En agosto de 1955, un adolescente afroamericano de 14 años viajó desde Chicago, su ciudad natal, hasta el estado segregacionista de Mississippi, para visitar a unos familiares. Tres días después se encontró su cuerpo flotando en el río con muestras evidentes de haber recibido una brutal paliza. Los dos hombres acusados de la agresión, los dos blancos, adujeron que el joven había silbado a la esposa de uno, medio hermana del otro. Ante esta excusa y ante la palabra de la mujer, fueron declarados inocentes por un jurado popular integrado completamente por blancos, y los medios locales los encumbraron como héroes mientras se jactaban en las entrevistas de todo lo que le hicieron a Emmett Till, cuyo rostro, terriblemente desfigurado, apareció en las portadas de todos los periódicos nacionales después de que su madre dejase el ataúd abierto para que todo el mundo viera lo que le habían hecho a su hijo, y pidiera a los fotógrafos que hicieran difusión de tan duras imágenes.
En su honor, la “Ley contra los linchamientos de Emmett Till”, firmada por el presidente de los Estados Unidos, lleva su nombre. La legislación aprobada convierte esa execrable acción, el linchamiento, en delito federal de hasta 30 años de cárcel y multas considerables. Hay que hacer énfasis en que los asesinos del joven Till murieron, de forma natural, en 1981 y 1994, sin haber pisado nunca la cárcel por el asesinato cometido, mientras que la nueva ley se firmó en marzo de 2022 por un tal Joe Biden, sesenta y siete años después del brutal asesinato. Estas dos fechas, el linchamiento de 1955 y la ley de 2022, da una idea de la lentitud de los progresos sociales y de que todavía queda mucho por hacer, y, también, de la importancia de la memoria histórica para entender el pasado y el presente y anticiparnos en lo posible para evitar injusticias en el futuro.
Probablemente, este objetivo tan loable es el que tenía el guionista David F. Walker cuando se propuso escribir la historia del Partido de las Panteras Negras para la Autodefensa (a los dos años de su creación, el nombre quedó reducido a “Partido de las Panteras Negras”), creado en Oakland, California, en 1966, hasta su disolución definitiva en los años ochenta. Nacido en 1968, Walker es periodista y profesor a tiempo parcial en la universidad, pero destaca especialmente por su trabajo como guionista de cine y cómic, con numerosos reconocimientos. Entre otros, ha realizado guiones para personajes de cómic tan populares como Shaft (para Dynamite Entertainment), Luke Cage, Power Man o Deadpool (para Marvel) o Cyborg y Young Justice (para DC Comics). En DC Comics es cocreador del personaje Naomi, una superheroína adolescente afroamericana, de la que en 2022 se ha realizado una serie de televisión para la plataforma HBO.
La decisión de Walker fue un reto extraordinario, puesto que eligió realizar el guion de una novela gráfica, a pesar de que la obra requeriría de mucho texto explicativo y de muchos datos, con gran cantidad de personajes y escenarios. Pero el medio escogido favorecía la producción y, sobre todo, la divulgación del resultado, a medio camino entre el ensayo y un documental audiovisual. En el guión se propuso realizar una introducción de los antecedentes que llevaron a la creación del partido, datando el origen, evidentemente, en el secuestro y posterior esclavitud de los nativos africanos que fueron llevados a la fuerza al continente americano, tratados de forma atroz durante siglos. Se propuso describir someramente la conocida como “la gran emigración” en los años treinta del siglo XX, donde millones de negros estadounidenses huyeron del sur buscando una mejor vida lejos de la segregación. Y, a partir de ese instante, se propuso destacar las personas más relevantes y los eventos más importantes acontecidos hasta los años sesenta, por desgracia, la mayoría desoladores, como el del joven Emmett Till.
Una vez definida la idea del proyecto a llevar cabo, al guionista David F. Walker solo le faltaba el artista que lo llevaría a cabo, y lo encontró en el dibujante Marcus Kwame Anderson, y, después de casi dos años de trabajo conjunto, el resultado es la novela gráfica
El partido de las panteras negras. Una historia gráfica (The Black Panther Party: A Graphic Novel History, 2021), publicado en marzo de 2022 en catalán por Tigre de Paper Edicions, con traducción de Octavi Gil, y en mayo de 2023 en castellano por Alianza Editorial, con traducción de Ladislao Bapory Sité. El dibujante tiene un estilo versátil y ha sabido dotar de gran sobriedad las páginas diseñadas, especialmente teniendo en cuenta la carga emocional que supone dibujar acontecimientos reales, complejos y trágicos a la vez, mientras intentas ser lo más fidedigno posible a la realidad e intentas que las decenas de personas citadas a lo largo de toda la obra se parezcan lo máximo posible y que los más conocidos sean identificados fácilmente por el lector.
El trabajo final publicado es una muestra evidente del poder divulgativo de la imagen, y de la gran contribución del dibujante en la obra resultante, y no solo por el carácter documental de gran parte de la novela gráfica, sino también por su contribución en las diferentes escenas narradas de eventos fundamentales de la historia del partido. Además, la portada originalestá cargada de gran simbolismo, al mostrar la famosa foto de Huey Newton sentado en un sillón de mimbre, con su boina característica, acompañado por las siluetas de los diferentes líderes del partido: Bobby Seale, Kathleen Cleaver y Fred Hampton, todos con un fondo naranja y amarillo. El sillón de mimbre es conocido como “pavo real” (peacock chair) por su forma, y tiene su origen en el siglo XIX, como parte del mobiliario utilizado en las colonias francesas del Pacífico Sur, lo que facilitó que se popularizara en Europa, primero, y en Estados Unidos desde principios del siglo XX, con una carga colonial evidente en la pieza.
El partido de las panteras negras. Una historia gráfica rastrea el contexto histórico de la filosofía política que germinó en la creación del partido, contextualizando la opresión y la violencia racista sistémica y la brutalidad policial, especialmente en la conocida como la era de “Las Leyes Jim Crow”, que propugnaban la segregación racial en todas las instalaciones públicas. La segregación, de facto, fomentaba la desigualdad económica y social en todos los sentidos, evidente en el desempleo y en la segregación forzada de las viviendas. También en la justicia y en la educación. Conocido es el caso de Ruby Bridges, de 6 años, que en 1960 tuvo que asistir a diario al colegio de primaria escoltada por los Marshals, por ejemplo.
En 1966, el Partido de las Panteras Negras era creado por Huey Newton y Bobby Seale, inspirándose en el movimiento Black Power, y con un decálogo que fundamentaría el programa político, tan ambicioso como contundente, pidiendo una vivienda digna, pleno empleo, educación, justicia, paz y solicitando el fin de la brutalidad policial y la liberación de todos los hombres negros encarcelados. El partido también fue impulsor de los conocidos como “programas de supervivencia”, que incluían desayuno gratis para los niños, clínicas de salud y escuelas. Llegaron a tener más de sesenta sucursales a lo largo del país, influyendo en otras minorías y creando organizaciones similares en otros países.
Se hicieron famosos por su estética (boinas negras y chaquetas de cuero) y su visible armamento, sobre todo en los primeros años hasta que cambió la legislación del país, pensada a medida de ellos, obstaculizando que volvieran a ir armados por la calle y, en su caso, facilitar su detención si los pillasen. La idea de las armas era que fueran disuasorias en caso de que quisieran atacarles. Fueron revolucionarios en los hechos y agresivos en las formas, en contraposición con los movimientos de derechos civiles no violentos que llevaban años luchando por los derechos de los negros.
El ímpetu y la contundencia con la que actuaban iba en consonancia con la nobleza de la imagen escogida para representarlos, la de una pantera negra, un animal feroz que solo ataca cuando se siente acorralado. Pero la irrupción de sus originales acciones en todos los ámbitos inquietó al sistema, lo que provocó todo tipo de represalias: cambio de leyes, redadas continuas, acusaciones arbitrarias y falsas que conllevaban estancias prolongadas en la cárcel, hasta la puesta en libertad por falta de pruebas (o ni eso, algunos pasaron muchos años encarcelados sin motivo), represión policial con impunidad, todo ello con el beneplácito de la justicia y los medios de comunicación, que actuaban como cómplices e inductores de la injusticia racial.
Algunos ejemplos de dichas acciones se han popularizado recientemente con el estreno de dos películas basadas en hechos reales y que incluyen eventos fundamentales en la historia del partido. Las películas El juicio de los 7 de Chicago (The Trial of the Chicago 7, 2020) y Judas y el mesías negro (Judas and the Black Messiah, 2021), dirigidas por Aaron Sorkin y Shaka King, respectivamente, debería de avergonzar a los que permitieron los abusos descritos, al menos quedan retratados. En el caso del famoso juicio de Chicago, en la película vemos la detención arbitraria de uno de los creadores del partido, y el trato vejatorio que se le dio en el juicio por parte del déspota del juez, que lo amordazó y encadenó delante del jurado.
La película Judas y el mesías negro, en cambio, muestra el asesinato de Fred Hampton por parte de la policía de Chicago cuando acribillaron con ametralladoras su apartamento mientras dormía (de hecho, ni se despertó porque lo había drogado previamente una persona de su equipo, sobornado por los agentes). Hampton, de 21 años, era el jefe de personal y portavoz nacional del Partido Pantera Negra cuando, en la madrugada del 4 de diciembre de 1969 fue asesinado con total impunidad.
¿Un policía asesinando a sangre fría a una persona desarmada e indefensa? El estupor que provoca llegar a hacerse una pregunta así, imaginamos que es el mismo estupor que tendría el mismo guionista de la novela gráfica, David F. Walker, cuando se dispuso a escribir, el 27 de mayo de 2020, el epílogo de la obra en la que llevaba más de dos años trabajando. Lo que nunca hubiera imaginado es que tuviera que escribir el texto dos días después de la muerte de George Floyd en la ciudad de Minneapolis, como consecuencia de la asfixia que le provocó un policía al presionar con su rodilla el cuello de Floyd contra el pavimento durante cerca de 10 minutos, mientras hacía caso omiso a los espectadores que le alertaban de la mala praxis y de los problemas para respirar del detenido. El funesto desenlace, grabado con detalle por un transeúnte, fue el detonante del movimiento Black Lives Matter (también conocido por las siglas BLM; en castellano: “Las vidas de los negros importan”). La fatal coincidencia del trabajo final de los autores con diferentes noticias trágicas de pátina claramente racista no hacía más que reforzar la intención inicial de la novela gráfica de la importancia de dar a conocer la memoria histórica del activismo por la injusticia racial.
El prólogo de la edición española está escrito por Conciencia-Afro, una propuesta artística, cultural y política creada en 2016, con sede en Madrid. En su página web se presentan como una asociación “centrada en reivindicar, celebrar y difundir las realidades y los conocimientos del continente africano, diseminados por todo el planeta, trabajando en el ámbito de la creación artística, el diseño de proyectos culturales y en el impulso de procesos comunitarios”. En el prólogo afirman que el legado del Partido de las Panteras Negras sigue vivo en todas las personas que luchan por la justicia social. De hecho, en los años ochenta, ya había inspirado en España la creación de diferentes organizaciones (entre ellas, la Asociación Panteras Negras). En palabras de Conciencia-Afro: “Los ideales de autodefensa y autoorganización fueron fundamentales para hacer frente a la violencia neonazi, tan presente en esos años en las calles de Madrid”… ¿en esos años?
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