El cortijo de los desheredados

Por Ana Pérez Bryan

Esta es la historia de un cortijo. De los años 50, amplio y luminoso, un edificio sólido que se alza en medio de un jardín rodeado de palmeras. Una joya donde retirarse a disfrutar si no fuera porque los que lo habitan ya no tienen nada que heredar. Allí no hay fortuna. Bueno sí, de la mala. Ni caballos. Bueno sí, están los restos de ese otro del que nadie habla pero que en la mayoría de los casos ha corrido por las venas de este puñado de desgraciados que consumieron sus vidas a pinchazos. Porque entrar en la Finca Colichet de Churriana es acceder a las entrañas de una realidad paralela que aún hoy existe pero de la que poco se habla: la de los enfermos de sida desahuciados, hombres y mujeres que lo perdieron todo y que por sus circunstancias terminaron entre las cuatro paredes de esta casa de acogida que pertenece a Cáritas y que gestionan las Hijas de la Caridad.

Allí están los que nadie quiere, salvo estas valientes de bata blanca: los que llegan de la calle comidos por la enfermedad, los que deriva el hospital una vez desconectados, los que ya no pueden ser atendidos por sus familias en el caso de que aún la tengan… Los que van a morir, en fin. «Al buen morir», susurra sin embargo en una de las salas Paqui Cabello, la enfermera que desde hace 14 años dirige esta casa de juguetes rotos y que entrega su vida –literal– por ellos acompañada de cuatro monjas voluntarias –tres son enfermeras y una médico– y cuatro auxiliares de enfermería, los cuatro varones y por cuyos brazos ha pasado de todo.

Colichet está a punto de cumplir las bodas de plata desde que el 21 de abril de 1992 abriera sus puertas reconvertido en casa de acogida para los desahuciados del sida. Antes de todo aquello era un lugar dedicado a colonias infantiles, un nido de jolgorio despreocupado que cambió de banda sonora cuando comenzaron a llegar ellos. Los otros. Por eso no se sabe bien si hay algo que celebrar en este aniversario. Bueno sí. Al menos están los brazos menudos de Paqui y sus incondicionales, que al principio recogían a los enfermos «tirados de las calles». Corrían los primeros noventa y los estragos de la enfermedad eran desoladores: los médicos no sabían qué hacer con semejante avalancha en los hospitales y pidieron ayuda a Cáritas, que inmediatamente cambió la colonia infantil por el macabro campamento. Ahora tienen capacidad para doce plazas. Son trece, en realidad: una está guardada para casos extremos. «Créeme que aún los hay», lamenta Paqui, incapaz de olvidar que en aquellos años de plomo y jeringuilla «se nos llegaban a morir hasta tres en el mismo turno». Uno. Dos. Tres. En doce horas. Y así.

¿Y ahora qué?

La buena noticia es que hoy muchos no se mueren. La mala, que hoy muchos no se mueren. Que se convierten en crónicos pero con una mochila tan pesada de secuelas y dependencia que es difícil que sean aceptados incluso en sus propias familias. Porque el tratamiento del sida ha avanzado a una velocidad muy diferente a la de la conciencia colectiva, que aún conserva en lo más profundo el estigma de la enfermedad. Sí, no se contagia con las medidas adecuadas, pero ¿y si….?

Colgados de ese ¿y si…? viven hoy Loli, Jimmy, Rafael, Isabel, Eva, Manuel, Casilda y Juan. También Juanlu, 47 años y 27 de enfermedad, que ahora está apartado del grupo y que consume en su silla de ruedas el tic-tac ése del que nadie escapa. Puede que el suyo llegue la semana que viene, porque desde hace días se niega a alimentarse y se arranca las sondas. Está de espaldas a la tele, que no ve porque además es ciego desde que intentó suicidarse con ácido. Suena a extraterrestre la boda de Rociíto de fondo. Paqui tuvo que ir a por él a su casa de Arroyo de la Miel porque su madre «no podía más» y porque a Juanlu, entonces, aún le quedaban fuerzas para maltratarla.

El caso de Loli es a la inversa. Ella fue el saco de boxeo de su pareja, a quien no importó mucho que tuviera cuatro hijos y una enfermedad cuando la arrojó desde un quinto piso en calle Mármoles. Aquel caso, hace casi 18 años, fue uno de los primeros que despertó la conciencia colectiva en la ciudad sobre la lacra de los malos tratos. Ojalá hubiera la misma con «lo otro» que la consume desde hace 12 años en Colichet, además de la traqueotomía y las secuelas neurológicas que quedaron del golpe. Loli nació en Zurich, estudió solfeo y sus hijos llevan nombres de la mitología porque es una apasionada de la historia, aunque la vida perra los terminó igualando a todos por abajo. Lo que ocurrió antes parece que ya no va con ella, porque es de las que mata fantasmas a carcajadas.

Loli es una campanilla que regala besos húmedos y sonoros. Como los de las abuelas. Muackkkk. «¡Y otro, y otro más!», le pide al fotógrafo del reportaje. «¡Ayyyyy qué guapo, que m’enamorao!», dice tirándose sobre una silla con mucho teatro. Hay cosas que no se le entienden por culpa de la traqueotomía. Pero eso es cristalino. Del guapo y la silla de publicidad comida por el sol salta como puede hasta el caminito que lleva a la entrada porque acaba de llegar ‘su’ Juanito. Otro de sus guapos. Y tuvo que serlo este gitano «muy fino» al que Loli celebra con fiesta de tres días y que acaba de volver a esa heterogénea familia postiza después de echar el día con los suyos. Con los de verdad. «Mira, me he pelado y estoy muy fresquito», dice agarrado a su andador y soportando estoico el calor de este raro septiembre. Su caso es uno de esos éxitos íntimos que celebran los héroes del Colichet, ya que Juan llegó postrado en una silla de ruedas, con 54 kilos y haciendo unos gestos «raros con las manos, como si estuviera bailando». En apenas unos meses ha pasado de los 80, se ha levantado y además está en plena euforia porque hace 15 días recibió la notificación para ingresar en prisión y entre su abogado y este hogar de acogida le han resuelto la papeleta. No es difícil imaginar qué sería de gente como Juan si volvieran a la cárcel. Carne de cañón perfecta. «A veces, cuando vemos que se acercan las luces de la policía, los sacamos de la cama e intentamos arreglarlo de alguna manera», admite Paqui en una reflexión que rebosa humanidad. Que con la penitencia que tienen al verse así ya es bastante.

 Paqui ayuda a Loli a arreglarse el pelo. «¡Uy, uy, uy... qué fotógrafo guapo!», acierta a decir pese a su traqueotomía.

«GUAPA» PARA LA FOTO.

Paqui ayuda a Loli a arreglarse el pelo. «¡Uy, uy, uy… qué fotógrafo guapo!», acierta a decir pese a su traqueotomía. / Álvaro Cabrera

A su lado, y agarrada a ella como clavo que arde, está Eva (48). Ella también llegó en silla de ruedas: lo hizo hace tres años, desahuciada y enganchada a la morfina. Tardó meses en dejar de gritar por las noches. Hoy va y viene por su propio pie y se ha recuperado: podría decirse que es una enferma crónica de esas de libro capaz de llevar una vida normalizada en casa con su familia si no fuera porque allá afuera la cosa no es tan fácil. Si no fuera porque a veces las familias ponen todos los problemas del mundo para dar el paso, porque los aparcan en Churriana y si te he visto no me acuerdo. «Y yo quiero irme. Tengo fuera a mi hijo y a mi nuera», dice Eva abriendo mucho los ojos y tratando de ahogar la emoción cuando habla de Paqui: «Ella ha sido lo mejor que me ha pasado», dice deshecha en lágrimas y pasando su mano una y otra vez por el antebrazo de su ángel de la guarda.

El móvil como un salvavidas

Porque Paqui es enfermera pero hace de todo. Hace poco le ha regalado un móvil a Jimmy para que se comunique con sus hermanas. Las cuatro viven en Alemania desde que sus padres emigraron y le perdieron la pista al chico con 17 años. Su historia es confusa y está devorada por el exceso de la vida en la calle, pero hasta donde acierta a recordar Jimmy cree haber estado tirado a la intemperie casi 20 años. Su familia le daba por muerto hasta que un día con Paqui, «cotilleando en Facebook», encontraron el hilo del que tirar. Una, dos, tres… y cuatro hermanas, que se plantaron en Colichet tan pronto como supieron que el hijo pródigo estaba vivo.

«Buenos días, hermanito, te mando un beso enorme desde Gelsenkirchen», dice uno de los últimos wasap que ha recibido de esta mañana y que él festeja como maná caído del cielo. Esta semana podrá abrazar a las otras dos, que han hecho turnos para visitarlo y para celebrar de paso su 45 cumpleaños. Que Jimmy sople las velas, y que las sople así, roza la categoría de milagro. Seguro que los médicos que le atendían en Granada y que lo desenchufaron de la máquina antes de mandarlo a Colichet para que se muriera no se han enterado, pero aquel despojo humano que llegó a esta casa de acogida comido literalmente por larvas de mosca y con una luxación de cadera que ha colocado su pie derecho en el lado izquierdo y el izquierdo en el derecho y que ha dejado la parte inferior de su cuerpo al revés (imaginen cada cosa en el lado contrario) es hoy un tipo risueño que ha recuperado parte de la ilusión enganchado a un móvil. Hablar de enganchados en este contexto es hablar de a-b-c, pero para Jimmy no parece ser un problema haberse colgado de la tecnología. A él le ha salvado.

El mismo efecto parecen haber tenido para Isabel los cuadernillos de sopas de letras, que se apilan roídos en su andador desde que hace dos meses llegara a este rincón desahuciada del hospital. Es de Valencia, lleva las uñas muy cuidadas pintadas en rosa y si no fuera porque su rostro devuelve los surcos del caos podría decirse que fue guapa. Comparte la fresca de la caída de la tarde con Rafael, que no tuvo tanta suerte como Juan, el gitano fino, porque él sí pasó por la cárcel. «Estuve allí pagando una multa», dice vagamente, mirando al suelo y sentado frente a una caseta de perro sin perro que regala otra historia coincidiendo que pasa por allí Manuel, que una vez, por Navidad, intentó escaparse subiéndose a ella y saltando el muro. Aquello no es una cárcel y pueden hacerlo, pero él volvió al día siguiente: sólo quería pasar la noche debajo de su puente.

«Es que salir, para ellos, es complicado», admite Paqui. «Desde hace algunos años sí los dejamos dar una vuelta los fines de semana y les damos dos euros y medio que tienen que traer justificados. Si quieren pipas tienen que ir a un sitio donde les den el tique». Parece exagerado, pero con esa cantidad evitan que compren chocolate, pero no del que se vende en los puestos de pipas. «Es que lo huelen… saben perfectamente dónde está», dice Paqui haciendo un gesto con su nariz. Lo único permitido es el tabaco: doce cigarrillos al día. Es curioso que casi todos han abandonado el hábito de la droga dura pero no el de la nicotina. Hay otros menos dañinos, como el café en el que la mayoría prefiere gastarse ese dinero cuando salen. A veces los invitan los voluntarios, pero la experiencia en una de las últimas cafeterías no fue buena: allí, al verlos llegar, les sirvieron la bebida en vasos de plástico. Porque la enfermedad no se contagia con las medidas adecuadas, pero ¿y si…? Y ése sigue siendo el problema, pero ahora ya no es de ellos: es del resto

Fuente: http://www.diariosur.es/malaga-capital/201609/12/cortijo-desheredados-20160911205633.html

Foto de Álvaro Cabrera

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Sudáfrica: Las cosas que hacemos: ¿los videojuegos pueden contribuir a la prevención del VIH?

Sudáfrica/blogs.worldbank.org/29 de julio de 2016/Por: Roxanne Bauer

Prevenir y controlar el VIH es esencial para cerciorarse de que todos podamos llevar vidas sanas y productivas. Es fundamental abordar esta enfermedad si queremos que todos comportamos los beneficios de la prosperidad mundial. La comunidad internacional ha hecho avances significativos en la lucha contra la propagación del VIH, así como en el aumento de la tasa de supervivencia de los ya infectados con el virus.

Sin embargo, las mujeres —y especialmente las jóvenes— siguen estando vulnerables frente a la enfermedad. Según el Informe de déficits y diferencias publicado por ONUSIDA, (PDF, en inglés) 1 de cada 4 nuevas personas infectadas con el VIH en África al sur del Sahara son mujeres adolescentes y jóvenes. En el mundo, alrededor de 16 millones de mujeres de 15 años de edad o mayores son portadoras del virus, y el 80 % de ellas vive en África al sur del Sahara. En esta región, las mujeres se infectan con el VIH por lo menos cinco a siete años antes que los hombres, principalmente por la transmisión heterosexual. Aunque algunas investigaciones indican que las mujeres más jóvenes tienen una mayor vulnerabilidad fisiológica a contraer el VIH, la evidencia también apunta a varios factores no fisiológicos que explican las desigualdades de género, que incluyen el acceso desigual a las oportunidades educativas y económicas, la vulnerabilidad a sufrir violencia por parte de la pareja íntima y tener relaciones sexuales con hombres mayores.
Percepciones de los riesgos

En un informe de 2011, Lammers, van Wijnbergen y Willebrands (i) analizaron la manera en que diversos tipos de información sobre el VIH influyen en el uso del condón por parte de los hombres y las mujeres. Su trabajo se basa en un estudio de 1979 hogares de vendedores ambulantes en Lagos (Nigeria) realizado en 2008. Además de preguntas socioeconómicas, la investigación incluyó consultas que pusieron a prueba los conocimientos acerca de la existencia, la prevención y el estigma asociado al VIH; el embarazo deseado, y las percepciones de los riesgos de involucrarse en relaciones sexuales sin protección.

Los investigadores observaron grandes diferencias en los conocimientos entre los hombres y las mujeres, y los factores de riesgo para los hombres y las mujeres variaron de manera significativa. Los mejores predictores para el comportamiento sexual riesgoso entre los hombres fueron las percepciones sobre el bajo riesgo de tener relaciones sexuales sin protección y no saber que los condones ayudan a prevenir el contagio. Entre las mujeres solteras, fue importante también la falta de conocimientos sobre los beneficios del uso del condón en términos de protección. Ambos factores, sin embargo, no explicó la conducta sexual de las mujeres casadas, lo que indica que ellas no tienen poder de negociación en las decisiones relacionadas con la prevención del VIH. Para las mujeres, independientemente de su estado civil, el estigma provocó una reducción en el uso de preservativos. Al finalizar el estudio, los investigadores pidieron enfoques diferentes para la prevención del VIH en el caso de los hombres y de las mujeres, señalando que se necesita un énfasis distinto en el caso de las personas casadas. También instaron a realizar mayores investigaciones sobre cómo influir en la percepción de los riesgos en los programas de prevención del VIH debido al gran poder predictivo que tienen las impresiones de alto riesgo referidas a las relaciones sexuales sin protección.

Videojuego sobre el riesgo de contraer el VIH en Sudáfrica

Como respuesta a estos llamados, un proyecto realizado en Sudáfrica en 2014 trató de aumentar la importancia de algunos factores relacionados con la información y el riesgo para los jóvenes vulnerables. Según ONUSIDA, Sudáfrica alberga al mayor número de personas que viven con el VIH en el mundo: 6,5 millones de habitantes. La tasa de prevalencia es más alta entre las mujeres, y este índice es aún más elevado entre las jóvenes. Lo preocupante es que las adolescentes tienen tres veces más probabilidades de ser seropositivos que los niños de su edad en Sudáfrica. Por esto, abordar este problema es crucial para enfrentar el VIH.

El Gobierno de Cabo Occidental en Sudáfrica, el Ministerio de Salud de Cabo Occidental e investigadores de la Universidad de Ciudad del Cabo se asociaron con Ideas42 (i) para encontrar una solución en materia de comportamientos. El equipo descubrió que las adolescentes creen que los hombres mayores son parejas sexuales más seguras comparados con los jóvenes de su propia edad. Esto, sin embargo, es incorrecto; los hombres mayores son realmente una opción más riesgosa, y registran tasas más altas de VIH que los adolescentes.

Para rectificar esta concepción errónea, ellos diseñaron un “videojuego sobre el riesgo de contraer el VIH”. Este se basó en las percepciones conductuales que es más probable que las personas aprendan algo nuevo tras ser expuestas reiteradamente a la información, y es más probable que recuerden lo que aprenden si se enseñan a sí mismas.

Se pidió a un grupo de adolescentes de ingreso bajo de Ciudad del Cabo que participaran en el estudio, y fueron asignados de manera aleatoria a un grupo de tratamiento o a un grupo de control. Los participantes del grupo de control leyeron un breve ensayo sobre el VIH y los riesgos de las relaciones sexuales, actividad que incluyó una discusión acerca de los riesgos relativos de acuerdo a la edad. Los participantes del grupo de tratamiento jugaron ocho rondas del “juego sobre el riesgo de contraer el VIH”, en el que se les informó la edad y el sexo de dos individuos elegidos al azar y se les pidió que eligieran cuál de ellos tenía más probabilidades de tener el virus, recibiendo comentarios inmediatos con respecto a si habían adivinado la respuesta correcta.

La probabilidad de los integrantes del grupo de tratamiento de identificar correctamente cuál de los dos individuos tenía más posibilidades de tener el VIH fue considerablemente mayor que la de los integrantes del grupo de control. Los primeros también contestaron más preguntas de manera acertada sobre el riesgo de contraer el VIH y la edad que los segundos. De acuerdo a Ideas42, (PDF, en inglés) “solamente el 7 % de aquellos en el grupo de tratamiento contestó erróneamente ambas preguntas, en comparación con el 35 % de aquellos en el grupo de control. Mientras tanto, el 63 % de aquellos en el grupo de tratamiento respondió de manera correcta las dos preguntas, en comparación con solo el 28 % de aquellos en el grupo de control”. Cabe señalar que los efectos también parecieron permanecer durante los tres meses siguientes. Los resultados indican que proporcionarles de manera más general a las mujeres jóvenes y las niñas la información del riesgo relativo de tener diferentes parejas y mantener relaciones sexuales sin protección e incentivarlas a aprender mediante un juego aumenta la importancia de los conocimientos.

La «ludificación» se ha convertido en un método popular en intervenciones educativas en los últimos años, y este estudio confirma los efectos positivos que han descubierto la mayoría de otros estudios sobre la aplicación de mecánicas de juego a entornos no lúdicos. Los juegos incorporan la competencia y la interacción social en las intervenciones conductuales y, de ese modo, aumentan la comprensión y la retención de la nueva información. El videojuego sobre el riesgo de contraer el VIH resulta alentador para futuros intentos de desarrollar intervenciones simples pero ampliables que puedan aprovechar las ventajas de los juegos para aumentar la comprensión entre los jóvenes de las nuevas ideas o los nuevos comportamientos. En este caso, los juegos permitieron subsanar las desigualdades de género y aumentar la capacidad de las mujeres y niñas de protegerse a sí mismas. Se trata de un pequeño paso para reducir la vulnerabilidad frente al VIH, pero potencialmente representa un importante avance para poner fin al VIH.

Tomado de: http://blogs.worldbank.org/voices/es/las-cosas-que-hacemos-los-videojuegos-pueden-contribuir-la-prevencion-del-vih

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Naciones Unidas reconoce avances de China contra el VIH/Sida

Asia/ Beijing /Prensa Latina

De acuerdo con Michel Sidibé, director ejecutivo del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida dijo que China ha hecho un gran progreso en este tema

 

Naciones Unidas reconoció este jueves los avances de China en la reducción de las muertes por el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH) y el creciente número de personas en tratamiento.

De acuerdo con Michel Sidibé, director ejecutivo del Programa Conjunto de las Naciones Unidas sobre el VIH/Sida dijo que China ha hecho un gran progreso en este tema.

El también subsecretario general de la ONU destacó la importancia del programa nacional de China sobre la transmisión de madre a hijo para el control de la epidemia entre los infantes.

Asimismo, Sidibé mencionó que el gobierno de China ha sido de mucha ayuda en la negociación de una nueva declaración política, clave para el futuro.

Según la Organización Mundial de Salud (OMS), el VIH/Sida es uno de los más graves problemas de salud pública del mundo, especialmente en los países de ingresos bajos o medios.

En el mundo hay 36,9 millones de personas infectadas por el VIH, informa el sitio oficial de la OMS.

Fuente/Prensa Latina
Foto/Archivo
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