México / 4 de marzo de 2018 / Autor: Observatorio Pedagógico del Valle de México / Fuente: Revista El Arcón de Clío
César Medrano Mariscal
Escribo a poco más de tres semanas del 19 de septiembre de 2017, fecha en la que se derrumbaron suficientes estructuras para poner en entredicho otras tantas, sobre las cuales, hemos ciegamente fincado nuestra seguridad. ¿De verdad debemos nuestro sustento a la infatigable voluntad humana indidualista? ¿Cómo deberíamos actuar ante los desastres humanos que desnuda la naturaleza cada cierto tiempo? Si se caen los edificios, ¿persisten las instituciones? ¿Es el IEMS una institución con significación profunda y social? Mi medio de sustento, ¿debería comprometerme más allá del pago que recibo? Este movimiento de tierra, ¿debería mover también al modelo semiescolarizado? Han pasado diez años desde la creación del modelo, en cuya base está la imperiosa necesidad de atender a la población joven y rezagada de la Ciudad de México que requiere cursar o concluir su educación media superior, bajo la premisa de reunir “dos formas de trabajo académico: sesiones tipo clase (típicas de los sistemas escolarizados) y el estudio independiente (que promueven los sistemas abiertos).”
La operación de este modelo, cuyos contenidos se retoman desde el sistema escolarizado y se han adaptado con esta lógica mixta, pasa por la subcontratación del personal docente, la sobreexplotación del personal de enlace o responsables del modelo en cada plantel (a quienes les asignan tareas cuyas funciones pasan desde la prefectura hasta el papel de contratista) y la ocupación de espacios de tiempo ocioso del sistema escolarizado en los planteles. De tal suerte que, comparando la Fundamentación del proyecto educativo con lo que se ofrece y cómo se ofrece, podemos concluir que el sistema semiescolarizado es un servicio educativo subcontratado que se certifica por el IEMS.
¿Por qué, si a estas conclusiones hemos llegado de una u otra manera quienes trabajamos acá, no lo decimos abiertamente? Porque compromete mi contratación y pago: esta es la magia de la tercerización laboral que, al mismo tiempo, corrompe la solidaridad entre los trabajadores y provoca debilidad en el sistema.
El IEMS en general, y el sistema semiescolarizado en particular, persiste por su demanda: siguen llegando aspirantes que solicitan este tipo de servicio. Las autoridades han interpretado esta demanda desde un punto de vista comercial y en este sentido ajustan la oferta con un justo a tiempo: más alumnos, más contratación docente y viceversa.
Pero resulta que nuestros estudiantes no están solicitando entradas al cine, requieren urgentemente alternativas que los saquen de la violencia, el subempleo, las adicciones, el hambre; que los reinserten, que les de motivos y herramientas plausibles, reales, situadas. Luego, el IEMS debe responder a esa demanda social para consolidase como institución social y retomar su relevancia comunitaria.
Con esto en mente, trasciende mi interés desde el trabajador hacia el ciudadano, y propongo:
a) Se revise el modelo semiescolarizado en contenidos y operación,
b) Se dote de infraestructura y materiales específicos, y
c) Se contrate de base al personal docente.
Los muros han caído, pero no estamos en los escombros. Todavía no.