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Sus medios y los nuestros El problema de la unidad en comunicación emancipadora

Por: Fernando Buen Abad Domínguez

¿Por qué nos cuesta tanto unirnos? Uno de nuestros peores errores, en materia de comunicación, es la escasa Unidad que suele lastimarnos de maneras muy diversas en la base de muchos otros problemas y debilidades. Des-unidos somos siempre un blanco fácil. Por des-unidos tenemos periódicos sin lectores, televisoras públicas sin público, radiodifusoras sin audiencias… porque -entre otras calamidades- tenemos egolatrías -de género muy diverso- que ahuyentan a las masas y desalientan a los trabajadores.

El resultado suele ser que tenemos pueblos movilizados con urgencias de cambios radicales, movimientos sociales que olfatean el rumbo pero que no encuentran fortaleza comunicacional -confiable- porque, esencialmente, perciben des-unión, individualismo y tufos burocrático-sectarios. Mal de males. Así pues, nuestra desorganización se vuelve instrumento de la burguesía, ella a cambio, se organiza y nos derrota cuando, además, el problema no es sólo “unirse” sino producir un gran cambio en la situación. Ya lo advertía el Informe MacBride en 1980.

Unidad no significa uniformidad. Unidad no implica anonimato. La Unidad no extingue la critica ni anestesia el debate. La Unidad no implica alianza dogmática y no implica complicidad de sectas. Oponerse a la Unidad, demorarla… implica una aberración y un peligro que debe ser denunciado en todo frente y, no obstante, sigue siendo una tarea postergada. Con sus debidas excepciones. Y no obstante el despojo, el secuestro y la subordinación de las herramientas para la comunicación, tenemos hoy un escenario mundial extraordinario donde fermentan y crecen, de manera desigual y combinada, experiencias emancipadoras que impulsan la liberación honesta de los caudales expresivos de la humanidad. Pero estamos, por causas muy diversas, atomizados y divididos mientras las oligarquías lo celebran.

Los “Medios de Comunicación”, “alternativos”, “comunitarios”, “populares”, “independientes” -o como cada cual prefiera denominarse- no logran convertirse en fuerza que constituya influencia política poderosa y organizada. Permanecen como una minoría numéricamente importante pero políticamente intrascendente. Su papel frente de las luchas de los pueblos no adquiere la influencia política decisiva, como debiera ser. Eso puede tener muchas explicaciones pero no puede admitir excusas. Mientras tanto, los pueblos permanecen bajo la metralla de las máquinas de guerra ideológica.

Es una obligación de nuestro tiempo asegurar la Unidad en la lucha presente. La Unidad debe construir un camino organizativo, preparando en terreno para hacer posibles, en cualquier momento, acciones coordinadas sin reducir las tareas a la sola propaganda. Debemos ganar confianza con los pueblos y apoyar acciones conjuntas respecto a una serie de tareas vitales “hombro a hombro” con los trabajadores unidos en organizaciones respectivas y con todas las luchas organizadas que se desarrollan a estas horas. Y esto significa crecimiento del contenido comunicacional para generar condiciones mucho más favorables para las acciones, los métodos de lucha y, en general, para la praxis. Hacia un Nuevo Orden Mundial de la Información y de la Comunicación.

Los pueblos trabajadores tienen la necesidad permanente de la Unidad para la acción. Eso no es una novedad ni una sorpresa para nadie. Necesitan de la Unidad para resistir todos los ataques. La necesidad de la Unidad no sólo es una urgencia propagandística sino un paso crucial para la organización y la acción. A nosotros debe interesarnos siempre la Unidad para correlacionar -en la práctica- nuestras acciones con las de las organizaciones que necesitan expresarse libremente y en pie de lucha. Y por eso la Unidad debe desarrollarse en todas sus escalas, con acuerdos organizativos que no deben quedarse a medias y que, naturalmente, reclaman un grado ético nuevo con cierta disciplina para la acción.

“Un solo mundo, voces múltiples”. Nos urge reagrupar y hacer converger todas las tendencias comunicacionales, todas las herramientas y los métodos, todas las voluntades y los talentos… todas las organizaciones en torno a tareas concretas que permitan hacer avanzar a la clase trabajadora y a los pueblos en general en términos de consciencia y fuerza para transformarlo todo. Los medios de comunicación independientes, rebeldes, revolucionarios… están llamados a mostrase ante las clases populares no sólo como la vanguardia en la disputa por el poder comunicacional, sino también como una fuerza unificadora de la clase para todas las luchas cotidianas.

La única manera de librarnos de todo silenciamiento es avanzar unidos, no amontonados, no en tropel, no en estampida, no amorfos… No uniformes, no sin identidad y no sin diversidad. No reformistas, no reconciliadores, no olvidadizos. Unidad para lo inmediato y para los largos plazos. Unidad como un salto cualitativo de la conciencia. Unidad como peldaño necesario. Unidad rica y sabrosa, compendio de las mejores ideas, acciones y voluntades. Unidad que implica mucho más que acuerdos de coyuntura o episodios para salir del paso. Unidad inmensa y generosa plena de retos y promesas. Unidad dialéctica y sin simplismos. Unidad de clase. Unidad para aprovechar el tiempo. Unidad que educa.

Es necesario un Frente Único Internacional de la Comunicación Emancipadora como acción política porque hoy tenemos muchos medios muy desorganizados mientras tenemos un terreno excelente con universidades; con algunos estudiantes y profesores críticos, con los medios de los gobiernos democráticos de verdad… tenemos la prensa de muchos partidos revolucionarios y muchos movimientos sociales y, también tenemos mítines, discursos, cátedras, asambleas, manifestaciones… herramientas excelentes que languidecen si no se organizan… si no se unen.

Nuestra tarea urgente es ahora la Unidad. Combatir los vicios que nos des-organizan. Unidad de acción que construya un programa muy flexible, y al mismo tiempo enérgico. No confundir las tácticas con los principios. Necesitamos un Frente Único Internacional de la Comunicación Emancipadora que de ninguna manera abandone las tareas educativas, organizativas… que bajo ningún concepto abandone la lucha ideológica y que mantenga una posición firme en todas las tareas y tácticas de la Unidad transformadora que exige precisión teórica, científica y política en interés del porvenir humano. Las condiciones están dadas. ¿Qué esperamos?

Fuente: https://www.rebelion.org/noticia.php?id=222190

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Hillary Clinton delata la agenda oculta del Nuevo Orden Mundial para la religión

Por: José Javier Esparza

“Los códigos culturales profundamente arraigados, las creencias religiosas y las fobias estructurales han de modificarse. Los gobiernos deben emplear sus recursos coercitivos para redefinir los dogmas religiosos tradicionales”. Estas palabras de Hillary Clinton, pronunciadas públicamente y sin tapujos en un simposio pro abortista, han dejado a más de uno con la boca abierta.

¿Reformar coercitivamente las religiones? ¿Dónde queda entonces la libertad religiosa? ¿Modificar las identidades culturales? ¿Dónde queda entonces la libertad, simplemente, de existir? Semejantes intenciones, en boca nada menos que de la principal candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos, deberían haber abierto un fuerte debate. No ha sido así. Muy significativamente, los principales medios de comunicación en todo occidente han preferido silenciar el asunto. Revelador.

¿Qué significa eso que ha dicho Hillary Clinton? Uno, que los “códigos culturales profundamente arraigados”, esto es, las identidades culturales tradicionales, son en realidad nidos de “fobias estructurales”, es decir, prejuicios que es justo y razonable eliminar. Dos, que dentro de esas “fobias estructurales” están “los dogmas religiosos tradicionales”. Tres, que los gobiernos, el poder público, están legitimados para utilizar su fuerza coercitiva contra los dogmas religiosos y las identidades culturales.

Cuando se repara en que esa fuerza coercitiva es, en plata, el “monopolio legal de la violencia”, uno frunce inevitablemente el ceño en un gesto de preocupación. Cuando además se constata que las “fobias” y los “dogmas” son los principios tradicionales de la civilización occidental, es decir, la filosofía natural (por ejemplo, el derecho a la vida), entonces la preocupación asciende hasta la alarma. Lo que Hillary Clinton ha expresado es un proyecto político totalitario de ingeniería social y cultural. Ni más, ni menos.

Ese proyecto ya está en marcha

¿Sorprendente? En realidad, no tanto. Esos tópicos no son nuevos: circulan en la ideología moderna desde la revolución francesa. Por otro lado, guardan perfecta consonancia con lo que hemos venido viendo en occidente en los últimos veinticinco años, desde la caída del Muro de Berlín en 1989: los programas de ingeniería social de la ONU –con frecuencia avalados por los Estados Unidos-, las políticas abortistas y homosexualistas adoptadas por casi todos los países europeos y el desmantelamiento de las identidades étnicas en el espacio occidental. Hillary Clinton se ha limitado a hacer patente lo que ya estaba latente.

Estas palabras de Hillary Clinton han sido interpretadas en clave estrictamente norteamericana: son un proyecto de ingeniería social –más bien diríamos espiritual- en un país que se precia de haber nacido sobre la base de la libertad religiosa. Es cierto que, en el contexto norteamericano, semejantes ideas no dejan de ser una rectificación de la propia identidad fundacional del país, de manera que es comprensible el estupor de muchos. Sin embargo, los propósitos de Clinton forman parte de los temas habituales de la izquierda yanqui desde 1968. Por así decirlo, lo que hemos visto ahora es su “puesta de largo”, su transformación en programa político sin camuflajes.

Del mismo modo, muchos observadores han visto en estas declaraciones de Hillary Clinton una especie de declaración de guerra contra el cristianismo. Es también una perspectiva correcta, pero incompleta: la guerra no atañe sólo a las religiones tradicionales, sino que se extiende, como dice la propia señora Clinton, a los “códigos culturales arraigados”. Es decir que toda identidad cultural histórica, sean cuales fueren su espacio y naturaleza, deben también ser reformadas coercitivamente por el poder público. No es sólo la religión la que corre peligro; la amenaza se extiende a cualquier rasgo identitario que no encaje con el programa del “tiempo nuevo” marcado por la globalización y su potencia hegemónica, que son los Estados Unidos de América.

¿Y los europeos qué hacemos? En general, seguir la estela. Bien es cierto que el camino presenta complicaciones inesperadas y éstas han tardado poco en surgir. Es francamente difícil mantener la cohesión social en un contexto de desmantelamiento de los “códigos culturales profundamente arraigados”. A este respecto la experiencia francesa es sumamente interesante: desde los años 80, Francia ha vivido un proceso de construcción de una nueva identidad sobre la base de la llamada “identidad republicana” que, en la práctica, ha consistido en la destrucción de los referentes clásicos de la nación y su sustitución por dogmas nuevos. “Francia –decía De Gaulle- es una nación europea de raza blanca y religión cristiana”. Empezó a dejar de serlo muy poco después de la muerte del general. El europeísmo se convirtió en una suerte de cosmopolitismo que veía a Francia como protagonista de un mundo sin fronteras, un mundo en el que la propia Europa no es otra cosa que una región privilegiada en el contexto global.

Asimismo, cualquier factor de carácter étnico –racial, cultural, etc.- empezó a ser tabú en provecho de una sociedad de nuevo cuño edificada sobre la afluencia masiva de población extranjera. En cuanto a la religión, iba a ser sistemáticamente postergada en la estela de un laicismo radical que no ha amainado ni siquiera cuando Sarkozy, en San Juan de Letrán, descubrió ante Benedicto XVI los valores del “laicismo positivo”. El resultado ha sido una nación desarticulada en lo político, lo económico y lo social. El discurso oficial sigue caminando hacia el mismo sitio, pero la realidad social ya marcha por otra. El crecimiento del Frente Nacional no es un azar. Los políticos tratan de reaccionar adaptándose al terreno. Lo último fue ver al primer ministro Valls, que el año anterior había abierto institucionalmente el ramadán, reivindicar ahora el carácter inequívocamente cristiano de Francia. Quizá demasiado tarde.

Sea como fuere, lo que ha expuesto la candidata demócrata a la presidencia de los Estados Unidos es mucho más que una declaración de intenciones: Es cabalmente el programa del nuevo orden mundial, que para imponerse sin grandes resistencias necesita, precisamente, derruir los arraigos culturales y las religiones tradicionales. Era inevitable que alguien terminara invocando la fuerza del Estado para ejecutar coercitivamente la operación. Hillary Clinton lo ha hecho. La izquierda europea, muy probablemente, se subirá al carro. Así veremos a nuestra izquierda respaldar la política mundialista en nombre del progreso. Las vueltas que da la vida…

Tomado de: http://katehon.com/es/972-hillary-clinton-delata-la-agenda-oculta-del-nuevo-orden-mundial-para-la-religin.html

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El triunfo del ‘brexit’ abre un período turbulento en la Unión Europea de los ricos

Por: La Haine
Cameron ha quedado ya como el principal perjudicado. El referendo surgió como estrategia partidaria para sofocar el incendio que la UE llevaba generando en los conservadores

Aunque el escrutinio no ha concluido oficialmente, el brexit ha logrado una victoria recibida por sus partidarios como el «día de la independencia británica», una euforia que contrasta con la negativa reacción de los mercados, que evidencian las serias implicaciones de una decisión contra la que habían luchado la práctica totalidad de las fuerzas políticas, económicas y sociales de Reino Unido.

Junto a los efectos sobre la volatilidad financiera, el statu quo británico se enfrenta a un terremoto político con epicentro en el Número 10 de Downing Street, puesto que el primer ministro, David Cameron, había apostado por una opción, la de la permanencia, ignorada por la mayoría de los ciudadanos.

Con una participación del 71,3%, la mayor en una votación en Reino Unido desde 1992 y más de seis puntos por encima del plebiscito de 1975 que había confirmado la permanencia en la por entonces Comunidad Económica Europa, el escrutinio ha dado un vuelco sin precedentes a una noche electoral que había arrancado con las encuestas a favor de la continuidad.

Este desenlace tiene profundas connotaciones políticas e institucionales, puesto que el debate sobre la sostenibilidad de Cameron al frente del Gobierno, del que había avisado que no dimitiría en caso de brexit, está ya planteado, incluso pese a la carta de dos tercios de los diputados conservadores que habían defendido la salida y que le han expresado su apoyo para permanecer en Downing Street por el «mandato y deber» obtenido hace tan sólo un año.

Sin «plan B»

Además, otra de las incógnitas es el grado de preparación de Reino Unido para un proceso que podría llevar años, puesto que el propio primer ministro había asegurado públicamente que no había «plan B».

Tras jugarse su credibilidad a la carta de una apuesta que, según él, haría al «más fuerte y más seguro», Cameron ha quedado ya como el principal perjudicado de una campaña que ha dividido a la sociedad británica por una estrategia partidaria, puesto que, más que por clamor popular, el referéndum surgió para sofocar el incendio que Bruselas llevaba generando en los conservadores desde hace décadas.

La oposición laborista ha sugerido ya la necesidad de su dimisión ante un escenario sin precedentes en el que la única certidumbre es que, de vencer la salida, la decisión sería «irreversible». No en vano, David Cameron había avanzado ya que el proceso formal de retirada de los Veintiocho comenzaría de inmediato.

Aunque el Tratado de Lisboa establece las pautas de este procedimiento en el artículo 50, el primer movimiento ha de partir del estado miembro, que debe notificar a la UE su deseo de abandonar.

De hecho, Londres no está obligado a proceder inminentemente, es más, los partidarios de romper con Bruselas han manifestado ya su preferencia por aguardar, puesto que, pese a meses de campaña, la fórmula que regiría sigue siendo una incógnita.

Los plazos, a priori, están marcados, si bien los dos años establecidos en la normativa comunitaria podrían ampliarse siempre que lo autoricen los otros veintisiete socios. Expertos en Derecho europeo creen que, dada la complejidad, las negociaciones podrían llevar hasta una década y los propios defensores del divorcio asumen que, como mínimo, serían necesarios cuatro años.

Reacción

De momento, los mercados han evidenciado las secuelas del escenario que se abre en el bloque occidental: la divisa británica ha caído a niveles inéditos desde 1985, lo que podría acarrear una intervención de contingencia del Banco de Inglaterra, que ya había avanzado que tenía previstas medidas para garantizar la estabilidad financiera.

Junto a la City y Downing Street, la atención estará en el continente, donde se espera que los demás líderes, que han mantenido en secreto su plan de acción en caso de brexit, se reúnan a la máxima urgencia y exijan a Reino Unido clarificaciones sobre las áreas más delicadas, como el futuro de los casi tres millones de ciudadanos comunitarios que residen al norte del Canal de la Mancha.

Encaje

Además, uno de los factores más complejos será el potencial encaje británico en el mercado común. La presión, por tanto, será notable para hallar una solución que implicará delicados compromisos de las partes, un esfuerzo que podría necesitar años antes de que se pueda garantizar el apoyo de una mayoría cualificada de los ministros del ramo para, posteriormente, lograr que la propuesta sea ratificada por los demás estados miembro y, a continuación, por los Parlamentos europeo y británico.

El problema es que uno de los catalizadores del brexit ha sido el control de los flujos migratorios y la pertenencia al mercado común implicaría, a priori, el libre movimiento de personas, dos elementos indisociables y, para la UE, innegociables, por lo que, a priori, Londres no podría mantener el primero sin tener que aceptar el segundo, lo que complica la ecuación entre prosperidad económica y límites a la entrada de ciudadanos comunitarios.

No en vano, abandonar el mercado común no es una opción extendida entre los defensores del ‘Brexi’, que se encuentran divididos entre quienes proponen directamente abandonarlo, aquellos que creen posible permanecer por el propio interés del resto de sus integrantes de no perder a la segunda economía europea, los que abogan por establecer acuerdos bilaterales e, incluso, quienes ven viable operar con los 161 miembros de la Organización Mundial de Comercio (OMC).

Este encaje, con todo, constituye tan solo una pieza más del complejo puzle legislativo de un proceso que obligaría a revisar hasta 80.000 páginas de acuerdos comunitarios, con el objetivo de decidir descartes, qué áreas enmendar y cuáles mantener, un sumario que, inevitablemente, querrá supervisar el Parlamento británico y cuya duración constituye un enigma.

Además, la salida incrementa el riesgo de una crisis constitucional para la unión británica, puesto que Escocia, protagonista de un plebiscito de independencia hace menos de dos años, ha apoyado mayoritariamente la continuidad en la UE y cuya ministra principal ha reconocido que este desenlace reavivará las ansias secesionistas.

Sin precedentes

En consecuencia, junto a la resolución de una profunda crisis política en casa, el Gobierno, independientemente de su constitución, tendrá que resolver un proceso sobre el que no hay precedentes, tan solo la salida de Groenlandia, ni siquiera un estado, sino un territorio que formaba parte de Dinamarca, hace más de 30 años, cuando la UE no era tampoco la unión política en la que se ha convertido hoy en día.

Por si fuera poco, este nuevo capítulo tendría que acordarse con socios que difícilmente mostrarán empatía hacia quien ha decidido abandonar, a pesar de los compromisos que tanto costaron en febrero y que hubiesen garantizado para Reino Unido el ansiado estatus de verso libre de una Europa cada vez más cohesionada.

Por otra parte, a escala europea, el temor es que la partida británica genere un efecto dominó entre otros integrantes de los Veintiocho y, sobre todo, que desencadene un peligroso auge del nacionalismo de derecha.

Fuente: http://www.lahaine.org/el-triunfo-del-brexit-abre

Fuente de la imagen: http://www.muypymes.com/wp-content/uploads/2016/06/Brexit-1.jpg

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Escocia e Irlanda del Norte dejarían Reino Unido tras Brexit

25 Junio 2016/Fuente: Panorama

La sorpresiva decisión de Gran Bretaña de salir de la Unión Europea podría culminar con la división del Reino Unido.

Aunque la mayoría de los votantes en Inglaterra y Gales respaldaron la campaña por desprenderse del bloque de 28 naciones, las otras dos regiones del Reino Unido, Escocia e Irlanda del Norte, votaron por permanecer.

Tras los resultados del viernes, líderes nacionalistas de ambos países prometieron dejar al Reino Unido si ese es el precio para mantener a sus naciones conectadas por completo a Europa.

Escocia, en donde los nacionalistas que ya ocupan el poder perdieron por escaso margen un referendo independentista en 2014, parece enfilada a dejar el Reino Unido en caso de que sus vecinos ingleses no encuentren una negociación que les permita permanecer en la Unión Europea. La mayoría de los analistas rechaza esa posibilidad.

«Escocia enfrenta la posibilidad de salir de la Unión Europea en contra de su voluntad. Creo que es democráticamente inaceptable», dijo la primera ministra Nicola Sturgeon. Más del 60% de los escoceses votaron por permanecer en la UE, en comparación con el 48% del Reino Unido en general, lo que refleja la creencia de los escoceses de que pertenecer a la Unión Europea les provee de una influencia moderada en la vida política de un Reino Unido que tradicionalmente es dominado por los ingleses.

Sturgeon hizo énfasis en que su gobierno buscará primero una negociación para encontrar un punto medio entre el gobierno británico en Londres y las autoridades de la UE en Bruselas «para garantizar nuestro lugar continuo en la UE y el mercado único».

Pero admitió que esas esperanzas son poco probables, y dijo que un segundo referendo de independencia escocesa «ahora es muy probable». Pero dijo que esa votación tendría que realizarse antes de que el Reino Unido salga formalmente de la Unión Europea, lo que podría suceder en 2018.

En septiembre de 2014, Escocia rechazó con 55% la independencia. Pero los líderes del Partido Nacional Escocés se dijeron optimistas en que muchos de los votantes que hace dos años rechazaron la independencia están listos para cambiar de bando dado el decisivo apoyo de Inglaterra al euroescepticismo.

«La gente en Escocia simplemente está sorprendida», dijo John Nicolson, un legislador del partido gobernante, quien señaló que los tres principales partidos británicos — los Conservadores, los Laboristas y el Demócrata Liberal — argumentaron hace dos años que la pertenencia al Reino Unido era la única manera de garantizar el lugar de Escocia en la Unión Europea.

«Evidentemente engañaron al pueblo escocés», afirmó.

Sus vecinos, los nacionalistas irlandeses en la región de Irlanda del Norte, indicaron que la votación británica ha renovado sus exigencias de un referendo de toda la isla para unificar a las dos partes de Irlanda luego de una división de 95 años. Argumentan que el retiro de Gran Bretaña de la Unión Europea obligaría a las dos zonas de Irlanda a renovar sus controles aduanales y de seguridad en lo que sería la única frontera terrestre del Reino Unido con un estado de la Unión Europea, la República de Irlanda.

Sinn Fein, ya en el poder en el gobierno de unidad de Irlanda del Norte y está en posición de convertirse en el principal partido de oposición de la República de Irlanda, insiste en que se le debe dar la oportunidad a cientos de miles de ciudadanos irlandeses que viven en Irlanda del Norte de decidir si desean o no salir del Reino Unido.

En Dublín, el primer ministro irlandés, Enda Kenny, convocó a una reunión de emergencia del gabinete luego de que el mercado bursátil irlandés sufrió la peor caída en Europa, un reflejo al hecho de que el principal socio comercial de Irlanda es Gran Bretaña.

Kenny dijo que la principal prioridad de su gobierno es minimizar los daños en una economía irlandesa impulsada por las exportaciones, y no abrir añejas heridas en Irlanda del Norte.

Kenny y la secretaria de Estado de Gran Bretaña para Irlanda del Norte, Theresa Villiers, estuvieron de acuerdo en que el tratado de paz de 1998 de Irlanda del Norte, auspiciado por Estados Unidos, incluye una cláusula para convocar una votación en toda Irlanda sobre una reunificación, en caso de que exista una demanda popular.

Pero ambos recalcaron que décadas de encuestas de opinión y resultados electorales habían demostrado que esa exigencia no era suficiente para ameritar una votación en el corto plazo.

Kenny dijo que su gobierno apoyaría un referendo de unidad en Irlanda únicamente si los analistas pueden documentar «un movimiento serio de la mayoría de las personas a una situación en la que la quisieran unir a la república. No existe dicha evidencia».

«Hay asuntos más importantes que tratar a mediano plazo», dijo, y dio como ejemplo la necesidad de proteger un añejo acuerdo de Irlanda para mantener relaciones especiales de viaje y comerciales con Gran Bretaña, un acuerdo previo al ingreso de las dos naciones a la entonces Comunidad Económica Europea en 1973. «En eso nos enfocamos».

Fuente: http://www.panorama.com.ve/mundo/Escocia-e-Irlanda-del-Norte-dejarian-Reino-Unido-tras-Brexit-20160624-0092.html

Fuente de la imagen: http://img.informador.com.mx/biblioteca/imagen/370×277/1325/1324651.jpg

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