Entrevista a Luis García Montero: “La cultura es fundamental para evitar el miedo y la manipulación totalitaria”

Entrevista/21 Mayo 2020/Autor: Pablo Gutiérrez del Álamo/eldiariolaeducacion.com

García Montero es un hombre de convicciones, más que de esperanzas. Tiene la convicción de que esta pandemia debe hacernos luchar por la igualdad y la libertad, también por reivindicar los servicios públicos, como la sanidad, o la economía productiva y de sostén de la vida frente a la especulación. Y, por supuesto, defiende el papel de la cultura no como simple entretenimiento sino como «la imaginación moral de las personas».

El poeta Luis García Montero es, también, el director del Instituto Cervantes, la “embajada cultural” española en el mundo; una institución que, comenta, ha sufrido un importante impacto debido al parón de su actividad presencial. Está convencido de que la cultura tendrá un papel importante, ahora y tras el desconfinamiento, así como las políticas con la mirada puesta en la economía productiva y en el sostenimiento de la vida. Aunque, confiesa, “no soy hombre de muchas esperanzas”, sí tiene la convicción de que “será muy importante defender los mejores valores y la convivencia”.

¿Cómo es un día “normal” en su vida, ahora, confinado en casa?

Bueno, el confinamiento lo llevo bien porque estoy acostumbrado a leer, estudiar y escribir, que son actividades que tienen mucho que ver con saber quedarse en casa y vivir un mundo propio en una butaca. Compagino los trabajos en el Instituto Cervantes con la recuperación de actividades académicas como estudiar a fondo la bibliografía de un trabajo de ensayo para la Universidad. Estoy más afectado por la desolación general, la muerte, la enfermedad y los problemas económicos, que por estar mucho tiempo en casa.

El de la cultura es uno de los sectores que ha tenido que parar en seco. ¿Cuál es el espacio que debería ocupar en este confinamiento? 

Yo creo que cualquier momento es bueno para decir que la cultura es un bien esencial. No es ningún entretenimiento, sino algo que tiene que ver con la formación de las personas. No hay democracia sin educación ni cultura. Son valores que van unidos. En la cultura más neoliberal se identifica la actividad cultural, el teatro, el cine, la literatura, etc… con el entretenimiento barato y zafio. Pero creo que la cultura es la imaginación moral de las personas. Además, vivimos en un tiempo de grandes bulos, de manipulaciones personales a nivel de sentimiento, y es mucho más fácil de manipular a los incultos que a los que tienen una conciencia formada.

Está claro que la cultura, la literatura específicamente, pueden ayudarnos a sobrellevar esta situación. ¿Cómo cree que podría ayudar también a construir el día después?

El día después va a significar muchas cosas. En primer lugar una vuelta a la normalidad. Hay personas que en su idea de la normalidad necesitarán ir a un campo de deportes, o a un centro comercial, pero también necesitarán ir al cine, al teatro, a librerías, a bibliotecas… En ese sentido va a ser parte de la conquista de la normalidad. En segundo lugar, habrá que decidir en esa normalidad qué respuestas se dan a las novedades surgidas después de la pandemia. Me preocupan, por ejemplo, el fortalecimiento del Estado y de lo público. Creo que la situación de la sanidad pública debería ser un ejemplo de qué es lo que tiene que ser lo público dentro de una convivencia democrática. Me preocupa la libertad. Consolidar lo público al tiempo que se consolidan las libertades es fundamental para una sociedad democrática que quiera evitar el miedo y la manipulación totalitaria, y para eso la cultura es fundamental.

¿Cómo interpreta lo ocurrido con el ministro de Cultura y una parte del sector en los últimos días y la campaña de #ApagónCultural?

Se debe comprender que en cultura ya llueve sobre mojado porque hubo muchos recortes en la crisis anterior, y porque los presupuestos de Cultura en España son, desde hace muchos años, muy modestos comparados con el resto de los países de nuestro entorno. Nos parece muy importante la propuesta del Ministerio de Cultura de que habrá que firmar un gran pacto por la cultura, en el que se vinculen ayuntamientos, comunidades autónomas, el Estado y otras entidades.

Esta situación, inédita, ha hecho más evidentes algunos problemas estructurales que tenemos. Tal vez, entre los más importantes, el de la desigualdad. ¿Hay esperanza para la mejora?

No soy hombre de muchas esperanzas, pero sí de convencimientos y de respeto a algunos valores. Soy muy consciente de lo que ya diversos autores han planteado, que la distancia social no va a ser solo física sino también laboral, salarial y económica. Y se van a crear más distancias entre sociedades ricas y pobres, y entre las élites económicas y la gente normal con problemas económicos. Un pensamiento democrático debe defender la hermandad de la libertad y la igualdad. De igual forma que la historia nos ha enseñado que es falso un sistema que defiende la igualdad por encima de la libertad, porque termina en dictadura y corrupción; lo mismo sucede al contario, defender la libertad por encima de la igualdad, porque termina en autoritarismo, no del Estado, sino de los monopolios económicos que controlan el Estado. Tan importante es defender la igualdad como la libertad.

Hace unos días se preguntaba en un artículo si seremos más sabios después de esta pandemia… ¿Lo haremos?

Tengo pocas esperanzas. Del mismo modo que creo que el libro ha superado pandemias y catástrofes; veo también que llevamos siglos con pandemias y catástrofes sin aprender la lección. Los mismos egoísmos, ambiciones e injusticias de siempre. Tengo la convicción de que será muy importante defender los mejores valores y la convivencia, pero no estoy esperanzado de que sea algo seguro. Habrá que luchar, combatir, esforzarse y encontrar buenas salidas a este mundo que estamos soportando.

Otra de las cosas que podemos ver estos días es la división grande entre una sociedad solidaria y que se preocupa de los demás y la del miedo al otro, al diferente, el extranjero…

Así es. El miedo al extranjero es pensar que la diversidad es una amenaza y que el otro es un enemigo. Eso, por desgracia, es asunto del racismo, que es solo un síntoma de que se está cultivando mucho el miedo. Si uno ve las noticias, verá que la importancia del coronavirus, los contagios, la muerte… ha sustituido a una dinámica informativa que daba protagonismo a los crímenes y catástrofes. Existe el crimen, pero no tan protagonista es el crimen como una inercia informativa que olvida otras cosas. Me parece que el miedo ha sido siempre un hecho de manipulación social para romper los lazos colectivos y convertir al vecino en una amenza y romper la falta de pertenencia y la reivindicación de los valores públicos. Lo del coronavirus va a tener que ver mucho con esto. Debemos no caer en las redes del miedo, y no considerar al otro una amenaza, sino una persona que merece respeto y debe entendernos.

También ha sacado lo obvio a la luz: la vida necesita ser sostenida y lo hace, principalmente, por sectores denostados o infravalorados: trabajadoras de supermercado, camioneros, personal sanitario,  limpiadoras… Lo recordaba usted también en un artículo hace unos días de la mano de Machado: “En los trances duros, los señoritos invocan la patria y la venden; el pueblo no la nombra siquiera, pero la compra con su sangre y la salva». ¿Qué le evoca este texto a día de hoy?

Me evoca la fe, la necesidad de pensar que existe una realidad de carne y hueso que va a ser más fuerte que las realidades virtuales. Es un problema que ahora la economía productiva que crea riqueza haya sido sustituida por la especulativa que favorece la acumulación de fortunas, que no produce para la sociedad. Esta pandemia nos ha recordado que lo fundamental para la sociedad es el mundo productivo, que se dedica a los cuidados, a la vida, y esto es lo prioritario, y no la acumulación de fortunas. Espero que haya en la gente una realidad de carne y hueso que no sea sustituida por una virtualidad de bulos y mentiras que fragmenta la opinión pública. Es fundamental devolverle el respeto a esos sectores productivos en los que se sostiene realmente la vida. Respetar el mundo del trabajo y preguntarse de qué manera progresar defendiendo los cimientos de la convivencia.

¿Cómo ha afectado la pandemia a los trabajos del Instituto Cervantes?

El Instituto Cervantes se ha visto muy afectado. Como institución cultural de Estado hemos tenido que cambiar nuestras labores presenciales por proyectos en línea y actividades culturales, académicas y bibliotecarias virtuales. Hemos tenido que cerrar todos los centros. La plantilla ha dado un respuesta muy loable y estamos intentando mantener las labores del Instituto en un mundo confinado. Para nosotros tiene un repercusión grave, aunque somos una institución del Estado, una parte muy importante del presupuesto, que nos permite funcionar, depende de los ingresos de las clases presenciales, certificaciones del español como el CCSE y el DELE, etc… Todo eso se ha tenido que suspender, con lo que el Instituto Cervantes es también un proyecto económico que está en riesgo sufriendo los confinamientos. Es un riesgo a gran escala, porque estamos en 87 países, y tenemos los mismos problemas que tienen los sectores que necesitan mantenerse de los ingresos que da su actividad.

¿Cree que tendrá un impacto negativo la situación en España como uno de los principales focos de la pandemia en el futuro de las sedes de Instituto en otros países?

Esto nos sirve para valorar la importancia de la diplomacia cultural española. Es muy importante evitar cualquier tentación de unir la imagen de nuestro país a la idea de una infección, un contagio, un problema, que tenga que ver con la pandemia. Primero, porque sería injusto, en España no ha surgido esta pandemia. Segundo, porque hay países tan afectados como España, como son Estados Unidos, Francia, Inglaterra, etc… que tienen unas cifras de muertos y afectados parecidas o mayores que las nuestras. Y tercero, porque para hacer un análisis serio de la situación habría que analizar muchas claves. Por ejemplo, España es uno de los países con mayor expectativa de vida, al llegar una pandemia con estas características es normal que afecte más. Además, aquí el trato humano y las distancias cortas, son costumbre. Y esa cosa tan positiva de nuestra sociedad, se ha vuelto en contra. Estos dos factores se deberían tener en cuenta, en vez de reducirlo todo a las cifras. Yo no me quedaría tranquilo si dijera que en Estados Unidos, Francia, etc… ha habido más víctimas, porque habría que analizar otros detalles. Es un camino sucio y con mala salida. España no es un país peligroso por haber tenido este contagio. La única manera es potenciar la diplomacia cultural y defender España desde otra perspectiva y no desde la coyuntura de esta pandemia. Por ejemplo, poniendo de relieve la sanidad pública, el hecho de que podemos llamar a las 3 de la madrugada a un médico sin ningún coste, y que los tratamientos son gratuitos. Eso es lo que tenemos que cuidar.

Fuente e imagen tomadas de: https://eldiariodelaeducacion.com/2020/05/18/la-cultura-es-fundamental-para-evitar-el-miedo-y-la-manipulacion-totalitaria/

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Un país serio: Austria prohíbe el velo islámico en las escuelas

Redacción: Periodista Digital

Ya era hora de que un país en Europa tomara la iniciativa a la hora de luchar realmente por los derechos de las mujeres, y no las tonterías que oímos a las feministas españolas.Austria ha completado ya el trámite parlamentario para la prohibición del uso del velo islámico en los colegios de primaria, por parte de las niñas de entre 6 y 10 años de edad, y queda a la espera de los esperados recursos ante el Tribunal Constitucional. Los padres que incumplan la normativa se expondrán a multas iniciales de 440 euros y que irán aumentando en la medida en que se produzcan reincidencias, según recoge Rosalía Sánchez en ABC.

La normativa veta expresamente «el uso de indumentaria ideológica o religiosa que conlleve cubrir completamente la cabeza» y excluye también expresamente la kipá judía o el patka que portan los jóvenes de religión sij porque «estas prendas no cubren todo el cabello o su mayor parte».

La ley ha salido adelante con los votos del partido conservador (VÖP) de Sebastian Kurz y el FPÖ de extrema derecha con el que gobierna en coalición en Viena. La exministra socialdemócrata de Educación Sonja Hammerschid ha criticado en su intervención parlamentaria que la prohibición no resultará efectiva, porque las niñas se pondrán el velo en cuanto salgan del colegio, e incluso será contraproducente, porque evitará que muchas familias musulmanas acepten los procesos de integración debido a que se ven atacadas en sus creencias religiosas. El diputado conservador Rudolf Taschner, por el contrario, definió en el Parlamento el velo de las niñas como un «símbolo de opresión» y argumentó que la ley buscaba liberar a las niñas del sometimiento. «El compromiso con los valores de la Ilustración no es populista», dijo el parlamentario sobre las acusaciones de la oposición de que el gobierno solo buscaba darse publicidad.

La Comunidad Islámica de Creyentes de Austria (IGGÖ), la mayor asociación musulmana del país centroeuropeo, ha criticado por su parte la nueva norma como «destructiva» y «desintegradora», considerando especialmente desafortunada, además, la circunstancia de que haya sido aprobada durante el mes sagrado del Ramadán. El presidente de la IGGÖ, Ümit Vural, abogado de profesión, aseguró que agotará «todas las vías legales» para revertir una normativa que considera «discriminatoria» y que atenta contra «la libertad religiosa».

Fuente: https://www.periodistadigital.com/mundo/europa/2019/05/17/por-fin-un-pais-serio-austria-prohibe-el-velo-islamico-en-las-escuelas.shtml
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17 de mayo: Día Internacional contra la Homofobia, Transfobia y la Bifobia

Redacción: Rojo y Negro

17 de mayo de 2019, con motivo de la conmemoración de la eliminación de la homosexualidad del listado de enfermedades mentales de la Organización Mundial de la Salud en 1990, la Confederación General del Trabajo ratifica su compromiso para denunciar y acabar con la LGTBIQ+fobia en todos los órdenes de la vida.

Mientras que las grandes organizaciones internacionales siguen constatando en sus informes la realidad que la clase obrera vivimos cada día, las personas organizadas salimos a la calle para señalar la discriminación y denunciar que sigue beneficiando a la economía capitalista así como a los Gobiernos que sustenta. #Siguepasando

La OIT señala cómo a pesar de las garantías legales a favor de la igualdad, la mayoría de las personas LGTBIQ+ siguen sintiéndose vulnerables y discriminadas en los puestos de trabajo monitorizados. Para evitarlo, en la mayoría de los casos se opta por el silencio, renunciando a la denuncia o relegándose a sectores y puestos de trabajo “gayfriendly” que refuerzan los estereotipos. Vivir en un sistema capitalista que necesita de la heteronormatividad para sostenerse hace que no se respete la libertad de expresión ni la diversidad sexual.

Nuestra disidencia es nuestra resistencia

Mientras que los gobiernos han desarrollado leyes que condenan los delitos de odio y la discriminación LGTBIQ+ al no  dotarse de medios para su cumplimiento, las agresiones,  los asesinatos y el acoso se siguen produciendo cada día en nuestras calles, escuelas y centros de trabajo. El año pasado, se registraron más de 345 agresiones LGTBIQ+fóbicas sólo en la Comunidad de Madrid, y se estima que sólo representan entre un 2-5% de lo que se produce realmente. Un ejemplo de ello es la hipocresía que supone que con esta protección jurídica, en el Estado Español tampoco se sancione a ninguna de las clínicas, terapias o actuaciones para “curar la homosexualidad”, teniendo que soportar declaraciones públicas por ejemplo de la  Iglesia católica descalificando y patologizando a las personas heterodivergentes mientras que no condena ni separa a los curas pederastas.

En la actualidad, las personas LGTBIQ+ más vulnerables desafían al capitalismo binario y su legislación discriminatoria que se reproduce en los puestos de trabajo, recordándonos que las personas trans, tengan penes o vaginas, tienen los mismos derechos que el resto.

Desde la CGT nos seguiremos manifestando contra la moral y la violencia de estado LGTBIQ+fóbica, cada día, en nuestra acción sindical y junto a los colectivos sociales.

Queda mucho por defender hasta llegar a una igualdad real y efectiva para todxs Por la libertad real, contra las violencias LGTBIQ+

Fuente: http://rojoynegro.info/articulo/agitaci%C3%B3n/d%C3%ADa-internacional-la-homofobia-transfobia-la-bifobia

 

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Entrevista a Gonzalo Pontón sobre La lucha por la desigualdad (I)

Entrevista a Gonzalo Pontón
Por: Salvador LópezArnal
“Había mucha luz en las casas de los ‘ilustrados’, pero las chozas y las viviendas de los pobres seguirían a oscuras durante muchos años”
Presentación: Gonzalo Pontón (Barcelona, 1944) es licenciado en Historia Moderna y Contemporánea por la UB. A los veinte años se incorporó a la editorial Ariel y ha sido fundador de las editoriales Crítica (1976) y Pasado & Presente (2011). Se calcula que a lo largo de 50 años, ha publicado más de dos mil títulos, de los cuales unos mil son libros de historia. En 2016 publicó su primer libro: La lucha por la desigualdad que sido Premio Nacional de Ensayo de 2017 otorgado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte.

Déjeme darle mi más sincera enhorabuena por su libro, por su grandísimo libro (que incluye una cronología magistral). 776 páginas, casi 40 páginas de bibliografía comentada, innumerables notas… ¿Cuánto tiempo ha dedicado a la investigación y escritura de su libro? ¿Desde cuándo lo tenía en mente?

Entre 2009 (fecha de mi jubilación oficial) y 2011 dispuse de dos años, vamos a llamarlos sabáticos, durante los cuales trabajé intensamente, y obsesivamente, en investigar las fuentes de mi tema -la heurística-. Luego necesité cinco años más, no tan acuciantes, para redactar La lucha por ladesigualdad. Una historia del mundo occidental en el siglo XVIII.

De los más de dos mil libros que ha publicado a lo largo de 50 años de trabajo editorial, la mitad son libros de historia. ¿Por qué ese interés tan acentuado por la historia? ¿No le importan tanto la filosofía, la literatura, la biología o las ciencias formales por ejemplo? ¿No tienen tanta importancia para saber a qué atenernos en el mundo de hoy?

El lema de Crítica –su programa- al iniciar su andadura, en 1976, era: “Esta editorial, que pretende contribuir a la formación de una cultura crítica, quiere poner al alcance de todos, junto a obras clásicas todavía vigentes, lo más vivo y valioso del pensamiento contemporáneo”. Un vistazo al catálogo histórico de Crítica puede dar cuenta de si esos propósitos se han cumplido, o no. En cualquier caso, una buena parte de lo que he publicado ahí son colecciones, dirigidas por los mejores especialistas, sobre el conocimiento filosófico, político, económico, social, literario, científico y artístico. Otro tanto puedo decir de Pasado & Presente, donde he seguido publicando libros de esa misma temática, quizá aún con más intensidad, tratando de ser fiel al lema de esta editorial: “Pasado & Presente quiere ofrecer al lector las reflexiones más rigurosas sobre nuestro pasado (histórico, científico y cultural) y al mismo tiempo intervenir, con espíritu crítico y curioso, en el debate intelectual y moral del presente. Esto es, pensar el futuro”. Es cierto que en ambos textos programáticos sobrevuela la voluntad de un cierto historicismo, y es un hecho que debo haber publicado cerca de mil títulos de historia, seguramente por dos razones: primero, por mi propia formación académica y, después, por mi concepción de la historia como ciencia y como arma: para interpretar el mundo y para tratar de cambiarlo.

La lucha por la desigualdad es el título de su libro. ¿Quiénes lucharon por la desigualdad? ¿Con qué objetivos: más dinero, más riqueza, más poder político, voluntad de poder en estado puro?

Entiendo la lucha por la desigualdad en el contexto de la lucha de clases. Cuando la clase dominante ve peligrar su posición por la amenaza de las clases subalternas, utiliza todo el poder que puede conseguir para preservar sus privilegios y la injusticia de su dominio -su desigualdad-, que defenderá a muerte. Así, la aristocracia feudal contra la burguesía; la burguesía contra el proletariado.

El subtítulo del ensayo: “Una historia del mundo occidental en el siglo XVIII”. ¿Qué límites tiene ese mundo occidental al que hace referencia? ¿Por qué el siglo XVIII? ¿Qué tiene de especial ese siglo que solemos llamar el siglo de la Ilustración? ¿Por qué no los siglos de Bruno o Galileo?

La larga sombra del siglo XVIII se proyecta aún sobre el siglo XXI. En aquella época se produjo un salto cualitativo en los niveles de desigualdad europeos, un “equilibrio puntuado”, en términos evolutivos. Hasta entonces la desigualdad tenía bases esencialmente agrarias, las propias del régimen feudal, lo que la hacía permanente, pero estática. Tras la acumulación primitiva de capital que supuso un comercio cada vez más predatorio, el capitalismo inició un nuevo avatar: el manufacturero basado en el carbón y el algodón, los pilares de la Revolución industrial. A diferencia de lo que había ocurrido con el capitalismo comercial, este paso no requirió grandes inversiones, pero sí una mano de obra numerosa e indigente. La encontró en los campesinos, que los terratenientes habían desahuciado del campo, los artesanos de las ciudades, ahora proletarizados tras la destrucción de sus gremios, y en el saldo demográfico que llenaba las ciudades de miserables. La explotación de esa mano de obra cautiva, sobre todo de mujeres y niños, dentro del continente europeo, y la de los esclavos –negros y blancos— que extraían las materias primas en las colonias, fue inmisericorde, pero determinó el espectacular éxito económico de la burguesía.

Dueña del poder político y económico, la burguesía vio en el consumo de artículos y mercancías, que antes había sido exclusivo de la aristocracia feudal, la satisfacción de su éxito. Se lanzó entonces a un sistema de producción cuya única finalidad, como había establecido Adam Smith, era el consumo. Ese modelo económico desde el lado de la oferta, iniciado a finales del siglo XVIII pero que ha llegado a la exasperación en nuestros días, ha llevado a las clases subalternas a supeditar la vida a la consecución de los recursos económicos necesarios para sobrevivir en el capitalismo, a la abolición del ocio y a la renuncia a la educación y la cultura, pero también a la dilapidación, hasta entonces desconocida, de materias primas semielaboradas y a la extenuación de los recursos naturales del planeta, que es aún el modelo de sociedad en que vivimos hoy.

Con el fin de blindar su poder en el tiempo, la burguesía se dotó de referentes doctrinales que sancionaran su legitimidad sin que se alterara el orden social. Se alió entonces con los miembros más proclives del Antiguo régimen y con la intelligentsia, los “ilustrados”, para formar una elite de nuevo cuño que controlara los medios de comunicación y la opinión pública. Esta nueva elite estableció sus propios ámbitos de socialización en los que tejió una red de vínculos familiares, económicos y políticos que le permitió un acaparamiento de oportunidades y el acceso a una bolsa de valores de información privilegiada y exclusiva que impermeabilizó férreamente ante las clases subalternas. Para ello creó instituciones educativas específicas para sus miembros al tiempo que se oponía ferozmente a la alfabetización y escolarización de las clases subalternas, expulsándolas tanto de la formación no deseada como de la información privilegiada. No solo eso: acuñó un lenguaje específico -una “imagen manifiesta” (Dennett)- en contraposición a la realidad, que establecía en la conciencia colectiva una reverencia acrítica hacia las directrices de las elites que se presentaban no solo como infalibles, sino como las únicas posibles, ya que la sola alternativa era la “anarquía”.

Se consiguió, así, consolidar una desigualdad categórica: desigualdad económica, sí; pero también desigualdad intelectual: las dos mordazas del tambor con las que el capitalismo controla, todavía hoy, a la sociedad global.

El prólogo del libro lo ha escrito Josep Fontana. ¿Ha sido profesor, maestro suyo? ¿Qué papel cree usted que ha jugado el profesor Fontana en la historiografía española de estas últimas décadas?

Josep Fontana es, sin discusión, el mayor historiador español de la segunda mitad del siglo XX y de lo que llevamos del XXI. Su obra como historiador, tanto desde la cátedra como en la investigación, es de una amplitud, de una densidad y de una intensidad admirables. Desde sus trabajos sobre las bases económicas y fiscales de las sociedades del Antiguo régimen hasta sus más recientes y comprometidos libros de historia del siglo XX, pasando por sus abundantes reflexiones sobre el oficio de historiador y el papel de este en sociedades en crisis, el profesor Fontana ha conjugado el análisis histórico de sociedades pasadas con el destino de los hombres y mujeres de hoy para denunciar la explotación del hombre por el hombre y la necesidad de seguir luchando para construir un mundo mucho más justo e igualitario, es decir, más humano.

En el prólogo, el doctor Fontana comenta que usted ha construido una máquina de guerra “que desarrolla poderosamente” con el objetivo de demoler los mitos del siglo de las Luces. ¿Cuáles son los principales mitos que, en su opinión, rodean y envuelven al acaso mal llamado “siglo de las luces”?

Las “luces” es un vocablo usado desde el Renacimiento con la misma intención que en el siglo XVIII. No quiere decir nada más allá de que se opone a la pretendida oscuridad de la Edad Media (cf. Dark Ages). Pero bajo la advocación de “siglo de las Luces” se ampara la pretensión burguesa de haber abierto entonces las ventanas a la educación y al conocimiento. Es cierto, pero no es la verdad. “Para que la sociedad sea feliz, y la gente se sienta cómoda en las peores circunstancias, es necesario que existan muchas personas que, además de pobres, sean ignorantes”, escribía Bernard de Mandeville en los años veinte del siglo XVIII. Para luchar por su desigualdad, la burguesía creó instituciones educativas específicas para sus hijos y desdeñó la enseñanza de las viejas e inútiles universidades. Al mismo tiempo, se opuso ferozmente a la alfabetización y escolarización de las clases subalternas, especialmente las campesinas -un trabajo propio de las bestias de carga, según el ilustrado Forney- para que se mantuvieran en el lugar que les había asignado la divina providencia; es decir para que trabajaran sin descanso y para que no pusieran en cuestión el nuevo orden social burgués: “No hay arma más peligrosa que el conocimiento en manos del pueblo al que hay que engañar para que no rompa sus cadenas” (Philippon de la Madeleine).

Había mucha luz en las casas de los “ilustrados”, pero las chozas y las viviendas de los pobres seguirían a oscuras durante muchos años.

Abre usted su libro con una de Cervantes , Don Quijote de la Mancha, 2ª parte, capítulo XX. La copio: “¡A la barba de las habilidades de Basilio!, que tanto vales cuanto tienes, y tanto tienes cuanto vales. Dos linajes solos hay en el mundo, como decía una agüela mía, que son el tener y el no tener, aunque ella al de tener se atenía”. ¿Es una ley histórica universal? ¿Es la conjetura del Manifiesto formulada siglos antes y acaso con otro lenguaje? ¿No hay otra ni puede haber otra?

¿Qué eufemismo usa la lengua inglesa para no tener que decir ‘pobres’ y ‘ricos’?: Los ‘have’ y los ‘have-not’, los que tienen y los que no tienen. Los ‘have’ cada día tienen más y los ‘have-not’ cada día menos. No es una cuestión específica del siglo XVIII. Si en 2007, al empezar la gran recesión, 500 familias disponían de la misma riqueza que la mitad más pobre de la humanidad (3.500 millones de personas), en 2015 se habían reducido a 62 y en 2018 van a ser, quizás, una decena, cuyos nombres son bien conocidos: Jeff Bezos, Bill Gates, Warren Buffett, Amancio Ortega, Mark Zuckerberg, Bernard Arnault, Carlos Slim, Larry Ellison, Larry Page e Ingvar Kamprad, que han ganado, solo en 2017, 149.000 millones de dólares.

Hoy hay más de 1.000 millones de seres humanos que viven en la pobreza extrema; otros 500 millones ganan 1,5 $ al día; mueren seis millones de niños por falta de alimentos y medicamentos cada año y otros 125 millones están sin escolarizar.

En una entrevista de finales de 2017 usted señaló que cualquier opinión sobre un período político debe situarse en el contexto histórico. De acuerdo, muy de acuerdo. Si aplicamos su razonable observación al período que ha estudiado, ¿no es acaso demasiado crítico con el siglo de la Ilustración? ¿No es demasiado exigente cuando afirma (son sus palabras de cierre) que la Ilustración no fue un movimiento original y unitario, paneuropeo, destructor del cristianismo, padre de la democracia, defensor de la igualdad y redentor de los oprimidos? ¿No hay una parte de la Ilustración que sí que fue eso?

Creo que lo que yo he hecho en mi libro (o, por lo menos, he intentado hacer) ha sido precisamente situar la Ilustración en su contexto histórico, el contexto de las Revoluciones burguesas, y probar que la cultura que prevaleció fue la cultura de las clases hegemónicas. Los burgueses del siglo XVIII obtuvieron la cobertura intelectual que necesitaban de los intelectuales de su clase, no de improbables “intelectuales” plebeyos, que no existían. Los philosophes franceses, los economistas políticos británicos, los pietistas de Prusia, los cameralistas de Austria, los jurisdiccionalistas italianos y hasta algunos de los proyectistas españoles –es decir, los “ilustrados”– defendían sin fisuras una sociedad basada en la libertad, la propiedad, la jerarquía y el orden, dictada por Dios e inmutable en el tiempo. Como escribió Diderot –el más decente de todos los “ilustrados”—: “La sociedad será feliz si la libertad y la propiedad están garantizadas […] En la democracia, incluso en la más perfecta, la igualdad entre sus miembros es una quimera […] El populacho es demasiado estúpido, demasiado miserable y está demasiado ocupado como para ilustrarse”. Y como escribió Voltaire –el más indecente de todos ellos–: “Los hombres están divididos en dos clases, una la de los ricos que mandan y, otra, la de los pobres que sirven. El género humano no puede subsistir sin que haya una infinidad de hombres útiles que no posean absolutamente nada. […] El hombre común ha de ser dirigido, no educado: no merece serlo… Nueve de cada diez ciudadanos deben seguir siendo ignorantes, porque el vulgo no merece ser ilustrado y se le debe tratar como a los monos”.

Por lo demás, permítame insistir, si la Ilustración no fue eso, ¿qué fue entonces en su opinión?

Ya lo explicó Kant en ¿Qué es la Ilustración?, en diciembre de 1783, tan desgraciadamente, y tan parcialmente, traducido al castellano. El texto completo de Kant a la pregunta del pastor Johann Friedrich Zöllner se inscribe en una defensa de la libertad de opinión pública, es decir de la Öffentlichkeit burguesa. Según Kant, los hombres deben abandonar su falta de madurez y utilizar los conocimientos que ya tienen con independencia de lo que digan otros. El famoso Sapere aude! procede de Horacio y se halla en el contexto de una pulsión pragmática y utilitaria, con una apelación a no perder tiempo. Lo que hace Kant es lanzar un reto intelectual a todos aquellos que, disponiendo como disponen de los conocimientos de la Revolución científica, y de las obras filosóficas y económicas de su tiempo, no deben ignorarlas viviendo con la placidez de un rústico, sino que deben ponerse a la tarea sin pérdida de tiempo. ¿Qué tarea? La construcción de la sociedad burguesa, prescindiendo del mundo del Antiguo régimen, porque este no iba a cambiar por sí solo. La Ilustración se erigió, así, en el intelectual orgánico de la burguesía.

Voltaire, Montesquieu, D’Holbach, Locke, incluso Diderot y Rousseau componían una suerte de «gauche divine», según sus palabras, al compartir la misma conciencia de clase hegemónica. Le s horrorizaba, también son sus palabras, “que los niños campesinos fueran a la escuela y dejaran de labrar los campos, no sabían lo que es la solidaridad, apelaban más bien a una vaporosa fraternidad universal”. ¿No podríamos decir que también ellos hicieron o contribuyeron a hacer lo que podía hacerse y que no fue poco, lo mismo que usted ha comentado al hablar de nuestros años de transición en esa entrevista a la que hacía referencia anteriormente?

Empiezo por el final: a diferencia de lo que pasó en la transición (yo prefiero llamarla ‘transacción’), los ilustrados de toda Europa no vivían bajo la amenaza cierta de un golpe militar. Su mayor amenaza era la Iglesia católica (ni siquiera eso en los países protestantes), que no era despreciable, como explico en mi libro, pero que no tenía nada que hacer si el poder burgués del estado decidía intervenir. Sostengo que los que llamamos ilustrados dieron cobertura intelectual a la clase dominante (a la que casi todos pertenecían) y eso me parece totalmente razonable. Pero es radicalmente falso que no pudieran hacer otra cosa. Algunos intelectuales del siglo XVIII como Boulanger, Maréchal o Babeuf, en Francia; John Millar o Mary Wollstonecraft, en Gran Bretaña; Bergk o Erhard, en Alemania; Radicati, en Italia, Ramón Salas, en España, etc. se arriesgaron a perder la cátedra, la libertad e, incluso, la vida para defender una sociedad más justa, más culta, menos desigual. Todos ellos aparecen en mi libro, pero no en el repertorio heredado de la Ilustración que durante más de dos siglos nos ha brindado, sospechosamente, un relato casi sin fisuras sobre sus logros y los pretendidos valores universales que nos legaron sus autores. ¡Qué coincidencia que no aparezca ninguno de los que acabo de citar!. Justamente en línea con mi afirmación de que hay que situarse en el contexto de una época para analizarla, la propaganda burguesa lo ha hecho ignorando las realidades económicas y sociales del contexto en que aquellos intelectuales escribieron sus obras, separándolos de su tiempo en una iconografía exenta e ignorando los textos, los pasajes o los párrafos que no convenían porque desmienten de forma palmaria muchos de los méritos que han atribuido a aquellos intelectuales, hijos, al fin, de su tiempo y comprometidos con él.

Permítame insistir un poco más. ¿No fueron Marx, Engels, Jenny Marx, Bakunin y tantos otros, unos ilustrados heterodoxos? A ellos sí que les importaba que los niños campesinos fueran al colegio. Francisco Fernández Buey tal vez hubiera dicho de ellos que eran “algo más que ilustrados”.

Justamente Marx et alii demuestran lo que acabo de escribir. Todos ellos eran burgueses, como Boulanger, Millar o Erhardt, pero desclasados como ellos. Y no solo no ejercían de tales, sino que se rebelaban contra su clase. El mundo que quería construir Marx no era el de la revolución burguesa, sino el de la revolución proletaria. ¿Quién si no un burgués, con la formación y la educación burguesa, podía escribir El Capital? ¿Acaso hubiera podido hacerlo Helene Demuth, tal vez Friedrich Lessner?

No, no hubieran podido. Descansemos un momento si no le importa.

De acuerdo.

Fuente: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=241077&titular=%93hab%EDa-mucha-luz-en-las-casas-de-los-

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Mama Koite habla en la Universidad de Jaén sobre la lucha de la igualdad en África

África/29 diciembre 2016/Fuente: Cadena Ser

La defensora de los derechos de las mujeres africanas ha apostado en Jaén por la educación como clave para luchar por la igualdad en el continente africano.

La activista de Mali Mama Koite, conocida por su defensa de los derechos de las mujeres africanas, ha destacado que la educación es la clave para lograr nuevos peldaños de igualdad en el continente negro. Sin embargo, ha asegurado que es difícil de conseguir. Koite ha visitado Jaén para participar en los actos contra la violencia de género que organiza la Unidad de Igualdad de la Universidad de Jaén (UJA).

La conferencia que ofreció se presentaba con el título ‘Reflexiones sobre la violencia de género en el mundo’ y en ella explicó la terrible situación de desigualdad de las mujeres de África frente a las europeas. Comentaba que «en África se vive en una sociedad fuertemente patriarcal, donde los hombres dominan y las mujeres están absolutamente relegadas a un segundo plano». La activista remarcó que «la presión de la costumbre y de las tradiciones dificulta enormemente la autonomía y el empoderamiento de las mujeres africanas».

La violencia de género en África está a la orden del día ya que en algunas zonas ni siquiera se considera un delito. Mama Koite describió las terribles mutilaciones genitales femeninas y las violaciones constantes de guerra. Koite indico que «la pobreza, la ausencia de educación y la falta de acceso a la salud están relacionados con la violencia de género y son, a la vez, violencia de género».

Numeroso público para asistir a la Conferencia de la defensora de los derechos de las mujeres africanas, Mama Koite, en la UJA.

La activista considera «fundamental un cambio social, por la cuestión de la mentalidad, que tiene que cambiar desde la base, y también, el problema económico» para erradicar este problema que en el mundo rural es mucho más complicado y «difícil de cambiar». A su vez, las mujeres en zonas urbanas trabajan en el sector informal, vendiendo fruta, «no tienen seguridad, ni hay recursos, ni hay formación y la brecha es muy importante entre hombres y mujeres».

Eso sí, reconoce que se han logrado algunos avances en países africanos, como en Ruanda, donde «las mujeres están representadas en la política», o en Marruecos donde «se apoya mucho el desarrollo de las mujeres y esto ha servido para las mujeres subsaharianas».

Biografía de Koite

Mama Koite es profesora de Historia y de Geografía, ha militado en numerosas organizaciones y redes en defensa de los derechos humanos, de los derechos de las mujeres y la lucha contra la violencia de género. Además, es miembro del grupo consultor de la Sociedad Civil de ONU Mujeres de África del Oeste y del Centro. En 2005, su nombre fue incluido entre el de las 1.000 mujeres propuestas para el Premio Nobel de la Paz. En 2007 recibió el Premio Minerva del Mérito por la Asociación Italiana It Club delle Donne.

Fuente:http://cadenaser.com/emisora/2016/12/22/radio_jaen/1482387348_723809.html

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