¿Interculturalidades?

Por: Noel Aguirre Ledezma

Fidel Tubino, Catherine Walsh y otros destacados investigadores de temas como cultura, colonialismo y otras de carácter societal, advierten que referirse e inclusive desarrollar acciones en el campo de la interculturalidad no siempre es inclusivo ni liberador, tampoco es garantía para solucionar la problemática que trae consigo. Señalan que existen un interculturalismo funcional y otro interculturalismo crítico claramente diferenciados en sus conceptos, enfoques, formas de llevar a la práctica y efectos. A propósito de ello, Tubino afirma: “Las diferencias entre el interculturalismo funcional y el interculturalismo crítico son sustantivas. El primero busca promover el diálogo intercultural sin tocar las causas de la injusticia cultural, mientras el segundo trata de suprimirlas… La asimetría social y la discriminación cultural hacen inviable el diálogo intercultural auténtico. No se la relaciona con asuntos socioeconómicos, de derechos o de ciudadanía”.

Para referirse a interculturalidad no basta definirse como pluriculturales y reconocer la diversidad cultural, menos que se considere un asunto únicamente vinculado a las lenguas, folklore y vestimenta. En términos teóricos, muchas veces, interculturalidad se reduce a “diálogo de diversos”, así se considera que solamente son necesarios mecanismos y arreglos políticos que posibiliten el entendimiento mutuo entre culturas y la gestión de esta diversidad; este concepto es claramente funcional, favorece a culturas que tienen predominio, niega que la diversidad expresa a su vez desigualdad y, fundamentalmente, desconoce la cosmovisión y concepción de vida que tienen los pueblos y/o naciones. Algo de eso ocurrió en el periodo neoliberal, cuando en julio de 1994 se promulgó la Ley 1565 de Reforma Educativa y que en su capítulo de bases y fines definió que la educación “es intercultural y bilingüe, porque asume la heterogeneidad socio cultural del país en un ambiente de respeto entre todos los bolivianos, hombres y mujeres”. A propósito de ello, al evaluar la aplicación de “esa interculturalidad y bilingüismo”, testimonios de pueblos indígenas señalaban: “a los aymaras nomás nos han enseñado aymara y a los de la ciudad nada”, “a título de textos bilingües solo han traducido los libros a nuestro idioma, de nuestra cosmovisión y cultura nada han respetado”, “cuando se refieren a interculturalidad solo se preocupan de la vestimenta y algunos bailes…”

Al haberse convertido interculturalidad en un término cada vez más común y hasta familiar, muchos “estudiosos” de la temática olvidan que su comprensión e interpretación varían desde los referentes que se tiene sobre la sociedad e historia. Es más, en muchas ocasiones, generalmente por razones políticas, estas múltiples comprensiones de interculturalidad fueron ignoradas de manera intencionada.

Desde una lectura crítica e indignada de la realidad, interculturalidad supone una disputa de cuál es la cosmovisión y cómo se concibe la vida y la relación ser humano- comunidad-madre tierra-cosmos entre un patrón civilizatorio occidental, capitalista, patriarcal y colonial en crisis y posiciones alternativas y antisistema, como es el caso del Vivir Bien, Buen Vivir y Vivir Sabroso. Asumiendo que en lo cultural somos diversos a la vez que desiguales, sin intraculturalidad no existe interculturalidad crítica, es necesario valorar nuestras culturas en sus concepciones, formas de vida, prácticas, saberes y conocimientos.

En esas circunstancias, intraculturalidad e interculturalidad, desde una mirada decolonial, también deben ser entendidas como un proyecto político, social, epistémico y ético de transformación estructural y sociohistórica que se inscriben en una lucha contra los poderes dominantes, en la valoración de lo nuestro y las relaciones equitativas entre lo propio y lo diferente.

En cuanto a la intraculturalidad e interculturalidad en el campo de la educación, entre otros aspectos, exige la creación de educaciones propias a nuestro contexto e historia para desde ahí desarrollar un proceso de diálogo con lo que se construye en el mundo; una formación integral que rebase la educación racionalista y cognitivista; el diseño y desarrollo de una educación para la vida que preserva todo ser vivo; la educación a lo largo y ancho de la vida; la complementariedad entre saber “científico e universal” con el “local, popular y comunitario” y la revalorización del territorio.

Noel Aguirre Ledezma es educador popular y pedagogo. Fue ministro de Planificación del Desarrollo y viceministro de Educación Alternativa y Especial.

Fuente de la información: https://www.la-razon.com

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