The Conversation
La mayoría de nosotros nos hemos sentado frente a una pizarra. En nuestra aula había mesas, sillas, estanterías, libros y otros materiales. Los más mayores recuerdan los pupitres escolares, los tinteros, las plumillas para escribir, las fotos de Franco o los mapas colgados en las paredes.
Todos estos objetos son valiosos para el estudio del pasado de la educación y nos pueden dar información que difícilmente conoceremos si no recurrimos a ellos. De los pupitres colocados en filas de la escuela tradicional a las mesas móviles que permiten la agrupación para el trabajo en grupo, hay un cambio importante en las ideas educativas.
La actividad escolar se desarrolla en espacios que incluyen objetos. Las características de estos objetos, su colocación y el uso que se hace de ellos condiciona y determina la práctica educativa. Muchos métodos y sistemas pedagógicos han desarrollado materiales específicos para su aplicación en las escuelas.
La historiografía educativa se fija en lo material
El interés por las fuentes materiales ha sido uno de los temas destacados de la investigación de la historia de la educación en las últimas décadas en España. Una mayor sensibilidad por la conservación del patrimonio en general ha hecho crecer el apoyo a la investigación histórica de la educación relacionada con la materialidad de la escuela.
Es el momento de pasar de la simple conservación de estos objetos a utilizarlos como fuentes. Estos testimonios pueden ser documentos para abordar nuevas o viejas temáticas en historia de la educación. Las fuentes materiales pueden mejorar nuestro conocimiento sobre aspectos muy diversos del pasado educativo.
El día a día del pasado
Como todas las fuentes históricas, han de ser adecuadamente situadas en su contexto, analizadas y sometidas a crítica. Por ejemplo, las fuentes materiales nos ayudan a conocer más la práctica escolar, el día a día de la escuela. Una cotidianidad de los centros escolares que es más difícil de estudiar a partir de fuentes más tradicionales.
Con la finalidad de dar nuevos valores a los aspectos materiales de la historia de la escuela cabe insistir en algo que ya recomendaban F. Herman; A Van Gorp, F. Simon y M. Depaede, en un artículo titulado The School Desk: from Concept to Object, publicado el 2011. Estos autores plantean la necesidad de estudiar más las circunstancias de diseño, producción, comercialización, distribución, consumo, y otras condiciones de la existencia de los objetos escolares. Un conjunto de factores a los que A. Viñao, un año más tarde, llamaba la biografía del objeto.
Otras dimensiones históricas
Para avanzar en una historia que preste atención y valore los objetos históricos de la educación es necesario también incluir otras orientaciones: su estudio desde distintas dimensiones históricas más allá de las estrictamente educativas. Los objetos educativos han sido producidos y comercializados, y estos procesos los han condicionado tanto como su finalidad educativa.
En este caso, como en otras facetas de la historia contemporánea, también se impone la aproximación a otras ciencias como la economía, la etnografía y la sociología. Igualmente, es preciso acercarse a otras ramas de la historia como la arqueología o la historia de la industria.
Dialogar con otras fuentes
También debemos hacer dialogar a los objetos con otras fuentes para interrogarlas de forma más eficaz y para mejorar la información que obtenemos de ellas, abriendo nuevas perspectivas a la investigación de la historia.
La complementariedad de fuentes, objetos, textos, imágenes y testimonios personales puede enriquecer mucho nuestras interpretaciones del pasado. No debemos olvidar que la pretensión de la investigación histórica es conocer, explicar e interpretar el pasado de los hombres en su conjunto y de manera global. Las fuentes, las nuevas y las viejas, no son más que pistas, indicios, testimonios a los que podemos interrogar con la finalidad de mejorar nuestro conocimiento de aquello que ha acontecido.
Una historia pública de la educación
La importancia concedida a los elementos materiales ha propiciado también una fuerte expansión de actividades de historia pública relacionadas con los materiales escolares. La recopilación de objetos escolares ha dado lugar a exposiciones y a la creación de espacios museísticos. En las últimas décadas se ha creado un gran número de colecciones escolares y de museos que acogen, conservan, estudian y divulgan este patrimonio.
Los objetos y la materialidad de los procesos educativos, las fuentes audiovisuales junto a testimonios personales, dan una gran visibilidad a la historia de la educación. Este hecho tiene sus ventajas y sus inconvenientes. Son fuentes que pueden ser muy susceptibles de ser utilizadas en relatos manipuladores para conformar opiniones e identidades al servicio de intereses del poder, pero al mismo tiempo esta divulgación facilita la comunicación de los científicos y especialistas con el gran público.
Esta puerta abierta a la historia pública debe ser atravesada sin recelos. No debemos dejar que el espacio que se puede cubrir con informaciones contrastadas y resultado de la investigación científica sea ocupado por otros con intenciones más frívolas o mal intencionadas. En este tema, la colaboración de los historiadores con especialistas en comunicación puede ser muy provechosa.
Conservar el material
Por último, un ruego. No tire los objetos escolares antiguos que pueda tener por la casa. Antes consulte con algún especialista. Estos objetos pueden tener valor patrimonial y ser muy interesantes para los historiadores. La Sociedad Española para el Estudio del Patrimonio Histórico–Educativo (SEPHE) tiene en su página web un directorio con los centros que en España se dedican a la conservación del patrimonio histórico de la educación.
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