América del Sur/Colombia/24-12-2021/Auto(a) y Fuente: www.lahora.com.ec
La familia descubrió que en el internado en que se encontraba le amarraban el pene con cabello humano; además, lo ortigaban y lo sometían al frío.
BOGOTÁ. A un niño de 9 años le amarraban el pene con cabellos humanos para que no se orinara y además era azotado con ramas de ortiga, según denunciaron sus familiares en Bogotá (Colombia), un caso que tiene conmocionado al país.
El maltrato supuestamente ocurrió en el Hogar Monserrate, manejado por monjas y ubicado en el municipio de Chocontá, en el departamento de Cundinamarca, cercano a Bogotá. Así lo dijo a FM radio Paola Morales, tía del menor que denunció el caso ante la Fiscalía.
«El menor estaba ingresado en un internado de monjas en Chocontá desde hace 7 meses y el día 15 de diciembre lo recogimos porque le dieron vacaciones para estar en familia en Navidad; el niño empezó a llorar y a sentir un fuerte dolor; el niño fue revisado por la mamá y se evidenció que su pene estaba inflamado y morado», aseguró Morales.
Explicó que cuando el menor fue llevado al médico y le quitaron los hilos y el cabello humano con el que le amarraron el pene, llevaba al menos «10 días sin poder orinar». Eso se «debía a que le habían amarrado el pene para que no se orinara, lo que también le provocó una infección en la vejiga».
El procedimiento fue muy doloroso porque el cabello cortó la piel y tenía heridas profundas que estaban infectadas y ahora está recibiendo apoyo psicológico.
«Se evidencia más maltrato físico, como baños donde le pegaban con ortiga que lo picaban y le ardían en la piel y otras cosas como pararlo muy temprano sin ropita a aguantar frío por más de dos horas a la madrugada; es lo que el niño nos pudo comunicar», dijo la tía.
Afirmó además que la mamá del niño lo llevó a ese internado porque tenía buenas referencias y que allí le podían ayudar a superar los problemas de comportamiento y de lenguaje, así como también podía progresar en lo académico.
«Los médicos hallaron que el pene de mi hijo estaba amarrado con cabellos largos de una persona. Habían amarrado su miembro desde la base y eso le impedía orinar», dijo la mamá del menor al diario El Tiempo.
Incomunicado
Al momento de matricularlo, las monjas le dijeron que solo podían visitarlo cada seis meses y que una vez por semana podían comunicarse por teléfono con el niño. El menor también ha contado que un profesor les daba coscorrones y palmadas en la cabeza, y que a él y a otros niños los castigaba pegándoles con ramas de ortiga.
Ante las denuncias sobre este caso el gobernador de Cundinamarca, Nicolás García, ordenó una visita de inspección al internado por parte de funcionarios de las secretarías de Desarrollo Social y Salud, a fin de verificar las condiciones en que están los menores.
Mientras tanto, la Fiscalía también inició una investigación con expertos en temas de infancia.
«Esto no se puede quedar así. Deben investigar qué más vejámenes han sufrido los niños que se encuentran allí», dijo la mamá del niño. EFE
Fuente e Imagen: https://www.lahora.com.ec/mundo/castigo-monjas-menor-orina-colombia/
La esencia de las normales rurales es su carácter colectivo. En gran medida esto se debe a sus orígenes en la Revolución. El contenido social de la Constitución de 1917 –las protecciones laborales, el reparto agrario y el acceso a la educación– que pretendía corregir la irrisoria concentración de riqueza del periodo porfirista dependió del principio de derechos colectivos cuya articulación son la única forma de contrarrestar el poder del capital.
Las características colectivas de las normales rurales se dieron desde su construcción inicial, ya que en muchas instancias eran las comunidades mismas quienes aportaban la mano de obra, los materiales o la elaboración de sus muebles. Los informes de la primera generación de directores de estas escuelas y las memorias de los primeros alumnos enumeran múltiples ejemplos de esta labor. En la normal rural de Río Verde, San Luis Potosí, los estudiantes dedicaban las tardes después de sus clases a construir mesas, bancos y camas para su comedor e internado; en Xocoyucan, Tlaxcala, los alumnos instalaron una cooperativa con sus propios fondos; en el El Mexe, Hidalgo, rehabilitaron las paredes y muros; en Ayotzinapa, Guerrero, cimentaron la carretera a Tixtla.
El que muchas de las normales rurales se instalaran en antiguas haciendas era una justicia poética: los antiguos palacios cuyos propietarios se habían enriquecido gracias a la apropiación de tierra y trabajo de la clase campesina e indígena albergarían ahora a los descendientes de esa clase explotada. Además, los directores, estudiantes y profesores promovían una activa labor y relación con las comunidades vecinas, ya fuera con campañas de vacunación e higiene, organización de festivales cívicos o poniendo las instalaciones de la normal a disposición de las comunidades, como lo hizo en 1926 el director de la entonces normal rural de Tixtla, quien bajo el nombre de la escuela, puso un letrero que decía TALLERES DEL PUEBLO, así con mayúsculas, y así dar libertad muy amplia al pueblo para que entre a trabajar con nosotros.
El carácter colectivo de estas escuelas también se reforzó con el código disciplinario adoptado en su seno y elaborado en muchas de ellas por el profesor, pedagogo y director de varias normales rurales José Santos Valdés. Entre otras cosas, Santos Valdés enfatizó que los alumnos deberán participar no sólo en la elaboración de su cultura y en la producción económica de la escuela, sino en la organización y dirección de la vida de los niños y de los maestros, tanto dentro como fuera de la institución. En las normales rurales los alumnos debatían e incidían en las sanciones que se implementaban cuando se faltaba a las normas y el código disciplinario se aplicaba a la comunidad entera: docentes, estudiantes y cuerpo administrativo.
En las normales rurales el comedor y el internado son las modalidades que más han preservado el carácter colectivo de estas escuelas. Son espacios para convivir. Son también lugares de socialización y de concientización, donde la lógica de organización colectiva se enseña, se aprende y se intuye. Y son espacios comunes donde jóvenes pobres, muchos de ellos de comunidades remotas, conviven con centenares de estudiantes, cada uno con su propia historia, pero con el común denominador de ser de extracción humilde y de querer estudiar. En este mundo y en las prácticas que lo refuerzan y lo protegen, los normalistas han desarrollado un fuerte sentido de dignidad, una dignidad que manifiestan al defender sus derechos en colectivo.
Es una dinámica que desde hace mucho ha incomodado a altos funcionarios de la SEP. A finales de la década de los 60, cuando ya se veía venir la reforma educativa que eliminaría 14 de las 29 normales rurales y donde también se separó el ciclo de secundaria del profesional, uno de los argumentos era que los alumnos mayores manipulaban a los menores. En ese entonces también se consideró remplazar internados con becas individuales como forma de control ideológico y para minimizar huelgas y paros. La Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México caracterizaba de reaccionaria y antipopular este tipo de medida y declaró: no consideramos justo ni revolucionario mutilar las escuelas normales rurales.
Las reformas neoliberales implementadas en las cuatro décadas anteriores han diezmado el carácter popular y social de la Constitución mexicana. Así como el concepto de eficiencia se ha utilizado como justificación para privatizar la infraestructura pública, el individualismo, eje central de la cultura neoliberal, es vista como tentadora respuesta a la corrupción. Pero ambos conceptos sirven al capital porque atomizan a la sociedad y debilitan mecanismos de defensa y movilización colectiva.
A casi un siglo de vida y en contextos distintos, las escuelas normales rurales han experimentado tanto cambios como continuidades, pero su esencia colectiva hoy continúa en pie gracias a la infraestructura del comedor y del internado. Eliminar estos espacios sería acabar con ellas.
* Profesora-investigadora del Instituto Tecnológico de Massachusetts. Autora del libro Unintended Lessons of Revolution, una historia de las normales rurales en el siglo veinte , próximo a publicarse con Duke University Press
América del Norte/México/13-08-2021/Autor(a) y Fuente: www.change.org
Pedro Hernández Morales lanzó esta petición dirigida para LIC. ANDRES MANUEL LOPEZ OBRADOR (Presidente Constitucional de los Estados Unidos Mexicanos).
Las normales rurales, cunas de conciencia social
Quisieron enterrarnos, pero no sabían que éramos semilla.
Volveré y seré millones.
Murales de la Escuela Normal rural
“Raúl Isidro Burgos” de Ayotzinapa
¿Por qué es fundamental luchar por la supervivencia y el fortalecimiento de las normales rurales con su sistema de internado?
En un mundo globalizado, movido por la lógica del capital, bajo un esquema de homogeneidad, en un freno permanente de todas las colectividades y diversidades, las normales rurales son vistas como una amenaza por su capacidad de conciencia crítica de la realidad.
Hay que recordarle a ese emporio capitalista y neoliberal, que se encarna en una lógica autoritaria, que este México sigue siendo un país de iniquidades y diversidades extremas. Que hay regiones donde para tener agua hay que caminar una hora y para llegar al hospital el recorrido puede durar medio día. Hay que recordarle a la miopía del poder que, en muchos espacios de este México tan dolido, es necesario trasladarse atravesando ríos y barrancos para encontrar la señal de internet o el teléfono para comunicarse.
En estos caminos de la iniquidad nacional, las comunidades rurales requieren que el proceso educativo comprenda su realidad, haya sentido su hambre, cavado la tierra para poder enterrar las semillas, quemarse bajo el sol para recoger la cosecha, acarrear el agua para beber y asearse y, sobre todo, sentir la comunidad en un concierto de intenciones colectivas que se generan en la asamblea ejidal para la toma de decisiones.
En este país donde las diferencias se han polarizado, la población de las comunidades rurales necesita docentes que comprendan su esencia, sus penas, sus necesidades, sus aspiraciones, su lengua, su cosmovisión. Sólo así pueden tender un puente para construir nuevas culturas comunes. Si no se ha vivido en esos espacios de la tierra, la montaña, los ríos y barrancos, no se comprende por qué hay que defenderlos de los depredadores, por qué hay que oponerse a la contaminación de los ríos y la tierra por parte de minas y fábricas, poner un freno a los proyectos de muerte que afectan a los pueblos originarios; si no se tienen raíces que permitan sentir la savia que se filtra desde la tierra, no se puede construir una escuela que coincida con las culturas diversas que ahí habitan.
Las normales rurales, producto de la revolución mexicana, para los hijos e hijas de campesinos, protegidas y fortalecidas por el cardenismo buscaron generar espacios de justicia e igualdad social defendiendo una escuela pertinente para los más desfavorecidos del país.
Habrá que recordarle a esta sociedad del capital que hoy en día, los únicos que pueden comprender esa realidad social y trabajar con los habitantes de esos rincones olvidados del país son los maestros y maestras egresados de las normales rurales. Pero también, que las normales rurales han sido una de las pocas opciones de vida de los hijos e hijas de campesinos y la única vía de ascenso social, y como consecuencia de su naturaleza comunitaria y su esencia cooperativa, el internado como emulación de la estructura de la familia, ha sido y sigue siendo, más que un recurso de apoyo, el dispositivo pedagógico más importante para la formación profesional de los maestros rurales
Habrá que recordarle a esta sociedad autoritaria y represiva, encarnada en muchas de sus autoridades que lo colectivo no es un concepto, que la comunidad no es una definición, que la cooperación no es un valor abstracto. Son acciones cotidianas que se viven día con día, que se caminan, se trabajan, se sudan, se discuten y se acuerdan. Es por ello que el internado de las normales rurales es esencial porque no hay otra manera de aprender a educar en comunidad que formando parte de ella: organizándose, discutiendo y acordando, haciendo reglas en conjunto, argumentando, haciéndose responsables de su vida cotidiana, trabajando la tierra, así como el pensamiento, trabajando con las manos, así como con los sentimientos; luchando por una educación que ayude a pensar y no a repetir, a construir y no a acumular; una educación emancipadora y radical que legitime a las comunidades rurales.
No hay mejor forma de preparar a las maestras y maestros de esos rincones apartados del país que viviendo en conjunto para aprender lo que es la esencia de lo comunitario, de lo colectivo, de la visión común. Es ahí donde el yo sólo existe en un nosotros que lucha codo a codo por la mejoría de todos; es ahí donde se aprende que nadie puede tener lo superfluo mientras haya uno que no tenga lo necesario.
Las escuelas normales rurales consolidan esa visión colectiva, esa perspectiva comunitaria, ese compromiso con todos los otros y las otras de los espacios comunes.
Pero, además, las escuelas normales rurales con sus internados son una de las pocas respuestas de justicia social que este mundo globalizado puede ofrecer a las hijas y los hijos de las campesinas y campesinos que nos alimentan, cuidan nuestros campos y nuestras plantas, protegen nuestra fauna, nuestros bosques y montañas.
Un gobierno para la equidad y la justicia social no puede cerrar sus ojos ante las grandes diferencias nacionales; está obligado a ver por todas y todos, a garantizar educación superior hasta los rincones más apartados del país. La única opción que tienen los hijos de las mujeres y hombres de la tierra, son esas escuelas Normales rurales con su internado que el capitalismo neoliberal y gerencial considera hoy en día, improcedentes, herencia anquilosada del pasado.
En realidad, su supervivencia, su lucha, su mística, sus consignas, defendidas por la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM) durante 86 años de resistencia, muestra que la sangre que las nutre surge directamente de las comunidades que ven en ellas la única posibilidad de transformación. Que las Normales rurales surgidas hace casi 100 años (Normal Rural de Tacámbaro, antecedente de Tiripetío) han realizado una labor fundamental en las comunidades más desfavorecidas del país, transformando la vida de las y los estudiantes y las familias campesinas.
Es necesario enfatizar que desde su origen, el precario presupuesto a las normales rurales se ha traducido en las deplorables condiciones de vivienda, alimentación y recursos académicos, lo que ha propiciado la movilización y demandas de los estudiantes; lejos de satisfacer dichas demandas los gobiernos federal y estatales han recurrido sistemáticamente a la denostación, campañas de desprestigio, intimidación, expulsión, criminalización, corte de luz y agua, y hasta la represión violenta contra estudiantes, que ha dejado saldos trágicos de heridos, desaparecidos, vejadas sexualmente, asesinados y encarcelados. Quienes han vivido los problemas surgidos del manejo del presupuesto afirman que la verdadera solución radica en una vigilancia eficiente sobre el manejo presupuestal, muchas veces escamoteado por autoridades y «ecónomos», y no en la desaparición del sistema de internado y la emulación neoliberal de «váuchers”.
Hoy en día, la solución que propone AMLO de dar el dinero para que los estudiantes se alberguen en casas aledañas resulta, en esencia una medida muy semejante a las que puso en operación el gobierno neoliberal chileno para privatizar la educación, lo que resulta una contradicción fundamental en un gobierno que se ha autodenominado «anti neoliberal» y que proclama la política de «primero los pobres».
Por todo ello, nos pronunciamos por la defensa de las Normales rurales, por sus internados, por sus comedores, por sus presupuestos colectivos, por su vida en común, por la formación de docentes críticos, conscientes y comprometidos por el mejoramiento de la vida de las comunidades, sus poblaciones infantiles y juveniles y sus familias.
Porque es una cuestión de justicia, de coherencia, de dignidad, de equidad…
¡Que vivan las Normales rurales!
¡Por la reapertura de la Normal Rural del Mexe con internado!
¡Libertad incondicional para los 95 detenidos de Mactumactzá!
¡Porque nos faltan 43!
Teresita Garduño, Tatiana Coll, Antonia Candela, Martha de Jesús López, Hugo Aboites, Juan Manuel Rendón, César Navarro, Juan Leove Ortega, Jorge Cazares, Pedro Hernández.
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En Mendoza existen unos 60 establecimientos que brindan un hogar a chicos de bajos recursos o que por la distancia no pueden regresar a sus casas. El internado, la vocación docente y el modelo pedagógico.
Las escuelas albergues cumplen un rol fundamental en las zonas rurales. En Mendoza existen 38 establecimientos de Nivel Primario, 6 Secundarios orientados y 17 Técnicas que aseguran educación a poblaciones inhóspitas y brindan un hogar a los niños y adolescentes de bajos recursos o que por la distancia no pueden regresar a sus casas.
Distribuidas en Lavalle, La Paz, Santa Rosa, San Rafael, Malargüe, General Alvear y San Carlos. Cada institución se adapta a la realidad de su comunidad, implementando modelos pedagógicos alternativos para atender sus particularidades.
Vivir en el internado
En este sentido, cada una adopta un régimen especial de internado. El tiempo más reducido que están los chicos es de lunes a viernes y los fines de semana con su familia. Aunque el sistema que se da con mayor frecuencia esde 9 por 5 y de 17 por 13 en el Sur, dado el clima de la zona.
«Las escuelas se van adaptando al contexto, a la realidad de la gente, de los puesteros… «, señaló la coordinadora de la Modalidad Rural, Graciela Pérez Tanquini e indicó que no todos los niños están internos, «algunos vuelven a sus hogares» cuando viven cerca.
Por ejemplo, en La Paz, la Ruben Darío contiene alrededor de 130 chicos de distintos pueblos y también de San Luis ya que queda en la Ruta 7, en el Arco Desaguadero.
Juan Valerio Valdez es su celador y lleva 20 años trabajando en el lugar. «Los tenemos hasta el viernes a la tarde. Luego se van a sus casas. Los chicos están acostumbrados. No extrañan y si alguno llora siempre hay alguien para consolarlo».
Luego del desayuno, van a clases y al mediodía almuerza. Durante la siesta tienen una hora de descanso y juego donde pueden ver televisión, películas o divertirse con juegos didácticos. A la tarde, hasta las 18, trabajan en proyectos como huertas o en áreas artísticas.
Tras esto, pasan a depender de un maestro preceptor que le hace hacer las tareas, juega con ellos hasta que pasan a ser responsabilidad del nochero que está encargado de que se higienicen, cenen y arreglen su cuarto.
Cuentan con un presupuesto especial, tanto para la comida diaria donde se amplió la partida este año y otro dinero destinado al mantenimiento del lugar: para comprar elementos de limpieza o hacer arreglos menores.
Las que están sobre la ruta tienen más acompañamiento de la sociedad y acceso a comercios para realizar las compras de su canasta básica que las que están inmersas en el campo. Se estira al máximo el presupuesto con inteligencia a la hora de adquirir los alimentos para las comidas. Los fondos influyen en el menú.
A las que se encuentran en Lavalle, por ejemplo, a comienzos de 2018 se entregaron 18 equipos para el abatimiento de arsénico que permiten cumplir con los parámetros de agua de consumo no sólo para las comunidades educativas sino para toda la población de la zona.
En tanto también se renovaron unos 450 colchones y dieron nuevos elementos de cocina que fueron distribuidos en entre ese departamento y Malargüe.
La baja matrícula y los plurigrados
Mientras que en el sector urbano, hay cerca de 400 alumnos por institución, en el ámbito rural la matrícula es muy baja, disminuye el 75 %, y puede ser de 50 o incluso de 30 chicos en Primaria. Debido a esto, la enseñanza por lo general se hace en grados agrupados (multisala y plurigrado).
Se trata de un aula en la que confluyen alumnos de diferentes grados, respetando el Nivel. Están a cargo de un único maestro, trabajan en un mismo espacio y al mismo tiempo.
«Esto se da porque no se tienen los grados completos. Pero no hay pluriaño en Secundaria porque, por el contrario, la matrícula es muy alta ya que luego de finalizada la educación Primaria estos niños confluyen en una misma escuela en el siguiente Nivel. Esto se llama agrupamiento», aclaró.
Tal es el caso de la escuela de Primaria, El Sosneado de San Rafael que queda a 140 kilómetros de la ciudad y a 75 kilómetros de Malargüe. Con una matrícula de 79 alumnos, las salas de 4 y 5 están agrupadas, al igual que 2º y 3º, 4º y 5º, y 6º y 7º. Sólo 1º está solo.
Cada salón de clases tiene unos 8 y como mucho 15 alumnos. Para abarcar todos los contenidos prioritarios, se realiza una planificación que se va graduando.
«Estamos luchando hoy por hoy, para que los docentes que llegan a estos lugares estén capacitados para trabajar de esta manera. En el aula a los niños los ponés en grupos de acuerdo a sus capacidades. Tal vez uno de segundo grado va avanzando al ritmo del de tercerlo. La maestra es la encargada de triangular, hacer la planificación e ir graduándola, motivarlos para que después no se aburran cuando al año siguiente escuchen el mismo contenido», comentó Tarquini.
Vocación docente
El aislamiento del trabajo docente es una de las principales características de la modalidad rural y en particular de las albergues. La vocación de servicio se revela con mayor fuerza que en el resto de los establecimientos.
Son maestros, psicólogos, brindan contención y cuidado a los niños, al tiempo que hacen los arreglos menores de las escuelas y el hogar.
«Es una realidad distinta tenés que ir con vocación. Te demanda horas, compromiso y dejar a tu familia», dijo la coordinadora de la Modalidad Rural.
Mario Cebadero, director de la escuela 8597 Pedro Escalabrini del Sosneado hizo referencia al sacrificio de los maestros en el Sur que permanecen 24 horas al cuidado de los pequeños.
«En la regional Sur no existe la figura del preceptor o sereno por lo que el mismo profesional queda a cargo de los chicos. Lo que buscamos es que nuestros alumnos tengan la misma oportunidad educativa que los del resto de la provincia», alertó.
Sin contar el desgaste físico y psicológico. En esa labor la parte económica no ayuda. Dependiendo de la antigüedad, pueden cobrar unos $18.000. Lo mismo que uno que cumple doble jornada en cualquier escuela. Tampoco el ítem zona del 100% marca un número significativo en la en la cuenta final.
«A veces se critican a los docentes que faltan o no cumplen con sus funciones, pero son una minoría. Deseamos que se conozca la realidad sobre el esfuerzo que hacen los maestros y cómo están los chicos donde pese a las dificultades se les brinda lo mejor», dijo.
El eje de la comunidad
En la zona es el lugar más respetado y centro de la comunidad, donde van a pedir soluciones y donde se hacen festejos y fiestas patronales. Además la posta sanitaria está cerca de ella también.
Por eso, cuando ocurrió el incendio Nº 8-699 “Por los Senderos de la Patria”, ubicada en el puesto La Josefa, en Santa Rosa , el 22 de abril pasado, activó la solidaridad de la comunidad. Trabajaron para recuperar dos grandes habitaciones del colegio para que pueda seguir albergando a los chicos de la zona.
En ese momento habían 14 alumnos, de entre 8 y 16 años, y 10 adultos, entre celadores y maestros. Se quemaron unos 20 colchones, unas 8 cuchetas, computadores, frazadas, libros, muebles, entre otras cosas.
Es el motor también de acciones solidarias por lo que también ayudan a las familias y a los chicos con ropas y alimentos que reciben de donaciones.
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