Saltar al contenido principal
Page 1 of 2
1 2

Mundo: Escuelas privadas como impulsoras de la segregación social: ¿Por qué hay que regularlas?

Mundo/12-11-2021/Autor(a) y Fuente: redclade.org

La proporción de estudiantes que se matriculan en escuelas privadas está aumentando a nivel mundial y el acceso a las mismas es socialmente desigual. Los Estados tienen el poder para regular y controlar las escuelas privadas

El porcentaje de estudiantes que asisten a escuelas privadas ha aumentado considerablemente en las últimas tres décadas. Esta expansión se observa no sólo en los países en desarrollo y emergentes, sino también en algunos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE).

El estudio Private schools as drivers of social segregation, de Rita Nikolai y Marcel Helbig, muestra que incluso en Alemania – país considerado con una baja proporción de estudiantes en escuelas privadas según los estándares internacionales – la asistencia a escuelas privadas ha aumentado en las últimas dos décadas.

En todo el mundo, de acuerdo al documento, la proporción de matriculación a escuelas primarias privadas ha aumentado en 10 puntos porcentuales, del 9% (1990) al 19% (2019). En la educación secundaria, la proporción de estudiantes en escuelas privadas es aún mayor (27% en 2019). Los colegios privados, a los que los Estados conceden importantes subvenciones y que reciben subsidios por más del 50% de sus costes, son los que se están expandiendo más rápidamente.  En el caso de Alemania, a menudo es el propio Estado el que contribuye a la expansión de las escuelas privadas subvencionándolas. En general, solo las subvenciones estatales hacen posible la fundación de nuevas escuelas privadas, especialmente si las mantienen organismos financieramente débiles (por ejemplo, iglesias libres, comunidades religiosas, iniciativas de padres y madres, fundaciones no confesionales, etc.).

La expansión mundial de las escuelas privadas hizo que el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (CDH) adoptara en 2016, por primera vez en su historia, una resolución en la que se pedía a los Estados miembros del CDH que regularan más estrechamente su educación privada. En esta histórica resolución influyó el temor a los efectos negativos de la creciente mercantilización de la educación y expansión de la segregación social.

Teniendo en cuenta la declaración del CDH y el caso de Alemania, el estudio mencionado analiza qué pueden hacer los Estados para regular la actuación del sector educativo privado y cuáles son algunas de las motivaciones que promueven la privatización educativa. La investigación decide enfocarse en Alemania porque (todavía) tiene una cuota baja de escuelas privadas en comparación internacional, pero subvenciona generosamente a las escuelas privadas.

La elección de escuelas privadas

En el artículo, también se identifican diversos motivos de los padres y las madres de familia por elegir escuelas privadas. Tal como varios estudios señalan, a las escuelas privadas acuden más los niños y las niñas cuyos padres y madres tienen un estatus social más alto, un nivel de educación superior y/o unos ingresos más elevados, lo que genera una segregación social. Sobre todo, en las zonas urbanas, donde los padres y las madres tienen más posibilidades de elegir entre distintos tipos de escuelas, perfiles escolares y proveedores, los estratos sociales más altos tienden a matricular a sus hijos e hijas en escuelas privadas en lugar de en escuelas públicas, con lo que se aíslan socialmente.

Otro factor que a menudo puede influir en la decisión de las familias es la creencia de los y las acudientes en que los colegios privados prometen una mejor educación escolar y/o un mejor ajuste entre su propio entorno familiar y los valores que se enseñan en un colegio privado. La distinción social, es decir, la separación consciente de ciertos grupos especiales, también puede ser un motivo para la elección.

El estudio también detalla que las reformas destinadas a reducir las desigualdades sociales en el sistema escolar siempre pueden desencadenar reacciones de los estratos sociales más altos. Los padres y las madres de los estratos sociales más altos sólo aceptan esas reformas escolares si obtienen opciones para reproducir su estatus social. En Alemania, madres y padres han recurrido en los últimos años a las opciones de escolarización privada y han agravado las desigualdades sociales entre las escuelas públicas y las privadas. En las zonas urbanas, la segregación social de las escuelas también refleja siempre la segregación social de los barrios residenciales. Si hay muchos niños y niñas en situación de pobreza viviendo en un barrio, también habrá muchos niños y niñas en esta misma condición en la escuela local. Esto mismo ocurre en barrios residenciales más adinerados donde se encontrarán niños con la misma condición en la escuela local. Así pues, la segregación social de las escuelas es siempre una expresión de las desigualdades sociales de una sociedad.

Segregación social

En vista de la creciente expansión de las escuelas privadas y sus impactos en la segregación social, se plantea la cuestión de la política educativa de cómo reducir las desigualdades educativas y crear igualdad de oportunidades educativas. En el caso de Alemania, los autores recomiendan que, si hay escuelas privadas subvencionadas por el Estado, sean completamente transparentes y, en caso de accesibilidad social, las escuelas privadas podrían suprimir completamente las tasas escolares o eximir a las familias con bajos ingresos del pago de las tasas escolares, si no pueden pagarlas.

Como forma de regulación, también recomiendan que haya un límite en los ingresos totales de las escuelas privadas. Si los desequilibrios financieros entre las escuelas públicas y las privadas son demasiado grandes, las escuelas privadas serán más atractivas y atraerán aún más dinero. Demasiados ingresos privados conducen a una disminución de la financiación estatal.

Para leer más sobre el caso de Alemania y cómo el Estado puede controlar y regular la proliferación de escuelas privadas, puede acceder al estudio de Nikolai y Helbeig aquí (disponible en inglés): Private schools as drivers of social segregation.

Fuente: https://redclade.org/noticias/escuelas-privadas-como-impulsoras-de-la-segregacion-social-por-que-hay-que-regularlas/

Comparte este contenido:

Pedagogía de la Democracia

Por: Héctor Rodríguez Cruz

Las libertades democráticas se degradan cuando no sirven para resolver problemas sociales agudos, permitiendo que muchos se queden atrás.

Tiene razón Norberto Bobbio cuando afirma que la democracia se ha convertido en estos años en el denominador común de todas las cuestiones políticamente relevantes, tanto teóricas como prácticas. También cuando plantea que “la democracia no puede prescindir de la virtud, entendida como amor a la cosa pública, pues al mismo tiempo debe promoverla, alimentarla y fortalecerla”.

Desde esta perspectiva, la democracia requiere de ciudadanos activos, no pasivos. En general los gobernantes prefieren a los segundos más que a los primeros porque es más fácil mantenerlos controlados como sujetos dóciles e indiferentes. Pero la democracia necesita de los primeros.

 Siendo que la democracia, como eje de la convivencia, precisa de personas capaces de participar activamente en la construcción y mejora de la vida colectiva se hace necesario acercar la democracia a los ciudadanos y los ciudadanos a la democracia.

En este sentido, muchos países de Latinoamérica y de Europa vienen desarrollando proyectos de educación para la democracia, mediante  una “pedagogía de la democracia” que empieza por aplicar el principio básico y rector de este sistema de convivencia, que es, la participación: el derecho de todo individuo a opinar, a proponer y a gozar en igualdad de condiciones de todos los bienes y servicios públicos.

¿Qué tanto requiere nuestro país incentivar la pedagogía de la democracia? Pareciera que mucho. Según el Informe Regional de Desarrollo Humano 2021 del Programa  de las Naciones Unidas para el Desarrollo, PNUD, divulgado a finales del mes pasado, al 68% de los dominicanos le resulta indiferente tener o no un gobierno democrático y el 50% da por bueno y válido el que el Presidente de la república pueda manejar los medios.  ¿Realidad o percepción? ¡Las cifras alertan y provocan!

 El Informe deja una llamativa lección aprendida: la necesidad de promover el conocimiento de la democracia en la cotidianidad política y social para reconocerla, amarla, vivirla, practicarla, defenderla y exigirla. Los defectos de la democracia demandan más democracia, y en ningún caso menos.

Provoca también la necesidad de un amplio debate nacional sobre la situación presentada, incluyendo el impacto presente y futuro en la democracia dominicana vista desde la óptica del  presente gobierno democrático.

Pese a su importancia, muchas personas perciben a la democracia como algo lejano, abstracto, inalcanzable e, incluso, como algo difícil de comprender y de aplicar. Pocos saben definirla o describirla, aunque tengan una leve idea que es algo bueno,  importante, algo por lo que las personas están dispuestas a luchar. Se requiere “intencionar” deliberadamente el aprendizaje sobre la democracia.

La educación para la democracia debe ser asumida por las escuelas públicas, colegios, universidades y centros de capacitación para el trabajo, destacando los procesos de toma de decisión que realmente les permiten a los niños, jóvenes y adultos formarse integralmente para incorporarse a una sociedad democrática.

Para que las instituciones educativas puedan asumir el compromiso de educar para la democracia deben contar con profesores bien formados mediante una pedagogía de la democracia que los sensibilice, motive y capacite para fomentar espacio democráticos de aprendizaje, disciplina, discusión pública y convivencia.

Sin embargo,  la formación democrática  será responsabilidad principal de la familia, lugar donde se cultiva la formación en valores, requisito indispensable para el surgimiento de una convivencia democrática basada en el respeto a los derechos de los demás.

Pero la educación para la democracia debe ser también responsabilidad de todas las  instituciones y organizaciones públicas y privadas entre las se cuentan los medios de comunicación, las instituciones políticas y electorales, las instituciones religiosas,  militares,  policíacas y comunitarias, los gobiernos locales,  los gremios profesionales y otras instancias de la sociedad civil. De lo que se trata es de despertar en todos los dominicanos, gobernantes y gobernados, un compromiso activo con la democracia.

La promoción y compromiso con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ODS, constituyen también un vigoroso referente democrático que no sólo expresa la urgencia de amplias necesidades y reivindicaciones colectivas, sino que también representa la expresión de las deudas incumplidas de las democracias. Siendo, además, que las libertades democráticas se degradan cuando no sirven para resolver problemas sociales agudos, permitiendo que muchos se queden atrás.

Una pedagogía de la democracia conducirá a una “democracia vigorosa”, que no surge espontáneamente, sino que es el resultado del esfuerzo consciente de ciudadanos que asumen y ponen en funcionamiento las capacidades de: reivindicación; deliberación; indignación y sentido de lo justo; agencia con sentido práctico; memoria y promesa.

Cada una de esas capacidades está ligada a uno de los atributos que se postulan como propios de una democracia vigorosa en el mundo actual, “entendida como un sistema de gobierno y un conjunto de prácticas que configuran un modo de vida deseable por resultar dignificante”.

Hagámoslo posible aquí. ¡Pongamos en práctica la pedagogía de la democracia!

Fuente: https://acento.com.do/opinion/pedagogia-de-la-democracia-8961689.html
Comparte este contenido:

Las Reformas Educativas desde los Gobiernos Parte I

 Juan Carlos Miranda Arroyo

Ayer llegó a mi escritorio virtual un libro de Fernando Reimers (coordinador): “Propuestas Educativas Audaces”, de reciente publicación, sobre las Reformas Educativas que se han experimentado en diferentes países del mundo (1). Fernando Reimers, es un reconocido investigador educativo, quien trabaja en la Universidad de Harvard.

A continuación, comparto una selección de textos correspondientes al capítulo 1 del mencionado libro, denominado: “Reflexión multidimensional sobre un cambio educativo ambicioso”, escrito por el mismo Reimers, donde presenta un análisis y reflexiones de interés para quienes se interesan en el estudio de las reformas educativas. Entre algunos párrafos inserté algunos comentarios sobre el tema.

“El argumento central del capítulo es que las reformas educativas se pueden enmarcar de cinco maneras alternativas, dependiendo de los elementos del proceso de cambio educativo que resalten: culturales, psicológicos, profesionales, institucionales y políticos.”… “El análisis muestra que, en la práctica, ninguna de las reformas adopta un enfoque multidisciplinario exhaustivo basado en estas cinco perspectivas. Las perspectivas institucionales y políticas son más habituales, mientras que la perspectiva cultural y la psicológica lo son menos.”

Como se puede apreciar, existe un reconocimiento, por parte de Reimers, sobre el papel desequilibrado (o recargado) que han jugado las perspectivas institucionales y políticas en el diseño y la puesta en operación de las reformas educativas en diferentes naciones, en detrimento de las perspectivas educativas, pedagógicas y psicológicas.

“Examinamos también qué se sabe acerca de la implantación de esas reformas, incluido cómo fueron recibidas, qué retos afrontaron, y, en los casos en los que se encuentran disponibles, los datos acerca de los resultados que se consiguieron con esas reformas.”

En el libro se muestra “cómo emprenden los sistemas de educación un ambicioso conjunto de objetivos, pensados para que la enseñanza responda mejor a las demandas de un medio externo cambiante, ilustren la dinámica del cambio educativo y aumenten nuestra comprensión de las instituciones educativas.”

“Buena parte del conocimiento preexistente, basado en gran medida en el análisis de los intentos de reforma educativa llevados a cabo en Estados Unidos, sostiene que las instituciones de enseñanza cambian muy poco en respuesta a los mandatos políticos, en especial en lo referente a la transformación de los principios fundamentales básicos de la enseñanza (Tyack y Tobin 1994; Tyack y Cuban 1997; Olson 2003).”

Esto confirma o reafirma nuestra hipótesis, planteada en varios textos publicados en este medio y en mi próximo libro (“La crisis del Reformismo Educativo en México”), con sustento en los estudios registrados en Canadá y EU, en el sentido de que las reformas educativas producen bajo o “muy poco” impacto, desde su perspectiva y diseño político-institucional, hacia la transformación o el cambio en los procesos de enseñanza, y en las necesidades y diversidades de los aprendizajes a lo largo de la vida.

“La tesis de este capítulo introductorio, -afirma Reimers- ilustrada por los casos prácticos presentados en los capítulos que siguen, es que cuando los dirigentes públicos reforman la educación se basan en modelos del sistema educativo que resaltan una o varias de las siguientes cinco dimensiones: cultural, psicológica, profesional, institucional o política. En teoría, este marco multidimensional, que desarrollo de forma más completa en otro libro reciente (Reimers 2020), cumple tres propósitos. 1) Examinar la coherencia interna; 2) Cómo abordar de manera amplia el proceso de cambio; y 3) Reflexionar sobre la interdependencia de estas cinco dimensiones.

“Los capítulos de este estudio revelan que, si bien todas estas dimensiones son útiles para ilustrar determinados aspectos del sistema educativo y del proceso necesario para cambiarlo, ninguno de las reformas incluidas en este estudio muestra un enfoque amplio, que abarque acciones que reflejen las cinco dimensiones.”

Lo cual da cuenta de la enorme complejidad que está implicada en los procesos de diseño, puesta en operación y evaluación de las reformas educativas nacionales. Por cierto, los países referidos en el libro son: Brasil, Finlandia, Japón, México, Perú, Polonia, Portugal y Rusia.

“El examen de las reformas analizadas en este libro siguiendo este método revela que, en la práctica, estas reformas se abordan a través de uno o dos de estos marcos, pero rara vez los usan todos de manera general. En la lógica de las perspectivas usadas por las reformas, a menudo falta coherencia. Estos capítulos ilustran también que las estrategias seguidas para transformar la educación pública carecían de una secuencia clara y coherente sobre las fases del proceso de cambio educativo.

Sin embargo, a pesar de estas deficiencias, estos casos muestran que los gobiernos tienen capacidad para transformar significativamente a las instituciones educativas, mediante normas, reglamentaciones y asignación de recursos económicos, y que están buscando decididamente una educación que intente equipar a los estudiantes con un conjunto de competencias más amplio que el que ha constituido la norma en el pasado.

Estos casos ilustran también la globalización de las instituciones de reforma. Ideas similares animan las distintas iniciativas examinadas en este libro, como el deseo de insertar en los planes de estudios una serie de competencias transversales centradas en ámbitos socioemocionales. Asimismo, instrumentos y organizaciones similares se encargan de respaldar estos esfuerzos.”

El problema es que los gobiernos nacionales y las élites dirigentes, gubernamentales y no gubernamentales, han demostrado, reforma tras reforma, que los intentos de transformación educativa centralizados y “desde arriba”, fracasan, sobre todo cuando no se desarrollan procesos de deliberación ciudadana ni se promueven amplios espacios de participación social y de los gremios magisteriales en dichos procesos.

Fernando Reimers también explica de esta manera el marco general del libro: “Empleamos un esquema temático común para efectuar los estudios y redactar los capítulos, presentando resultados que abarcan los siguientes temas (a partir de preguntas):

“¿Cuál era el propósito de la reforma? ¿Qué marco temporal abarcaba? 2. ¿Cuál es el argumento principal apoyado por esta reforma? ¿Qué fuentes de prueba se usaron? ¿Cuál es el argumento principal apoyado por esta reforma? ¿Qué fuentes de prueba se usaron?

“¿Cuál era el contexto que precedió y dio lugar a la reforma? ¿Formaba esta reforma parte de la agenda de un nuevo gobierno? ¿Fue una respuesta a la crisis económica? ¿Cuáles fueron los antecedentes educativos de esta reforma? ¿Cuáles fueron los factores que dieron ímpetu a una agenda reformista? ¿Hubo influencias extranjeras de algún tipo? ¿Influyeron en el contexto evidencias o ideas internacionales?

“Descripción de la reforma: ¿Qué objetivos se buscaban? ¿Cuáles fueron los componentes clave de esta reforma (cambio de ley, presupuesto, planes de estudios, evaluación, etcétera)? ¿Cuál fue la teoría de cambio en la que se basó? ¿Quién participó en su diseño y aplicación? ¿Cómo se relacionan los objetivos educativos de la reforma del país con la idea de competencias para el siglo XXI, la amplitud de las capacidades o el desarrollo cognitivo y sociológico? ¿En qué resultados y capacidades específicos hacía hincapié la reforma?

“¿Qué componentes concretos de la reforma están directamente relacionados con el desarrollo de las competencias para el siglo XXI en los estudiantes? ¿Cómo se aplican? Descripción de los programas específicos que desarrollan competencias para el siglo XXI (planes de estudios, evaluación, autonomía de los centros educativos, alianzas, programas específicos empleados en los centros educativos, como el aprendizaje por proyectos o programas concretos de desarrollo profesional de los docentes).

“¿Cuáles fueron las diversas fases de aplicación de la reforma? ¿Quién participó? ¿Cómo se coordinan los gobiernos (federales/locales) con otras partes interesadas? ¿Qué se sabe de la política de la reforma? ¿Qué factores respaldaban su puesta en marcha? ¿Cuáles la impedían? ¿Qué sabemos de los resultados alcanzados por la reforma hasta el momento? ¿Se han evaluado? ¿Cuáles son los desafíos? ¿Qué sabemos de los resultados alcanzados por la reforma hasta el momento? ¿Se han evaluado? ¿Cuáles son los desafíos?”

El caso de la Reforma Educativa en México (2013)

“El Capítulo 5 examina la ambiciosa reforma educativa de México, que formó parte de una serie de reformas estructurales emprendidas durante la administración presidencial de 2012-2018. La reforma incluía la creación de mecanismos para profesionalizar la actividad docente, la eliminación de la participación del sindicato de enseñanza en el nombramiento de profesores, y planes de estudios nuevos y ambiciosos, que se centraban en las competencias para el siglo XXI. Aunque la reforma detallaba qué capacidades docentes eran esenciales y debían evaluarse, la inversión en formación del profesorado fue modesta en relación con la que hacía falta para desarrollar las capacidades necesarias para poner en marcha el nuevo currículo.”

“Una de las razones para la reforma fueron los bajos niveles de rendimiento y la desigualdad en los resultados académicos, documentada por evaluaciones nacionales e internacionales, así como la información sobre las prácticas pedagógicas y la formación inicial de docentes documentada por los estudios de la OCDE sobre características y pedagogía del profesorado (OCDE 2019a). La reforma incluía cinco componentes: nuevos planes de estudios; más autonomía para los centros educativos y un claro foco en el aprendizaje; trayectorias profesionales para los docentes, incluida una reforma de la formación del profesorado; atención especial a la equidad y la inclusión; y un método de gestión que potenciara la participación de las familias. La reforma de la carrera de docente ha sido el aspecto más controvertido de los cambios, porque exigía introducir evaluaciones para determinar el rendimiento de los profesores.”

Cabe resaltar que en la narrativa expuesta por Reimers, el investigador de Harvard no registra las resistencias y oposición a las reforma educativa de 2013, que se generó desde las bases magisteriales en contra de los esquemas de evaluación de la docencia y de las figuras directivas escolares, con impacto en la permanencia en el empleo.

“La reforma curricular se centra claramente en las competencias para el siglo XXI, y el objetivo de hacer que la enseñanza tenga en cuenta las necesidades del siglo XXI aparece de manera central en todos los documentos clave de la reforma.”

Así es: el enfoque teórico y metodológico, no sólo de la reforma educativa de 2013, ensayada en México, sino en los intentos de reformas anteriores (2004, 2006, 2009 y 2011) y de la actual, del gobierno de la “4T” (2019), está basado en el “modelo competencial”.

Lo cual significa que hay continuidad, no cambio de fondo.

“Se desarrollaron estándares de rendimiento para cada uno de los apartados en los cuatro ciclos de enseñanza obligatoria: preescolar, primaria, secundaria y bachillerato. Estos objetivos se sometieron a consulta pública y posteriormente se comunicaron ampliamente a educadores y otras partes interesadas. El ministerio de educación (SEP) desarrolló un marco de competencias ajustado a los estándares.

El marco tiene tres ámbitos: conocimientos académicos, desarrollo social y personal (que incluye el aprendizaje socioemocional) y autonomía curricular que permita a los centros educativos diseñar sus propios planes de estudios, teniendo en cuenta las necesidades educativas y los intereses individuales de los alumnos.”

Tampoco menciona el doctor Reimers que las dos consultas llevadas a cabo por el gobierno mexicano, a través de la SEP, se hicieron sobre hechos consumados. De manera coloquial, las maestras y los maestros de la educación básica en nuestro país, a eso le llamaron “dar atole con el dedo”.

Así continúa la narrativa del académico Reimers: “Sin embargo, cuando comenzó la aplicación de la reforma, al Gobierno le quedaban solo 18 meses en el poder. Los planes de estudios se difundieron ampliamente mediante cursos en Internet, aunque no se realizó ningún esfuerzo concreto para desarrollar aptitudes pedagógicas que ayuden a transmitir las nuevas competencias. La reforma se diseñó y aplicó desde arriba, ofreciendo pocas oportunidades de participación a los docentes y otros grupos, incluidas las organizaciones de la sociedad civil. Un área en la que sí participó la sociedad civil fue en la porción “autónoma” de los planes de estudios, que abría oportunidades para que los colegios desarrollasen un currículo local en alianza con organizaciones educativas de la sociedad civil. La llegada de un nuevo Gobierno debilitó la aplicación de la reforma.”

Aunque Reimers reconoce que esa reforma peñanietista “…se diseñó y aplicó desde arriba, ofreciendo pocas oportunidades de participación a los docentes y otros grupos”, es importante mencionar que ese gobierno en el poder, del periodo 2012-2018, tiene nombres y apellidos: Fue un gobierno de hegemonía priista, que en ese entonces hizo una coalición política con las supuestas oposiciones políticas para emprender las “reformas estructurales”, a través del llamado “Pacto por México”, con el acompañamiento de los partidos PAN y PRD.

En una segunda parte de esta entrega, ampliaré mis comentarios y reflexiones en torno a esta selección de fragmentos del libro referido.

Fuente consultada:

(1) Fernando M. Reimers (Editor) Propuestas Educativas Audaces. La transformación de los objetivos de los sistemas educativos desde los Gobiernos. 1ª edición. Enero 2021. Edita: UCJC Stamp. Impreso en España.

jcmqro3@yahoo.com


Publicado en SDPnoticias
Fuente e Imagen: https://profelandia.com/las-reformas-educativas-desde-los-gobiernos-parte-i/
Comparte este contenido:

Conjeturas sobre el futuro del capitalismo y el “protosocialismo”

Desde la más remota antigüedad guerras, inundaciones, terremotos, sequías, hambrunas y pestes han sido las parteras de profundos cambios experimentados por las sociedades que padecieron estas adversidades.

Historia y contexto actual

Las dos guerras mundiales del siglo veinte influenciaron decisivamente la restructuración no sólo económica sino también política y social de buena parte de las naciones afectadas por estos conflictos.

Lo mismo ocurrió con la Gran Depresión de los años treinta, que fue un ominoso paréntesis entre ambas conflagraciones mundiales en donde el bajón económico y el desempleo masivo se combinaron con el auge de los fascismos. La peste negra en Europa mató aproximadamente a un tercio de su población entre 1347- 1353 y fue el preludio de lo que de la mano de Francesco Petrarca y Giovanni Boccaccio se conocería tiempo después como el Humanismo, la gran renovación de la cultura europea. La Gran Peste de Londres (1665-1666) aniquiló a unas 100.000 personas, la cuarta parte de su  población. Una de sus consecuencias políticas fue el debilitamiento del absolutismo monárquico que, tiempo después, abriría las puertas a la victoria del Parlamento sobre la Corona en lo que los ingleses han dado en llamar “la Revolución Gloriosa” (1688-1689). Guerras y pestes tienen un enorme y variado impacto. Señalemos tan sólo uno, usualmente subestimado: el exterminio de una parte de la población y la consiguiente reducción de la mano de obra disponible modifica la relación de fuerzas entre la burguesía y la aristocracia –la clase dominante- y sus trabajadores. Tanto los campesinos enfeudados en la época medieval o los obreros y jornaleros en la Londres de mediados del siglo XVII mejoraron sus ingresos reales (de diverso tipo) más del doble después de esas plagas.[1] Y lo mismo ocurrió después de las grandes guerras del siglo pasado, especialmente de la Segunda. Sin duda, la recuperación de la fuerza de las izquierdas y el movimiento obrero jugaron un papel fundamental en esa recomposición progresiva de la distribución del ingreso. Pero los veinte millones de muertos caídos en los principales países de Europa Occidental (aparte de los 29 millones caídos en la URSS) fueron un factor de indudable gravitación que modificó el la conciencia pública de la época y facilitó una significativa mutación en la relación de fuerzas entre capitalistas y trabajadores.

Como no podía ser de otra manera ante un acontecimiento absolutamente único en la historia universal y que además entraña una mortal amenaza para la población mundial, el coronavirus ha desatado un torrente de reflexiones y análisis que tienen como común denominador la intención de dibujar los difusos  -aunque no  inescrutables contornos- del tipo de sociedad y economía que nacerán una vez que el flagelo haya desaparecido. Sobran las razones para incursionar en esa clase de especulaciones, ojalá que bien informadas y controladas, porque si de algo estamos completamente seguros es que la primera víctima fatal que se cobró el COVID-19 fue la versión neoliberal del capitalismo, lo cual no es poca cosa luego de haber sufrido casi medio siglo de la pandemia del virus neoliberal, como solía llamarlo Samir Amin. Y si lo que hasta ayer era “normal” (por ejemplo, que los gobiernos permitieran, cuando no impulsaban abiertamente, que la atención médica o la venta de medicamentos fuesen lucrativos negocios) hoy constituye una aberración repudiada por grandes sectores de las sociedades contemporáneas que ante la visión dantesca de centenares de muertos apilados en grandes ciudades o enterrados en fosas comunes cae en la cuenta de lo absurdo de dicha política.[2] Y decimos la “versión” neoliberal del capitalismo porque no creemos que el virus en cuestión obre el milagro de acabar no sólo con el neoliberalismo sino también como la estructura que lo sustenta: el capitalismo como modo de producción y como organización económica internacional. Pero algo es algo y la era neoliberal ya es un cadáver aún insepulto pero imposible de resucitar. ¿Qué ocurrirá con el capitalismo a raíz de esta pandemia? En las próximas líneas ofreceremos algunas conjeturas al respecto.

Fin de una época

Lo primero que podemos afirmar con total certeza es que el mundo que brotará de las ruinas dejadas a su paso por  esta pandemia, la primera realmente global en la historia, no será la alegre continuidad del que le precedió. Consternado, Henry Kissinger, impune criminal de guerra, protagonista y atento observador de la realidad internacional lo reconoció en una nota publicada en la edición del fin de Semana del Wall Street Journal cuando escribió que “el mundo jamás volverá a ser el mismo luego del coronavirus.”[3]  La Gran Depresión, la Segunda Guerra Mundial y la reconstrucción keynesiana de la posguerra habían detenido por un tiempo el primado de las ideas liberales que predominaban desde mediados del siglo diecinueve. La bancarrota de la “ortodoxia”, como acostumbraba decir Raúl Prebisch, dio nacimiento a los “veinticinco años gloriosos” de la historia del capitalismo, transitados entre 1948 y 1973, momento en que el ciclo keynesiano comienza a derrumbarse. No obstante la restauración del viejo paradigma de gobernanza macroeconómica, ahora bajo el engañoso nombre de “neoliberal”, fue impotente para hacer retroceder el reloj de la historia hasta las vísperas del crack de la bolsa neoyorquina en octubre de 1929. Por más que se esforzaron los gobiernos de la oleada neoconservadora y neoliberal que azotaron tantos países luego del agotamiento del ciclo keynesiano sus intentos de regresar al “estado mínimo” del pasado y de emancipar a los mercados de cualquier tipo de regulación pública terminaron en un rotundo fracaso. El enorme crecimiento del gasto y el empleo públicos así como  los avances en la regulación de los mercados no pudieron ser revertidos. Hubo sí una excepción porque el capital financiero habiendo resuelto a su favor la pugna con la burguesía industrial y convertido ya en la fracción hegemónica del bloque burgués logró desmarcarse de esa tendencia. Los sucesivos ocupantes de la Casa Blanca arrojaron la borda prácticamente todos los controles que aún quedaban de la época de Franklin D. Roosevelt y, envalentonado, el capital financiero salió a conquistar el mundo. Amparado por una impresionante red de “guaridas fiscales” que gozaban de la protección oficial y alimentan sin cesar al desregulado  “sistema bancario en las sombras” (shadow banking system) en poco tiempo se convirtió en el “gobierno invisible” que tenía en su puño a la mayoría de los gobiernos de los  capitalismos desarrollados. No obstante, en lo tocante al tamaño y el papel del estado los resultados fueron muy distintos. Fracasaron en su empeño restaurador nada menos que Ronald Reagan, Margaret Thatcher así como los gobiernos de centro derecha o derecha de Alemania y Japón. Los datos que sintetizamos en la siguiente tabla son elocuentes y ahorran miles de palabras.

Estas cifras demuestran la magnitud del cambio experimentado por el paradigma de gobernanza macroeconómica del capitalismo después de la Gran Depresión y la Segunda Guerra Mundial y que tiene como una de sus puntales más firmes la vigorosa presencia del estado en la vida económica. Alemania más que triplicó el gasto público entre 1929 y 2011, aún luego del retroceso de casi 5 puntos impuesto por el auge de las ideas neoliberales a partir del derrumbe del ciclo keynesiano. El Reino Unido casi lo duplica entre aquellos mismos años, habiendo llegado a un pico previo al gobierno de Margaret Thatcher de 53.1 %. En Estados Unidos el crecimiento desde 1929 hasta los finales de la Administración Obama fue de doce veces,  y en Japón, otro de los milagros económicos de posguerra, el gasto público se multiplicó por dieciséis. Más estado que mercado era necesario para sostener el proceso de democratización y ciudadanización de la posguerra. Salud, seguridad social, educación, vivienda y todos los bienes públicos que debe ofrecer el estado fueron los motores que impulsaron la creciente centralidad del estado en la vida económica y social. Y los recortes experimentados en los años de la hegemonía ideológica del neoliberalismo no alcanzaron a alterar, en lo esencial, el nuevo equilibrio alcanzado en la posguerra.

El desafío del COVID-19

De lo anterior se desprende que la pandemia que nos atribula está destinada a tener un impacto mayor aún a cualquier otro conocido. El sobrio y siempre muy bien informado Premio Nobel de Economía Paul Krugman escribía el 13 de Abril en el New York Times que “las recientes pérdidas de empleos son apocalípticas: casi 17 millones de trabajadores se inscribieron para recibir su seguro por desempleo en las últimas tres semanas.[4] Pero finales de ese mismo mes esa cifra trepaba por encima de 30 millones de personas, o sea una cifra cercana al 18 % de la fuerza laboral de Estados Unidos. Y a mediados de mayo ya eran 36 millones los que se presentaron por ventanilla a reclamar su precario seguro de desempleo, no todos los cuales lo recibían. Los datos oficiales hablan que al día de hoy la tasa de desempleo es del 11.1 %, después de haber llegado a un pico del 14.8 %, el mayor desde la época de la Gran Depresión.[5]Economistas independientes  sugieren que la tasa de desempleo hoy rondaría mínimo en torno al 16 %, y tal vez más, aproximándose a la registrada en lo más profundo de la Gran Depresión”.[6] Expresiones anteriores de este economista, y otros, apelan a términos completamente desusados en las últimas décadas: “catástrofe”, “desastre”, “hundimiento” son algunos de los más socorridos, oídos por última vez, pero no con tanta unanimidad y tanto tiempo, en la crisis de octubre de 1987.

La respuesta del empresariado estadounidense (emulada por sus homólogos latinoamericanos) ha sido criminal. Naomi Klein ha informado que McDonald’s le negó la licencia paga por enfermedad a 510.000 empleados; Walmart a 347.000; Burger King a 165.000, Marriot a 139.000 y en la Argentina Techint y otras empresas están también adoptando el mismo criterio.[7] No sorprende por lo tanto comprobar que la credibilidad y el respeto por la economía capitalista se han resentido fuertemente en la medida en que en Estados Unidos y en casi todos los países europeos grandes sectores de la sociedad civil han caído en la cuenta que haber hecho de la atención médica y la producción de medicamentos un negocio puede ahora costarle la vida a centenares de miles de personas, si no millones. Por eso Noam Chomsky ha dicho, en una de sus más recientes intervenciones, que el fracaso del libre mercado como ideología ha sido “monumental”, y que la población, aún la menos politizada, ha tomado nota de eso.

Una crisis económica largamente anunciada

Ahora bien, esta crisis económica, por lo que estamos viendo, no fue un rayo en un día sereno ni irrumpió en la vida de los Estados Unidos y los países europeos como un accidente totalmente inesperado. Podría decirse que es la maduración y descomposición final de la “crisis de las hipotecas” (nombre absolutamente engañoso pues la crisis la produjeron los bancos) que fue provisoriamente resuelta cuando los estados capitalistas acudieron en masa a salvar a sus principales bancos, con la excepción del banco de inversiones Lehman Brothers, y trasladando los costos de esa operación a los trabajadores y consumidores. La economía estadounidense tiene básicamente dos motores: el consumo doméstico en el sector servicios (que da cuenta aproximadamente del 70 % del total de la actividad económica) y la industria armamentística, o sea, el complejo militar-industrial. La caída en el consumo en el país del Norte es resultado directo del estancamiento de los salarios reales que padece fuertemente el 50 por ciento más pobre de la población y, de modo apenas un tanto más atenuado, el 30 por ciento restante. Un informe de la revista Forbes, insospechada de simpatías marxistas revela que en Estados Unidos el “salario medio (ajustado por inflación) se encuentra  estancado desde hace más de 50 años, mientras que desde 1950  la remuneración promedio de los CEOs ha crecido en un 1.000 %.” Y agrega otro dato que revela los alcances de este fenomenal incremento en la concentración de la riqueza y su reverso, la desigualdad económica: “en los años 1950s un CEO típico ganaba un salario que equivalía a 20 veces el de su empleado promedio. El último año (se refiere a 2017) la paga promedio de un CEO de las 500 mayores empresas se disparó  exponencialmente a 361 veces más que su trabajador.”[8] Por consiguiente, las ventas caen a causa de la insuficiencia en los ingresos lo que, en muchos casos, se compensa con un endeudamiento de los hogares que, siempre hablando de Estados Unidos, a finales del 2019  ascendía al 76.1 % del PIB, aunque otras estimaciones ubican esta proporción en un nivel aún superior. Lo sorprendente es que un conjunto de naciones europeas son las que encabezan el ranking de los hogares más endeudados del planeta: Suiza, Dinamarca, Australia, Holanda, Canadá y Noruega, todos con un nivel de endeudamiento igual o superior al PIB de sus respectivos países. Corea del Sur, el Reino Unido y Suecia, todos con cifras en torno al 90 % son los tres que le siguen, y EEUU con el guarismo arriba mencionado pero que, en términos de cifras adeudadas supera el PIB de la mayoría de las naciones del mundo.[9]

El estallido de la pandemia fue el tiro de gracia a este proceso, creando una “tormenta perfecta” que como decía Krugman adquiere proporciones apocalípticas. Esto significa que la “salida” de la misma no será como ingenuamente lo manifestara una empresaria neoyorquina cuando aseguró que el ciclo económico entró en una “pausa” y una vez que se controle la pandemia “debes actuar como lo haces en tu casa cuando estás viendo una película en Netflix: oprimes el botón de start” y todo vuelve a funcionar. Eso es una expresión de deseos motivada por su insaciable animus lucrandi, a cualquier precio, más que una reflexión seria sobre cómo economías que están prácticamente en coma pueden comenzar a crecer y adquirir una razonable velocidad de crucero. A diferencia de un automóvil, que puede llegar a una gran velocidad en cuestión de segundos, un avión no parte y ni bien despega de la pista está volando a unos 900 kilómetros por hora y a 39.000 pies de altura. En este sentido puede decirse que la economía es como un avión y no como un automóvil. Todos los pronósticos más serios coinciden en señalar no sólo la profundidad de la crisis sino también que la resolución de la misma no se logrará a plenitud antes de dos o tres años. Jerome Powell, chairman del Federal Reserve Board de Nueva York pronosticó a mediados de mayo que la recuperación económica de Estados Unidos no se produciría antes de fines del 2021.  Eso, en el mejor de los casos y de mediar la aprobación por parte del Congreso de un paquete de ayuda de tres billones de dólares (tres millones de millones de dólares) para inyectar en la economía, reanimar la producción de bienes y servicios en empresas desfallecientes y mejorar los ingresos de los trabajadores que, con la crisis, quedaron al borde de la mera subsistencia y con ínfimas capacidades de consumir otra cosa que no sea estrictamente necesaria para sobrevivir. [10]

La desesperada reacción de Donald Trump en estas últimas semanas obedece a que ve peligrar su re-elección el próximo 3 de Noviembre precisamente por esta razón.[11] Y, para los gobiernos progresistas de la región como los de AMLO en México o Alberto Fernández en Argentina, el gran desafío será tener que gobernar y gestionar eficientemente y, de ser posible, ganar elecciones. Es más:  inclusive evitar que la gravedad de la combinación “pandemia + depresión económica” acabe desalojándolos del gobierno en medio de un tsunami de protestas ciudadanas dando lugar a una inesperada restauración de la derecha radical en ambos países. Para esto los funcionarios civiles y militares del imperio trabajan a destajo porque Washington sueña con tener un continente totalmente sometido a sus mandatos.

No debería causar sorpresa que ante este cuadro se haya producido una significativa revalorización del estado y su papel, lo que  representa un cambio muy trascendente en el clima de opinión de una parte del establishment norteamericano y europeo. Un extenso editorial del New York Times del 9 de Abril señala en su título que esta es “la ocasión de crear una América mejor”, y como subtítulo: “La América que necesitamos.”[12]  Hay un hilo conductor a lo largo del editorial: el viejo orden, se dice, debilitó la trama de la democracia –tema sobre el cual varios intelectuales de ese país venían advirtiendo hace tiempo- y facilitó una concentración del poder económico como no se veía desde hacía un siglo. “En la década pasada la riqueza del 1 % de los hogares sobrepasó la fortuna del 80 % inferior” en la pirámide de riqueza mientras los empresarios, con la complacencia de los gobiernos de turno, combatieron la sindicalización de los trabajadores y fueron beneficiados por toda clase de beneficios tributarios. El resultado: el salario  mínimo federal ha caído sin cesar desde 1968. Lo interesante es la ruta de salida que propone ese periódico: la reconstrucción de un “gobierno justo y activista” pues “no hay alternativas a un estado de ese tipo.” La ciega fe en los mercados da paso a una inversión en el recorrido del péndulo hacia el estado, convocado de urgencia para enfrentar una crisis sanitaria de colosales dimensiones.[13] La crisis ha traído a flor de piel una angustiada percepción de que “la fragilidad del sistema” frente a la crisis tiene su origen en la “expectativa quimérica (¡sic!) de que los mercados harían la labor del gobierno”, cosa que no ocurrió. Lo que sí aconteció fue que las inequidades de los mercados crecieron exponencialmente. El mundo que se viene, en consecuencia, se caracterizará por estar poblado de estados más grandes, más fuertes y más intervencionistas. La duda, no obstante, será determinar al servicio de qué clases y bloques sociales estará puesto este repotenciado protagonismo estatal. Sería ingenuo suponer que la nueva asimetría en la relación estado-mercado vaya necesariamente a jugar a favor de las clases y capas populares. Bien podría ser un “estado capitalista recargado”, dotado de nuevos instrumentos de regulación y cibervigilancia y  que tenga por objetivo refundar al capitalismo sobre nuevas y aún más autoritarias bases.[14] Pero también existe la otra posibilidad: que el proletariado y las capas medias abrumadas por la crisis sean las que controlen ese estado e inicien un camino por una senda que remate en la construcción de un “protosocialismo.” Ambas posibilidades están abiertas y, como siempre, todo dependerá del resultado de la lucha de clases.

¿Un virus revolucionario?

¿Nos coloca la pandemia ante el inminente derrumbe del capitalismo? Simpatizamos mucho con la obra y la persona de Slavoj Zizek, con su valentía para desafiar los saberes institucionalizados, pero esto no nos alcanza para otorgarle la razón cuando sentencia que la pandemia le propinó “un golpe a lo Kill Bill al sistema capitalista” luego de lo cual, siguiendo la metáfora cinematográfica, éste debería caer muerto a los cinco segundos.[15] No ha ocurrido y no ocurrirá porque, como lo recordara Lenin en más de una ocasión, “el capitalismo no caerá si no existen las fuerzas sociales y políticas que lo hagan caer.” El capitalismo sobrevivió a la mal llamada “gripe española”, que ahora sabemos vio la luz en Kansas, en marzo de 1918, en la base militar Fort Riley, y que luego las tropas estadounidenses que marcharon a combatir en la Primera Guerra Mundial diseminaron el virus de forma incontrolada. Los muy imprecisos cálculos de su letalidad oscilan entre 20, 50 y 100 millones de personas, por lo cual no es necesario ser un obsesivo de las estadísticas para desconfiar del rigor de esas estimaciones difundidas ampliamente por diversos medios de comunicación y papers académicos.

El capitalismo sobrevivió también al tremendo derrumbe global  producido por la Gran Depresión, demostrando una inusual resiliencia –precozmente advertida por los clásicos del marxismo- para procesar las crisis e inclusive y salir fortalecido de ellas. Las crisis no son accidentes ni inesperados desvíos de un recorrido prolijamente preestablecido sino acontecimientos periódicos  recurrentes en la historia del capitalismo de los cuales, a falta de una enorme acumulación de fuerzas sociales y políticas socialistas, aquél usualmente sale depurado y fortalecido, con la riqueza más concentrada, monopolios más poderosos y gobiernos más serviciales ante las clases dominantes. Pensar que en ausencia de un sujeto revolucionario –que, en el mundo actual, debe sintetizar la voluntad de una miríada de movimientos sociales y fuerzas políticas de diversos tipos y con intereses muy específicos y no siempre fácilmente articulables- se producirá el derrumbe de un sistema inmoral, injusto y predatorio, enemigo mortal de la humanidad y la naturaleza, es más una expresión de deseos que producto de un análisis concreto. Por ahora ese sujeto revolucionario, o ese haz de sujetos para ser más explícitos, no está a la vista en los capitalismos avanzados, salvo en algunas expresiones embrionarias y dispersas. Zizek tiene razón cuando afirma que a consecuencia de esta crisis la humanidad deberá recurrir, para salvarse, a “alguna forma de comunismo reinventado”. Es posible y deseable, sin dudas. Pero, como casi todo en la vida social, dependerá del resultado de la lucha de clases; más concretamente de si, volviendo a Lenin, “los de abajo no quieren  y los de arriba no pueden seguir viviendo como antes”, cosa que hasta el momento no sabemos. Al fin y al cabo es la lucha de clases y no la lucha de los virus lo que impulsa el proceso histórico. Así como el economicismo reniega de la política y obstruye la comprensión del movimiento de lo real lo mismo hace un “determinismo viral” que soslayaría el protagonismo de los sujetos sociales que son quienes de verdad producen el cambio histórico y le imprimen una cierta dirección.

Por eso mismo todo el marxismo clásico, desde los fundadores hasta Gramsci, pasando por supuesto por Lenin, Rosa Luxemburg, Trotsky y Mao Zedong, enseña que toda coyuntura de disolución del orden social ofrece también, in extremis, una oportunidad para intentar su restauración mediante la fundación de un renovado bloque histórico conservador. Lejano (en el tiempo solamente) del marxismo clásico esa es también la preocupación que expresa István Mészáros a lo largo de su obra en donde nos advierte que jamás hay que menospreciar la capacidad del capitalismo, (siempre entendido como un sistema global de metabolización del capital) para renacer de sus cenizas asumiendo nuevas figuras y así frustrar los planes de sus inexpertos sepultureros.[16]

La historia enseña que la resolución reaccionaria de la crisis de la primera posguerra trajo como consecuencia la aparición de los fascismos europeos; en cambio, su  desenlace progresivo produjo la Revolución Rusa.  Seríamos necios si nos empeñásemos en desconocer que esta actual coyuntura crítica  alberga en su seno otro posible desenlace más allá de un “comunismo renovado”, que Zizek identifica muy claramente: “la barbarie”, la reafirmación neofascista, racista y xenófoba de la dominación del capital recurriendo a las formas más brutales de explotación económica, coerción político-estatal y manipulación de conciencias y corazones a través de su hasta ahora intacta dictadura mediática. “Barbarie”, István Mészáros solía decir  con su habitual dosis de amarga ironía, “si tenemos suerte.”

El protosocialismo o ¿por qué no ya el socialismo?

Ahora bien, ¿por qué no pensar en alguna salida intermedia:  ni la tan temida “barbarie” (de la cual hace tiempo se nos vienen administrando crecientes dosis en los capitalismos realmente existentes”) ni la tan anhelada opción de un “comunismo reinventado”? Si algunos historiadores hablan de un “protocapitalismo”, ¿por qué no pensar que podríamos estar en vísperas de una fase de transición hacia el socialismo que podríamos caracterizar como “protosocialismo”?  Si el propio Marx aludía a la existencia de “formas antediluvianas” del capital ¿por qué no pensar que puede haberlas también para el socialismo? Esto implica tomar conciencia de que el desmontaje del capitalismo no podrá lograrse de la noche a la mañana, no será un relámpago fulminante que ponga fin a siglos de oscuridad. Será un proceso durísimo, de intensificación de los antagonismos de clase en donde los representantes políticos, ideológicos y armados del capital lucharán con todos los medios a su alcance (que son muchísimos) y apelarán a cualquier recurso, desde la manipulación de conciencias y corazones hasta la violencia más brutal, con tal de ahogar en su cuna a la revolución en ciernes. En fin, todo el arsenal de las “guerras de quinta generación” estará puesto al servicio de su sobrevivencia puesto que las clases dominantes, con certero instinto, saben que en esta nueva fase pos-pandémica han comenzado a gestarse los parámetros fundamentales de la sociedad post-capitalista, con avances profundos en la “desmercantilización” de algunas áreas de la vida social como la salud, por ejemplo.

Ahora bien: si habrá que hacer todo este enorme esfuerzo para salir de la crisis “por izquierda”, ¿por qué no avanzar directamente hacia el socialismo? Respuesta: porque no existen las condiciones objetivas (nacionales e internacionales) ni subjetivas para emprender esa travesía. En el plano nacional se requiere disponer de una arrolladora superioridad en la correlación de fuerzas a favor de los sujetos anticapitalistas, antipatriarcales, defensores de los derechos humanos, de la igualdad de género, de los pueblos originarios, en suma de todos los oprimidos y explotados por el sistema. Eso está en marcha, en forma incipiente, pero aún muy lejos de adquirir el vigor necesario para doblegar a los guardianes del viejo orden y avanzar directamente, sin mediaciones, hacia el socialismo. En lo que hace a la subjetividad, al imaginario popular, a la conciencia política revolucionaria y anticapitalista la primacía de las ideas de las clases dominantes es todavía hoy abrumadora, aunque hay algunas señales de un resquebrajamiento a raíz de la pandemia. Debemos librar una gran batalla en el terreno de las ideas, pero luchamos desde una posición muy desventajosa habida cuenta de que los capitalistas disponen de un control casi absoluto de los principales medios de comunicación como la prensa, la radio y la televisión, y también, en buena medida, de los cibermedios que han brotado como hongos al compás de la revolución informática y las nuevas tecnologías. Por otra parte, y ya pasando al análisis de las condiciones internacionales, la beligerancia del imperialismo –muy especialmente en Latinoamérica y el Caribe, su área no-negociable de influencia y control-  enfrentará con todas sus fuerzas y apelando a todos los medios no sólo a los gobiernos empeñados en la construcción del socialismo sino inclusive a aquellos que en embarquen en la senda de un cauteloso reformismo. Sostener sesenta años de bloqueo contra Cuba habla de la insaciable obstinación imperial en tratar de someter a toda la región a su arbitrio. Los ataques a la Venezuela bolivariana expresan el mismo empecinamiento. Lo ocurrido en el Chile de la Unidad Popular, en la Nicaragua sandinista, en la República Dominicana de Juan Bosch, en la Guatemala de Jacobo Arbenz y en la Granada de Maurice Bishop  amén de la sucesión de “golpes blandos” (exitosos en los casos de Haití en 2004, Honduras en 2009, Paraguay en 2012, Brasil 2016)  o frustrados (Bolivia 2008, Ecuador 2010)  y el racista golpe en Bolivia en noviembre de 2019 ilustran con elocuencia lo que venimos diciendo. El imperialismo, en consecuencia, no debe ser entendido como un “factor externo” sino como un actor profundamente imbricado en los diversos escenarios nacionales a través de sus aliados y lugartenientes locales: las burguesías autóctonas de las que hablaba el Che Guevara y las numerosas fuerzas políticas, grandes medios de comunicación y facciones intelectuales que pugnan por convertir a nuestros países en neocolonias del imperio estadounidense.

La construcción del socialismo supone la creación de un estado  de nuevo tipo, dotado de un nuevo marco legal e institucional; la refundación de un orden político genuinamente democrático y participativo; una reforma cultural y moral, ajena a los valores egoístas, competitivos y antisociales de la burguesía; la puesta en marcha de una economía socializada regida por el estado en conjunción con un conglomerado de organizaciones populares y que ponga fin al primado de la ley del valor; la creación de un nuevo aparato militar, de raigambre profundamente popular y antiimperialista y, por último, la construcción de una red de alianzas internacionales que sustenten y otorguen viabilidad a las naciones que se embarquen en esta travesía mesiánica con vistas a fundar una buena sociedad. Y estas durísimas condiciones, ausentes hoy, requieren de una labor preparatoria. De ahí la propuesta del protosocialismo como una fase previa encaminada, precisamente, a llenar los requisitos necesarios para la construcción socialista. Porque, tal como lo observara el Che Guevara, “el socialismo como fórmula de redistribución de bienes materiales no me interesa.” En línea con los clásicos del marxismo el Che concebía al proyecto socialista como una empresa multifacética e integral, irreductible al cálculo meramente economicista, y cuyos componentes esenciales eran la creación de nuevas formas de sociabilidad, de un hombre y una mujer nuevos reposando sobre una economía socializada y protegidos por un estado de nuevo tipo. Esto era necesario, recordaba, para contrarrestar  los quinientos años de “des-educación” para el sometimiento y la resignación padecidos por nuestros pueblos desde el amanecer del capitalismo.[17]

De ahí la importancia de concebir al protosocialismo no como un fin en sí mismo sino como una fase  preliminar de la construcción del socialismo.  En el contexto actual signado por la presencia agobiante de la pandemia  la agenda gubernamental de un gobierno protosocialista que se proponga iniciar y concluir una transición hacia el socialismo debería avanzar desde la atención médico-hospitalaria hasta la producción de medicamentos, que deberá estar a cargo de una empresa pública que los producirá al margen del cálculo de beneficio que hacen las grandes corporaciones de la industria farmacéutica.[18]  Por supuesto, el proyecto protosocialista deberá simultáneamente avanzar en la creación de las condiciones objetivas y subjetivas que tornen viable aquel tránsito, tema sobre el cual la dramática experiencia del gobierno de Salvador Allende en Chile tiene mucho que enseñar. Al igual que la salud la seguridad social deberá ser otra de las áreas prioritarias a desmercantilizar (acabando con los fraudulentos sistemas de “capitalización individual” como se comprueba en el escandaloso caso chileno). Esto no sólo en defensa de los trabajadores y sus ahorros sino para cortar de raíz uno de los manantiales favoritos del capital para sus operaciones en el casino financiero mundial. La estatización de las industrias estratégicas y la recuperación de la soberanía sobre los bienes comunes/recursos naturales es otro de los ítems en la agenda del protosocialismo, comenzando por el agua (privatizada en innumerables países) y siguiendo por los minerales, el petróleo, el gas, los alimentos, la biodiversidad y sus códigos genéticos y, por supuesto, los servicios públicos como la electricidad, el gas, el transporte, la telefonía, la internet, etcétera, componentes irreemplazables de la vida cotidiana.

Párrafo aparte merecerá la política de desmercantilización  y des-oligopolización de los medios de comunicación cuyo altísimo grado de concentración es contradictorio con la mera existencia de una democracia. Tampoco podía estar ausente en esta agenda de transformaciones la fijación de fuertes controles a la especulación financiera, recordando sus perniciosos efectos sobre el conjunto de la actividad económica que llevaron a John M. Keynes a proponer nada menos que “la eutanasia del rentista”. El combate contra los “paraísos fiscales”, en realidad guaridas de malhechores y de los tahúres del sistema financiero internacional será una prioridad en la construcción del protosocialismo. Como se desprende de la enumeración de estas tareas la articulación internacional de las luchas y la construcción de un robusto frente anticapitalista y antiimperialista son prerrequisitos inescapables para salir por izquierda de la crisis en la cual nos hallamos inmersos.

Dicho lo anterior, esbozado a grandes trazos, digamos que sería un error pensar que hay un único modelo para la construcción del pos-capitalismo o lo que hemos dado en llamar, por su carácter novedoso, el protosocialismo. A lo cual replicaríamos apelando a la atinada observación de Raymond Williams, hecha a mediados de los años ochentas del siglo pasado, cuando afirmaba la posibilidad y sobre todo la necesidad de muchos socialismos, ninguno de los cuales debería ser “calco y copia” de algún otro, tal como lo advirtiera con singular clarividencia José C. Mariátegui. Y también recurriendo a una observación de Fidel cuando dijo que “uno de nuestros mayores errores al principio, y muchas veces a lo largo de la Revolución, fue creer que alguien sabía cómo se construía el socialismo.”[19] De donde se desprende una observación. Deberemos hacer oídos sordos a los cantos de sirena de los “doctores de la revolución”, esos que al compás marcado por el imperialismo norteamericano han enjuiciado con feroces críticas a la Revolución Cubana, al chavismo, y a cuanto gobierno progresista haya surgido en Latinoamérica y el Caribe en nombre de la “revolución químicamente pura” que jamás existió ni existirá pero que en sus afiebradas alucinaciones creen que es suficiente un acto de firme voluntad de la dirigencia política para que el castillo de naipes que supuestamente es el capitalismo se venga abajo sin remedio. En 1920 Lenin tuvo que salir al cruce de esas formulaciones – objetivamente reaccionarias- en un texto clásico, de indispensable lectura en el día de hoy: La enfermedad infantil del izquierdismo en el comunismo.[20]

La  problemática de la organización y el “asociativismo digital”

La propuesta del protosocialismo tiene, como decíamos más arriba, necesidad de satisfacer múltiples condiciones subjetivas. En otras palabras, identificar a los potenciales protagonistas de estas batallas y construir a los sujetos políticos  que requiere un proyecto refundacional de esta naturaleza. En relación a este tema es oportuno recordar que tanto el tamaño como la fisonomía actual de la clase obrera dista mucho de ser la que conocieran los clásicos del marxismo.  Hoy el fenómeno de la subsunción  formal y real de una inmensa masa de trabajadores en todo el mundo alcanza dimensiones colosales, en la medida en que un flujo constante de millones de personas deben sobrevivir vendiendo su fuerza de trabajo a los capitalistas para realizar diversos tipos de tareas. Es por eso que Giovanni Arrighi escribió que para hablar hoy del proletariado no se supone “que los trabajadores deban estar empleados en determinadas ocupaciones («obrero de fábrica», por ejemplo) para ser calificados como miembros del proletariado. Incluso expresiones como «proletariado industrial» deben entenderse que designan al segmento normalmente empleado por las empresas capitalistas en la producción y la distribución, sin tener en cuenta el tipo de trabajo realizado o la rama de actividad en la que opera la empresa.[21]

La fragmentación del proletariado, el empequeñecimiento  del sector vinculado a la industria y su reemplazo por la robotización, vino de la mano con la extraordinaria expansión arriba referida y que refleja la mundialización del modo de producción capitalista. Tal como lo afirma Arrighi es necesario someter a una minuciosa revisión el concepto de proletariado utilizado por la tradición clásica del marxismo. Digámoslo de una vez: esa concepción  ya es insuficiente para dar cuenta de las repercusiones que los grandes desarrollos tecnológicos experimentados en los últimos quince o veinte años han tenido sobre el universo asalariado. Las radicales modificaciones sufri – das por el proceso productivo y las modalidades de valorización del capital nos imponen la necesidad de repensar críticamente la naturaleza de la clase obrera y, por supuesto, las nuevas estructuras del capitalismo tardío. [22]  De la mano de esta gran transformación del universo popular hizo su aparición una gran cantidad de sujetos sociales concretos y específicos, y no sólo integrados directamente a los procesos económicos del capitalismo. Una parte importante de estos nuevos actores ha contribuido con sus demandas e iniciativas a socavar la estabilidad de la dominación burguesa, y su concurso habrá de ser importantísimo para viabilizar la puesta en marcha del protosocialismo. La creciente complejidad de los capitalismos contemporáneos ha creado nuevas líneas de conflicto, que coexisten articuladamente con el antagonismo de clases. Y éste sigue siendo, tanto en los capitalismos centrales como en la periferia del sistema, la “falla geológica” fundamental de nuestras sociedades. En relación a esto, y para no prolongar excesivamente esta sección, conviene recordar las palabras de  Ralph Miliband cuando a propósito de esta problemática escribió que “de ninguna manera quiere esto decir que los movimientos de mujeres, negros, pacifistas, ecologistas, homosexuales y otros no sean importantes, o no puedan tener efecto, o que deban renunciar a su identidad. De ninguna manera. Sólo significa que el principal (pero no el único) sepulturero del capitalismo sigue siendo la clase obrera organizada. Esta es el necesario e  indispensable “instrumento de cambio histórico”. Y si, como se dice constantemente, la clase obrera organizada se rehúsa a encargarse de la tarea, entonces la tarea no se hará (…) pero nada ha sucedido en el mundo del capitalismo avanzado y en el mundo de la clase trabajadora que autorice a sostener tal visión del futuro. ”[23]

Ahora bien, para que el proyecto de transformación pueda comenzar a andar  se requiere satisfacer cuatro requisitos, que apenas si enunciaremos aquí. En primer lugar, la movilización de los múltiples y variados sujetos sociales, venciendo la prédica de la “antipolítica” que el neoliberalismo ha cultivado  con mucho éxito durante tanto tiempo y que los ha conducido al individualismo, el quietismo y la resignación. En otras palabras, a la renuncia de toda estrategia de acción colectiva para superar las condiciones que los oprimen y  explotan. Se trata de contrarrestar un sentido común mediante el cual se propaga la idea de que la política es irremediablemente corrupta, perversa y que lo mejor que puede hacer una sociedad es desentenderse de ella, no interesarse en obtener información sobre la vida pública ni participar en las elecciones. El resultado: el triunfo arrasador de la derecha que se apoya en la generalización de tales creencias y actitudes. [24] En segundo lugar, habrá que organizar a los sectores movilizados. El impulso inicial hacia la protesta y el protagonismo se esfumará de la noche a la mañana si no va acompañado por la creación de distintos tipos de estructuras organizativas. No sólo las tradicionales, como partidos y sindicatos, sino también otros formatos desarrollados por los nuevos actores sociales de las luchas ecologistas, feministas y de género, organizaciones de derechos humanos, territoriales, de la juventud, etcétera. No existe un formato único sino que será necesario admitir la variedad de modelos organizativos teniendo siempre en cuenta que lo importante es la unidad de acción en la lucha contra el capital. Tercero, avanzar en la concientización, en la formación política de esas masas puestas en disponibilidad por la pinza traumática de la pandemia y la crisis económica. Este fue un terreno en donde las experiencias progresistas de inicios del siglo veintiuno demostraron no estar a la altura de las circunstancias. Se pensó, erróneamente, que bastaba con una activa política de combate a la pobreza, con sacar de la miseria a millones de personas para que éstas comprendieran cual era el origen de su desgraciada situación. El resultado fue, como lo recuerda a menudo Frei Betto, que en vez de crear ciudadanas y ciudadanos conscientes esos gobiernos crearon consumidores, y confiaron en que con eso sería suficiente. Tiempo después esos sectores social y económicamente promovidos  les dieron la espalda a las fuerzas políticas que los habían beneficiado y votaron por sus enemigos, caso de Jair Bolsonaro en Brasil, o no se movilizaron para defender a los gobiernos que los habían rescatado de la pobreza, sea con sus votos, como en Uruguay, o con su pasividad ante el golpe, como en Bolivia. Cuarto y último, estas tareas requieren de una articulación internacional porque el capitalismo es un sistema global y su “estado mayor”, reunido periódicamente en Davos, despliega una estrategia global de lucha contras las clases explotadas. Por eso, la política que se deberá implementar en la construcción del protosocialismo tiene un necesario componente internacionalista. Será preciso coordinar las batallas contra un actor altamente unificado como la “burguesía imperial”, presente en las más diversas latitudes, y que cuenta con un impresionante poderío económico, político, y mediático que no puede ser enfrentado aisladamente a escala solamente nacional.

De ahí la importancia del “asociativismo digital”,  o sea, la potenciación de las estrategias y tácticas de acción colectiva apelando a las nuevas tecnologías de información y comunicación. Estas fueron desarrolladas pensando en su utilización financiera y militar pero la pandemia las ha “socializado” en una extensión inimaginable hace apenas unos pocos meses. Grandes sectores de las clases y capas populares se han familiarizado con las potencialidades  de los smartphones e infinidad de organizaciones apelan a plataformas como el Zoom, Jitsi y otras por el estilo para reunirse, intercambiar informaciones y acordar planes de acción. Esto, mientras dure el confinamiento será un aliado formidable, un arma de grueso calibre en manos de las fuerzas políticas empeñadas en la construcción de una nueva sociedad. Gracias a estas tecnologías lo que antes requería costosos y trabajosos desplazamientos a lo largo de dilatados espacios geográficos para que los líderes y militantes sociales se encontraran y elaborasen sus planes de acción hoy se puede lograr en tiempo real, a un costo mínimo y facilitando nuestros esfuerzos para coordinar la ofensiva contra el capital en el plano local, nacional e internacional. Esta es una nueva arma que los teóricos y los estrategas del imperio siempre trataron de que no cayera en nuestras manos. Y la podemos utilizar durante el confinamiento y también, con gran provecho, después del confinamiento para llevar a cabo las acciones colectivas imprescindibles para las tareas de reconstrucción integral de nuestras sociedades. Cuando se pueda salir a la calle estas tecnologías será aún de extrema utilidad para mejorar la organización de las actividades de los sujetos portadores del embrión de la nueva sociedad. ¿Podría hablarse de sujetos revolucionarios?  No hay que jugar con expresiones como esa. Tal vez es un tanto apresurado, pero sin dudas serán sujetos que deberán acometer la empresa histórica de comenzar a dar los primeros pasos en el desmontaje de la economía capitalista. Si eso termina o no en una revolución el tiempo lo dirá. La intención es esa, pero los resultados nunca están garantizados de antemano.

¿Y si el capitalismo se reinventa?

Ante la perspectiva de un “comunismo reinventado” o de cualquier otro proyecto anticapitalista Byung-Chul Han,  el filósofo sur-coreano/alemán  saltó al ruedo para sentenciar que “tras la pandemia, el capitalismo continuará con más pujanza.”[25]  Es una afirmación temeraria de este académico que lleva unos treinta y cinco años enseñando en Berlín y qe parece poco conectado con lo que ocurre en el resto del mundo. Además no ofrece evidencia alguna que sustente esa afirmación. En realidad, si algo se dibuja en el horizonte es la desilusión de crecientes segmentos de la opinión pública con el capitalismo, algo que los grandes periódicos del sistema, desde el New York Times hasta el Wall Street Journal y el Financial Times, no dejan de constatar en sus páginas. Tómese nota de la opinión del economista Lawrence Summers, ex Secretario del Tesoro (1999-2001) durante la Administración Clinton, que ya en enero del 2012 daba la voz de alarma y se preguntaba en su blog “Why isn’t capitalism working?” Su respuesta es la siguiente: “tradicionalmente  los estadounidenses han sido los más entusiastas campeones del capitalismo. Sin embargo, una encuesta reciente de opinión encontró que apenas un 50 por ciento de la gente  tiene una valoración positiva del capitalismo mientras que 40 por ciento no lo tiene.  La desilusión es particularmente fuerte  entre la gente joven de 18-29 años, los afroamericanos, los hispanos, y entre aquellos cuyos ingresos son menores a los  $30,000 por año e identificados con los Demócratas.”[26] El generalizado reclamo que se percibe en las generaciones más jóvenes, súbitamente despabiladas del sopor al que fueran inducidas por los medios de “confusión” de masas, a favor de una mucho más activa intervención del estado para controlar los efectos desquiciantes de los mercados en la salud, el medio ambiente, la justicia social y los derechos de las minorías no parece alinearse demasiado con las previsiones del académico surcoreano. La provisión de servicios básicos de salud, vivienda, seguridad social, transporte, etcétera y la imperiosa necesidad de poner fin al escándalo de la híperconcentración de la mitad de toda la riqueza del planeta en manos del 1 por ciento más rico de la población mundial remiten mucho más al protosocialismo arriba mencionado que al necrocapitalismo de nuestros días. Es que a resultas de las dolorosas enseñanzas de la pandemia las poblaciones “concientizadas” y politizadas por el flagelo están más  propensas a recurrir a soluciones solidarias, colectivas, inclusive “socialistas” (como las que por necesidad se tuvieron que adoptar durante los interminables meses de lucha contra el COVID-19) que a confiar en el desenfreno individualista y privatista propios del neoliberalismo y que condujo a la trágica situación actual y que, según Judith Butler, “ha revitalizado el imaginario socialista en Estados Unidos.”[27]

Este descrédito de la cosmovisión no sólo neoliberal sino capitalista, con su desaforada exaltación del individualismo y el darwinismo social de mercado es a su vez alimentado por la adopción de nuevos hábitos impuestos por los gobiernos para combatir la pandemia: la cuarentena, el aislamiento preventivo y la distancia social que establece límites estrictos al contacto de los cuerpos. Estas disposiciones emanadas de los estudios epidemiológicos son objeto de crítica cada vez más vociferante por parte del empresariado y los políticos de derecha que exigen que “la gente vuelva al trabajo” y que “no se puede interrumpir la vida económica por tanto tiempo.” Puestos a elegir estos personajes no dudarán un instante en preferir salvar sus empresas y preservar sus ganancias aún a costa de condenar a muerte a decenas de miles de personas en cada país. Al momento de poner fin a estas líneas, el 18 de Julio del 2020, 143,233 personas murieron en Estados Unidos por el COVID-19  y 79,488 en Brasil pese a lo cual prosiguen con fuerza en sus políticas de “abrir la economía” y “normalizar la vida social”, algo que difícilmente podrá ser logrado, sobre todo si se piensa que “normalizar” quiere decir volver exactamente al modo de vida y de sociabilidad existentes antes del estallido de la pandemia. [28]El nerviosismo de los capitalistas se comprende porque si la plaga se prolonga unos cuantos meses más –cosa que no habría que descartar, viendo los “rebrotes” habidos en algunos países que pensaban que habían derrotado al mal-  podría resquebrajarse para siempre  la  rutina social que hacía que cada día la gente concurriese con ovejuna mansedumbre a su lugar de trabajo (fábrica, oficina, comercio, banco, etcétera) y aceptase como algo natural, indiscutible, el autoritarismo de la disciplina laboral, la explotación, el desgaste físico del viaje desde su hogar hasta su lugar de trabajo, respirar un aire cada vez más contaminado, asimilar el bombardeo constante del consumismo, endeudarse para adquirir lo que muchas veces ni siquiera necesita y ser manipulado con las modernas técnicas del neuromarketing por los grandes poderes económicos y sus mercenarios mediáticos. Si el entramado de nuevas actitudes, recaudos y comportamientos impuestos por la lucha contra el coronavirus se arraigan en grandes sectores de la clase trabajadora la “vuelta a la normalidad” esperada con tanta ansia por los capitalistas será mucho más prolongada y enmarañada de lo que se espera. Quienes retornen a sus puestos de trabajo habrán franqueado una experiencia traumática que modificó hábitos profundamente arraigados y que ahora podrían llegar a ser puestos en cuestión. Su conciencia política, antes quietista y conformista, ha sido bruscamente alterada por una mortal pandemia. Además se trata de personas que en muchos casos aprendieron el “arte de asociarse” que la burguesía cultivó con esmero para sí mientras lo combatía con denuedo cuando quienes querían ejercer esa práctica pertenecían a las clases populares. Esto es tan antiguo que hasta Adam Smith se refería a esa hipocresía valorativa en su Riqueza de las Naciones. Pese a que hoy en muchos países no pueden salir a la calle se cuentan por millones los que han aprendido a asociarse a través de las nuevas tecnologías de información y comunicación, mediante  el ya mencionado “asociativismo digital” que pone en crisis la primacía del individualismo burgués. Si aquél llegara a combinarse con la previsible movilización popular en las calles una vez que la cuarentena llegue a su término la capacidad reivindicativa de los trabajadores podría verse extraordinariamente fortalecida y quedaría en condiciones de ejercer una influencia decisiva en la reorganización económica y política que sobrevendrá una vez que el coronavirus sea un penoso recuerdo. Esto dependerá, obvio, del contenido de esa nueva conciencia social cuya partera fue la pandemia. Por eso decíamos que las previsiones conservadoras de Byung-Chul Han no tenían más asidero que su firme adhesión ideológica al capitalismo como sistema. La salida de esta crisis tendrá como uno de sus signos distintivos la bancarrota de la irracional –“quimérica”, según el New York Times– confianza en la “magia de los mercados”, en las virtudes de las privatizaciones y desregulaciones, y en la presunta capacidad de las fuerzas del mercado para asignar justa y racionalmente las recompensas y las sanciones a clases y grupos sociales.

El lento pero irreversible surgimiento de un nuevo orden internacional

Pero además el mundo que se viene será uno en donde el sistema internacional ya habrá adoptado de modo irreversible -al menos en el mediano plazo- un formato diferente y en cuyas alturas se encontrará a una nueva tríada dominante, aunque el peso específico de cada uno de sus componentes por supuesto que no sea el mismo. Si Samir Amin tenía razón hacia finales del siglo pasado cuando hablaba de un “condominio imperial” a cargo de la tríada formada por Estados Unidos, la Unión Europea y Japón hoy aquella la constituyen Estados Unidos, China y Rusia. Y a diferencia del orden tripolar precedente, en donde europeos y japoneses eran junior partners (por no decir peones o lacayos, lo que suena un tanto despectivo pero es la caracterización que se merecen) de Washington, hoy éste tiene que vérselas con socios de otra envergadura. Por un lado, la formidable potencia económica china, sin duda la actual locomotora de la economía mundial relegando a Estados Unidos a un segundo lugar y que, además, ha tomado la delantera en las cruciales tecnologías 5G e Inteligencia Artificial. A lo anterior se suma la no menos amenazante presencia de una Rusia que ha vuelto a los primeros planos de la política mundial: rica en petróleo, energía y agua; dueña de un inmenso territorio (casi dos veces más extenso que el estadounidense) y un poderoso complejo industrial que ha producido una tecnología militar de punta que en algunos rubros decisivos aventaja a la norteamericana. En suma,  Rusia complementa con su fortaleza en el plano militar la que China logra en el terreno de la economía. Difícil aunque no imposible que tal como asegura Byung-Chul Han el capitalismo tal cual hoy lo conocemos pueda adquirir renovada pujanza en ese escenario internacional. Si en los últimos treinta años consiguió una  extraordinaria gravitación y penetración de la mano de la globalización neoliberal fue en buena parte debido a que se había desintegrado la Unión Soviética y también porque como decía Samuel P. Huntington, había un “sheriff solitario”, el gobierno de Estados Unidos, presto a acudir a cualquier rincón del globo en donde el orden capitalista estuviera en riesgo para socorrerlo con su incuestionable primacía económica, militar, política e ideológica.[29]

Hoy la primacía económica está en manos de China y el enorme gasto militar de EEUU no puede con un pequeño país como Corea del Norte ni para ganar una guerra contra Afganistán, una de las naciones más pobres y atrasadas del planeta. La ascendencia política de Washington se mantiene prendida con alfileres apenas en su “patio interior”: Latinoamérica y el Caribe, pero en medio de grandes convulsiones. El “atlantismo”, ese gran pacto sellado en la posguerra fue hecho añicos por Donald Trump que le dio el tiro de gracia a un proceso que, hay que reconocerlo, venía de lejos. La mezquindad y la megalomanía de la Casa Blanca en épocas recientes no tiene precedentes, como lo demuestra un hecho menor pero cargado de significación: el pirateo de los barbijos adquiridos por  Francia y Alemania.[30] Retomando el hilo digamos que mientras China pudo controlar la pandemia Estados Unidos fracasó en ese empeño, por lo menos hasta el momento de terminar de escribir estas líneas. Además, el gigante asiático junto a Rusia y Cuba ayuda a combatir a la pandemia en Europa mientras que Estados Unidos bloquea el acceso de insumos procedentes de China a los países europeos. Y Cuba, ejemplo incomparable de solidaridad internacional, envía médicos y medicinas a los cinco continentes mientras que lo único que se les ocurre a quienes transitan por la Casa Blanca es enviar 30.000 soldados para un ejercicio militar con la OTAN  en suelo europeo e intensificar las sanciones contra Cuba, Venezuela e Irán, en lo que constituye un evidente crimen de guerra. De ahí que la antigua hegemonía estadounidense, que tenía como uno de sus fundamentos un autoproclamado liderazgo moral, ya es cosa del pasado. Su prestigio internacional se ha visto muy debilitado y lo que hoy se discute en los pasillos de las agencias del gobierno federal en Washington no es si el país está en declinación o no, sino el ángulo de la pendiente y el ritmo del declive. Y la pandemia está acelerando este proceso hora tras hora.

Conclusión 

Estamos pisando los umbrales de una nueva era. Como decía José Martí, “es la hora de los hornos y no se ha de ver más que la luz.”  En este tiempo que se aproxima velozmente será preciso llevar a cabo una profunda revisión del paradigma de las políticas públicas, comenzando por la sanidad e inmediatamente después por la seguridad social como preludios necesarios a la batalla decisiva: poner bajo control al capital financiero y su red global que asfixia a la economía mundial, provocando recesiones, aumentando el desempleo y disparando a niveles extravagantes la desigualdad económica. Un capital financiero ultra-parasitario que financia y protege a las mafias de “guante blanco” y que, con la complacencia o complicidad de los gobiernos de los capitalismos centrales y las instituciones económicas internacionales, crean las “guaridas fiscales” que facilitan el ocultamiento de sus delitos y la evasión tributaria que empobrece a los estados, debilita a sus gobiernos y los priva  de los recursos indispensables para garantizar una vida digna a sus poblaciones.

Va de suyo que para llegar a la reconstrucción de ese nuevo orden social primero habrá que derrotar a la pandemia. El gobierno argentino ha actuado con sensatez y firmeza al imponer una estricta cuarentena que ha ahorrado miles de vidas. Pero dado que hay todavía un largo recorrido por delante (de unos cuantos meses por lo menos, en lo que hace a sus aspectos sanitarios y epidemiológicos) será necesario que la autoridad pública disponga de los recursos suficientes para mantener una adecuada dotación de recursos médico-sanitarios (desde hospitales en adecuado nivel de funcionamiento hasta equipos de diversos tipo, que van desde mascarillas, camisolas y guantes hasta unidades de terapia intensiva) y auxiliar económicamente a una población que sólo gradualmente y en pequeñas proporciones podrá ir retomando sus trabajos o sus actividades económicas de antaño y que mientras tanto necesita de dinero para comer, curarse y, eventualmente concurrir a sus lugares de trabajo. El problema es que el estado argentino –como casi sin excepción ocurre en Latinoamérica y el Caribe- es pobre a causa de la persistencia de una estructura tributaria tremendamente regresiva, digna heredera de la colonia, merced a la cual los más pobres contribuyen con sus impuestos mucho más que los más ricos al sostenimiento del erario público.  Esta inequidad estructural se potencia por problemas como la evasión y la elusión fiscales o la corrupción administrativa  y por eso los gobiernos de la región carecen de los recursos financieros que necesitan para hacer frente a tan inédito desafío.

De ahí que se engañen quienes piensan que la lucha contra la pandemia podrá librarse, al menos en el caso argentino, con los recursos financieros ordinarios del estado. Se requerirá un enorme aumento del gasto público (recordar lo que dijo el ya mencionado Jerome Powell, chairman de la FED) y no sólo para el pago del personal que garantiza la atención médica y la adquisición masiva de insumos    sino también para remunerar a los agentes de la seguridad pública que controlan el cumplimiento de la cuarentena y los demás gastos de adquisición de bienes esenciales y toda la logística de la distribución de alimentos y medicamentos que sería largo pormenorizar. Pero además, grandes sumas de dinero serán necesarias para asistir  aunque sea parcialmente a las clases y capas populares más explotadas y estigmatizadas, las que habitan en «villas» o asentamientos irregulares, y viven al día con lo que obtienen de «changas» o trabajando «en negro» y que carecen de ingresos regulares. Si la mano del estado no llega a auxiliarlos esa gente va a ser carne de cañón del virus asesino y también del hambre, y hay que extremar todos los recursos para salvar esas vidas.

Sin recursos financieros, ¿qué puede hacer el gobierno? ¿Cruzarse de brazos y ver como el coronavirus arrasa los barrios y asentamientos populares? Tal cosa no sólo sería un crimen imperdonable sino que, además, tendría un negativo impacto económico a futuro, algo que se les escapa a los charlatanes que noche a noche en la televisión, inspirados por Donald Trump, urgen poner fin ya a la cuarentena y que los argentinos “vuelvan al trabajo.” Afortunadamente esa opción, al menos en su formulación radical, no figura entre las opciones que maneja Alberto Fernández. Por eso, la iniciativa de un impuesto a la riqueza es absolutamente razonable, imprescindible e impostergable para hacer frente a gastos extraordinarios durante los próximos meses cuando, al mismo tiempo,  la recaudación fiscal ha caído en picada. Pero hay que decirlo antes que sea tarde: esa iniciativa, en caso de ser aprobada por un Congreso en donde el presidente no tiene asegurado un voto mayoritario, no aportará los recursos que se necesitan. El impuesto “extraordinario a la riqueza personal, y por una única vez” aportará, en el mejor de los casos una suma de poco más de 3.000 millones de dólares, monto que difícilmente será suficiente para sufragar los enormes gastos que demandará el combate al COVID-19 y el posterior proceso de reconstrucción económica y social de la Argentina. Y no hay otra fuente para obtener recursos que un impuesto a la riqueza, que en este caso afecta apenas a unas 12.000 personas, un 1.1% del total de contribuyentes del país.[31]

Dado que ni la emisión descontrolada de moneda local ni el endeudamiento externo son alternativas reales de financiamiento, la necesidad de una reforma tributaria integral que afecte no sólo la fortuna de las personas sino también de las más grandes empresas se torna impostergable. Dos de los más acaudalados multimillonarios de Estados Unidos, Bill Gates y Warren Buffett vienen diciendo hace tiempo que ellos deberían pagar más impuestos que los que les exige la legislación de ese país. Y añaden, para fundamentar este insólito pedido (que desconcierta a los talibanes del neoliberalismo) lo que ya sabemos: que los ricos gozan de una presión tributaria proporcionalmente mucho menor que los pobres. A Gates y Buffett se sumaron recientemente Jerry Greenfield, co-fundador de los helados Ben and Jerry, Abigail Disney, heredera del imperio Disney, y Stephen Tindall, el segundo hombre más rico de Nueva Zelanda.[32] Nunca escuchamos nada ni remotamente parecido entre los avaros y sórdidos multimillonarios argentinos o latinoamericanos, pese a que en nuestros países la inequidad y regresividad tributarias son aún mayores que las que existen en Estados Unidos o Europa. La propuesta que hoy está en el Congreso argentino será un impuesto que alcanzará a una ínfima parte (0.08 % ) de la población económicamente activa pero que es dueña de inmensas fortunas y que en circunstancias excepcionales como las actuales no puede estar exentas de tributación. Para ni hablar de los gigantescos patrimonios de sus empresas. Es ahora o nunca. No sólo para financiar la lucha contra la pandemia, que no puede ser efectiva sin el equipamiento necesario; también para lo que se va a necesitar una vez que aquella sea un doloroso recuerdo y se deba poner en marcha a la economía. En ese momento el estado no sólo va a tener que continuar asistiendo a los más débiles que viven de lo que ganan día a día (técnicamente: sostener la demanda agregada) sino que habrá que contar con mucho dinero para que muchísimas pequeñas y medianas empresas puedan reiniciar sus actividades. Esto exigirá un esfuerzo a dos puntas: por el lado de la demanda, facilitar que los más pobres puedan adquirir los bienes necesarios para su subsistencia; por el lado de la oferta, incentivar los negocios auxiliando, aunque sea transitoriamente a las pymes para que vuelvan a producir y trabajar. Y ofreciendo los bienes y servicios que la sociedad demandará con creces luego de un largo período de virtual congelamiento de la economía.

Cierro estas notas con una cita de Dante Alighieri que se adapta muy bien a la situación actual.  En La Divina Comedia describe el gran portal que daba paso al Infierno en donde estaba esculpida la siguiente inscripción: “Abandónese aquí todo recelo. Mátese aquí cualquier vileza”.  Un sabio consejo para los multimillonarios que, en Nuestra América, están infectados por el virus del recelo y la vileza y que pugnan por negarle al estado los recursos necesarios para preservar las vidas de millones de compatriotas en riesgo.

Notas:

*Agradezco a William J Gills por sus lúcidos comentarios a una primera versión de este trabajo. Este trabajo sintetiza algunas de las conclusiones del curso “El mundo después del COVID-19” ofrecido desde mi página web: www.atilioboron.com.ar/cursos

[1] Walter Scheidel, “Why the Wealthy Fear Pandemics”, NYT, 9 Abril 2020

[2]  No sólo ocurrió en países del Tercer Mundo. El New York Times del 29 de Abril reporta el hallazgo de dos camiones estacionados en la cercanía de una funeraria de Brooklyn, New York, conteniendo varias docenas de cadáveres en avanzado estado de descomposición. Ver: https://www.nytimes.com/2020/04/29/nyregion/bodies-brooklyn-funeral-home-coronavirus.html

[3] El mismo título de la nota: “The Coronavirus Pandemic Will Forever Alter the World Order” ya anticipaba esta conclusión. Ver el Wall Street Journal, edición del 4-5 de Abril de 2020, pg. A-17

[4] Ver informe en https://www.telam.com.ar/notas/202004/455493-mas-de-4-millones-de-personas-solicitaron-subsidio-al-desempleo-y-suman-267-millones-de-desocupados.html

[5] Datos del Bureau of Labor Statistics, del Department of Labor del gobierno de Estados Unidos. Varias fechas, entre ellas: https://www.bls.gov/news.release/pdf/empsit.pdf

[6] “Republicans Don’t Want to Save Jobs”, NYT, 13 Abril 2020. Accesible en https://www.nytimes.com/2020/04/13/opinion/jobs-republicans-covid.html  La actualización de las cifras se encuentra en https://www.telam.com.ar/notas/202004/458118-estados-unidos-sumo-casi-30-millones-de-desocupados-en-un-mes-y-medio.html  La estimación del 16 % se encuentra en https://www.cnbc.com/2020/06/05/heres-why-the-real-unemployment-rate-may-be-higher-than-reported.html

[7] Los datos de las empresas de Estados Unidos se encuentran en https://theintercept.com/2020/03/17/naomi-klein-and-jeremy-scahill-discuss-coronavirus-the-election-and-solidarity-in-the-midst-of-a-pandemic/

[8] Diana Hembree, “CEO Pay Skyrockets To 361 Times That Of The Average Worker”, Forbes, 22 de Mayo, 2018. Disponible en: https://www.forbes.com/sites/dianahembree/2018/05/22/ceo-pay-skyrockets-to-361-times-that-of-the-average-worker/#7621dae6776d

[9] Cf. https://www.publico.es/economia/paises-mayor-endeudamiento-familiar-planeta.html

[10] Ver https://www.efe.com/efe/america/economia/la-fed-advierte-que-recuperacion-podria-extenderse-hasta-fin-de-2021/20000011-4248544

[11] Las más recientes encuestas le otorgan al candidato Joe Biden, un promedio de 9 % por ciento de ventaja sobre Donald Trump. Ver datos de múltiples encuestadoras en https://www.realclearpolitics.com/epolls/2020/president/us/general_election_trump_vs_biden-6247.html

[12] Cf.  https://www.nytimes.com/2020/04/09/opinion/coronavirus-inequality-america.html?action=click&pgtype=Article&state=default&module=styln-opinion-inequality-series&variant=show&region=ABOVE_MAIN_CONTENT&context=opinion-inequality-promo

[13] Vale aquí recordar el volumen compilada por Peter B. Evans, Dietrich Rueschmeyer  y Theda Skocpol a comienzos de los ochentas del siglo pasado en el cual se abogada por una reintroducción de la temática del estado en los estudios políticos y por fortalecer su papel en la vida de las naciones. Desgraciadamente su prédica cayó en vano, en ambos casos. Ver Bringing the state back-in  (Princeton: Princeton University Press, 1985), especialmente las páginas 44 a 77.

[14] Al respecto consultar el imprescindible libro de Ignacio Ramonet: El Imperio de la Vigilancia (La Habana: Instituto Cubano del Libro, 2018). Ya en noviembre del 2017 la revista conservadora británica hablaba de este tema, del “state led capitalism”. Ver la edición del 21 de Enero del 2017 dedicado al surgimiento del capitalismo de estado y con la imagen de V. I. Lenin de fondo.

[15] Ver su “Coronavirus es un golpe al capitalismo al estilo de ‘Kill Bill’ y podría conducir a la reinvención del comunismo”,  en Autores Varios, Sopa de Wuhan. Pensamiento Contemporáneo en Tiempos de Pandemia (Libro Electrónico de Editorial ASPO, 2020) pp.  21-28

[16] Tema desarrollado ampliamente por este autor en su Beyond Capital. Towards a theory of transition (New York: Monthly Review Press, 1995)  [hay traducción al castellano]

[17] Ver si “El socialismo y el hombre en Cuba”, ediciones varias. Hemos discutido algunos de estos asuntos en nuestro Socialismo del siglo veintiuno. ¿Hay vida después del neoliberalismo?  (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2009), cap. 3.

[18] Recordemos aquí, y brindemos un pequeño homenaje, al doctor Jonas Salk, que rehusó a patentar su vacuna contra la poliomielitis porque dijo que sería lo mismo “que tratar de patentar el sol.” Lamentablemente los desarrollos posteriores de la industria farmacéutica no tuvieron como eje inspirador su altruista enseñanza sino los fríos números del análisis de costo-beneficio, y todo se convirtió en materia mercantilizable.  Con su actitud Salk arrojó por la borda la posibilidad de embolsar por lo menos 7.000 millones de dólares. Otro tanto hizo Albert Sabin, que creó una segunda vacuna contra la polio poco tiempo después. Veremos cual será la conducta de los grandes laboratorios que descubran la vacuna contra el COVID-19. ´Datos sobre esto en https://hipertextual.com/2013/08/patentar-vacuna-contra-polio.

[19] Citado en “Esta revolución no la pueden destruir ellos, pero sí nuestros defectos y nuestras desigualdades” en Rebelión, 6 de diciembre 2005. Discurso pronunciado  el 17 de noviembre de 2005 con ocasión del 60ªaniversario de su ingreso a la Universidad. La Habana.

[20] Ver la nueva edición publicada en país vasco por la editorial Txalaparta (Tafalla: 2020) con un estudio introductorio del autor de estas líneas.

[21] Ver su “Siglo xx: siglo marxista, siglo americano: la formación y la transformación del movimiento obrero mundial” en New Left Review en español, Enero/Febrero 2000, p. 4.

[22] Hemos desarrollado ampliamente esta problemática en nuestro Estado, Capitalismo y Democracia en América Latina  (Buenos Aires: CLACSO, 2003), pp. 310-315.

[23] En “El nuevo revisionismo en Gran Bretaña”, en Cuadernos Políticos (México), Nº 44, Julio-Diciembre de 1985, p. 26.

[24] Sobre esto ver el estudio de Silvina Romano  e Ibán Díaz Parra, Antipolíticas. Neoliberalismo, realismo de izquierda y autonomismo en América Latina (Buenos Aires: Ediciones Luxemburg, 2018)

[25] En “La emergencia viral y el mundo de mañana”, en Sopa de Wuhan , op. cit., p. 110

[26]  Desilusión que se comprende perfectamente cuando en “La pandemia y el sistema-mundo” Ignacio Ramonet nos informa que “en el estado de Michigan, los afroestadounidenses constituyen el 14% de la población, pero concentran el 33% de los infectados y el 41% de las muertes. En Chicago, los afrodescendientes son el 30% de la población, pero representan el 72% de los fallecimientos.”    Consúltese lo de Summers en http://blogs.reuters.com/lawrencesummers/2012/01/09/why-isnt-capitalism-working/   Véase asimismo “Why are Americans warming to socialism? Because capitalism has failed them”, en

https://www.theguardian.com/commentisfree/2020/mar/03/why-are-americans-warming-to-socialism-because-capitalism-has-failed-them  y también un estudio de Gallup, de noviembre del año pasado en donde se demuestra que los “millenials” tienen la misma valoración del socialismo que del capitalismo, algo impensado en las previas generaciones. Cf. “Socialism as popular as capitalism among young adults in the US”, en  https://news.gallup.com/poll/268766/socialism-popular-capitalism-among-young-adults.aspx

[27] “El capitalismo tiene sus límites”, en Autores Varios, Sopa de Wuhan, op. cit.  pp. 59-65.

[28] Este número de víctimas en Estados Unidos equivale a más de dos veces el número de combatientes de ese país que murieron en Vietnam: 57.939. En poco más de un mes Trump y el neoliberalismo produjeron más víctimas que la guerra de Vietnam en once años. No sólo eso: el informe de ese día de la OMS confirma que en el país asiático la pandemia no produjo un solo muerto. Al día de hoy , 18 de Julio, ni una persona murió en Vietnam a causa del coronavirus. Un desempeño extraordinario que ejemplifica la superioridad de la organización socialista sobre la capitalista. Datos de la OMS disponibles en: https://covid19.who.int/region/wpro/country/vn

[29] “The lonely superpower”, en Foreign Affairs, Vol. 78, Nº 2, 1999

[30]  Ver detalles de este vergonzoso incidente en https://www.pagina12.com.ar/257582-coronavirus-en-occidente-se-desato-la-guerra-de-los-barbijos

[31] Va de suyo que una situación similar se vive en numerosos países latinoamericanos.

[32] Ver Página/12, 14 de Julio de 2020: https://www.pagina12.com.ar/278265-un-grupo-de-super-ricos-piden-pagar-mas-impuestos-para-lucha#:~:text=Un%20grupo%20de%20s%C3%BAper%20ricos%20piden%20pagar%20m%C3%A1s%20impuestos%20para,Greenfield%20(Ben%20and%20Jerry).

Fuente: https://rebelion.org/conjeturas-sobre-el-futuro-del-capitalismo-y-el-protosocialismo/
Comparte este contenido:

Pequeñas luces en el camino

Por: Elisabeth de Puig

La actual pandemia nos emplaza de manera impostergable a la construcción de una sociedad de deberes y derechos. Para esos fines, la única forma de salvar una sociedad aquejada por males que hoy estallan en nuestra cara es la mejoría sustancial del índice de desarrollo humano, que ha sido dejada de lado por nuestros sucesivos gobiernos. 

Es innegable que la deuda social acumulada a lo largo de décadas pesa de manera abrumadora sobre nuestros hombros, a pesar de todos los sistemas de compensaciones, con el clientelismo imperante de por medio.

Pagamos y pagaremos caro el precio de vivir en una sociedad que funciona a dos o tres velocidades distintas y donde las desigualdades molestan solo cuando se hacen patentes y afectan el bienestar -o la tranquilidad- de los sectores más acomodados.

Nuestros gobiernos, principalmente los del PLD que traían consigo esperanzas de cambios sociales, han fallado lamentablemente en su deber de crear sistemas de atención primaria y de salud eficaces.

Tampoco usaron el 4% para lograr una educación de calidad que permita forjar ciudadanos responsables y críticos, capaces de rechazar el clientelismo, los barrilitos, la compra de votos, prácticas que mantienen sumisa una gran parte de nuestra población.

La educación integral y de calidad hace parte de los derechos humanos y de los derechos de la niñez que incluyen, entre otros, el derecho a la educación, a la recreación, al agua, a la alimentación, así como el derecho a la participación que es la base de esta educación ciudadana de calidad que hace tanta falta hoy en día.

En la Fundación Abriendo Camino, el programa de participación es un eje innovador que permite crear futuros liderazgos y elevar la conciencia de cientos de niños, niñas, adolescentes y de sus familias que se benefician de sus programas educativos y de protección.

El derecho a la participación se ejerce en la Fundación a través de un parlamento que sesiona desde hace varios años de manera regular y lanza propuestas dirigidas tanto a la institución como al sector de Villas Agrícolas.

Gracias al trabajo que se viene realizando, y que ha recibido el apoyo de Save the Children y de la Unión Europea, este importante eje pretende reforzar la idea que el verdadero liderazgo se ejerce a través del servicio y, específicamente, del servicio a la comunidad.

En los tiempos que atravesamos, los niños y niñas que viven en situaciones precarias en un sector vulnerable donde la mayoría de los moradores no respetan la cuarentena y se burlan del toque de queda, habían preparado propuestas para la próxima sesión del Parlamento que quisiera compartir por ser pequeñas luces en el camino.

Dannary, 8 años. “Mi propuesta es de hacer una jornada de prevención de enfermedades virales como coronavirus, dengue y chikunguña. Mis amigos están muy preocupados por el Covid-19 y queremos saber cómo protegernos nosotros mismos. Queremos ayudar a los niños a no entrarse los dedos en la boca, a lavarse bien las manos y tratar de no tocar nada innecesario…”

Ariel, 8 años. “Mi propuesta tiene que ver con el coronavirus. Tenemos que ayudar a las personas de la tercera edad para que no tengan que salir a la calle. Hagamos una red de voluntarios para ayudarles a hacer compras, a buscar medicamentos y llamarlos por teléfono para que no se sientan solos. O sea, ayudarlos con todo lo que tengan que hacer fuera de la casa para que no tengan que exponerse al virus. Necesitamos ser solidarios con las personas que están en más riesgo con este virus”.

Fedianny Michelle, 12 años. “Mi propuesta responde a la inseguridad que afecta a muchos niños del sector. Propongo que creemos una “Ruta Segura” con adultos de la comunidad que vigilen a los niños cuando pasan entre la escuela, las casas y la Fundación, además de otros lugares concurridos, para que no suframos más acoso por parte de algunos adultos en la calle. Podríamos involucrar a la Red de Adultos Seguros para la creación de la ruta”.

“Tanto adultos, jóvenes, como personas de la tercera edad están en las calles de Villas Agrícolas acosando a niños con sus palabras y gestos. A mí me pasó cruzando la acera del Liceo, a una amiga cruzando la acera de Polyplas, y suele pasar por la acera de la escuela Club Doce Juegos. En mi grupo todos mis compañeros nos desahogamos contando nuestras historias sobre el acoso infantil por parte de los adultos en la calle y en las aceras”.

Orlenny Féliz, 10 años. “Mi propuesta trata del programa República Digital, que no ha llegado a todas las escuelas de esta comunidad. No está en la escuela Club XII Juegos y generalmente (salvo en la Fundación Abriendo Camino), no tenemos la oportunidad de usar ninguna computadora. Tenemos una clase de Informática, pero no hay computadoras y muchos de nosotros tampoco tenemos acceso a una computadora en nuestra casa. Esto nos dificulta hacer las tareas. Además, no estamos aprendiendo una habilidad muy importante en el mundo de hoy”.

“Mi grupo le hace una llamada a República Digital y al Ministerio de Educación para que se expanda el acceso a este programa a todas las escuelas de este país. Mi propuesta es importante porque es un asunto de igualdad de acceso y muchos niños de Villas Agrícolas se están quedando atrás en el uso de la tecnología digital, lo cual va a impedirnos la búsqueda de empleo más tarde”.

Nicole, 9 años. “Estoy preocupada porque en Villas Agrícolas hay varios hoyos en la calle que vienen de construcciones y los motoristas no pueden pasar, matan a animales y ha habido heridos. Uno de estos hoyos está frente a la casa de mi tía, y su colmado ya no vende porque el tránsito por esa calle es difícil y la cerca del hoyo no deja que la gente vea el colmado. El hoyo ya tiene dos años y a veces dura un tiempo sin que nadie trabaje. Es un peligro para los niños de la comunidad. Es importante porque toda la gente que vive por ahí está afectada”.

Wendy, 11 años. “En vista de la problemática explicada por Nicole, propongo crear un Comité de Supervisión de Obras en Villas Agrícolas. Cuando habrá construcciones en el barrio, el comité preguntará por qué están construyendo o haciendo hoyos, cuánto tiempo va a durar y cuál ministerio es responsable. Luego, el comité podrá vigilar que la construcción no tome más que el tiempo necesario. Así, familias y negocios cerca de las construcciones no serán afectados más que lo necesario”.

Educar nuestra niñez para que se sientan comprometidos con su entorno, su barrio, y puedan identificar los males que los afectan es un primer paso hacia un cambio sostenible.

Dar la posibilidad a nuestros niños, niñas y adolescentes de reflexionar, enunciar claramente las problemáticas y llevar sus inquietudes a instancias políticas de decisión es el significado del Derecho a la Participación.

Las respuestas de los niños, niñas y adolescentes de Villas Agrícolas, producto de una labor tesonera y mancomunada, son pequeñas luces en el camino de la creación de ciudadanía. 

Fuente: https://acento.com.do/2020/opinion/8813545-pequenas-luces-en-el-camino/

Imagen:  Yuri_B en Pixabay

Comparte este contenido:

IESALC insta a los Estados a asegurar el derecho a la educación superior en igualdad de oportunidades ante el COVID-19

Redacción: IESALC.UNESCO

  • En el Día Mundial de la Salud UNESCO lanza documento sobre la educación superior y el COVID-19
  • El cese temporal de las actividades presenciales de las instituciones de educación superior a escala global ha operado como un enorme disruptor sobre su funcionamientocon impactos que dependen de su capacidad para mantenerse activa y su sostenibilidad financiera.
  • Estudiantes y profesorado se han visto afectados ante el cierre indefinido de las IES y sin claridad sobre la duración del cese de actividades.
  • Ante el supuesto cese de actividades presenciales equivalente a un trimestre o más, es probable el retraimiento de la demanda a corto plazo y un repunte al alza ya donde las tasas son bajas o inexistentes.
  • En el contexto de la progresiva salida de la crisis, los gobiernos deberían contar con la educación superior para su recuperación económica y social y las IES asegurar la continuidad con equidad.

La pandemia del COVID-19 añade un grado más de complejidad a la educación superior en América Latina y el Caribe, que viene de enfrentar retos no resueltos, como son el crecimiento sin calidad, inequidades en el acceso y en los logros, y la pérdida progresiva de financiamiento público. Así lo indica el Instituto Internacional de la UNESCO para la Educación Superior en América Latina y el Caribe, IESALC en su más reciente trabajo titulado COVID-19 y educación superior. De los efectos inmediatos al día después. Análisis de impactos, respuestas políticas y recomendaciones (IESALC, 2020), un documento en proceso que busca servir de referencia a los decisores políticos de la educación superior en la región en medio de la disrupción causada en el sector por el COVID-19.

El informe inicia con los impactos inmediatos, a mediano y largo plazo de la pandemia sobre los distintos actores del sector: los estudiantes se han visto forzados a entrar en una dinámica no planificada de clases a distancia, que afecta su vida cotidiana, los costos y sus cargas financieras así como la continuidad de sus aprendizajes y la movilidad internacional. Quienes no hayan contado con una oferta de continuidad de calidad y con seguimiento individualizado, probablemente se irán desvinculando del ritmo académico y aumentando su riesgo de abandono del sistema. En el caso de América Latina y el Caribe, entrar en una fase de estudios a distancia requiere de una alta tasa de conectividad de calidad. Sin embargo, tan solo uno de cada dos hogares está conectado. “La paradoja es que, a pesar de que las tasas de conectividad en los hogares son muy dispares, las tasas de líneas móviles son extremadamente elevadas y superan, en muchos casos, la cifra de una línea por persona. Esto es, sin duda alguna, una oportunidad que las instituciones de educación superior (IES) deberían aprovechar, centrando sus esfuerzos en soluciones tecnológicas y contenidos para su uso en teléfonos móviles.“

El acceso de los estudiantes a las tecnologías y plataformas requeridas para la educación a distancia (76%) y la propia capacidad real de las instituciones, en términos tecnológicos y pedagógicos, de ofrecer educación online de calidad (75%), deja por fuera a un 25% de estudiantes e instituciones. Muchas autoridades admiten que “el cambio de modalidad se hizo en una situación de urgencia imprevisible y que deberían, desde ya, planificar un próximo trimestre en docencia online con mayores apoyos pedagógicos y recursos, anticipando que la duración de la crisis vaya más allá de un trimestre.“ En este contexto, los profesores se constituyen como sector vulnerable, sobre todo en el caso de los contratados temporalmente o para materias prácticas, quienes corren el riesgo de quedarse sin trabajo por las características de sus empleos. Además, la brecha digital atenta contra la estabilidad de una mayoría que no cuenta con las herramientas y recursos para continuar con las clases en modalidad virtual.

En este entorno crítico entra en juego la sostenibilidad financiera de las IES privadas: “Los flujos de caja podrían no llegar, generando problemas de supervivencia financiera. Esto puede ser crítico para las universidades privadas que no puedan garantizar la continuidad docente en modalidad virtual. Es probable que estas deban suspender temporalmente el cobro de aranceles y que algunas cierren“.

Respuestas institucionales ante el COVID-19
Las respuestas institucionales se han centrado en cubrir el frente sanitario, ajustar calendarios, contribuir desde la investigación y el desarrollo a mitigar la pandemia, garantizar la continuidad de actividades formativas por medio de la educación a distancia, y en apoyar con recursos bibliográficos y tecnológicos y también socioemocionales a la comunidad universitaria. Es decir, en atender la emergencia inmediata con miras a garantizar el bienestar de la ciudadanía. En Argentina, Brasil, Colombia, Costa Rica, Honduras, México y Uruguay, universidades nacionales han comenzado a prestar servicios y producir bienes necesarios para afrontar el impacto de la pandemia, por ejemplo, produciendo alcohol en gel, barbijos y respiradores, además de desarrollar campañas de promoción de medidas de prevención.

Recomendaciones de la UNESCO
El informe del IESALC recomienda a todos los actores de la educación superior prepararse cuanto antes para la reapertura de las instituciones de educación superior, que probablemente se de en un contexto de recesión económica con recortes en la inversión pública en educación. En este contexto, la UNESCO hace un llamado a los Estados para que aseguren el derecho a la educación superior de todas las personas en un marco de igualdad de oportunidades y de no-discriminación como primera prioridad, a través de marcos regulatorios, de financiamiento y de incentivos adecuados, así como de impulsos a iniciativas inclusivas, pertinentes y de calidad para “no dejar a ningún estudiante atrás“, en línea con el propósito principal de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Esto implica atender las necesidades pedagógicas, económicas y también socioemocionales de aquellos estudiantes con mayores dificultades para continuar su formación en modalidades no tradicionales.

A los gobiernos e IES se les recomienda generar mecanismos de concertación que permitan avanzar conjuntamente en la generación de mayor capacidad de resiliencia del sector de la educación superior ante futuras crisis. Esto exige por parte de los gobiernos: contar con la educación superior en los planes de estímulo para la recuperación económica y social; forjar un consenso nacional para una estrategia de fomento de la recuperación y de la innovación de la educación superior; dotarse de un entorno normativo claro en la reapertura de las aulas que genere seguridad; y comprometerse con la cooperación internacional.

A las IES se recomienda anticiparse a una suspensión de larga duración, centrando los esfuerzos en asegurar la continuidad formativa y garantizar la equidad, generar mecanismos de gobierno, monitoreo y apoyo eficientes; diseñar medidas pedagógicas para evaluar formativamente y generar mecanismos de apoyo al aprendizaje de los estudiantes en desventaja; documentar los cambios pedagógicos introducidos y sus impactos; aprender de los errores y escalar la digitalización, la hibridación y el aprendizaje ubicuo; así como promover la reflexión interna sobre la renovación del modelo de enseñanza y aprendizaje.

Descargue al informe aquí el Informe COVID-19 070420 ES

Fuente: http://www.iesalc.unesco.org/2020/04/07/iesalc-insta-a-los-estados-a-asegurar-el-derecho-a-la-educacion-superior-en-igualdad-de-oportunidades-ante-el-covid-19/

Comparte este contenido:

La medicina no basta: por qué necesitamos ciencias sociales para frenar esta pandemia

Redacción: SINC

Junto a epidemiólogos, matemáticos o informáticos que analizan sin descanso el movimiento del coronavirus, otros expertos empujan para evitar que se expanda. Son los antropólogos, psicólogos o sociólogos, cuyo trabajo no ocupa titulares pero ha sido clave para frenar epidemias tan devastadoras como la del ébola.

Las medidas de distancia social y confinamiento afectan más a sectores vulnerables y las políticas deben tratar de compensar esas desigualdades para evitar repercusiones duraderas, advierten los científicos sociales. / Adobe Stock

Por muy duras que sean, las medidas de confinamiento para evitar el contagio funcionan. Así se desprende de una investigación publicada en The Lancet Infectious Diseases en la que los autores concluyen que la cuarentena de personas con COVID-19, junto al cierre de centros educativos y el distanciamiento en el lugar de trabajo son medidas efectivas para reducir el número de casos de la enfermedad.

El estudio evalúa el efecto potencial de estas acciones en Singapur, uno de los primeros lugares que informó de casos importados. En un análisis publicado en la misma revista, los investigadores Joseph A. Lewnard y Nathan C. Lo de la Universidad de California (EEUU) ponen el foco en la dimensión ética de este confinamiento.

“Para superar este virus necesitaremos la experiencia de una amplia gama de disciplinas, desde las ciencias sociales y las humanidades hasta la medicina, la biología y la ingeniería”, dice Shah

“Es importante destacar que los líderes políticos deben promulgar políticas de cuarentena y distanciamiento social que no supongan sesgos contra ningún grupo de población. Los legados de las injusticias sociales y económicas perpetradas en nombre de la salud pública tienen repercusiones duraderas”, advierten.

Los científicos hacen referencia a las posibles reducciones de ingresos y pérdidas de empleo que afectan de forma desproporcionada a las poblaciones más desfavorecidas y piden políticas para reducir estos daños. Entre estos colectivos más vulnerables destacan las personas sin hogar, los reclusos, los mayores, las personas con discapacidad o los migrantes en situación irregular.

En emergencias sanitarias como la que estamos viviendo, los expertos en ciencias sociales se esfuerzan para que este tipo de medidas no dejen a nadie atrás. “Si queremos superar este virus necesitaremos la experiencia y los conocimientos de una amplia gama de disciplinas, desde las ciencias sociales y las humanidades hasta la medicina, la biología y la ingeniería”, indica a SINC Hetan Shah, director ejecutivo de la Academia Británica.

Medidas más humanas

En un artículo publicado en Nature a mediados de enero, cuando el coronavirus SARS-CoV-2 aún no había llegado al rango de pandemia, Shah recordaba que las epidemias son fenómenos biológicos, pero también sociales y destacaba el papel de la antropóloga Melissa Leach en su lucha contra el ébola. Para disminuir el riesgo de contagio y respetando todo lo posible las tradiciones de las comunidades, Leach propuso sustituir los rituales de entierro por otros más seguros, en lugar de eliminar las ceremonias por completo.

¿Cómo lo hizo? Ella y su equipo de la Plataforma de Antropología de Respuesta al Ébola reconocieron en Sierra Leona la importancia social de este ritual y hablaron con los líderes locales para sustituir las ceremonias físicas por otras no presenciales, logrando un acuerdo para retrasar algunas visitas tradicionales hasta después de la crisis.

Durante la crisis del ébola, el equipo de la antropóloga Melissa Leach fue crucial para reducir el riesgo de contagio: propuso sustituir los rituales de entierro por otros más seguros, en lugar de eliminar las ceremonias por completo

“Las medidas de salud pública se tambaleaban, a menudo, por razones sociales y culturales”, recordaba la antropóloga una vez superada la epidemia. “Fuimos capaces de nutrir las medidas de emergencia con las ciencias sociales ayudando a que fueran más efectivas”, resaltaba Leach, que dirige el Instituto de Estudios para el Desarrollo (Reino Unido).

En el caso de la pandemia actual, como recoge un editorial del LSE Impact Blog –un espacio de debate impulsado por la Escuela de Economía y Ciencia Política de Londres– las medidas de salud pública llevadas a cabo para prevenir la propagación del virus, desde el lavado de manos, al autoaislamiento o el cierre de ciudades, requieren de la investigación social para que sean efectivas.

“Las ciencias sociales tienen un papel fundamental para responder a este pandemia”, asegura Shah, y resalta los perfiles de dos profesionales de estas ciencias: los psicólogos y los economistas. Los primeros saben cómo fomentar comportamientos sociales que reduzcan la propagación del virus, mientras que los segundos pueden asesorar a la administración y a las empresas para encarar este bache económico.

Y no solo eso. En esta pandemia que lleva aparejada una oleada de bulos y desinformación, los psicólogos explican los mecanismos que están detrás de estas acciones y cómo nuestro cerebro está influido por los sesgos y por el miedo, lo que puede provocar que bajemos la guardia ante bulos o que procesemos mal los contenidos verídicos.

Imagen de archivo de agosto de 2014, durante la epidemia de ébola en Liberia. / EFE

Lecciones aprendidas de epidemias anteriores

Para afrontar la crisis actual, los científicos recomiendan analizar lo que se hizo en epidemias pasadas. Un documento publicado por la plataforma Ciencias Sociales en Acción Humanitaria –promovida por UNICEF y el Instituto de Estudios para el Desarrollo– recoge 15 lecciones aprendidas de epidemias de gripes y el SARS (una enfermedad respiratoria causada por otro coronavirus en 2003).

Muchas de ellas se pueden aplicar en estos momentos, como la transparencia informativa. Retener la información al público puede ser muy perjudicial puesto que si las personas no consiguen estos datos de las fuentes oficiales, confiarán en medios no fiables. En la pandemia de gripe A (H1N1) de 2009 se cuestionó la neutralidad de la Organización Mundial de la Salud (OMS) porque el público pensó que se había exagerado el riesgo en beneficio de las compañías farmacéuticas, que se beneficiarían con la acumulación de las vacunas.

“En estos momentos debería haber científicos sociales que aconsejen a los gobiernos y a las agencias sobre sus estrategias, como está ocurriendo dentro de la OMS”, señala Annie Wilkinson

Para evitarlo, los expertos que han elaborado el documento recomiendan a las autoridades ser transparentes sobre lo que se sabe de la epidemia y, también, sobre las limitaciones de los datos. “Las instituciones, los gobiernos nacionales o la OMS deben ser transparentes sobre su compromiso con los expertos y la industria farmacéutica para explicar cómo manejan los conflictos de intereses”, plantean.

“En estos momentos hay o debería haber científicos sociales que aconsejen a los gobiernos y a las agencias sobre sus estrategias, como está ocurriendo dentro de la OMS, por ejemplo”, señala a SINC Annie Wilkinson, coautora del informe y antropóloga del Instituto de Estudios para el Desarrollo.

Otro aspecto es evitar estigmatizar a determinados colectivos, como ocurrió con los españoles en la gripe de 1918, denominada comúnmente como ‘gripe española’. En el caso de esta pandemia cuyo origen tuvo lugar en la provincia de Hubei (China), las autoridades y los medios de comunicación han conseguido no etiquetar a esa población, al utilizar los nombres promovidos por la comunidad científica: la COVID-19 para hablar de la enfermedad y el SARS-CoV-2 para referirse al virus.

La pobreza dificulta el confinamiento

Como hemos visto, y tal y como analizaba en un artículo de opinión Manuel Franco, profesor de Epidemiología de la Universidad de Alcalá en Madrid y de la Escuela de Salud Pública Johns Hopkins (EEUU), las diferentes medidas para contener la expansión del virus no afectan igual a toda la población y pueden aumentar las desigualdades.

En este sentido, a las autoridades sanitarias y a los antropólogos les preocupa la incidencia de esta pandemia en países en vías de desarrollo, especialmente en África, donde abundan países con sistemas sanitarios débiles y sin protección social.

A las autoridades sanitarias y a los antropólogos les preocupa la incidencia de esta pandemia en África, donde abundan países con sistemas sanitarios débiles y sin protección social

“Los desafíos de manejar esta pandemia son enormes en el continente africano, al incluir a algunos de los países de ingresos más bajos del planeta y donde las desigualdades globales de riqueza son más pronunciadas”, declara a SINC Tamara Giles-Vernick, jefa de la Unidad de Investigación de Antropología de la Emergencia de Enfermedades del Instituto Pasteur (Francia) y coordinadora de Sonar-Global.

A un posible aumento de los casos en los centros hospitalarios que ponga en peligro su funcionamiento, como está ocurriendo en algunos puntos de Europa, se suma la falta de agua en algunas regiones y núcleos rurales. Tampoco ayuda la carencia de sistemas de alcantarillado, de recogida de residuos o de limpieza urbana de la que adolecen determinadas zonas.

A pesar de estas limitaciones, Giles-Vernick recalca que es un error referirse a África como un único ente sin reconocer su diversidad, y pide evitar los prejuicios. “Veo algunos artículos en la prensa que apuntan a la ‘cultura africana’ como una barrera para el confinamiento efectivo, pero debemos ser extremadamente cuidadosos al atribuir a la ‘cultura’ lo que, sobre todo, puede ser un problema de pobreza y de sus consecuencias”, sostiene.

Las ciencias sociales muestran que no es la cultura, sino la pobreza, la principal barrera para lograr que se cumplan las medidas preventivas. Y eso es algo que aprovechan los virus.

Fuente: https://www.agenciasinc.es/Reportajes/La-medicina-no-basta-por-que-necesitamos-ciencias-sociales-para-frenar-esta-pandemia

Comparte este contenido:
Page 1 of 2
1 2
OtrasVocesenEducacion.org