¿Qué tiene que decirnos Martin Luther King en esta pandemia?

Por: Pietro Ameglio


El 15 de enero se cumplirán 92 años del nacimiento de Martin Luther King Jr. en Atlanta, quien asimismo fue brutalmente asesinado -a los 39 años- el 4 de abril de 1968 en Memphis, donde se había trasladado para apoyar una huelga de semanas por motivos salariales y de condiciones laborales de trabajadores de la basura locales. Proféticamente, el día antes de morir pronunció una memorable homilía conocida como “He estado en la cima de la montaña”, donde decía que “Como todo el mundo, a mí me gustaría vivir mucho tiempo…pero eso es algo que ahora no me preocupa. Yo sólo quiero cumplir la voluntad de Dios. ¡Y él me ha autorizado a subir a la montaña! Y he mirado entorno a mí y he visto la tierra prometida…nosotros llegaremos como pueblo a la tierra prometida”. Lanza del Vasto, discípulo europeo de Gandhi, escribió ante el asesinato de King: “Aquel rey de los pobres, aquel rey pastor, acabó su destino terrestre como Gandhi. Cayó durante la semana de la Pasión, perdonando por anticipado. Esos mártires vinieron, con otros semejantes, a completar, según las palabras de san Pablo, lo que faltaba en el sufrimiento de Cristo”.

Este doctor en teología, pastor bautista, había recibido 4 años antes el Nóbel de la Paz por su gran liderazgo al frente del Movimiento por los derechos civiles de los afroamericanos en Estados Unidos (EU), por su radical activismo contra la guerra en Vietnam y sus campañas contra la pobreza y la desigualdad social. Fue el tercer afrodescendiente y la persona más joven en obtener ese Nóbel. Antes lo tuvo Ralph Bunche -en 1950-, mediador de la ONU en el conflicto árabe-israelí de 1948 por Palestina. Resulta interesante recordar la actualidad de su pensamiento acerca de la guerra, mismo que expresó en su discurso del premio: “Hay en el mundo quienes se han resignado prematuramente a aceptar la guerra como algo inevitable. Entre ellos se encuentran los defensores de la guerra preventiva, que en su resignación lo único que desean es elegir el momento que consideran oportuno para iniciarla. La idea de que una guerra puede prevenir otra es un abyecto juego de palabras y una forma despreciable de beligerancia. El objetivo de quienes creen sinceramente en la paz debe ser agotar todas las vías honorables con el ánimo de salvar la paz”.

El otro afrodescendiente en recibirlo fue el líder sudafricano Albert Luthuli en 1960. Era un gran luchador contra el apartheid, fundador y presidente del Congreso Nacional Africano, gran maestro de Mandela. En su excelente autobiografía llamada “Dejad marchar a mi pueblo” (editorial Fontanella), afirmaba: “He abrazado la Resistencia pasiva no violenta para luchar por la libertad porque estoy convencido de que es el único medio revolucionario, legítimo y humano que puede emplear la gente…No luchamos con fusiles y con violencias, y el despliegue de armas de los supremacistas carece de fuerzas ante el espíritu…es la verdad contra la mentira” (pp. 313, 303).

También para Martin Luther King, la noviolencia fue el eje central de su método de lucha: “llegué a ver que la doctrina cristiana del amor, operando a través del método gandhiano de la no-violencia, es una de las armas más potentes de que dispone un pueblo oprimido en su lucha por la libertad”. Además, “la acción no-violenta tiene una influencia en los corazones y en las almas de quienes están comprometidos con ella: les otorga un nuevo respeto de sí mismos; les suscita recursos de fuerza y valor que ellos no sabían que tenían; y finalmente sacude de tal manera la conciencia del adversario que la reconciliación se convierte en una realidad”. Y agregaba: “Los individuos (en la lucha noviolenta) se convierten por primera vez en alguien, y tienen, por primera vez, el valor para ser libres”.

Este punto es central en la construcción de cuerpos para la lucha social -muy desarrollado también por el gandhismo y el zapatismo-, a partir de construir identidades sociales con una fuerza, reflexión y dignidad capaces de “mirar a los ojos al león”, parafraseando a un cuento del Viejo Antonio, y además -como bien apuntaba King- nace de la toma de conciencia posterior a la acción, se trata de una experiencia vital constituida en conocimiento: “La experiencia de Montgomery me sirvió a aclararme mi pensamiento respecto a la cuestión de la noviolencia mucho más que todos los libros que había leído”.

Duele pensar que con 92 años Martin Luther King podría estar vivo aún hoy, y participar, orientar y verse reflejado en la continuidad de tan importantes luchas sociales que hay en el mundo. Particularmente, en EU, entre muchas más, podría identificarse con el gran movimiento social masivo totalmente plural del Black Lives Matter (“Las vidas negras importan”), fundamental en la derrota de Trump y en la lucha por la justicia racial y social, y que retoma tradiciones desde la noviolencia del movimiento por los derechos civiles hasta el Black Power, el Occupy Wall Street y la lucha antiaprtheid.

También seguramente se identificaría con el actual renacer de la Campaña de los Pobres -hoy lidereada por el revdo. William Barber II-, que King lanzó en noviembre de 1967 como “segunda fase en el movimiento de los derechos civiles”, para luchar por la justicia social para todos: “No deben ser sólo las gentes negras, sino todos los pobres. Debemos incluir a los amerindios, los puertorriqueños, los mexicanos e, incluso, a los pobres blancos”. El objetivo era juntar un gran “ejército multirracial de pobres”, que marcharía hacia Washington e iniciaría una campaña nacional de desobediencia civil para lograr una “declaración de los derechos humanos del pobre”.

Su lucha social.

La época de King de los 50s y 60s estuvo marcada por varios movimientos en Estados Unidos contra la segregación racial, que no todos aceptaban la acción directa noviolenta y a su movimiento. Booker Washington, por ejemplo, pugnaba por la “aceptación pasiva” de la segregación; Du Bois apuntaba sus esfuerzos hacia la creación de una “minoría talentosa”; Marcus Gravey postulaba un “regreso a África”; Stokely Carmichael veía la conquista del “Poder Negro” (Black Power) a través de la violencia y el separatismo; los musulmanes afroamericanos de la Nación del Islam de Elijah Muhammad (durante un tiempo fue Malcolm X su principal exponente) difundían por momentos el separatismo y el rechazo a los blancos.

La lucha social del Movimiento por los derechos civiles, con el liderazgo de Luther King, inició el 1° de diciembre de 1955, cuando la maestra afroamericana de 50 años Rosa Parks, se negó a darle su lugar a un blanco en un autobús público de Montgomery, Alabama, porque le “dolían los pies”. King era pastor en esa comunidad, y en esa misma noche empezó a organizarse un boicot casi total (99% adhirieron) de la comunidad afroamericana a los autobuses locales, que iba a ser de un día pero ante el gran apoyo masivo se extendió por 13 meses, hasta lograr que se derogara la ley que obligaba a los afroamericanos a dar sus asientos a los blancos si el bus estaba lleno, y autorizaba asientos reservados sólo para los blancos. Comenzó así un movimiento local masivo que contendría ya los principales tipos de acciones noviolentas que King y su organización impulsarían luego en otras ciudades y a nivel nacional: organización y solidaridad ciudadana; formación y disciplina de los activistas; discursos y homilías en iglesias, escuelas, plazas…; caminatas y marchas para hacer pública la injusticia y “desnudar la verdad”; sit-ins (Sentadas) públicos de oración o bloqueos (en cafeterías, bibliotecas e iglesias para blancos…); no-cooperación sobre todo con boicots (comercios de blancos…) y huelgas; desobediencia civil si era necesaria; encarcelamiento voluntario de los activistas como acumulación de fuerza moral y material del movimiento, y a la vez generar una ruptura moral individual y pública de los opresores (“Si logramos llenar las cárceles quiere decir que nuestro movimiento ha alcanzado su madurez y es capaz de vencer”).

Respecto a los discursos de King, tal vez el más memorable fue el pronunciado frente al Capitolio en Washington el 28 de agosto de 1963, como culminación de la Marcha sobre Washington por el Trabajo y la Libertad, conocido como “Tengo un Sueño”. En él se ven dos características centrales de su estilo de lucha social: la radicalidad y firmeza total; y el idealismo y espiritualidad. Primero se afirma que “No es tiempo de…tomar una droga tranquilizante de gradualismo. Ahora es el momento de levantarse del oscuro y desolador valle de la segregación….conduciendo nuestra lucha en el plano alto de la dignidad y la disciplina. No debemos permitir que nuestra protesta creativa degenere en la violencia física”. Y al final aparece el sueño: “todos los hombres han sido creados iguales…que mis cuatro hijos algún día vivan en una nación donde no serán juzgados por su color de piel sino por su carácter”.

Un punto importante del proceso de esta lucha, se dio el 2 de julio de de 1964 se aprobó la Civil Rights Act, un logro inicial nacional en la igualdad de los derechos civiles y políticos de la población afroamericana en EU.

Reflexiones de MLK que pudieran ayudarnos hoy en la pandemia

Por otro lado, hemos tratado también de reflexionar acerca de qué mensajes o enseñanzas nos podría compartir Martin Luther King hoy (a nivel personal, familiar y social), pero ya no sólo como fruto de su activismo social, sino como parte de su mirada acerca del mundo, las personas y sus relaciones sociales. Es claro que la amplitud y profundidad de su pensamiento, que siempre intentó reflejar en su vida y acciones, son muy grandes y ricos, por ello quisimos sólo tomar como una primera base ahora un libro suyo titulado “La fuerza del amor”, pues ese era el nombre que él daba a la noviolencia inspirado en su ideal cristiano, así como Gandhi la llamaba “La fuerza de la verdad”. En este libro se recogen una serie de 17 homilías escogidas por él, que reflejan algunos puntos que consideraba centrales en la construcción del carácter de un cristiano, de un humanista, de un luchador social. Tomaremos así -con la mayor textualidad y secuencialidad posibles- sólo algunas ideas que podrían quizás sernos útiles en todo momento de la vida, y particularmente en este tiempo de confinamiento y encierro.

Su primer homilía la llama “Una mente viril y un corazón tierno”, y en ella parte de la distinción entre una “mente activa”, aguda y fuerte (pensamiento incisivo, valoración realista, distinción entre la verdad y la falsedad, y juicio firme), y una “mente pusilánime” y obtusa (adhiere a todo tipo de supersticiones, a temores irracionales, teme siempre a los cambios y lo nuevo, se encuentra segura en el status quo), que es la base de la discriminación y el racismo. A su vez, complementa esta idea con otra cara de la misma moneda: “Pero nosotros no debemos sólo limitarnos a cultivar una mente aguda: el evangelio exige también un corazón tierno. La agudez mental sin la ternura del corazón es fría y distante, vuelve la vida un perpetuo invierno…La persona dura de corazón carece de la capacidad de una genuina compasión, no se conmueve por las penas y aflicciones de sus hermanos…no ve a las personas como personas sino como meros objetos”. Concluyendo que “la resistencia no violenta une la agudeza mental y la ternura del corazón, evitando la complaciente pereza de los obtusos de mente y la amarga violencia de los duros de corazón”.

Otro sermón desafiante se llamó “Un in-conforme transformado”, y allí planteó como un verdadero mandato cristiano el ser in-conformes (creativos y constructivos), el ser un pueblo de convicciones y no de conformismo. Profundizando en la idea, señaló que “Muchos temen sobremanera de tomar una posición que se distinga neta y claramente de la opinión prevaleciente…debemos rechazar el adaptar el propio testimonio a los esquemas mundanos”. Aquí se acercaría mucho a lo que Gandhi proponía como meta de su vida: la búsqueda, ante todo, de la verdad, por encima de cualquier otro interés. A su vez, el in-conforme transformado (por su propia vida) “no se complace en una pasiva especie de paciencia, que se convierte en una especie de excusa para no hacer nada”. Por ello, el in-conforme frecuentemente está en una posición socialmente incómoda y paga un precio de sufrimiento, pero “La salvación de la humanidad está en manos de quienes son constructivamente inadaptados”.

Luego, la reflexión giró en torno al “Amor en acción”: “Una de las grandes tragedias de la vida es que los hombres raramente llenan el abismo entre la acción práctica y la enunciación de principios, entre el hacer y el decir”. Y a continuación profundizó en un tema central para la construcción de lo inhumano: la ignorancia (no en senido despectivo sino como des-conocimiento de algo), advirtiendo que “hay hombres que todavía piensan que la guerra sea la respuesta a los problemas del mundo: no son malos, al contrario, son buenos y respetables ciudadanos…pero nada en el mundo es más peligroso que la sincera ignorancia y la concienzuda estupidez”. Jesús, en su cruz, dijo: “No saben lo que hacen”…y dicen.

A continuación, la homilía central tocó el punto -nos parece- más difícil de vivir del cristianismo -y otras religiones- que es el “Amor al enemigo”. Un tema muy complejo de vivir, reflexionar, conceptualizar, enfrentar y comprender en un significado más allá de las simples palabras textuales, un proceso que además conlleva una cantidad enorme de matices, niveles y libertad para realizarse, pues nunca se puede imponer. Para Luther King, esta práctica estaba íntimamente ligada al perdón: “Quien no es capaz de perdonar no es capaz de amar…perdonar no significa ignorar lo que ha sucedido o poner una etiqueta a un acto malvado: significa, más bien, que la acción malvada no sigue siendo una barrera que impida las relaciones…perdonar significa reconciliación, volver a estar juntos”. La espiral de violencia no resuelve los conflictos: “devolver odio por odio multiplica el odio, agregando una oscuridad más profunda a una noche ya sin estrellas”. En ese aspecto de la lucha social, King tenía como una de sus prioridades “transformar a los enemigos en amigos”, igual que trataban Gandhi o Luthuli (“También encontramos a gente estupenda fuera de la resistencia”), por lo que buscaba siempre evitar la polarización personalizante y estigmatizante, aunque sus acciones noviolentas directas, por otro lado, sí se enfocaban en dramatizar radicalmente la confrontación en forma abierta y pública.

Otra idea muy actual y esperanzadora en este tiempo de pandemia, nos parece, está en su sermón acerca de que estamos en la “Medianoche del orden social…Medianoche es una hora turbia, en la cual es difícil conservar la fe. La palabra de más ánimo que se puede ofrecer (la iglesia) es que ninguna medianoche dura mucho tiempo…nuestro eterno mensaje de esperanza es que el amanecer llegará…Desilusión, dolor y desesperación nacieron en la medianoche, pero la mañana vendrá”.

Esta mirada sobre la esperanza, la complementó en la homilía de “Sueños rotos”, donde nos advirtió que “Precipitarse en las arenas movedizas del fatalismo es sofocante sea en lo intelectual que en lo psicológico…la respuesta está en la aceptación positiva de circunstancias no deseadas y desafortunadas, permaneciendo apegados a una esperanza luminosa, aceptación de una desilusión finita apegados a una esperanza infinita”. Y se preguntaba: “¿Cómo puedo transformar esta pérdida en una ganancia? ¿cómo transformar estos tormentos en coronas?”.

Asimismo, el fatalismo o la desilusión deben, para King, ser confrontados con los “Antídotos al miedo”, cuyo punto de partida era el de enfrentar el miedo -no huirle ni reprimirlo- y preguntarnos ¿por qué tenemos miedo?: “Llevando nuestros miedos a una toma de conciencia, podemos encontrarlos como más imaginarios que reales…muchas veces el miedo implica un abuso de la imaginación”. A su vez, “podemos superar el miedo a través de una de las virtudes supremas que el ser humano conoce: el valor…el valor es el poder de la mente para rebasar el miedo”.

Finalmente, en algo que esta pandemia nos ha hecho ineluctablemente tomar conciencia, Martin Luther King hablaba de “La casa del mundo” donde finalmente la opción sería entre caos y comunidad, en la que “todos debíamos vivir juntos…porque éramos vecinos”. Y profundizaba en ello: “Toda la vida es interdependiente. Todos los hombres están dentro de una inextinguible red de reciprocidad, ligados en un único destino entretejido…Somos inevitablemente los custodios de nuestros hermanos…con la necesidad de un interés fraternal activo por el bienestar de los demás”.

Para que esta interdependencia y reciprocidad pudieran ser reales, nos planteó una reflexión acerca de cómo llegar a ser “Un buen prójimo”. Y para ello tomó el ejemplo del buen samaritano, que ayudó y curó a un hombre al que no conocía ni era de su pueblo, herido y tirado en el camino. En él se reflejó otro valor también muy actual e indispensable para la sobrevivencia en esta pandemia que ha desnudado la verdadera esencia humana: el del “altruismo universal”, que va más allá de la raza, religión y nacionalidad, más allá de la “actitud grupo-céntrica, que significa que uno no se preocupa de lo que le sucede a la gente fuera de su grupo”. Ese altruismo, para King, es “más que la capacidad de tener piedad, es la capacidad de empatizar”.

Fuente: https://desinformemonos.org/que-tiene-que-decirnos-martin-luther-king-en-esta-pandemia/

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