Chiapas, violencia incesante

Por: Luis Hernández Navarro

Pánico y zozobra. En esas palabras se resume lo que miles de habitantes de San Cristóbal de las Casas vivieron durante horas el pasado 12 de junio, cuando decenas de civiles armados, encapuchados y con chalecos antibalas, dispararon con fusiles Kalashnikov y AR-15, bloquearon con camiones de doble remolque avenidas y calles y pintaron muros, disputando el control del Mercado Norte de la ciudad. Buscaban remover a su eterno administrador, Domingo Pishol, personero de Hugo Pérez, autoproclamado alcalde de Oxchuc.

Con el sonido de las primeras ráfagas, la gente tuvo que guarecerse o tirarse al piso en almacenes, centros escolares, clínicas y negocios, temerosos de que algún proyectil los alcanzara. Los disparos son cosa frecuente en esa parte de la ciudad pero en esta ocasión tuvieron una intensidad inusitada.

La existencia de grupos delincuenciales en Chiapas no es novedosa. Comenzó a crecer a partir de la gubernatura de Juan Sabines (2006-12). Pero en los últimos años, en amplias zonas de la entidad se han intensificado su presencia y sus pleitos por territorios, rutas y mercados. Guatemala es una inmensa bodega al servicio de la industria criminal. Desde allí salen, a través de la porosa frontera chiapaneca, rumbo a Estados Unidos y diversas regiones de México, drogas, armas, piratería, seres humanos, vehículos robados. Controlar la frontera y los caminos es fundamental para trasladar las mercancías. El corredor Frontera Comalapa, Comitán, San Cristóbal, Tuxtla Gutiérrez ha adquirido gran importancia en el trasiego de drogas.

Un par de ejemplos, entre muchos. En julio de 2021, el cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), ahora en vertiginosa expansión en la entidad, ejecutó en Tuxtla Gutiérrez, a El Junior, hijo del líder del cártel de Sinaloa en Chiapas. La vertiginosa expansión del cártel de Chamula, evidenciada por los permanentes accidentes de vehículos cargados con migrantes centroamericanos y la difusión de sus narcocorridos.

San Cristóbal no es ajena a esta guerra. Al igual que otros puntos turísticos, como Cancún o Acapulco, es un enclave deseado por el crimen organizado. En esa ciudad, impunemente, por lo menos cinco grupos conocidos (hay quien señala que son ocho) como motonetos o motopandilleros, ligados al narcomenudeo, cobran derecho de piso, roban, asesinan y realizan disparos de armas de fuego al aire, sembrando terror e incertidumbre (https://bit.ly/3OaDMs0). Surgieron como grupo de choque durante la administración de Marco Antonio Cancino González (2015-18), del PVEM. Su hermano Sergio Natarén los controlaba. La batalla por el control del Mercado Norte del pasado 12 de junio forma parte de esta trama en la entidad y en la urbe coleta.

Figura clave en este pleito es Martín Pale Santiz, alias El Gemelo, dirigente de la Coordinadora de Organizaciones por el Medio Ambiente para un Chiapas Mejor (Comach), con estrechas relaciones con el gobierno estatal, un tiempo detenido por extorsión y luego liberado. Sus gentes son capaces de estrangular San Cristóbal, bloqueando los accesos carreteros, mientras se enfrentan a otros grupos con armas de fuego y palos. También, de desalojar y golpear a familias de Santa Catarina, integradas al Frente Campesino Popular de Chiapas, para despojarlas de cinco hectáreas (https://bit.ly/3n3Fmjm). Con el apoyo de Gerónimo Ruiz Sántiz, el Moshán, cobran unos 800 mil pesos semanales a unos mil 200 vendedores ambulantes (a los que controlan) de la Plaza de la Paz, Andadores, Santo Domingo y Centro Histórico.

En el operativo, fue asesinada una persona: Xalik. Se informó que había sido alcanzada por una bala perdida. Defensoras civiles de San Cristóbal señalan que el difunto era un joven tsotsil que abiertamente se oponía al reclutamiento de niños para formar grupos armados en Chamula. Este hombre era muy joven y se había separado de su clan linaje, haciendo distancia de esas dinámicas que ahora impregnan a muchas familias chamulas. Pero no solo eso. Se dedicaba justamente a organizar a los niños de la calle y especialmente a los que andan en el mercado de esa zona. Una muerte muy conveniente para algunos.

La toma parcial de la ciudad es tan sólo un incidente más en una interminable cadena de violencias que sacuden el estado. El pasado 8 de junio, a 30 kilómetros de San Cristóbal, el alcalde de Teopisca, Rubén de Jesús Valdez Díaz, fue asesinado en una camioneta afuera de su domicilio.

La lista de agresiones es interminable. Según el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas (Frayba) sólo durante marzo de este año, se registraron 437 ataques con armas de fuego de los narcoparamilitares de Santa Martha, Chenalhó, contra la comunidad de Aldama (https://bit.ly/3n0TVEt).

De la misma manera, se han intensificado las arremetidas contra familias bases de apoyo zapatistas en la comunidad autónoma de Nuevo San Gregorio, que ponen en riesgo su vida, seguridad e integridad (https://bit.ly/39FbA1s).

En este contexto, la diócesis de San Cristóbal de las Casas y otros organismos hicieron un pronunciamiento conjunto ante el imparable aumento de violencia en Chiapas, en el que expresan su preocupación por la presencia de grupos fuertemente armados en el territorio.

Manifiestan también su preocupación por las constantes agresiones, persecuciones y vigilancias a las personas defensoras de derechos humanos en nuestro país y en Chiapas, principalmente a quienes defienden la tierra y el territorio.

Denuncian que, el pasado 29 de mayo, fueron privados arbitrariamente de su libertad, Manuel Santiz Cruz, indígena tseltal, presidente del Comité de Derechos Humanos de la Parroquia de San Juan Evangelista, municipio de San Juan Cancuc, junto con otras cuatro personas (https://bit.ly/39D6G53).

Miedo e incertidumbre. En Chiapas, la violencia, lejos de cesar, crece y se intensifica. Que nadie se llame a sorpresa cuando suceda lo que va a suceder.

Twitter: @lhan55

Fuente: https://www.jornada.com.mx/2022/06/21/opinion/018a1pol

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Colombia: Denuncian muerte de 11 niños indígenas por gripa en el Chocó

Yamari Osorio Membache murió este miércoles. No pudieron contener el vómito y la diarrea que aquejaba a esta niña indígena de 6 años del resguardo Unión-San Cristóbal, en Istmina, Chocó.

La pequeña Yamari fue la última, de 11 niños que han muerto en Itsmina, a causa de un virus que aqueja al resguardo Unión de este municipio chocoano.

“Si no hay una brigada de salud urgente, vamos a seguir derramando lágrimas de las madres”, relató Victor Carpio Conquista, Comisionado de Derechos Humanos para los Pueblos Indígenas de Chocó.

La situación ha sido catalogada como grave por las autoridades indígenas. Desde el 22 de diciembre, cuando falleció Eder Yadan Pizario Abadía, de 4 meses, se ha reportado el deceso de 11 menores.

“La epidemia no para. En la última semana 108 niños han sido atendidos porque presentan esta gripa con síntomas como fiebre, vómito y diarrea”, cuenta el líder Carpio Conquista.

En la tarde de este miércoles 12 de enero las autoridades locales y nacionales prometieron hacer una brigada de salud en el territorio para frenar la muerte de estos menores.

El inicio de esta problemática viene desde el pasado 19 de septiembre. Ese día cerca de 100 armados de las Autodefensa Gaitanistas de Colombia (AGC) generaron el desplazamiento forzado de 868 indígenas.

Las víctimas alcanzaron a huir y pidieron refugio en la comunidad de Puerto Olave, ubicada en el corregimiento de Potedó en Istmina.

“Desde que se desplazaron empezamos a exigir la atención por parte del Estado. Pero eso no ha pasado. La comunidad receptora no tiene nada que ofrecerle a los compañeros desplazados y hoy vemos el desbordamiento para atender la salud y la alimentación”, explica Carpio.

Desde la Organización Nacional Indígena de Colombia (Onic), clamaron por la atención en salud de estos niños y pidieron que se les garantice el retorno a los territorios a las familias desplazadas desde septiembre pasado.

Fuente: https://www.elcolombiano.com/colombia/indigenas-denuncias-muerte-de-11-ninos-por-contagios-de-gripa-en-el-choco-CA16340211

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OPINIÓN | Allá en la sierra de Guerrero, donde la vida no vale nada

Por: Tlachinollan

Abel Barrera Hernández

Para Teodomira y Manuel,

quienes han acompañado hasta el último rincón de la sierra

a las familias desplazadas por la violencia.

Toda nuestra solidaridad en estos momentos de prueba.

Nuestro reconocimiento por mantenerse a lado de los hombres, mujeres

y los niños que sobreviven en un territorio minado por la metralla.

La metralla no cesa en la sierra de Guerrero. La disputa por el control territorial es encarnizada entre dos grupos antagónicos conocidos como el Frente Unido de Policías Comunitarias del Estado de Guerrero (FUPCEG), que está conformado por grupos asentados en los municipios de Heliodoro Castillo, Cuetzalan del Progreso, Teloloapan y Apaxtla, principalmente. De la otra parte, se encuentra el grupo conocido como el cartel del Sur, que tiene como su centro de operaciones en el municipio de Leonardo Bravo. Es una batalla campal en este corredor serrano que abarca los municipios de Heliodoro Castillo, Leonardo Bravo, Eduardo Neri y Chilpancingo, donde gran parte de la población pobre tiene como principal actividad la siembra de la amapola. La crisis causada por el fentanilo desfondó la economía serrana, dejando en total desamparo a las familias campesinas de la sierra. Las concesiones mineras que existen en la región han despertado una mayor codicia en estos grupos, que no cesan en sus incursiones armadas en las comunidades aledañas, para avanzar en su estrategia de control territorial y sometimiento de la población.

Varios pobladores de la sierra que han sido desplazados por esta violencia, recuerdan que el 4 de octubre del 2013 se suscitaron varios enfrentamientos en comunidades de Leonardo Bravo, provocando la huida de decenas de familias. Lo más grave ha sido que las autoridades federales y estatales solo suban a la sierra para replegar momentáneamente a los civiles armados, dejando crecer la ola delincuencial.

Comentan que otra de las balaceras más fuertes se registró el 5 de septiembre de 2018. Duró más de 9 horas, en los poblados de Puentecillas y Ranchito. A pesar de que fue un enfrentamiento que causó muchas muertes, las autoridades se mantuvieron al margen. Los mismos militares comentaron a la gente que no podían intervenir porque se trataba de un conflicto entre dos grupos. Desde ese año, se dio a conocer el Frente Unido de las Policías Comunitarias de Guerrero.

Las familias desplazadas señalan que el 11 de noviembre del 2018, llegaron personas armadas de varios lados. Entraron primero a la comunidad de Corralitos y después a Puentecillas. Ante esta incursión la gente se salió de sus comunidades y se concentró en la comunidad Campo de Aviación. Creyeron que las autoridades iban a prestarles auxilio, sin embargo, nunca llegaron. No tuvieron otra alternativa que refugiarse en la comunidad de los Morros, porque ahí se encontraba un destacamento militar. La gente notó que el ejército se mantuvo indiferente ante la irrupción de los grupos armados de la sierra, desplazándose hacia otro lugar. Las familias decidieron bajar a la cabecera municipal de Chichihualco, con el fin de pedir auxilio al presidente municipal. Se concentraron en el auditorio, y después de varios días, lograron establecer un acuerdo con las autoridades, para programar su retorno el 17 de noviembre. A pesar de que iban escoltados por militares y varios cuerpos de la policía del estado, un grupo de civiles armados empezó a disparar después de que habían pasado la comunidad de los Morros. Ante la balacera que procedía de varios cerros obligó a que los más de 100 carros que iban en la caravana, regresaran a Chichihualco.

Desde esa fecha más de 200 familias se han mantenido en calidad de desplazadas y han sido acompañadas principalmente por Manuel Olivares y Teodomira Rosales, del Centro Morelos. En contrapartida no han encontrado en el gobierno del estado eco a sus demandas, y más bien los han dejado en total indefensión.

El 28 de diciembre del 2019 cuando la defensora Teodomira Rosales Sierra y el defensor Manuel Olivares Hernández acompañaron a estas familias asentadas en Chichihualco, para emplazar al grupo de la policía del estado, con el fin de que permanecieran en la región, fueron agredidos por elementos de esta corporación. La compañera Teodomira fue víctima de una agresión sexual por parte de un grupo de élite de la policía estatal. Además de tirarla al suelo y someterla, una mujer policía le puso en el pecho su arma de cargo. En ese mismo instante el compañero Manuel fue golpeado por varios elementos policiales y le infligieron tratos crueles y denigrantes. En la agresión, un mando de la policía lo increpaba “por qué estás apoyando al narco”. Además de sufrir estas vejaciones quebraron el cristal de la puerta derecha y poncharon las cuatro llantas de la camioneta, propiedad del Centro Morelos. Se robaron dos mochilas en las que iban dos computadoras laptop, artículos personales, dinero en efectivo y documentación de las familias desplazadas.

El 6 de febrero se reunieron con un teniente de apellido Badillo, perteneciente al 50 batallón de infantería, quien llegó acompañado de varios vehículos militares a la cabecera municipal de Chichihualco. Pidió que se registraran las familias desplazadas para enviar su reporte a la ciudad de México. En ese instante varias personas se opusieron porque identificaron que algunos elementos del ejército habían incursionado en sus comunidades acompañando a un grupo de civiles armados de la sierra. Esta denuncia pública molestó al teniente, quien posteriormente realizó varias llamadas telefónicas a la compañera Teodomira, reclamándole esta acción de las familias y exigiéndole la entrega de la lista de los desplazados.

Durante el mes de marzo de este año, volvieron las hostilidades en la sierra, cuando un grupo de civiles armados entró a la comunidad de Filo de Caballos y asesinó a cinco Policías Comunitarios de Tlacotepec. La reacción fue virulenta porque se dieron varios enfrentamientos en las comunidades de Carrizal de Bravo, Balsamar y Tepozonalco. Se registraron 9 muertos causando nuevamente el desplazamiento de más de 500 personas, de 6 comunidades del municipio de Leonardo Bravo y una de Chilpancingo. En esta confrontación armada, el objetivo del Frente Unido de Policías Comunitarias, era llegar a la cabecera de Chichihualco para arremeter contra el cartel del Sur.

Esta situación ha provocado que las familias que se encuentran desplazadas en Chichihualco decidieran desde el pasado 22 de marzo, acampar en un paraje conocido como el Crucero del Huamuchil, ubicado en la parte oriente, para evitar mayor derramamiento de sangre. Por su parte, las autoridades federales y estatales han abandonado a su suerte a las víctimas de desplazamiento forzado interno, dejando que los grupos de civiles armados impongan la ley del fuego.

En este contexto de confrontación violenta, el 22 y el 26 de marzo pasado, se publicaron en redes sociales denostaciones sumamente graves contra el defensor Manuel Olivares Hernández, que ponen en riesgo su vida. Lo señalan como “defensor del narco”.  Se obstinan en descalificar su trabajo por asumir la defensa de las víctimas de desplazamiento forzado interno del municipio de Leonardo Bravo.

Por la forma en que están escritos los mensajes, hay fundados temores de que se atente contra la vida del compañero Manuel Olivares Hernández y de la compañera Teodomira Rosales Sierra. Esta situación ha obligado a todo el equipo del Centro José María Morelos y Pavón, de dejar el acompañamiento en terreno que realizan desde hace dos años a familias desplazadas. Ante la descomposición social que se vive en varias comunidades de la sierra a causa de la inacción de las autoridades y por la ley de la metralla impuesta por los civiles armados, hace que la vida de los defensores y defensoras penda de un hilo.

Fuente e imagen: http://www.tlachinollan.org/opinion-alla-en-la-sierra-de-guerrero-donde-la-vida-no-vale-nada/

Publicado originalmente en Desinformémonos

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Irak: Los docentes recaudan fondos y apoyan a las familias desplazadas y desfavorecidas

Asia/Irak/PrensaIE

El Iraqi Teachers’ Union ha movilizado a sus miembros para respaldar a las personas más afectadas por el brote de COVID-19 y las medidas adoptadas para contenerlo. Asimismo, el sindicato lleva a cabo una campaña de información destinada a concienciar sobre la crisis y sobre las mejores formas de evitar la infección.

Irak: Los docentes recaudan fondos y apoyan a las familias desplazadas y desfavorecidas

El Iraqi Teachers’ Union ha movilizado a sus miembros para respaldar a las personas más afectadas por el brote de COVID-19 y las medidas adoptadas para contenerlo. Asimismo, el sindicato lleva a cabo una campaña de información destinada a concienciar sobre la crisis y sobre las mejores formas de evitar la infección.

Al comienzo de la crisis, el Iraqi Teachers’ Union (ITU) abogó por el cierre de escuelas a nivel nacional a fin de proteger a estudiantes, docentes, personal escolar y comunidades enteras. El sindicato argumentó que la infraestructura sanitaria de Irak no podría asumir una crisis de esta magnitud. Desde entonces, se ha procedido al cierre de centros escolares en todo el país, como parte de la estrategia del Gobierno para frenar la pandemia. 

La labor del ITU se centra actualmente en evitar la propagación de la enfermedad y ayudar a minimizar las consecuencias del brote en los estudiantes y en las comunidades. 

El afiliado de la Internacional de la Educación ha lanzado una campaña en línea que proporciona información correcta sobre la enfermedad y sobre las mejores formas en que los estudiantes, los docentes y la sociedad pueden protegerse de la infección. 

Además, el sindicato ha puesto en marcha una iniciativa para recaudar fondos y brindar apoyo a las familias desplazadas y desfavorecidas, así como a las que se encuentran en comunidades remotas. La campaña ya ha desplegado a equipos de sindicalistas docentes en varias regiones que recaudan fondos, compran alimentos, los empaquetan y los distribuyen a las personas que los necesitan. 

 Fuente: https://www.ei-ie.org/spa/detail/16711/irak-los-docentes-recaudan-fondos-y-apoyan-a-las-familias-desplazadas-y-desfavorecidas

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La vida en Siria: cuando ir al colegio es un peligro de muerte

Por: UNICEF

Pasan los días, las semanas, los meses y los años y la guerra en Siria no pierde ni un ápice de crueldad. Los niños son víctimas directas de un conflicto que la gran mayoría no entiende, pero que les obliga a madurar de golpe.

Las cifras no ocultan esta dura realidad: ni algo tan básico y esencial en la infancia como es ir al colegio se les permite con normalidad. De hecho sus vidas peligran incluso ahí, cuando acuden a los colegios a aprender. Tal y como denuncia Unicef hoy la mitad de los niños sirios no irá a la escuela, lo que significa que 2,8 millones de niños y niñas en un país que sufre desde hace 5 años las consecuencias de una guerra aterradora no pueden acceder a su derecho a la educación.

En un país absolutamente desagarrado y destruido por la guerra, los niños viven y mueren entre ruinas y bombardeos. Crecen entre escombros y miedo. Uno de cada tres colegios en Siria está demasiado dañado para poder dar clases, o está totalmente destrozado, o se usa como refugio para personas desplazadas internamente, según denuncia la organización.

Durante este año Naciones Unidas ha registrado 84 ataques a colegios de toda Siria, dejando al menos 69 niños muertos y muchos más heridos. La violencia que aumenta sin cesar, los desplazamientos y el continuo deterioro de las condiciones económicas fuerzan a los niños a abandonar el colegio, negándoles el derecho a la educación

La semana pasada el ataque contra 2 colegios en Alepo dejaron 8 niños muertos. En otro colegio de al-Qarma, cerca de Damasco, un impacto directo ha dejado una niña muerta y otros 15 heridos. Estaban en clase de matemáticas. En ciudades de toda Siria los niños y niñas superan peligros todos los días para poder seguir aprendiendo. Muchos arriesgan sus vidas cada día para, simplemente, ir de su casa al colegio.

Por todo eso desde UNICEF piden a todas las partes en el conflicto que protejan a los niños y a todos los civiles, respetando sus obligaciones de acuerdo con el Derecho Internacional Humanitario.

Estas imágenes muestran cómo es el día a día de los más pequeños, esos a los que en cualquier país del mundo habría que proteger por encima de todas las cosas, haciendo de sus infancias un sueño. En Siria, al menos por ahora, esa es una realidad que está más que lejos.

  • © UNICEF
    Familias desplazadas de diferentes zonas rurales de Damasco y Dar’a han buscado refugio en tiendas. El colegio temporal recibe 80 alumnos cada día.
  • UNICEF
    Aprenden a escribir y leer tanto en árabe como en inglés, y conocimientos básicos de matemáticas. “No hay un solo espacio ni una tienda extra que podríamos haber usado como espacio para las clases”, afirmaba Muhammad (no es su nombre real), un profesor en este colegio.
  • UNICEF
    Los niños están divididos en cuatro grupos en función de su edad y conocimientos. Cada uno de los grupos cuenta con uno de los cuatro profesores, dos hombres y dos mujeres.
  • En Siria 2,8 millones de niños están fuera del colegio, según cifras de noviembre de 2016. Los colegios siguen siendo atacados, dañados y destruidos.
  • UNICEF
    “Limpiamos el centro donde se almacenaba el pienso y lo convertimos en un colegio donde 80 niños vienen a diario para aprender a leer y escribir, tanto en árabe como en inglés, y conocimientos básicos de matemáticas”, declara Muhammad.
  • UNICEF
    “Los niños tienen que compartir sus cuadernos. Tenemos una grave falta de material escolar. Se rotan para usar los únicos 6 pupitres de los que disponemos”, dijo Mona, una antigua profesora del área rural de Dar’a.
  • UNICEF
    En lo que vamos de 2016 se han registrado 84 ataques a colegios, con un saldo de 69 niños muertos. UNICEF ha llegado a 3,2 millones de niños con material educativo, como mochilas o libros de texto.
  • UNICEF
    Un grupo de niños en colegio temporal en Dar’a, en Siria. A pesar de la violencia que se extiende por todo el país, niños y profesores abnegados hacen todo lo posible para que la educación siga funcionando.
  • UNICEF
    Hoy en día no hay un lugar seguro en Siria para que los niños aprendan o jueguen. Usan instalaciones subterráneas como refugio, sótanos y cuevas para protegerse de una guerra en la que han crecido sin conocer otra cosa.
  • UNICEF
    Están agrupados en función de su edad y conocimientos en cuatro grupos, cada uno con uno de sus cuatro antiguos profesores, también desplazados.
  • Fuente: http://www.huffingtonpost.es/2016/12/02/siria-ninos-colegio_n_13370810.html

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