Redacción: Tendencias 21
Las personas sí están dispuestas a comprometerse por el clima, la democracia o la paz mundial
La lógica de la acción colectiva, que ha regido el pensamiento económico de los últimos 50 años, se desvela falsa: un tercio de la población está dispuesto a contribuir individualmente a la protección del clima, de la democracia o de la paz mundial, aunque su impacto real sea mínimo.
El origen del debate se remonta a 1965, cuando el economista y sociólogo norteamericano Mancur Olson (1932-1998) planteó en su libro La lógica de la acción colectiva: bienes públicos y la teoría de grupos(1965) que los individuos actuarían colectivamente solo para conseguir bienes privados y no públicos.
Esta teoría de la acción colectiva ha dominado el pensamiento económico desde entonces, pero ahora un grupo de economistas de Alemania la ha desmontado con un experimento social que determinó que un tercio de las personas están dispuestas a contribuir individualmente a la protección del clima, de la democracia o de la paz mundial.
Experimento de laboratorio
Este grupo de economistas, pertenecientes a la Universidad de Magdeburgo (capital del estado federado de Sajonia-Anhalt), desarrolló el mayor experimento de laboratorio realizado en investigación económica experimental con la finalidad de verificar la teoría de Olson.
Vincularon a cuatro laboratorios universitarios a través de Internet para reunir a grandes grupos en un entorno virtual en condiciones de laboratorio que debían abordar más de 5.000 temas diferentes.
Su conclusión fue sorprendente: las personas, ya formen parte de grupos grandes o pequeños, están dispuestas a asumir compromisos individuales para preservar bienes públicos como el clima, la democracia o la paz mundial.
El resultado contradice abiertamente y a título póstumo el efecto descrito por Olson, según el cual las personas que forman parte de grupos grandes no cooperan o se comprometen en tareas de beneficio público si el impacto de su compromiso personal es insignificante.
Según los investigadores, este resultado se obtuvo porque la toma de decisiones cooperativas en grupos grandes depende de algo que no se había considerado en la investigación de Olson.
El valor absoluto de la contribución (lo que yo puedo hacer individualmente es algo insignificante) es, de hecho, menos importante para las personas que la relación entre esta contribución y la importancia del individuo en un grupo, ha desvelado la nueva investigación.
Eso significa que las personas valoran su compromiso con el bien público no tanto por su impacto real, como social: «Mi cooperación ayuda a los demás, y la cooperación de los demás me beneficia».
Esto, sin embargo, abre un enfoque completamente nuevo en términos de investigación sobre temas relacionados con los bienes públicos.
Si se puede confirmar que es realmente la visibilidad de los beneficios de la cooperación lo que es crucial para que grandes grupos tomen medidas colectivas, surgen nuevas preguntas de considerable importancia práctica y política, señalan los investigadores.
Esto significaría, por ejemplo, que los sistemas democráticos estarían en riesgo si los ciudadanos ya no fueran lo suficientemente conscientes de los beneficios para todos derivados de la participación en la vida política.
Además, significaría que la solución a los problemas ambientales depende de manera crucial de si los beneficios del comportamiento ecológico son suficientemente conocidos por el público.
Sin embargo, este proyecto experimental a gran escala también ha demostrado que incluso bajo las condiciones ideales de un laboratorio, depender únicamente de la cooperación voluntaria de los individuos solo conduce a una solución parcial para los problemas que benefician al bien común.
Volar o no en avión, usar o no bolsas de plástico
El director de esta investigación, Joachim Weimann, explicó así esta limitación a la radio alemana. Por ejemplo, renunciar a los viajes en avión en el interior de Europa no aporta nada a la solución de la crisis climática porque existen mecanismos de compensación de la huella ecológica del tráfico aéreo.
Alude también, por ejemplo, a la batalla contra el plástico. Destaca que la fabricación de una bolsa de papel requiere mucho más recursos que los necesarios para fabricar una bolsa de plástico. Asimismo, señala que de los residuos plásticos que hay en los océanos, sólo el 0,3% es de origen europeo.
Añade que resolver el problema del plástico plantea grandes inversiones para instalar sistemas de reciclaje en los países asiáticos, pero que esa actuación no es políticamente rentable porque la gente se siente mejor si usa una bolsa de papel, en vez de una de plástico. No se siente vinculada a que sus impuestos se destinen a invertir en reciclajes asiáticos.
Decisiones colectivas inteligentes
Lo que se necesita, según Weimann, son decisiones colectivas inteligentes. Lo que el individuo podría hacer: confrontar a los políticos con estas demandas. «Hacer una política climática sólida, por ejemplo, expandiendo el comercio de emisiones o introduciendo un impuesto al CO2. Tomar medidas sobre los plásticos sensatas abordando la raíz del problema», dice en un comunicado.
Estos ejemplos reflejan el nuevo enfoque que demanda la solución de los graves problemas colectivos, como el clima, la democracia o la paz mundial, según la nueva investigación que cuestiona la visión del compromiso personal con la sociedad establecida hace más de 50 años.
Lo más relevante, destaca Weimann, es que un tercio de los participantes se mostraron dispuestos a cooperar indvidualmente por bienes públicos si había suficiente notoriedad social de su compromiso.
Y es aquí donde se encuentra la oportunidad: «Treinta por ciento de apoyo: en los sistemas democráticos, esta es una base indispensable para decisiones racionales, colectivas (es decir, políticas)», concluye Weimann.
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