Colombia/ Autor: Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Javeriana y La Fundación Compartir / Fuente: Compartir Palabra Maestra
La Facultad de Educación de la Pontificia Universidad Javeriana y La Fundación Compartir se unieron para realizar la serie ‘Maestros de Maestros’, un especial en el que cada 15 días los lectores de Compartir Palabra Maestra encontrarán una entrega que resalta el trabajo, la labor y el legado de 10 personajes que, a lo largo de la historia, marcaron el camino formativo de la humanidad.
Immanuel Kant (1724-1804)
La educación debe interesarse por nosotros, por los demás, y por el mundo. Una educación moderna nos sacude de la pereza y nos arriesga a pensar por sí mismo
Pegado a Rusia, teniendo a Dinamarca como norte, a orillas del Mar Báltico existió Königsberg, capital de Prusia, región reclamada por alemanes y rusos. Como testigos de estas disputas sólo quedan ruinas. Hoy se ha fundado una nueva ciudad, Kaliningrado, que ya no pertenece a Alemania, sino al vencedor de la Segunda Guerra mundial, Rusia. En esta ciudad nació Immanuel Kant; pero ya no hay rastro ni de la casa que habitó, ni donde nació, ni donde murió. Permanece una tumba visitada con frecuencia por parejas de recién casados. Durante el mundial de Rusia 2018 vimos de qué manera, antes entrar al Estadio para la gesta mundialista, los turistas visitaban su mausoleo con veneración y respeto. Del pensador prusiano-alemán, nos queda nada más, pero nada menos, que su herencia filosófica, humanística y educadora testificada en sus libros.
Los libros de Kant son hoy de una gran actualidad, entre ellos destacamos Crítica de la Razón Pura, Crítica de la Razón práctica, Crítica de la capacidad de juzgar (Crítica del juicio). Hoy nos centramos en un pequeño tratado, poco estudiado por los filósofos de profesión, pero de mucho interés en la formación de maestros, “Sobre la Pedagogía” (1803). Se dice que se trató de unas lecciones que sus alumnos recogieron, entre ellos, D. Friedrich Theodor Rink y que fueron publicados con la aprobación de su autor. Sin embargo, superando la discusión, por lo demás de vanidosa erudición, sobre la función que cumple este libro dentro de la obra de Kant, nos importa reconocer en él una recuperación valiosa del proyecto formativo que se gestaba al calor de una época, la Ilustración y que testifica el proyecto formador que va a producir la educación moderna.
Para Kant las preguntas fundamentales del ser humano tienen que ver con cuatro interrogantes: ¿Qué puedo saber? ¿qué debo hacer? ¿qué me cabe esperar? ¿Qué es el hombre? Con respecto, al momento que le tocó a vivir, la Ilustración, y con ello, el inicio de la época moderna, Kant cree que sólo es moderno quien aprende a pensar sin estar bajo la tutela o dependencia de alguien; cada ser humano debería tener como eslogan de combate el siguiente: arriésgate a pensar por ti mismo. En realidad, ser moderno sería salir de la minoría de edad, sería también sacudirse de la pereza y la cobardía que nos hace seguir lo que los otros dicen, lo que los otros piensan, lo que los otros hacen. Sólo la pereza y la cobardía nos hace menores de edad y a ésta hay que sacudirla para ser modernos para entrar en la Ilustración.
En este contexto es que tenemos que leer el Tratado de Pedagogía de Kant (1803). Educarse sería construir una humanidad en cada uno. Esta humanidad no aparece espontáneamente, exige educación, es decir, un trabajo específico, bastante complejo y muy deliberativo, hecho de ciencia y de arte. “Educación” es una palabra que empieza a aparecer como aquello que se hace con cada ser humano. La utiliza Locke, la utiliza Rousseau, y ahora Kant. Educar es cuidar, educar es instruir, educar es disciplinar, la unión de la instrucción con la disciplina origina la formación (Bildung). La formación es una parte de la educación, es también el resultado fundamental de todo el ejercicio educativo: formar a alguien no sería solamente competencia y habilidades; es también y sobre todo capacidad de considerar a cada ser humano, próximo o lejano, siempre como fin en sí mismo y nunca como medio para algo.
En Colombia, la gente no les cree a los informes económicos, pues dicen que sus balances muestran, que al País le va bien, pero a la gente le va mal. Esta forma irónica de leer la gestión de los estados, también, lo expresa Kant en su propio estilo; dice que las conquistas humanas han logrado la felicidad de los Estados y la desdicha de las gentes, “vivimos en un tiempo de disciplina, cultura y civilidad; pero aún no, en el de moralización (…) las felicidades de los Estados crecen al mismo tiempo que la desdicha de las gentes” (Kant, 1803/2005; pág. 39).
Para Kant no se educa para una región, ni para la familia, ni para una determinada sociedad, ni para una patria. Se educa para hacer de cada ser humano un ciudadano del mundo con capacidad de ver en cada ser extraño la humanidad que me hace falta. Mi vida sólo es buena sino la siento ligada a la humanidad. Por lo tanto, la humanidad es el tema de la educación de Kant. Y la humanidad implica una serie de efectos y condiciones que pueden ser sintetizadas así:
La educación tiene a la humanidad como destino. La educación tiene que ver con algo que está en el alma y nos hace interesarnos por nosotros, por los demás y por el mundo: “Hay algo en nuestra alma que hace interesarnos: a) por nosotros mismos; b) por aquellos entre quienes hemos crecido, y c) por el bien del mundo. Se ha de hacer familiares a los niños estos intereses y templar en ellos sus almas. Han de alegrarse por el bien en general, aun cuando no sea el provecho de su patria ni el suyo propio” (Kant, 1803/2005; pág. 93). La educación no es un asunto de patrioterismos, ni de nacionalismos ni de grupos cerrados, ni de nacionalismos; sino de la humanidad que está en el alma: de una humanidad cosmopolita.
La humanidad hay que desarrollarla. “Hay muchos gérmenes en la humanidad; y a nosotros nos toca desarrollarlos; desplegar nuestras disposiciones naturales y hacer que el hombre alcance su destino” (Kant, 1803/2005; pág. 33). El desarrollo y el despliegue depende de la disciplina, pues ella “convierte la animalidad en humanidad” (Kant, 1803/2005; pág. 29). Recordemos que para Locke la falta de disciplina del entendimiento impide la conversación; para Kant esta disciplina y esta conversación está en función del desarrollo de una humanidad que está en el alma.
La humanidad es un asunto generacional. “Una generación educa a otra” (Kant, 1803/2005; pág. 30). La metáfora kantiana de la alteridad es significativa: “El árbol plantado solo en un campo, crece torcido y extiende sus ramas a lo lejos; por el contrario, el árbol que se alza en medio de un bosque, crece derecho por la resistencia que le oponen los árboles próximos, y busca sobre sí la luz del sol” (Kant, 1803/2005; pág. 37). La humanidad no existe individualmente en cada uno de nosotros, la humanidad existe si nos la damos unos con otros, si nos apoyamos unos con otros, como los arboles próximos se dan resistencia, así somos los seres humanos, nos damos la humanidad si estamos próximos a los otros, y aprender a darnos humanidad es el trabajo de la educación.
La humanidad se interesa por un mundo mejor. Existe una perfectibilidad, un progreso que es importante en Kant. “una buena educación es el origen de todo el bien en el mundo. Es necesario que los gérmenes que yacen en el hombre sean cada vez más desarrollados”. Por eso, no se educa para el presente, sino conforme a un estado mejor y posible en lo futuro de la especie humana; es conforme a la idea de humanidad y de su completo destino. Este principio es de la mayor importancia” (Kant, 1803/2005; pág. 36). ¿Por qué es este punto el de mayor importancia? Porque ni los padres, ni los príncipes educan. Los padres cuidan la casa y los príncipes el estado; a ninguno de ellos les interesa la idea de humanidad, que sí le interesa la educación de Kant; al contrario, la educación debería ser no la vida presente, como hacen los padres y los príncipes, sino “la perfección a la que está destinada la humanidad y por la cual tiene sus disposiciones”. La afirmación es contundente: “Las bases de un plan de educación ha de hacerse cosmopolitamente” (Kant, 1803/2005; pág. 36).
Aunque no se refiere al maestro de una institución educativa como la conocemos hoy, sin embargo, Kant imprime destaca el carácter del maestro. Si el educando es fin en sí mismo y nunca medio, hay que salvar al niño de las mezquindades educativas de los Estados y del egoísmo educador de los padres. Hay que educar al niño para una humanidad mejor, y eso solo lo sabe hacer alguien que se forma específicamente para estos propósitos: “La aproximación lenta de la naturaleza humana a su fin, sólo es posible mediante los esfuerzos de las personas de sentimientos bastantes grandes para interesarse por un mundo mejor, capaces de concebir la idea de un estado futuro más perfecto” (Kant, 1803/2005; pág. 38). Kant introduce explícitamente la formación (Bildung) como propósito esencia de la educación. Con ello integramos una dimensión fundamental, si es auténtica, de la formación de maestros y la recuperación conceptual del saber pedagógico.
Comenio (1592-1670)
La educación es aquella que conduce los asuntos humanos hacia asuntos de paz. La educación sabia consiste en esto: en hacer algo, que sea digno de la vida.
Juan Amos Comenio es el sabio más importante del Siglo XVII. Teólogo inspirado en las ideas reformadoras de Lutero y Calvino, siguió la pedagogía de Vives y Ratke. Construyó el primer método científico de la enseñanza siguiendo a Bacon y Campanella. Escribió mas de 250 obras, entre las que destacamos la Didáctica Magna, Ángel de Paz, El Paraíso del Mundo y el paraíso del corazón En la Didáctica Magna y Pampedia configura una estructura de la escuela, casi como la conocemos hoy.
Nace en Moravia, lo que hoy es la Republica Checa. Sufrió en carne propia la Guerra de los 30 años (1618-1648); una confrontación política y religiosa que dejó a Europa devastada y con millones de muertos. En la obra Puerta abierta a las lenguas trabajo en la enseñanza de las lenguas, También elaboró el primer manual con imágenes para la enseñanza de latín en las lenguas maternas (el latín era la lengua importante para el aprendizaje de las ciencias). Elaboró un tratado de reconciliación entre Inglaterra y Holanda llamado Ángel de Paz que siguió siendo un modelo de fin de las confrontaciones entre las naciones. El texto ha inspirado a la ONU para la elaboración de los tratados posteriores de paz.
Sin embargo, a pesar de sus aportes vivió exiliado, perseguido, proscrito, escondido. Por la guerra perdió a su primera esposa (Magdalena) como a sus dos hijos; más tarde moriría también Dorotea, su segunda esposa. Fue calumniado, incomprendido, tratado como embustero y loco. Sin embargo, el cansancio y la desilusión no puede ser la única suerte que le corresponda al ser humano; escribía con entusiasmo a pesar de estar muy enfermo, pues, decía, “la vida nos debe interesar por eso, para que hagamos de ella, algo que sea digno de la vida”.
Aunque muchos ven en el educador moravo el pionero de la pedagogía, o también, el primero en tratar la educación de una manera exhaustiva, hay que resaltar algo de fondo: con Juan Amos Comenio se inician los conceptos que fundaran la pedagogía moderna: escuela, maestro, el enseñar, el aprender, la infancia. Se tratará, como lo resalta la maestra colombiana, Olga Lucia Zuluaga, de los objetos, los conceptos, los sujetos, que configuraran el saber pedagógico hasta Herbart.
También con Comenio obtendremos las herramientas epistemológicas, políticas y éticas para pensarla educación como constructora de humanidad universal. Se tratará de proceder con método (ciencia) hacia una educación que reforme los asuntos humanos. Los asuntos humanos serán asuntos de paz.
A partir de Comenio, la educación tendrá algunas características:
Será Universal: Para todos: es el primero que señala que nadie debe estar excluido de la educación. La escuela permitirá una educación a todos. El conocimiento científico se democratiza, todo puede ser enseñado, “parece un sueño que todos los hombres consigan una educación universal, sólida y capaz de transformarles en hombres nuevos, en verdadera imagen de Dios” (Pampedia; pág. 38). El Pandidáscalo es un cultivador de lo universal de las inteligencias, es un maestro pampédico quien enseña todas las cosas totalmente. Con este fin debe formarse en lo universal, pues “debe formar a todos los hombres en todas las cosas que perfeccionan la naturaleza humana” (Pampedia; pág.139).
Será un conocimiento de todas las cosas: no existe ningún conocimiento que no pueda ser aprendido. Formarse en todas las cosas no es un saber libresco y erudito; es una sabiduría de vida. En efecto, señala al inicio del capítulo VII, que se trata de que no salgan con “libros doctos” sino con “corazones y manos eruditas” (Pampedia; pág.139); no basta tener libros buenos, sino manos y corazones eruditos/buenos. Expresamente habla del saber enciclopédico: “no queremos enseñar enciclopédicamente a unos pocos sino a todos” con el fin de que se diferencien de los animales en “la razón, por la palabra y por el obrar libre y variado” Pampedia; pág.64).
Una educación total: Lo universal es, también, formación total: todo el hombre. Según Comenio hay educación para algo: enseñan algunas cosas, algunas materias, pero no hacen al hombre sabio. Pero hay una educación que es total. Lo total, es reconocimiento de que a cada hombre y todo hombre y toda mujer es “cuerpo… Sentido… Ingenio” “(Pampedia; pág.215).
La educación no se limitará a la escuela. Tanto en la Didáctica Magna como en Pampedia Comenio señala que la educación acompaña toda la vida del hombre. La sabiduría no se da de una vez por todas. De modo de que, si se trata de aprender todo, no todo se aprende de una vez. Además de que lo universal es lo total, también es lo continuo, lo permanente de la educación; no se educa de una vez, no hay edades privilegiadas de educación; se educa siempre, en todas partes, en cada etapa de la vida; no de la misma manera sino de acuerdo a las edades; cada edad aprende de modo distinto y distintas cosas; a lo universal le es inherente una vida entera: “será por tanto fácil conseguir que la vida entera se convierta en escuela. Basta dar a hacer a cada edad únicamente aquello para lo que es apta y durante toda la vida, el hombre tendrá algo que aprender, algo qué hacer, algo en lo qué progresar y donde coger los frutos de la vida” (Pampedia; pág.107).
Es una educación alegre. Necesitamos un juego universal, “universalis ludus” (Pampedia; pág. 1992; pág.159). Que los hombres se ejerciten en “pensamientos, dichos y obras” (pág. 65) con “gozo” (pág.65), “placer” (pág. 153) y juego.
Comenio se anticiparía a los planteamientos de la educación universal de Rousseau (1762) y a las propuestas de reconciliación de las naciones elaboradas por Kant en la Paz Perpetua (1804). Sin embargo, hoy Comenio sigue siendo un estudio postergado. No ha bastado las recomendaciones de las Organización de Naciones Unidas, ni los estudios de Piaget sobre nuestro autor de la Didáctica. Con Comenio se inauguran la pedagogía moderna; con él se instituirán los sujetos, los objetos, los métodos, las instituciones que configurarán la práctica pedagógica y las dimensiones para la formación de maestras y maestros en el saber pedagógico.
Jean-Jacques Rousseau (1712-1778)
La vida de Emilio es su educación. De las manos del maestro, no solo serán profesionales, sino, ante todo, con una vida que sea digna de vivir.
Con Rousseau, se inaugura un giro en el pensamiento sobre la educación. Pensador suizo, de habla francesa. Paradójico, conflictivo, escéptico frente al progreso de la ciencia y de su capacidad para la producción de la felicidad del hombre. Con él la infancia se instituye en sujeto de la educación. Las pasiones no son impedimento sino la fuerza que permiten su desarrollo. La formación del hombre para la vida social se realiza apartándose de ella. La naturaleza no obstaculiza la educación; al contrario, solo siguiéndola se puede alcanzar los propósitos que se persiguen. Rousseau es considerado como iniciador del romanticismo educativo, al centrarse en una concepción optimista de la naturaleza humana, e iniciador de lo que se llamará la educación moderna.
El autor del Emilio (1762) cree en el papel educador de la mujer, y dedica su obra a “una mujer que sabe pensar”. A la infancia no se llega por ideas, conceptos, modelos, teorías: “de la infancia nada sabemos, y cuanto más se habla, más se yerra”. Es por eso, que el autor ginebrino no hace un tratado, ni una didáctica, ni unas prescripciones morales. Escribe una novela. Y es que no se educa para la vida, como si hubiera una existencia previa a la vida misma, como si se pudiera separar educación y vida. No se educa para la vida porque la vida es la educación. “Vivir es el oficio que yo quiero enseñarle; saliendo de mis manos el no será, convengo en ello, ni magistrado, ni soldado, ni sacerdote; será primeramente hombre: todo lo que este hombre debe ser y sabrá serlo en la necesidad tan bien como precise; y cuando la fortuna tenga a bien hacerle cambiar de lugar, el permanecerá siempre en el suyo” Rousseau, J. (1985 [1762] pág. 41).
Cuando Rousseau escribe el Emilio no estaba pensando en la organización escolar, ni en sus pedagogías, ni en las formas de educación conocidas en su tiempo. Más bien pensaba a contra corriente de todas ellas: en contra de las escuelas, de los colegios, los modelos pedagógicos, de las opciones morales que ya existían. La educación de su tiempo basaba la conducción de los niños en una disciplina directa sobre el cuerpo del niño, en la memorización, en la erudición y el encierro. Rousseau, en cambio, piensa en el ambiente del niño, en los espacios en los que se desarrolla, en la administración del espacio en los que despliega el aprendizaje. El maestro es formador, pero su trabajo es indirecto, produce interés, construye condiciones de libertad. Si en Locke solo hay libertad, si hay disciplina. En Rousseau solo hay disciplina si existe libertad. La libertad es el propósito, solo que por vías distintas. Pero la libertad solo llega si el maestro es vigilante conductor.
Se trata de un oficio de maestro que no lo sabe hacer ni los padres, ni el estado, ni las políticas educativas, que no piensen en el niño mismo y en los deberes como ser humano; por eso se necesita un maestro, quien, en un ejercicio de gobierno, lo conduzca hasta hacerlos hombres:
No existe otra ciencia que enseñar a los niños: esta es la de los deberes del hombre. (…) Por lo demás yo llamo más maestro (gouverneur) que preceptor al profesor de esta ciencia, porque se trata menos para él de instruir que de conducir. Él no debe dar preceptos, debe hacer que se descubran” Rousseau, J. (1985 [1762]. Pág. 53)
Luego el maestro se va haciendo innecesario, mientras Emilio no se gobierne a sí mismo “yo no le pierdo ya ni un momento de vista”, hasta que, “no tenga necesidad de otro guía que él mismo” y “no tenga la menor necesidad de mi” (1985 [1762] Pág. 52). Los modelos pedagógicos que se apoyan en Rousseau para crear educación centrada en el aprendizaje, o en un desprecio de la enseñanza, o en un desconocimiento del maestro, no han interpretado bien al Emilio, no han comprendido el trabajo de gobierno que realiza el formador.
La idea de naturaleza es el punto de partida de la educación del Emilio. “Nuestras pasiones son los principales instrumentos de nuestra conservación; es por tanto una empresa tan vana como ridícula querer destruirlas; es controlar la naturaleza, es reformar la obra de Dios. Si Dios dijese al hombre que destruyese las pasiones que él le ha dado. Dios querría y no querría; se contradeciría a sí mismo. Jamás ha dado esta orden insensata (…) según esto yo consideraría aquel que intentase impedir el nacimiento de las pasiones, casi tan loco como aquel que intenta destruirlas” (1985 [1762] pág. 241).
Por tanto, la educación para Rousseau:
- Es una educación natural. Su fundamento es seguir el obedecer la naturaleza.
- Es una educación libre: no se trata de ir a lo que salga, sino en que “el Espíritu de las reglas es dejar a los niños más libertad y menos imperio”.
- Se trata de una libertad regulada pues no le quitara los ojos. El maestro está presente, de otro modo, no directo, pero si conduciendo la experiencia
- Es una educación activa: hay que dejarlos que actúen y hay que tomarse su tiempo, “el hombre es libre en sus acciones”. El niño es agente y no simplemente paciente como lo encontraríamos en Comenio.
- Es una educación para la felicidad: “Preciso es ser feliz” y para ello hay que ser dueño de sí mismo.
Rousseau tiene una desconfianza en la ciencia y en la forma como se busca dominar a la naturaleza. La manera como se domina la naturaleza y la forma como se busca torcer sus leyes logra que el mismo hombre se haga víctima de sus propios logros y tema los efectos de sus propias conquistas humanas. Para Rousseau es mejor aprender a vivir que aprender a conocer. Sin embargo, el haber puesto el acento en la felicidad, en la necesidad de libertad, en la importancia del interés, en la potencia de las pasiones, el papel del amor y de la bondad de la naturaleza Rousseau construyó nuevas condiciones para pensar la formación de maestros y el saber pedagógico.
John Locke (1632-1704)
La educación requiere una mente disciplinada. Avanza más un corcho en un remolino que una mente que no es rigurosa y disciplinada mientras conoce.
John Locke es un pensador inglés, con una determinante influencia en la Europa de su tiempo. Sus ideas políticas inspiraron la Revolución francesa y la independencia de Estados Unidos. Creador de un pensamiento liberal marcó la filosofía política de las naciones que se emancipaban; sus ideas son la base de las concepciones sobre la sociedad civil y de la forma de organizar las naciones a partir de la libertad y de la tolerancia. Como médico y filósofo elaboró una reflexión sobre la educación que deben ser recogidos en el momento de recuperar el horizonte conceptual de la pedagogía.
No puede existir educación sin superar los obstáculos que presenta la mente. No hay educación sin disciplina. Esta es una afirmación que no goza de prestigio ente la gente joven y a la que le tememos los adultos. Pero esta es la propuesta de Locke. Nuestro autor lo desarrolla en Pensamientos Acerca de la educación (1967. Ediciones de la lectura Madrid, Traducción de D. Barnés) y La conducta del entendimiento (1992, Anthropos, Barcelona). Saber disciplinar la mente es requisito para que ella nos ayude a hacernos libres. Pensar es importante en un nuevo orden de las sociedades; pero no se puede pensar de cualquier manera. La paradoja de que los pensamientos (thoughts) son libres, pero que se pueden convertir en la gran dificultad para el conocimiento (knowledge) es una de las preocupaciones en la que gira la reflexión de Locke.
A Locke le preocupa la tremenda capacidad de distracción que tiene la mente, el pasar de un lugar a otro sin ton ni son. Nos han hecho creer que eso es libertad de pensamiento, que se trata de espontaneidad; pero no para nuestro Autor, eso es distracción. La mente no puede pasar de un lugar a otro como dando palos de ciego, tiene que saber aplicarse a objetos con rigor y reglas precisas.
El entendimiento tiene trabas (clog) que retrasan la mente. Hay algo que la mente debe ser capaz de hacer que es “la transferencia de pensamientos” (1992, pág. 189, § 45); es decir, la capacidad de un hombre despierto de tener un objeto al cual aplicarse; la mente siempre debería estar libre y atenta para atender toda variedad de objetos que se le ofrecen, y concederles tanta consideración como se crea conveniente en ese momento” esto supone un dominio; supone no ser perezosos o apáticos. No es que sean malas las pasiones y las inclinaciones naturales, lo que quiere Locke es que estén siempre en libertad y a la libre disposición del hombre “para hacerla actuar como y donde quiera” (1992, pág. 189, § 45).
Tres son las posibles causas de distracción:
- Aficionarse a sí mismo: Son personas desconectadas de los demás, incapaces de tomar parte de una conversación, “no ven lo que pasa ante sus ojos, no oyen los discursos de los demás y, cuando dedicándoles un gran esfuerzo se despiertan un poco, parece que se les ha traído de alguna región lejana” (1991, pág. 189, § 45)
- Aficionarse a actividades casuales que no tienen nada que ver con un trabajo educativo; dan mil vueltas antes de sentarse a trabajar, mil excusas antes de ponerse a la obra que le toca; postergar siempre la lectura, la escritura que no lo muestran activo sino disperso; cuando se da cuenta ha estado perdiendo el tiempo “y que todos los esfuerzos empleados en él son trabajo perdido” (1992, pág. 195, § 45). Locke no conoció el internet, ni el Whatsapp, ni Netflix, sino tendría buenos ejemplos sobre este punto.
- Aficionarse a fantasear. Se refiere Locke a una actividad pueril de quedarse en ideas fijas, una actividad aún más baja que las anteriores “zumbidos sin sentido de meros sonidos vacíos”. Es una actitud mecánica de tener una idea en la cabeza sin hacerla progresar, que hace que la mente se vuelva cautiva. Locke le dedica mucho tiempo a esta traba y es drástico con ella: “nunca debemos consentir esas ocupaciones triviales del pensamiento; tan pronto como veamos que la mente se emplea en vano, deberíamos interrumpirla y reprimirla inmediatamente, presentarle consideraciones nuevas y más serías” (1992, pág. 201, § 45). No da lugar a contemplaciones: interrumpir y reprimir. No hay de otra.
La vida distraída hace, dice Locke, que “avance más un caballo en una noria que nuestro pensamiento (1992, pág. 193, § 45). Existen tres actitudes que impiden la disciplina de la mente: pensar según otros, poner la pasión en lugar de la razón y ser corto de vista.
- Pensar según otros: Son un grupo de personas que no razonan, sino que se guían por ejemplos de otros: padres, vecinos, guías espirituales y así “evitarse la incomodidad y la molestia de pensar e indagar por sí mismos” (1992, pág. 9, § 2).
- Poner la pasión en lugar de la razón. Son los que se guían por sus propias razones, interés o partido. Al seguir sus argumentos no escuchan a nadie.
- Ser corto de vista. Carecer de una visión amplia, global, profunda de las cosas de que trata. El asunto es que todos somos cortos de vista; no tenemos una visión total de lo que tratamos; pero esto se puede solucionar si renunciamos a nuestra arrogancia y “consultamos a otros, aun cuando sean más pobres que él en capacidad, rapidez y penetración” (1992, pág. 11, § 3). No es rebajarse caer en cuenta que otros tienen nociones de cosas que se nos escapan.
Locke un gran optimismo por las capacidades humanas, todos tienen “las mismas capacidades naturales” sólo distintas por los distintos tipos de motivación que han recibido. ¿Quién es capaz? “Yo respondo que más gente de la que imaginan” (1992, pág. 21, § 3). Se necesita un trabajo paciente de habito, que permita ejercitar “la libertad de su razón y de su entendimiento tan ampliamente como éste y su mente deseen ser fortalecidos” (1992, pág. 21-22, § 3). Se trata de prácticas y hábitos que nos conducirán más lejos de lo que podemos imaginar (1992, pág. 23, § 4).
Con Locke hemos aprendido que se llega a la libertad a través de un ejercicio de disciplina. Que las pasiones son libres si están disciplinadas. Que es el entendimiento el que pone a las pasiones, a los intereses al servicio de la educación. Con la disciplina del entendimiento, Locke nos entrega nuevos horizontes y nuevos conceptos para la construcción del saber pedagógico.
Michel Montaigne (1533-1592)
No solo instruir, también educar. No se puede hacer una educación que esté colmada de conocimientos, pero totalmente huecas de buen juicio.
Michel Eiquem, Señor de Montaigne, es un humanista francés que, puede considerarse, la síntesis formativa, el espíritu educador de un Renacimiento que está llegando a su ocaso. Es, también, el anuncio del nuevo sol que se levanta con el nombre de Ilustración. El espíritu educador moderno se anuncia en sus reflexiones los cuales interrogan los propósitos del conocimiento, la relación entre ciencia y naturaleza, y la importancia de la espontaneidad del espíritu humano.
Y es que la inquietud educativa se encuentra en todos sus Ensayos (1580). Durante veinte años habita sus libros y piensa en la educación de la humanidad; en especial podemos rastrear su aporte educativo en Sobre el Maestro (traducido por otros como Sobre el Pedantismo); sobre la educación de los niños (La institución de la infancia), sobre la influencia de los padres sobre los hijos (sobre los afectos de los padres sobre los hijos; y Sobre la experiencia.
Montaigne inaugura una forma extraña de escribir. No hace tratados, ni exposiciones: ensaya una idea, se nutre de lecturas, compara puntos de vista, sopesa argumentos, articula proposiciones contrarias, hay buen humor y muchas paradojas. Escribe en primera persona, vive en soledad, habla consigo mismo, se contradice y, al final, no concluye nada; eso le toca al lector. El pensamiento es viaje donde no está determinado nada. Algunos lo consideran un escéptico; otros ven en él un inaugurador de otra escritura, como quien va de camino, preguntando, midiendo, sopesando, haciendo experiencia. La subjetividad moderna se anuncia aquí. No es el primero, ya San Agustín, en el siglo IV, había iniciado una forma de conocer que pasaba por el conocimiento de sí mismo. La advertencia de Sócrates, el primer pedagogo de Occidente, resuena aquí: una vida sin examen, no vale la pena ser vivida.
¿Instruir o educar? Es la preocupación que se encuentra en el espacio pedagógico del Renacimiento. Se trata de una época donde el conocimiento, la erudición y los saberes en todos los órdenes, políticos, artísticos, científicos, literarios, sociales, aparecen en una abundancia hasta ahora no conocidos. Una abundancia del conocimiento que produce en los que lo detentan una gran arrogancia. El Renacimiento es el momento en el que abunda el saber y escasea la modestia. La actitud autosuficiente del hombre del siglo produce en nuestro autor una crítica profunda de aquellos que se presentan como maestros del saber sin la suficiente humildad: “odio por encima de todo, un saber pedantesco”.
El aporte para la educación radica en que inaugura la pregunta por la forma de entender la erudición. Se educa para la ciencia y no para la virtud, se lamenta con frecuencia. “Nuestros padres se preocupan de atiborrarnos la cabeza de ciencia; del juicio y de la virtud apenas se habla”. Nos ahogamos de conocimiento, nos llenamos de saberes, pero perdemos la prudencia, no sabemos tomar decisiones, no aprendemos a vivir con otros; nos empalagamos de títulos, reconocimientos y honores; pero se pierde el sentido común y no sabemos vivir, “cabezas bastante llena de memoria más totalmente hueco el juicio”.
En el capítulo de los Maestros afirma que “nos esforzamos en llenar la memoria y dejamos vacío el entendimiento y la conciencia. Así como los pájaros van a veces en busca de grano y lo lleva en el pico sin probarlo, para alimentar a sus polluelos, así nuestros maestros picotean la ciencia en los libros poniéndosela en los bordes de los labios únicamente para desembucharla nada más, lanzándola al viento” (Capitulo 25).
No es que se trata de escoger entre instruir o educar, entre conocimiento y formación (la noción de formación aparecerá mucho después en el contexto del resurgir dela cultura alemana). Se refiere, en cambio, a lo complejo que es el proceso de la educación. En los ensayos todavía no aparecen los problemas que instauraran la educación moderna: todavía no hay maestro moderno, (el maestro al que se refiere no es al maestro de la escuela actual); ni tampoco habla de la escuela como la conocemos hoy.
Sin embargo, Montaigne nos importa porque para nuestras instituciones una pregunta que ha sido postergada por el afán de una educación de calidad que descuida la calidez de la misma. Nos preocupa más que nuestros niños, niñas y jóvenes alcancen los perfiles técnicos de los proyectos educativos y menos por la capacidad que ellos deben adquirir en términos de aprender a vivir juntos, el sentido de la colaboración y el cuidado de sí mismo.
Montaigne advierte que, además de conocimiento, la educación es la capacidad de tomar decisiones prudentes. El conocimiento se puede adquirir en un trabajo con otros, la prudencia tiene que ver en un trabajo consigo mismo. A prender a trabajar consigo mismo parece ser el proyecto que heredamos de Autor de los Ensayos. Un trabajo necesario para que la ciencia no se vuelva contra nosotros mismos. Con Montaigne se gana una inquietud, inaugurada por Sócrates, de una vida examinada y que nutrirá el horizonte formativo del saber pedagógico.
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Fuente de las Reseñas:
https://compartirpalabramaestra.org/especiales-tematicos/maestros-de-maestros
https://compartirpalabramaestra.org/especiales-tematicos/maestros-de-maestros/immanuel-kant-1724-1804
https://compartirpalabramaestra.org/especiales-tematicos/maestros-de-maestros/comenio-1592-1670
https://compartirpalabramaestra.org/especiales-tematicos/maestros-de-maestros/jean-jacques-rousseau-1712-1778
https://compartirpalabramaestra.org/especiales-tematicos/maestros-de-maestros/john-locke-1632-1704
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ove/mahv