Coral Herrera Gómez: La mayor parte de los héroes de nuestros hijos son asesinos: Activista

Por: María Sánchez.

Para la activista Coral Herrera, el machismo es causa de muchas formas de violencia, por ello cree importante una educación feminista desde los niveles más básicos y promover la pacificación a través de los derechos humanos

Sinaloa.- Abordar las diversas formas de violencia que se manifiestan en la sociedad mexicana, y por lo tanto en la sinaloense, implica adentrarse en los diferentes procesos sociales que las originan y las condicionan.

Para la escritora, feminista e investigadora Coral Herrera Gómez, una de las raíces de dicha violencia es el machismo, debido al cual se producen muchas agresiones mediante violencia física, sexual, psicológica y económica, principalmente hacia las mujeres, pero también en el hecho de que los hombres mantengan una personalidad condicionada, rígida y dominante para definirse y afirmarse como masculinos.

La investigadora comentó que, como en el resto del mundo, las manifestaciones de violencia contra las mujeres en Sinaloa, así como las que se dan dentro del mundo del narcotráfico y de la sociedad en general, están inmersas en la violencia machista, porque esta es parte de la cultura, y es palpable en la necesidad que tienen los hombres de sostener un estatus de poder basado en el sometimiento.

En este sentido, Coral Herrera compartió a esta casa editorial las ideas que ella cree necesario implementar para erradicar la violencia originada por el machismo.

Coral, ¿por qué es necesario promover la igualdad entre hombres y mujeres?

«Hace falta un cambio cultural y educativo radical, desde arriba hacia abajo, y desde abajo hacia arriba y en todas las direcciones, porque creo que hay un problema evidente de masculinidad y que además los hombres en general no están reaccionando bien; es decir, la mayoría se escuda en posiciones defensivas, diciéndote que no todos los hombres violan, que no todos los hombres matan, pero la realidad es que el 95 por ciento de los asesinos del planeta son hombres, y el 95 por ciento de la población reclusa son hombres, entonces los hombres tienen un problema en su masculinidad, y simplemente se trata de ofrecerles herramientas para que los hombres puedan adaptarse a los nuevos tiempos y a todos los cambios sociales y políticos que están viendo para que aprenden a relacionarse con las mujeres en un plano de igualdad y sobre todo para que renuncien a la violencia como método para conseguir lo que quieren y lo que necesitan».

¿Es posible fomentar la no violencia en niños y niñas?

Creo que es posible trabajar el tema de las masculinidades. ¡Vamos! Creo que hay muchas formas de ser hombres que no pasan por repetir el modelo patriarcal violento. Hay que trabajar mucho. Por un lado, hay que trabajar en todas las instituciones educativas para enseñar a los niños a resolver sus conflictos sin violencia y también para darles herramientas, de manera que puedan aprender a gestionar sus emociones, para que no les inunden y les arrasen. Creo que la educación feminista es fundamental desde las primeras etapas de la formación, desde el kínder, hasta la universidad».

¿Cómo debe ser la educación que modifique estos patrones de violencia?

«Creo que es una educación feminista que, por un lado, tiene que ser educación sexual y educación emocional, pero también se tienen que explicar lo que son las luchas por las mujeres, por los derechos de las mujeres, por la libertad de las mujeres y la igualdad».

¿Crees qué los hombres deberían atender sus comportamientos machistas?

60%
No
40%

¿Cómo acercamos estas ideas de igualdad a los niños?

«Creo que es fundamental que haya una educación integral que permita a los niños entender que la dominación masculina no tiene ningún sentido y que no es justa, y que la única manera de cambiar el mundo, de frenar el desastre climático y de frenar las guerras en las que estamos es acabar con el patriarcado. Yo creo que es bien sencillo cuando a alguien le explicas lo que es la estructura en la que estamos. La estructura es el patriarcado, y cuando la gente entiende que no es más que un sistema de dominación, de unos sobre otros, de los más fuertes sobre los más débiles, del pez grande que se come al chico, pues es fácil de entender que no tiene ningún motivo de ser».

¿Podrías ilustrarlo, Coral?

«Yo, por ejemplo, cuando trabajo con adolescentes y les pregunto por qué alguien que se cree superior cree que tiene derecho a maltratar a alguien que es inferior, en realidad no saben qué contestarte. Tú dices, bueno, suponiendo que haya gente que es superior a otra, unos superiores y otros inferiores, ¿qué derecho tiene una persona que se cree superior a tratar mal a otra persona que considera ella inferior?, ¿qué ocurre cuando la persona que tú consideras inferior no se considera a sí misma una persona inferior, sino un sujeto con todos los derechos del mundo? Creo que el patriarcado es fácilmente desmontable, primero analizable, y luego lo podemos desmontar muy fácilmente».

¿A qué información podemos recurrir para reforzar estas ideas de igualdad?

«Bueno, tenemos ahí toda la filosofía basada en el tema de los derechos humanos que contempla que todos los humanos tenemos los mismos derechos, las mismas obligaciones y las mismas oportunidades».

¿Hemos avanzado como sociedad en el reconocimiento de los derechos humanos?

«Creo que soy optimista en el sentido de que pienso ahora mismo que el feminismo está cambiando la vida de millones de personas en el mundo; de mujeres, pero también de hombres, y porque cada vez veo que hay más grupos de hombres trabajando para cambiar esto, para acabar con el patriarcado, para deconstruirse a sí mismos, para hacer un trabajo por un lado individual y otro colectivo. Creo que a nivel político y social es fundamental que apoyemos a estos grupos de hombres, que les demos visibilidad, y que los chavales, que los chicos jóvenes sepan que hay otras formas de ser hombres y que hay mucha gente trabajando; bueno, mucha no, porque la verdad es que son una minoría los hombres que trabajan para deconstruirse y para despatriarcalizarse, pero yo siento que son cada vez más, por eso soy optimista».

¿Qué dificultades observas para que se den condiciones de igualdad ?

«Lo que pasa es que es bien complicado, porque si acaso te enseñan en el colegio eso, que la violencia no es el camino, luego ves que los Gobiernos utilizan la violencia para reprimir y para solucionar conflictos, pues es que realmente les estamos mandando a los chavales mensajes muy confusos, ¿no?».

¿Qué se puede hacer para promover el cambio?

«El caso es que yo creo que tiene que haber una revolución absoluta en el ámbito educativo, pero también creo que tiene que haber una revolución fortísima a nivel cultural. No podemos seguir glorificando y mitificando al macho violento». 

¿Por qué está la imagen del macho aceptada socialmente?

«Porque, por ejemplo, todas, todas nuestras películas están basadas en la glorificación de los asesinos, ya sean unos mafiosos, unos narcos unos presidentes del Gobierno; ya sean guerreros, ya sean soldados… Todas, todas nuestras producciones culturales están basadas en la idea de que hay que admirar al macho robot, que ni siente ni padece, y la verdad es que la mayor parte de los héroes de nuestros hijos son asesinos».

¿Se justifica de alguna manera la imagen del macho violento?

«Lo que pasa es que, bueno, nosotros distinguimos entre los asesinos buenos y los asesinos malos; pero, si te fijas, no hay ningún superhéroe que arregle el mundo desde el diálogo o que intente conseguir lo que necesita y lo que quiere utilizando su cerebro, casi todos los héroes utiliza la fuerza bruta y la violencia: matan, aniquilan, exterminan y torturan. 

»Lo que hacen los medios y la industria del cine y todas las industrias culturales es glorificar todo el tiempo a ese macho que ni siente ni padece, y que tiene un objetivo en la vida y le importa un bledo los medios que tenga que emplear para conseguir sus fines. Mientras esto siga así, y mientras se sigan ensalzando las figuras de los narcos, de los machos que tienen el poder, será difícil cambiar esto, por eso creo que la revolución feminista se está librando en muchos frentes: por un lado, las leyes, y también el tema económico. Creo que es fundamental que las mujeres tengamos soberanía y autonomía económica para poder ser libres y para no depender de los hombres».

¿Cuál sería un punto clave para disminuir la violencia ejercida por los hombres?

«Para mí, una de las claves es esta en dejar de mitificar al macho violento en la tele, en los cómics, en los videojuegos, en las películas, en las revistas, en las series de televisión… Creo que los medios tienen un papel fundamental en el cambio que tienen que ir experimentando las masculinidades, y creo que estamos en ello, estamos concienciando poco a poco».

¿Qué más podemos hacer para educar en el respeto?

«Creo que todos tenemos que asumir la responsabilidad de decir, tanto los productores culturales, los que ponen el dinero, los que crean esos contenidos culturales y también la educación que damos mamás y papás a los niños, porque a mí me sorprende mucho, por ejemplo, que cuidemos mucho qué comen los niños, que no coman productos superprocesados, que tengamos cuidado con el azúcar, etcétera; pero nadie cuida los contenidos que ven sus hijos a través de las pantallas, y creo que es fundamental ver qué le estamos ofreciendo al cerebro de los niños y cómo influye toda la violencia que consumen.

Además, creo que exponer a los niños a la violencia es violencia en sí, solo que los papás y las mamás no han caído en eso, a ellos les parece natural que los niños consuman violencia y que se crean que es lo normal. Entonces, yo creo que hay que hacer un cambio muy radical y hay que concienciar mucho a educadores, educadoras, papás, mamás, productores culturales, periodistas.

Es una labor colectiva esto que tenemos, el cambio para las masculinidades. También pienso que los hombres tienen que hacer mucha, mucha autocrítica personal y colectiva. Nosotras las mujeres ya llevamos años, sobre todo las mujeres feministas, haciendo autocrítica para liberarnos de los patriarcados que nos habitan, y los hombres se tienen que sumar a este trabajo, porque es un trabajo de todas y de todos».

El costo social y económico del machismo en México

El estudio llamado «Caja de masculinidad» sugiere que las formas de ser hombre en México tienen un alto costo económico y social.

En el estudio se midieron seis categorías, que integran los comportamientos vinculados con la experiencia de la hombría en México: violencia y acoso escolar, violencia sexual, depresión, suicidio, consumo excesivo de alcohol y accidentes de tráfico.

El estudio sugiere que la masculinidad tóxica genera violencia sexual, acoso escolar y tiene efectos directos en la salud de los hombres y es causa de discriminaciones, desigualdades y violencia que ellos ejercen entre sí y contra mujeres, niñas y niños.

El estudio desarrollado por Promundo, MenEngage México, AXE y Unilever destaca que México pierde alrededor de 1400 millones de dólares anuales por los problemas asociados a la masculinidad tóxica.

Reveló también los siguientes costos en 2016: por abuso de alcohol, l 160 mil 600 millones de dólares (mdd); acoso escolar, 670 mmdd; violencia sexual, 314 mil 800 mdd; por accidentes viales, 134 mil 200 mdd; suicidios, 79 mil 200 mdd; y depresión , 2 mil 900 mdd.

Fuente de la entrevista: https://www.debate.com.mx/estados/La-mayor-parte-de-los-heroes-de-nuestros-hijos-son-asesinos-Activista-20191125-0205.html

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Estudio y debate sobre los movimientos sociales de cara a lo que viene (I)

Por Oscar Soto

Nuestro acelerado presente y la actual fase económica global, signada por formas de injusticia social cada día más prepotentes, nos desafían a re-pensar las luchas sociales por venir, la producción de saberes en el progreso de tales luchas y las características que rodean a las resistencias/ofensivas populares que aún son hipótesis a principios de 2019. Para ello nos proponemos indagar a lo largo de esta columna tanto los debates teóricos como las encrucijadas prácticas que nos atraviesan en esta coyuntura global.

Teorías desde el norte

Empezamos por el debate teórico. Como ya es conocido, el estudio de la movilización social adquiere -desde los años ´60 del siglo pasado- una impronta relevante en el cuerpo teórico de las ciencias sociales, dando lugar a nuevas teorías acerca de la sociedad civili, incluso llegando a proponer el fenómeno de los movimientos sociales como un sector o subsistema de lo socialii.

El deterioro de las condiciones de vida que sobrevienen a la consolidación del capitalismo, dieron lugar a un prolífico estudio sobre los fenómenos sociales y el respectivo desarrollo de teorías de acción colectivaiii o nuevos paradigmas en los que el campo de acción de los nuevos movimientos sociales remitía a espacios políticos “no institucionales”, no previstos por la democracia liberal ni el Estado de Bienestariv, caracterizados éstos por la emergencia de la protesta social callejera, manifestaciones, huelgas e instancias de participación social directa, o como planteara Offe: marcados por contenidos dominantes, como el interés por el territorio-físico, el mundo de vida, el cuerpo, la salud, las identidades sexuales y culturales, etc. Lo cierto es que la raigambre histórica del concepto movimientos sociales tiene vínculos con la temprana expansión burguesa, desde la Revolución Francesa hasta la escalada insurreccional de 1848, siendo luego de uso frecuente a la hora de estudiar al movimiento obrero en la fase del capitalismo industrialv. Sin embargo, con el paso del tiempo, resulta cada vez más hegemónica la utilización de la categoría “movimiento social” para referir explicaciones respecto de la conflictividad social latente, desde mediados de los sesenta y setenta a esta parte.

Lo que nos interesa destacar en este racconto es que particularmente en Europa se disemina, con la visibilización de manifestaciones pacifistas, ecologistas y feministas, entre otras, una cierta idea de “traspaso histórico” hacia un tipo de sociedad “pos-industrial” cuya característica destacable seria la evaporación del antagonismo clasista de épocas previas; o cierto requerimiento en la necesidad conceptualizar “movimientos”, antes que “clases” socialesvi. Si bien la existencia de lecturas clásicas sobre la movilización social encuentra un conjunto de elementos que las relacionan con Europa y Estados Unidos, la dinámica del conflicto social en el sur global exige el desborde de la hegemonía teórica presente en el análisis colonial, persistente aun en las ciencias sociales (retomaremos esto luego).

Pese a todo, entre las formas de abordaje de la protesta social y las aproximaciones a los movimientos de la sociedad civil, redunda hoy cierta revisión de la autonomía individual y el accionar no convencional en los novedosos movimientos sociales para definir su demarcación, respecto de la tradición crítica del activismo obrero clásico. Por ejemplo, la noción teórica de nuevos movimientos sociales, presente en la llamada Escuela de los Nuevos Movimientos Sociales, argumentará de manera apresurada que los movimientos de clase dejaban ya lugar a la aparición de nuevos movimientos volcados a las luchas por recursos simbólicos o culturales, con la consabida desestimación de los encuadres interpretativos del paradigma marxista en particular, y la teoría crítica en general. Se anunciaba así, desde la academia, la necesidad de abandonar la consideración del antagonismo de clase capital-trabajo y de las formas de explotación inherentes a esta relación social; todo ello “por corresponder a un modelo social del pasado”vii

Mirar desde Nuestra América

Ahora bien, no obstante subsiste un intento teórico por desmarcar movimiento y clase social, el debate político en las periferias de la ciencia occidental apunta caprichosamente hacia sujetos de resistencia que interpelan las categorías y las conceptualizaciones del conflicto socio-político. Decimos esto a cuento de que, en aquellas tradiciones de estudio de los movimientos sociales identificadas en el “individualismo metodológico” -tanto las que abordan la protesta y la acción colectiva (predominantemente norteamericanas) como las enroladas en la cuestión de la identidad (en su mayoría de origen europeo)-, hay una tendencia a una visión dicotómica y una cosificación estática de la realidad social, que sitúa a viejos nuevos movimientos sociales enfrentados.

Sucede, en realidad que los procesos sociales mirados desde Nuestra America, merecen una atención particular cuando se busca resituar el debate sobre las resistencias sociales históricas; es decir, frente a la mirada fenoménica tradicional de las teorías que buscan conjugar individualismo metodológico y sistema social bajo las conceptualizaciones de “acción colectiva”, “movimiento social” o “nuevos movimientos sociales”viii resulta recurrente la necesaria colocación del antagonismo social como elemento, sino estructurante al menos condicionante, de las conflictividades en cualquier sociedad de clase latinoamericana. Dicho de otra manera, entre la cuestión de clases y los movimientos sociales se visualizan hoy las confrontaciones capital/trabajo (el antagonismo social) y las luchas antipatriarcales y antiimperialistas como dispositivo que articula la disputa general en los modelos económicos que padecemos, incorporada a la acción de los sujetos (sujetxs urbanxs, campesinxs e indígenas, arraigados continentalmente).

Trabajaremos a partir de las luchas que nos esperan en Iberoamérica, sobre el conflicto social y las reinvenciones de los movimientos sociales-populares en este presente político de America Latina, buscando apuntar las síntesis que produce la conflictividad en el calendario de nuestras luchas. Al menos para comenzar este 2019 -mientras no olvidamos que durante enero los Zapatistas cumplen 25 años de resistencia, la Revolución Cubana rememora su gesta mirando al frente, Argentina revive la Semana Trágica de la Patagonia y tantas memorias más-, tomamos nota de los desafíos que tenemos por delante.

Notas

i Gohn, María da Glória (1997) Teoria dos movimentos Sociais. Paradigmas clássicos e contemporáneos. São Paulo, Edições Loyola

ii Melucci, Alberto (1986) Las teorías de los movimientos sociales. Revista Estudios Políticos, num. 4-1, Centro Estudios Políticos – FCPyS- UNAM; pp. 92-101

iii Tarrow, Sidney (1997) El poder en movimiento. Los movimientos sociales, la acción colectiva y la política. Madrid, Alianza. (Introducción, cap. 1 y 2).

iv Offe, Clauss (1988) Partidos políticos y nuevos movimientos sociales. Madrid, Sistema, p. 174

v Palumbo, María M. (2014) Un desplazamiento semántico, político y geográfico en la tradición de estudios sobre Movimientos Sociales: Aportes del concepto de movimiento popular. Estudios – N° 32 (Julio-Diciembre 2014) pp. 25-48

vi Touraine, Alan (1991) Los Movimientos Sociales. Bs.As., Almagesto. (cap. 1 y 5)

vii Seoane, José; Taddei, Emilio y Algranatti, Clara. (2009) El concepto “movimiento social” a la luz de los debates y la experiencia latinoamericana reciente. Instituto de Investigaciones Sociales, Universidad Autónoma de México. p. 9

viii Galafassi, Guido. (2017) Conflictividad social, contradicción y complejidad: entre las clases y los movimientos sociales. En G. Galafassi y S. Puricelli (Comps.), Perspectivas críticas sobre la conflictividad social. Bs. As., Extramuros Ediciones, Theomai Libros y GEACH. p. 14

Oscar Soto

Licenciado en Ciencia Política y Administración Pública. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNCuyo. oscaritosoto@gmail.com / http://criticayresistencia.blogspot.com

Fuente: https://iberoamericasocial.com/estudio-y-debate-sobre-los-movimientos-sociales-de-cara-a-lo-que-viene-parte-i/

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