Por: Miguel Ángel Pérez
Los y las jóvenes es el bono poblacional más valioso que tenemos para el desarrollo de nuestro país, ellos y ellas tienen un gran potencial ligado al hecho de ser joven, vitalidad, dinamismo, productividad potencial, inventiva, creatividad y un largo etcétera. Sí, pero también los y las jóvenes de ahora han mostrado un gran sentido de irresponsabilidad y poca sensibilidad en el contexto de la pandemia que estamos viviendo todos y todas.
Si bien las juventudes no están en la franja de riesgo y de vulnerabilidad por el coronavirus, si lo están en riesgo al convertirse en agentes de contagio y al poner en riesgo al resto de las personas con las que se relacionan y ese es uno de los principales problemas. El mayor peso específico de contagio en los últimos meses (según datos oficiales) está focalizado en jóvenes de los 14 a los 25 años, esto debido a un estilo de vida, en donde la población en general y las juventudes en particular han visto con ojos de escepticismo las medidas que se toman, como medidas de prevención y de contención ante el riesgo inminente.
La activación del botón de alerta por parte de las autoridades del gobierno local, tiene varias aristas y una de ellas y de los polos o de los destinatarios son los jóvenes y el estilo de vida con el que continúan; ahí destaca la negligencia y la flexibilidad con la que han tomado las cosas. Si bien en esta medida, dictada desde la cúpula de gobierno, como en muchas otras, no participamos los ciudadanos, si nos toca a nosotros y nosotras asumir las consecuencias.
Me parece y esto lo digo a modo de hipótesis que en nuestro país no existe una cultura de prevención ante los desastres como sucede en otros países, como el que vivimos por esta pandemia desde marzo pasado. En ello los y las jóvenes se tornan en una pieza clave debido a que, no han querido modificar su estilo de vida, relajados y festivos, a partir solo de pensar en sí mismos, y siendo incapaces en muchos de los casos de colocarse, aunque sea por un momento breve en los demás.
Efectivamente el coronavirus pone en riesgo y en máximo peligro a la gente de mayor edad, a las personas que padecen alguna enfermedad crónica como diabetes, problemas arteriales y de hipertensión, problemas cardiovasculares, etc., sin embrago el punto central no es lo que proviene del discurso del modelo médico, o lo que nos dice el sector salud; el punto central tiene que ver con el factor social, en las costumbres, y las tradiciones, junto con la forma de cómo hemos asumido como un grupo social amplio (como sociedad en su conjunto) el riesgo por coronavirus.
A las juventudes las hemos definido por su identidad festiva, bohemia, relajada, reactiva e impulsiva; estos son algunos de los rasgos de la vitalidad que los caracteriza, pero ahora habría que pensar en otras vías u otros caminos para asumirse joven y de celebrar al lado de los pares. El sentido de responsabilidad, el significado del cuidado y del auto-cuidado deberá provenir de algún lugar y deberá llegar al corazón y a los sentimientos de los y las jóvenes de nuestro entorno. Ignorarlo por cualquier motivo, no entenderlo y no acatarlo es no solo ser incapaces de detenerse a pensar no solamente en uno mismo, sino detenerse a pensar en las personas que están cerca, en los padres, en los abuelos, en las personas mayores o en cualquier persona que se encuentre en riesgo.
Ser joven hoy debería de ser sinónimo de ser una persona sensible y responsable, atenta y cuidadosa del entorno, dinámica en favor de las personas que más lo necesitan. Pero, nuestra realidad cruda y triste demuestra que no es así, ser joven hoy en muchos casos dice y grita que la realidad continua con una tendencia desfavorable paradójicamente.
Fuente: http://www.educacionfutura.org/que-mundo-le-dejamos-a-los-jovenes-que-jovenes-le-dejamos-al-mundo/