Entrevista a Antonio Diéguez Lucena: «Podemos diferenciar con nitidez ciencia y pseudociencia, pero no con un criterio único y simple»

Por Salvador López Arnal

Antonio Diéguez (Málaga, 1961), autor de Filosofía de la ciencia. Ciencia, racionalidad y realidad (UMA Editorial), es catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia de la Universidad de Málaga. El propósito de su nueva publicación, revisión ampliada y modificada de un manual suyo de 2005, es servir como libro de texto para alumnos de filosofía de la ciencia y de otros grados de ciencias y humanidades. En él centramos nuestra conversación.

¿A quién va destinado su libro? ¿Hay que estar puesto o muy puesto en temas epistemológicos para poder seguirlo?

El libro va principalmente destinado a los alumnos del grado de Filosofía, pero puede ser leído por cualquier persona que tenga interés por lo que los filósofos han pensado sobre la ciencia a lo largo del siglo XX y lo que llevamos del XXI.

¿Sobre qué asuntos reflexiona e investiga la filosofía de la ciencia?

La filosofía de la ciencia reflexiona fundamentalmente sobre los aspectos lógicos, epistemológicos, metodológicos, axiológicos, ontológicos y prácticos de la ciencia. Reflexiona sobre la ciencia en tanto que actividad humana, así como sobre su producto, que es el conocimiento científico.

¿Son términos equivalentes metodología de la ciencia, epistemología, gnoseología y filosofía de la ciencia?

No, no lo son. Epistemología y gnoseología sí podrían considerarse como sinónimos, y significan “estudio sobre el conocimiento”. En tal sentido, son equivalentes a ‘teoría del conocimiento’, aunque hay quien reserva el término ‘epistemología’ para el estudio del conocimiento científico, y entonces sería sinónimo de ‘filosofía de la ciencia’, pero este uso es ya poco frecuente. En cuanto a la metodología de la ciencia, puede considerarse como una parte de la filosofía de la ciencia.

Sobre el subtítulo del libro: “Ciencia, racionalidad y realidad”. ¿Ciencia y racionalidad son términos sinónimos?

Desde los inicios de la ciencia moderna, con Galileo y Newton, la ciencia se ha considerado el paradigma de la racionalidad humana, el ejemplo más logrado de lo que puede lograr la razón cuando se somete únicamente a los dictados de la lógica y del respeto por los datos empíricos. No obstante, algunos filósofos influyentes, como Thomas Kuhn, Stephen Toulmin o Paul Feyerabend, pusieron en duda en los años 60 que la racionalidad científica pudiera encerrarse en esos márgenes estrechos, e insistieron en que otros factores, como ciertos factores sociales, culturales, ideológicos incluso, pueden formar parte de esa racionalidad (y no necesariamente convertirse en sus enemigos, como pensaban los neopositivistas). El más radical de ellos fue Feyerabend, que defendió la tesis de que el progreso científico exige dejar al margen a veces lo que en ese momento se considera racional debido sobre todo al peso de las viejas teorías. En su opinión, el científico creativo es aquel que se opone a la racionalidad establecida y consigue establecer una nueva racionalidad una vez que sus ideas triunfan. Quizás sería sobre todo el caso de Einstein el que Feyerabend tendría en mente al decir esto.

¿La filosofía de la ciencia debería ser una disciplina descriptiva o normativa?

Ambos aspectos han sido relevantes, como explico en mi libro, pero ambos tienen sus limitaciones. También tiene una importante función interpretativa, es decir, ofrece reflexiones acerca del modo en que la ciencia debe entenderse en el contexto de la cultura actual.

¿Cuál es la relación entre la filosofía de la ciencia y disciplinas próximas como la historia de la ciencia, la sociología de la ciencia o la política de la ciencia? ¿Relaciones de buena convivencia? ¿De alimento mutuo? ¿De subordinación?

Yo diría que no solo relaciones de buena convivencia, sino que la filosofía de la ciencia tiene cosas importantes que aprender de todas estas disciplinas, particularmente de la historia de la ciencia, en cuyos datos y análisis debe apoyar además sus propuestas filosóficas.

¿No deberían los filósofos que se dedican a estos temas tener más en cuenta las reflexiones y sugerencias de los propios científicos? Pienso, por ejemplo, en Poincaré, Einstein, Gould, Weinberg, Russell y en tantos otros.

Los filósofos de la ciencia tienen muy en cuenta todo lo que dicen y hacen los científicos, pero no debe perderse de vista que cuando un científico ejerce como filósofo o metodólogo puede estar bebiendo de fuentes filosóficas inapropiadas o ya superadas. Por ejemplo, la insistencia de Newton en que él había procedido siempre utilizando el método inductivo y que jamás había inventado hipótesis era falsa; estaba movida por prejuicios filosóficos de la época, y causó más mal que bien en siglos posteriores. Otro ejemplo que podría valer es la insistencia actual de muchos científicos en caracterizar a la ciencia como conocimiento falsable, asumiendo una versión simplificada y muy discutible de las tesis de Popper. En todo caso, los nombres que se citan en la pregunta son de científicos que hicieron efectivamente aportaciones de interés para entender la ciencia contemporánea, incluso en el caso de Weinberg, que aunque despreciaba la filosofía por su inutilidad, obligó con sus reflexiones a los filósofos de la ciencia a pensar sobre ese mismo problema de las relaciones entre la ciencia y la filosofía.

¿Se puede hablar propiamente de método científico? ¿Un método, una forma de hacer ciencia, común a las disciplinas científicas naturales y sociales?

Hay en la actualidad un consenso bastante amplio entre los filósofos de la ciencia en que eso que se suele llamar ‘El Método Científico’, en singular y con mayúsculas, entendido como un procedimiento común a todas las ciencias que garantiza la verdad de los conocimientos, es solo una ficción simplificadora sin ninguna utilidad real. Lo que suele designarse como tal en los capítulos introductorios de los manuales científicos (analizar el problema, elaborar hipótesis, contrastar las hipótesis, desechar las que choquen con los hechos, aceptar las que encajen con los hechos, revisarlas a la luz de las nuevas evidencias, etc.) es un conjunto de pasos tan amplio y general que no sirve a ningún científico para su práctica cotidiana y además pueden describir el modo en que se procede también en otros ámbitos que no son científicos. Si, por el contrario, descendemos a los detalles y analizamos los procedimientos metodológicos concretos y reales que se emplean en alguna ciencia, estos coincidirán solo parcialmente con los de otras ciencias. En resumen, aunque no exista un método científico único (más que como reconstrucción racional carente de utilidad práctica), sí que existen los diversos métodos de las diversas ciencias, métodos que van cambiando y mejorando con el tiempo.

¿Existe una definición compartida de teoría científica? ¿Existe algún ‘aire de familia’ entre todas ellas a pesar de su evidente diversidad?

En un sentido básico, se entiende por teoría un conjunto de enunciados o de modelos (según las interpretaciones) estructurados de forma sistemática, que goza de un fuerte apoyo empírico o que, estando en sus fases iniciales, parece prometedor en sus resultados. Hay tres formas fundamentales de entender las teorías. En primer lugar, tenemos la concepción sintáctica, para la cual las teorías son un conjunto de enunciados formulables matemáticamente y estructurados jerárquicamente, de modo que unos funcionan como leyes fundamentales de las que son derivables los otros. Estos enunciados se interpretan conectándolos con la evidencia empírica mediante reglas de correspondencia. En segundo lugar, está la concepción semántica, que concibe las teorías como conjuntos de modelos, no de enunciados. Finalmente, para la concepción pragmática, las teorías son un abigarrado conjunto de enunciados, modelos y otros elementos matemáticos y no matemáticos (metáforas, analogías, valores, etc.) que tratan de dar cuenta de la realidad y de predecir su comportamiento.

¿Y cuál de estas tres aproximaciones le parece a usted más relevante? Dicho más directamente, ¿cuál es la suya?

Yo me inclino por la concepción pragmática de las teorías. Creo que las otras dos fuerzan demasiado a las teorías científicas reales para que encajen en su molde, o, por decirlo de otro modo, estas quedan demasiado transformadas cuando son reconstruidas según esos patrones, aunque ello se haga por mor de la claridad. La concepción pragmática o pragmatista deja más espacio para una visión pluralista de la ciencia, con la que simpatizo.

¿Qué balance hace del neopositivismo lógico? ¿Fueron tan “poco sofisticados”, tan chato-positivistas como a veces se afirma?

El positivismo lógico recibió un juicio bastante radical e injusto por parte de los filósofos posteriores. Supongo que a ello contribuyó su fuerte actitud anti-metafísica. Sin embargo, en los últimos años ese juicio se está revisando, dado que una serie de detallados estudios históricos está poniendo de relieve que las posiciones reales que mantuvieron los miembros del Círculo de Viena fueron mucho más matizadas y diversas de lo que nos decía el cliché transmitido. A mí me gusta señalarles a los alumnos que el neopositivismo fue probablemente la corriente filosófica más autocrítica de nuestro tiempo, una de las que más hizo por introducir el rigor y la argumentación cuidadosa en la filosofía contemporánea, y una gran promotora de la discusión conjunta de las ideas filosóficas. Esos son rasgos que muchos consideramos muy deseables en la filosofía. Es algo que deberíamos agradecer a los neopositivistas.

¿Por qué un filósofo de la altura de Otto Neurath, uno de los redactores del Manifiesto del Círculo de Viena, sigue siendo tan poco estudiado en nuestro país?

Esa es una buena pregunta, y no solo ha sido descuidado en nuestro país. Afortunadamente, en los últimos años, gracias a estos estudios a los que me refería antes, el interés por su figura ha ido aumentando.

¿Ha sido Sir Karl Popper el gran filósofo de la ciencia del siglo XX? ¿Hay alguna relación entre sus posiciones políticas y sus concepciones metacientíficas?

Para la mayoría de la gente probablemente sí, es el filósofo de la ciencia más conocido, aunque supongo que el puesto estaría muy disputado con Thomas Kuhn. Popper, en efecto, establece una conexión muy importante entre sus posiciones epistemológicas y su defensa de la democracia. En su opinión, el error común al racionalismo y al empirismo clásicos estuvo en no distinguir el problema del origen del conocimiento del problema de su validez. Popper propone reemplazar la pregunta ‘¿Cuáles son las mejores fuentes del conocimiento?’ por esta otra: ‘¿Cómo podemos detectar y eliminar el error?’. Y la respuesta es: criticando nuestras teorías. Del mismo modo, cree que en política la pregunta ‘¿Quién debe gobernar?’ es una pregunta mal planteada, porque cualquier respuesta conduce siempre al autoritarismo. La pregunta correcta debería ser: ‘Dado que siempre cabe la posibilidad de tener un mal gobierno, ¿cuál sería la forma más fácil de desembarazarse de él?’. Y la respuesta es la democracia.  Por otro lado, su defensa del liberalismo político está enraizada en su falibilismo.

Considera usted, así lo señala en el libro, que la tesis de la inconmensurabilidad de las teorías científicas es el problema más profundo e interesante ligado a las filosofías de Kuhn y Feyerabend. ¿Dónde reside la profundidad de esta conjetura metacientífica? ¿Existe inconmensurabilidad entre, por ejemplo, la mecánica clásica y la relativista es su opinión?

El problema de la inconmensurabilidad de las teorías científicas rivales es profundo e interesante, en efecto, y ha tenido influencia más allá de la filosofía de la ciencia, puesto que se ha hablado incluso de la inconmensurabilidad de las tradiciones culturales. Sin embargo, con la perspectiva actual podemos decir que se sobrevaloró la importancia de sus efectos. Entendida la inconmensurabilidad, como hizo Kuhn en sus últimos trabajos, como una falta de solapamiento perfecto entre las taxonomías ontológicas establecidas por las teorías rivales, o como dificultades en la traducción entre los términos centrales de esas teorías, puede detectarse, en efecto, esa dificultad en ciertos casos. Por ejemplo, como señalaba Kuhn, la masa newtoniana no es traducible de forma neutral a la noción einsteiniana de masa, puesto que en la teoría de la relatividad la masa varía con la velocidad, mientras que en la mecánica newtoniana no lo hace. Ahora bien, lo que diversos filósofos de la ciencia pusieron en cuestión tras los análisis de Kuhn y Feyerabend sobre este asunto fue que esa dificultad de traducción o esa falta de solapamiento perfecto impidieran una comparación objetiva y neutral entre teorías rivales.

¿Podemos trazar una línea de demarcación nítida entre las ciencias y las pseudociencias? ¿Hablar de ‘mala ciencia’ es equivalente a hablar de pseudociencia?

Podemos separar con nitidez entre ciencia y pseudociencia, pero no `podemos hacerlo con un criterio único y simple como la verificabilidad, la confirmabilidad o la falsabilidad. Hacen falta una serie de criterios (no demasiado difíciles de identificar) que nos ayuden a emitir un juicio en cada caso. El hecho de que esos criterios sean multifactoriales no impide que el juicio sea claro y contundente cuando el asunto se ha analizado con detenimiento.

¿Nos puede poner algunos ejemplos de pseudociencias? ¿Lo serían el psicoanálisis o el marxismo? ¿Dónde reside su peligro desde su punto de vista?

El psicoanálisis y el marxismo, junto con la astrología, eran los ejemplos de pseudociencias favoritos de Popper, sin embargo, a mí no me parecen buenos ejemplos desde la perspectiva actual, porque ninguno de ellos pretende ser una ciencia, y para ser una pseudociencia es requisito imprescindible querer ser una ciencia sin serlo realmente. En el caso del marxismo eso parece ya ampliamente aceptado, es decir, que se trata de una ideología o de un enfoque filosófico, pero no de una disciplina científica, y en el caso del psicoanálisis parece que es también la actitud mayoritaria entre los psicoanalistas el no considerarlo como una disciplina científica. Los ejemplos más relevantes de pseudociencias que habría que señalar hoy, por su importancia social y su grado de aceptación, serían la homeopatía, el Diseño Inteligente, la parapsicología, la astrología, la ufología o la cienciología. A ello habría que añadir las doctrinas anticientíficas, que no llegan a ser pseudociencias propiamente dichas, porque no están lo suficientemente articuladas, pero hacen un daño similar, como serían el negacionismo climático, el negacionismo del holocausto, el terraplanismo o el movimiento antivacunas. Todas ellas constituyen las formas actuales de irracionalidad ligadas a la ciencia, puesto que rechazan las ideas científicas establecidas para promover otras que carecen de fundamento, aunque son presentadas por sus defensores como siendo más fiables que las de la ciencia, creando la impresión de que hay polémicas donde en realidad no las hay.

Cuando se habla de realismo científico, ¿de qué se habla exactamente? ¿Los científicos suelen ser realistas?

El realismo científico es básicamente la unión de una tesis ontológica, una tesis epistemológica y una tesis semántica. La tesis ontológica afirma que las entidades teóricas postuladas por las teorías científicas existen (aunque podamos cometer errores al respecto). La tesis epistemológica afirma que las teorías científicas son aproximadamente verdaderas y progresan hacia un mayor grado de verdad. La tesis semántica sostiene que la verdad ha de interpretarse en el sentido clásico de la correspondencia entre nuestros enunciados y la realidad. Sobre el grado de adhesión de los científicos al realismo, si es que han considerado la cuestión, hay de todo. Hay científicos realistas y científicos no realistas. Podría pensarse, quizás, que donde menos realistas debería haber es en la física, pero incluso allí, según algunas encuestas, el número de los que se declaran realistas es mayoritario.

¿Y por qué debería haber menos científicos realistas en el ámbito de la física? ¿Una consecuencia de la interpretación hegemónica de la mecánica cuántica y del principio de incertidumbre?

En efecto, dado que la interpretación más aceptada de la mecánica cuántica ha sido la interpretación de Copenhague, y dado que esa interpretación es claramente antirrealista, podría pensarse que los físicos, educados en esa interpretación, deberían serlo también. Sin embargo, un estudio empírico publicado recientemente en la revista Philosophy of Science, realizado con 1.798 científicos de diferentes campos (física, química, biología, economía, psicología, sociología, y antropología, junto con algunos profesionales del campo de la historia y la filosofía de la ciencia), ha proporcionado unos datos interesantes. Resulta que los científicos naturales son más realistas que los científicos sociales, y que los físicos –sorprendentemente, al menos para mí– son los que aceptan el realismo ontológico y el epistemológico en una proporción mayor. Resulta, además, que los más antirrealistas de todos son los profesores de historia y la filosofía de la ciencia.

Tomemos un descanso si le parece.

Me Parece.

Fuente: https://rebelion.org/podemos-diferenciar-con-nitidez-ciencia-y-pseudociencia-pero-no-con-un-criterio-unico-y-simple/

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Realismo para 2021

Por: Enrique Arias Vega


Se dice que un “pesimista es un optimista bien informado”. No debemos andar muy bien de información, por consiguiente, ya que hemos puesto todas nuestras esperanzas en 2021, como si este año fuera a dar un vuelco en nuestras vidas, estragadas por la pandemia del COVID-19.

Pero, de verdad, lo único que tenemos real en nuestro horizonte es la vacuna, cuyos efectos positivos en forma colectiva sólo se verán en la segunda mitad del año. En lo demás, partimos de unos umbrales tan bajos que bastante haremos con que 2021 sea simplemente malo y no pésimo, como el año que hemos dejado atrás.

Las previsiones estadísticas de crecimiento del PIB, sean las del Gobierno, con un 9,8%, o las más realistas del Banco de España, entre el 4,2 y el 8,6%, apenas si serán un parche para nuestra maltrecha economía, de la que dejo sólo dos datos, para hacernos una idea: el turismo ha bajado a niveles de hace 30 años y las pérdidas estimadas de la hostelería son de 67.000 millones de euros.

Por eso, pese a tener los presupuestos más expansivos de la historia, y la ayuda irrestricta de la Unión Europea, la recuperación será renqueante, a largo plazo y con la hipoteca de un déficit público y una deuda que, aunque sólo sea en parte y en condiciones ventajosas, habrá que devolver.

Por eso, no es solamente que hayamos perdido un año de nuestras vidas, sino que el recuperar los niveles de antes puede llevarnos un decenio. Sí, ya sé que eso es pecar de brutal pesimismo, pero me remito al comienzo de este artículo para justificarlo.

Tenemos problemas económicos mayores que otros países, pero no sólo esos, sino también sociales, políticos, institucionales,… con unos partidos a la greña, unos ciudadanos con pocas ganas de entenderse unos con otros y frentes abiertos en muchos ámbitos, desde la cuestión catalana a la monárquica, por citar sólo los más evidentes.

Pero, como insisto a lo largo de este texto, ser realistas en 2021 nos evitará la frustración de expectativas no cumplidas y poder poner los instrumentos para intentar alcanzarlas de verdad en vez de pensar que por arte de magia un milagroso 2021 solucionará todos nuestros problemas.

Fuente: https://www.diariocritico.com/

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