Educación y cuarta revolución industrial

Por: Xavier Martínez Celorrio

Estamos ante un dilema de una magnitud muy similar a la que planteó Theodor W. Adorno con ‘La educación después de Auschwitz’ (1966), con la que abría un debate moral de enorme trascendencia.

La cuarta revolución industrial ya está aquí entre nosotros aunque no la percibamos. Avanza imparable en centros de investigación y desarrollo tecnológico bajo una fuerte competitividad por conquistar nuevas fronteras y límites sin tener en cuenta sus costes sociales y humanos. Diversos informes, algunos cuestionados como siempre, nos dicen que el 57% de los empleos de los países de la OCDE están en riesgo o son vulnerables ante la robotización y el desarrollo de la inteligencia artificial. Otro informe corporativo del banco Merril Lynch (los bancos siempre tienen torres Mordor que hacen de observatorios del porvenir), alerta que el 45% de los puestos de trabajo de fabricación en el sector industrial serán robotizados en los próximos 20 años, afectando a las fábricas asiáticas pero también a las europeas.

Se estima que en cuatro años, los taxis de Japón serán robots y una parte importante de la logística se realizará con drones y camiones dirigidos sin conductor, prescindiendo gradualmente de miles de empleos humanos. Los recepcionistas de hotel o las cajeras de supermercado son ejemplos de los millones de empleos sustituibles por robots. Buena parte de los obreros de fabricación de la industria, de la venta en comercios, de las rutinas administrativas e, incluso, de ciertas rutinas expertas como la de analistas financieros, abogados y periodistas serán fácilmente prescindibles ante el avance de la robótica y la inteligencia artificial.

La inteligencia artificial crecerá un 36% ligada al Internet de las cosas (IoT) y a la denominada Industria 4.0 (realidad virtual, impresión 3D…). Su aplicación será rápida y transversal, tanto en el hogar, en los servicios, en el transporte, en la sanidad, en las finanzas, en el ocio y en la industria militar y de seguridad. Estados Unidos, Japón, China, Corea del Sur y la India se perfilan como los nuevos centros de poder y de liderazgo de la cuarta revolución industrial, deduciéndose un nuevo tablero mundial de hegemonía económica no exento de dura rivalidad.

Robotización y nuevo contrato social

A diferencia de las otras revoluciones económicas que ha vivido la humanidad, la cuarta revolución industrial es previsible y calculable. Nos anticipamos a lo que nos espera a través de informes, foros y reflexividad llegando a amplias capas de la opinión pública, algo inexistente en los siglos XVIII, XIX y casi todo el siglo XX. Podernos anticipar y conocer las pros y contras siendo un ejemplo más de la sociedad del riesgo definida por Ulrich Beck que, al menos, genera reflexividad crítica y por tanto, repolitización de las agendas para negociar condiciones y consecuencias.

Sin embargo, los expertos ya nos anticipan que, a diferencia del resto de grandes cambios tecnológicos, esta vez, el reparto de los beneficios de la nueva revolución industrial no será generalizados ni compartidos, agravándose las brechas de desigualdad socio-económica y de consumo que pueden amenazar el funcionamiento mismo del sistema capitalista que entraría en colapso. Por tanto, no estamos ante un cambio tecnológico menor o una simple innovación incremental que evoluciona y avanza en línea ascendente, tal y como vemos en el gráfico.

Nos enfrentamos a un nuevo modelo de desarrollo económico, inducido no sólo por la robótica, la IoT y la inteligencia artificial, sino por el crucial aumento de la innovación que expandirá nuevas posibilidades y aplicaciones en forma geométrica y muy acelerada en todos los ámbitos. La consecuencia previsible es un aumento inédito de la complejidad social y nuevas contradicciones en el modelo de relaciones productivas que, tarde o más pronto, implicarán una redefinición en profundidad del viejo contrato social construido en tiempos de la modernidad industrial.

Gráfico 1. Evolución de ciclos de desarrollo y grados de impacto

Fuente:Majesco (2016) Future Trends: A Seismic Shift Underway

La robotización de la industria y los servicios aumentará la productividad un 30% a cosa de reducir los costes laborales entre un 18% y un 33%, según ciertas estimaciones. Ahí está la clave de la cuestión. La historia del capitalismo es la historia de su plusvalía y su tasa de ganancia a costa del trabajo humano. Ahora estamos ante el umbral de una nueva época donde el trabajo humano se va a hacer masivamente prescindible como si se recortara una buena tajada del pastel y desapareciera para siempre. La pregunta es bajo qué condiciones y límites.

Si el futuro del trabajo es una robotización destructora de empleo humano, sin pagar impuestos, sin capacidad de protesta y devaluadora de los salarios de los que queden trabajando, la cuestión es cómo regular en clave de bienestar y equidad esta nueva revolución industrial. Se perfila una inédita alianza interclasista de las víctimas de la robotización donde las clases medias y obreras pueden emerger como nueva mayoría social determinante ¿Podemos decidir que ya toca repartir el tiempo de trabajo, adelantar la edad de jubilación, redistribuir las enormes plusvalías de la robotización y garantizar la co-gestión en las empresas? La robotización ya forma parte de la lucha de clases y de ahí las nuevas propuestas de hacer que los robots tributen y paguen impuestos.

Las nuevas condiciones fuerzan la definición de un nuevo contrato social, de nuevas formas de propiedad y de co-gestión en las empresas y una nueva fiscalidad equitativa que se responsabilice tanto de la huella ecológica sobre el medio ambiente como de la nueva huella robótica sobre la estructura social y laboral. Las utopías de una jornada semanal de 25 horas, con industrias y sectores que paguen impuestos por los robots que utilizan y con una renta básica de ciudadanía, ya no son ideas descabelladas. Son exigencias para un nuevo sindicalismo ciudadano e interclasista, capaz de proponer alternativas post-capitalistas que sean redistributivas y humanizantes ante un futuro que no podemos consentir que acabe siendo post-humano. De ahí, la necesidad de consensuar qué tipo de regulaciones públicas podemos decidir en común ante los nuevos riesgos y excesos que se avecinan. De ahí, que la educación pública esté concernida a pronunciarse y a transformarse, sí o sí, esta vez.

Yo, robot.

Educarse para vivir, decidir y dominar un nuevo entorno tecnológico

En el terreno de la educación nos enfrentamos a un hito o un punto grave de inflexión. La educación es el arma más poderosa para crear conciencia y reflexividad que, luego puede orientarse a fines transformadores o a fines reproductores del orden social y económico. En educación, creo que estamos ante un dilema, aún por abordar con valentía, de una magnitud muy similar al que planteó Theodor W. Adorno con “La educación después de Auschwitz” (1966) abriendo un debate moral de enorme trascendencia.

Teniendo en cuenta que los efectos de la educación son siempre a largo plazo (20 o 30 años) y eso choca con el presentismo y coyunturalismo que nos inunda y nos limita, podemos plantearnos algunos interrogantes profundos. ¿Cómo educar en la escuela cuando no haya trabajo humano para todos y se deba competir con robots como nuestros sustitutos potenciales? ¿Qué sentido tendrá educar para generar plusvalía o para asegurar la productividad cuando impere la robótica y la inteligencia artificial en todas partes, cuando las propias máquinas piensen, hagan su propio mantenimiento y se fabriquen a sí mismas? ¿Para qué nos servirá mantener un sistema escolar fordista pensado para disciplinar la mano de obra y dividirla entre la rama manual y la rama intelectual? ¿Qué sentido tendrá en el año 2050 mantener vigente el actual trívium y quadrivium que nos divide entre las ciencias y las letras por asignaturas? ¿Cómo se enfocará el curriculum en una economía post-humana y con grandes brechas de desigualdad? ¿Cómo asumirá la escuela las necesidades de socialización para una sociedad tan anómica y fragmentada?

Son preguntas angustiantes pero peor es no hacérselas y que otros decidan el futuro por nosotros. Todo ello nos conduce, de nuevo, a un dilema complejo sobre nuestra identidad. ¿Qué somos? ¿Qué queremos ser? ¿Podemos decidir cómo vivir, regular y poner bajo dominio moral los previsibles excesos de la robótica? ¿Tenemos un marco democrático donde la decisión pública se imponga a los mercados y a las grandes corporaciones? ¿Estamos resignados y apocados o nos sentimos empoderados para ejercer nuestra ciudadanía con nuevas exigencias para marcos de futuro a decidir? ¿Nuestro futuro está abierto o ya lo damos por perdido?

Son preguntas que, más pronto que tarde, la comunidad educativa y el conjunto de la sociedad deberán plantearse con valentía. Por eso conviene primero, perfilar qué nuevo contrato social es necesario y qué tipo de ciudadanía hay que formar y socializar para ponerlo en marcha y hacerlo realidad. En esas coordenadas, el gran objetivo de la nueva educación pública deberá ser elevar la inteligencia colectiva y el pro-común colaborativo e interdisciplinar en un nuevo contexto de socialización más igualitario y universal. La amenaza post-humana y anómica que implica el futuro robotizado ha de hacernos recuperar el sentido de semejanza con nuestros iguales (las personas) y el sentido moral de la equidad y la igualdad como un beneficio mutuo. Mi bienestar no es tal si no hay equidad y la igualdad siempre será más fuerte como arma preventiva contra ese futuro post-humano que nos amenaza. En el fondo, la epopeya mediática por excelencia de nuestros tiempos (la serie de televisión Juego de Tronos) acierta de lleno por plantear en la ficción, lo que será nuestro dilema de futuro. O una nueva alianza por la igualdad entre diferentes o un futuro post-humano donde gobiernen caminantes blancos o robots con auto-conciencia de su supremacía.

La nueva educación pública ha de diseñarse para asegurar la primacía de un futuro humano de dignidad con personas libres y críticas formadas para cooperar y decidir cómo diseñar la tecnología y la economía respetando las necesidades humanas. Este objetivo implica universalizar la igualdad, el sentido crítico, el trabajo en equipo, el pro-común, la creatividad, la argumentación, y la empatía emocional con la alteridad. Son virtudes y objetivos que están a años luz del actual sistema escolar zombie que, agotado y condenado, sigue vigente con su curriculum y su formato homogéneo para una sociedad industrial que ha dejado de existir.

El futuro robotizado y la economía digital apelan la necesidad de una educación que sea emancipatoria y crítica, asegurando el derecho a aprender con equidad para que todos desarrollen su pleno potencial y todas sus inquietudes. Supone un cambio cultural disruptivo y radical que algunas escuelas ya están empezando a concretar a contracorriente del actual sistema escolar. Son pequeñas hormigas con ejemplos pequeños que están construyendo una gran esperanza. Las fuerzas del mercado o las empresas tecnológicas no pueden dictar cómo ha de ser la educación del futuro sino el profesorado y las comunidades críticas y transformadoras que ya están cambiando la escuela desde abajo. ¿Qué educación pública queremos decidir?

Fuente: http://eldiariodelaeducacion.com/blog/2017/02/06/educacion-y-cuarta-revolucion-industrial/

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Pobreza y tecnología en México

América del Norte/México/28 de Agosto de 2016/Autor: Manuel Gómez Granados/Fuente: Excelsior

Lejos, como estamos, de haber llegado a un acuerdo sobre qué ocurrirá en el futuro con la medición de la pobreza, tendríamos que prepararnos para una serie de transformaciones tecnológicas que tendrán un impacto terrible, acaso devastador, en la economía tanto de miles de pequeñas comunidades como de cientos de miles de colonias populares del país. Se trata de cambios que —en muchos sentidos— están ya a la vuelta de la esquina.

El más notable de esos cambios es la entrada en uso masivo de los vehículos autónomos. Ya nos hemos acostumbrado en México a la idea de que, más tarde o más temprano, llegarán autos como los que ahora prueba Alphabet, la holding que controla a Google. Todas las grandes armadoras automotrices tienen ya prototipos de autos autónomos. Esos vehículos podrían tener beneficios muy importantes en el ámbito ecológico, pues reducirían conductas estúpidas, como usar el acelerador como claxon o los acelerones innecesarios. Sin embargo, también traerán —con toda probabilidad— el final de una época en términos de empleo.

Basta voltear la vista en casi cualquier ciudad de la República, para ver la gran cantidad de personas empleadas por la industria automotriz, desde la producción y venta de autos nuevos, hasta quienes viven de la chatarra automotriz. Pero no será sólo con los autos. La división de transporte de carga de Mercedes Benz opera, desde mediados de 2015, prototipos del Freightliner Inspiration, un tráiler de cinco ejes y 18 llantas, que ya recorre algunas carreteras de Estados Unidos como parte de la primera generación de camiones de carga autónomos. De acuerdo con estimaciones de la propia Mercedes Benz y otras armadoras de vehículos, en 2018 entraremos en la fase de total autonomía de los autos, luego de lo cual, en 2023, ingresaríamos en la fase de adopción de los vehículos 100 por ciento autónomos.

La teoría económica suele colocar todo tipo de flores en este modelo de desarrollos y los presenta como una oportunidad más en la ruta de la liberación de las personas de tareas miserables y mal pagadas. La vida de una persona no tendría por qué perderse, suelen decir los economistas, tras el pesado volante de un tráiler que desplaza contenedores de México a Canadá y viceversa. El problema de esta línea de razonamiento es que, así como ocurrió con la llegada de las computadoras y otros desarrollos tecnológicos, la popularización de los vehículos autónomos implicará una monumental destrucción de empleos, no sólo de choferes, sino también de quienes prestan servicios a éstos. Basta recorrer con la mente parajes en la autopista México-Veracruz como Río Frío o Esperanza, que viven de prestar servicios a los transportistas, para imaginarse el impacto que tendrá que los contenedores sean transportados por vehículos autónomos como el Freightliner Inspiration y no por choferes. En otros países donde existen mecanismos más eficaces para atemperar cambios en el comportamiento de los mercados, ya piensan en los posibles efectos de una nueva revolución tecnológica como la descrita. Acá, la Reforma Energética, por citar el caso más cercano, se diseñó sin considerar siquiera la posibilidad de que el barril de petróleo se vendiera a menos de 80 dólares. Todas las decisiones de la reforma se tomaron sobre esa base. Eso explica nuestra actual vulnerabilidad, y deja ver qué podría pasar si ocurre, digamos en 2024, una revolución como la descrita aquí. La idea —popular entre algunos economistas e ideólogos neoliberales— de que todo estará bien y de que el mercado por sí mismo resolverá los problemas que el propio mercado genera, no ha funcionado. Lo que se advierte en México y en muchos otros países es una creciente disociación entre las tasas de crecimiento y las de pobreza. Es decir, la economía en su conjunto crece, pero ello no implica una caída en las tasas de pobreza; más bien lo contrario. Ello es así gracias al modelo de desarrollo vigente en países como México que, incluso sin considerar factores como la corrupción, no distribuyen el crecimiento, lo reconcentran. En países como el nuestro, afectados por la corrupción como estamos, el efecto de concentración del ingreso y el aumento de la pobreza es todavía mayor y es allí donde está el gran riesgo de disparar todavía más las cifras de empleo informal, desempleo y pobreza, gracias a una revolución tecnológica en un contexto tan desigual como el mexicano.

Fuente: http://www.excelsior.com.mx/opinion/manuel-gomez-granados/2016/08/13/1110736

Fuente de la imagen: http://www.pantallatech.com.ve/tecnologia/mexico-entre-paises-que-mas-escalan-en-uso-de-tecnologia-2/

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BID convoca a participar en concurso INTALENT para reconocer el talento innovador

05 Junio 2016/Fuente y Autor:Intalentlatam

El Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) lanza junto al Ministerio de Cultura de la Nación Argentina y la edición en español de la revista MIT Technology Review, el concurso INTALENT para reconocer el talento innovador enfocado en industrias creativas que contribuya a mejorar la vida de los habitantes de la región.

¿Qué es INTALENT?

INTALENT es la competencia que reconoce el talento innovador de base tecnológica que impulsa el desarrollo de la Economía Naranja en América Latina y el Caribe.

Esta iniciativa busca destacar proyectos con potencial de crear riqueza y que contribuyan a mejorar la vida de latinoamericanos y caribeños a partir de sus logros en materia de propiedad intelectual. Buscamos especialmente emprendimientos que logren un impacto en el comercio y la integración regional profundizando las relaciones de intercambio entre los distintos mercados de la región.

INTALENT es organizado por el Instituto para la Integración de América Latina y el Caribe (INTAL), la unidad del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que tiene como misión fomentar la integración entre los países de la región. En este concurso, el INTAL cuenta con el conocimiento en nuevas tecnologías de MIT Technology Review en español.

¿Quiénes pueden participar?

Todas aquellas personas creadoras o emprendedoras que hayan nacido en alguno de los 26 países prestatarios del BID y que hayan desarrollado un proyecto original de base tecnológica con potencial de generar un impacto en el comercio y la integración. Este proyecto debe estar asociado a una o varias de las categorías comprendidas dentro de la Economía Naranja.

El criterio de originalidad se valorará en cuanto que el candidato haya creado un producto, servicio, proceso, experiencia de cliente o modelo de negocio que sea novedoso y que resulte de la creación de nuevas tecnologías o de la aplicación de tecnologías existentes con una nueva perspectiva.

La participación en la competencia es individual. En el caso de proyectos desarrollados por más de una persona o una empresa, se deberá elegir a un único líder del proyecto que lo represente.

Los participantes deben tener la nacionalidad de uno de los siguientes países: Argentina, Bahamas, Barbados, Belice, Brasil, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Chile, Guatemala, Ecuador, El Salvador, Guyana, Haití, Honduras, Jamaica, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Surinam, Trinidad y Tobago, Uruguay y Venezuela.

Categorías

En INTALENT queremos reconocer el talento innovador de base tecnológica dentro de la Economía Naranja en toda la región de América Latina y el Caribe en:

Arquitectura: Urbanismo, paisajismo, interiorismo.

Artes: Artes escénicas (música en vivo, teatro, danza, ópera, circo) y artes visuales (pintura, escultura, fotografía y antigüedades).

Audiovisuales: Cine, televisión, radio, 3D.

Diseño: Gráfico, editorial, moda, interactivo, industrial, joyería y juguetería.

Herencia cultural: Sitios culturales (sitios arqueológicos, museos, bibliotecas, exposiciones), expresiones culturales tradicionales, turismo y gastronomía.

Medios: Edición, libros, prensa y demás publicaciones, comunicación, publicidad, marketing y branding.

Software: Programas informáticos, videojuegos, contenidos creativos digitalizados, sitios web y aplicaciones móviles.

Educación: Artística, cultural o técnica especializada en actividades creativas.

Investigación: Desarrollo e innovación creativa y cultural (i+D+i Naranja).

Etapas del concurso

1. Registro
Los candidatos interesados en participar en la convocatoria deberán acceder al formulario de inscripción de la competencia y rellenar todos los campos definidos como obligatorios. Todos los datos y documentos deben estar en español o inglés.

2. Aporte de documentos
Una vez realizado el registro, el candidato dispondrá de un perfil de usuario en la plataforma de INTALENT donde deberá contestar las preguntas de su proyecto, adjuntar un currículum y aportar el contacto de dos personas de referencia.

En el currículum debe detallar sus principales hitos profesionales y académicos. Deberá subir este documento a la plataforma en inglés o en español en formato pdf. La extensión de este documento debe ser de dos páginas.

El candidato podrá aportar el contacto un máximo de 2 personas de referencia que apoyen su candidatura.

Estas referencias aportan un valor adicional a la candidatura del postulante. Recomendamos que los autores de estas cartas de referencia que se pondrá en contacto posteriormente la organización, sean asesores, supervisores, inversores, compañeros de cualquier institución en la que el candidato haya trabajado, colaborado o estudiado y, ante todo, personas que conozcan el proyecto, los logros del postulante y puedan explicar por qué debe ser elegido/a como ganador de INTALENT. Estas cartas no podrán proceder de familiares de los participantes o cofundadores de sus empresas o proyectos.

El candidato dispondrá de 7 días para elaborar sus documentos de postulación.

Es responsabilidad del postulante garantizar que toda su documentación está completa. No obstante, en caso de que sea necesario ampliar cualquier tipo de información referente a su postulación la organización podría ponerse en contacto con el candidato.

Asimismo, el candidato puede ponerse en contacto con la organización para solventar posibles dudas a través de la dirección: candidatos.intalent@opinno.com

3. Evaluación
Finalizado el proceso de postulación, la organización procederá a la asignación de los candidatos a los jueces que integran el panel internacional de la competencia. Cada candidato será evaluado por un mínimo de dos jueces.

Las evaluaciones realizadas por el jurado serán revisadas por la organización y de acuerdo a las calificaciones numéricas y comentarios aportados, se escogerán los ganadores.

Criterios de evaluación del jurado:
En cada proyecto evaluado el jurado tendrá en cuenta:

– La originalidad del proyecto.

– La experiencia del candidato como actor en su industria creativa y los desafíos que haya tenido que superar.

– La innovación, desarrollo e impacto que el proyecto suponga en la integración y el comercio de la región.

– La capacidad del candidato para comunicar de manera efectiva la relevancia de sus ideas y logros.

– El potencial del proyecto para destacar en el ámbito de la industria creativa.

– La contribución del proyecto al comercio y la integración regional.

– La claridad, fiabilidad y pertinencia de las referencias aportadas.

– La capacidad de que la tecnología usada o desarrollada permita generar riqueza a través de la protección intelectual mediante patentes, modelos de utilidad u otra de sus alternativas. El candidato debe responsabilizarse en aportar todos los datos que acrediten dicha consecución y/o garantía.

Para conocer más sobre esta convocatoria ir a: http://www.intalentlatam.com/

 

Fuente  de la noticia: http://www.iadb.org/es/convocatorias,18893.html?

 

 

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