Por. Gretchen Kuhner
En los últimos meses hablar de muros se ha vuelto cotidiano, en especial aquellos cuya finalidad es evitar la libre circulación de las personas entre un país y otro. Para las mujeres migrantes, estos muros físicos son más un mensaje xenofóbico y de miedo, que un obstáculo real, pues a diario tiene que sortear “otros muros” que afectan su integridad, desarrollo, seguridad y bienestar.
Pobreza: la falta de oportunidades y el poco empleo mal remunerado, es una constante en la decisión de muchas mujeres para migrar. Ante los pocos recursos económicos con los que cuentan, son obligadas a tomar rutas más clandestinas que incrementan sus condiciones de vulnerabilidad.
Maternidad: factor determinante al momento de decidir migrar o no. Si el contexto es apremiante y hay que salir con hijas e hijos, las mujeres emprenden el camino aún con todos los riesgos que conlleva; mientras que si la decisión es que las y los hijos se queden, normalmente son la abuela, la hermana mayor o las tías quienes se quedan a cargo, entonces las madres son señaladas como “malas”, culpables de que las y los hijos “se vayan por mal camino”, albergando sentimientos de abandono y culpabilidad, barrera emocional que las acompaña durante su tránsito migratorio y las acecha en los países de destino.
Violencia familiar: de acuerdo con la documentación de casos que realizamos desde el Instituto para las Mujeres en la Migración, AC (IMUMI), las mujeres señalan amenazas de muerte de su pareja, violencia machista de su padre y/o hermanos y la violencia contra sus hijas e hijos como una de las razones por las que decidieron salir de sus países de origen.
Falta de estado de derecho: acceder a la justicia en México para las mujeres es un camino largo y tortuoso, al grado de percibir más riesgos que protección. El Estado mexicano ha sido omiso para garantizarles, sin importar su nacionalidad o estatus migratorio, una vida libre de violencia.
Imposibilidad de conseguir una visa: En México, las mujeres representan el 20% de las personas detenidas por migración, la mayoría provenientes de Centroamérica, países cuya posibilidad de tramitar una visa mexicana es casi imposible ante los requisitos que solicitan (solvencia económica, negocios en el país, trabajo, nivel educativo, etc.) por lo que la decisión de migrar de forma irregular es la única opción a diferencia de lo que muchas personas creen, como Ana García, primera dama de Honduras, quien durante la inauguración del Mes de la Prevención de la Migración señaló: “Mi hija se acaba de graduar y la voy a mandar a que estudie afuera, pero no la voy a mandar con un coyote, eso no lo haría nunca…no arriesguen la vida de sus hijos”.
Riesgos de un viaje indocumentado: cada día la violencia contra la población migrante en tránsito irregular por el país es más cruenta. Para las mujeres migrantes esta situación se ha convertido en un parteaguas para realizar viajes más clandestinos, con documentación falsa y pagar grandes cantidades de dinero a traficantes que prometen un viaje sin riesgos. La realidad las golpea y las pone frente a permanencias largas en el país, trabajos mal pagados o situaciones de trata de personas. Hasta julio de 2016, el Instituto Nacional de Migración había detenido a 23,238 mujeres y niñas migrantes, 45% más que en el mismo periodo de tiempo de 2014.
Revisiones migratorias en carreteras: En México existe una frontera vertical, pues a lo largo de las carreteras del país podemos encontrar revisiones móviles de diferentes autoridades, a ello se suma que es la principal ruta migratoria de las mujeres, dando como resultado que durante 2015, 77% del total de las detenciones de mujeres migrantes ocurrió durante una revisión migratoria en carretera. En 2014 sólo se realizaron 847 detenciones de personas migrantes irregulares (11% mujeres) en vías férreas.
Falta de protección de parte del gobierno mexicano: durante 2015 fueron detenidas 198,141 personas migrantes (49,211 mujeres y niñas), 70% tenían necesidades de protección internacional de acuerdo con el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), sin embargo, 90% fueron deportadas, y ante la falta de información sólo 3% logro obtener asilo o protección complementaria en el país.
Políticas restrictivas de Estados Unidos: para nadie es un secreto lo difícil que es migrar, para las madres la dificultad se incrementa cuando al viajar con sus hijas e hijos tiene que sortear la suerte de cruzar la frontera solas o con ellos, lo que implica la posibilidad de una deportación familiar o la detención de sus hijas e hijos y la entrega en custodia a algún familiar en Estados Unidos. Se estima que desde hace una década, cada año son deportadas a México 400,000 personas migrantes.
Pocas probabilidades de recibir asilo en Estados Unidos: luego de evadir todos los muros anteriores y haber logrado llegar a Estados Unidos, la probabilidad de recibir asilo es baja. Actualmente, la mitad de los casos en las cortes migratorias de ese país son de personas centroamericanas. Hace una de cada 9 de cada 10 personas detenidas en la frontera con México eran connacionales, hoy 40% son originarias de Guatemala, El Salvador y Honduras.
Con todos estos muros culturales, emocionales y legales, hablar de muros de concreto demuestra un total desconocimiento de la situación regional y el impacto en la vida de las mujeres. A decir de María, migrante centroamericana, ”después de todos los muros que he pasado por ser mujer, para cruzar el muro físico entre México y Estados Unidos basto una escalera. El menor, de todos los muros que he cruzado y seguiré cruzando”.
Uno de los principales muros que a diario sortean las mujeres, son las condiciones de desigualdad en las que viven. Desde el IMUMI vemos como la desigualdad permea todas las etapas de la migración de las mujeres: huyen de ella, las acecha o las agrede a lo largo de su tránsito, las recibe en los países de destino, y las espera al retorno.