Dos de cada diez estudiantes abandonan la escuela antes de los 16 años, edad en que la educación deja de ser obligatoria. La cifra, reprobada por la Comisión Europea que urge a España a rebajarla (en Catalunya la tasa de abandono es ligeramente inferior), no explica del todo la sensación de fracaso que sienten otros muchos estudiantes en su proceso de formación y que afecta a sus expectativas de vida. Existe lo que la investigadora en educación y profesora de sociología de la UAB, Aina Tarabini, denomina como “microexclusiones escolares”.

“Hablamos de repeticiones de curso (casi un tercio de los alumnos de 15 años ha repetido una o dos veces), de separaciones de alumnos por grupos de nivel, de chavales a los que gradúan sin tener las competencias suficientes, de abandonos en el primer mes de bachillerato, de adaptaciones curriculares que quedan en mínimos o de expectativas de docentes sobre el rendimiento del alumno en función de su situación socioeconómica, el nivel cultural de los padres, su origen familiar…”. Todo esto no consta en las estadísticas oficiales pero “hace que los jóvenes no sientan su modelo educativo como propio”, explica Tarabini, que ha publicado La escuela no es para ti.

La experiencia del fracaso mina la autoestima. “Poco a poco los chavales se apartan y se colocan en el lugar en el que el sistema quiere que estén: fuera de la clase”, añade la profesora. Fuera de la clase de una forma literal (absentismo u abandono) o metafórica (ausencia), y es un desencadenante de deficiencias educativas, conductas disruptivas, fragilidad emocional… Sin embargo, Tarabini considera que si a los alumnos se les ofrece una educación más personalizada, acorde con su ritmo, y un acompañamiento auténtico se lograría no sólo un sentimiento de pertenencia real a la escuela, sino la vinculación del chaval con sus ganas de aprender y encontrar un lugar en la sociedad.

Adrián, Andrea, Sergio, David y Coral son ejemplos de esas dinámicas de expulsión inconsciente del sistema educativo. Todos llevan una pesada mochila personal más allá de lo que han vivido en el centro educativo. Son alumnos de la escuela de segunda oportunidad El Llindar, escogidos al azar, que hablan brevemente de su experiencia de exclusión y fracaso y de qué les ha funcionado para reengancharse de nuevo a la formación.

La soledad en el patio

“Cuando llegué al instituto con 12 años pensé que sería tan guay como se veía en las películas”, relata Adrián. “Y no”. En el patio había el grupo de chicos populares que quedaban y se veían fuera de la escuela. También estaban los de los móviles. Y los de deporte. “Yo era muy cerrado y quedé fuera de cualquier grupo”. El curso resultó ser inesperadamente difícil y se encontró también solo frente a sus dificultades. Suspendió 1.º de la ESO y tuvo que repetir la dolorosa experiencia de la soledad en el patio con chavales más jóvenes. Suspendió tres asignaturas, lo que le abocaba a una nueva repetición. Abandonó y se abandonó.

Acude al Llindar desde el pasado septiembre. Está matriculado en el curso de Ventallers, un programa que acompaña y orienta a los alumnos mayores de 16 años en un abanico de talleres profesionales distintos. En contra de su primera idea, seguir una formación profesional inicial (PFI) de imagen y estética “porque un tío mío tiene una peluquería”, está viendo otras posibilidades después de hacer talleres de escalada, cocina, electricidad, mecánica… “No sabía que me gustaban tantas cosas”, responde locuaz. Valora el acompañamiento de su tutora Irene, tan distinto a sus docentes de instituto. “No sé qué haré aún, pero quiero sacarme el acceso al grado medio de FP”.

Años de aburrimiento

“Los profesores estaban sólo para los niños de la primera fila”, explica Andrea. A mí siempre me colocaban detrás porque no me enteraba. Pregunté si yo podía sentarme junto a los que compañeros que aprendían, y el profesor dijo que no”. El fracaso de 1.º de ESO se convirtió en un lastre. “Pasé de todo porque pensaba vaya aburrimiento hasta los 17 años que pueda librarme de esto”. Ahora tiene 16 y cursa desde hace dos años un programa personalizado que combina la teórica de la ESO con aprendizajes profesionales. “Somos 10 en clase y aprendemos a diferentes ritmos, por eso los exámenes son distintos”. Le gusta acudir al centro. “Aquí no nos machacan, te lo explican hasta que lo entiendes y te animan a seguir”. Sueña con matricularse a un ciclo de auxiliar de enfermería y saltar a un grado de educación infantil después. “Tengo muchas ganas de llegar a 4.º de ESO porque ya estaré cerca de lo que quiero hacer. Me he caído del camino pero, como dicen aquí, puedo llegar de otras maneras”.

El desafío y la expulsión

Un día el profesor de ESO se dirigió a Sergio como “el tontito de la gorra”. Y reaccionó al desprecio no con la palabra sino con los recursos más primarios: le pegó. “Sé que no está bien”, admite para justificar que sabe que la violencia no es la manera de resolver los conflictos, “pero en el fondo se lo merecía”. Se queja de los intentos de los profesores de ignorar su presencia en el aula, de querer borrarlo de la clase, de expulsarlo por sus desafíos y mala conducta, según su versión. “Estás en clase 45 minutos sin enterarte de nada y encima te riñen. Y cada vez entiendes menos y, al final, todo te da igual”, se queja. Pero fracasar no estaba entre sus objetivos. La cuestión era cómo y en qué tener éxito. “Aquí no te aburres nunca. Para empezar, no estás con la libreta y el boli todo el día. Aprendes cosas interesantes, útiles. Haces proyectos y pruebas actividades, como la escalada. ¿Qué iba a saber yo que me gustaba?”. En cuanto a los estudios, disfruta con geografía. “He sacado un notable en la exposición del cometa Halley. Eso mola”.

Desmotivación

David quisiera aprobar el 3.º de la ESO este curso pero no sabe si lo logrará.“No me gustaría verme otro año más así”, reconoce aunque le gusta el centro actual al que compara como una mano extendida dispuesta a ayudar. “Puedes cogerla o no pero allí está y una vez te coges, ya no te suelta. Eso es nuevo para mí”. Le gustan los talleres, especialmente el de cocina (la escuela tiene un restaurante propio que cuenta con el apoyo del grupo Tragaluz). Y estudiar arte y filosofía, una materia que el centro introdujo este curso con buena aceptación por parte de los alumnos. “Me gusta hablar de la vida, de paranoias que todos tenemos en la cabeza”. Aspira a encontrar un trabajo en un supermercado para poder mantenerse y hacer lo que más le gusta: escribir poesías.

El abstencionismo como salida

Coral tiene 14 años y llegó al centro el pasado septiembre. El curso anterior las faltas de asistencia al instituto fueron muy altas después de ver que sus compañeros continuaban progresando y ella repetía curso… “No me enteraba de nada y no me interesaba nada, ¿para qué iba a ir?”. Aquí muestra interés en algunas actividades, especialmente las más profesionalizadoras. “Son útiles”, afirma. Está volviendo a engancharse a la rutina escolar. Le gusta porque en esta escuela de segunda oportunidad le dejan fumar en la hora del patio y no se encabronan los profesores si llega tarde por las mañanas. Quizás estas transgresiones adolescentes quedan compensadas si puede decir: “He pensado que quiero aprender y buscarme la vida”.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/vida/20180413/442498514865/razones-abandono-escolar-educacion-autoestima-desarrollo.html?utm_campaign=botones_sociales&utm_source=twitter&utm_medium=social

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África: Matrimonio infantil, un problema que persiste

África/19 de Marzo de 2018/Extra

No se trata de una problemática del pasado. El matrimonio infantil continúa existiendo en pleno siglo XXI. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) —que trabaja para disminuir los casos— el matrimonioinfantil “viola los derechos humanos”. Agrega que se trata de una forma generalizada de abuso sexual y explotación de las niños. Esta problemática también puede terminar en trabajos forzados, esclavitud, prostitución y violencia. El desenlace puede ser la muerte.

En el caso de las niñas adolescentes, la probabilidad de muerte es mayor. Las complicaciones médicas por el embarazo y el parto colocan a las menores en riesgo.

En gran parte del continente africano se registra un elevado porcentaje de matrimonios infantiles. Un ejemplo es el conjunto de países que conforman África Subsahariana, ahí el 38 por ciento de mujeres se ha casado durante su infancia.

Los motivos para la incidencia de este fenómeno en África y Asia Meridional están relacionados con presiones económicas, sociales y culturales.

Un paso al frente

Las cifras parecen esperanzadoras. En la última década los índices de menores de edad que contrajeron matrimonio disminuyeron un 15 % a nivel mundial. Sin embargo, esto significa que aproximadamente 1 de cada 5 menores se siguen casando.

Según los datos de la Unesco con esta reducción se han evitado 25 millones de casamientos. La meta para la erradicación total está fijada para 2030, pero el ritmo debe acelerarse. La organización señala que si las medidas no se ajustan, en 12 años más de 150 millones de niños se casarán antes de los 18 años.

En Ecuador

En el país también se registran casos de matrimonio infantil, aunque en un contexto diferente. Según el Estudio sobre prácticas nocivas: matrimonio infantil y uniones precoces en Ecuador—publicado en diciembre de 2016 por el colectivo Coalición Nacional de Mujeres del Ecuador— “el matrimonio infantil precoz (en el país) es consecuencia de la discriminación por sexo, género, grupo de edad, prácticas sociales y creencias culturales que derivan en acciones que afectan los derechos humanos de las niñas”.

Según datos del estudio, entre 2009 y 2014, se registró el matrimonio de 6.740 mujeres menores de edad.

Fuente: Estudio sobre prácticas nocivas: matrimonio infantil y uniones precoces en Ecuador.

La desigualdad de género sale a relucir en los grupos menos favorecidos, especialmente indígenasafroecuatorianos, y en los contextos rurales. A esto se le suman los estereotipos y el embarazo adolescente.

Las consecuencias de un matrimonio a corta edad son:

– Exclusión del sistema educativo

– Problemas de salud (complicaciones en el embarazo)

– Pobreza

– Violencia de género

Fuente: http://www.extra.ec/actualidad/matrimoniosinfantiles-indices-mundiales-unesco-derechoshumanos-EG2080237

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