Redacción: El País
El país se enfrenta a una grave escasez de viviendas sociales. La elitización del centro de las ciudades y la devolución de propiedades confiscadas durante época comunista expulsan a los inquilinos con pocos recursos. Entre ellos, la comunidad romaní, unos 2,5 millones de una población de 19. El 90% de ellos vive en pobreza extrema y son víctimas de racismo. Un ejemplo se vive en Pata Rat, a las afueras de Cluj-Napoca, en un basurero donde viven cuatro comunidades gitanas.
Pata Rat es una zona de las afueras de Cluj-Napoca, una ciudad al norte de Rumanía, en la que existe un basurero donde viven cuatro comunidades gitanas. Hace dos años, las autoridades desalojaron por la fuerza a unos 300 habitantes —romaníes en su mayoría— de la calle Coastei. Desde entonces, la mayor parte vive al lado de este basurero, donde también hay un vertedero de residuos químicos. Actualmente residen ahí 80 familias, formadas por unas 400 personas, además de otras 2.100 en las áreas circundantes. Se estima que unas 1.500 son niños, según la ONG Small Steps Project, que realiza labores de asistencia social en este lugar. El vertedero existe desde hace más de 20 años y tiene un tamaño de unas nueve hectáreas.
Rumanía se enfrenta a una grave escasez de viviendas sociales. La elitización del centro de la ciudad y la devolución de las propiedades privadas confiscadas durante la época comunista expulsan a los inquilinos con pocos recursos. «Cada año se desplaza a miles de personas, y en el futuro serán más. La asequibilidad de la vivienda se tiene que convertir en una prioridad política. De lo contrario, lo que vemos hoy en día no será más que el principio de la favelización de Rumanía», denuncia Adrian Dohoratu, un activista por el derecho a la vivienda y actualmente miembro del Parlamento.
Los problemas de escasez se deben en parte a la ley de restitución (10/2001), que aunque parece tener solo efectos localizados, ha sido en realidad muy destructiva, produciendo oleadas de desalojos, gentrificaciones, aumentos de alquileres y transformaciones de viviendas en otros proyectos con fines de lucro. Esta ley fue respaldada por el discurso anticomunista dominante, que afirma que el régimen socialista perjudicó a los propietarios de entreguerras cuando nacionalizó sus propiedades, y que estos y sus herederos tienen derecho legítimamente a recuperarlas, independientemente de lo que pueda suceder a los inquilinos que actualmente las habitan. Esos vecinos que ahora se ven afectados por los desalojos pertenecen, a menudo, a grupos sociales vulnerables. Los desahucios casi no reciben atención de los medios de comunicación y los desalojados apenas cuentan con apoyo de las autoridades y de la opinión pública, porque el derecho de propiedad prevalece sobre el de los inquilinos y porque las personas que pertenecen a grupos sociales vulnerables están sometidas a un estigma social invisibilizado y marginado.
«Hay gente que nos dice que acabaremos donde nos merecemos. Así nos sentimos cuando nos trasladaron al vertedero, y así es como los rumanos ven a los gitanos, como basura. Lo único que falta en Pata Rat es la famosa verja con el lema Arbeit macht frei [El trabajo hace libre, que figuraba a las puertas del campo de concentración nazi de Auschwitz]», lamenta Pepe, uno de los desalojados.
La comunidad, niños incluidos, realiza trabajos marginales en el vertedero. Mientras que los ecologistas y algunos habitantes de la ciudad quieren que las autoridades lo limpien, otros dependen de él para ganarse la vida. Familias enteras sobreviven con los ingresos que obtienen de los residuos reciclables que sacan de los montones con sus propias manos. Las infecciones y las enfermedades son frecuentes, y un niño murió aplastado por un camión, según narró su propia madre.
Los grupos más pobres y aislados viven en la parte superior del vertedero de Pata Rât, donde las condiciones higiénicas son deficientes, pues no hay centros médicos ni agua corriente. La única ayuda que llega de fuera de la comunidad es la de algunas ONG y la de la Iglesia ortodoxa, que ha instalado una capilla.
Los niños son los más afectados; suelen sufrir discriminación en el colegio, y de hecho, no asistieron a la escuela hasta que los trabajadores sociales del proyecto Pata-Cluj comenzaron a inscribirlos y llevarlos a Cojocna y Cluj, a las escuelas que accedieron a aceptarlos. El hecho de que los colegios piensen si los admiten o no da una idea de la discriminación que sufren.
La Comisión Europea indica que el 26% de los romaníes sufrió segregación en las escuelas ordinarias. La Agencia Europea de Derechos Fundamentales (EUFRA, 2008) ha reconocido recientemente que los niños romaníes, a pesar del número creciente de programas que se les dedican, siguen sufriendo niveles particularmente altos de discriminación en el sistema educativo. Además, un documento reciente de la Comisión Europea sobre la contribución de los Fondos Estructurales a la inclusión de la población romaní indica que persisten desventajas en la educación, incluida una baja asistencia escolar y una representación excesiva en las llamadas ‘escuelas especiales’. Esto hará muy probable que la próxima generación de gitanos permanezca en la pobreza extrema y cada vez más marginados a no ser que se realice una fuerte intervención política apoyada por inversiones y grandes programas de creación de capacidades.
Rumanía tiene una gran comunidad romaní: el censo más reciente indica que son 622.000, sin embargo, según el Banco Mundial, el país alberga 2,5 millones en una población de unos 19 millones. Aproximadamente el 90% de estas familias vive en la pobreza extrema y son víctimas de racismo. El número de miembros de esta etnia que se encuentra en la pobreza triplica al de cualquier otro grupo étnico, según la ONG Small Steps Project.
Se calcula que 500.000 gitanos romaníes son totalmente analfabetos. Solo uno de cada 10 puede leer y escribir, y todavía hay renuencia en la comunidad gitana de ir a la escuela secundaria después de los 10 u 11 años, según la organización People 2 People. La causa principal es la falta de acceso a la educación preescolar y la incapacidad para mantenerse al día en la escuela primaria con los niños de su edad.
«La ruina de los hombres» es el mensaje que se ha tatuado un miembro de la comunidad de Pata Rat en el estómago.
El Ayuntamiento de Cluj lleva desde 2012 trabajando en la ampliación del vertedero de Pata Rat con fondos de la Unión Europea para la construcción de un nuevo basurero, hasta ahora sin acabar. Al parecer, los trabajos se desarrollan sin tener en cuenta su impacto medioambiental. Las autoridades esperan cerrar el vertedero a fines de este año, pues es uno de los mayores problemas ecológicos en el condado de Cluj. Un deslizamiento de tierra ocurrido en julio de 2017 causó el drenaje de aguas residuales en un arroyo cercano.
En una entrevista concedida a la revista ‘Adevărul’, la Inspección de Alivio de Desastres afirma, por ejemplo, que hasta el 4 de octubre de 2017 tuvieron que intervenir 27 veces. En total, eliminaron 20 toneladas de basura.
En la zona hay cuatro asentamientos: Dallas, Garbage Dump [El vertedero], Calle Cantonului y el nuevo Pata Rat/Colina Verde. Cada uno de ellos tiene su propia historia de discriminación y riesgo medioambiental. El Atlas de Justicia Ambiental, un proyecto internacional que documenta y cataloga los conflictos sociales en torno a temas ambientales, considera que el lugar es el mayor gueto de Europa surgido en torno a un basurero.
A 36 de las 76 familias desalojadas no se les ofreció ningún alojamiento alternativo y se las dejó literalmente en la calle. A las 40 restantes se les dio una habitación por familia, y cada una de ellas tiene que compartir un baño común con otras tres, según Amnistía Internacional.
En el vertedero se depositan diariamente 35.000 metros cúbicos de residuos, y la comunidad recoge botellas y láminas de plástico, restos metálicos, madera y todo lo que se pueda reutilizar, reparar o reciclar.
A principios de año, el Ayuntamiento cerró el acceso al vertedero y muchas familias se quedaron sin ingresos. Buena parte de sus miembros encontraron trabajo en las plantas de reciclado o como barrenderos o basureros.
Rumanía no es un país en desarrollo. Forma parte de la Unión Europea. Las condiciones en las que viven estos niños y sus familias están al nivel de algunos de los países más pobres.
Funeral de un hombre que ha sido atropellado por un automóvil mientras cruzaba la carretera oscura, debido a la falta de iluminación.
Fuente: https://elpais.com/elpais/2019/07/11/album/1562840867_548431.html#foto_gal_15