África/ Etiopía/ 5 Diciembre 2016/ Autor: Rubén Vivar/ Fuente: El Diario.es
La causa principal del hambre y la pobreza en el continente africano no es la sequía, sino la explotación de Occidente, denuncia el misionero Ángel Olaran.
Reconocido como uno de los cooperantes más destacados de Etiopía, dirige una fundación que sostiene a 622 niños huérfanos y forma a 700 jóvenes.
Abrir un libro, sentir en las yemas de los dedos sus páginas y sumergirte en una historia que acabará dejando en mayor o menor medida un poso en tu conciencia, porque la lectura no (solo) es entretenimiento. A veces la huella de un libro puede ser tan profunda que puede marcar un antés y un después. Eso es lo que les sucedió a Amaia Carracedo y Lucía Sesma. ‘Ángeles de Wukro. La lucha contra la pobreza en un rincón de Etiopía’, de Mayte Pérez Baez (Kailas, 2008), terminó por prender en ellas la chispa que había surgido cuando en la guardería del Barrio Pesquero, en Santander, conocieron a un niño originario de Etiopía.
«Sus padres adoptivos venían muy impresionados de la experiencia que les supuso su estancia allí y muy sensibilizados sobre su situación de pobreza extrema. Sentimientos que de alguna manera nos transmitieron al personal de la guardería. Tiempo más tarde y de manera casual llegó a nuestras manos el libro de Mayte. Su lectura nos produjo una honda impresión. Lo fuimos pasando de mano en mano y de una manera, se puede decir que espontánea, surgió el deseo de apoyar al hombre que nos descubrió: Ángel Olaran», relatan.
Así es como surgió ‘Melaku’, la asociación que crearon en 2011 y que lleva el nombre con el que cariñosamente apodan a este misionero en Etiopía (Abba Melaku) y que quiere decir «padre ángel de dios».
A primera vista, Ángel no es más que un anciano de 78 años, frágil, marcado por las arrugas naturales de su edad. Al verlo bajar por la calle Burgos hasta la redacción de eldiario.es en Cantabria, vestido con vaqueros y un jersey azul marino, pasa totalmente desapercibido. Pero la vida de Ángel es peculiar. O al menos, no muy habitual. Ángel es cooperante, no a tiempo parcial sino a vida completa. En 1971, con 33 años, abandonó su Hernani natal, dejó el banco en el que trabajaba y se marchó a África. No se equivó. Si no, no llevaría 46 años dedicados a tratar de garantizar los derechos más básicos de las personas más pobres del mundo. Porque, como él mismo apunta, África es unos de los continentes más ricos en materias primas y al mismo tiempo donde viven las personas más pobres.
«Tienen coltán, oro, diamantes, petróleto… y sin embargo, viven los más pobres. Mientras el Primer Mundo siga estrujando todo lo que tiene África, África no tendrá salida», denuncia.
Ángel está estos días en Cantabria inivitado por ‘Melaku’. No ha venido de vacaciones. Cada dos años regresa a España tres meses -antes era cada cinco años- y aprovecha ese tiempo para reunirse con representantes de instituciones, dar charlas allá donde se lo proponen y mantener encuentros con voluntarios. Y es que su historia ha propiciado la creación de un ejército de pequeñas ongs repartidas por todo el país que, como ‘Melaku’ o ‘Patinar en Etiopía’, quieren contribuir al desarrollo del continente negro y, en particular, al de Wukro.
En esta ciudad de unos 40.000 habitantes localizada en el estado de Tigray, la Fundación Ángel Olaran lleva a cabo, en coordinación con la administración local, distintos proyectos que ayudan, por ejemplo, a retener el agua que cae en los dos meses de lluvias. Su organización cuenta con una escuela para 700 alumnos a los que educan en formación profesional vinculada a distintas áreas, como ganadería y agricultura, informática, mecánica general, electricidad o fontanería. También tienen una rama de formación artística no reglada: música, baile, confección o escultura, entre otras. Además, se hacen cargo en estos momentos de 622 niños huérfanos que viven en sus casas arropados por el vecindario y a los que sostienen económicamente.
El concepto de comunidad y solidaridad que tienen los africanos es distinto. Casi todos los trabajadores de las instituciones aportan parte de su salario para apoyar la acogida de niños huérfanos, en muchos casos a causa del SIDA, y que son acogidos por las familias del barrio donde se han criado. «En Wukro para asfaltar una calle, si la administración no tiene todo el dinero, ponen algunos impuestos o piden aportaciones, y los que no tienen empleo cobran por hacer la obra pero luego trabajan unos días gratis para compensar», añade como anécdota.
Fue ese « feeling social» el que ha cubierto con creces la «seguridad material» que dejó atrás. «Cuando fui a Tanzania no teníamos ni agua, ni luz, ni teléfono… Estaba acostumbrado a abrir el grifo y tener agua, pero quizá no estaba acostumbrado a ese calor, a esa viviencia, que vale mucho más que todas las tiendas y todo lo superfuo que puedas tener aquí», señala Ángel sin intención de colgarse ninguna medalla sino más de bien de mostrarse afortunado.
«Están muy por encima nuestro»
La conversación con Ángel transcurre con pausa, se explaya en cada respuesta y apenas menciona la pobreza en África. Al contrario. La mayor parte del tiempo se centra en criticar el sistema del llamado Primer Mundo y en cuestionar la autocomplacencia en España. De hecho, es más optimista con la sociedad civil africana que con la de nuestro país.
«En Senegal, Burkina Faso, Chad, en el Congo, en Ruanda… hay movimientos civiles formados por artistas, jóvenes y mujeres que han echado a tres presidentes. No son antisistema, pero demandan elegir a una persona digna del cargo. El problema de aquí es que la gente no reacciona», dice en alusión a la torelancia de los españoles frente a la corrupción. «Yo creo que en este sentido están muy, muy por encima nuestro», incide.
«El nombre del movimiento en Burkina Faso -prosigue contando- se llama ‘La escoba ciudadana’. Pero no se presentan a las elecciones, lo que quieren es concienciar a la sociedad. Aquí algunas personas se empiezan a mover, pero ya están dentro de la política. Pensando mal, ¿qué lo hacen por la sociedad o para que les votemos?».
«Decimos de las sudamericanas, pero quizá nosotros seamos una democracia bananera que votamos cada cuatro años y después se acabó», apostilla.
Cuando se le recuerda el movimiento 15-M, exclama rápidamente: «¿Y en qué ha quedado?». «Eso podía haber sido algo, pero ya no sé si queda algo. Y si lo hay, es simbólico. El 15-M ya no está en la calle. Aquí los políticos hacen de la capa un sayo. En Wukro, en junio la sociedad civil echó a nuestro alcalde porque no estaba haciendo lo que había prometido. A ver aquí a cuántos alcaldes han echado», insiste.
Un sistema «criminal»
Según expone Ángel, los países africanos han avanzado mucho en los últimos años. «A veces se es demasiado exigente con ellos. Ten en cuenta que hasta los años 60-70 prácticamente no había países independientes, y Etiopía, por ejemplo, hasta el 91 fue una sociedad feudal con emperadores. Cuando salieron los gobiernos colonizadores, los gobiernos africanos estaban hechos a imagen y semenjanza de los de aquí; no había escuelas ni universidades, pero había una policía muy bien formada y un ejército. La profesionalización de la Educación no tiene más de 20 años. Lo que se ha conseguido en este tiempo es brutal», reflexiona.
No obstante, es tajante respecto a sus posibilidades de desarrollo. «África depende totalmente del Primer Mundo y el Primer Mundo tiene un sistema criminal. Si África procesara su riqueza, podría ser un contienente exportador; habría dinero para hospitales, escuelas, infraestructuras… Pero de allí solo sale la materia prima, y la mayoría de las veces por la puerta de atrás y para el beneficio de Occidente y de unos pocos. Es el neocolonialismo», denuncia.
En este sentido, apunta que hay varios países africanos que están en el top mundial en crecimiento del PIB y pese a ello, «hoy hay 100 millones de personas más que hace 20 años que pasan hambre». «El desarrollo va orientado al crecimiento económico de unas élites, que es lo que está pasando aquí», afirma.
«El Primer Mundo es asquerosamente corrupto, y mientras a los americanos, a los ingleses, a los chinos no les interese, África no va a cambiar», lamenta.
La hambruna oculta
Además de la fuga de capitales, uno de los mayores problemas a los que se enfrentan hoy en día los países africanos es «la hambruna oculta». «Cuando yo llegué, sobre todo en Etiopía, veías a los niños con unas tripas hinchadas, unas piernitas, la cabeza que parecía que se les caía… Eso ya, al menos en nuestra área, prácticamente no se ve. Pero, sin embargo, los niños siguen muriendo; comen pero no tienen ninguna resistencia porque la dieta es muy básica», explica.
Durante su estancia en Cantabria, Ángel se ha reunido con el director general de Cooperación, Jorge Gutiérrez; los alcaldes de Santander y Astillero, Gema Igual y Francisco Ortíz, y ha participado en una comida solidaria en el Albergue de Güemes, gestionado por el sacerdote Ernesto Bustio.
Fuente: http://www.eldiario.es/norte/cantabria/ultima-hora/Entrevista-Angel-Melaku-Etiopia_0_586891479.html