¿Quién reconstruirá el sistema educativo?

Por: Mauro Jarquin

El pasado 7 de mayo Esteban Moctezuma se unió a la Junta Nacional Virtual con la Comisión de Educación de la Coparmex en un ejercicio de rendición de cuentas sobre la respuesta de la Secretaría de Educación Pública (SEP) ante la pandemia de Covid-19. La Comisión –cuyos orígenes se remontan hacia los años 70, en plena disputa entre la confederación empresarial y el gobierno de Luis Echeverría por el contenido socializante de los libros de texto– está actualmente encabezada por Luis Durán, presidente y director general de Laureate International Universities México y consejero de Aspen Institute México, la organización que con financiamiento de fundaciones empresariales realizó el Laboratorio de Educación, a través del cual el gobierno federal buscó legitimar la continuidad de una reforma educativa gerencial.

Este acercamiento no es algo fortuito ni coyuntural. Una herencia aún vigente del Salinismo es la atenta recepción que las autoridades federales han mostrado respecto a las percepciones y propuestas del sector privado en materia educativa. Actor que, por cierto, se ha integrado cada vez más –ya sea por la vía de sus cámaras o sus ramificaciones en la sociedad civil– a los procesos de deliberación sobre políticas, impulsando propuestas, programas específicos o formas de gestión del trabajo docente.

En la reunión, el secretario afirmó que el sistema educativo no se había paralizado, que los estudiantes seguían aprendiendo y que el impulso a la digitalización sería determinante para el futuro educativo nacional.

Lo dicho resulta al menos desafortunado si recordamos que al momento de tales declaraciones las cifras oficiales marcaban ya 2 mil 961 muertes por el nuevo coronavirus, una de cada tres familias mexicanas reportaba una disminución de 50 por ciento en sus ingresos mensuales, el desempleo se veía en aumento y la violencia familiar y de género se disparaba a lo largo del país.

Lo anterior aunado a una circunstancia de distanciamiento necesario para poder superar la contingencia.

De lo mencionado por Moctezuma Barragán se pueden desprender dos comentarios y una duda importante.

Parece ser que aún sigue vigente en la SEP una visión estrecha de la naturaleza y relevancia del sistema educativo en nuestra sociedad.

¿Cómo afirmar que el sistema educativo sigue trabajando cuando el dolor y la incertidumbre se han ubicado en el centro de la vida cotidiana de los estudiantes? O más preocupante aún, ¿cómo pensar que la única condición para que un sistema educativo avance es que los estudiantes aprendan contenidos particulares? Quien en algún momento ha pisado una escuela sabe perfectamente que el aprendizaje no es un elemento aislado, sino forma parte de un abanico de situaciones, prácticas y vivencias que le dan sentido a la educación. En todo caso, el aprendizaje es socialmente relevante cuando se comparte, cuando se desarrolla en común y cuando permite construir preguntas y resolver problemas de nuestra vida cotidiana. En ello, el bienestar emocional y el contacto humano resultan fundamentales.

Desde luego, hay otras perspectivas sobre el problema. Por ejemplo, aquellas que encuentran en el aprendizaje una condición sine qua non del capital humano; es decir, que conciben a la escuela y sus efectos individuales como elementos centrales para la generación de ganancia y producción de valor de cambio. Bajo esta concepción, quien aprende se guía bajo una lógica maximizadora, calculada y ajena al contexto social en el que se encuentra. Sin embargo, parte de una lectura muy cuestionable sobre la naturaleza humana, además de responder específicamente a los requerimientos del mercado de trabajo y no al imperativo complejo del bienestar en nuestras sociedades.

Si bien la narrativa oficial anuncia que el programa Aprende en Casa es seguido por ocho de cada 10 docentes y nueve de cada 10 alumnos, las evidencias de quienes trabajan día con día en las escuelas y conocen sus comunidades de trabajo no respaldan tal afirmación. A las muy conocidas desigualdades en el acceso a la tecnología se suma el hecho de que el hogar no es necesariamente el mejor ambiente para fomentar el aprendizaje. Además, los tiempos determinados para el desarrollo de contenidos no siempre son suficientes. Por otro lado, a pesar del respaldo neocorporativo del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación al programa del gobierno federal, no ha sido sencillo para el profesorado mantenerse en contacto con los estudiantes, mucho menos si trabajan en comunidades rurales en donde no siempre viven.

Pese al home office docente y a lo que algunas autoridades educativas parecieran considerar un home schooling transitorio, el sistema educativo ha sido golpeado profundamente por la pandemia y es importante aceptarlo porque después de la contingencia será importante atender cada una de sus grietas.

Por otro lado, la digitalización de los procesos educativos ha resultado ser un componente fundamental en la respuesta de los gobiernos al cierre de escuelas, pero está lejos de ser una panacea a los problemas de accesibilidad, logro educativo y desarrollo profesional del magisterio. Como ha apuntado, entre otros, el pedagogo Philippe Meirieu, el uso acrítico de las herramientas digitales podría generar problemáticas a nivel de los procesos evaluativos y el trabajo docente. Pero también, hay que decirlo, podría abrir nichos de mercado que cuestionarían la condición de gratuidad del sistema educativo nacional.

Con lo anterior, podemos decir que el secretario parece vivir en un escenario donde la negación de los problemas se ha convertido en su solución, pero debemos tomar en cuenta que después de este momento crítico en la historia educativa nacional, las cosas no serán como antes, o no exactamente como antes. Si bien es un imperativo concluir el ciclo escolar en todo el país para preservar la salud y la vida de las poblaciones, es también momento para hacer preguntas respecto a hacia dónde caminar, qué aspectos del sistema educativo atender y cómo comenzar. Una que considero fundamental es: ¿Quién reconstruirá el sistema educativo tras la pandemia?

Aprovechando la cercanía con el gobierno y alejados sustancialmente del trabajo cotidiano en las escuelas, grupos privados de interés han alzado la mano, con propuestas que van desde el desarrollo de un currículum educativo nacional ante emergencias por organizaciones civiles pro empresariales, hasta la profundización de la digitalización educativa.

Ya veremos si el ingreso a la nueva normalidad significa también un rostro más explícito del gobierno empresarial de la educación.

Politólogo

Twitter: @MaurroJarquin

Fuente e Imagen: https://www.jornada.com.mx/2020/05/16/opinion/011a1pol?partner=rss

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Slavoj Zizek: ¿Qué tienen en común las protestas de coronavirus y Francia (y es hora de ORGIES todavía?)

Por: Slavoj Zizek

Los brotes epidémicos, al igual que las protestas sociales, no estallan y luego desaparecen; persisten y acechan, esperando explotar cuando menos se espera. Deberíamos aceptar esto, pero hay dos formas de hacerlo.

Las personas fuera de China pensaron que una cuarentena sería suficiente para combatir la propagación del virus y que están más o menos seguras detrás de ese ‘muro’. Pero ahora que se han reportado casos de coronavirus en más de 20 países, se necesita un nuevo enfoque. ¿Cómo lidiar con amenazas tan traumáticas?

Tal vez podamos aprender algo sobre nuestras reacciones a las epidemias de coronavirus del psiquiatra y autora Elisabeth Kübler-Ross, quien, en On Death and Dying, propuso el famoso esquema de las cinco etapas de cómo reaccionamos al saber que tenemos, por ejemplo, una enfermedad terminal: Negación (uno simplemente se niega a aceptar el hecho, como en «Esto no puede estar sucediendo, no para mí» ); Ira (que explota cuando ya no podemos negar el hecho, como en «¿Cómo puede pasarme esto a mí?» ); Negociación (la esperanza de que de alguna manera podamos posponer o disminuir el hecho, como en «Solo déjame vivir para ver a mis hijos graduarse» ); Depresión (desinversión libidinal, como en «Voy a morir, ¿por qué molestarse con algo?» ); y finalmente aceptación («No puedo luchar contra él, mejor me preparo para ello». 

Kübler-Ross luego aplicó estas etapas a cualquier forma de pérdida personal catastrófica (desempleo, muerte de un ser querido, divorcio, adicción a las drogas) y también enfatizó que no necesariamente vienen en el mismo orden, ni las cinco etapas las experimentan todos. pacientes

Uno puede discernir las mismas cinco etapas cada vez que una sociedad se enfrenta a algún evento traumático. Tomemos la amenaza de una catástrofe ecológica.

Primero, tendemos a negarlo: «es solo paranoia, todo lo que realmente sucede son las oscilaciones habituales en los patrones climáticos». Luego viene la ira: a las grandes corporaciones que contaminan nuestro medio ambiente y al gobierno que ignora los peligros. A esto le sigue el regateo: ‘si reciclamos nuestros desechos, podemos ganar algo de tiempo; Además, también tiene buenos lados, ahora podemos cultivar verduras en Groenlandia, los barcos podrán transportar mercancías desde China a los EE. UU. mucho más rápido a través de la ruta del norte, nuevas tierras fértiles estarán disponibles en el norte de Siberia debido al derretimiento de permafrost. Luego viene la depresión («es demasiado tarde, estamos perdidos») y, finalmente, la aceptación: «estamos lidiando con una amenaza grave y tendremos que cambiar nuestra forma de vida».  

Lo mismo ocurre con la creciente amenaza del control digital sobre nuestras vidas. Nuevamente, primero, tendemos a negarlo, y lo consideramos ‘una exageración’, ‘más paranoia de izquierda’, ‘ninguna agencia puede controlar nuestra actividad diaria’. Luego explotamos enojados con las grandes compañías y agencias secretas del estado que ‘nos conocen mejor que nosotros mismos’ y usan este conocimiento para controlarnos y manipularnos. Le sigue la negociación (las autoridades tienen el derecho de buscar terroristas, pero no infringir nuestra privacidad), depresión (es demasiado tarde, nuestra privacidad se pierde, la era de las libertades personales ha terminado). Y, finalmente, llega la aceptación: «el control digital es una amenaza para nuestra libertad, ¡debemos hacer que el público tome conciencia de todas sus dimensiones y comprometernos para luchar contra él!» 

RT

Incluso en el ámbito de la política, lo mismo se aplica a aquellos que están traumatizados por la presidencia de Trump: primero, hubo una negación (‘no te preocupes, Trump solo está postulando, nada cambiará realmente si toma el poder’), seguido de ira (a las ‘fuerzas oscuras’ que le permitieron tomar el poder, a los populistas que lo apoyan y representan una amenaza para nuestra sustancia moral), negociaciones (‘todo aún no está perdido, quizás Trump pueda ser contenido, toleremos un poco de sus excesos ‘), y la depresión (‘ estamos en el camino hacia el fascismo, la democracia se pierde en los Estados Unidos ‘), y luego la aceptación:’ hay un nuevo régimen político en los Estados Unidos, los viejos tiempos de la democracia estadounidense son una vez más, afrontemos el peligro y planeemos con calma cómo podemos superar el populismo de Trump ‘

En la época medieval, la población de una ciudad afectada reaccionó a los signos de peste de una manera similar: primero la negación, luego la ira (en nuestras vidas pecaminosas por las cuales somos castigados, o incluso en el Dios cruel que lo permitió), luego regateando (no es tan malo, evitemos a los que están enfermos), luego la depresión (nuestra vida ha terminado), luego, curiosamente, orgías (‘ya que nuestras vidas han terminado, obtengamos todos los placeres posibles: beber, sexo …’ ) Y, finalmente, hubo aceptación: ‘aquí estamos, comportémonos lo más posible como si la vida normal continuara’.

¿Pero cómo se vería nuestra aceptación aquí? Es un hecho extraño que estas epidemias muestren una característica común con la última ronda de protestas sociales como las de Francia o Hong Kong: no explotan y luego se esfuman, se quedan aquí y persisten, trayendo miedo permanente y fragilidad a nuestras vidas.  ¿Y no es así también como estamos lidiando con las epidemias de coronavirus que explotaron a fines de 2019? Primero, hubo una negación (no está ocurriendo nada grave, algunas personas irresponsables simplemente están esparciendo el pánico); luego, ira (generalmente en forma racista o antiestatal: los chinos sucios son culpables, nuestro estado no es eficiente …); luego viene la negociación (OK, hay algunas víctimas, pero es menos grave que el SARS y podemos limitar el daño); Si esto no funciona, surge la depresión (no nos engañemos, todos estamos condenados). 

Lo que deberíamos aceptar, con lo que deberíamos reconciliarnos, es que hay una subcapa de vida, la vida no muerta, estúpidamente repetitiva, pre-sexual de los virus, que siempre estuvo aquí y que siempre estará con nosotros como un oscuro sombra, representando una amenaza para nuestra supervivencia, explotando cuando menos lo esperamos. 

Y a un nivel aún más general, las epidemias virales nos recuerdan la última contingencia y la falta de sentido de nuestras vidas: no importa cuán magníficos edificios espirituales creemos, la humanidad, una estúpida contingencia natural como un virus o un asteroide puede terminar con todo. Sin mencionar la lección de ecología que es que nosotros, la humanidad, también podemos contribuir sin saberlo a este fin.

Pero esta aceptación puede tomar dos direcciones. Puede significar simplemente la re-normalización de la enfermedad: OK, las personas morirán, pero la vida continuará, tal vez incluso haya algunos efectos secundarios buenos. O la aceptación puede (y debe) impulsarnos a movilizarnos sin pánico e ilusiones, a actuar en solidaridad colectiva. 

Fuente e Imagen: https://www.rt.com/op-ed/481213-coronavirus-protests-slavoj-zizek/

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