Algunos países implementaron como estrategia el covid cero (reducción al mínimo de la transmisión del SARS-CoV-2), que incluye pruebas moleculares masivas, seguimiento de contactos, cierre de fronteras, cuarentenas frecuentes, entre otros. La llegada de ómicron demostró que no se puede controlar totalmente la transmisión y que más importante para evitar casos graves es tener una alta cobertura de vacunación, particularmente en población adulta mayor y con comorbilidades.

En el Perú la educación en todos sus niveles ha sido la última en reactivarse y paradójicamente el Gobierno plantea una pseudoestrategia de covid cero para ellos. Es hipócrita pensar que podemos tener una burbuja aséptica en el entorno educativo cuando los ambientes cerrados con mayor riesgo de transmisión como restaurantes y bares tienen aforo al 100% y sin mascarilla.

En forma realista, se ha optado por priorizar la disminución del riesgo de enfermedad grave sobre la transmisión para la población adulta. Lo que resulta inexplicable es tener una estrategia de transmisión cero a nivel educativo, cuando son los niños y adolescentes los que menor riesgo de enfermedad grave tienen, y que en las olas previas se infectaron igual que los adultos, sin ir a los colegios, institutos o universidades.