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“La representación de las mujeres hoy en los gobiernos democráticos es realmente muy baja”

Por: Karina Batthyány

Hoy te propongo que hablemos de participación y representación política de las mujeres. Y tú dirás por qué este tema ahora: hay un gran evento que ocurrió este domingo que es la elección de Elisa Loncón para presidir la Constituyente chilena. Y otro evento recordatorio en este caso que fue el recordar un domingo 3 de julio de 1927 en que por primera vez en Sudamérica las mujeres votaban (hace 94 años): en este caso en Uruguay, mi país, en un plebiscito departamental, aunque a nivel nacional recién el voto se concretó varios años después, pero ese 1927 marcó un hito en Sudamérica.

Entonces, trayendo los dos eventos, uno de la actualidad y de la importancia que tiene la elección de una mujer representante de los pueblos originarios para presidir la Constituyente chilena; y un recuerdo de hace casi un siglo de cuando por primera vez pudimos decir algo, en términos electorales, las mujeres.

Y por eso te propongo repasar un poquito esas primeras formas de gobierno democráticos a nivel mundial, donde no incluyeron a las mujeres como integrantes de la ciudadanía. Es decir, las mujeres no teníamos derecho a ser ciudadanas. La democracia como la entendemos hoy, es decir, como un gobierno representativo elegido periódicamente por el voto de todos y todas, ha sido históricamente el fruto en realidad de un proceso lento y difícil de reconocimiento de los derechos de ciudadanía para algunos grupos y particularmente para las mujeres.

Recordemos que la declaración inicial tan recordada y que tanto nos enseña además en el marco de los sistemas educativos, la declaración que se realizó durante la Revolución Francesa, de los famosos Derechos del Hombre (masculino) y del Ciudadano (en masculino también), es una declaración de principios sobre la igualdad pero que no incorporaba a las mujeres. Es decir, directamente las mujeres estaban excluidas del concepto de ciudadanía y se explicaba en esos momentos que era justamente porque teníamos una naturaleza diferente, más allá de que por supuesto ya en ese tiempo también existían muchas voces –masculinas y femeninas, pero sobre todo femeninas–, que planteaban esta necesidad de extender los derechos políticos a todas las mujeres y también a todas las clases sociales, que era otra razón de exclusión de los derechos de la ciudadanía.

Entonces, esa definición inicial de la categoría de ciudadanía y de la categoría por lo tanto de ciudadanos y ciudadanas, a partir de la Revolución Francesa está muy marcada por esta idea del patriarcado que no reconoce a las mujeres como ciudadanas. De a poco esto fue cambiando, muy de a poco, y se fueron incorporando la idea de inclusión también de las mujeres como ciudadanas.

Hoy qué es lo que está ocurriendo: podemos encontrar distintas realidades cuando observamos nuestras sociedades latinoamericanas, pero primero antes miremos qué pasa en el mundo. Lo decíamos en alguna columna de InfoCLACSO hace algunos meses, que si miramos todos los países, los gobiernos, solamente en 22 vamos a encontrar jefas de Estado o de Gobierno mujeres. Y además encontramos hoy en día también prácticamente 120 países donde nunca en toda su historia ha habido una mujer al frente de la presidencia o similar como se llame el cargo en capolitica de las mujeres

da uno de los países. Y además, a nivel mundial, las mujeres sólo estamos representadas en un 25% en los parlamentos nacionales de los países y en un 36% de los cargos electos de distinto tipo, sean cargos a nivel nacional o subnacional.

Por tanto, la representación de las mujeres hoy en estos gobiernos democráticos es realmente muy baja. Y esto tiene problemas no solamente porque es injusto en la medida que las mujeres somos la mitad de la población, sino porque como se ha mostrado en muchos estudios, cuando las mujeres estamos infrarrepresentadas las políticas que se aprueban y se deciden, no reflejan las necesidades y las prioridades de esa mitad de la población que aproximadamente somos las mujeres a nivel mundial. Y creemos que es necesario avanzar en esa representación que incorpore a las mujeres no solamente en el derecho a votar, sino en el derecho a ser elegidas y que esto se concrete.

A nivel de América Latina, tenemos un promedio regional que no llega al tercio. Es decir, si tenemos que recordar una cifra, siempre que nos pregunten sobre este tema, recordemos el tercio: las mujeres estamos en el 31% de los parlamentos a nivel de América Latina y el Caribe, un poquito más bajo a nivel de los ministerios en un 28%, y todavía bastante más bajo en el 15% si miramos las alcaldías o gobiernos sub-nacionales. Obvio que estos números van cambiando porque hay designaciones sobre todo a nivel de los ejecutivos, de los ministerios, que pueden modificar de un día a otro los temas. Pero en términos de tendencia recordemos que es un tercio. Y eso a pesar de los avances que han habido por medio de los que se llaman las medidas afirmativas, medidas de cuotas, medidas de paridad, para que las mujeres tengan una mayor representación en los distintos espacios de decisión.

Y solamente estoy hablando hoy de los espacios de decisión a nivel de la representación o de la elección política. Pero esto también se aplica en otros espacios de poder de la sociedad, porque cuando vamos a analizar la participación a nivel de los sindicatos, a nivel de las empresas, a nivel de las universidades, por ejemplo, también encontramos esa infrarrepresentación femenina.

Entonces, este es un tema que nos tiene que llamar, convocar a la acción y a seguir planteando la necesidad de que tanto mujeres como varones estemos debidamente representados en los distintos espacios de la sociedad. Por eso quería traer este tema hoy. No tengo que decirte que si además abrimos ese colectivo de mujeres –yo hablé aquí solamente de mujeres–, pero si ese colectivo lo abrimos por otras de las dimensiones de las desigualdades que hemos hablado aquí en InfoCLACSO, la situación es más compleja todavía: si lo abrimos por edad, jóvenes; si lo abrimos justamente por la dimensión étnica o racial todavía es complicada la representación. Entonces, hoy quería colocar este tema a partir de estos dos acontecimientos que mencioné al inicio.

-Sí, claramente iba a ser uno de los temas que también va a circular en todo Info CLACSO y es interesante que tú lo anuncies con estas cifras que ponen en contexto la valorización de lo sucedido en esta Convención Constituyente que entendemos tiene una dimensión de impacto mucho más allá de Chile que es en algún punto un faro, porque se trata de la Primera Convención Constituyente en donde esta paridad se da y se consigue. Entonces me parece tiene una dimensión que por ahí inclusive en Chile no sé si hay dimensión del impacto a nivel regional…

-Absolutamente. Y sabiendo además que van a estar las palabras de la presidenta aquí en InfoCLACSO, nos parecía más que oportuno colocar el tema y mostrar que efectivamente se puede trabajar con criterios de paridad y se pueden hacer transformaciones tan importantes como las que van a empezar a ocurrir en este proceso Constituyente de Chile al frente de su presidenta. Creo que este tema tenemos que seguirlo analizando, tenemos que seguirlo de cerca, y no tengo dudas que el proceso de Chile va a tener un impacto más allá de lo simbólico, también en este punto en la realidad regional latinoamericana.

-Karina, la semana pasada tú hablabas de diversidad aquí en el programa y en las últimas horas no enteramos de un nuevo asesinato, un crimen de odio como se suele llamarse: un joven de tan solo 24 años fue asesinado a golpes en España. Realmente está teniendo repercusión esta nueva situación que entiendo está en investigación, pero que es una de las noticias de impacto de las últimas horas.

-Absolutamente. Y refiere lo que hablamos la semana pasada el tema de no respetar las distintas identidades, de no respetar la diversidad, y este es un nuevo crimen de odio por los indicios que hay. Efectivamente está presente en todas las noticias, en todos los portales, así como también la represión que hubo a jóvenes y algunos no tan jóvenes que salieron a protestar por este crimen de odio en las calles de Madrid y fueron reprimidos bastante brutalmente por la policía. Lamentablemente es un tema que se repite y es un tema que como dijimos la semana pasada no podemos dejar pasar inadvertido, también tenemos que desde en InfoCLACSO llamar la atención y denunciar este tipo de acontecimientos.


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La identidad y narrativa de la mujer contemporánea

Por:  Lorena García Caballero

Pongamos atención a los discursos e ideas que expresamos. Muchas veces, nosotras mismas perpetuamos prácticas que violentan, invalidan o minimizan al otro.

La representación de la mujer en el cine, en la literatura y en su papel como lectora, es una cuestión que atañe directamente a la vida de todas y cada una de nosotras. Dependiendo de las historias que nos contamos, cómo lo hacemos y hacia quién las dirigimos, es como creamos, reafirmamos y reinventamos nuestras identidades.

En la misma universidad he notado algunas veces que a mujeres estudiantes se les dificulta hablar en primera persona femenino cuando se refieren a la actividad “del arquitecto”, “del ingeniero”, “del mercadólogo”, etc., cuando en realidad, deberían de presentarse al mundo seguras y –sin dudarlo– hablando desde el “yo” y desde lo que estudian en una acepción femenina. El lenguaje configura la realidad, la moldea y nos hace partícipes de la misma.

En la medida en que nos apropiamos de la palabra hablada, escrita y narrada en distintos medios, también nos hacemos visibles con todo y nuestras problemáticas, la manera en la que enfrentamos el día a día y los retos internos y externos que nos imponemos de manera real, imaginada y proyectada por nosotras mismas y por el colectivo sociocultural.

“El empoderamiento de las mujeres y nuestro papel en la narrativa escrita, hablada y visual, están íntimamente relacionados”.

Una actividad aparentemente sencilla, pero con gran impacto, es la narrativa personal autodirigida. Llevar una bitácora que registre lo que siento, lo que pienso y narrarlo desde la primera persona en femenino, me hace ver mi vida y mi situación en perspectiva. Por ejemplo: “Soy narradora”, “soy creadora”, “soy protagonista”, “soy productora”, “soy lectora”, etc. Todas estas posibilidades me incentivan a sentirme más cómoda en mi piel, en mi realidad. Ayudan a que me reconcilie conmigo misma y que las luchas que han librado otras mujeres para que se escuche mi voz, hagan eco y encuentren cobijo en la reconciliación y la coherencia que le doy a mi narrativa personal.

En el ámbito académico, así como también en la industria literaria, cinematográfica y publicitaria, las mujeres y los hombres hemos alzado la voz para generar un cambio. Hemos propuesto campañas, slogans, historias y el uso del lenguaje inclusivo con el fin de minimizar el impacto negativo de los estereotipos creados y perpetuados en las industrias creativas. Tanto el uso del lenguaje inclusivo y lo que llamaría “gramática del empoderamiento” son dos herramientas que, en conjunto, hacen referencia a una narrativa personal que devuelve el poder y la confianza en sí mismo(a), al tiempo que abre la puerta a nuevas posibilidades de repensar la identidad propia.

Como casos de éxito en el campo de la narrativa, me gustaría mencionar las aportaciones de David Epston y Michael White (1992), quienes se basaron en la teoría constructivista, adaptándola al uso de medios narrativos para emplear terapéuticamente la palabra hablada y escrita. Estos autores han sido críticos en cuanto a cómo algunas personas nos sentimos con cierta desventaja respecto de otras en nuestro entorno, por ejemplo, padres, profesoras, jefes(as), personas que parecen estar por encima de nosotras y a cuyas palabras y narrativa sobre nuestra persona les damos mucho peso. Lo que hace que estas historias se vuelvan en dominantes –que no quiere decir verdaderas– pero a las que damos por hecho cuando no tomamos en cuenta historias alternativas, incluidas las de nuestra propia voz, las de nuestra sensación, memoria y narración, durante el suceso a narrar y después visto en retrospectiva.

El trabajo de Epston y White se ha centrado en otorgar un nuevo modelo de pensamiento y verbal para contrarrestar lo que ellos denominan el “problema–etiqueta”. Básicamente consiste en tomar distancia de lo que pensamos sobre nosotras mismas o de nuestra vida como un problema o estereotipo. En otras palabras, cuando los miembros de una familia, los amigos, los vecinos, los compañeros de trabajo o los profesionales piensan que una persona ‘tiene’ una cierta característica o un problema determinado, están ejerciendo un poder sobre ella al “representar” este conocimiento sobre la persona (Castillo, Ledo & Pino, 2012).

El uso de la metáfora y otras figuras literarias en cómo nos hablamos y describimos a nosotras mismas y nuestra situación existencial, también ayuda a empoderarnos y repensarnos desde espectros identitarios más amplios. Cómo comunicamos esto a los demás puede reforzar esta postura o hacerla tambalear.

Algo que adapté de las aportaciones de los autores mencionados arriba al caso concreto del empoderamiento femenino, fue trasladar el recurso teórico del “problema-etiqueta” que proponen a estereotipo o “narrativa tóxica” –como les llamo–. Lo que estos autores vieron en el plano de la terapia, lo he llevado al aula con el empleo de bitácoras personales, en donde indico que es importante escribir una historia personal y poner las versiones de “cómo lo dirían mis padres o tutores”, “cómo la narraría un amigo o amiga cercano(a)”, y “cómo lo narro yo”. Después de esto, realizo un trabajo de análisis, igual que los terapeutas que cito –y en cuyo trabajo me inspiro– para adaptarlos al ámbito educativo. Una de las cosas que he notado es que mis estudiantes –tanto hombres como mujeres– tienden a sentirse más aliviados(as) al releer lo que escribieron al cabo de dos días que es cuando tenemos la siguiente sesión.

A partir de este ejercicio de narrativas, incentivo a mis estudiantes varones y mujeres– que cuenten cómo han sido partícipes en la desigualdad de género, describiendo lo que han hecho o dicho que pudiera desplazarlas (en el caso de ellas) a un papel secundario en su propia historia. En el caso de ellos: qué partes de sus narrativas han omitido, minimizado o violentado el rol de alguna mujer en su vida y cómo podrían relatarlo de manera diferente.

Otro aspecto que me parece importante trabajar para mejorar es lo concerniente al lenguaje inclusivo. Tanto expertos como mis propios alumnos en clase opinan que no basta con decir “l@s”, o “todes”. Creen que debemos de trabajar en la base, es decir, lo que subyace a nuestra manera de hablar de las cosas. Esta base tiene tanto que ver con cuestiones culturales como sociohistóricas. Partiendo de esta observación, mi propuesta de trabajo se orienta más a indagar en el nivel discursivo. Esto quiere decir que me parece más importante poner la atención en el contenido de lo que se dice que en el cómo se dice. Si bien es cierto que el “todes” o “todas/ todos” pretenden hacer un trabajo de inclusión, si no lo logran, al menos ponen de relieve que algo en la palabra que se escribe con un cierto énfasis apunta a una cosa más, en este caso podría ser el señalamiento a la sensación de malestar o injusticia porque históricamente se ha hablado de todos en plural masculino, o en “él” también tomando como parámetro al hombre. No quiero decir que dejemos de hacer estas prácticas en el lenguaje, pero propongo que vayamos más allá y empecemos a observar, reflexionar y cuidar el contenido de lo que decimos. ¿Qué hay de trasfondo en nuestras palabras? ¿Las ideas que expresamos o proponemos tienen cierta carga de exclusión, sexismo o machismo? De ser así, parte de nuestra narrativa personal también tendría como labor importante la de responsabilizarnos de lo que decimos.

Para ahondar más en este tema, les sugiero la revisión de los elementos teóricos propuestos por la filósofa Julia Kristeva en su obra Extranjeros para nosotros mismos (1991), en donde lleva al plano de lo simbólico lo que nos identifica de algunos elementos heterogéneos que pueden irrumpir en esa identidad o, por el contrario, complementar. Como ejemplo, algunas cuestiones que podemos considerar como parte o abono a la identidad serían: el lenguaje expresado desde el “yo”, la aceptación del propio cuerpo y la importancia y respeto al mismo en tanto que nuestra apertura al mundo y a los otros, el amor propio y la empatía pensada desde una comprensión integral de mí misma y, desde allí, al acercamiento respetuoso con el otro. Algunos ejemplos de elementos heterogéneos: el autorechazo, la autocrítica, la sensación y/o sentimiento de que nuestro cuerpo es ajeno o tiene menos valor que el “yo” en su totalidad, prácticas de discriminación que parten de ver en el otro cosas que nos desagradan de nosotras mismas, darle más poder a lo que otros opinan o dicen de nosotras mismas, más que nuestra propia opinión.

También las invito a compartir sus experiencias educativas en este tema con el fin de aprender juntos cómo empoderarnos a nosotros/as mismos/as y ayudar a nuestras y nuestros estudiantes también a que lo lleven a cabo en su vida. Los invito a prestar más atención a las creencias, discursos e ideas que expresan, comparten o piensan para que seamos cada vez más conscientes de cómo nosotras mismas perpetuamos, muchas veces, prácticas verbales que violentan, invalidan, humillan o minimizan al otro. Les invito a ser observadores/as meticulosos/as y que incentivemos a nuestros y nuestras estudiantes a que lo sean también.

Fuente: https://observatorio.tec.mx/edu-bits-blog/identidad-y-narrativa-de-la-mujer-contemporanea

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