El falso dilema de innovación educativa versus experiencia docente

España / 15 de junio de 2018 / Autor: Víctor Manuel Rodríguez / Fuente: El Diario de la Educación

Es necesario asumir, como docentes, que pueden hacerse aportaciones a nuestro trabajo en el aula desde disciplinas como la pedagogía, la psicología, la neurociencia o el feminismo. La práctica de aula no es la única fuente de conocimiento.

No es la primera vez que en este medio abordamos la cuestión de la innovación educativa como un asunto que sigue siendo muy controvertido, dado el contenido de muchas proclamas antipedagógicas y beligerantes con cualquier innovación y cambio que circulan cada día por las redes. Cabría decir también que dilemático si no fuera porque, en realidad, la mayor parte de los pronunciamientos más encendidos parten de una premisa que, desde mi punto de vista, es equivocada, conservadora y defensiva.

Muchas de estas consideraciones plantean la cuestión oponiendo innovación a experiencia docente. Alegan que la mayor parte de las propuestas de innovación se realizan desde sectores o profesionales –a los que suelen denominar gurús– que no han tenido una experiencia práctica en el aula. En realidad, las más de las veces, ni siquiera contrastan si esa experiencia existe. Por lo general, dan por hecho que todo lo que no provenga de una experiencia particular o no haya sido fruto de una especie de insight tras unos cuantos años de brega debe ser automáticamente denostado como ocurrencia, injerencia o delirio.

Imagino que estas prevenciones deberían ser aplicadas, con carácter retroactivo, a filósofos intrusos como Dewey; a psicólogos intrusos como Luria, Vygotski o Leontiev, o a un pedagogo agricultor como Pestalozzi. Entiendo que Piaget podría librarse por los pocos años que pasó por la escuela de Binet, aunque tal vez en aquel tiempo a más de uno/a le parecerían también sospechosas sus aportaciones desde el Instituto Rousseau, la Universidad de Lausana o la dirección de la Oficina Internacional de Educación.

Aunque tal vez, no. Es posible que el paso del tiempo nos haya hecho ver que algunas de las aportaciones que realizaron estas personas insignes pueden ayudarnos a organizar mejor nuestra complicada tarea en las aulas. Lo verdaderamente importante es rechazar con virulencia cualquier idea nueva, cualquier investigación o sugerencia que se realice hoy en día, en especial si proviene del ámbito de la pedagogía, la psicología, la neurociencia, el arte, el feminismo o la ecología. La consigna entre algunos docentes –espero que pocos– podría formularse de esta manera: “Si no se me ha ocurrido o lo he descubierto yo, con todos los años que llevo dando clase, tiene que ser que no vale o, en todo caso, no es necesario, porque no tengo problema en seguir haciendo lo que llevo haciendo toda la vida y además lo hago muy bien. Nadie que no trabaje en un aula está legitimado para hablar de nuestro quehacer”.

Los procesos de innovación y cambio no se gestan sólo en las aulas, aunque la experiencia debería enseñarnos a distinguir cómo podemos mejorar a partir de lo que otros y otras nos proponen y a rechazar también –al menos en nuestra práctica, no de manera generalizada, como suele hacerse– aquello que no tiene cabida, no es pertinente o no se ajusta a nuestra forma de ver y entender las cosas en un determinado momento.

En FUHEM, la experiencia docente acumulada a lo largo de los años nos ayuda precisamente a estar abiertos y abiertas al cambio y la innovación, aunque sin olvidar nuestras necesidades como profesionales y las de nuestro alumnado y familias. Resumo algunas de las conclusiones a las que hemos llegado tras años de experimentar y poner en marcha actuaciones de innovación, a veces con éxito y otras no tanto, por si pudiera ayudar a entender esta breve y precipitada reflexión:

  • Sabemos que la necesidad de innovar tiene que partir de un análisis real de la situación que vivimos cada día en nuestras aulas y centros y no tanto de mandatos y urgencias que llegan del exterior.
  • Entendemos que no todo vale, que pocas cosas funcionan igual en cualquier contexto y que no siempre las propuestas más novedosas o rompedoras son las adecuadas.
  • Sabemos también que, a la hora de poner en marcha procesos de innovación, hay muchas fuentes de las que beber y muchos profesionales o entidades que pueden ayudarnos.
  • Creemos que no es preciso cambiar lo que funciona bien, lo que nos satisface como docentes y lo que valoran nuestras familias y nuestro alumnado, aunque también somos conscientes de que siempre es posible mejorarlo.
  • Estamos convencidas de que promover estos procesos es, en sí mismo, un valor. Que el deseo, las ganas y la energía para cambiar es ya un activo para hacer mejor nuestro trabajo en el día a día, por modestos que sean los cambios que se promueven o incluso cuando no alcancemos todos los objetivos que nos habíamos propuesto.
  • Reivindicamos también que la innovación educativa no puede quedar circunscrita al marco metodológico. Que es preciso ambicionar también otra forma de entender los objetivos, las competencias, los valores o los contenidos que queremos trabajar con nuestro alumnado.
  • Y asumimos, por último, que los procesos de innovación deben ser participativos, consensuados y sostenibles. Y que, para lograrlo, deben partir de la iniciativa de los propios equipos de profesionales de los centros, deben emprenderse a través de procesos de reflexión colectiva, contando con las aportaciones de todas las personas que nos puedan aportar algo y deben ser encauzados a través de las estructuras de coordinación y participación del centro, incluyendo, tanto como sea posible, al alumnado y las familias.

Soy consciente de que esta perspectiva, con los matices que cada cual quiera incorporar, es compartida por muchos y muchas docentes y profesionales de la educación. La preocupación por la violencia con la que se ataca a la pedagogía la compartimos un buen número de personas. Recientemente, se planteaba un debate en una red social, organizado bajo el lema #VolverALapedagogia. A sus impulsores y a todas las que han realizado aportaciones sosegadas y dialogantes, sea cual sea su orientación, les dedico estas líneas. Por nuestra parte, seguiremos formándonos este verano, en compañía de muchos profesionales, para aprender cosas nuevas.

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El falso dilema de innovación educativa versus experiencia docente

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«La innovación educativa debe llegar también a la universidad»: Mmantsetsa Marope

UNESCO / 18 de marzo de 2018 / Autor: María Jesús Ibáñez / Fuente: El Periódico

Mmantsetsa Marope, responsable de educación de la Unesco, llama a la transformación pedagógica «en todos los niveles»

«Las escuelas no han de esperar a que los gobiernos actúen, pueden recurrir a empresas privadas», sugiere

Su agenda de estos días en Barcelona es intensa. Una conferencia en CosmoCaixa con maestros de infantil, primaria y secundaria; una reunión con responsables universitarios para ver cómo reformar el modo de impartir clases en los estudios superiores; sesiones de trabajo con organizaciones impulsoras de la innovación educativa en Catalunya… Y entrevistas con periodistas. La doctora en Educación por la Universidad de Chicago, Mmantsetsa Marope, actual directora de la Oficina Internacional de Educación de la Unesco, visita la capital catalana para explicar cuál es la prioridad del organismo que dirige: una reforma urgente para que las escuelas incorporen el aprendizaje basado en competencias.

– ¿Cómo le explicaría lo importante que es este cambio a una familia que esté buscando ahora escuela para su hijo?
– Pues supongo que esa familia lo que querrá es encontrar un lugar en el que el niño adquiera conocimientos y habilidades, querrá que domine la tecnología y que sepa analizar los datos y la información y querrá, por supuesto, que tenga una buena actitud y unos valores. Y seguro es que esa familia desea también que su hijo sea capaz de utilizar todas esas competencias, ese saber, para realizar unas determinadas tareas, que sea creativo y autónomo a la hora de aplicar todo eso en el terreno práctico. Todo eso es aprender por competencias: la integración del conocimiento (que es básico y muy importante), de las habilidades, de la tecnología, de los datos y la información y de las actitudes y la disposición del alumno. ¿Qué le diría yo a esa familia que busca escuela? Que piense que su hijo no solo debe aprender, sino que también ha de saber cómo usar lo que aprende.

– Pero eso, al menos en Catalunya, ya lo están haciendo muchas escuelas, sobre todo en las etapas de infantil y primaria. Quizás donde está costando más es en secundaria.
– Este modelo de aprendizaje por competencias debería implementarse en todos los niveles. Y muy particularmente en la universidad, porque no es una metodología que solo sirva para los niños más pequeños. También debería utilizarse para formar a lo largo de la vida a los adultos que se reciclan profesionalmente.

– ¿Y cree que podrá convencerlos?
– Es que es necesario que vean que no es suficiente con dar al alumno un montón de conocimiento, un montón de información, hay que ofrecerle también los medios para que lleve todo eso a la práctica. No solo por su propio bien, sino también por el bien colectivo, por el de la sociedad en la que, en un futuro, va a desarrollarse como persona.

– Va a encontrar resistencias…
– Bueno, no estamos diciendo que se deba arrinconar ninguna disciplina, ni conocimiento, como algunos docentes y algunas familias temen. Es un error pensar que el aprendizaje por competencias desprecia los conocimientos tradicionales. ¡Al contrario! Esta metodología implica que su adquisición debe ser más profunda si cabe, porque luego se han de saber aplicar. Eso supone también una mayor carga para los profesores.

– Pero los profesores, que son los responsables de llevar a cabo esa transformación, soportan ya una sobrecarga de trabajo o les falta tiempo, muchas veces.
– Desde luego los profesores son claves en este proceso y necesitan recursos y mecanismos para reducir el tiempo que dedican a actividades rutinarias o no directamente relacionadas con la docencia. Creemos que aquí la tecnología debe tener un papel importante para ayudarles, por ejemplo, en el seguimiento o la evaluación continua. Existen ya plataformas que ayudan a los niños cuando empiezan a leer y permiten que el maestro vea cómo progresa.

– Y eso facilita entonces que el aprendizaje sea individualizado.
-¡Claro! Si el profesor ve que un niño avanza más rápido que otros, puede darle más contenido, enriquecer su aprendizaje. Y si ve que va más lento, puede prestarle mayor atención.La tecnología no sustituye la docencia, pero ahorra tiempo al profesor. Eso permite también que el profesor pueda hacer informes singularizados de cada alumno, en lugar de poner notas numéricas a partir de exámenes iguales para todos los alumnos.

-¿Pero los padres quieren saber qué nota saca su hijo?
– Sí, sí, lo comprendo, los padres quieren saber si su hijo es el primero de la clase. Eso requiere de un cambio cultural, por supuesto. Lo que ha de preocupar a los padres es saber cómo mejora su hijo, no cómo se encuentra respecto al resto de su clase.

– ¿Falta también formación para los profesores?
– Sí, también es muy importante. Necesitan formación, necesitan apoyo profesional de la Administración, no han de ver a los inspectores como alguien que viene a fiscalizar su trabajo, sino como alguien que viene a ayudarles. Y sobre todo, han de aprender de sus iguales, de las prácticas de otros profesores como ellos. Hay países, como la India, donde se han desarrollado aplicaciones para móviles en las que los docentes hacen consultas didácticas o plantean problemas del día a día y que son respondidas por otros profesores que se pueden haber encontrado en su misma situación. Es una comunidad de prácticas en la que los maestros se dan apoyo los unos a los otros, están interconectados. Esto es muy útil, por ejemplo, en áreas rurales, donde los docentes pueden sentirse muy solos.

– Aquí tenemos aún mucho camino por recorrer…
– No se trata solo de introducir tecnología. También puede haber apoyo personal, más tradicional. O con incentivos para que se reciclen, para que se tomen periodos de formación profesional.

– O sea, que los gobiernos deberían ponerse también las pilas.
– Bueno, no solo es tarea de los gobiernos. También el sector privado podría contribuir. Evidentemente lo público tiene un papel muy central, pero por qué una compañía tecnológica no puede crear una plataforma para profesores y, una vez creada, dejar que sean los profesores quienes la manejen, quienes la vayan ajustando a sus necesidades. Para estas cosas, no hemos de esperar a que los gobiernos actúen, las empresas y los propios profesores y las escuelas deben tomar la iniciativa.

Fuente de la Entrevista:

https://www.elperiodico.com/es/sociedad/20180313/mmantsetsa-marope-directora-educacion-unesco-innovacion-educativa-debe-llegar-universidad-6688026

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“El reto común de los sistemas educativos es que cada alumno tenga la opción real de aprender”

España / 8 de octubre de 2017  / Autor: G. Montañéz / Fuente: Noticias de Gipuzkoa

“El buen sistema educativo es el que brinda oportunidades”, dice Renato Opertti, sociólogo que esta semana participó en Pamplona en un proyecto de la Federación de Ikastolas

Renato Opertti (Montevideo, 1962) asegura que el interés por la docencia le viene de familia. Con una madre maestra y directora de escuela y un padre profesor universitario, estudió Sociología y realizó un máster en Investigación educativa, porque asegura que le interesaba cómo la educación contribuye a la “igualdad de oportunidades”.

Opertti trabaja desde 2005 en la Unesco (la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), donde es el coordinador del programa de Innovación y Liderazgo, en Curriculum, Aprendizaje y Evaluación, en la Oficina Internacional de Educación de esta entidad. El pasado miércoles, ofreció en Civican, en Pamplona, la conferencia Repensar sistemas educativos y competencias del alumnado a la luz de un mundo en turbulencia, que está vinculada al resultado de un programa europeo, Keycolab, para definir esas competencias, un trabajo en el que han participado representantes educativos de Finlandia, Bélgica, Reino Unido y Rumanía, y que en Navarra ha encabezado la Federación de Ikastolas.

Trabajar en la Unesco le permitirá tener una perspectiva de diferentes sistemas educativos. ¿Afrontan retos comunes?

-Creo que sí, que hay un reto fundamental, y común, que es cómo garantizar que cada alumno tenga una oportunidad real de aprender. Pero la diferencia está en la trayectoria de los países en la evolución de la educación. Algunos están en etapas más avanzadas de discusión de los temas educativos. Esas diferencias tienen que ver con los momentos políticos, económicos, sociales… y con cómo los países han colocado de forma histórica la educación como prioridad.

¿Esa prioridad se ha puesto en jaque con la crisis económica?

-Creo que sí. Pero el debate no puede ser solo sobre la cantidad, sino también sobre cómo esa inversión tiene que ver con unos objetivos educativos. Y sobre su calidad.

Pero calidad y fondos van a menudo asociados.

-Claro. Pero una situación de restricción [se refiere a la económica] puede llevar a repensar prioridades.

En Pamplona ha hablado sobre las competencias básicas del alumnado. ¿Cuáles tienen que ser y cómo han cambiado en los últimos años?

-Los jóvenes responden a problemas en la vida. Y no lo hacen empaquetado en una disciplina, sino integrando conocimientos diversos. Las competencias son herramientas que permiten a las personas actuar ante estos desafíos. Y hay grandes bloques de competencias. Uno sería la alfabetización fundamental, como base del aprendizaje, que antes eran la Lengua y las Matemáticas, y hoy son las segundas lenguas, la educación en Ciencia, Tecnología y Matemáticas, la Educación para la ciudadanía… También hay que enseñar en las herramientas para responder a desafíos, por ejemplo en el pensamiento crítico, en aprender a aprender, a cómo comunicarse con los demás para resolver un problema…

¿Esas cuestiones no están muy marcadas por el futuro laboral? Porque entonces una crítica habitual es que no se piense en el estudiante como una persona en formación, sino como alguien productivo.

-No son dos trayectorias. En un contexto muy incierto, donde la mayoría de los niños que están en la escuela van a trabajar en tareas que hoy no existen, hay que formarlos en la capacidad de adaptabilidad. La formación para el trabajo es una dimensión de la formación ciudadana, no se trata de formarlo en una tarea, sino para que sea competente en su trabajo, cualquiera que sea el área en la que trabaje. Y esas competencias son cada vez más universales.

¿Y cómo se mide el éxito de un sistema educativo?

-Las categorías tradicionales en las que pensamos la educación no tienen mayor sentido. Igual que no podemos diferenciar entre enseñar y aprender, tampoco podemos hablar de competencias blandas y duras porque todo es importante, también podemos decir que la nota en sí no significa nada, sino que lo que importa es la capacidad de la persona de poder desarrollarse de forma competente para afrontar problemas. Y las respuestas que se pueden dar no son encasillables en correcto e incorrecto, sino que hay diferentes respuestas con diferentes visiones.

Sin embargo, en evaluaciones como PISA la clave es la nota.

-No hay que ni que demonizar PISA ni transformarla en la palabra única. Es un elemento de referencia sobre cómo está un sistema educativo en el contexto global, pero no mide todo lo que es importante en un sistema educativo. Puede ser un instrumento formidable para encontrar los problemas del sistema, aunque no sea lo único.

Fuente de la Entrevista:

http://www.noticiasdegipuzkoa.com/2017/10/03/sociedad/el-reto-comun-de-los-sistemas-educativos-es-que-cada-alumno-tenga-la-opcion-real-de-aprender

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