Las trabajadoras y su organización

Por: Cristina González Vítores

Decía la revolucionaria Alexandra Kollontai que no hay que hablar de la existencia de ningún problema de la mujer especial, ya que la sociedad burguesa oprime a la mujer por ser parte de esa gran contradicción entre el capital y el trabajo.

Y es esa contradicción en particular, sumada a la falta de derechos generales a lo largo de la historia de las mujeres, lo que desembocará en la aparición de un nuevo fenómeno verdaderamente importante: el movimiento general femenino. Un movimiento que desde el principio ya se dividirá en dos grandes bloques: el movimiento femenino burgués y el movimiento femenino obrero.

Y esta división se viene dando desde el principio. Mientras que el movimiento femenino burgués, que luego desembocará en diferentes fracciones feministas, ha venido defendiendo los intereses de las propias mujeres de la burguesía, a pesar de propugnar que ellas luchan por todas las mujeres. Y nada más lejos de la realidad: lo que de verdad han provocado ha sido un conflicto entre sexos, contraponiendo a hombres y mujeres, convirtiendo su lucha en una cuestión de sexos y no de clases.

En cambio, el movimiento femenino de la clase obrera siempre ha tenido claro cuál es su lucha: la emancipación de las trabajadoras ligado íntimamente a la lucha de clases. Desvincular la lucha general de clases de la lucha particular de la emancipación de las trabajadoras conlleva legitimar las relaciones capitalistas de producción, puesto que exoneramos al sistema capitalista de las condiciones en las que vivimos la clase obrera y afirmamos que solo con cambios legislativos, parciales y superficiales podremos llegar a la anhelada liberación de la mujer obrera y de la clase trabajadora.

Pensar que hoy en día es posible una alianza interclasista en nombre de la “igualdad” no es más que una ilusión. Pensar que las mujeres somos un grupo homogéneo por el simple hecho de ser mujeres es no ser consciente de la realidad que nos rodea. Pensar que es necesario organizarnos como mujeres sin tener en cuenta a qué clase social pertenecemos, es correr el peligro de perder derechos que hemos conquistado como trabajadoras hace años.

Si algo nos ha enseñado la historia es que cuando las trabajadoras se han unido en su propia organización han conseguido todo tipo de derechos: desde poder trabajar en cualquier profesión sin ningún tipo de tutela hasta sus derechos sexuales y reproductivos más básicos.

El sistema capitalista está lleno de contradicciones, y una de las más importantes es la propia situación de la mujer: les servimos para la producción, nos integran en ella, pero seguimos teniendo en nuestras espaldas la mayor carga de las tareas reproductivas y de cuidados.

Sin la necesaria socialización de esas tareas, la emancipación de las trabajadoras no va a llegar nunca. Pero además debemos tener claro que sin la organización de las mujeres de la clase obrera por la eliminación del sistema capitalista, no será posible esa socialización. Es la pescadilla que se muerde la cola: sin organización no hay emancipación de la mujer; y sin emancipación de la mujer no hay una nueva sociedad posible.

Por ello es tan necesario unirnos bajo una sola bandera, la de nuestra clase, y dejar de lado luchas y batallas ajenas. Empecemos con nuestra organización para conseguir esa sociedad a la que aspiramos, la del hombre y la mujer nueva, donde no haya ni explotados ni explotadores; en definitiva, ese país que la clase obrera necesita.

Fuente de la información e imagen: https://nuevarevolucion.es

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De brujas y sabias a científicas: la historia de las mujeres en la ciencia

Por: Ambar Barrera.

 

¿Qué imagen te viene a la mente cuando piensas en una persona dedicada a la ciencia? Tal vez -sobre todo si eres millennial-  pienses en personajes como Dexter, el profesor Utonio o, en general, el Doc en la película Volver al Futuro. Pero, ¿podrías pensar en alguna mujer científica? En la cultura popular también hay algunas aunque ciertamente distan del estereotipo del varón que usa siempre bata blanca, como Bulma de Dragon Ball Z, la Dulce Princesa de Hora de Aventura o incluso Arenita en Bob Esponja.

Y tal vez en la secundaria nos hablaron de Marie Curie, pero el resto de científicos e inventores que podrían venir a nuestra mente serán en su mayoría hombres, pues la invisibilización de las mujeres en el campo de la ciencia ha sido sistemática. De hecho, a la misma Marie Curie no se le reconoció hasta que su propio esposo pidió que dejaran de darle los créditos de ella.

El 11 de febrero de 2015 fue proclamado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), como el Día Internacional de la Mujer y la Niña y la Ciencia, y desde entonces, se han realizado esfuerzos desde distintas instituciones para colaborar a la visibilización de las mujeres en la ciencia.

Tal como lo dice la ONU, esta fecha se proclama porque “la brecha de género en los sectores de la ciencia, la tecnología, la ingeniería y las matemáticas persiste desde hace años en todo el mundo. A pesar de que la participación de las mujeres en las carreras de grado superior ha aumentado enormemente, están todavía insuficientemente representadas en estos campos”.

A Marie Curie no se le reconoció hasta que su propio esposo pidió que dejaran de darle los créditos de ella

Este año en Puebla, El Taller AC ofreció una charla-taller sobre el tema. Ahí se habló brevemente de la historia de las mujeres en la ciencia y los estereotipos que persisten, así como los esfuerzos para que las niñas consideren las ramas de la ciencia y tecnología como una opción de vida.

¿Cuántas mujeres hubo en la historia de la ciencia?

Rubí Cervantes, psicóloga e integrante de El Taller AC, explicó durante la charla que a lo largo de la historia la aportación de las mujeres en la ciencia es innumerable, sin embargo la información es escasa pues han sido deliberadamente borradas o simplemente ignoradas.

Además, en distintas épocas y lugares, el acceso de las mujeres a la educación fue imposible. Algunas mujeres lograban entrar sólo por cuestión de privilegios socioeconómicos y algunas otras lo lograron al hacerse pasar por varones. Incluso en algunos lugares estuvo prohibida la admisión de mujeres en centros de educación superior, como en la Universidad de Bolonia, Italia, donde en un decreto de 1377 se establecía lo siguiente:

«Ya que la mujer es la razón primera del pecado, el arma del demonio, la causa de la expulsión del hombre del paraíso y de la destrucción de la antigua ley, y ya que en consecuencia hay que evitar todo comercio con ella, defendemos y prohibimos expresamente que cualquiera se permita introducir una mujer, cualquiera que ella sea, aunque sea la más honesta, en esta universidad».

María la Hebrea inventó el «baño maría»

En una de sus investigaciones Alicia Itatí Palermo, socióloga, investigadora de la Universidad Nacional de Luján (Argentina), autora de diversos artículos y libros sobre género y doctora en Educación y Filosofía, señala que en casi todos los países las primeras universitarias fueron médicas, tal vez porque -de acuerdo con otros autores- «el impulso a la medicina parecía natural en las mujeres, tan natural como la enseñanza, pues las esposas y madres eran en el siglo XIX, como lo habían sido siempre, las supervisoras de la salud y las enfermeras en el hogar».

En ese sentido, Rubí Cervantes consideró que las brujas pudieron ser mujeres científicas por su conocimiento sobre sanación, aunque el estereotipo de las brujas en la cultura popular no las muestra como mujeres sabias, sino como malvadas que comen niños.

En una investigación que data de los años 70, las autoras feministas Barbara Ehrenreich y  Deirdre English escribieron: “Durante siglos las mujeres fueron médicas sin título; excluidas de los libros y la ciencia oficial, aprendían unas de otras y se transmitían sus experiencias entre vecinas o de madre a hija. La gente del pueblo las llamaba ‘mujeres sabias’, aunque para las autoridades eran brujas o charlatanas”.

Las mujeres científicas más antiguas

¿Sabes quién inventó el baño maría? Pues justo se llama así porque su inventora fue una mujer conocida como María la Hebrea, que vivió entre el siglo I y II de nuestra era en Alejandría, Egipto.

Durante siglos las mujeres fueron médicas sin título; excluidas de los libros y la ciencia oficial

Contrario a lo primero que podría pensarse, María no era una entusiasta de la cocina sino una importante alquimista. Así la describe Margaret Alic en su libro sobre la historia de las mujeres en la ciencia:

“Las bases teóricas y prácticas de la alquimia occidental, y por lo tanto de la química moderna, se deben a María la Hebrea. Aunque sus teorías habían de tener influencia, fue ante todo una inventora de complicados aparatos de laboratorio para la destilación y la sublimación. Después de casi 2 mil años, su balneum mariae sigue siendo una pieza esencial en el laboratorio”.

El trabajo de María la Hebrea es tal vez el más antiguo que se ha documentado. Y no es que ella fuera la única mujer alquimista de esa época -se sabe, por ejemplo, de otra que firmaba como Cleopatra- pero sí es de las únicas de las que se tienen indicios documentados.

Hipatia fue la primera mujer científica cuya vida está bien documentada. Vivió aproximadamente entre el año 370 y 416 de nuestra era en Alejandría, Egipto. Ella fue una filósofa y maestra neoplatónica griega​ que destacó en los campos de las matemáticas y la astronomía.

Margaret Alic coincide en que Hipatia es considerada la última científica pagana y con su asesinato, probablemente ordenado por un líder de la fe católica, llegó la época del oscurantismo.

El efecto Matilda

A lo largo de la historia también hay muchos casos en los que el crédito del trabajo de mujeres en la ciencia ha sido arrebatado por un colega varón. A esto se le llama Efecto Matilda.

La socióloga Uxune Martinez Mazaga explica en un artículo sobre mujeres, ciencia y discriminación, que el efecto Matilda tiene una historia irónica y para hablar de esto, es necesario contar sobre el Efecto Mateo.

El Efecto Mateo hace referencia a un fenómeno en que las investigaciones de científicos jóvenes, o no tan conocidos para la comunidad científica y la sociedad en general, aunque sean mejores que las de sus compañeros ya consagrados, reciben menor cantidad de menciones e incluso pueden quedar permanentemente a la sombra de los más famosos.

Jocelyn Bell Burnell
Foto tomada de newyorker.com

La ironía está en que Robert K. Merton, sociólogo que dio a conocer el efecto Mateo en los años 60, se basó en el trabajo de Harriet Zuckerman, una mujer investigadora, pero se negó a reconocer públicamente el trabajo de ella.

Más de 20 años después, en los 90, la historiadora Margaret W. Rossiter sacó a la luz lo ocurrido en el transcurso de la definición del efecto Mateo para explicar la discriminación sistemática que ha sufrido la mujer en el ámbito de la ciencia.

“Margaret W. Rossiter definió el olvido consciente y sistemático que habían sufrido las aportaciones de las mujeres científicas e investigadoras haciendo honor al nombre de Harriet Zuckerman y al de la activista en pro de los derechos de las mujeres, Matilda Joslyn Gage, quien fue la primera en hacerse eco de este hecho. De esta manera, la discriminación que han sufrido las mujeres en la ciencia ha sido conocida desde 1993 gracias a Margaret W. Rossiter con el nombre de efecto Harriet/Matilda (aunque hoy en día se conozca como el efecto Matilda)”.

Algunas mujeres científicas que fueron víctimas del efecto Matilda:

  • Jocelyn Bell Burnell: Astrofísica irlandesa que descubrió la radioseñal de un púlsar mientras realizaba su tesis doctoral en el equipo del astrofísico Tony Hewish, pero fue este quien recibió el premio Nobel.
  • Lise Meitner: Fue una física que explicó el fenómeno de la fisión nuclear, pero fue su colega Otto Hahn quien se llevó el crédito por eso y también un premio Nobel.
La visibilización en las aulas de las mujeres en la ciencia

—La ciencia es experimentación, creatividad, algo que las niñas hacen pero que no relacionan con la ciencia, ni como una posibilidad para su futuro —dijo Rubí Cervantes durante su plática, especialmente dirigida a las niñas.

Aunque actualmente las mujeres en la ciencia son muchas, continúan sin tener tanta visibilidad como los hombres.

Datos de la UNESCO reportan que 45.2% de las personas que realizan investigación en ciencia y tecnología en América Latina y el Caribe es mujer, porcentaje que supera a la media de otras regiones del mundo (Oceanía 39,2%, África 34,5%, Europa 34%, Asia 18,9%).

Sin embargo, el observatorio de Igualdad de género de América Latina y el Caribe afirma que, a pesar de que esta cifra parece muy prometedora en la región, las mujeres aún se concentran en disciplinas relacionadas con roles culturalmente asignados a mujeres y están sub-representadas en las ingenierías y ciencias exactas.

Ejemplo de esto es que las mujeres en el área de físico matemáticas y ciencias de la tierra adscritas al Sistema Nacional de Investigadores representan apenas el 17%.

Rubí Cervantes asegura que la visibilización de las mujeres como inventoras o científicas, desde las escuelas y, en general, como modelos a seguir es muy importante para destruir estereotipos y aumentar la participación de las mujeres en la ciencia.

La Red Mexciteg

Fuera de la televisión, en México las mujeres que hacen ciencia se ven como cualquier otra mujer. A las actividades de El Taller AC llegó la profesora Lilia Meza Montes, doctora en física de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP). Ella viste jeans, una playera polo y usa un bolso negro.

Además de su trabajo en el campo de la física, la Dra. Lilia es coordinadora de la Red Mexicana de Ciencia, Tecnología y Género (Red Mexciteg)

Esta red surgió en 2012 y tiene el objetivo de realizar el “análisis crítico de la Ciencia y Tecnología desde una perspectiva de género a nivel nacional y por estados, que permita conocer y visibilizar el ingreso, participación, evaluación, promoción y reconocimiento de las mujeres en el sistema de ciencia y tecnología en México, así como formular recomendaciones e incidir para garantizar la equidad en la ciencia, con acciones a escala local, regional y nacional”.

Hasta el momento la red cuenta con 82 registros en línea de científicas de 18 estados de la República que trabajan constantemente en el desarrollo de investigaciones y organizan actividades que abordan el tema de género desde las disciplinas de la ciencia y tecnología.

En su página web puede consultarse algunas publicaciones en línea como folletos de material didáctico o cuadernos de trabajo.

En un adelanto de las actividades que está desarrollando la Red, la Dra. Lilia comentó que están por publicar un juego de cartas para dar a conocer a científicas latinoamericanas a lo largo de la historia.

Fuente del artículo: https://ladobe.com.mx/2018/02/brujas-sabias-cientificas-la-historia-las-mujeres-la-ciencia/

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La historia de las mujeres a un lado, en medio, ‘la historia’

Por: Elena Simón

Las mujeres estamos aún en el primer estadío de la democracia: el del derecho al voto, a la voz y a la representación política, pero muy lejos de la influencia y el prestigio necesarios para que las propuestas propias, en las que la vida se ponga en el centro, lleguen a buen puerto.

Me interesa hablar y aprender de Historia, porque es una disciplina que está siendo arrinconada como casi inútil y suplantada por discursos varios que abogan por mirar hacia adelante y sólo hacia adelante, ni siquiera al presente. Pero la cultura milenarísima humana no es sólo futuro (porque estaría por ver), ni presente (porque aún no se ve bien lo que está ocurriendo). La Historia también fue sociología y antropología, cuando sólo se podía describir lo que se estaba viendo. Nuestra cultura de la inmediatez y de las falsas noticias, prejuicios recurrentes y trending topic no nos deja mirar de dónde venimos y ofusca la memoria confundiéndonos a diario entre lo vivido, lo escuchado, lo leído o lo narrado, hasta el punto de desubicarnos de nuestra propia realidad.

Ya sé que todo esto se debe en gran parte al tráfico infernal de noticias, datos, sucesos, comentarios y opiniones. Y a la predisposición masiva para dejar de mirar en direcciones divergentes a las de los discursos oficiales y machacones.
Realizo estas consideraciones previas para enmarcar la cuestión que quiero tratar: la ausencia de conocimientos y datos contrastados sobre la historia política de las mujeres y sus consecuencias. La historia política de las mujeres está casi por escribir, puesto que de la consecución de los derechos políticos no se ha derivado una historia diferente, ignorada hasta ahora.

Como estamos en época electoral intensiva, no está de más que reflexionemos sobre los derechos políticos de las mujeres en los sistemas democráticos y sus consecuencias. Los derechos políticos empezaron por el sufragio, tanto pasivo (poder ser electas) como activo (poder ser electoras). La política tenía una herencia patriarcal indiscutible desde los tiempos más remotos: los hombres dominantes de cada tiempo y lugar, legislaban, juzgaban y ejecutaban acciones para el resto y, casi siempre, en su propio beneficio. El bien común fue siempre la portada presentable de la Política, pero ahora también es así.

El reparto o redistribución de bienes materiales e inmateriales entre el conjunto de la población es relativamente reciente, no tiene aún ni siquiera un siglo. El reparto de bienes y la oferta de servicios públicos es fruto del ascenso de las clases no dominantes a los derechos de ciudadanía. Pero en esta redistribución (muy desigual, por cierto, y arrancada a duras penas) no sólo influyó la clase sino el género, las razas y el origen de las personas. Los parlamentos no han representado proporcionalmente las diversidades humanas, pues están en gran parte copados por personas que ostentan caracteres hegemónicos. Aunque parezca un tópico: varones heterosexuales, urbanos, de la raza dominante, con estudios.

Mirando un poquito hacia atrás y un poquito al presente, las cosas han cambiado poco. Vemos a mujeres en los escaños ( por precepto de ley), pero las vemos también en segundos planos, subsidiarias, “segundo sexo”. Parecen fastidiosas, inoportunas, con pocas habilidades políticas, con discursos aprendidos de sus hombres y repetitivos. Las mujeres en número suficiente tendrían que haber cambiado las políticas del bien común, tendrían que haber conseguido poner en el centro a las personas, a ellas mismas.

Pero seguimos sin tener la influencia y el respeto necesarios para hacernos oir con voz propia, tanto en el interior como en el exterior de los partidos. La voz de mujer agrada cuando es aduladora y apoya las acciones masculinas, cuando es dulce y amorosa, pero no si es asertiva, exigente, reivindicativa y contundente. Entonces sobra.

Sé que a muchas mujeres de los partidos les encomiendan la redacción de las partes blandas de los programas electorales: igualdad, dependencia, servicios sociales, juventud, educación, salud. Todo aquello de lo que se les considera experimentadas y se supone que harán tan bien como en sus casas. También les encomiendan luego los departamentos correspondientes, que han de gestionar con los pocos recursos que los hombres deciden que haya para estos asuntos menores. Como en las casas: administrar lo que se otorga por parte de los hombres, que no tienen tiempo de descender a esas minucias tan minuciosas y poco llamativas. En el mejor de los casos un agradecimiento de compromiso y postureo. Igual que cuando algún hombre ilustre del campo de la literatura, la ciencia o las artes, nombra en público a su mujer como impresciendible para su brillo y fama.

Las mujeres estamos aún en el primer estadío de la democracia: el del derecho al voto, a la voz y a la representación política, pero muy lejos de la influencia y el prestigio necesarios para que las propuestas propias, en las que la vida se ponga en el centro, lleguen a buen puerto.

La política está apenas tocada de feminismo y sí calada hasta la médula de androcentrismo y misoginia.
Como alternativa de presente y futuro: ¿Ponemos la historia de las mujeres en el centro?

Fuente: https://eldiariodelaeducacion.com/blog/2019/04/30/la-historia-de-las-mujeres-a-un-lado-en-medio-la-historia/

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Arenal: Vol 21, No 2 (2014): Hadas, princesas, brujas…Las mujeres en los cuentos.

ARENAL. Revista de Historia de las Mujeres es la primera revista de estas características publicada en España. Creada en 1994, se edita en la Editorial Universidad de Granada y está subvencionada por el Instituto de la Mujer y la Universidad de Granada.

La revista es una publicación de Historia de las Mujeres de acusado contenido teórico y metodológico que contempla, de manera específica, la variable género y se ofrece, asimismo, como tribuna a otros muchos ámbitos interdisciplinares afines. De la misma manera, la revista da cabida a todos aquellos trabajos que, centrándose sobre temas de ámbito español, cumplen con los requisitos científicos imprescindibles. También se contemplan todos aquellos escritos que reúnan las mismas características respecto a horizontes mucho más amplios. Sin olvidar la decidida vocación universalista que caracteriza a los Estudios de las Mujeres, la Revista ARENAL se centra con carácter preferente en el área europea, mediterránea y latinoamericana.
Descargar: http://docugenero.blogspot.com/2015/01/arenal-vol-21-no-2-2014-hadas-princesas.html
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