Del pensar la política a lo político-formativo del pensar en los jóvenes

Por: Jorge Díaz Piña

Es reconocido que existen dispositivos “culturales” y mediáticos que definen para el consumo lo pensado y lo que se ha de pensar.  Lo que se sale de lo limitado por los dispositivos trata de ser excluido o marginado por estos circuitos de consumo “cultural” o informacional.  Casi que  el lema publicitario de quienes dirigen o controlan estos circuitos de consumo cultural reza: “no piense, deje que  pensemos por usted”.  De esta manera obturan el surgimiento o acontecimiento de lo impensado.  Sobremanera se obstaculiza que los individuos piensen o reflexionen sobre su propio pensamiento, esto es, sus ideas, creencias, valoraciones, etcétera.  Que pongan  en duda o sometan a juicio crítico lo que se ha instalado en ellos como pensamiento válido o legitimado, lo que se tiene como “la verdad”.  Ello es más valedero para  la sustentación de las ideologías dominantes o hegemónicas que defienden o reproducen el orden político-económico dominante, como es el caso de la ideología neoliberal antipopulista a propósito de las nociones de libertad y de Estado.

Esas dos nociones, particularmente, se han puesto de moda como un estribillo fácil en la justificación política de las acciones violentas (quemas, saqueos, agresiones, enfrentamientos armados, linchamientos de oficialistas, etcétera) de los jóvenes opositores de la derecha venezolana en sus manifestaciones  recientes.  Hay que puntualizar que la idea de libertad que expresan la asocian a la de libertad personal, individual o privada, no a la idea plural de libertades o derechos de los demás; asimismo, la idea de Estado la asocian a dictadura del gobierno porque les limita realizar plenamente su libertad individual, y no a la de Estado como requerimiento de instituciones que deben garantizar y regular la interacción de la libertad y derechos de todos con base en su reconocimiento.  Cuando la reivindicación privada de la libertad se exacerba arbitrariamente y antagoniza con las instituciones estatales, es decir, con el poder del Estado, que igualmente se exacerba en respuesta, se violentan las contradicciones y aparece lo que G.W.F. Hegel denominó en su Introducción a la filosofía del derecho,  la “furia destructora”, o, en otros términos más acordes al caso, se hacen presentes las tendencias fascistizantes en ambos bandos.

Para Paul Ricoeur, en su texto Política, sociedad  e historicidad, la libertad individual o privada es un estadio o condición salvaje, a la que denomina  “libertad vacía” ya que, siguiendo a Hegel, es indeterminada debido a su recurrencia circular solipsista del yo consigo mismo o “egocéntrica”.  Una libertad que se encierra en sí misma. Libertad vacía que por su propia dinámica compulsiva tiende a absolutizarse como odiante pasión  ciega, y que se expresa políticamente como rechazo contra toda institución que la quiera limitar, y contra todo individuo que quiera hacerle  aceptar  un orden convivencial igualitario junto a los otros, tendiendo, en consecuencia, a estallar como furia destructiva.

Siendo la libertad interior o subjetiva del individuo el poder  de decidir u optar por cuenta propia, se vuelve salvaje cuando se antepone narcisistamente la satisfacción del deseo y la pasión en su inmediatez a la consideración de la libertad o derechos de los otros, al nosotros conflictivo de la vida política en sociedad. En esta situación se opone la inmediatez a la reflexión  moral o ética de la política. Así, la libertad narcisista se vuelve indiferente ante las diferencias que encarna el prójimo. De este modo la indiferencia descarta de plano, lo esencial de la diferencia  y diversidad de los otros: la libertad de pensamiento y acción.  Asumiendo a los demás que piensan y actúan distinto, como enemigos a enfrentar por medio de la violencia destructora, y no buscando darle un trato no-violento a la hostilidad entre ambos por vías de su regularización acordada entre las partes enfrentadas.  Regularización de las hostilidades con base en el reconocimiento trascendente de que ambos polos confrontados, son partes de un trasfondo societal vinculante, sin que ello implique la cesación de las hostilidades.

De tal manera, que la libertad es salvaje, o  insensata,  porque su inmediatez se convierte en un retorno sobre sí mismo sin pasar por las normativas o leyes institucionales  que median la intersubjetividad o interacción ética o moral con los demás haciendo viable de este modo,  la libertad sensata.  De aquí que la libertad es correlativa con el derecho.  Por tanto, el “contrato social” o la Constitución, como forma y contenido de las libertades, derechos y responsabilidades, ha de ser perdurable y contextualizada según las contingencias histórico-sociales al mismo tiempo. Luchando por preservar siempre su condición de forma mediadora decisional libertaria y democrática de las comunidades o del pueblo, por más que los intereses de la clase o del grupo dominante, y la suma de las libertades   individualistas, que no pueden traducirse en una voluntad general porque esta las trasciende y anula, tiendan a imponerse en ella; así como contralora del ejercicio del poder arbitrario del Estado por medio de formas de contrapoder ciudadano o popular.

El capitalismo neoliberal  antipopulista auspicia la libertad individualista o salvaje con el propósito de socavar ideológicamente al poder de Estado sobre la actividad mercantil privada,  así sea un Estado-gobierno burgués-reformista, ya que  éste le establece necesariamente  en la lucha fraccional interburguesa,  regulaciones para su actuación respecto a la competitividad salvaje  a través del mercado libre de normatividades, aunque estas cobijen paradójicamente un cierto tipo de híbrido neoliberal-neopopulista, como es el caso.  Por esta razón, es que incita y refuerza manipuladoramente la libertad subjetiva o privada en los jóvenes para que se conviertan en “empresarios o explotadores capitalistas de sí mismos y de los demás” en contra de las “dictatoriales” regulaciones institucionales del Estado-gobierno  que  les impide  realizar su libertad.  Ficcionando la voluntad o pasión individualista destructora como palanca competitiva y realizadora de su éxito personal.

 Lo expresado hasta aquí, creemos, ayuda a comprender algunas de las razones que explican  la furia pasional destructora que manifiestan los jóvenes de la derecha opositora en la Venezuela actual, y esperamos que interpretándola, ayudemos a neutralizarla a favor de esos jóvenes opositores que son utilizados perversamente contra sí mismos principalmente al impedirles alcanzar la libertad sensata.  Neutralización y reversión posibles, si se promueve en ellos la formación de la autonomía moral e intelectual (pensar y actuar teniendo en cuenta el punto de vista diferente de los demás), contradiciendo reflexivamente el discurso moral heterónomo, o inmoral,  del capitalismo neoliberal que predica no tener en cuenta a los otros a la hora de hacer prevalecer la libertad privada o vacía.

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